CAPÍTULO 12

Simon

8 de diciembre, 2028

Observo a mi Lichi tejiendo lo que parece ser una bufanda, ha estado así desde temprano, hoy falté a la única clase que tenía porque Rose me pidió de favor que me quedara con mi abuela para que ella pudiera ir a ver a su mamá, al parecer estuvo enferma y quería visitarla, me fue imposible negarme. Respecto a mi encuentro para escribir con Harmony, le pregunté si sería posible que viniera para tener la reunión aquí ya que no podría encontrarme con ella por la mañana, tal y como tenemos establecido. Su respuesta fue un escueto "Vale", acompañado por un "Envíame la dirección". No pidió mayor información, tampoco fue quejumbrosa al respecto, imagino que los favores se pagan entre sí.

—Lichi, ¿quieres comer ya? —pregunto por quinta vez en la noche y su respuesta vuelve a ser que no.

Me preocupa, mentiría si digo que no; sin embargo, no me atrevo a insistir por miedo a inquietarla, ha estado tranquila todo el día y no quiero arruinarlo. Reviso mi teléfono, he estado esperando una respuesta de Dylan desde hace una hora que fue cuando le pregunté si estaba interesado en dejar la residencia. Sería genial tenerlo como compañero de piso, lo conozco, confío en él y, lo más importante, compartimos ciertas formas de pensar, tengo la certeza de que no tendré las mismas diferencias que con el rubio del otro día.

Tocan la puerta haciéndome alzar la vista del teléfono.

—¿Andrew, puedes abrir?

—Sí, mamá —me pongo de pie y me apresuro a ir, no puedo tardar.

Una Kiara abrigada en exceso me mira del otro lado del umbral. Sonrío, parece un oso con tantas capas de ropa.

—Sí, sí, muy gracioso, ¿puedes moverte? Hace frío aquí afuera.

Me rio y la dejo pasar. Empieza a quitarse la bufanda, el gorro, los guantes y demás conforme ingresamos hasta llegar a la sala, donde escribiremos de modo que puedo seguir echándole un ojo a mi abuela.

Hay una mueca de hastío en su rostro, pero esta desaparece en cuanto ve a mi Lichi sentada en el sofá, las facciones se le ablandan y una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios.

—Buenas noches —saluda.

Mi abuela no le responde, está enfrascada en su actividad, consigo notar algo de tristeza en la mirada de Kiara y me apresuro a su lado.

» ¿También le hablaste mal de mí? —indaga en un susurro.

Niego.

—No lo tomes personal, por ratos se desconecta —le explico—. Tiene alzhéimer así que no te sorprendas si no me reconoce o si me llama Andrew.

Trago duro porque decirlo en voz alta es más complicado que solo pensarlo. Kiara parece notarlo porque posa una de sus pequeñas manos sobre mi antebrazo, de algún modo me reconforta. No dice nada, solo me da un apretón antes de liberar el agarre.

—¿Podemos escribir aquí? —le señalo el sofá que está a unos metros de mi abuela.

Ella asiente.

—Sí, está bien —lleva su mochila con ella y se sienta—. Por cierto, te traje los apuntes de la clase de hoy, por si los necesitas para estudiar.

Sonrío.

—¿No te conviene que no los tenga? —pregunto sentándome a su lado.

Rueda los ojos.

—Si te voy a superar, va a ser jugando limpio —responde—. Ya deja de molestarme con ello.

Está así desde que escuché su conversación con Ayla, donde fue bastante clara al expresar que necesitaba obtener el primer puesto y que "el idiota de Davis no iba a impedírselo". Tengo entendido que es la primera en la clase desde que iniciaron, los otros promedios no atentaban contra el suyo, al menos hasta que yo llegué.

—Como digas —le sonrío—. Cuando veas mi nombre encima del tuyo podrías arrepentirte de esto.

Me mira mal.

—¿Puedes comportarte?

—Estoy comportándome como "el idiota de Davis".

—Sí y te sale bastante natural, para que lo sepas.

—Es un don.

Decide ignorarme y saca su laptop, de manera indirecta me ordena hacer lo mismo, así que lo hago. Su breve ley del hielo se ve obligada a cesar porque, como todos los días, debemos hablar sobre donde nos quedamos antes de empezar a escribir.

—Andrew —me llama mi Lichi, alzo la mirada—. ¿Tu padre trajo algo para almorzar?

Suspiro aliviado.

—Sí, mamá, ahora te sirvo.

—De acuerdo, esa cirugía me ha consumido por completo.

Miro a Kiara y ella solo asiente mientras yo voy a la cocina a calentar su cena. No tardo demasiado, pero cuando regreso ambas están conversando.

—¿Entonces es neurocirujana? —le pregunta la rubia.

—Sí, pienso especializarme en niños, pero por el momento solo soy neurocirujana general.

—Eso es genial —le sonríe y se apara un poco cuando llego—. Ya llegó su almuerzo.

—Oh, Andrew, déjalo en la mesa, cariño —me dice—. Ahora voy.

