CAPÍTULO 32
16 de junio, 2029
Kiara
—Alcánzame el bol —le pido a Simon que está tonteando con la masa, haciéndome rodar los ojos.
—Pero lo estoy usando.
—Estás jugando.
Resopla y se me acerca, no soy tan fuerte como para alejarme ni mucho menos para pedirle que mantenga la distancia, le rodeo los hombros, olvidando por completo mi queja sobre el bol.
—¿Te he dicho ya lo bonita que te ves cubierta de harina?
Sonrío.
—Tonto.
Toma mi cintura, pegándome a su cuerpo, me relajo entre sus brazos y dejo que me bese, sus labios delinean los míos robándome suspiros que mueren en su boca y que lo hacen sonreír. Mi estómago se alborota y mi corazón late rápido, lo disfruto, o al menos lo hago hasta que siento algo liviano cayéndome por la frente.
—¡Simon!
Él se ríe y se aparta en cuanto noto lo que ha hecho.
—Es que te ves preciosa.
—¡Idiota!
Vuelve a jalarme y me hace cosquillas en el cuello cuando empieza a besarme ahí.
—No reniegues —me pide, volviendo a mis labios.
—Tengo hambre —me quejo, él besa mi puchero—. Ya quiero comer las galletas.
—De acuerdo, dejemos de jugar.
Me da un último apretón a la cintura antes de ponerse manos a la obra, esta vez sin dilaciones. Extiende la masa como un experto y utiliza los moldes para ir cortando cada galletita, ponemos todo en una fuente y la metemos en el horno, él se encarga de calcular el tiempo mientras yo tomo una ducha para quitarme la harina del cuerpo.
—¿Kia?
Cierro la llave para detener la caída del agua.
—¿Sí?
Escucho sus pasos ingresando al baño, no abre la cortina, pero sé que está del otro lado.
—Yo también me he ensuciado, tengo harina en el cabello —alega de manera inocente, saco la cabeza para verlo y no miente, salvo que, cuando lo dejé en el sofá, su cabello estaba igual de negro que siempre.
—Te presto la ducha luego —le digo, puedo ver su mueca de decepción.
—Pero deberíamos ahorrar agua, la factura te saldrá muy alta —insiste.
—¿Te preocupas por mi economía?
Se encoge de hombros.
—¿Puedo entrar?
Sonrío.
—Me has tenido desnuda toda la tarde.
—Nunca es demasiado —me dice orgulloso, yo me rio.
—Si entras, vamos a follar, si follamos, querré dormir.
—¿Y? Te acurruco y te abrigo, si gustas.
Ruedo los ojos.
—Tenemos que escribir.
Él bufa.
—Tinimis qui iscribir —me remeda—. Bueno, como gustes, iré a ver las galletas.
Se da media vuelta, pero vuelve de inmediato cuando lo llamo, llega hasta donde estoy.
—Puedo darte un beso —le digo.
Simon sonríe.
Se acerca y su mano traviesa no pierde el tiempo en ir a mi nalga derecha, estrujándola, me encanta su obsesión con esa parte de mi cuerpo, la toca con una devoción que no hace menos que calentarme siempre que hay oportunidad. Dejo que me bese, hundiendo la lengua en mi boca y pegándome a si mismo incluso cuando le mojo la ropa, empieza a emocionarse, lo noto contra mi vientre, eso es lo que me hace plantar las manos sobre su pecho.
—Dije un beso.
—¿Puede ser en los labios de abajo?
Me rio contra su boca y niego.
—Me dejas exhausta y quiero energía para escribir unas tres mil palabras hoy.
Simon deja otro beso, esta vez más corto y me sonríe.
—Me gustas en modo escritora, así que aceptaré vivir con el dolor —dramatiza—. Termina de ducharte, yo cuidaré las galletitas.
Lo hago, me pongo un pijama cómodo y, cuando vuelvo a la cocina, él está, literalmente, cuidando de las galletas.
—Si abres mucho el horno no van a cocinarse bien, lo sabes.
—Ya, es que parece que están.
