CAPÍTULO 4

Simon

30 de octubre, 2028

Le daré créditos a la universidad por algo: sus jardines. Facilitan muchísimo el proceso creativo. Siempre me ha gustado escribir teniendo algo bonito al frente, ahora estoy disfrutando teclear viendo a los árboles mecerse de un lado a otro debido al viento. Reviso mi libreta y compruebo que no estoy saliéndome de la línea temporal que ya tengo planteada para esta novela.

Tengo cierta fascinación por las brujas, por el poder que puedo darles, siento que no hay límites. He diseñado a mis personajes y a las criaturas que tendré dentro de esta historia. Mi escaleta contiene lo necesario para poder escribir sin bloquearme. Me pongo los audífonos y aprovecho que mi laptop aún tiene batería para seguir escribiendo el quinto capítulo de la increíble vida de Telma.

—¡Hola!

Quito la vista de la pantalla para ver quién es la persona que está interrumpiéndome, pero no me animo a ponerle una mala cara a Ayla. Después de todo, no ha sido desagradable conmigo en ningún momento.

—Hola —devuelvo el saludo.

—¿Estás ocupado? Porque si estás ocupado puedo hablarte luego —se inclina para ver mi pantalla—. ¡Estás escribiendo! ¿Es tu novela?

Cierro la laptop.

—Lo es —respondo—. ¿Qué sucede, Ayla?

—Oh, bueno, no es urgente —se le encienden las mejillas—. Vengo a formarme un concepto propio de ti.

—¿Perdón?

—Verás, Kia dice que eres un engendro del demonio, Dylan dice que eres genial. Los adoro a ambos, pero me gusta elegir si alguien será o no de mi agrado y, en vista de que compartimos clases, quise acercarme a saludar.

—¿Engendro del demonio?

—No lo dijo tal cual...

—Ella es una rubia presuntuosa.

—Eso no es cierto —refuta—. Y no me agrada que hables mal de mi mejor amiga.

—Ah, pero estás diciéndome que ella sí que habla mal de mí.

—Están a mano, ¿vale? —suspira—. En fin, Simon, ¿dejarás que forme un concepto propio? ¿O tendré que declararte enemigo también?

—¿La rubia no va a enfadarse si te ve conmigo?

—Kiara sabe respetar mi elección de amistades —sentencia.

Me acomodo en la banca y giro un poco en su dirección. La verdad no me vendría nada mal tener algo cercano a una amiga durante lo que me queda de carrera. Dylan está bien, pero no compartimos curso y no puedo tenerlo como aliado en las clases.

—Vale, ¿qué quieres saber?

—¿Qué escribes?

—Fantasía —respondo.

—Oh, eso es genial, me gusta la fantasía, aunque no me he aventurado a escribir ese género aún.

—¿Tú que escribes?

—Romance —simplifica—. Aunque algo más maduro.

Enarco una ceja.

—¿Romance erótico?

Sus mejillas se encienden.

—No... bueno sí, pero con madurez me refería a que tocaba temas de violencia, drogas y eso.

—Vale —sonrío.

Ayla luce bastante inocente, ni por un segundo habría considerado que escribiría algo así. No daré mi opinión respecto al romance porque ella es agradable, no quiero arruinar eso. Me pregunta de dónde soy, en donde estudié, cómo conocí a Dylan, a donde me fui en este último año y soy abierto al contarle todo. Parece sincera, así que descarto el hecho de que Kiara pueda haberla enviado a averiguar.

—Inglaterra luce muy lindo —sonríe—. ¿Volviste Shakesperiano?

Me rio.

—No soy de escribir dramas, prefiero las novelas.

—Igual aquí, imagino que debes haber aprendido mucho por allá.

—Lo hice, fue un curso muy fructífero.

—Fructífero —repite la palabra—. No había escuchado esa palabra en una conversación casual.

—A veces se me escapa lo escritor, perdón.

—Descuida.

—¿Desde hace cuánto sales con Dylan?

