Día 15

Carlos.

–Tengo una idea –salté en el sofá.

–Tus ideas me asustan –frunció un poco el ceño a mi lado, desconfiada.

–Ayer fue "Navidad" –dibujé las comillas con mis dedos–. Hoy no tenemos nada que hacer.

–¿Y qué?

Adopté una postura firme, haciendo que volteara los ojos.

–Por el poder que me ha concedido el aburrimiento, decreto este día como el treinta y uno de diciembre del presente año –declaré–. ¿Sabes qué se hace en estas fechas? –La animé con el mentón para que respondiera.

–¿Comer galletas viendo Friends? –torció la boca, mirándome como si el encierro estuviera afectando gravemente mi salud mental.

–¿Qué clase de Navidades terribles has tenido? –Ironicé, un tanto asustado–. Dar regalos Alexa, en Navidad y año nuevo se dan regalos.

–Ah, eso –comenzó a reírse–. Primero, ya he gastado suficiente dinero en ti, y segundo, te recuerdo que estamos encerrados, que aunque te sientas mejor no podemos salir a comprar nada –puso un dedo en mi pecho, con una presión acusatoria–. Deberías hacer reposo.

–Me siento bien –aparté su mano con delicadeza–. Además, ¿quién ha dicho nada de comprar?

Entrecerró los ojos en mi dirección, pareció pensarlo por un momento, y luego dio un largo asentimiento, derrotada.

–Tú primero.

–Ah no –canturrié–. Las damas primero.

–Vale –refunfuñó–. Que conste que fue lo primero que encontré.

–Consta en acta –me mordí los labios, a la expectativa.

¿Cómo habíamos hecho los regalos?, simple, con la caja de los recuerdos, como me gustaba llamarla. El trato era que cada uno haría lo que pudiera con lo que encontrara, y tendríamos alrededor de una hora para poner a volar nuestra imaginación y sacar del pecho a los niños que una vez fuimos.

Estiró la mano en mi dirección, entregándome algo parecido a una tarjeta. Como la imitación de un libro, la hoja de papel rojo se doblaba al medio, donde unía sus extremos una pegatina en forma de lazo.

–Te esmeraste –levanté la cabeza, riendo.

–Sólo ábrela –ordenó de mala gana.

Saqué la pegatina, y abrí la tarjeta. En su interior, encima de "Feliz Navidad" estaba escrita una frase. La leí en voz baja, mirando de reojo como se encogía en los cojines, apenada.

–Es mejor un "poco a poco" que dure toda la vida, que un "para siempre" de un par de meses –leí en voz alta, para molestarla–. Muy romántica.

–Vi la frase en Internet y me gustó, solo eso –murmuró.

–No sabía que usaras Internet –endureció la mirada, como respuesta–. No te enfades. Vamos, es mi turno.

Poco entusiasmada, tomó la mano que le ofrecí. Atravesamos el pasillo hacia la habitación, y su agarre se volvió suave, hasta un poco tierno, cuando divisó mi regalo encima de la mesita de noche. Se soltó con delicadeza, y fue a observarlo de cerca, a observarlo con sus ojos de niña.

–Carlos… –lo tomó entre sus manos, con cuidado–, gracias.

–No es nada –crucé los brazos recostándome en el umbral.

Seguía mirando el objeto con una sonrisa, sonrisa contagiosa para mí. Había buscado su juguete preferido: el dinosaurio que le faltaba una pata, y había hecho mi mayor esfuerzo en repararlo. Encontré la extremidad faltante, y con algo de pegamento, ganchos de pelo, y otras cosas que no vienen al caso, logré hacer que se mantuviera en pie.

–Ahora me siento mal por darte una simple tarjeta –se frotó las manos en los costados de los pantalones.

–Me gustó la tarjeta, pero te vas a sentir peor, porque falta una sorpresa.

–¿Qué sorpresa? –quiso saber.

–Tendrás que esperar un poco –miré mi reloj–. Solo te adelanto que no es algo material.

–¿Debo asustarme o alegrarme? –sonrió con picardía.

–Según mis cálculos, ya deberías estar asustada.

No pude evitar reír cuando la diversión se esfumó de su rostro.

Alexa.

Mala idea, pésima idea, malísima idea, estúpida idea.

–No voy a subir –pronuncié cada palabra con una calma que no sabía que tenía.

–Vamos, ya hemos venido hasta aquí, ¿me vas a hacer regresar? –suspiró.

–Son menos de cuarenta metros, Carlos –siseé molesta–. Son las once de la noche, hace frío, estamos violando el aislamiento y este edificio está abandonado. Me muero de ganas de subir, ¿no se me nota? –ironicé.