—Traeré la silla...

—Puedo caminar —insiste mi abuela.

Me veo en una encrucijada cuando hace el intento de ponerse de pie, Kiara la toma del brazo.

—Puede hacerlo, pero ya estuvo de pie durante la cirugía —le dice con cariño—. Necesita descansar para la próxima.

Mi Lichi la observa por unos segundos antes de asentir. Respiro aliviado y llevo la silla para poder transportarla hasta el comedor. Kiara se sienta a su derecha y yo a su izquierda, mi abuela come tranquila mientras responde las preguntas de la rubia que parece tener un conocimiento lo suficientemente amplio sobre medicina como para mantener una conversación. Cuando termina su cena, es ella quien la lleva al baño para que pueda asearse y hacer sus necesidades. Ambas regresan sonrientes y mi Lichi decide continuar tejiendo cuando la devolvemos al sofá.

La cocina no está lejos, lo que le permite hablar conmigo mientras me encargo de lavar lo que ensuciamos sin descuidar a mi abuela.

—Tienes suerte de tenerla —me dice.

—Lo sé.

—¿Puedo preguntar por qué te llama Andrew?

—Ya lo estás haciendo —sus mejillas se sonrojan—. Cree que soy mi padre.

Una mueca triste aparece en su rostro.

—¿No te ha reconocido en todo el día?

Niego.

—Es raro cuando lo hace, he dejado de intentar que me llame por mi nombre porque cuando la contradigo se agita y es peor. Gracias por ayudar con lo de la silla, no recuerda que no puede caminar.

—Lo supuse, descuida.

—¿Frecuentas mucho a tus abuelos? —le pregunto, parece tener experiencia con el tema.

Niega.

—No conocí a ninguno, mamá quedó huérfana siendo adolescente y mi abuela paterna falleció cuando era pequeña, no la recuerdo.

—Joder, lo lamento, Harmony, que idiota —me seco las manos y volteo a verla.

Tiene los ojos enlagunados y sigo sin saber qué hacer en estas circunstancias, sería raro abrazarla como hago con Tellie o alguna de mis hermanas.

—No pasa nada —se seca la lágrima que no pudo contener—. Soy algo sensible con el tema de los abuelos, perdón.

—Es entendible, ¿tu abuelo paterno...?

—No sé lo que sucedió con él —se encoge de hombros—. Mamá dice que desapareció cuando papá falleció, supongo que no pudo tolerarlo, la abuela tampoco pudo sobrellevarlo sola así que murió a los pocos meses.

¿Su papá? Estoy metiendo demasiado la pata, estos temas son duros de tocar y solo estoy abriéndole la herida. Dejo la rareza de lado y la rodeo con uno de mis brazos, se siente más pequeña de lo que imaginaba.

» Perdón —susurra—. Te juro que esto no me sucede seguido.

—Eso es sorprendente —respondo—. ¿Quieres hablar sobre ello?

¿Qué clase de pregunta es esa? De verdad no sé consolar personas.

—No, es solo que, de vez en cuando, cuesta asimilar el hecho de que no tengo recuerdos a los cuales aferrarme, es todo — se aparta para mirarme—. Imagino que también la pasas mal, no debe ser fácil estar frente a ella y actuar normal cuando duele que no tenga las mismas memorias que tú conservas con cariño.

—No es una competencia de quien la pasa peor, Harmony —establezco—. No tienes que minimizar tu dolor solo porque yo también la paso mal.

Se encoge de hombros y termina de salir del abrazo.

—No sabias lo de mi papá, ¿verdad?

Niego. Sigo a Adara Harmony, me gustan sus películas, pero nunca he indagado de más respecto a su vida privada.

—Sí, Ada no suele mencionarlo, era pequeña cuando sucedió.

—¿Y tú?

—Lo suficientemente pequeña como para no tener un solo recuerdo suyo —me sonríe triste.

Hago mis cálculos mentales, Kiara no puede haber tenido más de dos años considerando la diferencia de edad con su hermana.

» Pero una aprende a vivir con ello, supongo, ¿ya escribimos?

Asiento. Regresamos al sofá en el que estábamos, mi abuela sigue concentrada en la bufanda. Ahora sí hablamos sobre la historia, discutimos ciertos aspectos y empezamos a preparar el terreno para entrar al ámbito romántico, lo que parece emocionar a la rubia mientras que yo siento cierto recelo por ese inicio.

—¿Será en este viaje?

Kiara afirma decidida.

—Ya estamos posponiendo demasiado el primer encuentro, hay que desarrollar la tensión entre ambos, de algún modo tenemos que detallar a Harland, Selene debe ser consciente de su atractivo, pero del mismo modo, odiar lo que él y los suyos pretenden hacer, o lo que ella cree que harán —responde.

Argumento al respecto, pero Harmony está decidida y no da el brazo a torcer.

—Si van a incluir romance sería bueno que empiecen a dejar pistas, sino no tendrá sentido, no será realista.

Miro a Kiara, pero ella tiene la vista perdida en otro lado, sigo la dirección de su mirada y mi abuela me sonríe.

