CAPÍTULO 29
11 de mayo, 2029
Simon
Tellie canta a viva voz en mi auto, por lo general, incluso amándola, la mando a callar, pero esta vez la dejo, es su cumpleaños y puede hacer lo que le venga en gana, no importa que me deje sordo. Intento seguirle el ritmo cuando me pasa el micrófono ficticio que crea con su mano y agradezco cuando llegamos a casa. Sebastian aguarda afuera, pero esta vez no es por el cigarro, sino para besar a Sierra, su novia, ya oficial.
Mi hermana sonríe enternecida y saca medio cuerpo por la ventana para gritar y aplaudir.
—¡Qué vivan los novios!
Yo me rio y Sebastian la mira mal porque su novia se pone tan roja como el vestido que lleva mi hermana.
» Quítame esa mirada —lo regaña Tellie—. Es mi cumple, no puedes tratarme feo.
Ambos bajamos del auto, pero ella corre a abrazar a Sierra que le desea un feliz cumpleaños. Luego pasa a brazos de nuestro hermano que la apretuja haciéndola soltar un quejido.
—¿Si te despeino, me pegas? —le pregunta.
—No te atrevas, Sebastian Patroclo.
Suelto una carcajada, Sierra los observa confundida, después de todo, mi hermano no se llama Patroclo, sino Aquiles, pero a Stella siempre le ha gustado cambiarle el nombre. Intento explicarle eso mientras ellos dos discuten porque, en venganza, Sebastian sí que la despeina.
—Esto es ocasional —le digo—. No te asustes, le gustas, de verdad y te prometo que somos geniales.
Ella solo sonríe, pronto Tellie con Sebastian firman la paz y los cuatro ingresamos. Aún estoy resentido con mi sobrino por venderme con lo de Kiara, pero no puedo resistirme cuando salta a mi cuello gritando "tío Simon", pequeña bestia traidora, sabe como eliminar mi molestia. Mamá abraza a Stella, pero es papá quien la retiene en sus brazos por más tiempo, mi hermana es una hija de papi, definitivamente.
Me rio cuando veo la mesa y encuentro el pastel de Tellie, mamá se lució otra vez. Tiene una casa en la base, con las paredes pintadas de colores diferentes, incluso en el techo varían los colores.
—¡Mami, que lindo! —exclama en cuanto lo ve—. Ah, mira, nunca he pintado de verde limón, quizá debería probarlo.
—Tu departamento luciría como jardín de niños —la molesta Sebastian.
Ella lo mira feo.
—Mejor a que luzca como funeraria —le saca la lengua.
Evie se asoma poco después para abrazar a nuestra hermana, imagino que hoy no tuvo cirugías, al menos a Tellie no la levantó de madrugada para darle el abrazo correspondiente de cumpleaños. No veo a Chloe, pero mamá nos informa que la esperaremos, ya está por llegar, lo hace veinte minutos después con globos y una tiara que Stella adora de inmediato.
—Parezco una princesa —sonríe feliz.
—Eres la princesa de la familia —Chloe le besa la mejilla.
A Tellie se le inundan los ojitos y soy yo quien la abraza, es un algodón de azúcar cuando se pone sensible. La apretujo un poco hasta que se calma y asiente, haciéndome saber que ya recuperó la compostura. Sierra se ofrece a ayudar con las cosas del almuerzo, pero mamá no la deja. Como siempre, Sebastian y yo somos los que se encargan de ello.
Almorzamos todos juntos, riendo, disfrutando y compartiendo un momento ameno en familia, entregamos los regalos a Tellie, yo entrego dos, mío y de Kiara que quiso enviarle algo cuando le mencioné que hoy cumplía años. Desconozco lo que es, no lo averiguo hasta que mi hermana lo abre y dentro halla un pequeño collar, también hay una notita que debajo tiene un código QR, cuando Stella lo escanea se encuentra con el rostro de Elián Aymerick. Al parecer la rubia lo recordó.
Mi hermana hiperventila y mira el video como seis veces antes de descargarlo para guardarlo en todos los lugares posibles con tal de mantenerlo seguro. Le tomamos fotos con su pastel y luego nos dispersamos, yo me quedo junto a Tellie. No nos tocó lavar, así que reposamos tranquilos en el sofá mientras ella parlotea sobre el nuevo proyecto que está realizando, la escucho paciente, sin pensar demasiado en la hora, Sophie prometió suplirme hoy, aunque igual solicité permiso.
—Estoy feliz —me dice Tellie, tras un rato.
—Eso es bueno, sería terrible que estuvieras triste en tu cumpleaños —la rodeo, ella se acurruca a mi lado.
