Día 5
Carlos:
¿Y esta luz tan temprano?¿Quién carajos puso una ventana encima de la cama? Supongo que tendré que levantarme, que pereza. Me siento como si hubiera dormido solo cuatro horas. Me volteo sobre las sábanas, encuentro una espalda desnuda y desaparece un poco de mi mal humor. La acaricio con los dedos, hasta que noto que comienza a moverse y suelto un ronquido como si estuviera durmiendo.
–Sé que estás despierto –dijo mientras bosteza–, cuando duermes roncas más alto que eso –volteó hacia mí frotándose los ojos.
–¿No te bastaba con decir buenos días?
–No –estiró la cabeza para darme un beso corto.
–Lávate los dientes antes de hacer eso –fingí un mueca.
Hizo un ademán de levantarse pero la tomé de la cintura, pasé el otro brazo por debajo de su cuerpo y tiré de ella, de forma que quedó acostada encima de mí.
–¿A dónde crees que vas, lobita? –pregunté rozando nuestras narices.
–A donde yo quiera, para eso soy la líder de esta manada –me dio un toque en la nariz con la punta del dedo.
–En tus sueños.
Intentó levantarse pero apreté el agarre alrededor de su cuerpo.
–¡Oye! –se quejó mientras se removía intentando salir.
–Si quieres irte tendrás que zafarte primero.
–¡Suéltame! –dio unos golpecitos en mi pecho mientras se reía.
–Te enseñaré quién es el macho alfa.
¿Por qué todos los días no pueden ser así? Por cierto, hola, soy Carlos, alias: el idiota del año, ¿Cómo están?, ¿Cómo que confundidos?, ¿Alexa no les contó lo que pasó ayer?, pero que irresponsable, supongo que tendré que ponerlos al día.
…
–No te alteres –susurré.
–¡Hay que correr!
–No, eso sería sospechoso, solo camina normal –entrelacé nuestros dedos.
Miró nuestras manos unidas por un segundo y empezó a caminar a mi lado. Parecía que saldríamos ilesos de la situación, cuando los focos de la patrulla alumbraron nuestra espalda y escuchamos que alguien tiraba la puerta de un auto. Genial.
–Vamos a ir presos, esto me pasa por escucharte.
–Cálmate –la miré a los ojos–, solo déjame hablar a mí.
–¡Alto ahí! –gritó una vos ronca y nos dimos la vuelta.
Me imaginé que en un lugar como este habría una especie de sheriff, con sombrero y una estrella en el uniforme, pero solo era un policía común. Que decepción.
–Buenas noches oficial –saludé y apreté la mano de Alexa para que hiciera lo mismo.
–Buenas noches –murmuró escondiendo sus ojos en la gorra.
–¿Qué hacen afuera chicos?, son más de las nueve –sacó una linterna de su bolsillo y nos alumbró directamente a la cara, cosa que me pareció totalmente innecesaria.
–Vivimos juntos, en esta calle. –Tuve que alzar un poco la voz, debido a la distancia que nos separaba–. Solo vinimos al bar a comprar unas bebidas.
Nos lanzó una mirada desconfiada–. Muéstrenme eso –señaló la bolsa y tuve que apretar la mano de Alexa para que no saliera corriendo.
Abrí un poco la bolsa y la incliné hacia adelante para que pudiera ver, mientras Alexa miraba hacia otro lado, esquivando la vergüenza, pensé.
–Lo siento, pero hay una ley que tienen que respetar –sacó unos papeles de su bolsillo y yo maldije por lo bajo–. ¿Cuál es su dirección? Y ni se les ocurra darme una falsa, porque estarán en serios problemas.
Alexa levantó la vista por primera vez, dictándole la dirección de la casa a una distancia de más de dos metros, casi escondida detrás de mí.
–No los quiero volver a ver fuera a estas horas, ¿entendido?
Ambos asentimos con la cabeza y el hombre caminó hacia la patrulla mirándonos por encima del hombro.
–Bueno, al menos podemos pagarla a medias –intenté aligerar el ambiente.
–Y supongo que no tienes dinero y la voy a pagar yo sola –dijo, y yo me di cuenta que si las miradas mataran ya yo estaría en el cementerio, porque para el cielo no voy.
Caminamos a casa, perdón, a su casa, tomados de la mano, no sé si ella lo notó, y si fue así no dijo nada, así que yo tampoco.
–Sabía que era una mala idea. Expusimos a ese hombre, si pasa algo será mi culpa.
–Alexa tranquila, estábamos separados y con la mascarilla puesta –intenté calmarla.
