Extra 4
¡Hola!, ¿cómo están wattpaders hermosos seguidores de esta historia? Ya saben lo que voy a decir, pero aquí les va: este capítulo contiene escenas de sexo (no son ni siquiera tan explícitas, me he estado volviendo romántica :/), igual si eres menor de 18 no lo leas, no te preocupes, no afectan la trama principal.
Nos vemos por allá abajo de nuevo, mientras tanto, disfruten:
Alexa.
Estaba ansiosa por conocer ese remedio, ese que era capaz de hacerme olvidar todos los problemas, a mí y a cualquier mujer.
Le acaricié el pelo con las manos y los labios con la boca, a la par que se frotaban nuestros cuerpos y nuestras respiraciones, unos por aquí y otros por allá, todos los roces desordenados, pero exquisitamente deliciosos.
-Ven -intenté tomar su mano para dirigirlo a la habitación, pero él no se movió.
-No, Alexa, tal vez más tarde -aprisionó mi cuerpo contra el fregadero, sonriendo con perversidad y dulzura al mismo tiempo.
Comenzó a besar el lado derecho de mi cuello, y yo ya no podía objetar ni aunque quisiera. Dejé caer la cabeza hacia un lado, exponiendo las venas de mi cuello para él, que succionaba mi piel como un vampiro sediento de sangre. A la vez que lamía la parte baja de mi oreja, mandando corrientazos por mi cuerpo de arriba hacia abajo, desabrochó con sufrida lentitud los botones de mis shorts. El roce de sus nudillos con mi abdomen mientras bajaba la cremallera me hacía arquear la espalda de forma inconsciente.
-Esto no es justo... -susurré, buscando su mirada-, yo tengo muy poca ropa y tú demasiada.
Hacía unos minutos que me había quitado la camiseta, dejando al aire mis pechos que bailaban sin sostén, luchando por sus merecidas caricias.
-Si es lo que quieres -alzó las manos, dejando que lo despojara de su suéter.
Me deleité la vista y el tacto recorriendo su abdomen, sus brazos, luego acaricié su entrepierna por encima del pantalón, y cuando intenté zafar los botones echó las caderas hacia atrás.
-Tranquila -soltó una risa ronca junto a mis clavículas que me hizo estremecer-. Mantén las manos quietas -tomó mis muñecas con una sola mano, y las pasó por encima de su cabeza hasta llegar su nuca. Decidí dejarlas allí.
Me apoyé con los antebrazos en sus hombros cuando me tomó de los muslos, y con un suave impulso quedé sentada en la encimera, justo al lado del fregadero. Dejó ver una media sonrisa, yo fruncí un poco el ceño ante lo que ese gesto tan simple provocaba en mí. Podía hacerme jadear sin ni siquiera tocarme. Él lo sabía, y se tomaba su tiempo para disfrutarlo, para mirarme mientras suspiraba, recorriendo sus ojos por mi torso desnudo. Después lo recorrió con sus manos, sin perderlo de vista tampoco. Y ya después, lo acarició con la boca y los dedos, y con los párpados cerrados pegados a mi piel.
Se tomó su tiempo en cada uno de mis pechos, yo no sabía si quería que se quedara ahí o que continuara su camino, mis pensamientos eran bastante confusos. Sentía la resequez en mis labios, como si toda la humedad de mi cuerpo se hubiera concentrado en un solo lugar, entre mis muslos. De tanto suspirar con la boca abierta también era una posible razón.
Un par de besos y succiones más, tres o cuatro suspiros míos, y lo contemplé inclinarse ante mí lentamente, manteniendo sus ojos fijos en mis pupilas. Escuché a penas como apoyaba una rodilla en el suelo. Quería decir algo, no lo sé, pero no hacían falta las palabras ahora, solo quería sentir, sentirlo. Tomó mi pantorrilla para colocar mi pierna en su hombro, y aunque era yo la que lo miraba desde arriba, mi cuerpo se rendía totalmente ante el suyo, ante su mirada. Tomó el borde de mis shorts, acariciándome con los pulgares, apoyé la planta de mi pie en su otro hombro, y con las manos a mis costados levanté las caderas, a la vez que el tiraba de la prenda, que descendió por mis piernas junto con mi ropa interior. Lo incité con la cabeza para que se levantara, pero obtuve un no por su parte, y sentí como se erizaba la parte baja de mi espalda cuando tomó mis rodillas, y abrió mis piernas frente a su rostro.