—¿Ha pasado el tiempo?
Sonríe culpable, yo niego divertida y me acerco a rodearle el torso, apoyo el mentón en su pecho.
» Me gustas mucho.
Su sonrisa se amplía mucho más, contagiándome.
—Tú a mí me encantas, Harmony.
—Eso es genial, supongo, me gusta encantarte.
Me besa, despacito, disfrutándome, saboreándome, como si su boca quisiera memorizar la mía prolongando el contacto por el mayor tiempo posible. Que delicia es sentirlo así de embelesado con tan solo un beso. Bendita sea la neurona que se me cruzó hace unas madrugadas, de no ser por ello seguiría ahogándome en la miseria de sentir que perdía una oportunidad de ser feliz con alguien como Simon. Desde entonces han sucedido algunas cosas, en primer lugar, mis ojeras han desaparecido, mis ojos no lucen rojos tampoco, estoy comiendo mejor. Otro aspecto que destacar es el hecho de que ni Simon ni yo hemos sido capaces de tener las manos quietas, queríamos tocarnos a todas horas, imagino que la abstinencia de ambos nos cobró factura, ahora estoy lo suficientemente saciada como para pensar con el cerebro y no con el órgano que a él le gusta enloquecer. Por último, siento que vuelo cuando me acaricia, no solo en el ámbito sexual, a veces, incluso de manera inocente, solo me toca y mis pies dejan el suelo para elevarse a una dimensión donde los cerditos vuelan y el amor es para siempre.
—¿En que tanto piensas? —me pregunta.
Me encojo de hombros.
—Estoy feliz.
Sonríe.
—Yo también lo estoy, aquí contigo y con las galletas.
Lo abrazo por el cuello y él hace lo mismo con mi cintura. Nos apartamos cuando su teléfono suena avisándonos que mi comida está lista. Simon ha aprendido algunas cosas desde que nos conocimos, una de ellas es el arte de despegar galletas sin quemarse. Lo observo orgullosa mientras, con el ceño fruncido por la concentración, impulsa cada galletita a salir sin tocarlas directamente.
—Sé que estás mirándome —sonríe.
—No lo estaba ocultando.
—Si lo de vender libros no funciona, podría dedicarme a esto —bromea.
—Ya eres lo suficientemente bueno como para ser ayudante —lo aliento.
Se ríe y siento que mi corazón se acelera con el mero sonido, he empezado a notar muchas más cosas de Simon que me gustan. Su manía de asegurarse de que estoy cómoda, de que me siento bien, la manera en como sus ojos lucen diferente cuando soy a quien mira, la forma en como entrelaza sus dedos con los míos, no es un agarre flojo, es uno seguro, no deja de sostenerme nunca. Su forma de hacerme reír con alguna tontería y la facilidad que tiene para robarme sonrisas... Esto se siente bien y correcto, estamos explorando aún, pero algo en nosotros me hace desear que funcione y que no haya nada que nos arruine.
21 de junio, 2029
Simon
Tellie escucha atenta todo lo que le cuento, por supuesto me reservo lo que sucedió después de que hablara con Kiara. No había tenido oportunidad de detallar esa noche, solo le envié un mensaje diciendo que la maratón de Barbie se tendría que dar bajo otro contexto porque ya no había un corazón roto. Mi hermana preparó palomitas para escuchar así que ahora la veo comer una tras otra mientras asiente a lo que yo digo.
—Por primera vez me alegro de saltarme una maratón de Barbie —suspira—. ¿Cuándo la llevas a casa? Mamá se morirá cuando la vea, es, literalmente, todo lo que ella busca para ti.
—¿A qué te refieres?
—Que quieres bonito, mereces que te quieran igual y yo he visto como Kia te mira, le faltaba un empujoncito nada más.
—No sé en qué momento empezó a gustarme tanto, ahora siento que no puedo ver a nadie que no sea ella.
Mi hermana sonríe y se deja caer contra el respaldo del sofá.
» Es decir, tampoco quiero ver a nadie más, pero no lo sé, todos mis sentidos se reducen a ella y asusta un poco, no me había sentido así antes.
