Día 30
✨ Prompt: Impregnación de aroma.
✨ Sinapsis: KyungSoo disfruta del aroma de su alfa por última vez.
✨ Extensión: 1864 palabras.
. . .
KyungSoo sabe que ha tenido una buena vida.
Había tenido padres amorosos que le enseñaron el valor de la vida, que le instruyeron sobre la dureza de la misma y le dieron consejos sobre cómo podría enfrentarla; que le inculcaron la valiosa costumbre de amarse y aceptarse a sí mismo antes que a nadie más.
Había tenido un buen trabajo que lo hacía feliz. Hizo muchos pasteles para muchas personas y llevó sonrisas y felicidad a todo aquel que probó sus postres con entusiasmo y expectación.
Tuvo tres hijos maravillosos; Jennie, TaeOh y JongSoo. Ellos le enseñaron una nueva manera de amar, de querer, otro tipo de devoción y fascinación por el mundo y todo lo que había en él.
También consiguió un compañero excepcional, educado, amable y deseoso de mejorar para hacer de su relación algo cómodo y estable para los dos. Él estuvo a su lado en todos los momentos importantes de su vida, compartiendo su felicidad y tristezas, apoyándolo y dejándose apoyar, amándolo incondicionalmente.
JongIn había significado un antes y un después en su monotonía. Él lo había enseñado a darle una oportunidad al amor, que con esfuerzo se puede conseguir una relación como la de las películas y los libros, que los altibajos no son malos, son necesarios, y que se aprende a querer y a apreciar a alguien de una forma diferente todos los días. JongIn fue, es y será el dueño de su corazón, el amor más profundo que podría llegar a sentir por un hombre, quien había construido todo tipo de sonrisas en su rostro y mostrado las diferentes caricias que podrían experimentarse en esta vida.
En conclusión, KyungSoo había conseguido todo lo que una vez soñó; había vivido como un omega feliz, se había sentido lleno y completo y no había ningún tipo de arrepentimiento rondando en su corazón.
Él estaba bien, él estaba en paz.
El mecer del mar y el aroma salado fue perceptible, mucho más fuerte de lo que podría haberle gustado, pero, de alguna forma, conseguía ser relajante. Una buena manera para iniciar otro ciclo.
La calidez del cuerpo contra el suyo seguía siendo cómoda y continuaba provocándole el mas relajante y tranquilizador sentimiento de protección que un omega podría experimentar. El cuerpo que lo abrazaba era tan valioso y tan perfecto como en antaño, como los días juveniles donde todo era pasión, amor y un deseo desesperado por permanecer demasiado tiempo juntos, hasta que nada fuera capaz de alejarlos.
Incluso el aroma inevitablemente más suave y sutil del chocolate que lo había enloquecido años atrás permanecía igual de calmado y relajante, seguía acelerando su corazón y provocándole amor valioso.
KyungSoo suspiró mientras la mano de su esposo, de su todo, le acariciaba el cabello blanqueado por el transcurso del tiempo con suavidad; él sintió el ligero temblor que le había dejado la vejez, pero el contacto fue reconfortante, la caricia fue tranquilizadora, apaciguando la posible agitación que podría sentir en ese momento.
Su propia mano arrugada, llena de manchas y mucho más debilitada estaba colocada suavemente sobre el pecho delgado de JongIn, su cabeza escondida contra su cuello para tomar todo el aroma que podría ofrecerle. No era mucho, porque el tiempo se había llevado toda su fortaleza y vitalidad, todo lo que los componía, pero lo poco que había, lo poco que podía tomar, le hacía sentir lo mismo que antes.
—Había olvidado lo hermoso que se escucha el mar —susurró JongIn, su voz baja y temblorosa no fue nada comparada con la grave y juguetona que tenía en sus veintes; pero ahora, con ochenta y nueve años y un nuevo timbre, KyungSoo podía aceptar que esta nueva realidad le provocaba calma—. Es hermoso.