» ¿No lo crees, Simon?

Puedo encontrarme en sus ojos, soy capaz de reconocer que esa sonrisa está dirigida a mí y no a mi padre, pero no hablo hasta que Kiara me pellizca suavemente en la mano.

—Tienes razón, Lichi —le sonrío—. Ambas tienen razón.

—Cuéntenme sobre qué es la historia.

Es la rubia quien se explaya contándole cada detalle que ya tenemos planificado, yo intervengo por momentos para ampliar la información y complementar lo que ella ya dijo, le hablamos de lo escrito y lo que se escribirá, dejamos ir dudas que ella debate con nosotros. El corazón se me hace pequeño y me esfuerzo por capturar todo para guardarlo en mi memoria, quiero conservarlo por ambos.

No quiero siquiera parpadear, temo que en un pestañeo todo pueda desvanecerse.

—¿Estás llorando, cariño? —indaga mi abuela.

—No es nada —le digo.

—Oh, no, ven te doy un abrazo.

Kiara me empuja para que me ponga de pie, parece estar igual de emocionada que yo, pero es más transparente al demostrarlo porque la sonrisa no se borra de su rostro. Mi Lichi rodea mi cuerpo y me refugia entre sus brazos, siento como toda preocupación se diluye con la sola presencia de su memoria albergándome junto a ella.

—¿Ella es tu novia? —me pregunta en voz bajita.

Sonrío, por supuesto que el chisme también ha regresado.

—Es una amiga —le digo, aunque dudo que Kiara califique como una.

—Es muy bonita —suelta una risita—, y ¡qué imaginación! Me recuerda un poco a mí. Pero bueno, ¿por qué llorabas, mi niño?

Niego con la cabeza.

—El peso de la realidad, solo eso.

Me aparta un poco para tomar mi rostro entre sus manos.

—La realidad puede ser dura, Simon, pero uno debe aprender a lidiar con ella porque, del mismo modo, contiene en sí misma las experiencias más hermosas que puedas imaginar. Si consigues lidiar con lo duro, puedes ser parte de lo precioso que tiene para darte —besa mi frente—. Ahora ve, tenemos que seguir planeando esta historia.

Un poco en contra de mi voluntad, vuelvo a mi asiento y consigo ver como Harmony se seca las mejillas, seguimos hablando sobre lo que se viene, mi Lichi aporta ideas que Kiara no tarda en escribir, creo que también está grabando, por si algo se le pasa. Son minutos grandiosos, pero un defecto del tiempo es que nunca se detiene, los segundos transcurren sin disculpar nada, ni siquiera el anhelo de un nieto que quiere quedarse congelado en un instante. En algún punto deja de hablar para girarse y bajar la mirada a su tejido otra vez.

El nudo se instala de inmediato en mi garganta, ¿este es el costo de ese breve instante de felicidad? Imagino que sí y, si soy sincero, estoy dispuesto a pagarlo.

Esta vez es Kiara quien me rodea para abrazarme.

—Lo lamento muchísimo, Simon —me susurra.

—Estoy acostumbrado.

—La costumbre no hace que duela menos —simplifica.

Me aparto de ella cuando el nudo se afloja lo suficiente para no temer romperme en cualquier momento.

» Puedo quedarme —me dice—. No creo que debas quedarte solo con ella, podría necesitar algo, tomé un curso de primeros auxilios y tengo conocimientos básicos de medicina.

—Eres una caja de sorpresas, Harmony.

Sus mejillas enrojecen.

—Además, podemos estudiar...

—¿Vas a admitir que si soy buen compañero de estudios?

Rueda los ojos. Toda la semana hemos estudiado juntos después de las sesiones de escritura, la semana que viene tenemos los primeros parciales y Kiara no quería dejar de lado los temas a repasar.

—¿Puedes no ser idiota y aceptar la oferta?

—¿Puedes no ser engreída y aceptar que aprendes con mis métodos de estudio más que con los tuyos?

—¿Sabes qué? Estudiaré sola en un rincón, pero igual voy a quedarme.

Se cruza de brazos y gira el rostro.

—Creo que funciono mejor que la pared del rincón —canturreo—. Sí podemos estudiar.

Murmura algo entre dientes, yo me rio en silencio, aguardo hasta que vuelve a mirarme sugiriendo que nos pongamos a escribir. Continúo con el ligero pesar en mi pecho, vigilo a mi Lichi cada dos por tres, con la esperanza de volverla a tener, pero no sucede.

Escribo con Kiara de corrido hasta que mi abuela señala que quiere irse a dormir, es la rubia quien la lleva al baño, yo las espero en su habitación. Harmony me echa de ahí para poder vestirla, las escucho reír y luego silencio. Abro la puerta y me asomo para encontrarla cantándole en voz bajita a mi Lichi, noto como le acaricia el cabello y, finalmente, deja un beso sobre su frente. Se sobresalta cuando me ve en el umbral.

—Te dije que esperaras afuera —me regaña.

