CAPÍTULO 31

12 de junio, 2029

Simon

No suelo quejarme demasiado cuando me despiertan, solo abro los ojos y presto atención a lo que tienen para decirme, pero cuando el timbre suena de forma insistente a las tres y quince de la madrugada sí que me enfado. Estaba descansando, por primera vez en todo este tiempo había conseguido descansar, no debido al cese de mis pensamientos respecto a Kiara, sino porque tuve un día demasiado ajetreado en la editorial y estaba tan agotado que llegué y concilié el sueño casi de inmediato. Considero seguir durmiendo e ignorar el sonido del timbre, pero este vuelve a sonar, colmándome la paciencia.

Como sea Dylan y se haya olvidado las llaves, voy a enojarme mucho.

Abro la puerta con más fuerza de la debida, pero todo mi enfado se desvanece cuando una rubia de ojos grises me mira desde el otro lado de la puerta.

—¿Qué...?

Alza una mano para callarme.

—Por poco repruebo un examen hoy.

—¿Viniste aquí para decirme eso?

Niega. Sus ojos se enlagunan y da un paso al frente, me veo incapaz de retroceder, lo que parece aliviarla.

—Vine aquí para decirte que casi repruebo un examen y, sin embargo, eso no me preocupa, o al menos no ocupa mi mente tanto como el hecho de que estoy perdiéndote y es enteramente mi culpa. No quiero, Simon.

¿Está hablando? ¿Realmente ha decidido acabar con este jodido pesar?

No, debo estar soñando. Pero ella posa una mano en mi pecho, empujándome para entrar, cierra la puerta tras ella. El contacto me hace consciente de que este no es ningún sueño.

» No quiero que te enamores de Sophie —la quiero interrumpir para volver a decirle que eso es imposible, pero me calla otra vez—. No quiero que lo hagas, no quiero que la mires como me miras a mí, no quiero que descubra el sabor de tus besos. No quiero que la toques, ni que cocines con ella, ni que le digas lo guapa que es o que el rojo es su color, tampoco, y mucho menos, quiero que rompas acuerdos con ella. Rómpelos conmigo, rompamos el jodido acuerdo.

Esta vez soy yo quien se queda callado, puede que por el aturdimiento o porque el sueño aún no se ha ido del todo. Ella se impacienta.

» Joder, di algo porque empezaré a decir disparates en cualquier momento.

—¿Cuándo dices "rompamos el acuerdo", a que te refieres exactamente? Porque el acuerdo era respecto a acostarnos, si es eso lo que quieres, entonces viniste en vano, Harmony.

Niega de manera desesperada.

—No, no quiero eso, es decir —sus mejillas se sonrojan—, si quiero, pero no solo eso. Quiero... joder, Simon, tengo miedo.

Suspiro y la tomo por la cintura, por miedo a que se vaya en cualquier momento.

—Yo hablo, asiente si estás de acuerdo, niega si no lo estás, ¿vale?

Ella asiente.

—¿Vas a dejarme quererte?

Asiente.

» ¿Tener una relación?

Lo duda, pero asiente.

» ¿Dejarás que me enamore de ti?

La intensidad de sus ojos dice más que su asentimiento, pero, de igual modo, realiza el movimiento de la cabeza.

—Y yo... también quiero enamorarme de ti.

Sonrío, le tenía fe, pero mentiría si digo que consideraba esto posible.

—¿Has bebido?

No huele a alcohol, pero no está de más asegurarme. Ella niega con la cabeza.

—Lo consideré, un shot de valentía, ya sabes —sonríe y mi corazón se acelera—. Pero no lo hice porque entonces no me tocarías y realmente necesito que lo hagas.

Presiono el agarre en su cintura.

» Fui tan optimista que me puse este vestido —baja la cremallera de su abrigo, descubriendo ese jodido pedazo de tela que deja sus piernas desnudas—. ¿Aún quieres quitármelo?

