Día 23
✨ Prompt: Ojos de cachorro.
✨ Sinapsis: KyungSoo es un príncipe de hielo, frío e inalcanzable para el mundo entero; no es una regla que se aplica para Kim JongIn.
✨ Extensión: 4634 palabra.
. . .
Todo el que conocía a Do KyungSoo sabía que él era un témpano de hielo humano, la perfecta personificación de la frialdad y el distanciamiento.
KyungSoo no tenía tiempo para convivir con la sociedad, pretender ser agradable ni crear relaciones que no le interesaban. Él no era cálido, y tampoco era amigable.
Vivió gran parte de su vida como un alfa retraído y silencioso con ideas brillantes que le aseguraron un futuro prometedor. Tenía padres ausentes que lo trajeron al mundo para continuar con el linaje familiar, era hijo único, no tenía amigos y no le agradaba a la gente. Él fue fácilmente excluido de los círculos sociales de la clase alta; nadie estaba dispuesto a intentarlo con un hombre que repelía como la peste a cualquiera que tratara de acercarse a él, y KyungSoo estaba bien con eso.
Era un hombre ocupado, tenía negocios que atender y las relaciones sobraban en medio de un itinerario apretado.
KyungSoo realmente no estaba preocupado por la posibilidad de tener cachorros o una posible pareja. El control sobre su vida y de sí mismo era suficiente para mantenerlo satisfecho y en un estado completamente pacífico.
O, al menos, eso es lo que había creído durante cuarenta años, cuando de pronto su mundo se tambaleó y los bordes helados comenzaron a derretirse lenta e inevitablemente.
¿La causa? Un joven florista que olía a lavanda, la esencia favorita de KyungSoo.
Él no lo había esperado.
KyungSoo estaba acostumbrado a la soledad, al frío y al silencio y creyó firmemente que moriría rodeado de estos tres conceptos, estas tres realidades; no obstante, Kim JongIn se había atrevido a dar el paso y llenar su vida con una calidez que KyungSoo nunca había experimentado. Él lo había tomado con sus fuertes y amables manos y lo había llevado a un mundo desconocido y temeroso que KyungSoo no quería dejar atrás.
JongIn era calor, era brillo, era felicidad y seguridad. Él era todo lo que jamás pensó que podría sentir, escuchar o tocar, e inevitablemente, KyungSoo se encontró orbitando a su alrededor, constante y fielmente mientras su corazón y su cuerpo se debilitaban ante él.
JongIn era su primer amigo, y también era una ilusión que KyungSoo quería expandir y hacer realidad.
No sabía cómo había ocurrido exactamente. Un momento estaba contratando a JongIn para que se hiciera cargo de los arreglos florales para la celebración del cumpleaños de su madre y al siguiente estaba yendo a tomar café con él, encontrándose ocasionalmente en la floristería o en el restaurante favorito de JongIn para devorar un buen tazón de fideos en una mesa demasiado pequeña e incómoda, pero genuinamente agradable.
Era desconcertante, porque mientras KyungSoo era el gigante e impenetrable iceberg en medio de un reino de hielo para todo el mundo, cuando se trataba de JongIn, él no era más que un débil charco de agua que permanecía quieto, permitiendo de buena gana y con placer que los rayos del sol lo evaporaran.
Él estaría encantado de consumirse en el calor y el afecto de JongIn. Y JongIn es consciente de esto.
KyungSoo puede notarlo; la manera en la que el omega sonríe con conocimiento cuando la mirada de KyungSoo permanece por demasiado tiempo sobre su rostro, como acepta de buena gana el contacto físico entre ambos, incluso cuando se trata de algo mínimo como un roce gentil entre sus dedos, la forma en la que sus fosas nasales se expanden cuando, demasiado inmerso en sus sentimientos, KyungSoo deja escapar su éxtasis y su calma a través de su aroma, tomado con placer por el propio objeto de sus deseos y anhelos.
KyungSoo también nota que él ha aceptado los sentimientos silenciosos y que los comparte de la misma forma discreta. No obstante, ellos no se han atrevido a dar el paso final para formalizar y exponer lo que quieren, lo obvio, y KyungSoo solo se encuentra deseándolo con cada vez más fuerza.