Tellie suspira y suelta una risita.
—Te estás enamorando —canturrea—. Joder, mi hermanito crece y crece.
Se limpia una lágrima imaginaria.
—¿Crees que ella lo sienta igual?
Resopla y me da un golpe en el hombro.
—No eres un hombre inseguro, Simon Davis, no me salgas con tonterías —me regaña—. Creo que esa es una pregunta algo estúpida, antes de todo esto ya me había fijado en cómo te miraba, me imagino que eso debe haber aumentado ahora, es más, comprobémoslo, ¿Cuándo la verás?
Miro la hora, quedé en que la recogería hoy de la editorial, yo salí temprano y por eso estoy metido en el departamento de mi hermana.
—En media hora, tengo que irme ya, no quiero llegar tarde, Kia odia la impuntualidad.
—Voy contigo —sonríe.
—Tellie...
—Me portaré bien, lo juro, no te haré sentir incómodo —promete—. Es que quiero ver a mi cuñada y agradecerle en persona por el video precioso que me mandó
Suelto una risa.
» Ándale, ¿sí? ¿A dónde irán? Solo quiero verla unos cinco minutos y luego me dejas por ahí, ya yo vuelvo sola.
—Iremos a mi Lichi, hoy escribiremos ahí, Kiara quiere verla.
Su emoción disminuye un poco.
—¿Crees que me recuerde hoy? —indaga temerosa.
Me encojo de hombros.
—Eso nunca se sabe, Tellie.
Ella suspira y asiente.
—Iré con ustedes, pero me iré pronto, descuida.
—No quiero que te vayas pronto, igual le agradas a Kia.
Sé que lo de irse rápido es porque no soporta estar en la casa de nuestra abuela, lo que yo he aprendido a manejar, para mi hermana es algo que no consigue siquiera sobrellevar, no lo aguanta y llora. No le gusta someterse a ese estrés.
Espero a que se ponga unas zapatillas y bajamos juntos al estacionamiento, Tellie, a pesar de amar ser copiloto, deja el asiento desocupado para Kiara. Mientras conduzco a la editorial, me cuenta cómo va el proyecto en el cual está trabajando, pero detiene la conversación y suelta un gritito cuando ve a la rubia
Kiara está distraída, revisando su teléfono, imagino que la hora, porque alza la vista y escanea su alrededor, una sonrisa se dibuja en sus labios en cuanto me ve, levanta la mano agitándola en un "hola". Mis ojos no pueden evitar detallarla, amo que use faldas, amo que sea una de sus prendas favoritas porque siempre está vistiéndolas, suspiro con la vista de sus piernas torneadas, de la redondez de sus caderas y cómo sus ojitos brillan al mirarme.
—Empezaba a preocuparme —me dice, apenas sube y le sonríe a mi hermana—. Hola, Tellie, que lindo verte.
—Espero que no te moleste que los acompañe, casi lo obligué a traerme.
Ella niega.
—Para nada, hace tiempo no te veía, ¿te gustó el regalo?
Mi hermana sonríe y empieza a hablar sobre su video, ruedo los ojos y, en vista de que Kia está distraída escuchándola, me inclino sobre ella para ponerle el cinturón y poder avanzar con el auto.
—Es taaaan guapo —suspira Tellie.
Mi rubia deja salir una risita.
—Le diré que me envíe otro video.
—¿Puede decirme Tellie en ese?
—Claro, no hay problema.
Ambas conversan de Elián, Kia sobre lo pesado que resulta a veces y Tellie sobre lo buena que es la última película en la que trabajó, solo guarda silencio cuando le llega un correo que debe responder.
—¿Cómo te fue? —le pregunto a Kiara.
—Todo bien, estoy dándome cuenta de lo mucho que me gusta corregir —sonríe.
—Yo ya lo había notado —la molesto.
Me saca la lengua, pero sonríe, culpable. Al inicio no me había dado cuenta, recién me percaté hace unas pocas semanas, cuando decidí darle una leída breve a lo que llevábamos escrito, no fue muy difícil notar que Kia había corregido algunas líneas que yo había escrito. No reclamé porque se leían mejor del modo en el que ella había cambiado, puede que Kiara se luzca un poco más en la construcción de oraciones.