—Técnicamente estoy afuera —me encojo de hombros.

Resopla.

—¿Tienes alguna de esas maquinitas para poder verla mientras duerme?

Asiento y busco en la habitación de Rose. Kiara vuelve a ingresar y enciende la cámara, puedo verla en el aparato gemelo, le informo que funciona bien lo que es suficiente para que salga al pasillo.

Volvemos al sofá y esta vez sí nos enfrascamos a escribir, lo hacemos hasta que noto los constantes bostezos de la rubia.

—Ve a dormir media hora —le digo.

—No... tenemos que...

—Harmony, no serás productiva con el cerebro cansado. Ve a dormir, te despierto en treinta minutos.

Asiente y apaga su laptop antes de seguirme. Tengo una habitación aquí, se la muestro para que pueda descansar. No tarda en acomodarse en la cama y, como no confía en mí, pone una alarma; sin embargo, pasan el tiempo y la señorita no se digna en levantarse, voy a verla y noto claramente como apaga la alarma para seguir durmiendo.

Me rio y voy a la cocina por un atomizador, regreso a la habitación y le rocío el agua en la cara.

—¿Está lloviendo? —murmura entre sueños—. Un paraguas... lluvia.

Se tapa los parpados, yo me rio y el sonido parece espabilarla, pero aun así sigo echándole agua y no me detengo hasta que suelta un gritito de frustración y se sienta.

—Vale, vale, ya lo capté —me da un manotazo y me mira feo—. Que horrible despertador eres.

—No le hiciste caso a tu alarma y quedamos en que solo sería media hora.

—¿Esta vez no te di pena?

Niego.

—No lucías tan cansada como el otro día.

Refunfuña y saca los pies de la cama, me da un empujón y se pone de pie. Murmura algo de que irá a lavarse la cara y que me ve en la sala. Ya tengo todo lo necesario para estudiar sobre la mesa, pero en cuanto la rubia regresa, tiene otro parecer.

—¿No sientes hambre?

—No.

—¿Tienes ingredientes para hacer galletas? —indaga con una sonrisa infantil, una muy diferente a las que suele esbozar cuando me tiene como compañía.

—¿Quieres hornear galletas a esta hora?

Asiente.

—Estoy estresada, horneo cuando me estreso y dormir me da hambre, entonces mato dos pájaros de un tiro.

—Déjame ver que hay en esos reposteros.

Da saltitos y aplaude, realmente está siendo todo lo infantil que no es cuando está conmigo, es una faceta extraña que estoy descubriendo, no me desagrada, solo no estoy adecuado a ella.

Le detallo todo lo que encuentro y Kiara dice que es suficiente para preparar algo comestible. Se pone el mandil de Rose y consigue otro en los cajones, me lo ofrece.

—Fuiste tú la que quería hornear, no me metas a mí —alzo las manos.

—¿Tienes masculinidad frágil? —pregunta inocentemente.

Entrecierro los ojos y tomo el bendito mandil, ella se ríe.

Pone música a volumen bajito y me pide que hable sobre los temas que vendrán en el examen mientras ella mezcla ingredientes. Durante todo el proceso hago lo que me ordena, que es poco a comparación de lo que la rubia hace, en su mayoría yo me dedico a explicar diversos puntos que creo que podrían incluirse en el parcial. Respondo a sus dudas y ella hace lo mismo con las mías.

—Toma —me entrega un poco de masa—. No tenemos moldes así que usa un vaso si quieres que tus galletas queden redondas, pero puedes hacerlo al ojo también, es bonito cuando tienen formas irregulares.

Me percato de que ella las hace mitad y mitad, algunas redondas y otras con formas extrañas. Cuando terminamos las ponemos en el horno y Kiara establece un temporizador para saber en qué momento debemos sacarlas. Mientras esperamos vamos a la mesa para estudiar ahora sí de lo que tenemos en el material que nos dieron.

Harmony adquiere un semblante serio para explicar los temas que va leyendo, pero me cuesta tomarla en serio cuando tiene el cabello y las mejillas llenas de harina.

—Davis, ¿puedes comportarte?

—Es que tú no colaboras.

—Hazte cargo de tu distracción, no me eches la culpa —se queja.

—Bueno.

Me muevo y la hago levantarse para encaminarla al baño.

—¿Qué mierda estás haciendo?

—Me hago cargo de mi distracción, como dijiste.

—¡Pero si yo estoy explicando!

La empujo cuando se planta en el suelo y, en vista de que no es suficiente, la levanto hasta llegar al lavatorio. Estando ahí se ve el rostro, pero no transcurre mucho porque le mojo la cara para quitarle las marcas de harina. Me da manotazos para que la suelte.

—Vale, ya entendí —me empuja—. Yo puedo sola, no tienes que tocarme, pudiste haberlo dicho y me hacía cargo yo misma.

La veo limpiarse el rostro y sacudirse el cabello, las hebras rubias caen en cascada por su espalda, las alborota dándoles un aire rebelde. Flashbacks de la noche de Halloween vienen a mi mente haciéndome desviar la mirada a su cuello, sigue igual de pulcro y... El agua en mi rostro me hace despertar de la breve ensoñación.