–Igual fue una mala idea, recuérdame no volver a hacerte caso. ¿Y por qué no nos dijo nada de las cervezas?, es imposible que solo dos personas se tomen eso, ¿no debió pensar que haríamos una especie de reunión clandestina o algo así? –habló sin parar mientras subíamos las escaleras.
–¿Qué cervezas? –me encogí de hombros haciéndome el desentendido.
Ella me miró, y fue la misma mirada que pondrías cuando matan a alguien en una película y te quedas observando su pecho a ver si respira. Me arrebató la bolsa de las manos y comenzó a alternar la vista entre las bebidas y yo.
–¿Refresco gaseado? –Parpadeó varias veces–, pero no ibas a comprar…
–No me gusta beber solo –empujé la puerta–. En el fono hay algunas cervezas también –le guiñé un ojo–, no te emociones demasiado.
Entró detrás de mí, dejó la bolsa en la mesita y nos roció a los dos con spray desinfectante. La convencí de quitarse el chándal, ya que no era la vestimenta adecuada para una fiesta, pero me hizo el caso que su hámster le hacía a ella, y volvió con el pijama puesto.
–¿Tienes estéreo?
–¿A ti te parece que tengo estéreo? –Enarcó una ceja, abriendo una lata de galletas–. Intenta poner la emisora de música pop otra vez.
–Lo intentaré pero…–No había terminado la oración cuando ya estaba parada frente a mí con la radio vieja en la mano.
No entendí por qué le hacía tanta ilusión, pero la verdad es que no se escuchaba tan mal como imaginé. Moví los botones hasta que encontré la voz del locutor del otro día.
Buenas noches radio oyentes, hoy estaremos complaciendo peticiones, ¡disfruten la buena música que la noche es joven!
Abrí una cerveza, pero la dejé encima de la mesa apenas escuché la melodía de la canción.
–No –Alexa me apuntó con el dedo, lanzándome una mirada de advertencia–, no vayas a…
Tarde.
–Apenas somos dos…desconocidos –comencé a cantar mientras me acercaba a ella–, con ganas de besarse, con ganas de que pase lo que pase…
Alexa negó con la cabeza mientras yo seguía cantando junto con Mau y Ricky. La jalé de la mano haciendo que se levantara del sofá y comenzamos a bailar juntos tarareando la canción, apropiada para el momento. Subimos el volumen al máximo, y las melodías se apoderaron del pequeño departamento. Bailamos tecno, pop, y hasta un par de bachatas donde recibí varios elogios por ser tan buen bailarín. Las bebidas se iban agotando y la noche haciéndose vieja. Comenzó a sonar Someone you love, de Lewis Capaldi. Puso sus manos en mis hombros y yo la tomé de la cintura, mientras nos movíamos a un ritmo lento.
–Creo que esta canción no se baila así –murmuró, apoyando la cabeza en mi hombro–, creo que es de esas canciones que son solo para escuchar.
–No existen canciones solo para escuchar –me separé un poco y le di una vuelta antes de volver a atraerla hacia mí–. Eso lo inventaron las personas que no saben disfrutar la vida.
–Si tú lo dices –volvió a recostar la cabeza en mi hombro–. Gracias por los refrescos –sonreí sin que me viera.
–¿Tu, dándome las gracias?, creo que te volvió a subir la fiebre. –No me respondió pero estoy casi seguro de que giró los ojos, como siempre.
¿No les pasa que saben que van a extrañar un momento mientras lo están viviendo? Nunca pensé estar así con una desconocida, pero supongo que las cosas inesperadas son las mejores, y sentir el aroma de su pelo, y la suavidad de su mejilla, comprobaba esa teoría.
–Voy al baño –mencioné y ella asintió.
Miré por encima del hombro antes de salir del todo del salón, la descubrí bailando sola, o haciendo un intento de bailar, mientras tarareaba a penas la canción. Nunca imaginé estar en una fiesta de dos, con latas de cerveza y refrescos gaseados de sabores, bailando con música de emisora de una radio de los años noventa. Tampoco imaginé que conocería a la chica más malhumorada y divertida a la vez, tierna y sexy, bueno, más sexy que tierna. Seamos honestos, no tiene nada de tierna, pero… ¿y qué? Saqué mi celular del bolsillo y miré la hora, 2: 10 AM. Quizás aún no sea tarde.
–Entonces…–volví al salón–, ¿jugamos a quien se termina la lata más rápido?
–Eso sería injusto –soltó una risa–, tú tienes cerveza.
–No importa –arrastré una silla junto a la mesita frente al sofá.
Se sentó también, quedando cara a cara.
–Vale…–abrió el refresco retándome con la mirada–, prepárate para perder.
