1
Caminé con una mano en mi estómago mientras soltaba un suspiro. Tragué saliva y vi el lugar que tanto me atemorizaba llegar, pero tenía que ser valiente y hablar.
Hablar por qué tenía una pequeña esperanza, pero por dentro, sabía que él me ignoraría, a pesar de los dos años que estuvimos juntos y de todo mi amor que le di.
Tragué saliva, nerviosa y ansiosa, tomé aire y solté un suspiro tembloroso, mientras toqué la puerta de esa casa que, alguna vez, fue el hogar que tanto amé y me encantaba estar con él.
La sonrisa de la señora Luisa me recibió y asintió en mi dirección, hizo una seña de que pasara adentro, pero negué con mi cabeza y decidí quedarme afuera, no quería entrar, porque no sería capaz de soportar estar en la misma habitación que Nathaniel.
— Voy a buscarlo, señorita. — asentí con una sonrisa y esperé hasta que divisé una silueta y mi corazón empezó a latir tan rápido que no pude controlar mi respiración y temí que él se diera cuenta de lo nerviosa que me encontraba.
— Nath — murmuré mirando a sus ojos, aquellos que tanto me volvían loca y que me enamoraban cada día. Relamí mis labios y abrí mi boca para hablar, pero él me detuvo.
— ¿Qué estás haciendo aquí, Hanna? — mi esperanza se esfumó al verlo tan serio. Cambié mi postura y me puse a la defensiva, esperando cualquier comentario que pudiera dañarme. — Te dije que no quería verte, joder. ¿Acaso crees que tienes el derecho de aparecerte en la puerta de mi casa?
Tomé aire y apreté mi estómago. No tenía la culpa de que él estuviera enojado, él me engañó, estuvo mintiéndome más de un año hasta que lo encontré con otra mujer en nuestro departamento.
— ¿Porque te compartas de esta manera? Tu fuiste el que arruinó todo lo que teníamos, el que me destrozó en tan solo unos minutos. ¿Acaso te olvidaste de que te encontré con otra en nuestra casa?
— Me mentiste, me dijiste que no estabas enamorada de él. — apretó su mandíbula y sus puños y me asusté. Di un paso hacia atrás, sorprendiéndolo. — Yo...no tengas miedo, Hann. No te haré daño, joder, no... — quiso acercarse, pero di otro paso hacia atrás y se detuvo.
— Es mi mejor amigo, Nath. — dije enojada por su actitud de siempre. — lo conozco desde que entré a la universidad y fue a ti a quién elegí.
— Me engañaste. — soltó enojado. Apreté mis dientes y solté un suspiro cansador.
— Ese fuiste tú, idiota. — lo miré enojada, pero me controlé, no venía a pelear. — No sé qué fue lo que te dijo Jessica, pero es mentira. ¡Te llenó la cabeza de estupideces para acostarte contigo, joder! ¡¿Acaso no te das cuenta!?
— ¿Para qué viniste? — ignoró todo lo que dije anteriormente. Puso sus manos dentro de su chaqueta y me dio una mirada tan dolorosa que me dio un escalofrío. ¿Qué le sucedió al chico que estaba enamorado de mí? ¿Qué le pasó para estuviera tan enojado conmigo?
— Estoy embarazada. — murmuré por lo bajo, temiendo su reacción. Nath abrió sus ojos y esta vez fue él quien dio un paso hacia atrás. Tapó su boca y me observó tan sorprendido que no dijo nada durante un tiempo. Aparté mi mirada y quise escaparme, pero tenía que ser valiente. — Me enteré la semana pasada porque se me bajó la tensión y tuvieron que llevarme al hospital y allí me confirmaron lo que te estoy diciendo. — él estaba en silencio, pensando y analizando la noticia que le acabo de decir. — Sentí que tenías que saberlo.
Su rostro se convirtió y las paredes que tanto me habían costado atravesar, volvieron a levantarse. Y ahí supe que la esperanza que tenía dentro de mí no iba a ser y se esfumó con la mirada que me estaba dando, me atravesó y tragué saliva para poder contenerme y no llorar frente a él.
¾— ¿Y? — dijo. Simple y sencillo, iba a ignorar que iba a ser padre. — Nosotros no estamos juntos. Tú me dejaste ¿y ahora vienes con esa noticia? Joder, Hann. -pasó su mano por su rostro y luego por su cabello. Se dio media vuelta, respirando agitadamente y luego me observó. — No lo quiero, tú sabes muy bien que no puedo ser padre en este momento, estoy en mi mejor momento con el equipo, me falta poco para graduarme de la universidad y no, no, no. - solo me atiné a mirarlo en silencio. Lo sabía, algo dentro de mí sabía que él me iba a dejar sola en esto. —¿Acaso no nos cuidamos? Porque siempre me cuidé y joder, no puede ser. ¡No en este momento!