—Lo es. Es un buen recuerdo siendo desbloqueado.
—Tienes razón.
KyungSoo sonrió suavemente y alzó la mirada para observar a su compañero, a su valioso y buen alfa.
Su rostro había cambiado mucho, con múltiples arrugas, la piel flácida, manchas numerosas y poco cabello donde una vez abundaron hebras castañas sumamente brillantes y saludables, no obstante, sus ojos fueron los mismos: pequeños, oscuros, profundos, brillando intensamente al mirarlo.
KyungSoo suspiró y levantó suavemente su mano hasta dejarla sobre la mejilla del menor; acarició el óvalo de su rostro con la punta de sus dedos y JongIn los buscó para darle un beso cariñoso en su palma.
—Tú sigues siendo igual de hermoso que siempre, KyungSoo.
La sonrisa de KyungSoo se amplió, a pesar de ser consciente de su propio aspecto; su corazón dio un salto preocupantemente fuerte en su pecho y su viejo omega ronroneó débilmente.
—Mi alfa sigue siendo igual de guapo.
JongIn rió por lo bajo, sus ojos se arrugaron aun más con la curva en sus labios y le dieron esa imagen de ternura y felicidad que KyungSoo siempre había encontrado especialmente hermosa en él.
—Aigoo, KyungSoo; ya casi no tengo cabello y me faltan todos los dientes.
KyungSoo se inclinó y le besó la barbilla cariñosamente.
—Al igual que tú me encuentras hermoso viéndome viejo, yo te encuentro igual de atractivo a cuando teníamos cuarenta años.
—A esa edad era muy caliente —concedió JongIn y KyungSoo volvió a sonreír—.
—Sigues siéndolo.
Como respuesta, JongIn se inclinó, no sin cierta dificultad, y juntó sus mejillas para acariciarlas juntas; de esta manera, él demostró su cariño devoto de la forma mas pura e inocente en una pareja y también impregnó su aroma, y se impregnó del precario de KyungSoo, intencionalmente.
KyungSoo devolvió la caricia, moviendo lentamente su rostro contra el de su esposo, cerrando los ojos para sentir todo aquello, tomar la fuerza de su querer y devolverla con la misma intensidad y pureza inmaculada. Después de tanto tiempo, después de tantos años, estas eran cosas que nunca podrían cambiar.
—Lo hemos hecho bien —susurró JongIn contra su oído, justo antes de besar la marca envejecida de su emparejamiento—. KyungSoo, hicimos un buen trabajo juntos.
KyungSoo lo acunó contra su cuello, le acarició el cabello y cerró los ojos al sentir como estos comenzaban a arder y calentarse. Él sentía el débil aleteo del corazón de JongIn latiendo contra el suyo y, en respuesta, su propio corazón reduciendo sus latidos.
El aroma combinado, el vago calor de su cuerpo y el aliento en su piel fueron un buen consuelo y una buena llamada a su propia calma.
—Lo hicimos, ¿no es así?
JongIn asintió y se alejó suavemente de su cuello para poder mirarlo a los ojos. En su rostro había paz, había ternura y había amor. Todavía queriéndolo tanto, aún siendo blando por él.
JongIn le secó las lágrimas cariñosamente y presionó sus labios sobre los suyos por un momento antes de juntar sus frentes y permanecer ahí.
—Es así. Tuvimos buenos hijos, nietos maravillosos y bisnietos encantadores. Fuimos felices e hicimos felices a los demás; cuidamos siempre a nuestra familia y los hicimos sentir orgullosos en todo momento. Nosotros cumplimos todo lo que siempre quisimos hacer... Esta ha sido una buena vida.
—Nosotros realmente lo conseguimos. Tú y yo nos amamos hasta el último momento; eres y siempre serás el amor de mi vida y estaré siempre agradecido por permanecer a mi lado durante todo este tiempo. JongIn, sin ti jamás podría disfrutar de todo lo que he tenido hasta ahora. Gracias.