—Tú no estás feliz —observa.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué lo dices? Es tu cumple, claro que estoy feliz.
Niega.
—Hablo de modo general —me da un golpecito en el pecho—. Eres bueno escondiéndolo, pero te conozco demasiado bien como para no notarlo.
Sonrío.
—¿Qué me ha delatado?
Se lo piensa.
—Las sonrisas no te llegan del todo a los ojos, eres de sonrisas completas, hermanito —dice—. Cuando sonríes de verdad se te ilumina el rostro, ha dejado de suceder.
» Además, me has estado evadiendo.
Ruedo los ojos.
—Vale.
—¿No funcionó con Kiara?
Me encojo de hombros.
—Eso parece —mis ojos arden un poco, pero llorar aquí sería alertar a todos, así que solo parpadeo para aliviar la molestia—. La verdad es que no termino de comprenderla.
Tellie suspira.
—¿Quieres ver Barbie?
Sonrío, no quería entristecer su cumpleaños así.
—En otra ocasión, hoy tienes que salir con tus amigas, ya habías planeado esa salida.
—Pero tú eres mi hermanito —insiste.
—Y cómo tu hermanito te aseguro que puedo sobrevivir, tú debes disfrutar tu día.
—¿Mañana?
Es obstinada.
—De acuerdo.
—Pero debes prometerlo.
—Pues lo prometo.
Ella se sienta y niega, estira su meñique, mi mente viaja a Kiara otra vez. Entrelazo nuestros dedos, sellando el acuerdo. Nos quedamos otro poco, le cantan el cumpleaños feliz a mi hermana y, tras eso, volvemos a la ciudad con su pastel, porque, por supuesto, va a acabarse lo que quedó. Solo me da unas cuantas tajadas para Kiara y Dylan.
Son las cinco cuando llego a mi departamento, considero la idea de ir a la editorial, pero termino decidiendo echar una siesta, hoy es viernes y suelo escribir hasta más tarde con Kiara, necesito energías si quiero rendir y escribir todo lo que nos propongamos.
20 de mayo, 2029
Kiara
No sabría si calificar mi conducta como sana, es muy probable que no lo sea, me gusta Instagram, la aplicación me resulta agradable a la vista, pero no la utilizaba tanto como lo hago ahora. Las historias de Sophie son las primeras que me aparecen, seguidas de las de Simon que repostea casi todo lo que ella comparte etiquetándolo. Mi sofá es mi nuevo lugar favorito, hay días en los que incluso paso la noche aquí, son los días difíciles donde se me hace insoportable estar dentro de mis cuatro paredes, Simon está en todos lados.
Acomodo el cojín donde estoy recostando la cabeza y continúo revisando. Sophie subió una foto hace poco, es un libro y hay un pequeño mensaje abajo donde le agradece a Simon, creo que no es errado suponer que él se lo ha regalado. Ahora le regala libros, genial. Estoy por pasar la historia cuando me percato de que la portada de ese libro me resulta familiar. No, no sería capaz.
Me pongo de pie y voy a mi habitación, busco en mi librero y sí, es el mismo que me regaló a mí en San Diego, después de que todo comenzara. ¿Y si es un patrón? ¿Si ya se acostó con Sophie y por eso le ha regalado uno igual? Mierda. Mi cabeza da vueltas, me acurruco en mi cama, abrazando el estúpido libro que ya no siento igual de especial. Una partecita en mi mente me repite "es hombre, después de todo, ¿Qué esperabas?" y la verdad es que no sé que esperaba, de igual modo, no iba a aguardar por mí siempre, no cuando yo no se lo he pedido.
Mi llanto silencioso deja de serlo cuando Ayla se aparece y tira de mí para abrazarme, las lágrimas se escapan a borbotones de mis ojos, mojando mis mejillas y la camiseta que mi amiga lleva puesta.
—Déjalo salir —me dice en voz baja, acariciando mi espalda.
Ya ni siquiera sé donde duele, lo siento en todos lados, como si cada lugar donde Simon me tocó estuviera ahora lamentando su ausencia y, joder, él ha dejado su marca ya no solo en mi cuerpo. Hago una pregunta tonta, la formulo olvidando por un segundo con quien estoy hablando.
—No me pidas eso —me dice Ayla, apartándome un poco para poder mirarla—. No puedo decirte lo que Sophie me cuenta, Kia, va en contra de mis principios, te amo, pero sabes bien que no puedo hacer eso. Tú no querrías que yo le contara a Sophie lo que me confías.