Los ojos empiezan a brillarle y me cuenta cómo fue que surgió todo. Se nota a leguas que es escritora de romance. Me detalla hasta el color del mantel del restaurante al que fueron a cenar por primera vez. Resulta tierno, más aún cuando es mi amigo de quien está hablando. Dylan se ve igual de enamorado que ella, así que es agradable que sea correspondido.

—Llevamos casi un año juntos y han sido meses increíbles —sonríe.

—Puedo verlo —le sonrío también—. Dylan es un buen tipo.

—Lo es —concede.

Nos quedamos en silencio por unos instantes. No sé si ella ya tiene un veredicto, pero yo ya tengo el mío y Ayla me agrada. Lo que supongo es bueno puesto que estaré cerca de Dylan a quien ya invité a salir por mi cumpleaños, he de hacer extensiva la invitación.

—¿De casualidad mojaste alguno de los libros de Kia?

Frunzo el ceño.

—No, ¿acaso se inventó eso también?

—No, no, no —se ríe—. Solo intentaba encontrar una razón para que le caigas tan mal.

—Es una rubia engreída —repito.

—No lo es —me contradice—. No la conoces.

—No me apetece hacerlo tampoco —zanjo.

—Al menos en eso están de acuerdo —sonríe—. En fin, Simon, me agradas y quizá eso se mantenga mientras evites hablar mal de mi amiga conmigo presente.

Extiende su mano y la tomo.

—¿Amigos, entonces?

—Algo como eso —simplifica—. Nos vemos más tarde en redacción creativa.

—De acuerdo —la veo irse y recuerdo la invitación—. ¡Eh, Ayla!

Se gira y me mira.

—¿Sí?

—Iremos mañana con unos amigos a una fiesta por Halloween, es también mi cumpleaños, lo celebraremos ahí, Dylan vendrá, estás invitada también —le sonrío.

—Vale, gracias, supongo que ahí estaré.

Levanto mis dos pulgares y ella me sonríe antes de despedirse con la mano. Empieza a alejarse de mí y veo a la rubia pretenciosa gritar su nombre mientras baja las escaleras desde la biblioteca, al parecer hoy no la echaron. Me rio de mi propia gracia y vuelvo a abrir la laptop. Cierro el documento de mi novela y abro el del ensayo que debía presentar hoy, lo envié por email temprano, pero le doy otra leída en caso de que se nos haga preguntas durante la clase. He revisado el texto más de diez veces, pero una revisada más no le hace daño a nadie. Leo oración por oración, asegurándome que no pierda el sentido y que la puntuación esté ahí donde corresponde. La gramática no es mi fuerte, pero intento autocorregirme de igual modo. Me dedico de lleno a ello hasta que el aviso de batería baja me obliga a apagar la laptop.

Según mi reloj falta poco para la clase, así que me muevo al salón, quiero hallar un buen asiento. Ahí te voy otra vez, redacción creativa.

Kiara

—¿Entonces? —sacudo el brazo de Ayla mientras nos dirigimos al salón de nuestra clase—. Ándale, me provoca salir mañana. El miércoles tenemos clase por la tarde, hay licencia para amanecernos un poquito.

Formo un puchero con mis labios.

» Dicen que la fiesta que están organizando los de cuarto año estará buena —insisto.

—Supongo que iremos —me dice.

Vale, Ayla está rara.

—¿Supones? —indago, llevándonos a un costado cuando una mancha de muchachos se aproxima.

—Sí iremos —cede, mira a la mancha, imagino que buscando a su novio—. Creo que Dylan también irá. ¿Segura que quieres ir a esa fiesta? Puedo ir un rato con Dylan y luego ir a otro lado contigo.

—No, no, esa fiesta estará genial —sonrío satisfecha.

Retomamos nuestra caminata por el pasillo

—Mira que quizá no ponen música que te gusta —sugiere.

—Vamos a pasarla genial, hace semanas que no salimos juntas —la abrazo—. Cuando acaben las clases iré a buscar un disfraz.

—¿Qué serás este año?