Lo pregunta de manera tímida, como si temiera que fuese a decirle que no cuando, definitivamente, esa palabra no saldrá de mi boca. Suelto su cintura y ella suelta un quejido.

—Necesito que seas sincera, Harmony.

—Lo estoy siendo, lo juro, no sé por qué me tomó tanto tiempo, tampoco sé qué hizo que viniera hoy, probablemente el hecho de darme cuenta de que me importas más que una nota, lo que es bastante, en mi caso. O quizá solo que te echo demasiado de menos y que mis ganas de que nos enamoremos son más grandes que el miedo que me da enfrentar las consecuencias de ello.

—¿Qué te da miedo?

Sus mejillas se sonrojan.

» Harmony, necesito que respondas porque quiero arrancarte ese vestido, pero no lo haré hasta no tener las cosas claras.

Suspira.

—Mi historial en el amor no es bueno.

Frunzo el ceño.

» Suelo... aburrirme de las personas después de un par de meses, a veces menos y no quiero aburrirme de ti, me da miedo hacerlo.

Sonrío. Joder, hemos pasado por todo eso, ¿por eso?

—¿Por qué no me lo dijiste?

Se encoge de hombros.

» No vas a aburrirte de mí, no dejaré que lo hagas.

Su cuerpo vuelve a relajarse cuando tomo su cintura otra vez, pero ahora voy por debajo del abrigo, sintiendo su piel más cerca que antes.

—Simon, si vas a hacer algo, por favor, hazlo, esta abstinencia está comiéndome viva.

Sonrío.

—Abstinencia, ¿eh?

Su rostro se deforma en una mueca antes de empujarme.

—Oye —me quejo.

—No la has tocado, ¿verdad?

—¿A quién? —pregunto confundido.

—A Sophie.

Me rio.

—No seas tonta —vuelvo a tirar de su cuerpo, esta vez me deshago del abrigo—. Sophie es genial, pero es solo mi amiga, ¿puedes no hablar de ella cuando estamos siendo nosotros ahora?

Bajo la boca a su cuello, justo a ese punto donde su pulso late, siento como se estremece, despertando ese lado mío que quiere conseguir todo de ella.

—¿Pero no la tocaste? —pregunta, con un hilo de voz.

Subo para mirarla a los ojos.

—No puedo siquiera mirar a otra persona, ¿Cómo esperas que toque a alguien más?

Se relame los labios y ahí es cuando cualquier pizca de paciencia se esfuma porque la beso como nunca he besado a nadie y su gemido en mi boca acaba con mi autocontrol. Mis manos bajan a sus nalgas, ajustando el agarre para acercarla más a mí, para que sienta lo que ha ocasionado con ese mini vestido. Sus brazos rodean mi cuello y yo no tardo en alzarla, el contacto nos hace jadear a ambos.

No suelto su boca, no puedo hacerlo, el hambre puede más que otra cosa, he deseado besarla así desde la última vez que la probé y no hay modo en el cual consiga detenerme, gracias al cielo ella lo disfruta, eso lo sé porque gime en medio del beso, lo hace mientras tira de mi cabello. No nos coordinamos, es un beso desastroso, su boca quiere ganarle a la mía y nos sumimos en una contienda sobre quien tiene más ganas.

Camino a mi habitación con ella en brazos, dudo que Dylan venga, pero no quiero interrupciones. Dejo que Kiara caiga sobre sus pies.

—Este jodido vestido va a ser mi perdición y no prometo ser gentil al respecto —le advierto, mirándola a los ojos.

—No pedí gentileza.

Sonrío. Que jodida mierda.

La beso otra vez, ahora dejando que mis dedos hagan contacto con la piel desnuda de su espalda, siento como se estremece y, tal y como prometí, subo las manos a su cuello para librar el único punto que mantenía el vestido cubriendo su cuerpo, Kiara, imagino que por instinto, lo retiene antes de que caiga, pero tomo sus manos para que el pedazo de tela deje de ser una barrera entre nosotros.

—No estamos a mano —murmura contra mi boca.

Le muerdo el labio, ella suelta un jadeo.

