CAPÍTULO 21

14 de febrero, 2029

Simon

Kiara se remueve a mi lado apretujándome por el torso, yo suspiro porque el movimiento hace que su aroma se extienda. ¿Cómo acabamos así? Anoche se quedó a dormir porque estudiamos hasta la madrugada y no me animaba la idea de que volviera sola a casa, así que, como buen compañero de clases, le ofrecí mi cama, lo que no me incluía a mí, al menos no en la oferta inicial. Fue ella quien lo propuso, para mi sorpresa y agrado. "Después de todo, ya hemos dormido juntos", dijo y las mejillas se le sonrojaron tanto que tuve que contener mi sonrisa. Acordamos no tocarnos durante la noche, pero, como siempre, rompimos el trato, tengo vagos recuerdos de la madrugada donde ella se acurrucaba contra mí y tiraba de mi brazo para que la rodeara, ¿Debía negarme? Mi yo dormido no lo consideró así, es por ello que ahora estoy disfrutando de su cercanía y de los suspiros que emite entre sueños.

Que bonita manera de empezar San Valentín.

Han de ser las seis de la mañana y eso lo compruebo cuando mi teléfono vibra en la mesita de noche, debe de ser Tellie.

Me muevo con cuidado de no despertar a Kiara, ella gimotea cuando siente la ausencia, pero se contenta con la almohada que le doy para abrazar. Salgo a abrir la puerta y ahí está mi hermana con un ramo de margaritas.

—Entrega lista —me dice en voz baja—. ¿Sigue dormida?

Asiento.

—¿Por qué margaritas?

Rueda los ojos.

—Revisé sus redes sociales y me apuesto lo que sea a que son sus favoritas. Además, según Google, las blancas se utilizan para seducir. Pedí una notita para que escribas algo, eso no puedo hacerlo yo —me entrega las flores e ingresa a la cocina para dejar otra bolsa—. Hay un bote de helado aquí de fresa con lúcuma, del resto te encargas tú.

—De acuerdo, gracias, Tellie —ella me abraza y sonríe.

—Estoy emocionada —suelta un gritito y me hace adiós con la mano antes de irse.

Lo de las flores lo pensé anoche, cuando me dijo que se quedaría, así que le escribí a mi hermana para que me las trajera hoy temprano. Stella odia madrugar y aún así me ayudó con ese recado. Decido llenar la notita antes de empezar con el desayuno.

«Creo que puedo catalogar dormir contigo como una de mis actividades favoritas, ¿despertar en san Valentín y verte dormir? Creo que es tu estrategia para hacer que me enamore de ti, y, si es que no lo pretendes, déjame informarte que es ahí a donde me estoy dirigiendo. Te dije que tu acuerdo tenía vacíos, este es uno de ellos. Feliz San Valentín, rubia engreída.»

Preparo el chocolate, las tostadas y los huevos revueltos, desconozco cuál es su desayuno preferido, pero creo que esta es una opción válida. Su alarma debe sonar en cinco minutos y me aseguro de dejar todo listo para cuando despierte, si es que lo hace. Recuerdo algo y me muevo a mi habitación para buscar en el ropero una bolsa con lo que compré hace unos días, justo en ese momento la maldita alarma suena y Kia se mueve, no me nota aún. Tantea la almohada y frunce el ceño cuando ve que esta se hunde, esto último la hace abrir los ojos. Comprueba que no estoy y forma un puchero en los labios, sonrío.

—¿Acaso estás echándome de menos? —la molesto.

Dejo la bolsa en la mesa de noche y vuelvo a recostarme a su lado. Ella me detalla por un par de segundos antes de volver a cerrar los ojos.

—Estás haciendo trampa —señala.

—Fuiste tú quien propuso que durmiéramos juntos —le recuerdo.

—Habría sido descortés que durmieras en el sofá.

—¿Entonces te preocupas por mí?