Mi teléfono emite un pitido, le pido a ella que lo revise, en caso de que sea de la editorial.
—Es Sophie —me informa—, dice que si tienes la plantilla de calificación a la mano, se le reseteó la laptop.
—Dile que se la envío en cuanto llegue a casa.
Kia asiente y teclea el mensaje. Su asunto con Sophie se ha calmado, creo que sus celos se debían a la incertidumbre de nuestra relación. Ahora sabe que mi corazón le pertenece, que mis ojos solo la miran a ella, supongo que le he dado la seguridad de la que antes carecía.
Vuelve a dejar mi teléfono en donde estaba y me observa, lo noto incluso cuando no puedo voltear a mirarla también.
—¿Qué sucede?
—Nada, ¿ya no puedo verte?
Niego.
—Mírame todo lo que quieras.
—Joder, son demasiado tiernos —suspira mi hermana atrás, recordándonos que sigue ahí.
Las mejillas de Kiara se sonrojan, pero sonríe. Estaciono frente a la casa de mi abuela, le he comentado en un par de ocasiones de la rubia sobre el tema de mi hermana al venir, imagino que es por eso que se engancha a su brazo cuando bajan, dejándome atrás. No lo tomo personal, al contrario, de algún modo me gusta ese lado de su personalidad, el que cuida e intenta proteger del daño.
Rose las saluda a ambas con un abrazo, a mí me sonríe de manera cómplice. Le gustaba Kiara e imagino que está contenta de verla otra vez. Tellie conversa con mi rubia, quien le pone una mano en la espalda, dándole un empujoncito. Desde donde estoy veo a mi Lichi, está tejiendo, parece ser una gorra, no parece estar conectada y temo por Tellie.
—Lichi, ¿cómo estás, abuelita? —le pregunta, acuclillándose frente a ella.
—Señorita, ¿podría ponerse en otro lado, por favor? Me hace sombra —le dice, amable.
—Lichi, soy Tellie, ¿no me recuerdas?
—Tellie... —Kia intenta tirar de ella, pero mi hermana se sostiene del sofá en el que está mi abuela.
—Lichi, por favor —le ruega.
Ella vuelve a mirarla, pero repite el pedido de que se mueva.
» Soy Stella, abuelita —se le escapa en un sollozo—. Por favor.
—Señorita...
Tomo a mi hermana del brazo y la atraigo a mi pecho, miro a Kia y ella entiende, porque calma a mi abuela que empezaba a agitarse, Rose no tarda en llegar también. Llevo a Stella a mi habitación, donde llora aferrándose a mi camiseta.
—No entiendo, Simon.
—Lo lamento, Tellie —le acaricio la espalda—. Debí llevarte de regreso, lo siento, de verdad.
Ella niega.
—¿Cómo lo aguantas? ¿Como soportas que te vea y no sepa quién eres? Duele, duele mucho.
—No lo sé, supongo que me he acostumbrado. También duele, no creas que no, pero puedo tolerarlo, no es crimen que no puedas hacerlo, Tellie.
—Quiero irme a casa.
—De acuerdo, te llevo.
Ella niega.
—No puedes dejar a Kia sola.
—Kia lo entiende, Kia tiene una hermana y tampoco la dejaría ir sola a casa estando así.
Le beso la frente y le pido que aguarde ahí. Salgo, mi rubia está expectante en el pasillo, me pregunta si todo está bien, yo le informo que llevaré a Tellie a su casa.
—Pero Simon... —me dice dubitativa—, no podemos dejarla así sola, está triste.
—¿Quieres ir con ella?
Asiente.
—Animarla un poco —se encoge de hombros, causándome ternura—. Podemos hacer esto mañana, ve saluda a tu Lichi, yo aguardo en el auto con Tellie.
Lo dudo, ella se pone de puntillas para besar mis labios.
» Ve.