—¿Me quieres desnudar también? —le pregunto en medio de un susurro.

—Sería lo justo.

Me aparto y abro los brazos, dándole a entender que puede tocar cuanto quiera, mientras tanto, me deleito con la vista que está dándome, la curva que viaja desde su cintura hasta sus caderas, la forma de sus pechos, la irregularidad de su respiración y el labio que se pierde entre sus dientes cuando me quita la camiseta. Pierdo la mirada en la lencería negra que cubre apenas el lugar en el que muero por enterrarme, ya hay humedad y puedo notarlo.

—Ya no aguanto.

—¿Qué?

—Te tardas demasiado —le digo antes de empujarla apenas para dejarla caer en la cama, suelta una risa que muere en su garganta cuando acerco la boca al vértice entre sus piernas.

Solo muevo a un costado el pequeño pedazo de encaje y la tengo ahí para mí, justo como la recordaba, uno de mis dedos entra con facilidad, Kiara suspira. 

Los jodidos suspiros, cómo los echaba de menos.

Con una de mis manos retengo la tela mientras los dedos de la otra reconocen el área en su interior que memoricé la última vez que la toqué, acaricio el mismo lugar y ella grita mi nombre, alimentando mi ego.

—Espero que puedas con todo esto, Harmony.

—Joder, vuelve a hacer eso, no seas idiota —se queja, dándome un golpecito con su pie.

Planto mi lengua y recorro sus pliegues, un gemido largo se le escapa y prende sus dedos en mi cabello, sus caderas empujan contra mi rostro, yo sonrío antes de succionar ese pedacito de carne que la hace removerse inquieta mientras gime desesperada, coordino el movimiento de mi lengua y mis dedos, disfrutando su sabor y deleitándome con los sonidos que escapan de su cuerpo.

—Voy a... voy... ¡ah!

Una descarga me moja la barbilla y, joder, está empapada, mis dedos siguen moviéndose, por el orgasmo reciente, el espacio es reducido, Kiara está apretándolos en su interior. El solo hecho de imaginar lo que hará con mi miembro me hace quitarle las bragas para tener una mano libre que me permita delirar mientras la hago delirar también.

—¿Qué haces? —me pregunta, en medio de un suspiro, cuando nota que me he detenido.

—Me estás dando un espectáculo aquí abajo —le sonrío—, y duele, Harmony, quisiera follarte ya mismo, pero me apetece hacer otras cosas antes.

—Déjame a mí.

Subo hacia su boca, posicionándome sobre ella, su mano baja a su centro, empapándose en sus propios fluidos antes de bajarme el bóxer para tocar la dureza que ella ha ocasionado. Gime, yo lo hago también, deja un apretón, uno húmedo que me roba un gruñido, escondo el rostro en su cuello y decido que mis dedos aún pueden jugar en su interior, intercambio de placer, parece justo. Está tan sensible que apenas la toco pega un brinquito que la hace ajustar su agarre.

—Joder, Kia.

—¿Así está bien? —se interrumpe con un gemido cuando uno de mis dedos circula su punto débil—. Ay, ahí, justo ahí.

Sonrío contra su cuello, pellizco la zona con mis dientes, corriendo el riesgo de dejar una marca ahí.

—Lo mismo digo yo —desliza la mano con ligereza, resbala debido a la humedad y se siente como la gloria.

No se detiene, los apretones ocasionales terminan con mi cordura y ella gime fuerte cuando otro orgasmo arrasa con ella, llevándome también, desatando el nudo que aguardaba en mi espalda baja. Se ha ensuciado, tiene el vientre cubierto por mi semen, pero no parece disgustarle.

—Quería que me follaras —se queja.

—¿Quién dice que no voy a follarte? —pregunto, mordiéndole la barbilla.

—Ya acabaste —me dice lo obvio.

—Tú también y yo no me estoy quejando al respecto.

Rodea mi cintura con sus piernas, pegándome a su centro, complaciéndose sola con el contacto.