Suelta un gruñido y se voltea, dándome la espalda. Me pego a ella rodeando su cintura y deja salir un suspiro. Le beso el hombro y noto como su cuerpo se relaja.

—Eres cruel —susurra.

—Tú eres masoquista.

—Un poco, puede que sí.

—Anda, levántate, ya preparé el desayuno.

Beso su mejilla y me pongo de pie, tomo la bolsa antes de que la note y la dejo junto a las flores en la isla de la cocina. Aguardo por ella que llega diez minutos después, se ha lavado la cara, pero sigue algo despeinada, camina bostezando, pero se detiene cuando ve las flores.

—¿Qué es eso?

Sonrío.

—Feliz San Valentín, Harmony.

Sus mejillas enrojecen y se acerca a las margaritas, quiere esconder la sonrisa y lo logra hasta que lee la notita.

» En caso de que no lo hayas notado, o de que quieras ignorarlo, estoy coqueteando contigo.

Rueda los ojos, pero camina hacia mí y apoya la frente en mi pecho, yo rodeo su cuerpo con mis brazos. Siento el fuerte retumbar de mi corazón, no esperaba esa reacción.

—Están hermosas, gracias —murmura—. ¿También preparaste el desayuno?

Asiento, ella levanta la vista para mirarme. Por un instante me tiento a besarla y parece que Kiara también lo considera, porque se aparta y se sienta en una de las sillas, tomando una tostada.

—¿Quieres el helado ahora o cuando termines?

Suelta una risa.

—Davis...

—Es solo helado.

Suspira.

—Cuando termine.

Asiento y me siento junto a ella, desayunamos juntos, yo la miro mientras Kiara come con paciencia, bebe del chocolate y mi mano desobediente le limpia los restos de la bebida que quedaron en sus labios.

Ella me mira y entrecierra los ojos, yo sonrío.

—Me lo estás poniendo difícil —me regaña.

—Ese es el punto —retiro mi mano y continúo comiendo.

Me hace preguntas sobre el examen de hoy, yo le respondo y hago mis propias interrogantes, ella también responde de manera correcta. Sé que está nerviosa, es el examen de Harris y su relación no ha sido buena durante la última semana, después de todo, Jaden no confesó y Kiara tuvo que ir a conversar con la directora de escuela que, para suerte nuestra, es amiga de la señorita Gerard y se ha mostrado dispuesta a escuchar su versión de la historia. El trámite no ha terminado, pero ese pequeño incidente va a demorar la salida de Harris.

Cuando termina su plato y se queda callada me veo obligado a hablarle, está pensando de más y esa no es buena señal.

—Te compré algo —le digo.

Sus ojos me siguen y yo señalo la bolsita que está junto a ella. La toma y me la entrega, yo saco el pequeño cofre que hay dentro y lo abro, enseñándoselo.

—Simon... —pasea los dedos por el brazalete, sin sacarlo del cofre—. No debiste...

—El dije retiene aromas, elegí lavanda porque sé que te calma —señalo.

La veo tragar y parpadea como si quisiera guardarse lágrimas. Dejo la cajita a un costado y tiro de su silla para acercarla más a mí.

» ¿Qué sucede?

Niega y rodea mi torso.

—Es un gesto bonito, gracias, no pensé que recordarías lo de la lavanda.

—Recuerdo también lo del té de jazmín —señalo, sus ojitos grises vuelven a mirarme—. Creo que recuerdo todo lo que te concierne.

Me pellizca la muñeca, yo me quejo.

—Si acepto acostarme contigo otra vez, ¿dejarás de hacer todo esto?

—No.

—¿Qué es lo que quieres, entonces?

Me encojo de hombros.

—Me gustas y creo que podría enamorarme de ti, Harmony, quiero que estemos en la misma página, así que mi plan es enamorarte, no solo acostarme contigo.

Arruga la nariz y vuelve a esconderse, esta vez hundiendo el rostro en mi cuello, el contacto me hace estremecer.

