CAPÍTULO 28
26 de abril, 2029
Simon
Casi una semana, ha transcurrido casi una semana y no he obtenido respuestas. Kia se fue ese día y al día siguiente volvió a verme, pero no hubo una contestación a lo que le había dicho. Nos hemos visto, se ha sentado a mi lado como de costumbre, hemos escrito juntos, hemos conversado y el tema no ha salido a flote. Creo que puedo tomar todo ello como una respuesta que ella simplemente no quiere verbalizar y que a mí me toca interpretar.
Sostengo la barra sobre mis hombros y bajo, realizando la forma de la sentadilla, suelto un quejido antes de levantarme otra vez, repito el procedimiento por ocho veces antes de dejar el peso. No sé qué duele más, si el músculo por el esfuerzo, o mi corazón por la indiferencia de la rubia. A veces quisiera entrar a su cerebro, saber a qué le teme, qué es lo que piensa, que es lo que retiene y no deja salir.
Mi alarma me devuelve al mundo recordándome que no me queda mucho tiempo para alistarme e ir a la editorial, esta fue mi primera semana y no tengo nada de lo que quejarme, si he de ser sincero. He tenido acceso a libros y estar con Sophie lo hace más llevadero, si bien cada uno está en su área, los momentos en los cuales nos cruzamos son realmente divertidos.
Tomo una ducha rápida en el baño del gimnasio y me visto para salir, debo llegar antes de la hora del almuerzo para dejar mis cosas, nos dan una hora para salir a comer, lo cual es extraño, pero son reglas del lugar, supongo. El horario es de dos a siete, con una hora de refrigerio, en total debo estar ahí cuatro horas. Sophie ya está allí cuando llego, dejo mi mochila y le doy el alcance.
—Estoy desmayándome del hambre —se queja—. ¿Por qué tardaste tanto?
—Tenía una rutina que terminar.
Bufa.
—Bueno, vamos a que comas lo que ya quemaste.
Me rio y la sigo, el primer día estábamos algo perdidos, no sabíamos a donde ir, el segundo nos ubicamos mejor y encontramos un restaurante que vende comida deliciosa y a un precio accesible. Nos sentamos en la mesa que hemos declarado como nuestra y esperamos porque tomen nuestra orden. Algo a lo que empiezo a adecuarme es a la manía de la ojiazul de tomar fotos a todo lo que ve y come, a veces me pide que me espere para que pueda enfocar y, si bien el primer día me incomodó un poco, tras cuatro almuerzos puedo decir que ya solo aguardo para comer.
—Es que se ve bonito —me dijo—, merece ser inmortalizado.
—Degustado también —alegué y ella sonrió.
Llega el mesero y ambos pedimos un plato del menú, no tardan demasiado en servirnos, Sophie saca sus fotos y procedemos a matar el hambre. Una vez saciados volvemos caminando a la editorial.
—¿Has visto lo bonita que es la oficina en la que está practicando Kia? —me señala, ignorando que la mención duele un poco.
Yo asiento.
—Se tomaron en serio lo del romance.
—Tienen casilleros rojos —observa, enseñándome una foto que, imagino, subió Harmony—. Con lo bonito que le queda ese color, literal, parece que la hubiesen hecho para ella.
Hay otra foto donde ella sale sonriendo en medio de libros, joder, ¿por qué tiene que ser tan preciosa? quizá sería más fácil salir de esto si no fuese así de perfecta. Aunque probablemente esto último se deba a que no consigo hacer que sus defectos pesen más que las cosas buenas, porque soy consciente de que tiene defectos, como cualquier ser humano. Es terca, obstinada, engreída, le encanta corregirme y darme la contra, pero es sensible, cariñosa, inteligente, absolutamente creativa, da excelentes abrazos y su sonrisa es capaz de aplacar cualquier oscura fuerza que pueda existir en el mundo. Me trago el suspiro, a Sophie no le interesa lo loco que estoy por la linda rubia de ojos grises que me muestra en su teléfono.
Entramos a la oficina y cada uno se mueve a su área, yo tengo apartado el manuscrito que he estado corrigiendo, abro el documento en mi laptop y continúo donde me quedé, ahí se me van las cuatro horas restantes, termino con los ojos cansados y decido que tomaré una siesta apenas llegué a casa.
Voy dejando a Sophie por la residencia, no tiene auto, dice que le da miedo conducir y se mueve en transporte público o, en este caso, en mi auto porque, en sus palabras, ¿de qué sirve tener un amigo con carro si no puede llevarme de vez en cuando?
—Hasta mañana —me dice, bajando.