Ese día, JongIn le había escrito para pedirle encontrarse cuando KyungSoo tuviera su momento de descanso. El omega había querido salir con él y KyungSoo realmente no tenía ningún deseo para negarle esto -y negárselo a sí mismo-, así que consultó con su secretaria y apartó su día libre para dedicárselo exclusivamente a JongIn.
De esta manera, un viernes por la tarde, KyungSoo se encontró saliendo de su departamento y montando el Meserati para ir en busca del omega.
JongIn vivía en una zona céntrica, no estaba cerca de la clase alta, pero tampoco de los suburbios violentos de la clase baja. Era un buen sitio y KyungSoo no necesitaba preocuparse por su seguridad -por supuesto, esto siempre era una posibilidad latente debido a que JongIn no vivía con él y por ende, no podía protegerlo por su propia cuenta, pero era un sentimiento aceptable y totalmente comprensible-.
Cuando llegó al edificio departamental de JongIn, él ya se encontraba esperándolo fuera. Vestía con simplicidad, con su jean desgastado, tenis, un suéter y un gorrito con orejas de oso a los lados. Él miró el auto y sonrió de inmediato, y entonces el resplandor se expandió desde su cuerpo y llegó en oleadas calientes directamente al corazón de KyungSoo.
El alfa en su interior, normalmente distante y ausente, se removió con fuerza y rasguñó su pecho, ansioso y feliz por ver al moreno una vez más. KyungSoo podía entenderlo, porque él se sentía de la misma manera.
JongIn corrió a su encuentro y KyungSoo abrió la puerta para él desde el interior del auto; entonces el omega se deslizó rápidamente en el asiento de copiloto y rió entre dientes antes de girarse hacia él y sonreírle aún más amplio, aún más feliz y reluciente. Era una buena imagen.
Una grieta helada alrededor de su corazón se resquebrajó y se aflojó al mirarlo.
JongIn cerró la puerta del auto y parpadeó rápidamente, un batido de pestañas suaves que lo cautivó completamente.
—Hola, KyungSoo. Me alegra verte, ¿cómo has estado?
KyungSoo creyó que debía dejar de mirarlo antes de exponerse aún más, antes de sufrir los agravios de un corazón enamorado. Él, en cambio, dijo con suavidad, con aquella gentileza que solo podría dársela a alguien como JongIn.
—El cinturón.
JongIn rió nuevamente. Era un sonido desastroso, para nada agraciado ni sutil, pero era la muestra de que él era feliz, era adorable y llenaba todo su pecho y su ser de dicha. Era como estar en casa finalmente luego de sufrir un día especialmente duro y agotador.
—Cierto; el correcto Do KyungSoo siempre está atento a todo —murmuró mientras se acomodaba en su asiento y aseguraba su cuerpo con el cinturón. Una vez listo, lo volvió a mirar y sonrió cálidamente para él, los bordes de sus ojos extremadamente suaves al observarlo—. Estoy listo; ¿estás más tranquilo ahora?
—Hmm, lo estoy. El día fue bien; como siempre sin ningún tipo de cambios —respondió luego de un momento, con su voz grave y baja, con su expresión normalmente distante y tranquila y JongIn asintió sin dejar de sonreír ni inmutarse por la falta de emoción en su rostro o sus palabras—.
—Eso está bien, ¿pero te digo qué puede ser mejor? Ir a un parque de diversiones. ¿Alguna vez has ido?
KyungSoo frunció ligeramente el ceño y negó luego de un momento. JongIn no pareció sorprendido en absoluto ante su respuesta y él tarareó con conformidad.
—De acuerdo, entonces vayamos juntos. Hay uno a veinte minutos de aquí; yo te guiaré.
Y KyungSoo solo pudo acceder, como siempre ocurría cuando se trataba de JongIn.
Él había vivido nuevas experiencias gracias al omega. Comer helado, salir de casa y recorrer parques llenos de gente, ir al cine, bailar en la playa, comer nachos, todas esas cosas que algunas vez se había negado a hacer habían sido enseñadas y disfrutadas gracias a su acompañante. KyungSoo no miente al decir que JongIn le enseñó a vivir, y le tranquiliza saber que esto no es una molestia para el más joven.
