CAPÍTULO 36 - FINAL
25 de julio, 2029
Kiara
—¿Puedes leerme la pregunta, Lichi? —le doy la cartilla y ella la lee para mí, yo respondo y ella me sonríe.
Está lúcida, no recuerda mi nombre, pero sabe que Simon y yo estamos juntos. Nos hemos organizado para venir a verla más seguido, a veces estudiamos aquí y utilizamos la habitación de Simon para descansar. Me he encariñado demasiado con ella, cuando la encontramos en buen momento, me abraza de un modo tan especial que, en ocasiones, se me escapan algunas lágrimas.
—Vas a aprobar, hijita —me dice.
—Claro que lo hará —Simon se inclina a besarme la frente y deja un vasito con gelatina para su abuela—. Come un poco, te la preparé con cariño.
Estoy sentada sobre la alfombra, a los pies de Lichi, Davis se acomoda junto a mí y esta vez es él quien me hace las preguntas que respondo con facilidad. Luego cambiamos de roles y así hasta que Rose aparece.
—Ya debe ir a dormir —nos dice.
—Acuesta a los niños, por favor —pide Lichi.
—Sí, señora, no se preocupe, la llevo a usted y vuelvo por ellos —le asegura Rose con cariño.
Simon la ayuda a subirla a la silla de ruedas y le da un beso en la coronilla como despedida. Vuelve a mi lado y las vemos desaparecer por el pasillo.
—A veces desearía que sus momentos de lucidez duraran más, pero creo que han empezado a ser menos frecuentes.
Apoyo la sien en su hombro y entrelazo sus dedos con los míos.
—Lo siento mucho.
—Gracias por aceptar esto.
—¿Qué cosa?
—Venir y quedarnos aquí a veces.
Sonrío.
—No seas tonto, también quiero a tu abuela y sé que eres feliz estando con ella, yo quiero que seas feliz —poso mi otra mano en su mejilla y lo hago voltear—. No es ningún sacrificio, disfruto venir y compartir con ustedes.
Me regala un suave beso antes de volver a nuestra rutina de estudio, en medio de ella, se pone de pie para traerme otra taza de té de jazmín, creo que ya es la quinta, Simon se encarga de llevar consigo los sobrecitos a donde sea que vayamos a estudiar, es un detalle que no ha olvidado y que tiene muy presente, lo que me hace quererlo un poco más.
Cuando el cansancio me gana, me obliga a echar una siesta que compartimos, pone la alarma y me despierta con un rociador de agua porque, según él, del modo bonito no estaba funcionando. Gruño un poco, pero el mal humor se me quita cuando me percato de que ha preparado palomitas para continuar estudiando.
—Te adoro —suspiro.
—¿Sí?, porque hace un rato jurabas odiarme —se hace el resentido.
Sonrío. Me acerco a él que está apoyado en la isla de la cocina, calculando cuanta sal echarle a las palomitas.
—Sabes que odio que me despiertes con agua.
—Pero vengo pidiendo que te levantes desde hace media hora y solo gruñías como una pequeña bestia —se excusa—. Y te hubiese dejado dormir, pero me hiciste prometerte que te despertaría y no rompo mis promesas, te lo he dicho ya.
Me pongo de puntillas para besarle la mejilla.
—Sabes que te quiero, no le hagas caso a mi yo dormida, esa odia a quienquiera que ose despertarla.
—Una pequeña bestia, en definitiva.
Ruedo los ojos.
—Ya, pero tampoco te pases.
Se echa a reír y acabo haciéndolo también. Cuando decide que las palomitas están bien, me señala la mesa donde ya acomodó todo lo que necesitaremos para estudiar.
¿En qué universo pensé que me aburriría de este hombre?
