Capítulo 16

Llegamos a dónde Jorge, estaba sentado tranquilamente en el Berg que robamos hace algunas semanas.

-- ¡Jorge! -- el moreno volteó hacia nosotros dejando de lado las cartas con las que jugueteaba -- ¡Vámonos! -- una explosión cayó cerca de donde estábamos haciéndome asustar.

Mi corazón palpitaba veloz y pedía a gritos un descanso.

Arriba del Berg había muchos muchachos, eran los que habían rescatado.

Al rededor de veintiocho, Teresa no mintió. Al menos en esa parte.

Atravesé toda la nave llegando atrás de Jorge que piloteaba.

-- Vamos por Thomas, ese idiota tiene que escucharme -- le dije colocando una mano en el asiento.

-- Debes dejar de amenazarlo tanto -- me sugirió con una sonrisa -- terminarás asustandolo y apagando las únicas neuronas que le quedan -- el moreno levantó su brazo hacia atrás tendiendole la palma.

Las choqué carcajeandome con él.

A veces creo que Thomas no se merece todo el bullying que le hacemos pues es un chico muy inteligente... Naaa.

Me reí más revolviendo el cabello corto y risado de Jorge.

Pude sentir la mirada de muchos por no decir todos los muchachos ahí, seguramente extrañados de que alguien a quien no habían visto estuviera en el Berg.

Nos desplazamos entre estructuras llenas de fuego que conformaban la ciudad.

-- ¡Ahí! -- arriba del edificio principal de C.R.U.E.L se veían dos figuras pequeñitas.

Entre más nos acercabamos más se distinguían.

Eran Thomas y Teresa, ambos estaban heridos y cansados por lo que podía ver.

-- Acércate lo más que puedas -- corrí hacia atrás, dónde la plataforma trasera estaba abierta.

Todos los que participamos en la misión estirabamos nuestras manos tratando de alcanzar a Thomas.

-- ¡Más cerca Jorge! --

-- ¡Vamos Thomas! -- Vince era el que más se estiraba pues estaba enganchado a un cable de acero inoxidable.

Pero aún así era prácticamente imposible sostenerlo.

¿Cómo lo salvaría si no podía acercarme?

Teresa pareció tomar coraje porque lanzó a Thomas soltando un grito adolorido y lleno de esfuerzo.

Sostuve a Thomas entre mis brazos y lo llevé a un lado del cuerpo de Newt.

Y tan pronto regresé le tendí la mano a la chica de hermosos ojos azules. Ahora no me importaba si nos había traicionado. Ella era una persona importante para Thomas, mi amigo, y no podía permitir que muriera.

-- ¡Vamos, Teresa, vamos! -- le grité desesperada.

Me miró a los ojos, pude ver miedo, dolor y arrepentimiento.

Aún después de todos esos sentimientos negativos había uno que resaltaba. Gratitud. Ella estaba agradecida con nosotros por tenderle la mano aún haciendo lo que hizo.

Pero por la que le rogamos que saltará o tomara nuestras manos no lo hizo.

La chica cayó al vacío, como en cámara lenta, perdiéndose entre el humo y los escombros que caían a la par de ella.

Debo admitir que escuchar la voz de Thomas, así de quebrada y desesperada me partió el corazón. Por un segundo recordé lo que sentí cuando desperté y Minho no estaba más a mi lado. Era horrible.

El Berg se alejó de la ciudad ya echa destrozos, los edificios se inclinaban y caían ante otros más pequeños, algunas peleas aun se podían ver en las calles.

Y cuando menos me lo esperé, una gran explosión me cegó momentáneamente, para abrir los ojos no encontrar más que cenizas, polvo y escombro.

Está vez si era, como la nombraron,  La última ciudad. La última que cayó.

Pasaron varias horas, tal vez dos o tres.

-- ¿A dónde vamos, Vince? -- pregunté en el silencio de la nave viendo cómo conducía.

-- A casa -- se giró a mirarme por breves segundos en los que me sonrió.

Claramente no sabía dónde estaba “Casa”, Pero conociendo al hombre, sabía que llegaríamos a un lugar hermoso.

Volví a mi lugar, dónde solo me quedaba esperar.

-- Estos mocosos te miran mucho -- susurró Minho en mi oído.

-- Están agradecidos porque los salvamos -- subí la mirada comprobando lo que decía. Me miraban.

-- No importa, parecen tener cara de pervertido en ascenso -- levanté una ceja por su comentario.

-- Eres muy celoso -- le dije cuado ví como les lanzaba una mirada enojada los niños.

-- Solo cuido lo que es mío -- se cruzó de brazos cerrando sus ojos y haciendo un puchero en los labios.

Reí antes eso, me recordó una  pequeña discusión que tuve con  Kyong hace unas semanas más o menos.

-- Padre de mi hijo tenías que ser -- susurré pero parezco escucharme.

-- Ese es mi hijo -- festejó al entender mis palabras -- le enseñaré a ser rápido, sarcástico y... --  se llevó una mano a la barbilla -- proteger lo que es suyo --

-- Creeme que eso no necesitas enseñarselo --

Se carcajeó a mi lado pasando un brazo por los hombros para acercarme a él y besar mi frente.

Ahora todo sería diferente.

Un mundo libre, dónde el miedo no reinara y calara en cada uno de nuestros huesos.

Porque las siguientes generaciones estarían a salvo.

Del virus.

Del mal...

Sin C.R.U.E.L

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