—Es diferente —me dice.

La tomo de las nalgas para voltearnos, dejándola encima de mí, que preciosa se ve así, jodida mierda, de verdad voy a soñar con ella así y esta imagen va a salvarme en las noches donde no la tenga.

—Dame cinco minutos —calculo.

—¿Tan poco?

—Te tengo tantas ganas que no creo que tarde más en volver a estar duro —mis dedos se aferran a la carne de su trasero, mi obsesión ha vuelto, definitivamente.

—¿Hablaremos mientras tanto? —pregunta, apoyando una mano en mi pecho.

Yo niego, tomo esa mano, la llevo a su centro y luego a mi boca, su sabor explota en mi lengua.

—Tú puedes hablar todo lo que quieras, yo voy a disfrutar —tiro de ella y la dejo sobre mi boca—. Si incluyes mi nombre, ayudarías mucho a que esos cinco minutos sean menos.

Suelta una risa que se ahoga en medio de un gemido cuando vuelvo a probarla, esta vez no hay dedos, solo mi lengua entrando una y otra vez en su interior, poco a poco siento como voy recuperándome. Kiara no es de las que solo recibe y se queda quieta, es bastante receptiva y busca su propio placer cuando menea las caderas pretendiendo que llegue ahí donde ella quiere y vaya que yo estoy dispuesto a complacerla, más aún si esos suspiros van a seguir bendiciendo mis oídos.

—Simon —jadea—. Mierda, mierda, mierda.

Le doy un mordisco gentil a su clítoris y eso acaba con ella, esta vez me moja el cuello, pero no me interesa, yo sigo en mi misión de obtener más. Probablemente deje una marca en sus nalgas por la fuerza con la cual las retengo, ella no se queja, solo sigue ondeando la cintura, ahogándome entre sus piernas de una manera increíble.

» Voy... otra vez... ¡Joder!

Me encanta, me encanta tanto. La observo desde abajo, sin cesar el movimiento de mi lengua en su interior, ella me toma del cabello y tira de él una vez más cuando toca el cielo. Suficiente para mí.

—¿Qué tal la charla? —la molesto cuando vuelvo a voltearla.

—Imbécil.

—Así me quieres, ¿no es así?

Me rodea el cuello con los brazos para volver a besarme, dejo que la punta de mi miembro acaricie su centro, ella me muerde el labio.

—Déjame recordar que tan flexible eres —pido.

Me hago espacio entre sus piernas para arrodillarme, ella se remueve inquieta, tomo una de sus piernas y la voy abriendo hacia arriba, no se queja, empujo hasta que se encuentra al costado de su rostro y sonrío cuando ella rueda los ojos, hastiada y la retiene.

Bajo la boca a su pezón, dejándole un mordisco, ella se queja y justo ahí me empujo a su interior dejando salir un gemido ronco que hace doler mi garganta. Que delicia. Sus ojos se cristalizan y ella gime satisfecha. Sus paredes me rodean, apretándome entre ellas, salgo y se siente cien veces mejor cuando embisto otra vez, tomo su otra pierna para rodearme con ella y empiezo a follarla como he venido fantaseando desde la última vez. La vista es alucinante, sus pechos moviéndose conforme empujo, sus ojos lujuriosos mirándome, su boca entreabierta y el cuello que no luce tan pulcro como antes.

—Eres una jodida fantasía, Kiara Harmony —alzo otro poco sus caderas para penetrarla más profundo—. Mía, solo mía.

Ella gime, cerrando los ojos. Mi espalda baja empieza a reunir la tensión otra vez y esta se constriñe en sí misma conforme la miro y la sigo explorando, el placer la abstrae y suelta su pierna. La engancho en mi hombro, junto a la otra y tomo un cojín para colocarlo debajo de sus caderas.

Veo su sexo húmedo, chorreando, me tomo a mi mismo y vuelvo a penetrarla. A Kiara se le escapa mi nombre en un grito.

—Voy a hacerte delirar tanto, Harmony —le prometo, ella clava las uñas en mi espalda baja—. Joder, que delicia es follarte.