Nos complementamos tan bien que nuestra rutina de repaso funciona a la perfección para ambos, mis cartillas se mezclan con su buen humor y sus chistes, consiguiendo distraerme del estrés que está siempre conmigo. Este semestre he estado más tranquila, no he tenido a ningún Harris que atente contra mi promedio, así que hemos empezado a jugar en igualdad de condiciones, nuestras notas están bastante cerca de igualarse; el bajón que tuve para los parciales anteriores, también lo tuvo Simon, incluso en ese aspecto estamos equilibrados. Si bien no quiero aplastarlo para obtener el primer lugar, admitiré que si resulta divertido competir con él.
—Harmony, no te distraigas —me regaña.
—Voy —vuelvo la mirada a la pregunta que señala y le doy la respuesta, él sonríe orgulloso.
—Fundamenta la respuesta.
Le doy una breve explicación sobre por qué debe existir una corrección editorial, recordando el pesar de la pobre Sophie quien está realizando ese proceso con el manuscrito que odió, y con razón, yo no pude avanzar más de dos capítulos, resultaba insoportable y ella deberá terminarlo para poder cambiar todo lo que está mal con ese documento.
—... imagínate si Sophie no corrigiera eso —ejemplifico—, pobre de los lectores, para entregar un libro de calidad se requieren esos filtros.
—Bien, muy bien, Kia.
—Ahora tú —saco otra cartilla y se la leo, no tarda en responder bien—. Yo creo que ya estamos.
Tomo lo último que quedan de palomitas y comparto un par con mi novio.
Estudiamos por otra hora en la cual Simon me pregunta de todo un poco, asegurándose de que recuerdo todo, luego, volvemos a la habitación para dormir, porque, según él, con el cerebro cansado no podré rendir bien. Teoría que podría desmentir, pero me agrada acurrucarme con él, así que no pienso contradecirlo.
—Ajá —susurro—, debemos descansar...
Sus dedos acarician mi cuero cabelludo hasta que mis ojos se cierran y pierdo noción del tiempo, cayendo rendida entre sus brazos. Más le vale a ese examen estar tan fácil como creo que lo estará.
26 de julio, 2029
Sonrío para mis adentros cuando recibo la hoja, es como si todos mis conocimientos se hubieran plasmado aquí solo para ponerlos a prueba. Lleno sin cesar cada espacio en blanco, emocionándome como solo puedo hacerlo cuando un examen me resulta sencillo. Definitivamente voy a recuperar los puntos que me faltaron la unidad anterior.
Le doy un golpecito a Simon con la pierna cuando termino, avisándole que lo esperaré afuera. Me pongo de pie y me acerco a entregarle mi examen a la profesora Gerard que me sonríe. El aula está sumida en un silencio que solo es rasgado por el sonido de los lapiceros presionándose contra el papel.
—¿Puede volver con Davis en un par de horas? Necesito conversar con ustedes —me dice.
—Claro, ¿todo bien?
—Sí, no se preocupe —vuelve a sonreírme.
Dejo el papel sobre su escritorio y salgo, aguardando afuera por Simon y Ayla. Tonteo en mi teléfono por un rato hasta que la llamada de mamá ingresa.
—Hola, mami —saludo cuando su rostro aparece en la pantalla.
—Hola, cariño, ¿cómo estás?
—Saliendo de un examen, todo bien, por cierto.
—No esperaba menos, creo que antes de salir mal, te cortas el brazo.
Me rio, no le di demasiados detalles a mamá de cómo fue mi proceso de aceptar que quería estar con Simon, tampoco de los estragos que ese proceso tuvo en mis notas. Sé que no se enfadaría, mamá no es de las exigentes, pero decidí omitir esa información de igual modo.
—¿Cómo estás tú, mami?
—Justo saliendo de mi turno, hice videollamada con tu hermana para ver a Jane y quería saber cómo estabas tú, ¿y Simon?
