Día 1 sin ti.


Carlos.

Miro el paisaje por la ventanilla, mientras los árboles pasan rápido a mi vista y las pequeñas montañas lejanas se mueven mucho más despacio. Soy el tipo de persona que no puede dormir en un viaje, los utilizo como "mi momento para reflexionar". No creo que sea tan raro, hay gente que lo hace frente a los semáforos en rojo. ¿En qué he pensado?, pues en que si hubiera sabido que tenía al amor a dos malditas horas de camino, hubiera venido a buscarlo antes. También disfruto de los momentos en que dejo mi mente parcialmente en blanco, escuchando solo la música a través de los auriculares.

Aunque me ha ido fatal con ese asunto de dejar la mente en blanco hoy. Solo faltan alrededor de quince minutos y todas las canciones que he escuchado en el camino me recuerdan a la misma persona, en especial esta última, y eso que no actualizo mi lista de reproducción hace casi un año, pero supongo que estar enamorado te cambia la perspectiva de todo.

Sí, lo digo así de fácil, estoy enamorado. Ya expuse antes mis razones de porqué es absurdo negar cosas como estas. Si fuera por mí lo gritaría aquí mismo, pero no quiero despertar a la señora que se ha quedado dormida sobre mi hombro. Parece tener cerca de sesenta años. Huele a colonia suave, de esas que usan las abuelas, y una mascarilla de tela con estampado de flores le cubre la cara. Debería haber una sola persona cada dos asientos, por seguridad, pero el tren está demasiado lleno. Pensé en levantarme e ir de pie, pero me dio algo de lástima despertarla, tenía las ojeras tan marcadas como si no hubiera dormido en días, con el agotamiento plasmado en sus facciones.

Me hubiera gustado preguntarle qué piensa ella sobre el amor, o cuantas veces se enamoró en su vida, o solo charlar de lo alto que están los precios o el clima. Las señoras mayores siempre sacan alguno de esos temas, supongo que cuando sea viejo descubriré porqué.

Tomo una larga respiración al encontrarme cara a cara con mi casa. Me quito los auriculares para llamar a Alexa, pero escucho el clic de la puerta, y apenas logro enviarle un corto mensaje de que he llegado bien antes de que mi madre corra hacia mí y me envuelva en un abrazo asfixiante.

Se lo devuelvo con todas las fuerzas que tengo, y le acaricio el pelo mientras me susurra lo preocupada que estaba. Mis profesores habían llamado para saber de mi salud, cuando ella creía que solo había faltado la primera semana, y ya hacía días que me imaginaba en clases. Por suerte se enteró ayer, cuando ya me había recupero, sino era perfectamente capaz de haber ido a buscarme.

–¿Cómo te sientes?, ¿has comido bien?... –comenzó a disparar preguntas sin tomar aliento.

–Estoy bien, mamá –le reacomodé un mechón negro detrás de la oreja.

–Qué bueno –se apretó el pecho con la mano soltando un suspiro de alivio–. ¡¿Por qué me mentiste?! –Me dio un pequeño golpe en el hombro con un deje de molestia.

–Perdón, perdón, te lo contaré todo –hablé mientras esquivaba sus golpecitos–. Pasé el virus como si fuera una gripe. No te preocupes.

Las líneas de su frente se arrugaron cuando entrecerró los ojos, pero rápidamente se suavizaron en una mirada tierna y comprensiva, una que había añorado muchísimo. Le di varias recomendaciones, como que no se quitara la mascarilla, pero decidió ignorarlas porque al parecer llenarme de besos era más importante. 

–Será mejor que entremos. –A pesar de negarme varias veces insistió en llevarme la mochila–. Tu padre viene en camino, llegará en cinco minutos, igual que las pizzas que pedí.

–¿En serio? Creí que no te gustaba que comiera eso –asintió con la cabeza, y casi pude distinguir un rastro de tristeza en sus ojos.

–Puedo hacer una excepción –me frotó la espalda con la mano libre–. Además, así no tengo que cocinar.

Pasé un brazo encima de sus hombros, y mientras me recibía el calor de la casa donde crecí, y que frecuentaba poco desde que entré a la universidad, escuché a mi madre soltar una risita junto con una pregunta.

–¿Era necesario inventarte una novia falsa?

Dejé que en mi rostro se formara una sonrisa de lado, y mientras le quitaba una mota de polvo de su suéter blanco, respondí su pregunta con otra.

–¿Quieres escuchar una historia graciosa?

Se siente raro esto de despertar sin compañía. No termino de entenderlo. Puedes pasar toda tu vida durmiendo solo, pero pasas unos cuantos días con alguien y luego, vas y extrañas esa sensación como si la hubieras vivido mil veces.