—Eso fue por lo de hace rato —me dice y toma otro poco de agua que no tarda en echarme encima—. Y esto por arrastrarme al baño.

Planta una toalla contra mi pecho.

» Puedes secarte, si gustas.

Se va dejándome mojado en la pequeña habitación. Cuando vuelvo después de escurrir el agua, la encuentro repasando sus tarjetas de preguntas y respuestas.

—Eso fue infantil.

—Así como despertarme con agua —se encoge de hombros—. ¿Ya estás listo para estudiar, esta vez con seriedad?

Me encojo de hombros y me siento frente a ella. Saca una tarjeta y la planta en mis narices.

—No tengo miopía —señalo.

—Respuesta, apura.

Joder, me ha puesto una difícil. Sonríe victoriosa, se ha tomado en serio lo de la competencia. Al ver que no respondo, voltea la tarjeta para que vea la respuesta, luego se dedica a explicarme por qué y no se detiene hasta que lo comprendo e interiorizo.

—A ver explícame tú a mí —pide—. Cuando explicas la información se graba en tu mente.

—¿Sí?

—¿Por qué crees que soy tan buena en esto? —me sonríe engreída—. Anda, explícame.

Lo hago y la rubia no me suelta hasta que se asegura de que realmente he entendido el tema. Cuando el temporizador termina, apagamos el horno y aguardamos por las galletas. Kiara está sacando la fuente cuando su teléfono suena.

—¿Puedes revisar, por favor?

Busco con la mirada el aparato y lo enciendo, es un mensaje de un tal Jaden, creo que es de nuestra clase.

—Un Jaden dice que si puedes pasarle los apuntes de la clase del miércoles —le informo.

Frunce los labios mientras acomoda la fuente sobre una de las mesas de la cocina.

—Debe necesitarlos, están en el escritorio de mi laptop, tienen la fecha, ¿puedes mandárselo por correo?

Me encojo de hombros, supongo que puedo hacerlo.

—Vale.

Hago exactamente lo que me dice, selecciono el documento con la fecha del miércoles y lo adjunto al correo que Kiara parece saberse de memoria, imagino que no es la primera vez que le pasa sus apuntes. Después de hacer lo que pidió, aguardo con ella a que se enfríen las galletas, en medio de la espera decidimos seguir con las preguntas, continuamos ese patrón hasta que la rubia decide que las galletas ya pueden ser ingeridas.

Hace falta solo un mordisco para que mi mente viaje a otro momento en el cual probé esta delicia, suspiro de satisfacción.

—¿Hiciste galletas para halloween? —le pregunto.

Frunce el ceño.

—¿Por qué?

—Dylan me invitó un par y saben exactamente igual a estas.

—Entonces si son las mías, ¿Dylan no te dijo quien las había preparado?

—Creo que sabía que, si me decía, probablemente no las habría aceptado.

Sonríe.

—Te hubieras perdido de mucho, puedes detestarme, pero mis galletas son deliciosas y tienes que admitirlo.

Hago una mueca, parece molestarla porque me quita el pedazo que tenía entre mis dedos y se lo mete a la boca.

—¡Oye!

—No tienes derecho a comerlas —me dice aún con la boca llena.

—¿No te enseñaron que no se habla con la boca llena?

Me muestra su dedo corazón y se lleva consigo el bol que tiene las galletas. Tengo que seguirla porque, por supuesto, quiero más de esa maravilla y ella no va a impedírmelo.

» Las preparaste en mi cocina —argumento, ella se ríe.

—La cocina es nada sin mí —se regodea tomando otra galleta—. Soy yo la que les da el toque a las galletas.

—Pero tú eres nada sin la cocina —insisto—. La necesitabas, de igual modo.

Me saca la lengua.

—¿Quieres un pedacito? —pregunta dejando el bol en un sofá detrás de ella, fuera de mi alcance, y sosteniendo un trozo en su mano.

Entrecierro los ojos.

—Harmony...

Se carcajea y se lleva el trozo a la boca, pero soy más rápido y llevo mis manos a los costados de su torso para hacerle cosquillas e impedir que lo muerda. Suelta un gritito y trata de empujarme con sus manos echas puños mientras se ríe a carcajadas. Se deja caer sobre otro de los sofás y me lanza un cojín que esquivo, divido la tarea entre mis dos manos, con una continuo con las cosquillas y con la otra intento abrir su puño, no es fácil.

—¡Simon! —ruega entre risas—. Vale, vale, para.

Me detengo y ella me lanza un último manotazo antes de hacerme a un lado para que pueda recuperar el aliento.

—Eres escandalosa, pudimos despertar a mi Lichi —la regaño.

Abre la boca indignada.

—Eres tú el que me hizo cosquillas —me señala.

—Dame mi galleta —pido, extendiendo la mano.

Rueda los ojos y abre su puño, el polvito cae sobre mi palma.