Suelto una risita. La cosa sucedió así, luego de la cena con Adara, el chismoso de mi cuñado le contó a mamá que ya estabamos juntos. Mamá lo conoce del cumpleaños de Jane y, tal parece, le agradó. Un día me hizo una videollamada en la noche, mientras yo veía una película con mi novio. Tuvieron la presentación de manera virtual, con la promesa de que nosotros iríamos a Miami a verla en cuanto pudiéramos.
—Simon sigue adentro, ¿llamaste por él o por mí? —bromeo.
—Por ambos, él me cae bien —se encoge de hombros.
La veo caminar, el hospital le queda cerca y me permite ver el fondo del barrio en el cual crecí. Sería tonto decir que no lo hecho un poco de menos, adoro Nueva York, pero el sol de Miami me acompañó durante mi infancia y adolescencia, deseé salir de ahí para vivir con mi hermana, pero siempre tendrá mi cariño.
Mamá me cuenta sobre su semana, los pacientes que llegaron al hospital y cómo los doctores los trataron. Es como escuchar casos de Grey's Anatomy, pero desde una perspectiva más real y sin tanta imaginación de por medio.
En medio de nuestra conversación sale Simon que mira alrededor buscándome, sonríe en cuanto consigue ubicarme.
—¿Qué haces?
—Hablo con mamá —le señalo el teléfono y él, de la manera más encantadora posible, le regala una sonrisa a mi madre que con demasiado entusiasmo lo saluda.
—Ay, te ves muy bien, hijito.
—Mira que ya te dice hijo —le digo en voz baja, riéndome.
Simon me mira mal, lo que hace que me ría con más ganas.
—Tu mamá me quiere, envidiosa.
—Son lindos, muy lindos —señala mi mamá.
—Definitivamente a mamá le faltaron hijos varones —mascullo.
Mi madre ríe y le pregunta a Simon que cómo le fue en el examen, a lo que él responde que espera haberme igualado, porque, según dice, acabé esa prueba en tiempo record, incluso le pregunta a mamá si es que no tengo memoria fotográfica, lo que consigue ofenderme un poco.
—Auch —se queja cuando le doy un golpecito en el brazo.
—No la tiene —le responde ella—. Pero siempre ha tenido muy buena memoria, se aprendió la tabla periódica cuando estaba en primaria.
—¿En primaria?
Sonrío orgullosa, no es un conocimiento que mantenga hasta ahora, pero sí que la memoricé.
—A Ada se la estaban enseñando y a mí me gustaba hurgar en sus cosas —me encojo de hombros.
—Una mini genio desde chiquita —sonríe, tirando de mí para besarme la frente.
Mi madre, por supuesto, suspira.
Reconozco la calle por la que camina ahora, es la nuestra y no tardo en escuchar el rumor de las llaves, lo que me informa que ya llegó a casa. El pasadizo de la entrada con las fotos familiares me crea un nudo en la garganta que me esfuerzo por eliminar, pero mamá me conoce.
—Simon, abraza a mi hija, por favor.
El aludido no tarda en obedecer y mamá se sienta en el sofá que se apoya en la pared donde hay un cuadro de los cuatro, yo era bebé, Ada muy pequeñita y mis padres se ven con los ojos de dos personas que se aman profundamente. Me recuerdan a mi hermana y su esposo.
—Tu padre estaría muy orgulloso de ti y lo sabes —me sonríe—. Y Simon, tú le agradarías bastante, tienes un sentido del humor que él valoraba en las personas.
El brazo de Simon ajusta su agarre, no suelo hablar mucho de papá, y no porque no lo adore, sino porque duele demasiado saber que carezco de recuerdos significantes. Que mis memorias no son más que imaginaciones mías basadas en lo que mamá y Ada me han contado de él. Que lo más cercano que tengo son los casetes que dejó para mí.
Escucho como mi novio mantiene una conversación con mi madre, pero mi cerebro se aleja de ellos y no noto que lloro hasta que los dedos de Simon limpian mis mejillas. La llamada ha terminado y espero que mamá me entienda.
—Ven aquí.