—Es sorpresa —contesto.

Ayla se ríe.

—Vale, esperaré a la fiesta para verte, en mi caso, supongo que tendré que pensarlo.

—¡Diosa griega! —exclamo—. Dylan y tú se verían perfectos como dioses griegos.

—Voy a sugerírselo, ¿de acuerdo?

Abre la puerta del salón. Le sonrío y paso.

—De acuerdo.

Vuelvo a engancharme de su brazo y camino junto a ella buscando nuestros asientos de siempre. ¡Venga! El imbécil está sentado ahí donde solemos sentarnos nosotras. Sé que los asientos no tienen nombre, pero nunca nadie los había ocupado antes.

—Ahora temo que vayas a apuñalarlo —me susurra Ayla—. Deja que yo me encargue.

La veo caminar hacia él que le sonríe ¡le sonríe! Al parecer tiene reservado para mí su mal genio y sus peores modales. Ayla me llama y veo como el tipo de apellido Davis se pone de pie para darle permiso. A regañadientes me acerco, no me agrada el tener que sentarme junto a él, pero mi amiga ha dejado el puesto del medio vacío, lo que quiere decir que soy yo quien se sentará ahí. No puedo pedirle a Ayla que cambiemos de asiento, eso sería darle demasiada importancia. Acabo sentándome, sacrificando mi orgullo por el deseo de tener un buen lugar para oír la clase.

Podría jurar que tiene una sonrisa socarrona en el rostro.

Ignóralo, Kia. Solo ignóralo.

Saco mi laptop y me inclino para enchufar el cable de la batería, por accidente le doy un codazo, escucho su quejido, pero no me disculpo. Joder, no soy así de maleducada, es este imbécil el que me tiene comportándome como una nena sin modales.

—Engreída —masculla.

Lo ignoro y enciendo la laptop, Ayla me habla y respondo la pregunta que me hace. Abro el archivo de mi ensayo y le doy una leída rápida, para recordar lo que escribí y envié hace unos días. Vuelvo la vista al frente cuando la señorita Gerald aparece y nos saluda. Empiezo a grabar y abro un documento en blanco para escribir si hace falta.

—Leí sus ensayos, también le di una ojeada a los archivos que algunos de ustedes decidieron compartir conmigo —inicia—. Les enviaré mi opinión por interno, pero me gustaría decirles que, al parecer, tendré a una generación de grandiosos escritores. Ahora, respecto a los ensayos, me gustaría que compartan con sus compañeros un breve resumen de lo que plasmaron en sus documentos. ¿Por qué su género de preferencia tiene ese título?

Alzo la mano, junto a otros diez de mis compañeros. Soy la tercera en hablar y aunque ya mencionaron romance, no me amilano al ponerme de pie y exponer lo que ya había escrito.

—Señorita Harmony —me da permiso de hablar.

—Escribo romance y, a pesar de lo que muchos creen, no es un género fácil, mucho menos mediocre. Existen distintos planos dentro de las historias de amor, no se basa únicamente en poner a dos personas y hacerlas enamorarse, son diversas capas, líneas de tiempo que encajar. Hay que ir generando la atracción, la tensión y ese punto de quiebre en el cual ambos protagonistas consiguen darse cuenta de que el amor ha empezado a surgir entre ellos.

» No está de más recalcar que la mayoría de historias de romance no se limitan a ello, existen subtramas que hacen que la novela sea muchísimo más entretenida y que mantenga al lector atento. Requiere un trabajo de investigación, como con cualquier otro género y es igual de maravilloso y merecedor de respeto como todos los géneros que puedan ser escritos dentro de la literatura.

—Tenemos a una fiel defensora del romance —me sonríe la señorita Gerald—. Joven Kellen, puede hablar.

Escucho las presentaciones de mis compañeros y tengo que prestar atención cuando el tipo Davis también se pone de pie para hablar sobre fantasía.