Mientras observo el techo blanco de mi cuarto, con las manos en la nuca y las piernas cruzadas, escucho vibrar mi celular en la mesita de noche. Tomo el móvil y lo levanto frente a mi rostro, a la vez que abro el chat de la notificación. Sonrío para mí mismo, pulsando el botón de reproducir el audio que me acaba de llegar.

Buenos días, primero que nada. Estaba pensando en si llamarte o no pero supuse que estarías con tus padres. En fin… dice Lulo que te echa un poco de menos, y bueno, para que el pobre animalito no extrañara tus tonterías le coloqué esto frente a su jaula.

Negué con la cabeza cuando descargué la foto. El calendario que había usado para contar los días estaba sobre la pequeña mesa de la sala, con una equis azul tachando el número veintidós, que ni siquiera coincidía con el día de la semana.

No pude resistir las ganas de seguir oyendo su voz después de escuchar ese audio, y sin pensarlo dos veces, marqué su número.

Hola –respondieron rápidamente desde el otro lado.

–Hola –susurré en medio de un bostezo–. Dime, ¿qué tan duro es estar sin mí? –Casi la pude sentir volteando los ojos del otro lado de la línea.

–¿Te respondo en una escala del uno al diez, o quieres que te haga un gráfico de barras?, futuro arquitecto.

–Bueno –me senté en la cama, estirando uno de mis brazos–, dile a tu ratón que yo también lo extraño.

Adiós –siseó con molestia.

–¡Espera! –Caminé hasta la ventana de mi habitación, escudriñando los ojos por el resplandor–. Venga, no te enfades. Dime, ¿has ido al trabajo?

No, iré en unos días. ¿Y tú, ya fuiste a la universidad?

–No –la escuché soltar un pequeño suspiro, que me hizo morderme los labios de forma inconsciente–. Debo esperar otros siete días, por si acaso, ya sabes.

Entiendo –me tomé un momento para inhalar el aire mañanero ante el breve silencio, y dejar que un pequeño viento chocara en mi pecho desnudo–. ¿Y ahora, qué hacemos?

–¿Con qué?

Con… lo nuestro –murmuró–, nunca he tenido una relación duradera, mucho menos a distancia. ¿Qué se supone que hagamos?

–Puedes empezar con decirme que llevas puesto –bromeé.

Oh no, no puedo hacer eso. –Su voz adquirió un tono sensual, unos de mis favoritos–. Si te digo que solo llevo puesta una camiseta que olvidaste sin absolutamente nada debajo, te aparecerías aquí en dos minutos.

–Tienes razón –eché la cabeza hacia atrás, intentando calmar los instintos que esa frase había despertado en mí–. Mejor no me lo digas.

Nos reímos durante un par de minutos. Vi una pareja joven caminando por la calle, dándose leves empujoncitos en medio de carcajadas, cuando se me ocurrió proponerle.

–Olvida lo de la ropa. Podemos jugar a eso de inventarnos historias. Sabes, como cierta chica con binoculares que le gusta espiar a la gente.

–Y como cierto chico que le gustó el juego –refutó.

–Tienes razón –admití risueño.

–¿A quién estás espiando, Carlos? Cuéntame la historia.

–Había una vez una pareja de chicos caminando de la mano entre risas. Uno de ellos acababa de tropezar y había caído de bruces en el suelo –sonrío, escuchando la risotada de Alexa, y observándolos desde la ventana–. Su compañero se rió de él, pero enseguida lo ayudó a levantarse. Luego siguieron caminando como si nada. Lucían bastante felices. Doblaron la esquina de la calle y… fin.

–¿Es todo? Te falta práctica e imaginación para inventar historias.

–Puede ser. Aunque a veces nos inventamos historias en nuestra mente para compensar las que no podemos vivir. Pero en realidad eso no es necesario, y nos olvidamos de que las mejores historias del mundo son las que ocurren sin querer –dejé reposar los codos en el travesaño de la ventana, tomando una pequeña exhalación–. Las que se viven, que se sienten en el alma, incluso esas que duelen, o esas mucho más simples que te hacen reír a veces y aburrirte en otras. Son aquellas colecciones de anécdotas que les cuentas a tus amigos tomando una cerveza, o la que le relatas a tus padres comiendo una pizza. –Volteé los ojos ante el recuerdo de ayer.

Como correr por la terraza de un edificio abandonado –añadió, y pude percibir cierta nostalgia–. O cuando armas un árbol de navidad sin ser navidad.

–Ves, no es necesario inventarnos la vida. Cuando podemos hacer algo mucho mejor. Vivirla y ya –solté de la nada, agitando la mano como si pudiera verme–. Cuando me vaya de este mundo no voy a llevarme historias inventadas, voy a dejar la huella de todas las historias que he vivido.

Y las que te faltan por vivir.

–Sí –curvé los labios hacia un lado, siguiendo la trayectoria de la calle con la vista–. Y las que nos faltan por vivir.