Me sonríe y yo doy media vuelta. Le comento el asunto a Rose que asiente y acepta la propuesta de que vengamos mañana, le doy un beso a mi abuela, tampoco consigo que me reconozca, pero no se agita cuando la saludo. Cuando salgo, las dos ya están ahí, Kia dejó el asiento de adelante libre y se acomodó atrás con mi hermana, la tiene abrazada y Tellie luce en paz entre sus brazos. Hablan en voz baja, desconozco el tema de conversación, conduzco en silencio hacia el departamento de mi hermana. Al llegar, ambas bajan, Stella se ve mejor y camina adelante, apresurándose a llegar a la puerta de su departamento para abrirla.
—Iré a ponerme un pijama, pónganse cómodos.
Kia entrelaza sus dedos con los míos y se pega a mi pecho, sonriéndome.
—¿Te apetece una maratón de Barbie? Se la prometí a Tellie.
Sonrío también.
» ¿De eso venían hablando allá atrás?
Arruga la nariz.
—De eso y de lo odioso que eres a veces.
Me rio.
—¿Sigo pareciéndotelo?
Se encoge de hombros.
—No es una cualidad que haya desaparecido, pero te quiero de igual modo.
Ruedo los ojos.
» Así como tu me quieres a mí, aunque te parezca una engreída y caprichosa.
Le beso los labios.
—Te pones precisamente caprichosa cuando quieres que te...
—¡Simon! —se ríe, con las mejillas enrojecidas—. Que idiota, estamos en el departamento de tu hermana.
Suelto su mano para tomar su cintura entre mis manos, ella me regaña con la mirada y planta las manos en mi pecho.
» Veremos Barbie —me recuerda.
—Luces como una Barbie, sí, yo puedo ser tu Ken, ¿qué te parece?
—¿Solo tienes un buen día cuando te miro?
—Y cuando me besas, de preferencia, pero despertar y verte me hace muy feliz, sí.
—No se come en frente de los pobres, regla número uno de reuniones —mi hermana hace acto de presencia—. Me encantan, pero veremos Barbie y ustedes dos no son muy family friendly.
Kiara le sonríe y ambas deciden preparar palomitas mientras yo elijo la película que veremos. Acaba siendo la de Barbie y las Tres Mosqueteras, que es una de sus películas favoritas, recuerdo que, cuando éramos pequeños, rescató a una gatita y le puso de nombre Miette, justo como la de Barbie. No duró mucho, mamá no es fanática de los gatos, pero cuando la dio en adopción, pidió que conservara el nombre.
Paso el resto de la noche rodeado de ambas, riendo con ellas, disfrutando de lo bien que se llevan y siendo feliz, ante todo. Mi hermana no tiene cuarto de invitados, por lo que volvemos al departamento de Kiara cuando la medianoche llega, dejamos a Stella tranquila y sonriente, con un semblante nuevo.
Kiara, por obvias razones, no tiene nada para prestarme, más que unos pantalones que me quedan pequeños, pero que sirven, de algún modo. ¿Se burla de mí? Por supuesto que lo hace, pero su risa muere en mi boca cuando le robo beso tras beso, hasta tenerla acurrucada a mi lado.
—Me estás... —la beso, ella sonríe—. Me estás malacostumbrando a dormir así.
Bajo a su cuello, la siento estremecerse.
—No veo el inconveniente si puedo dormir así contigo para siempre.
Sonríe y toma mi rostro entre sus manos.
—Siempre es un tiempo bastante prolongado.
—Me parece bien —la beso otra vez.
Acurruco su cuerpo entre mis brazos y le adormezco hasta que consigue conciliar el sueño, yo caigo poco después, con ella en mi mente, siendo mi último pensamiento del día. Me replanteo lo del siempre y llego a la conclusión de que me parece incluso corto, ¿acaso no existe algo más duradero? Si es así, lo quiero con Kiara.
HOLAAAAAAAAAA
Estoy amando mucho aquí <3 ¿a que sí? Son muy tiernos juntos, me encantaaaaan
Nos vemos prontito <333 Felices lecturass
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