—Escribo fantasía, lo vengo haciendo desde que soy pequeño. Estoy muy familiarizado con el género y es en el que me siento más cómodo, incluso cuando requiere muchísima planificación e investigación. Considero que es uno de los géneros que más le permite al escritor experimentar respecto al mundo, no existen límites ni barreras que le digan alto a la imaginación. Cualquier escritor valoraría ello. No hay nada demasiado extraordinario, nada que escape de lo posible. La palabra imposible deja de cobrar sentido, si quieres a una criatura de quince cabezas solo tienes que describirla y darle una función dentro de la historia, ya está.

» Admiro muchísimo a todos los escritores de fantasía, porque cuesta crear un mundo ajeno al nuestro, ponerle orden a cada una de las cosas increíbles que mencioné involucra trabajo duro y noches sin dormir.

Bla, bla, bla. Me recuerdo que la fantasía no tiene porque llevarse mi desprecio, este solo va dirigido al imbécil que la defiende. Soy amante de la fantasía, incluso cuando no he escrito nada de ese género, le tengo muchísimo respeto. Y, muy a mi pesar, estoy de acuerdo con todo lo que el estúpido mencionó, aunque, por supuesto, no se lo diré.

—¿Cuál es tu criatura favorita? —indaga Ayla, inclinándose sobre mí para hablarle a Davis.

Me recuerdo que nunca me he metido con las elecciones de mi amiga, que no puedo empezar a hacerlo ahora. Ayla está grande y sabe elegir, que yo simplemente le haya puesto la cruz al imbécil de mi costado no tendría que obligarla a mirarlo mal también.

—Brujas —responde.

«Las mías también son las brujas»

Shhhh.

Agradezco que su charla quede ahí, porque sería incomodo estar en medio cuando no pretendía participar de manera activa en su intercambio de palabras. La clase inicia minutos después, cuando nos piden escribir una sinopsis como producto de tres palabras al azar, cada uno debe redactarla según el género que escribe. A eso nos dedicamos en lo que resta del tiempo. Me coloco los audífonos para concentrarme mejor y me dejo ir en las teclas de mi laptop.

Hago y deshago con las palabras, formo una oración, luego otra y otra. Cambio la música, vuelvo a redactar. ¿Una novela de desamor? Bueno, no desamor, de esas en las cuales la protagonista acaba de salir de una relación duradera y cree que no volverá a enamorarse, pero aparece alguien y ¡boom! Que nazca el amor.

—Estás haciendo caras raras —me hablan.

Giro y Davis tiene una sonrisa burlona en el rostro.

—Deberías dejar de prestarle atención a mis caras y empezar a escribir —señalo.

¿De verdad estaba haciendo caras raras? Planto mi semblante más serio y continúo mi proceso creativo. No termino para cuando acaba la clase, pero al menos ya tengo una noción de lo que incluirá mi sinopsis. Hay plazo para enviar el documento hasta el viernes, puedo hacerlo sin problemas.

Esta vez sí se pone de pie, imagino que por Ayla, pero lo agradezco internamente, no quería cruzar los veinticinco asientos otra vez. Ambos se despiden y yo avanzo, espero a mi amiga al costado de la puerta.

—¿Te vas? —me pregunta.

—Tengo que conseguir disfraz —sonrío—. Ese traje azul no sé de dónde lo sacaré.

—Bueno, yo aún no converso ese tema con Dylan —se inclina para besarme la mejilla—. No olvides decirle a Ada sobre la mudanza.

—Lo tendré en cuenta, ya deben estar llegando —sonrío ante la idea de que volveré a ver a mi sobrina—. Creo que pediré el disfraz por internet, tengo que ir a casa.

Ayla se ríe.

—Jane te tiene en la palma de su mano.

—Y yo no emito quejas al respecto.