—¿Un poquito más crudo no podías ser?

—Estoy siendo sincero.

—Vale.

—Ahora ya sabes a lo que te enfrentas —sonrío y la aparto un poco para mirarla—. No estoy rompiendo el acuerdo.

—Sí, ya me hiciste ver los vacíos —rueda los ojos, pero sonríe—. Aprendiste mejor de tu hermana que yo de mi cuñado.

Eso me hace reír, lo que acaba contagiándola también.

—¿No quieres ducharte? —le pregunto—. Te compré...

Suspira.

—¿De casualidad no me compraste también una entrada para el próximo concierto de Ed Sheeran?

—No, pero tomo nota.

Me da un empujón, yo sonrío.

» Compré champú con aroma a lavanda y una loción también —le digo—. Están en el baño, en la repisa al costado de la ducha.

—Joder, Davis. ¿Por qué haces todo esto?

—Eres una chica lista, Harmony, no creo que haga falta que te lo repita, pero además de mi plan de enamorarte, está el hecho de que quiero que estés bien hoy, todo eso es para relajarte y siquiera intentar darle guerra a tu ansiedad cuando se trata de Harris.

No me dice nada, solo se levanta y besa mi mejilla, el contacto se siente como la gloria. Agradece por el desayuno y se pierde por el pasillo que lleva a mi habitación, dejándome solo con mis pensamientos. ¿Qué tanto tendré que empujar sus límites para llegar a donde quiero?

Kiara

Subestimé a Simon Davis. Lo hice y ahora me pesa saber que no se ha encomendado en una misión imposible. Soy una persona enamoradiza, me rendí después de Brendon y decidí enfocarme en mis clases, no me cerré, pero no había nadie que llamara mi atención, al menos no hasta que Davis hizo que me echaran de la biblioteca. No lo hizo de la mejor manera, pero despertó algo.

Un algo que incrementó cuando nos encomendaron la tarea de escribir un libro juntos, la convivencia diaria, las risas, los gestos y, por último, la tensión de San Diego. No era consciente de que me gustaba, fue un hecho que mi cerebro decidió ignorar hasta que fue demasiado tarde como para detenerlo. Pensé que solo era tensión sexual, que nos teníamos ganas y ya, que todo acabaría ahí, error.

—¿Estás lista? —está apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados.

—¿Ya iremos a la universidad? —indago.

Han de ser las ocho de la mañana y yo debería estar en el bufete con Lois, pero avisé anoche que no iría porque ya sospechaba que mi ansiedad me jugaría en contra y no quería hacer agravios allá.

—No, aún no, hornearemos, escribiremos un poco y estudiaremos antes de ir.

—¿Ya planificaste todo?

Asiente orgulloso.

—Hasta conseguí moldes, mi Lichi tenía y los tomé prestados.

Sonrío. Sé que va seguido a verla, espero que haya podido disfrutarla, así como lo hizo cuando fui yo también.

Me pongo de pie y lo sigo a la cocina donde ya tiene todos los ingredientes distribuidos, veo una pila de tarjetas al costado y me informa que las hizo para estudiar. Me ensucio con harina antes de considerar atarme el cabello y le pido a él que se haga cargo de ello, con cuidado toma mi cabello y arma una coleta que probablemente va a caerse en algún momento, cuando le reclamo por lo holgado que está se limita a contestar diciendo que no quería lastimarme.

—No dijiste lo mismo cuando...

—Eh —me detiene—. Son contextos diferentes.

Sonrío.

—Ajá, como digas.

Se pone un delantal y hace lo mismo conmigo, atando el nudo por mí. Me hace preguntas mientras trabajamos con la masa, y repetimos el mismo procedimiento del examen pasado, salvo que esta vez algo ha cambiado entre nosotros. Hay sonrisas cómplices, contenidas, coquetas. Simon me hace reír cada dos por tres, ayudándome a olvidar el miedo que me da este examen.