JongIn suspiró, cerró los ojos también y sonrió con gentileza mientras detenía las caricias sobre su cabello y simplemente dejaba la mano en ese lugar. KyungSoo lo abrazó más fuerte, se apegó a su cuerpo y olió profundamente el chocolate y las fresas reducidas a un aliento breve que sería llevado por última vez por el aroma salado del océano.
—No me lo agradezcas. Aún nos quedan muchas vidas más para estar juntos de nuevo y vivir otras experiencias. Solo tenemos que esperar un poco más —murmuró, cada palabra siendo más débil y baja que la anterior y el agarre aflojándose notoriamente mientras respiraba con lentitud—.
KyungSoo frunció un poco el ceño al sentir como el aire tardaba más en llegar, como su corazón latía cada vez más lento, como todo parecía distante. El mar ya no se escuchaba tan fuerte fuera de su habitación, el aroma a sal, a chocolate y fresas perdía la poca intensidad que había tenido un momento antes. Todo estaba acabando, y JongIn seguía a su lado, reconfortándolo mientras sus vidas se escapaban y retiraban del mundo luego de haber cumplido con su deber en esta tierra.
—JongIn...
—No tengas miedo, cariño... Estoy justo aquí y te sigo amando.
KyungSoo se alejó de su hombro y lo miró por última vez. Y mientras repasaba cada línea de su rostro, su mente le llevó el recuerdo fresco y vivo de un brillante y fuerte hombre de veinte años con risas escandalosas, de manos firmes tomándolo con bondad y gentileza, conduciéndolo por calles llenas y luces de la ciudad.
Él recordó al alfa recibiéndolo en el altar con una sonrisa preciosa, recordó besos suaves, experiencias dulces y monótonas llenas de risas felices y alegría desbordante. Él vio al esposo que acunó a sus tres hijos a su lado, al abuelo consentidor y permisivo y al bisabuelo dulce; al padre que fue afectuoso y gentil, al hombre que lo abrazaba por la espalda y le besaba las mejillas, que recorría todos los lunares de su cuerpo y le susurraba lo hermoso que era, lo mucho que lo amaba.
Él vio todo eso y más en este rostro marchito de ojos brillantes y sonrisa cálida, en esta expresión feliz y satisfecha, y una lágrima escapó de la esquina de su ojo, porque fue algo hermoso creado por su lazo de verdaderos compañeros, porque ese había sido su omega dándole un vistazo de lo bueno que había sido ese viaje corto junto a este alfa maravilloso, y saber que JongIn había recibido algo similar a juzgar por su mirada y por sus propias lágrima derramándose y corriendo por sus mejillas, lo había hecho sentir feliz y satisfecho.
—Ha sido... Un verdadero placer, Kim JongIn.
JongIn volvió a juntar sus frentes y sus ojos se cerraron una vez más. La última vez.
—Te amo, mi amor.
Y con el deslizamiento de una lágrima silenciosa y el día soleado comenzando a mostrar un nuevo amanecer, un nuevo comienzo, las fresas y el chocolate se perdieron en el mundo y dos almas trascendieron para llevar a cabo una nueva aventura juntos.
. . .
Los párpados temblaron suavemente y su alma dio un tirón en lo más profundo de su cuerpo. Había un omega aullando y rasguñando su pecho, un ritmo cardíaco agitado y una expectación desconcertante naciendo de algún escondido lugar.
Él giró el rostro y una mirada le devolvió la observación, fija e intensamente, con dudas, pero llena de una avasalladora esperanza que movió todas las células de su cuerpo y le avisó que, en efecto, ahí estaba.
Una sonrisa se formó en los labios de ambos y el viento le meció el pelo cariñosamente. Esencias conocidas volviendo a juntarse junto con el contacto de manos de tamaños desiguales.
Correcto.
Era tiempo de empezar a vivir nuevamente.
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