Me despido de Ayla y camino en dirección al estacionamiento mientras reviso el último mensaje que me envió mi hermana, es de las siete de la mañana cuando me dijo que su avión ya estaba saliendo y si mis cálculos no fallan, ya deberían estar llegando. Conduzco de regreso al departamento y, una vez ahí, me apresuro a revisar si los guardaespaldas no están por aquí. Cada que viajan suelen venir dos antes para que puedan ir a recogerla. No ubico a nadie, lo que puede significar dos cosas: o aún no llegan, o ya están en el aeropuerto esperando a mi hermana. Subo a nuestro piso y me aseguro de que todo esté en orden. La cocina tiene todo en su lugar, por el bien de la salud mental de mi cuñado; además, limpié ayer así que no hay suciedad.

Habiendo comprobado que todo esté en su lugar, me dejo caer sobre el sofá para encender la laptop; tras eso, me encargo de buscar el traje y la máscara de Myers, una vez que tengo eso solucionado, abro el archivo de mi sinopsis y empiezo a teclear para unir las ideas que ya había tenido plasmadas. No sé cómo, de verdad desconozco en qué momento sucede, pero me quedo dormida y no despierto hasta que escucho la puerta abrirse; de milagro no boto la laptop. El balbuceo me hace dar un brinquito y corro a la entrada para recibir a mi sobrina que me sonríe.

—Claro, tómala y no me saludes —se queja mi hermana.

Mi cuñado me da un beso en la coronilla y yo le beso la mejilla a Jane que se lanza a mis brazos.

» Sí, hermanita, te eché de menos —ironiza Ada.

—Sí, hermanita, te eché de menos —hablo esta vez yo y también le beso la mejilla—. Los eché de menos a los tres.

—Te dije que Kia si te extrañaría —interviene Lois.

—No me dirás que estuvo preguntándose eso mientras estaban de luna de miel —los miro sugerente.

Observo divertida como las mejillas de mi hermana se sonrojan, me mira mal y me da un empujoncito para que puedan terminar de entrar. Saludo a los guardaespaldas que están en el pasadizo.

—¿Estuviste entrenando? —me pregunta Nick, uno de ellos, la cabeza, por así decirlo.

Sonrío. Desde lo que sucedió con Billy no he dejado de entrenar con Nick que ha hecho lo posible por que iguale a Adara en defensa personal. Debo admitir que es relajante, eso de desfogar energía mediante las diferentes rutinas que se me han establecido; sin embargo, me ha resultado un poquito complicado arreglármelas con el horario así que no he estado siendo tan constante como debería. Además, no me motiva mucho esto de hacer ejercicio sola, como tengo el gimnasio en el departamento, no veo a nadie más que a mí misma.

» Ya lo retomaremos —me sonríe, dándose cuenta de que no quiero mentirle. Me despeina un poco, le da un toquecito en la mejilla a Jane y le habla a los chicos para que vayan con él.

Ingreso con mi sobrina en brazos, su manita se aferra a mi cabello y balbucea.

—¿Extrañaste a la tía? —le pregunto, me sonríe—. Ah, ya sé que sí, me amas.

La apretujo entre mis brazos disfrutando el aroma a bebé que desprende. Camino hacia la habitación de mi hermana y me recuesto sobre su cama junto a Jane, ambas vemos como sus papás desempacan. El lacito que, de seguro Ada ha vuelto a poner ahí en más de una ocasión, acaba otra vez en la manito de mi sobrina. Mi hermana forma un puchero.

—No le gusta, amor —la abraza Lois—. No vas a convencerla de lo contrario.

—Pero mira lo linda que se ve con el lacito.

—Ella se ve linda sin lacito también —intervengo.

—Vale sí —suspira Ada—. Está bien, dejaré de ponérselos.

No parece muy contenta, pero sé que va a respetar eso, al menos durante unas semanas antes de volver a intentar. Supongo que solo va a parar cuando Jane aprenda a hablar y pueda decirle que de verdad no le gustan.

—¿Lexie vino también? —pregunto mientras balanceo a mi sobrina entre mis brazos, ella se carcajea.

—Se quedaron —me responde Lois.

—Ah, sí, con razón tampoco vi a Finn —ato los cables en mi cabeza.