JongIn tiene treinta y cuatro años de edad, una buena vida y amigos que definitivamente no responderán con palabras justas ni se verán inmutables ante sus bromas y exclamaciones ruidosas; él tenía una buena familia, lindos sobrinos y un par de mascotas; él tiene todo para ser feliz y dejarlo de lado, tiene aquellas cosas que KyungSoo no posee y que, de pasar mucho tiempo con él, JongIn terminaría aburriéndose.
Pero JongIn le escribía todos los días preguntando cómo estaba y si había comido; él le enviaría fotos suyas en la floristería, de sus mascotas o de sus sobrinos adorables; le preguntaría si tenía un momento libre y lo invitaría a almorzar, o aceptaría con encanto las invitaciones que el propio KyungSoo extendía para él.
JongIn era tan bueno y amable como brillante y cálido, y KyungSoo no podía no caer ante él por voluntad propia.
Como siempre solía ocurrir, JongIn llenó el silencio con algunas anécdotas que había recolectado esa semana sin verse. De esta forma se enteró que había hecho un ramo para celebrar un divorcio, que había aprendido a hacer galletas y que SeHun, su mejor amigo, había tenido a su primer cachorro, un pequeño niño rechoncho completamente saludable que resultó ser el mayor orgullo de su esposo, JunMyeon, y de él mismo.
KyungSoo siempre disfrutaba de estos pequeños momentos donde podía deleitarse con la emoción de la voz de JongIn, de sus vivencias diarias y de su olor invadiendo cada parte de su auto y de él mismo, impregnándose en su ropa cuando JongIn lo tocaba por mucho tiempo y en el cerrado lugar hasta que nada más que la frescura de los jazmines era tomado por su nariz.
Era justo en ese instante donde KyungSoo había descubierto que tantos años de soledad habían valido la pena si con ello podría conocer a JongIn al final.
Tal como lo había dicho, JongIn lo condujo directamente a la entrada de un parque de diversiones y KyungSoo no sabía qué hacer ante tantas luces y colores reuniéndose en un mismo lugar. Mientras buscaba un sitio para aparcar, notó la gigante rueda de la fortuna girando lentamente desde las alturas y escuchó los gritos entusiasmados de las personas que disfrutaban de la montaña rusa. Él realmente se sintió abrumado, no obstante, JongIn colocó su mano sobre la suya en la palanca de cambios y le sonrió dulcemente; entonces todo pareció mejorar y la tensión en sus hombros desapareció tan rápidamente como había llegado.
KyungSoo finalmente detuvo el auto y ambos bajaron de él para reunirse nuevamente. JongIn rodeó su brazo con entusiasmo y tiró de él hacia la entrada del parque.
—De acuerdo, lo primero que haremos será conseguir algunas entradas. Para ello hay que hacer esta fila, así que tienes que ser paciente, ¿de acuerdo?
KyungSoo realmente no tenía problemas de paciencia, así que no se molestó demasiado cuando fue conducido hacia la fila bastante aceptable frente a la taquilla de venta de boletos. Ahí, JongIn habló aún más.
Le dijo que su madre le había enviado saludos y que esperaba conocerlo algún día, que su padre había visto con él una presentación de ballet en el teatro del centro de la ciudad y que su hermana planeaba celebrar el cumpleaños número nueve de RaeOn.
—Por supuesto, estás invitado. Realmente toda mi familia espera conocerte y, honestamente, me encantaría presentarte a todos.
Y, una vez más, KyungSoo se encontró accediendo porque simplemente no podía decirle que no a esos ojos brillantes y mejillas sonrojadas.
KyungSoo compró cuarenta boletos y pronto fue tironeado hacia la montaña rusa para hacer otra fila más. KyungSoo había mirado la atracción con desaprobación, las cejas muy fruncidas al notar la altura y la velocidad del juego, quizás temiendo un poco por el bienestar de JongIn y la seguridad del aparato, pero entonces él omega había tironeado suavemente de su manga y lo había mirado de esa manera.