Sorbo por la nariz y vuelvo a acurrucarme en su pecho, como dije, una petición estúpida.
» Lo que sí puedo decirte es que le gustas a Simon, me atrevería a decir, incluso, que está enamorado de ti y tú no eres ajena a esos sentimientos. Te estás torturando en vano, cariño.
—No quiero perderlo —murmuro.
—Ya lo estás haciendo, Kia y lo lastimas de paso, así como te lastimas a ti misma. Simon no está bien, no he hablado con él, pero creo que es bastante obvio.
—Yo lo veo tranquilo —respondo.
Ayla suelta una risita.
—Estás celosa.
—No lo estoy.
—Ya no avalaré que te mientas a ti misma, asume esos celos tontos.
Gruño.
» Simon te quiere y tú lo quieres a él, que esto termine depende más de ti que de él. ¿Qué dices que te dijo? ¿Qué debías decirle si tenía esperanzas?
Asiento. Fue algo así.
—¿Y si me aburro?
—Ya te he dicho que dudo que Simon sea la clase de hombre del cual puedes aburrirte. No te había visto así antes, ni con Brendon. Sonríes bonito cuando estás con Simon, más bonito que de costumbre.
—Le regaló un libro, Ayls.
—Lo que no es raro cuando a todos nosotros nos gusta leer.
—¿Estoy siendo tóxica?
—Estás siendo tonta, cariño, esos celos han de deberse al hecho de que lo suyo aún no es nada concreto.
Odio no poder quitarme de encima el otro temor, el de perderlo luego de disfrutar. Cierro los ojos, dejándome adormecer por las caricias de mi amiga y duermo, pero, otra vez, no descanso.
24 de mayo, 2029
Jane juega con mi cabello mientras yo estoy echada en el suelo alfombrado de su habitación, le puse música de Taylor y ella está disfrutándola. Suspiro.
—Ya no crezcas más, Jane —le digo, sus ojitos azules me miran, curiosos.
—Ti, ti.
—Esa soy yo —abro los brazos y ella se lanza sobre mi pecho.
Aún huele a bebé, adoro a mi hermana por eso. Le canto la canción que suena, ella se remueve, yo sonrío. Creo que esta es la serotonina que necesitaba para recuperar un poco de la felicidad que me ha abandonado. A veces siento que me he convertido en una especie de fantasma que sufre a costa de sus propias decisiones, porque no, aún no me he retractado.
Me quedo con Jane sobre mi pecho por unos breves minutos antes de que ella cambie de opinión y elija levantarse, desde que aprendió a caminar ya no aguanta pulgas. Si no le gusta estar en un lugar, simplemente se pone de pie y va a donde quiere. Al inicio se tambaleaba, ahora ha adquirido más seguridad.
—¿Cómo van? —se asoma mi hermana, su hija pasa por su costado, caminando de manera graciosa.
—Ella se aburrió de mí.
—No es cierto —me dice Ada—. Probablemente solo quiera a su papá, pero Lois aún no llega.
La puerta suena y Jane grita algo que suena como "papi" en su lenguaje de bebé. Escucho el suspiro de mi cuñado. Mi hermana me hace una seña para que la espere y se va, supongo que a saludar a su esposo. Vuelve poco tiempo después y se recuesta junto a mí en el suelo.
—¿Quieres hablar?
La miro.
» Sé que te sucede algo, no vienes entre semana desde que iniciaron tus clases.
—Quería verlos.
Niega.
—Estás buscando distracción y mi hija puede darte serotonina, no me ofende que hayas venido por ella, pero quiero saber cual ha sido el detonante.
Me giro y ella me abraza de inmediato en cuanto ve mis ojos llorosos.
Intento ponerla en contexto sobre lo que ha venido sucediendo, le digo todo, incluso lo de Sophie y mi hermana, para pesar mío, coincide con Ayla.
—Cariño, estás siendo tonta —besa mi frente—. Ese chico te quiere y tú a él, ¿no se lo dices por miedo a aburrirte? No estoy de acuerdo con las comparaciones, pero Simon es muy diferente a todos los chicos con los que has salido, empezando por ahí, no creo que vayas a aburrirte de él.
» Además, hermanita, esto que te sucede con Simon es mucho más intenso, si te das cuenta, cuando terminó el tema con Brendon estabas tranquila, no te vi llorar una sola vez, con Simon ni siquiera has empezado y mira como te tiene la incertidumbre, porque es eso, no creo que tus celos se deban a toxicidad, sino a la incertidumbre de no saber qué pasa.
» Me apuesto lo que sea a que, si formalizan, esos celos van a desaparecer.