Sonreí de lado–. Ya veremos.
No sé cuántas cervezas fueron, pero comenzaba a sentirme un poco mareado por beber tan rápido. Al cabo de un rato perdimos la cuenta de las bebidas y nos limitamos a reírnos y a hablar estupideces.
–Deberíamos acostarnos ya –dijo mientras se secaba una lágrima de tantas risas.
–¿Ya?, pero si es temprano –refuté.
–Estoy de azúcar hasta aquí –subió la mano por encima de su cabeza–, no tenemos que dormir, necesariamente.
–Pero aún quedan bebidas…
–Ponlas en el refrigerador –rodeó la pequeña mesita que nos separaba y se sentó en mis piernas–, ¿si sabes por donde voy, verdad?
–Una idea me hago. –Agradecí que juntara nuestros labios antes de decir otra estupidez.
La forma en que Alexa besaba no era delicada, era como si pensara que se acabaría el mundo al día siguiente, y esa intensidad, simplemente me encantaba. Se despegó un segundo de mis labios y estiró la mano para bajar el volumen de la radio hasta dejarlo casi en mudo.
–Llévame a la habitación –pidió volviéndome a besar.
–No tengo quejas de cuando lo hicimos aquí –tomó el borde de mi camiseta y tiró de ella.
–Yo tampoco, pero se me están ocurriendo muchas cosas que hacer en la cama, ¿y sabes qué?
–¿Qué?
–Todas son indecentes –susurró en mi oído.
La levanté como recién casados entrando a su nueva casa. Se sentía increíblemente ligera, pero le dije lo contrario ganándome una mordida en el labio inferior. La dejé en el suelo y mientras me deshacía del resto de la ropa ella cerró la puerta de la habitación.
…Y seguimos complaciendo peticiones, aquí, en su emisora nocturna favorita. La siguiente canción es de Morat, y es para Alexa, de su nuevo compañero de piso quien no quiso decir su nombre, cito textualmente el mensaje: Ella sabe quién soy. Así que bueno, que la disfrutes Alexa, con todos ustedes…En un solo día.
…
–Tierra llamando a Carlos –chasqueó los dedos frente a mi rostro.
–¿Qué? –parpadeé varias veces.
–Te estoy hablando, despierta de tu trance tridimensional o lo que sea que estés haciendo.
–¿Qué pasó? –Me recosté al marco de la cocina, mientras ella sacaba el pollo de la nevera y lo dejaba en el fregadero.
–Faltan unos días para que se acabe el mes, así que…–apretó los ojos–, nos van a quitar el agua caliente.
–¿Qué, por qué? –enarqué una ceja sin entender nada.
–Porque este barrio es así, deja de hacer tantas preguntas y ayúdame.
Intenté abrazarla por detrás cuando pasó frente a mí, pero se movió rápido al otro lado de la cocina. Estaba muy concentrada en lo que hacía, o al menos fingía estarlo.
–¿Cómo haces para ducharte en inverno? –continué la conversación.
–Caliento agua y me baño con un balde y una vasija pequeña. –Se encogió de hombros y continuó hablando ante mi cara de espanto–. ¿Nunca has hecho eso?
–Es que…–me rasqué la nuca, algo avergonzado–, en mi casa siempre había agua caliente, todo el mes.
–Bueno –comenzó a rebuscar en la alacena–, ve al pequeño cuarto que hay al lado del balcón trasero, toma un balde verde, lávalo y tráelo.
–¿Se puede lavar un balde? –pregunté riendo.
–Claro que sí, tonto –me arrojó un trapo y yo lo atrapé en el aire–, date prisa.
Solté un suspiro de cansancio y seguí sus indicaciones. Abrí el mini cuarto de regueros y una nube de polvo se lanzó sobre mi rostro, haciéndome estornudar un par de veces. Localicé el balde verde en una esquina, pero me quedé mirando algo mejor.
Oh sí.
Alexa.
Luego de poner el agua a calentar, me dirigí a la sala y me tiré en el sofá, exhausta. Tenía un agotamiento físico como si hubiera corrido una maratón, y me dolían las piernas como si hubiera hecho mil sentadillas. Me encontraba quejándome tranquilamente cuando escuché el tintineo de una campanita acercarse por el pasillo. Me congelé en el sofá, no podía ser. Giré la cabeza lentamente y me encontré a Carlos montado en mi bicicleta rosa con pompones en los manubrios, arrastrando los pies por el suelo intentando mover la bici por el salón.
La situación era tan irreal que no pude evitar soltar la carcajada más estrepitosa de mi vida, y sí, regresé, ¿me extrañaron?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top