El aliento de KyungSoo se atascó antes de poder nutrir sus pulmones nuevamente y su alfa gruñó al notar los ojos especialmente brillantes, los labios ligeramente fruncidos y las cejas arrugadas lindamenre. Él era adorable, era hermoso, y el batir sutil de sus pestañas lo desarmó completamente.
—Subamos juntos, KyungSoo; quiero hacerlo contigo... ¿Por favor?
Entonces KyungSoo había suspirado al sentir al alfa demandándole complacerlo y él realmente no podía hacer nada para negarle algo así. Finalmente formó una suave afirmación y la hermosa y brillante sonrisa volvió a sus labios exitosamente.
—¡Genial! Prometo cuidar de ti, ¡JongInnie te protegerá hasta que las vueltas hayan terminado!
KyungSoo pensó que JongIn jamás podría protegerlo como él lo haría con él.
Minutos después, sentados lado a lado, KyungSoo permitió que le ajustaran el mecanismo de seguridad y se mantuvo atento mientras hacían el mismo proceso con JongIn. Una vez comprobado que todo estaba en su lugar y que no saldrían volando repentinamente, la montaña rusa comenzó a moverse y JongIn lo tomó de la mano de inmediato, apretándola con fuerza mientras reía para él.
—No temas, ¡estoy justo aquí!
Y KyungSoo no podía temer, no cuando JongIn estaba tan cerca, tocándolo, sonriéndole y oliendo tan bien.
El viaje resultó ser un borrón veloz, lleno de gritos y adrenalina. JongIn gritó y rió con fuerza, sin dejar ir su mano mientras giraban y la velocidad iba en aumento, y aunque KyungSoo no gritó, él definitivamente se aferró a la mano más grande para llenarse de calidez y sentir su presencia fundiéndose en la suya. Fue vertiginoso, fue completamente bienvenido.
Bajaron con el cabello desordenado y algunas arrugas extras en la ropa. JongIn se encontraba excitado, saltando y revoloteando a su alrededor mientras su mirada lo cegaba, lo envolvía y lo hacía sentir seguro y en una calma absoluta que años de soledad jamás pudieron proporcionarle. Él notó, no sin cierta sorpresa, que otra grieta se abrió en su interior y el agua caliente comenzaba a circular.
—¡¿Y bien?! ¿Qué te pareció? —le preguntó una vez se hubieron alejado, mientras caminaban rumbo a alguna otra atracción y esquivaban personas al azar—.
KyungSoo lo miró de reojo y respondió con honestidad.
—Ruidoso.
JongIn bufó, le golpeó el brazo juguetonamente y luego KyungSoo desvió la mirada al sentir como los bordes de sus labios comenzaban a alzarse.
—Curioso, nuevo... Emocionante —lo intentó nuevamente, esta vez siendo sincero, y JongIn asintió con complacencia, la curva en su boca siempre presente en su rostro atractivo—.
—Así es, emocionante. Muy emocionante, y eso no ha sido realmente nada. Te encantará el martillo.
Fue de esta forma que KyungSoo se encontró conociendo personalmente a la adrenalina mientras la preocupación lo llenaba con cada nueva atracción peligrosa que implicaba demasiada altura y una muerte segura si algo salía mal.
Él no puede entender cómo las personas pueden ser tan relajadas al respecto, no obstante, mientras se alzaban y se movían en el martillo cruzó miradas con una alfa que miraba con pánico a su omega, y entonces lo entendió: la calma era inexistente cuando había un cariño y lazo especial, y que todos los alfas lo suficientemente aceptables harían cualquier cosa para hacer feliz a su compañero.
Probablemente notando su inquietud, JongIn decidió darle un respiro y, contrario a su idea de llevarlo a otro aparato infernal, tiró de él hacia un vendedor de algodones de azúcar mientras se acercaba un poco más a su cuerpo, permitiéndole encontrar un poco de tranquilidad a través de su aroma y calor corporal.
—Descansemos un poco. ¿KyungSoo? ¿Alguna vez probaste algodón de azúcar?
KyungSoo negó, respondiendo honestamente mientras miraba con vaga curiosidad las figuras que el vendedor formaba con el algodón y notaba su textura y olor pegajoso y azucarado revoloteando a su alrededor.