Yo solo le hago adiós con la mano antes de cambiar el rumbo hacia mi piso, tengo una hora antes de que llegue Kiara y voy a aprovecharla para dormir, definitivamente. Lo hago, dejo que mis ojos descansen y gruño un poco cuando el timbre suena, incluso cuando sé que es ella.
—Ya estaba por irme —señala en cuanto llega.
—Me quedé dormido —le digo, señalando el sofá para que se siente.
, lleva un conjunto de pantalón y blazer color verde esmeralda, no había tenido oportunidad de verla usando ese color, pero creo que se ha convertido en mi segundo favorito, después del rojo. Se quita el blazer, quedando en un pequeño top del mismo color. No sé si lo hace adrede, pero me deja sin aliento.
—¿El trabajo es muy cansado? —me pregunta, sacándome del ensimismamiento.
—No demasiado —respondo—. Pero tener los ojos tanto tiempo viendo la pantalla sí cansa.
Asiente y se quita los tacones también, para acomodarse sobre el sofá, ata su cabello en una cola desordenada, dejando caer un par de mechones a su rostro. Debo hacer un gran esfuerzo por no decirle lo preciosa que luce así.
Retomamos la escritura donde la dejamos y descubro que me molesta un poco como todo fluye como si nada hubiese sucedido, como si no me doliera, como si no le doliera a ella, porque sé que dolió, no lloras si no duele y esas lágrimas que cayeron de sus ojos no eran falsas. Pienso en ello dejando que mi concentración se enfoque en algo diferente a la tarea que tenemos.
—No estás escribiendo —señala Kiara.
—Estoy pensando, dame tiempo, Harmony.
Se queda callada, siento su mirada sobre mí, pero no me atrevo a devolvérsela. Si la miro, sus orbes grises me absorberán, haciéndome olvidar que empiezo a procesar el hecho de que nada sucederá entre nosotros. En estos días, llegué a la conclusión de que el sexo no era el problema, quizá no fue eso lo que Kiara debió prever en su estúpido acuerdo, lo que ha complicado esto es el hecho de querer más que sexo, de ansiar despertar a su lado, de querer hacerla reír a todas horas, de desear para tocarla y no hablo del ámbito erótico, sino de acariciarle las mejillas, de abrazarla, de sentir sus manos entrelazadas con las mías. Qué iluso.
—¿Tú anotaste lo que queríamos poner aquí? —me pregunta, subrayando de amarillo para hacerme ver a lo que se refiere.
—Creo que sí, revisa mi libreta, debe estar ahí —le digo, no me apetece ponerme de pie y a ella le queda más cerca.
—¿Dónde está?
Señalo mi mochila, que se encuentra en el sofá junto a ella. La veo rebuscar y acaba sacando algo que no luce como mi libreta. Mierda.
—¿Eres alérgico también?
Olvidé por completo que cargo esos auto inyectores desde el incidente con las nueces, le pedí a Evie que me los consiguiera y los he estado cargando conmigo desde entonces, incluso cuando no veo a Kiara, desconozco la razón, mera preocupación, me imagino.
—Es precaución —le resto importancia.
Ella asiente y vuelve a dejarlo en mi mochila, ahora sí toma mi libreta, me imagino que encuentra lo que busca porque de inmediato empieza a transcribir lo anotado en papel. No tengo nada que hacer más que esperarla, así que la observo mientras escribe, lo que me juega en contra porque me termino dando cuenta de detalles que me hacen echarla más de menos. Sus ojos se encuentran con los míos y me vuelvo consciente de que sin contacto cero se me hará imposible superar esto, ¿lo malo? El contacto cero en nuestra situación no es algo viable, debemos acabar este libro.
—¿A qué te refieres aquí cuando mencionas "estrellas"? ¿Irán a verlas?
Asiento.
—Harland tiene un observatorio, sabe que a Selene le gusta todo lo relacionado a la astronomía y la lleva —explico.
Ella sonríe y me mira enternecida.
—¿No podrías darle esos destellos románticos a Harland antes? Mira que es un lindo.
Ya, es que yo no escribo romance, la única razón por la que se me ocurren esas cosas ahora es porque pienso en ella. Al final su sonrisa acaba contagiándome y es extraño, es de las primeras sonrisas que compartimos desde la semana pasada, desconozco si es algo bueno o malo. Solo sé que la echo de menos, extraño la cercanía que adquirimos después del desprecio inicial, la confianza que surgió por razones que quizá nunca termine de comprender. Sigo teniéndola a mi lado, pero se siente como si la hubiese perdido y solo mantuviese conmigo un mísero reflejo de lo que solíamos ser.
—¿Puedes seguir tú? —me pregunta—. Debo responder un correo de la editorial.