—Es mía, pero te invito —vuelve a sacarme la lengua.

—Eres infantil.

—Tu opinión me importa poco —se gira, toma el bol y lo lleva con ella hasta la mesa—. Volvamos a estudiar.

Como mi galleta pulverizada creyendo que es lo último que probaré, pero en medio de la madrugada consigo convencer a Kiara de que me invite otra y otra, y otra. En algún punto olvida la discusión y deja el bol en el centro, dándome libre disposición de comer cuantas quiera. Son las mejores que he probado, definitivamente, pero eso ella no tiene que saberlo, aunque lo tiene bastante claro, por lo que pude percibir.

13 de diciembre, 2028

—Harmony —la llamo, tiene la mirada perdida desde hace un rato—. Harmony.

Nada. Se suponía que nos reuniríamos para escribir y poder despejar la mente antes del examen, a mí me ha funcionado, pero no parece estar teniendo eficacia con ella.

» Kiara —pongo una mano en su hombro, haciéndola voltear.

—¿Qué pasa?

—Físicamente estás aquí, pero tu cabeza se ha ido a Tailandia.

Sacude la cabeza y suspira.

—Lo lamento, este examen me da miedo, no puedo concentrarme en escribir.

No deja las manos quietas, se retuercen entre ellas y, si no me equivoco, están temblándole un poco los labios.

—Vale, no escribiremos entonces —cierro mi laptop y hago lo mismo con la suya—. De igual modo, esta semana solo debemos presentar un capítulo.

Eso parece aliviarla.

—Está bien, ¿podemos ir a la universidad?

—Aún tenemos dos horas, Harmony, ¿quieres someterte a ese estrés?

Lo piensa, realmente lo piensa, está considerando ir a sentarse frente al aula a esperar por su verdugo.

» Horneas cuando estas estresada, ¿verdad?

Asiente.

» De acuerdo, iremos a mi departamento y hornearás algo, apuesto a que Ayla apreciará unas galletas.

—Pero no nos alcanzará el tiempo, ¿si llegamos tarde?

—Claro que no, si vas ahora a la universidad, acabarás echando humo por las orejas, desde ya empiezo a verlo —señalo.

No termino de adecuarme a esta Harmony que no me da la contra con tanto ímpetu como de costumbre, es como si estuviera en un estado de hipnosis que solo le permite ponerse en contra de manera superficial. La Kiara normal, ni siquiera me habría preguntado si "podemos" ir a la universidad, se habría largado y ya, abandonándome a mi suerte.

—Bueno...

—Anda, vamos.

La ayudo a guardar sus cosas y llevo su mochila, empieza a preocuparme su pasividad. Quiere subir al asiento de conductor de su auto, pero la detengo y pido las llaves, me mira mal y, por primera vez, me alegra que lo haga.

—Es mi auto —señala.

—Me parece genial, pero no creo que estés en condiciones de conducir.

Abre la boca indignada.

—¿Condiciones?

—Harmony, no eres buena manejando el estrés y temo que nos accidentes —soy claro—. No voy a robar tu auto, tengo uno, por si lo olvidas.

De mala gana me da las llaves y se sube al asiento de copiloto. El camino a mi departamento no es largo, así que llegamos en cuestión de cinco minutos. Kiara se lava las manos, ata su cabello y me pide los ingredientes, realiza todo el procedimiento en piloto automático, pongo en duda este método de quitarle el estrés, porque apuesto a que mientras mezcla ingredientes sigue pensando en el jodido examen.

—¿Puedes poner el temporizador? —me pregunta mientras mete la fuente en el horno.

Hago lo que me pide y de paso le envío un mensaje a Ayla, ella debe saber qué hacer con su mejor amiga en estas situaciones.

Ayla: Iré a la universidad dentro de una hora, llévala, por favor.

Genial.

Kiara vuelve a lavarse las manos y se desata el mandil. Me mira.

—¿Ed Sheeran o Taylor Swift? —pregunto.

—¿Es pregunta trampa?

Sonrío.

—Solo es una pregunta, Harmony.

—¿Se pueden los dos?

Niego.

» Me apetece Ed.

—Vale.

Pongo música, una especie de mix en el equipo de sonido, eso sí parece aliviarle la tensión. Se deja caer sobre uno de mis sofás y cierra los ojos, me siento junto a ella. Tenerife Sea empieza a sonar cuando me mira.

—¿Por qué estás haciendo esto?

—¿De qué hablas? —Sé de lo que está hablando.

—Esto —señala a su alrededor—. La música, las galletas...

—No me sirves de mucho si tu cerebro explota de tanto pensar —me encojo de hombros.

Sonríe, luce tierna cuando lo hace.

—Oh.

—¿Oh?

—Sí, oh.

—¿Es decepción lo que detecto?

Se ríe.

—¿Cómo por qué estaría decepcionada?

—No lo sé, de pronto pensaste que me había enamorado de ti —bromeo.

Se ríe con más ganas.

—Eso sería lo decepcionante —señala, una mueca surge en su rostro cuando pasa a la siguiente melodía—. ¿Puedes cambiar la canción? Esa me hace llorar.