Me relamí los labios secos con el ceño fruncido. Me sentía... expuesta, pero de una buena forma, una forma deliciosa, y sin ningún pudor, con mi mano en su cabeza, conduje su boca hacia mi centro. Una vez que sentí su lengua contra la parte más sensible de mi piel, no pude evitar inclinar la cabeza hacia atrás, hacia los lados, hacia donde fuera. Su lengua se movía con lentitud, atrayente, única, ardiente. Mis caderas se movían exigiendo más, mientras podía sentir sus risas bajas de vez en cuando, o sus hondos gemidos que se acompasaban con los míos. Dejé que mi espalda se arquera y retorciera, casi al ritmo de sus besos y lamidas. El mármol frío sobre el que estaba sentada había dejado de estarlo, ahora podía percibir hasta un poco de mi propia humedad que había resbalado hasta la superficie.
Dejé caer la mano sobre la bajilla fregada, haciendo cierto ruido al chocar las cucharas. Las gotas de agua que escapaban del grifo mal cerrado marcaban un compás casi al ritmo lento de su lengua, pero esta última sí que resultaba placentera, demasiado, estaba comenzando a temer que se volviera adictiva.
Sus movimientos se aceleraron, sentí que me resbalaba por unos segundos, y fue cuando estampé la mano en el refrigerador. No se preocupó por eso, yo mucho menos. Sentía la pequeña vibración y calor del aparato contra mi palma, que era casi imperceptible en comparación con los estragos que él estaba causando allá abajo.
Abrí de golpe los ojos cuando lo sentí separarse de mí, lo suficientemente rápido para verlo ponerse de pie, mi pierna todavía enredada en su hombro, que me hizo inclinarme hacia atrás hasta apoyar los codos en la encimera, y la cabeza en la pared fría a mis espaldas. Mi respiración era un desastre cuando envolvió su brazo en mi muslo, y empujó el otro para abrir más mis piernas, para tener mejor acceso a mi intimidad, y por supuesto, yo no opuse resistencia alguna. Apenas podía mantener los ojos fijos en un lugar que no fueran los suyos.
-Te ves jodidamente hermosa cuando me miras así. -Mi piel se erizó cuando escuché y sentí cada palabra que dijo.
Yo solo jadeé, no podía hacer otra cosa ante los movimientos de su boca, el ritmo de su lengua, lento, rápido, ya ni sabía con exactitud, incluso percibí sus dedos jugando en mi interior unos segundos después, y sabía que así esto no duraría mucho. Y yo quería extender esto como una mala historia, de esas que duran kilómetros y kilómetros de páginas. Sentía cada roce en mi columna vertebral, como si acariciara mi espalda sin tocarla, médula por médula, centímetro por centímetro. Era difícil ignorar la dureza de mis pezones, las olas de placer que se iban extendiendo por mi cuerpo, como el mar revuelto cuando se acerca una tormenta.
Volví la cabeza hacia abajo, el sol alumbraba perfectamente su rostro, al menos la parte visible, sus ojos. Todo estuvo bien cuando los mantuvo cerrados, pero cuando los abrió para chocar con los míos, se puso mejor. Su mirada turbia, con sus pupilas relampagueando deseo, y su lengua moviéndose contra mí como un huracán pesado, arrasador. Dejé de escuchar las gotas de agua del fregadero, olvidé el frío del mármol en mi piel, y dejé que su ventisca de placer acabara conmigo. Mirándonos a los ojos, dejé mis músculos contraerse a su antojo, dejé que la tormenta me invadiera, y cada último movimiento era como una ola furiosa rompiendo en la costa de mi cuerpo, provocando terremotos de éxtasis.