—Madre creía que era dañino para mí. Ella impidió que hiciera las cosas que un niño normal debería hacer con naturalidad.
El agarre en su mano se apretó al terminar de decir aquello y cuando volvió a mirar a JongIn, encontró en él una expresión que hablaba de protección e impotencia. KyungSoo escuchó una tercera grieta rompiéndose y su mano subió para colocar el índice entre las cejas del omega, queriendo borrar el ceño fruncido y el pesar de su rostro.
JongIn tomó su mano no mucho después y suavemente la llevó a su boca para dejar un beso gentil en su nudillo. KyungSoo lo dejó hacer y suspiró disimuladamente mientras su corazón daba un vuelco fuerte y doloroso en su pecho.
—Está bien. Juntos haremos todo lo que no pudiste hacer cuando eras niño; te haré probar todos los dulces y chucherías que nunca pudiste comer y haré que te sientas feliz. ¿Okay?
Y entonces KyungSoo no pudo evitar sonreír para él. Era una curva suave, apenas perceptible debido a la falta de costumbre y que solo podría notar aquel que estaba atento a sus expresiones faciales y los pequeños cambios en su rostro; JongIn era esa persona, y por ello el éxtasis y la emoción vibró en su rostro al mirarlo sonreír.
—KyungSoo —susurró con adoración, abstraído en su imagen, y su alfa se retorció con engreída satisfacción y pomposidad, complacido con su reacción—.
—Soy feliz a tu lado, JongIn —dijo con suave honestidad y las mejillas del alto omega relucieron a mitad de un sonrojo que se extendió por sus pómulos y llegó a las puntas de sus orejas—.
El olor de los jazmines se dejó apreciar por encima de la azúcar y comida chatarra y KyungSoo tomó todo de él, se empapó con la imagen de un JongIn avergonzado y la guardó cariñosa y celosamente en su mente y corazón.
—Hmm. También soy muy feliz a tu lado, KyungSoo... Ah, cierto, los algodones. ¡Señor, por favor deme uno con forma de oso y otro con forma de pingüino!
KyungSoo descubrió que le gustaba el algodón de azúcar tanto como le habían gustado los nachos, pero que de la mano de JongIn eran aún más deliciosos. Él realmente lo disfrutó y asintió a la promesa de comerlo nuevamente en el futuro.
Al terminar el dulce, JongIn creyó que tenían energía suficiente para pasar a la próxima atracción. Los llevó a los carritos chocones, donde KyungSoo sintió otra ráfaga de preocupación al verlo impactándose contra otros jugadores y él mismo por simple diversión, riendo ruidosamente luego de chocar contras sus objetivos. Él se calmó posteriormente, cuando notó que estaría bien, y se permitió disfrutar de esto por sí mismo, siguiéndolo por todo el espacio hasta chocar en sus costados y hacerlo reír nuevamente.
Fue una vez que ambos bajaron del juego, con JongIn carcajeándose a viva voz mientras su rostro se encontraba dulcemente sonrojado, que KyungSoo comenzó a relajarse realmente y disfrutó de todo lo que aquel momento tenía para ofrecer.
Se subieron a algunas otras atracciones y cuando les quedó un solo boleto, decidieron que podían comer algo. Así, JongIn se hizo con un par de perritos calientes y refrescos, se sentaron en una banca y comenzaron a comerlos en silencio.
Mientras comían, JongIn alzó la mirada para ver la rueda de la fortuna y una expresión suave surcó cada una de las líneas que formaban su rostro. Él lo observó no mucho después y le dijo casi amorosamente, con calma y libre de toda aquella agitación y energía que siempre parecía estar en él.
—Vayamos allá para finalizar, ¿te parece bien?
—Está bien —concedió una vez más y los labios carnosos del omega volvieron a alzarse—.
—KyungSoo es realmente complaciente. Tan bueno y amable.
Y KyungSoo no fue capaz de responder esto, sintiéndose avergonzado y un poco, muy poco engreído ante el halago. Si JongIn pudo oler su satisfacción, no dijo nada al respecto y nuevamente se mantuvieron en silencio mientras terminaban de comer.