Asiento y cambio a la que sigue. Vuelve a cerrar los ojos y canta la letra en voz baja, se mueve, como bailando en su sitio y me relaja saber que ahora sí su mente está descansando.

—¿Desde cuándo te gusta Ed? —le pregunto tras un rato, parece saberse todas las canciones.

Se lo piensa.

—Diría que... ¿en qué año salió Red? —me encojo de hombros, ella googlea en su teléfono—. Sí, dos mil doce... y tenía seis, desde ese entonces.

—¿Por qué la relación?

—Ah, es que Adara es swiftie, por ende...

—Tú lo eres también, entiendo.

—Ajá, pero en Red Taylor hizo una colaboración con Ed, así que lo busqué y me gustó su música.

—Ahora entiendo por qué te sabes todas las canciones, tuviste tiempo para memorizarlas.

Asiente.

—¿Y tú?

—Me pasó algo similar a lo tuyo con Taylor, Stella es fan de Ed Sheeran así que me convertí en fan también.

—Estuvimos predestinados para ser fans de los artistas favoritos de nuestras hermanas —sonríe.

El temporizador suena y eso hace que Kiara se mueva para apagar el horno, esta vez me pide que la ayude a sacar las galletas para ponerlas en el bol donde van a enfriarse, me quemo un par de veces y eso parece divertirla.

—Empieza a molestarme esa risa, engreída —advierto.

—No tengo la culpa de que seas tan idiota como para no poder despegar una galleta sin quemarte —vuelve a reír.

—Esta es tu especialidad, no la mía.

—¿Y cuál es la tuya? —indaga.

—Eso no te importa —esta vez soy yo quien le saca la lengua.

Se carcajea.

—¡Ah, pero yo soy la infantil!

Reviso mi teléfono cuando vibra, es Ayla avisándome que ya está yendo a la universidad.

—Anda, apura, llevaremos las galletas —tomo un túper y lleno las galletas ahí, supongo que podrán enfriarse en el camino.

—¿Ya es hora? —se altera—. ¿Vamos tarde? Joder, Davis, te dije que no era una buena idea...

La tomo por los hombros.

—Respira, joder —la sacudo un poco—. Es temprano, nos quedan cuarenta minutos, pero creo que podemos comer las galletas allá, precisamente para evitar esto.

Me da un golpe en el brazo para que la suelte.

—Debes dejar de hacer eso —me señala con el dedo—. Y es tu culpa, me asustaste.

Uno intenta ayudar y así le pagan, genial.

Guarda sus cosas y me espera lista en la puerta, yo llevo mi mochila y el tuper en mi otra mano. Sigo sin confiar en ella para conducir porque ha vuelto a alterarse así que le quito las llaves y me pongo al volante. La escucho murmurar, pero suprimo su voz con el volumen de la música. En cuanto llegamos, Ayla ya nos está esperando. Frunce el ceño apenas y luego lo relaja mientras nos ve bajar. Kiara llega hacia ella y consigo escuchar un "idiota" que, imagino, hace referencia a mí.

El poco progreso que pude haber conseguido en la hora horneando galletas, desaparece en cuanto la rubia se vuelve consciente de lo poco que queda para el examen. Agradezco al cielo que Ayla ya esté aquí para ayudar, después de todo, ella la conoce mejor que yo.

Camino unos pasos detrás de ellas, con el túper en una mano y una galleta en la otra.

En cuanto ve una banca libre, Ayla hace que Kiara se siente, el temblor de sus labios es muchísimo más notorio y empieza a preocuparme, imagino que ahora que está con su amiga ha dejado caer el escudo que pudo haber usado conmigo.

—Respira, Kia —le pide la castaña, está en cuclillas frente a ella y acaricia sus manos.

No sé si debo quedarme, no sé si Kiara quiera que me quede, pero no consigo que mis pies me saquen de aquí.

» Dame un minuto, sigue respirando, por favor —le pide, la rubia asiente y Ayla se pone de pie.

Saca un termo de su mochila y me lo da, dejo el túper con las galletas junto a Kiara, abro la tapa del depósito y sirvo en la taza que me acerca.

—¿Qué es? —pregunto.

—Té de jazmín, la relaja.

—¿Siempre se pone así en exámenes? Ayer estaba tranquila...

Niega.

—No es siempre, por lo general consigue dominarlo, pero Harris ha sido su punto débil este semestre.

Hago una breve recapitulación de cada clase que hemos tenido con ese idiota y consigo entender de algún modo a Kiara. Cada opinión suya fue descartada, incluso cuando era acertada, en ocasiones ni siquiera tomaba en cuenta su mano en alto. Por las muecas que la he visto hacer al revisar su correo, imagino que las calificaciones no están bien, el examen es lo último que le queda. Joder. ¿Quiero sacar el primer puesto? Sí, claro, pero no así, estoy jugando con ventaja y, tras semanas compartiendo con ella, soy consciente de que Harmony carece de ellas, su hermana realmente no tiene nada que ver con sus notas y logros aquí dentro. Kiara tiene talento, Kiara se esfuerza, tiene potencial y merece jugar en las mismas condiciones que yo.