Deja de ser solo un brazo para envolverme con todo su cuerpo, dejándome refugiarme en él, dándome vía libre para entregarle mi dolor y compartir el pesar con él. Sus dedos me acarician, tranquilizándome y devolviéndome el sosiego que huyó de mí por unos breves instantes.
—Lo echo mucho de menos —susurro —. Lo que puede sonar ridículo... no llegué a conocerlo y él tampoco a mí. Conoció a mi versión menos desarrollada, no me ha visto crecer, ni cambiar, nunca lo hará...
—Él te conoce, Kiara —toma mi rostro entre sus manos —. Me gusta creer que ellos nunca se van, que nos acompañan siempre y caminan junto a nosotros por cada paso que damos.
Besa mi frente y baja a mi nariz para dejar otro rastro de su cariño ahí. Está por decir algo más, pero se interrumpe cuando Ayla llega saltando hacia nosotros, tiene una sonrisa inmensa en el rostro, pero esta se esfuma en cuanto me ve.
—¿Qué pasó?
Yo niego.
—Nada —sorbo una última vez y limpio mi rostro—. ¿Cómo te fue?
Ayla tarda un poco en responder, me repara con cautela y luego mira a Simon que asiente hacia ella, como confirmándole que estoy bien, porque en el fondo si lo estoy, extrañar a papá es un sentimiento que no me abandonará nunca y solo debo vivir con ello.
—Vino todo lo que estudié —vuelve a sonreír mi amiga—. La señorita Gerard pidió que volviera en un par de horas.
Frunzo el ceño. Simon se mueve un poco, acomodándome sobre su regazo.
—¿Será que nos hemos metido en algún aprieto? —indago.
—Lo dudo —dice mi novio—. ¿No has hecho nada malo, o sí?
—Nada que involucre a la profesora Gerard —me encojo de hombros, él se ríe.
—Entonces no hay de qué preocuparse.
—Sophie tiene la teoría de que enviará nuestros manuscritos a una editorial —se ríe Ayla—. Lo dudo, son experimentales, aunque mi libro se vería precioso en una vitrina, si les soy sincera.
Lo pienso y muy alejada de la realidad no está esa teoría, no he leído el libro de Sophie y Ayla, pero sé que mi amiga tiene bastante potencial y no descartaría que la hubiesen elegido para enviar su manuscrito. Nuestro libro es bueno, me gusta muchísimo el resultado, pero en ocasiones me detengo a pensar en lo mucho que debemos corregir, pensaba volver a tomar el documento después de terminar las clases, con la mente fresca para empezar a revisar en serio lo que debe ser cambiado. No sé si ello pueda afectar, quizá, si la teoría de Sophie es cierta, podría pedir un par de meses para dedicarme de lleno a ello junto a Simon, no me gustaría que descarten esa posibilidad para nosotros solo por pequeños errores.
—Kia —me llama mi novio, sacándome de mi burbuja—, respira.
—Perdón, la idea me da ansiedad.
Ayla nos avisa que volverá, creo que irá a comer algo con Sophie que está esperándola en la cafetería.
—¿Quieres hacer algo más mientras tanto? Así evitas pensar en eso —sugiere.
—¿Podemos ir a la biblioteca? Me apetece algo de paz.
Él asiente y se pone de pie, ofreciéndome la mano para entrelazarla con la mía. Me da un apretoncito y camina a mi lado para subir las escaleras que nos conducirán a uno de los pocos lugares aquí que transmiten calma.
Simon me deja en uno de los sillones y va en busca de algún libro que podamos leer mientras esperamos, miro mi teléfono mientras tanto y le bajo el volumen para evitar disturbar a los demás.
—¿Puedes apagar tu teléfono?
Suelto una risita, ha agudizado la voz.
» Me estas perturbando.
Insiste y yo acabo riendo.
—Eres algo idiota —le digo, él sonríe y me besa la mejilla.