–Si no estuviera tan oscuro, juraría que te ha saltado una vena de la frente.

–¿Te parece gracioso? –alcé la voz.

–Alexa, vamos –me tomó de los hombros–. Soy arquitecto…

–Aún no lo eres.

–…y te digo que este edificio está en perfecto estado.

Alterné la vista entre las doce plantas de altura y su rostro.

–Alexa, escucha –se acercó un poco, con cautela–. Podemos darnos la vuelta, y caminar los jodidos cuarenta metros hasta tu casa o disfrutar una hermosa vista que ambos necesitamos.

Me removí incómoda, cambiando el peso de mi cuerpo de un pie a otro.

–No estarás sola, estaremos juntos –suspiró–. No te rindas tan fácil.

Eché la cabeza hacia atrás, en una profunda exhalación de derrota.

–Solo hasta el piso cinco –enfaticé.

–Trato. –Juraría que se estaba conteniendo para no abrazarme de la emoción–. Subiremos por las escaleras de emergencia, adentro debe estar todo oscuro y sucio.

Me dejó ir al frente mientras subíamos los escalones de hierro, en cierta forma eso me daba seguridad. La escalera se pegaba a la pared, e iba ascendiendo en zigzags hasta el último piso, protegida por una barandilla del lado izquierdo y las paredes del otro. La única caída posible era hacia atrás, y no pasaría eso, porque Carlos estaba ahí, resguardando mis pasos.

Cuando íbamos llegando al cuarto piso, mis pies comenzaron a flaquear. Pero unas manos firmes en mi cintura, me mantuvieron estabilizada.

–Puede que sea la frase más cliché del mundo, pero lo único que debes hacer es no mirar abajo.

Cuando sentí su aliento en mi nuca al susurrar esas palabras, intenté no ponerme demasiado rígida, ya que gracias al peldaño que nos separaba éramos de la misma altura.

–Un paso a la vez –volvió a susurrar–. Ya sabes, un "poco a poco".

–Muy gracioso.

Apreté la barandilla con un poco más de fuerza, y trepé otro escalón, sintiendo su calor en la espalda en todo momento.

–Eso es –acarició mi cintura encima de la ropa, haciendo un poco de presión con la punta de los dedos.

–¿Intentas distraerme? –Avancé otro peldaño.

–¿Yo?, no, ¿por quién me tomas?

Estaba a punto de soltar una risa, cuando miré mis pies inconscientemente. Entre los espacios de cada peldaño se podía visualizar una oscura, aunque larga caída libre hacia el suelo. Apreté los ojos al instante.

Voy a caer, voy a caer, voy a caer.

–Alexa.

–No voy a seguir.

–No pasa nada, vamos a bajar.

–No puedo moverme.

Me sentía ridícula por esta situación, pero no podía seguir.

–Está bien, tengo una idea. Solo necesito… –hizo un ademán de soltarme.

–¡No me sueltes! –Me sorprendí de decir.

–Pon las manos en mis hombros. Voy a entrar por esa ventana, y luego te ayudaré a pasar. ¿Vale?

Entreabrí los ojos hacia el lado de la pared. Miré por encima del hombro, solo debíamos retroceder dos escalones. Puedo hacerlo.

–No puedo hacerlo –admití.

–Claro que sí –me volteó hacia él despacio, pero no creo que pudiera hacer más que eso–. Mírame a los ojos, concéntrate en mis ojos.

Tomé una respiración profunda, e hice lo que me dijo. Coloqué las manos en sus hombros, mientras mi vista estaba fija en sus pupilas, que reflejaban las luces de la noche, las estrellas y los faroles. Había bajado los escalones casi sin notarlo, pero sintiendo el corazón en mi boca como recordatorio constante de donde estaba. Aunque sus ojos, esos ojos, contrarrestaban un poco ese efecto, como una rara y agradable anestesia, que hacían disminuir un poco mis latidos, y a la vez, acelerarlos. Apartó despacio las manos de mi cuerpo, y se aferró al borde de la ventana para cruzar al interior. Yo seguía sosteniendo sus hombros gracias al estrecho diámetro. Me acerqué también, apoyé un pie en el borde, luego otro, y luego, salté.

Nota de la autora:


  ¡Bienvenido 2022!

Primer capítulo del año. Quería actualizar antes pero me ha dado una gripe terrible (como cada año), por suerte ya me encuentro mejor. Así que oficialmente, les deseo a todos un feliz año nuevo lleno de salud, amor, y muchos libros.


Quería anunciar también que estaré corrigiendo esta historia desde el principio, pero no se preocupen, solo serán cambios de redacción, puntuación, etc, la trama continuará igual.

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