Ayla lleva la taza con ella y se la da a su amiga.

—Bebe esto, cariño.

La veo beber con las manos temblorosas, parece a punto de echarse a llorar. Toma respiraciones entre tragos hasta que termina el líquido.

—Simon, ¿puedes alcanzarme la botella lila que está en mi mochila? —me pide Ayla.

Lo hago, desconozco el contenido.

Le dice a Kiara que extienda las manos, deja caer el líquido sobre sus palmas, reconozco el aroma, es lavanda. Imagino que no es la primera vez que lo utiliza porque la rubia acerca su nariz para inhalar el aroma y exhala lento, mucho más tranquila conforme repite el procedimiento.

¿Se droga con lavanda?

Debo tener la pregunta clara en el rostro porque Kiara se ríe bajito y el sonido parece hacer feliz a su amiga.

—No me estoy drogando, idiota. La lavanda ayuda con el estrés.

—¿Ah, sí? Ayla, vas a tener que prestarme esa loción para mis reuniones con tu amiga, a veces puede rozar el límite del estrés.

—No te invitaré mis galletas.

—También son mías, ¿recuerdas que me quemé sacándolas?

Se ríe, pero su teléfono suena. ¿Puso una alarma?

—Ya tenemos que ir, quedan diez minutos —nos informa.

Ayla le rocía más loción y con sus dedos deja puntitos detrás de sus orejas. Le susurra algo a lo que Kiara asiente. Toma su mochila y me da una mirada significativa antes de ir en sentido contrario.

—¡Ya los alcanzo! —me dice.

Kiara empieza a caminar en dirección al salón sin esperarme, así que debo trotar un poco para alcanzarla. Parece concentrada en respirar conforme avanza, cuando llegamos a la puerta, se detiene ahí y cierra los ojos con fuerza.

—Hemos estudiado, conoces los temas, Harmony —me mira—. Toda la información está en tu cabeza, confía en ti.

—Eso es lo difícil.

—Entonces confía en mí —me señalo.

Sonríe.

—Ya... —dice dubitativa.

—Si algo sale mal, te compro un helado —ofrezco.

—¿Y si sale bien?

—Te lo compro de todos modos —sonrío.

Ella ríe.

—De acuerdo, te tomo la palabra.

Extiendo mi mano para cerrar el acuerdo, pero ella en su lugar me ofrece su dedo meñique.

—Esto es más sagrado —señala su dedo.

—¿El helado lo es?

Asiente, entonces entrelazo mi meñique con el suyo, prometiéndole el helado que ha conseguido distraerla del estrés al que se estaba sometiendo.

» Anda, vamos a que obtengas un sobresaliente —le doy un empujoncito animándola a ingresar al salón.

—¿No importa si te gano?

Me encojo de hombros.

—Supongo que podría tolerar compartir el primer lugar contigo.

Abre la boca indignada, pero capto una chispa traviesa mientras baja las gradas para llegar a nuestros sitios habituales.

—¿Tú lo compartirás conmigo, dices? Yo podría ser gentil y permitirte estar ahí también.

—Cuestión de perspectiva —le sonrío, haciéndome a un lado para dejarla pasar.

Suelta una risita y me hace una mueca de sorpresa.

—Con que hacía falta algo de domesticación para despertar tu caballerismo —murmura mientras se sienta.

Me coloco en el asiento a su izquierda.

—¿Me has estado domesticando? —pregunto.

Se ríe.

—Es un decir.

—Puedo ser caballeroso, Harmony —señalo—. También puedo no serlo, es cuestión de elección.

Alza las cejas.

—O sea, ¿elegiste no serlo conmigo?

—Tampoco es que hayas sido precisamente gentil conmigo, doy lo que recibo —me encojo de hombros.

—Tú iniciaste siendo un idiota —establece.

Estoy por responder, pero Harris pide que guardemos todo para dar inicio al examen. Ayla llega a tiempo para ingresar y sacar su bolígrafo. Miro de reojo a Kiara que también está mirándome.

—Respira —le susurro—, tú puedes, Harmony.

Asiente y baja la mirada a su prueba. Lo hará bien, sé que así será.

Este está larguito, ya sé, pero he escrito más largos y no se han quejado así que se los mando completo jeje

Tres cosas: 

1. Amo a Kia con Lichi, me encantan. 

2. Kia nerviosa por su examen con Harris me hace querer meterla en una cajita:( el estrés universitario es horrible. 

3. SIMON PROMETIENDO HELADO. 

A ver, ¿quien creen que caerá primero? ¿que dicen?

Las amo, nos vemos el lunesss <3

Pd: he estado subiendo cositas a tiktok e ig, por si no me siguen, las invito a hacerlo para que vean más sobre Kia y Simon y quizá, si es que no lo han hecho ya, se animen a leer Inefable Amor y This is Lexie. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top