Asiento, venía siguiéndole el hilo, solo termino de construir lo que ella inició y acabo descubriendo que no se me da tan mal lo de describir escenas de romance, debo retroceder para guiarme de lo que Kiara venía indicando, pero disfruto detallar las miradas de Harland y Selene, los roces de manos, las sonrisas, me recuerdan un poco a nosotros, al menos la historia de ellos sí tendrá un desenlace coherente.
Veo a la rubia teclear en su laptop, imagino que se encarga de su trabajo, preguntar es prohibido, al menos lo es ahora. La plática casual se ha reducido tanto que el silencio no es tan ameno como lo era antes, lo único que consigo disfrutar a medias es el hecho de poder seguir mirándola, incluso sin ser capaz de tocarla. Vuelvo la mirada a la pantalla, continuando con lo que venía redactando.
—Para no ser un escritor de romance, lo haces bastante bien —me dice, se aclara la garganta y lee lo que escribí—: "El cielo está iluminado con centenares de estrellas, constelaciones que conozco como la palma de mi mano y que me han maravillado toda mi vida; sin embargo, nada brilla más que ella cuando ingresa y, con curiosidad, repara el ambiente, sus ojos centellean y mi corazón encuentra un nuevo modo de latir"
Suelta un último suspiro exagerado y acaba sonriendo de manera triste.
» Plantéate escribir un libro de romance, como reto, quizá. Las lectoras se volverían locas.
A la única que me gustaría volver loca es a ella y no lo he conseguido, ¿qué importan las demás?
—No es tan fácil, perdón por haberte subestimado.
Se encoge de hombros.
—Imaginaba que algún día te tragarías tus propias palabras.
—Llegó el día.
Me deja continuar con la escena que, en primer lugar, yo imaginé, la plasmo con todas las particularidades que considero necesarias, las descripciones de emociones y roces me hacen tardar un poco, pero tras darle un par de vueltas consigo que luzca como quería, Kiara aprueba cada línea y solo habla cuando considera que hay algo que debo variar, no refuto demasiado, después de todo, la experta es ella.
Se va un rato después de que llegamos a las tres mil palabras que nos propusimos, la acompaño hasta su auto y veo como abandona mi departamento. Subo, avanzo con un poco de tareas y decido irme a dormir. No descanso como me gustaría porque su rostro se cuela en mis sueños, recordándome lo lejos que la tengo.
30 de abril, 2029
Kiara
Si hace unos meses me hubiesen dicho que desearía un abrazo de Simon Davis, probablemente me habría reído. Ahora no me causa gracia verlo y saber que no puedo correr a sus brazos para que me refugie entre ellos, que no se me permite volver a clavar el mentón en su pecho para verlo sonreír, que sus labios no volverán a rozar los míos, que sus manos no sostendrán mi rostro ni acariciarán más mi cintura. Es por su bien y por el mío, me repite mi cerebro, un dolorcito que nos salvará de uno peor. Es claro que todos estos factores, pierden relevancia cuando mis estúpidos celos cobran vida y me llenan el cuerpo de una molestia que no consigo controlar. Simon no es demasiado activo en redes, no sube fotos ni nada por el estilo, pero sí repostea. Es por esas interacciones que consigo ver lo que almuerza y, ante todo, con quien lo hace.
Sophie es una chica dulce, genial y me agrada, sé bien que me agrada. No somos amigas, ni mucho menos, pero es compañera de Ayla y he compartido con ella, no demasiado, al menos no hasta ahora, que me la cruzo hasta en la sopa.
—¿Qué pasó, Simon? —le dice en el video que subió a redes.
El susodicho se ríe y cubre su rostro con sus manos, la carcajada de Sophie suena de fondo.
—Deja de burlarte de mi almuerzo —le pide.
Ella ríe otra vez y Simon la observa, no a la cámara, a ella antes de que el video se corte. En el siguiente Sophie explica que se equivocaron con su plato y Simon no quiso reclamar para que el camarero no se sintiera mal.
Cierro sus historias y elijo bajarme del auto, ya va siendo hora de que suba a ver a mi compañero de escritura y, ahora sí, disimule la molestia que me genera el ya no poder gozar de esa faceta suya. Posiblemente esté molesta conmigo misma.
Toco a la puerta y los ojos verdes de Simon me reciben, está sonriendo, o lo estaba porque la curva disminuye en cuanto ve me.
—Llegas temprano —señala.
Yo siempre llego temprano, ¿a qué se debe esa observación?
—¡Eres tonto! —escucho que viene desde adentro, no debo esforzarme en identificar a la dueña de la voz porque se aparece a su lado, apoyando la mano en su brazo—. Oh, hola, Kia.