Finn es el guardaespaldas de mi hermana, pero a la vez, es el novio de su mejor amiga. La verdad no sé cómo es que se dio todo, solo sé que un día vine y mi imagen a seguir de soltería estaba entre los brazos de uno de los chicos que cuidan de Ada. Son lindos de ver y Lexie mantiene su esencia, tal y como hace mi hermana, el tener pareja no las ha cambiado, eso es algo que valoro muchísimo.

Hay personas que cambian cuando empiezan a salir con alguien, no tiene mucho sentido para mí, siempre he creído que a quien escojas para compartir valiosos días, meses y hasta años, no tendría por qué cambiar quién eres, tus rutinas, tus gustos. Resulta incluso injusto concebir la idea de cambiar radicalmente solo para encajar con otra persona.

Jane tira con suavidad de mi cabello, volviendo a tener mi atención sobre ella. Me sonríe y la abrazo contra mi pecho, es increíble lo mucho que eché de menos a esta pequeñita. Ada divaga sobre la maleta que perdieron volviendo de la luna de miel, al parecer un libro se le fue ahí y es, según lo que menciona, una de las ediciones más bonitas que tenía.

—Apuesto a que podemos encontrar otra, amor —le dice Lois, sosteniéndole el rostro entre las manos y acariciando sus labios con los pulgares, deshaciendo el pequeño puchero que mi hermana había formado—. Yo lo encontraré, ¿vale?

Joder son demasiado tiernos de ver. Tanto mi sobrina como yo los miramos con atención, Jane balbucea algo y les hace recordar que seguimos aquí.

—Eres una chismosa —dice Adara cuando hago una mueca.

—En nuestra defensa, nunca nos echaron así que solo hacíamos compañía, ¿Verdad, bebita?

Tras un rato, Jane empieza a aburrirse y Lois me indica que es hambre lo que la molesta por lo que la toma para darle algo de leche. Me quedo sola con Adara que continúa desempacando.

—Ya dime —alza la mirada.

—¿Qué?

—Me has estado mirando desde hace rato, quieres decir algo, Kia. Dímelo.

Siento que mis mejillas enrojecen, delatándome. Mi hermana sonríe porque sabe que tiene razón, deja el suéter que tenía entre las manos sobre el colchón y rodea la cama para sentarse a mi lado.

—¿Desde cuándo temes contarme cosas, hermanita? Creí que habíamos superado eso después de que me dijiste que querías venir a Nueva York.

—No es temor —aclaro —. Solo no sabía cómo decírtelo.

Se acerca más a mí y mete mis mechones sueltos detrás de mis orejas.

—Bueno, solo suéltalo —me sonríe encogiéndose de hombros—. Conmigo no necesitas adornarlo, Kia.

Suspiro.

—Voy a mudarme —obedezco y creo que fui muy brusca porque Ada se echa un poquito para atrás—. Bueno... aún no está decido, solo lo he pensado.

—No tomes a mal la reacción —se ríe—. Es que de verdad lo soltaste y chocó un poco, pero me parece fantástico si es eso lo que quieres, Kia. ¿Con Ayla?

Asiento.

—Vale, ¿ya tienen sus opciones?

—Estamos en eso.

—Entonces sí está decidido.

Vuelvo a menear la cabeza en un asentimiento.

»De acuerdo, no fingiré que no vamos a echarte de menos porque sería una vil mentira, pero te he dicho siempre que estoy ahí para apoyarte en cada paso que des, aunque duela un poquito.

—Seguiremos viviendo en la misma ciudad, vendré a visitarlos.

—Oh, eso lo tengo claro, si no es por mí, será por Jane —se rie.