Te has vuelto asquerosamente romántico –soltamos juntos una pequeña carcajada.

–Sabes que siempre lo fui.

–Es verdad.

Escuché una leve risa del otro lado del teléfono.

–Alexa, tengo que colgar. Mi padre quiere que lo ayude a arreglar una bicicleta vieja que hace siglos nadie usa. Pero creo que solo es una excusa para no decirme directamente que quiere pasar tiempo conmigo.

Típico de los padres –bufó–. Está bien, luego hablamos. Ah, y…, nada. Que estés bien. Chao.

No tuve tiempo de preguntar que quería decirme antes de que colgara. Estaba mirando el celular con el ceño fruncido, cuando sentí dos golpes en la puerta, y acto seguido vi a mi padre entrar en la habitación.

–Dice tu madre que el desayuno está listo –encogió los hombros encorvados por los años con algo de diversión–. Ya le he dicho que estoy muy mayor para ser su chico de los recados, pero no me hace caso.

–Bajaré enseguida, papá –conseguí ver una sonrisa debajo de su bigote–. ¿Puedo pedirte algo? –pregunté antes de que se marchara–. Necesito que me prestes algo de dinero, el mío está en la universidad. Te lo devolveré en unos días.

–Por supuesto, no te preocupes –asintió con la cabeza antes de marcharse, cerrando la puerta detrás de él.

De nuevo me encuentro mirando el techo de la habitación. Por mucho que lo intente me cuesta dormir. Doy vueltas y vueltas, en la cama y en mi mente, y por mucho que lo piense llego a las mismas conclusiones.
A penas ha pasado un día, un maldito día, y no puedo sacarla de mi cabeza ni por un solo segundo. Cuando pasas tanto tiempo con una persona, escuchando solo su risa, solo su voz. Mirando los mismos ojos una y otra vez, y más allá de ellos, las puestas y salidas de sol, las puestas y salidas de Luna. Sintiendo el mismo olor de su perfume delicado y del té recién hecho que se expande en forma de humo. Te acostumbras a los mismos sabores, los condimentos parecidos en todas las comidas. Te adaptas a levantarte envuelto en su cuerpo, o con ella envuelta en el tuyo.

Se puede decir que hoy he tenido un día muy diferente. Una nostalgia fuerte me oprime el pecho. ¿Conocen esa sensación de extrañar algo y no saber qué es?, pues igual, solo que yo si lo sabía. Sabía el lugar que extrañaba, cada rincón de él, cada mota de polvo, y más allá de eso, a quien extrañaba.

Llevo un dedo a mis labios, intentando recrear la sensación de su boca sobre la mía. Daría lo que fuera por un beso suyo ahora mismo, o diez, u once…

Pero supongo que así es la vida. Momentos que se acaban, personas que se marchan, y que nunca escucharon la canción que les dedicaste, nunca comprenderán lo mucho que las quieres, y nunca sabrán del todo la falta que nos hacen.



Nota de la autora:

¡Hola! ¿Alguien más sin sueño por aquí?, ¿nadie?.

Bueno... Espero que estén muy bien. Hace varios capítulos que no dejo notas, así que vamos por partes.

Primero: ¡Llegamos a los primeros mil votos! No se imaginan lo feliz que estoy con esto, tal vez comparado con otros libros no es mucho, pero les juro que para mí no tiene precio. nalix00 sabe de lo que hablo. ¿Te acuerdas Daniela?, cuando te escribí súper emocionada porque había llegado a los 20 votos, y mira ahora. De verdad que no imaginé que esta historia tuviera tan buena acogida en tan poco tiempo. Muchas, muchísimas gracias por su apoyo y comentarios, y si hoy estoy aquí, escribiendo a las dos de la mañana, felíz, es gracias a ustedes queridos lectores. Esta sensación no tiene precio.

Lo otro que quería decirles es que me disculpen por las actualizaciones lentas, y gracias una vez más a aquellos lectores pacientes que me comprenden.

Otra cosita: Estoy preparándome psicológicamente para el final de la historia,  porque ya está llegando, y se los digo por si quieren irse preparando también. *Se seca una lagrimita*

Bueno, no los aburro más, que el capítulo estuvo súper largo y la nota ni se diga. Yo tengo sueño y ustedes tienen una vida, ya pueden salir de aquí, jaja. Si me olvidé de decirles algo vayan al canal de Telegram oficial de la novela. Se llama Entre cuatro paredes, o lo puedes buscar por @entrecuatroparedes (El usuario es de Telegram, recuerden). Allí estaré subiendo contenido, informaciones, memes, etc.

En fin, resumiendo:

Muchísimas gracias por los 1k de votos, los llevo en el corazón, en el alma, en todas partes. Nos vemos prontito. ¡¡¡Se les quiere demasiado!!! Bye bye.

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