Con la basura desechada y los estómagos llenos, ambos caminaron lentamente hacia la rueda de la fortuna. En el camino se habían tomado de las manos y ninguno hizo el intento de alejarse; KyungSoo puede notar que hay algo diferente esta vez, demasiado suave, demasiado ligero y cálido a su alrededor. Era algo bueno, desconocido y maravilloso, y KyungSoo quería tener esta sensación agradable circulando eternamente entre ríos helados y miradas distantes.
Como en las otras atracciones, hicieron fila para poder entrar a una de las cabinas del juego; JongIn mantenía la mirada al frente y la sonrisa dulce sobre sus labios, y tal vez era demasiado cliché, pero KyungSoo no puede evitar sacudirse ante su expresión, ante el romanticismo y la cursilería de toda aquella situación.
Ayudó a JongIn a subir a la cabina y JongIn lo ayudó de vuelta. Se acomodaron uno junto al otro en el mismo lugar y el trabajador de la atracción cerró la puertecilla que los mantendría seguros. Y entonces estaban subiendo y Seúl podía verse desde lo más alto, brillando intensamente para ellos mientras la suave brisa de la noche les rozaba el rostro y el ruido del parque quedaba en un segundo plano.
KyungSoo nunca había visto algo igual. La visión de los edificios de la ciudad bajo la imponencia de su compañía o su ático palidecía notablemente con este maravilloso vistazo colorido y la compañía adecuada.
Era fácil encontrarse en un punto donde nada era capaz de afectarlo, donde nada más importaba, solo el hombre a su lado, el olor a jazmín en su nariz y el cielo oscuro sobre sus cabezas.
Una vez en lo más alto de la rueda gigante, JongIn tomó suavemente su mano y KyungSoo giró el rostro para verlo de inmediato. Él brillaba, pero no de una forma a la que KyungSoo se haya acostumbrado, él realmente resplandecía incluso delante de las luces que adornaban la cabina, irradiaba calor y armonía, paz, deseos notables y anhelo profundo. Ahora, vulnerable, honesto y sentimental, JongIn era más hermoso que nunca.
—KyungSoo, tomémonos una foto juntos.
Incapaz de alejar sus ojos de los de JongIn, KyungSoo se limitó a asentir y esperó a que el menor sacara su celular del bolsillo de su pantalón. Él lo colocó delante de ellos, se acercó un poco más a KyungSoo y se apoyó en su hombro.
A pesar de tener que encorvarse debido a la diferencia de alturas, JongIn pareció genuinamente complacido y cómodo contra su cuerpo, haciéndose lugar en su costado mientras inhalaba profundamente el propio aroma natural de KyungSoo y su mano libre se encontraba con la suya más pequeña para entrelazar sus dedos. JongIn sonrió a la cámara y susurró contra su piel.
—Uno, dos, tres.
El clic llegó, y con él, una hermosa fotografía que le arrancó una risa cariñosa al menor. KyungSoo lo miró mientras acariciaba la pantalla de su teléfono, en el justo lugar sobre su rostro, y otra grieta rompió una gran parte del hielo de su corazón, profunda y sonora hasta solo dejar pequeñas motas heladas dispersas y tambaleantes, dispuestas a ceder en cualquier momento; entonces JongIn lo miró y susurró solo para él.
—Me encanta.
KyungSoo apretó el agarre en sus manos y respondió en el mismo susurro bajo y cómplice.
—También me encanta.
Me encantas.
El trasfondo fue visible y notorio y la boca de JongIn se abrió ligeramente mientras sus ojos se hundían en el mar oscuro, cada vez más cálido y afectuoso de Do KyungSoo, un falso témpano inaccesible con fuertes y hermosos sentimientos reinando en su interior, ocultos, pero tan preciados que encantaría a cualquier romántico por naturaleza.
JongIn suspiró y el aliento fue fuego y calma contra su piel de hielo; él lo miró de esa manera nuevamente, brillante, fijamente, profundo, como si en sus ojos se encontraran las respuestas que necesitaba, todo lo que quería en el mundo y temía que se le fuera arrebatado.