—Admite que fue una buena imitación.
Niego.
—Para nada, mi voz no suena así —aseguro.
Se sienta junto a mí y tira de mi cuerpo para acercarlo al suyo. Veo la portada del libro, es "Orgullo y Prejuicio".
—Como diga, señorita Elizabeth.
Le pido que sea él quien lo lea y me concede el deseo, me apoyo en él y cierro un poco los ojos dejándome envolver por su voz y las palabras que pronuncia. Es un libro que he leído en más de una ocasión, así que algunas líneas me resultan familiares y, lamento un poco decirlo, pero acabo quedándome dormida.
—Kia —escucho a lo lejos—. Kia, ya debemos irnos.
Me remuevo y, joder, me duele el cuello.
—¿Qué hora es? —pregunto en medio de un quejido.
—Ya pasaron las dos horas, debemos ir al salón.
Bostezo y me estiro un poco antes de hacerle caso.
—Debo ir a lavarme el rostro —le digo.
—Vale, vamos.
—¿El libro?
—Lo fui a dejar antes de despertarte, me ha gustado.
Sonrío.
—Perdón por dormirme.
Niega.
—Dormiste apenas, se entiende, descuida.
Entrelaza nuestros dedos y se cuelga mi bolso al brazo, en el camino nos encontramos con Sophie que llega corriendo.
—¿Estoy tarde? —pregunta.
—Creo que no —me encojo de hombros—. Yo aún debo ir a lavarme la cara.
—¿Por?
—Me quedé dormida en la biblioteca —sonrío culpable.
—No se nota, estás perfecta como siempre —me sonríe—. Vas a tener que pasarme tips para hacerme el delineado así de lindo.
Le digo que cuando pueda le hago un tutorial y la dejo con Simon mientras yo voy a mojarme un poco el rostro para desperezarme. Me lavo con cuidado de no arruinar el poco maquillaje que me puse. Cuando salgo, mi novio está de pie, tonteando en la puerta mientras me espera.
—Pudiste entrar e ir chismeando de que iba la reunión —le digo.
—No quería dejarte sola.
Ruedo los ojos, pero sonrío, no puedo con tanta ternura. Encima tiene una mirada que me derrite el alma. Me pongo de puntitas para darle un corto beso que él alarga rodeando mi cintura y pegándome a él.
—Debemos entrar —susurro contra su boca.
—¿Me besarás al salir?
Me rio.
—Como si no te besara siempre que tengo oportunidad.
—Vale —pega sus labios a los míos por última vez y me libera para entrar conmigo al aula.
Ya están todos ahí, hay otras tres parejas aparte de Ayla, Sophie, Simon y yo. Cada uno con un sobre en la mano, mi estómago empieza a revolverse y mi novio me da el empujoncito que necesito para terminar con el camino que queda entre la profesora y nosotros.
—Resulta algo irónico que la primera vez que los tuve aquí juntos, querían calcinarse con la mirada el uno al otro —sonríe y a mí se me enrojecen las mejillas—. Algo bueno salió de este experimento.
Nos entrega un sobre a cada uno y nos da el consentimiento para abrirlos, al parecer solo nos esperaban a nosotros. Tardo un poco, pero me huelo lo que es cuando escucho el grito de Ayla y el "lo sabía" que exclama Sophie.
Siento los ojos enlagunárseme cuando termino de leer lo que dice el papel dentro del sobre y solo atino a mirar a Simon que tiene una sonrisa inmensa en el rostro.
—¿Me pellizcas?
Se ríe y me rodea la cintura, alzándome y haciéndome dar un par de vueltas.
—¿Y si mejor te beso? —susurra pegando su frente a la mía—. Felicidades, futura escritora publicada.
Les seré sincera, no lo subí ayer porque quería dilatar un poco el tiempo, me apena despedirme de ellos:')
El epílogo se los traigo la próxima semana, ¿miércoles?
Las quiero<3
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