Mis gemidos hicieron eco en la cocina, junto con nuestras respiraciones mientras él desataba mi orgasmo y mis ganas contenidas. No sé quién tenía la mirada más turbia, cuando necesité dejar caer la cabeza hacia atrás, disfrutando al máximo de cada vestigio de lo que había pasado, intentando controlar el temblor de mis piernas.
Escuché deslizarse la cremallera de su pantalón, luego una mano en mi cintura para levantarme y volver a quedar sentada frente a él. Mis labios más que secos, mis otros labios más que mojados. Mis ojos turbulentos, los suyos eran el reflejo, eran la promesa de que la tormenta no había terminado.
Estampó su boca con la mía, apenas dándome tiempo a reaccionar, sintiendo en mi lengua mi propio sabor. Envolví las piernas en su cintura, atrayéndolo hacia mí.
-¿Te ha gustado? -preguntó arrastrando la voz.
-¿Tú que crees? -le di una pequeña mordida en el mentón.
-Es una buena señal gustarle a mi novia.
Esa última palabra despertó nuevas sensaciones en mí, nuevas ganas, y nuevas fantasías.
-Suena muy sexy cuando lo dices -me las arreglé para decir mientras iba entrando en mí, despacio, excitante.
-Mi novia -repitió.
-Tu novia... -jadeé.
-Sabes, esta casa es pequeña... -arrastró las palabras junto con las caderas, desencadenando estragos en mi interior-.
Hay que sacarle provecho a cada rincón.
Otra estocada, más profundo, y más, y más... Se fue incrustando en mí como se pegaban los imanes al refrigerador. Ya no sentía la boca seca, la suya pasaba a mojarla cada vez que podía. Mis manos bailaban en su espalda y mis caderas en su miembro. Derramamos el vinagre en el enredo de manos, no supe que líquido habíamos tirado hasta que lo saboreé en su dedo cuando lo llevó a mi boca a propósito. A penas tuvimos tiempo de reír, cuando derramamos también un poco de aceite, y algo más que no logré definir.
Una vez escuché que dónde pudieras hacer el amor y el ridículo al mismo tiempo, era el lugar correcto. Yo sabía que Carlos era ese lugar, esa persona. Lo sabía en cada milímetro de mí, externo e interno. Lo sabía en cada roce, en cada mirada, en cada sonrisa, en cada minúsculo aliento. Quería que este momento nunca terminara, la conexión que habíamos creado entre nuestros cuerpos, y más allá de nuestras almas. No me permití pensar en esto como una última vez. Las últimas veces con Carlos no estaban en mis planes.
Y mientras nuestras manos resbalaban por nuestros cuerpos, mi boca y la suya mezclaban los sabores, la mantequilla se deshacía en la mesa a lo lejos, él entraba y salía de mí con exquisita precisión, y nuestros ojos chillaban por hambre de lujuria y de amor, se nos fue olvidando el mundo de nuevo.
Nota de la autora:
¡Hola de nuevo! Primero, espero que les haya gustado el extra, que lamento comunicar será el último de esta historia. (No voy a hablar de más, me salen spoilers sin querer)
Estaba releyendo los primeros extras, y sí creo que ha habido un avance importante en la manera de narrarlos de cada personaje, y me parece genial que los personajes se hayan desarrollado de esa manera, mucho más sincera que las primeras veces. (Que se hayan vuelto cursis no es mi culpa, cada quien pues)
Es la 1:00 de la mañana, y seguro lo menos que quieren ahora es escuchar un discurso mío, así que rapidito les comento que habrán actualizaciones más seguido (tengo una semana de vacaciones), y que me disculpen por hacerlos esperar.
Ennn fiiin..., nos leemos pronto. Gracias por apoyar la historia. Se les quiere hasta Saturno (ida y vuelta...10 veces) Bye <3
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