El aura fue cambiando hasta hacer de aquello algo nada más que enloquecedor y tormentoso. Aquí, en las alturas, no había forma de huir de esto, no había manera de desviarse y cambiar de tema. Aquí no había nada que les impidiera continuar, no habían ataduras ni dudas.
En medio del cielo nocturno, ambos podían sentir libertad.
—KyungSoo, bésame.
Y KyungSoo inhaló profundamente, se dejó encantar por sus ojos de cachorro, por su olor dulce y fresco, por la seguridad de su mano y la maravilla en su expresión. Él devolvió el anhelo a través de su mirada y, sin darse cuenta, fue él quien rompió la distancia que los alejaba, impulsado por su alfa, por sus sentimientos y sus propios deseos y, finalmente, también lo complació en este deseo.
Sus labios se llenaron con la textura de la boca pomposa de JongIn y sus oídos tomaron el gemido bajo que había brotado de su garganta. Su mano libre viajó directamente a la mejilla caliente del omega y acunó su rostro con suavidad, acariciando la piel sonrojada con el pulgar mientras sus labios se movían de forma experimental e imponían un ritmo lento y exploratorio.
El alfa, rodeado de éxtasis, aulló su felicidad mientras apretaba el labio inferior de JongIn entre los suyos; él realmente sintió un vuelco en el corazón y mariposas en el estómago cuando se alejaron un momento, se miraron a los ojos y en medio de un acuerdo tácito, volvieron a bajar los párpados y a juntar sus labios una vez más.
Así, el último trozo de hielo que quedaba terminó por evaporarse y todo su corazón le perteneció a JongIn, todos sus sentimientos fueron libres y todo él fue suyo.
Finalmente se separaron con un bajo y último chasquido y JongIn rió suavemente, manteniendo el contacto al dejar juntas sus frentes. KyungSoo besó la esquina sonriente de su boca y JongIn correspondió acariciando su nariz con la suya en medio de un beso esquimal extremadamente gentil y afectuoso.
—Esto ha sido, por mucho, lo mejor que ha podido ocurrir esta noche —susurró el menor contra su boca y KyungSoo no pudo evitar volver a conectar sus labios por un momento más—.
JongIn suspiró largamente y mordió juguetonamente la esquina de su labio inferior antes de dejarlo ir una vez más.
—Permíteme permanecer contigo, JongIn. Aunque sea un poco frío y distante, aunque no pueda ser tan divertido como los demás ni conocer muchas cosas, yo prometo cuidarte y estar siempre a tu lado. Dame una oportunidad para poder amarte y tenerte libremente. Déjame hacerte feliz.
Eso era probablemente lo más largo que había dicho en una oración desde que se habían conocido, y que se tratara de una confesión, de una promesa para ambos, lo hacía todo mucho más especial e importante.
JongIn besó su mejilla cariñosamente y se alejó un poco para poder mirarlo a los ojos, susurrando no mucho después con verdadero y enternecedor afecto.
—No puedo darte la oportunidad para algo que siempre estuvo en tus manos. KyungSoo, te pertenezco desde la primera vez que te vi; siempre fui tuyo, siempre te deseé como mi alfa... Nunca ha habido ni habrá nada más perfecto que tú para alguien como yo, así que tómame, márcame y no me dejes ir nunca, porque yo no te soltaré jamás.
KyungSoo sintió al alfa aullando y gruñendo con felicidad y sus ojos brillaron, contagiados por la luminosidad que JongIn desprendía en grandes oleadas para él. Sus dedos le acariciaron la frente y le apartaron el flequillo desordenado, y justo ahí, en la tersura de su frente, dejó un beso.
—No lo hagas, porque yo nunca me atrevería a dejarte atrás.
Y mientras la rueda de la fortuna se ponía en marcha nuevamente y la cabina comenzaba a descender, un nuevo futuro lleno de posibilidades se expuso para ellos.
Podrían verlo más tarde y lidiar con lo demás en otro momento, sin embargo; ahora mismo ellos reafirmaban sus promesas a través de suaves y dulces besos que permanecerían para siempre en el recuerdo.
Una vida distante y solitaria por fin había encontrado su propia luz.
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