Me atrae a su costado y, aunque nuestra estatura es casi igual, consigo sentirme pequeña entre sus brazos. Nos mantenemos de ese modo por unos instantes, ella nos mece a ambas y no deja de apretujarme en ningún momento. Es el mismo abrazo que he venido recibiendo desde que tengo uso de razón; desde que éramos pequeñas han sido siempre sus brazos los que me han rodeado para recordarme que la tengo en mi bando. Todas las veces en que me he caído, fue Ada quien, con un abrazo, me hizo ver que no estaba sola. El que papá falleciera tan pronto obligó a mamá a trabajar el doble para podernos dar lo que necesitábamos, de modo que solo la teníamos por las noches que era cuando le contábamos lo que hacíamos durante el día. Debido a ello es que existe un lazo que Adara y yo fuimos formando y reforzando con el paso del tiempo, con nuestros errores y aciertos, con cada paso en falso y los que nos llevó hacia adelante. Cuando me entregué a Billy y la vi aparecer, mi corazón se detuvo por un instante, porque sabía que era a ella a quien querían y era consciente de que podía perderla. Vivir sin papá no fue fácil, pero conseguí sobrellevarlo porque nunca supe lo que era vivir con él, imagino que para mi hermana fue mucho peor; sin embargo, la sola idea de vivir sin Adara era algo que no podía ni quería concebir. Me rehusaba a hacerlo.

Se me escapan un par de lágrimas y sé que mi hermana llora también. Cuando decidimos separarnos, nos sonreímos.

—Te amo demasiado, Kiara Elizabeth.

—Lo sé —le beso la mejilla—. Lamento no poder quedarme.

—No digas tonterías, ¡Te mudarás! Mi niñita está creciendo.

—Sabes que no soy una niñita.

—Oh venga, déjame imaginar que aún eres la pequeña que me preguntaba cómo era besar.

—¡Adara!

Se carcajea.

—Joder, en semejante apuro me pusiste ese día.

—Al menos no volví a preguntar cómo era tener sexo.

—Eso lo averiguaste sola, incluso cuando yo quería darte la charla —se ríe—. Solo viniste y me dijiste que ya lo habías hecho.

—Y tú me trajiste un pastel —sonrío recordándolo.

—Si, bueno, había que celebrarlo de algún modo. Sexo consentido y que se disfruta es sin duda algo que celebrar.

Una tercera voz hace acto de presencia seguida de un balbuceo.

—¿Por qué estamos hablando de sexo? —indaga Lois desde la puerta, mi sobrina ya no está de mal humor.

—Voy a mudarme —cambio el tema.

—¿Qué? —también se echa un poquito para atrás.

—Estamos felices por Kiara, amor —interviene Ada.

—Oh, claro que lo estamos —sonríe mi cuñado.

Jane suelta un gritito y Lois me la acerca, de inmediato se lanza a mis brazos.

—¿Entonces...?

—¿Crees que puedas darme empleo otra vez?

—Te puedo ayudar con la renta —me dice mi hermana.

Le beso la mejilla a Jane y la volteo para que mire a su mamá.

—Sé que puedes, pero quiero cubrir una parte de mis gastos también.

—Quiere independizarse, está bien, amor —le dice Lois —. Y sí, Kia, claro que puedo darte empleo.

Ya estuve trabajando en el bufete de Lois, fue hace unos meses y lo hice porque era la condición que le había puesto a mi hermana para aceptar el auto que quería comprarme. Me sentía cómoda dentro del bufete, más que nada porque estaba familiarizada con todo lo que se hacía ahí. Escuchar a Lois parlotear al respecto me facilitó comprender algunas cosas. Leí un poco y tanto él como Kallie, su socia, me explicaron lo que necesitaba para poder desenvolverme bien.

—¿Cuándo empiezo?

—¿La otra semana? Para que te adecúes.

—Vale, gracias.

—Me envías tu horario de la universidad para armar del del trabajo en base a eso.

Asiento y le doy mi atención a Jane que está tirando de mi cabello para obtenerla. Los ojitos azules de mi sobrina me reparan y una sonrisa se dibuja en su boquita cuando le hago una mueca.

Joder, echaré de menos a esta pequeñita. 

Bueno, este cap si salió algo larguito jeje

AMO A ADA Y LOIS PAPÁS Y AMO A PAPITA, AYUDA

Me ha encantado escribirlos en este libro <3

Felices lecturasss<3 ya nos vemos

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