Gime, su centro me aprieta y empiezo a ver borroso, pero no me detengo, sigo entrando y saliendo, disfrutando de la fricción, de sus suspiros, de su mirada vidriosa y de la sensación de nuestros cuerpos acariciándose.

—¡Simon...! Ya... ¡Carajo!

Ondulo las caderas y Kiara se deja ir, su orgasmo me lleva con ella, continúo embistiendo, eyaculando en su interior, llenándola y alargando la sensación. Dejo libres sus piernas y bajo a sus labios que me reciben gustosos, besándome con ganas, como si nos estuviéramos besando por primera vez.

—¿No estoy soñando? —indaga contra mi boca.

—Espero que no —le sonrío, acaricio su centro—. ¿Así se sienten los sueños?

Ella gime.

—Cuando son contigo, sí.

—He tenido de esos, pero ninguno iguala lo delicioso que es enterrarme en ti, rubia —le beso la barbilla, ella jadea cuando presiono los dedos contra su clítoris.

—Me estoy deshidratando —me dice en medio de un suspiro, aferra los dedos a mi brazo, clavándome las uñas.

—Qué bueno que tenemos agua de sobra —respondo, ella sonríe y gime otra vez—. Quiero uno más, anda, regálamelo.

No tardo demasiado, Kiara me muerde el hombro cuando lo consigo, desfogando ahí.

—Un pequeño recordatorio —señala, recuperando el aliento.

—¿Me estás marcando? —indago, recorriéndole el rostro.

Se encoge de hombros.

—Esa mordida en el cuello va a dejar una marca también. Si yo soy tuya, entonces tú eres mío.

Sonrío y le beso otra vez.

—Nadie más puede follarte, Harmony.

—Lo mismo digo, Davis —dice contra mi boca—. Este acuerdo es irrompible y no negociable. No acepto relaciones abiertas.

—Que bueno, porque de verdad no me apetece compartirte y, si te soy sincero, tampoco me agrada la idea de que alguien, que no seas tú, me toque.

Sonríe, me rodea el cuello, nos giro para dejarla sobre mi pecho.

» Me encantas —confieso.

—¿Ya estamos en paz?

—Nada de paz, ¿ahora sí puedo invitarte a citas? Tengo una planeada desde hace meses.

Me besa de manera corta.

—¿A dónde vas a llevarme?

—Esa es una sorpresa.

Acaricio su trasero, que deliciosa adicción.

—Estamos saliendo, ¿entonces?

Asiento.

» ¿Y somos exclusivos?

—Eso quedó bastante claro, a ninguno de los dos se nos enseñó a compartir.

—Yo sé compartir —me dice—, pero tú no eres compartible, mío y solo mío.

Parece decidida al respecto, suerte que me encanta y adoro ser suyo y solo suyo. Su mirada ha dejado la lujuria para ser reemplazada por esa dulzura que me abarca, queriendo acurrucarla contra mi pecho y lo hago. Nos volteo para estar de costado, ella se pega a mí, yo le rodeo el cuerpo, Kiara suspira.

—¿Te quedas a dormir?

Siento su risa.

—Sí, ¿dormirás en el sofá?

—Me apetece dormir con la rubia preciosa que está en mi cama ahora mismo.

Se encoge de hombros y me mira.

—Yo también quiero dormir contigo.

Le beso la frente y solo me pongo de pie para ir por el abrigo que dejamos en el suelo y para apagar las luces, Kia me espera y, cuando la beso por última vez, tengo la certeza de que dormiré como nunca hoy, con mi chica junto a mí. 

WAAAAR IS OVEEEEEEEEEEEEEEEER 

Vivieron felices y comieron perdices, fin. 

Ya queda poquito para acabar y la recta de aquí en adelante me encanta. 

Ahora si, me voy porque tengo dos examenes hoy :') deseenme suerte

Espero que les haya gustado, que tengan bonito inicio de semana y felices lecturas<3333


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