— Nath, son cosas que pasan y no quiero que estemos juntos solo para criar al bebé, solo quería decirte de esta noticia. — estaba molesta, pero tenía que controlarme.
— ¿Son cosas que pasan? — bufó y soltó una risa irónica. — A nosotros no nos tendría que haber pasado, Hanna. No. — señaló mi estómago y luego me observó, molesto y con una dura y fría expresión, haciéndome temblar por lo que podría decir. — No lo quiero, así que quítate de la cabeza que voy a hacerme cargo de esa cosa. — asentí mientras me tragaba el gran nudo en la garganta que me impedía hablar, pero hice todo mi esfuerzo para seguir con esto.
— Si no quieres hacerte cargo, eso quedará en tu conciencia. — dije alzando mi barbilla. -Yo me haré cargo y nunca te pediré ayuda. Puedo sola, como siempre lo hice. — sentencié observándolo mientras construía una gran pared dentro de mí, impidiendo que todas sus palabras y miradas horribles pasaran y me hicieran daño.
— No te dejaré que tengas esa cosa por ahí y que todos en la universidad te vean embarazada y sin mí a tu lado. — dijo molesto. Abrí mis ojos asustada y coloqué mis brazos en mi estómago, protegiéndolo de sus palabras. — Así que hazte la idea de que esa cosa no vivirá. Mañana iremos a hacerte un aborto y todos estaremos felices. — me quedé muda, completamente muda.
¿Qué había pasado con mi chico tan amoroso que siempre me prometió cuidarme y protegerme?
— No... — susurré asustada dando un paso hacia atrás. Mis lágrimas empezaron a salir sin permiso y odié el momento que empecé a llorar sin él — Nath, te juro que no voy a decir nada, y nunca te molestaré. — negué con mi cabeza tan asustada que me daba miedo la persona que tenía enfrente. — Ni llevará tu apellido. Quiero tener al bebé. -
— No, Hanna. No permitiré que seas un hazmerreír en la universidad. Te dije que no estábamos listos para ser padres. ¡Tú ni siquiera has terminado tu carrera! ¡Esa cosa arruinará nuestras vidas!
— ¡Deja de llamarle cosa! Se llama bebé y es mi hijo ¿te quedó claro? — me señalé mientras seguía llorando, pero de la rabia que sentía por dentro. — No me harás daño, ni tampoco a mi bebé. Es mío y lo protegeré con mi vida. No te acercaras nunca a él ni conocerá al miserable de su padre. — miré a sus ojos, sabiendo lo que tenía que hacer y tenía a alguien quién me iba a ayudar.
— Ya sabes lo que sucederá, llamaré al médico de la familia y te saca... — se calló debido a la bofetada que le di debido a la rabia que sentía.
— Eres un tremendo imbécil, no puedo creer lo ciega que estuve y lo estúpida que fui al venir aquí. No debí de decirte nada, ya que, de igual forma, no ibas a hacerte cargo. Eres un cobarde. - lloré mirándolo, pero él solo miraba a otro lado apretando sus dientes. — No sé qué pasó, no sé cuándo pasó, pero cambiaste y no eres el mismo hombre del que me enamoré con locura. — susurre dolida. — No vas a saber de mí por el resto de tu vida, eso te lo aseguro. Y este bebé va a vivir, para que tu conciencia no te deje dormir por las noches, sabiendo que tienes un hijo y le has dado la espalda, como tu miserable padre lo hizo contigo. - miró a mis ojos sorprendida y le di una mirada de que se callara. Nunca estuve tan enojada como el día de hoy. — Te odio, Nath. Juro que te odio de tal manera como te amé algún día. — negué con mi cabeza y me marché de esa casa, dejando a mi corazón enamorado en aquella puerta.
— ¡Vete a la mierda, Hanna! ¡Joder! — escuché su grito. Me di vuelta y le sonreí descaradamente.
— Allí me encontrarás, imbécil. — le devolví el grito y caminé lo más rápido posible hasta mi departamento.
Una vez dentro, me senté en el suelo con la espalda en la puerta y lloré sacando todo el dolor que sentía por dentro.
Estaba destrozada y, claro, también embarazada.
¿Ahora que iba a hacer?
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