Lois se aparece en el umbral, con Jane entre sus brazos, frunce el entrecejo cuando nos ve abrazadas en el suelo.
—¿Está todo bien?
Ambas asentimos, mi cuñado no se traga la mentira.
» ¿Por qué lloras, pequeña rubia?
Se arrodilla entre nosotras, Jane se baja para ir con su mamá y Lois enfoca toda su atención en mí. Sus ojos azules, iguales a los de mi sobrina, me reparan, la falta de descanso debe notárseme porque no tarda mucho en tirar de mi brazo para abrazarme. Mi hermana me sonríe.
—Iré con Jane a lavarnos las manos, pedí comida para cenar.
Me quedo sola con Lois que me aparta para estudiar mi rostro.
—¿Debo intervenir? ¿Simon hizo algo?
Niego.
—Yo hice algo.
—¿Qué sucedió?
Se sienta a mi lado. Repito la misma historia, le detallo cada situación y, en el proceso, lloro otro poco.
—Entonces, ¿me dices que no quieres salir con él porque sientes que podrías aburrirte y, en consecuencia, lo perderías, pero que ya lo estás perdiendo porque no le dices nada?
Si lo dice así, suena estúpido, él lo confirma.
» Es algo tonto, ¿no lo crees?
—No sé como dejar de ser tonta, solo sé que lo extraño.
—¿No siguen viéndose?
Asiento.
—Por el libro, pero no es igual.
—Ya, lo entiendo, ¿dices que esta chica, Sophie, te pone celosa?
Me encojo de hombros.
» Realmente dudo que algo suceda entre ellos, tú le gustas a ese chico.
Repito la acción, Lois besa mi coronilla y me obliga a mirarlo.
—No me regañes —pido.
—No voy a hacerlo, solo te quiero recordar que eres una de las chicas más valientes que conozco, intenta hacerle frente a ese miedo porque, como ya te has dado cuenta, no tiene demasiado sentido.
Mi hermana se aparece para decirme que ya llegó la comida, debo rechazarla porque voy con la hora justa, quedé con Simon a las nueve y ya casi se cumple, le toca ir a mi departamento, no quiero hacerlo esperar. Lois acaba acomodándome la comida para que pueda llevarla, me despido de ellos antes de tomar mis cosas y volver a casa, me encuentro con Simon en el estacionamiento.
—¿Recién sales? —indaga extrañado.
Niego.
—Estaba con mi hermana —le digo—. ¿Me das quince minutos para cenar?
Alzo el pequeño paquete.
—¿No has cenado?
—No me alcanzó el tiempo.
Parece que dirá algo más, pero termina guardándoselo, solo me hace una seña, indicándome que avance. Subimos, él aguarda en el sofá mientras yo como, Ayla llega, lo saluda, se mete a su habitación y nos deja solos.
Ingiero cada bocado sin terminar de disfrutarlo, incluso cuando es pasta lo que pidió mi hermana. No puedo dejar de mirarlo, está tecleando en su teléfono mientras sonríe, una sonrisa genuina, parece que le envían un audio de voz porque pega el aparato a su oído, consigo escucharlo y compruebo que es Sophie con quien chatea. Simon suelta una carcajada y murmura algo para sí mismo, pero que escucho, "qué divertida es esta chica, joder". Dudo que lo haga con la intención de lastimarme, puede que ni siquiera sea consciente de que estoy más atenta a lo que él hace que a mi comida. Mi hambre se esfuma cuando su sonrisa se mantiene durante todo el transcurso de su conversación, ¿qué tanto se ríe? Puede que mi molestia sea consecuencia de que ya no soy yo con quien comparte esas risas, ha dejado de ser el "sonrisitas tres mil" conmigo para serlo con alguien más.
Mi lengua cobra vida propia cuando acabo formulando la pregunta imprudente que lo hace voltear a mirarme.
—¿De qué te ríes?
Su sonrisa pierde intensidad.
—Nada.
—¿Ya empezaste a volverte loco de verdad? Solo los locos se ríen por nada —argumento.
Él niega.
—Tú sigue comiendo, la causa de mi risa no debería importarte tanto.
Me quedo callada, su mirada vuelve al teléfono y la mía se mantiene firme en su perfil, arriesgándome a que me atrape haciéndolo. Idiotas, ambos, él y yo. Cada día detesto más esta dinámica, el no poder tocarlo, el sentirme criminal al mirarlo y el hecho de no poder reclamarle nada, porque no tengo derecho a hacerlo.
Altas ganas de meterle un lapo a Kia :')
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