Surge un breve momento incómodo en el cual solo nos miramos.
» Pero pasa. Simon, no la dejes afuera, qué grosero —le da un empujón, apartándolo para que yo pueda ingresar.
Lleva el cabello negro recogido en una coleta alta y se apresura a guardar sus cosas, imagino que ya iba de salida.
—¿Te veo mañana? —le pregunta Simon.
—Sí, aunque no quieras, me tienes que ver mañana —le sonríe ella.
Me siento ajena, como si no perteneciera a su pequeña burbuja y eso es porque no pertenezco, no sé más que lo que ella comparte en Instagram, lo demás es privado, solo de ellos dos.
» Iré a tu departamento —me dice—, supongo que te veré más tarde.
Asiento.
—Ahí te veo, ve con cuidado.
Besa mi mejilla y se va por donde yo ingresé hace breves instantes, va a cerrar la puerta, pero Simon la detiene.
—Oye, Sophie, espera —ella voltea a verlo—. Te acompaño.
—No hace falta —responde.
—Que sí —le quita la mochila para cargársela al hombro y me mira—. Ya vengo, iré a embarcarla.
Yo solo asiento, escucho que llama su nombre antes de que el sonido se bloquee. Mi cerebro no tarda en pensar de más y está mal, no debería desagradarme esto, sé que Tellie le ha inculcado esa costumbre de cuidar de las mujeres a su alrededor, lo que resulta lindo, incluso. Pero mi tema con Sophie es secundario a lo que ya sé, porque Simon no vuelve pronto y doy vueltas a diferentes escenarios que ocasionan dolor en mi pecho. ¿Le besará la frente como solía hacer conmigo? Diez minutos, quince, camino en círculos en su sala y no me detengo hasta que él vuelve, quizá en el fondo espero una explicación a la demora, pero no la obtengo. Simon entra, se sienta y me mira, como si esperara que lo haga también. No tengo nada que reclamar, de verdad, nada, pero sí siento curiosidad por saber la razón que impulsó a Sophie a aparecerse aquí, me guardo las preguntas y me limito a emitir un comentario que quiero hacer lucir como inofensivo.
—Qué bueno que tengas un rostro conocido en la editorial.
—Sophie es genial.
—Lo es.
Acabo sentándome junto a él, escribimos, como de costumbre y le doy más espacio para que escriba, después de descubrir que no es malo redactando romance, ha escrito más escenas que, para ser sincera, me gusta leer. Me gusta ver como Simon percibe el amor, la atracción. Por momentos solo lo dejo fluir, hipnotizándome por el sonido de sus dedos presionando cada tecla de manera rápida, yo leo conforme él escribe; cuando duda, intento ayudar, opino si lo considero necesario y me quedo callada, solo leyendo, cuando empieza a tejer frases que consiguen acelerarme el corazón. De verdad necesita escribir un libro de romance. Se lo vuelvo a decir, él solo sonríe, como si escondiera un secreto, un misterio que quiero descubrir.
No me percato de la hora hasta que Simon me lo hace saber, falta poco para medianoche.
—Puedes quedarte, si gustas —me dice, una parte de mí se ilusiona, aunque dura poco porque agrega—: Yo dormiré en el sofá.
Niego.
—Me voy a casa.
Él asiente y me presta un abrigo para cubrirme, quizá no debería aceptarlo, pero lo hago solo para tener algo que pueda reconfortarme, no conservo nada que mantenga su aroma, puedo quedarme con esta prenda y no devolvérsela jamás. Me acompaña hasta abajo, como siempre y se queda allí hasta que me voy. Imagino que no luzco del todo bien, porque Ayla ha instaurado la costumbre de prepararme un té todas las noches, luego se sienta junto a mí y me pregunta como llevo todo.
—Bien —respondo siempre.
Ella sabe que miento, yo también sé que lo hago. Pero ninguna dice nada al respecto, al menos no todavía. Quizá algún día me quiebre y le diga que lo estoy pasando fatal, que extraño a mi Simon, que echo de menos que me diga Kia o Kiara, últimamente solo usa mi apellido, tampoco me agrada el hecho de verme prohibida de apoyar la sien en su hombro cuando alguna clase me resulta pesada o de sentir las yemas de sus dedos acariciando el dorso de mi mano.
Me duele el corazoooooooooon
Ya quiero que este pesar acabe :')
Otra vez, disculpen la demora, ahora mismo programo el capítulo para el lunes. Admiro a Kiara por poder escribir en época de universidad, yo con las justas puedo respirar :')
En fin, nos vemos el lunessss <3 las quiero.
Que tengan felices lecturas <3
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