Me cuestiono si hice bien en continuar con el trámite y parece que él lo nota porque no tarda en hablar para callar a la vocecita de mi cabeza.

—Tú lo escribiste, esos halagos eran para ti, Kia —me dice—. No te has equivocado en reclamar tu derecho a que ese escrito sea reconocido como tuyo.

—Va a desquitarse.

—Contra los dos, tu primer puesto sigue intacto —me recuerda.

—¿Vas a cedérmelo? —le sonrío.

—Vas a ganártelo, Harmony, si quedas primera será porque lo mereces.

Le doy un empujoncito con la cadera.

» ¿No es por eso que lo quieres?

—¿De que hablas?

Toma uno de los rodillos, expande la masa y coloca los moldes, sacando cada galleta y poniéndola sobre la fuente.

—No quieres ese titulo para que te aplaudan, ¿me equivoco?

Lo pienso un poco y niego.

—Me gusta ser quien lo merece —explico—. Saber que mi esfuerzo ha valido la pena.

—Lo valdrá —me devuelve el empujón sutil.

Acabamos las galletas y tomamos sus tarjetas para empezar a estudiar, respondo la mayoría de preguntas, las que no recuerdo él me las explica y lo mismo a la inversa. Me gusta estudiar con Simon, lo disfruto y consigo olvidar por momentos lo nerviosa que puedo estar por el resultado.

Esta vez es él quien saca las galletas y, de paso, me prepara un té de jazmín. Sigue pareciéndome tierno que lo haya recordado, al igual que lo de la lavanda. Compró un kit de champú, acondicionador, jabón y loción de lavanda y eso sin contar la pulserita que retiene el aroma, como para llevarla siempre y mantenerme tranquila.

—Deja de pensar —me dice.

—Si no pienso, no apruebo.

Sonríe y hace que me ponga de pie, frente a su cuerpo.

—No hablo de eso, venga, respira.

Pone las manos en mis hombros y sigo el movimiento que él hace con cada inhalación y exhalación. Me pide que piense en algo bonito, pienso en Jane.

—¿Más relajada, "Ti, ti"?

Soy yo quien sonríe ahora.

—Ahora vas a tener que aguantarme mientras hablo de mi Papita.

Nos sentamos y él me pide que le cuente la historia del apodo "papita", termino narrando el modo en cómo mi hermana se enteró de que estaba embarazada, su terquedad insistiendo que sus nauseas eran el resultado de haber comido papas fritas en mal estado y la sorpresa cuando esa papita terminó siendo mi sobrina.

Se ríe cuando termino y, ni por un instante, considero el hecho de que pueda divulgar eso. Confío en Simon, creo que confiamos el uno en el otro en términos de familia.

—Entonces, Papita es mejor conocida como Jane Eloise, mi cuñado se las arregló para meter su nombre en el segundo de Jane y Ada quiso que su hija tuviera el nombre de una de sus autoras favoritas.

—¿Jane Austen?

Asiento.

» ¿Tú te llamas Elizabeth por Lizzy Bennet?

Sonrío y vuelvo a asentir.

—Mamá es amante de la literatura clásica, a Ada le puso Brontë por las hermanas Brontë y yo soy Elizabeth por uno de sus personajes favoritos.

—¿Y Kiara?

Sonrío.

—Lo eligió papá.

Su mano se apresura a tomar la mía y el gesto no me desagrada, por lo que no rompo el contacto.

» Mamá me dijo que le gustó porque significaba "la que trae la luz" o algo por el estilo.

Me encojo de hombros.

—Es un bonito nombre.

—Ya...

—Y se puede usar en frases.

—¿Cómo así? —sonrío.

Él sonríe también y por el gesto me huelo que dirá algo desatinado.

—Por ejemplo, si digo "Me gustas, Kiara", se escucha demasiado bien.

Ruedo los ojos, él tira de mi mano haciendo que nuestros rostros queden cerca.

» Me gustas, Kiara.

Resoplo.

—Ya me lo dijiste.

—Y lo seguiré haciendo hasta que me respondas con un "También me gustas, Simon".

Me alejo, pero él se inclina para besarme la nariz, lo regaño con la mirada.

—Para ser una persona a la que no le gusta el romance, eres bastante romántico.

—Sé cuando y con quien debo esmerarme. Tú me gustas, sería ilógico que no fuera todo lo romántico que se pueda.

Le doy las tarjetas para seguir estudiando.

—Anda, pregunta, que no vendrá en el examen que tanto te gusto.

Me sonríe y lanza otra pregunta, lo miro mientras pronuncia cada palabra, el brillo de sus ojos, el brillo coqueto y como su lenguaje corporal apunta a mí, a que me quiere, busca contacto, lo hace incluso con excusas tontas como quitarme un lápiz, limpiarme una pelusa invisible. Es encantador, encantadoramente peligroso que me agrade tanto.

17 de febrero, 2029

Yo creo que un día de descanso no le viene mal a nadie, después de todo, de eso me convencí cuando le escribí a Nick para decirle que no podría verlo hoy, después de una semana de exámenes, lo que menos quería era acabar tirada sobre la colchoneta del gimnasio de mi hermana. Lo que sí me apetecía era escribir, ¿Dónde? Me provocó la biblioteca y Simon acató mi pequeño capricho.

Llego diez minutos antes a la universidad, me dio pereza preparar el desayuno y se me acabaron las barritas, así que compro una en la pequeña tienda que está cerca del campus, tienen de la misma marca así que es seguro, subo a la biblioteca y aparto una mesa, Davis me avisó que ya estaba viniendo. Tengo una mesa alejada de la bibliotecaria así que saco mi barrita y le doy un mordisco antes de volver a guardarla en mi bolso. Mastico mientras enciendo la laptop y detecto el problema después de haber tragado. Conservo pocos recuerdos del sabor de las nueces por lo que no sé reconocerlas, pero sí soy consciente de que mi barrita no sabe igual, es eso lo que me hace revisar la etiqueta y comprobar que esta no es la edición que compro siempre, que incluso si el paquete es del mismo color, hay un ingrediente más.

—Joder.

Mamá siempre me ha dicho que no debo desesperarme, que si llegase a suceder debo mantener la calma y solo hacer uso del autoinyector. Una cosa es la teoría, una muy diferente, la práctica y eso lo compruebo cuando no encuentro mi autoinyector.

—Mierda, mierda, mierda.

Me pongo de pie intentando controlar mi respiración, marco el número de Simon que no tarda en contestar.

—Estoy llegando, ¿ya me extrañas?

—Necesito —la voz se me corta, trago—. Necesito que vayas a la enfermería y pidas un autoinyector de epinefrina, olvidé el mío y he comido nueces.

—Mierda.

—Corre, no sé cuanto tiempo tengo.

Camino cuanto puedo, la desesperación incrementa cuando mi garganta empieza a cerrarse y mi piel a escocer, siento mis ojos lagrimear y el paso del aire es cada vez dificultoso. Bajo algunos escalones y ya no sé si me agrada o no la falta de estudiantes, acabo sentada en una grada, aguardando por Simon y rezando internamente porque se dé prisa. 

HOY SE ESTRENÓ THE TORTURED POETS DEPARTMENT, ¿ya lo escucharon? Yo sí, pero, si les soy sincera, aún no consigo elegir mi top :')

Este capítulo me gusta mucho, lo de San Valentin y Simon coqueteando con Kia es tierno, la rubia me saca un poco de las casillas, pero qué se hace jajajaja igual la amo. 

Nos leemos el lunesss <3 Las amo

PD: Ojalá Simon llegue a tiempo con ese epipen uf 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top