Capítulo cinco
Nervioso esperó que Kardia le quitara el seguro al auto, cuando escuchó el leve sonido de las llaves colocó la mano sobre la puerta sin embargo fue Kardia quien abrió para dejarlo que suba primero en el asiento del copiloto.
- Gracias.
Kardia esbozó una sonrisa cuando aquel bello joven de cabellos escarlata se subió.
Cerró la puerta y rodeo su auto para dirigirse a su lugar, estando arriba del vehículo, ambos se colocaron los cinturones de seguridad y encendió el motor del auto seguido de la palanca para comenzar a manejar.
- ¿Por dónde vives Camus?
- Cerca del centro de la ciudad, por donde se encuentra el parque.
Tenía doble intención ofrecerse para llevar a Camus a su casa, en realidad quería saber dónde vive.
Cuando avanzaron al menos unos cien metros llegaron a la esquina para esperar el cambio de semáforo.
Mientras esperaban un señor de edad avanzada pasaba entre los autos ofreciendo ramos de distintas flores de colores y tamaños. Era un momento oportuno para hacer algo al respecto; cuando aquel señor llegó hasta el auto de Kardia, el mayor tomó uno de los ramos que el señor sostenía entre sus brazos.
Camus se quedó sorprendido al ver que el señor Antares se lo entrego, mientras que Kardia sacaba su cartera de su bolsillo para poder pagar ese bello detalle.
- Quédese con el vuelto - Respondió Kardia al vendedor tomando el volante nuevamente para seguir su camino.
- Las rosas rojas son hermosas como tú.
Ante este halago las mejillas de Camus tomaron un ligero color carmesí - No sé hubiera molestado señor Antares.
- Tómalo como un detalle por tu buen desempeño en la escuela.
El semáforo marcó el siga, Kardia nuevamente siguió manejando mientras Camus observaba ese detalle en sus manos, aunque no se percataba de las miradas indiscretas que el señor Antares le daba.
Por alguna extraña razón mirar a ese joven de cabellos escarlata a los ojos hizo que sintiera en esos momentos una fuerte atracción por él.
Además de que pudiera nacer ese deseo en alguien, era algo que iba más allá que solo un rato, es...
Cómo si quisiera cuidarlo para siempre, como si fuera aquel con el que puede ir tomado de la mano disfrutando de la vida.
Aunque...
Al recordar que la edad es demasiado notoria, esos pensamientos se esfumaron de su mente.
- Camus.
- ¿Si?
- Apenas me estoy dando el tiempo de conocer a las personas que rodean a mi hijo, por lo que noté, ambos son muy unidos ¿Cómo se conocieron? - Cuestionó el griego intentando cambiar de plática antes de seguirse perdiendo en sus fantasías de ensueño a lado de él.
Incluso hasta en ese momento recordó sus años de juventud y jamás se imaginó que aquel corazón necio aún pudiera latir por alguien más.
- Milo y yo somos amigos desde hace años atrás, regularmente yo iba seguido a su casa para ayudarlo con las tareas y Shaina era quien nos preparaba la comida - Sonrió al recordar aquellos buenos momentos - Milo es una persona agradable que se relaciona rápidamente con los demás, a diferencia de mi, cuando lo regañe por sus malas calificaciones no sea duro con él.
En ese momento Kardia soltó una tremenda carcajada, una que realmente impacto a Camus por qué en ese momento que lo conoció en la escuela al chocar con él se le hizo una persona seria y sobre todo demasiado enojona, ahora conocer su lado alegre hizo que se perdiera en esa sonrisa, una que quizá no hacía en mucho tiempo, inclusive hasta su mirada lucía diferente.
- Jamás haría algo así, apenas voy conociendo a mi hijo como para querer tomar otras medidas con él. Aunque no es motivo para que repruebe pero también soy consiente que parte de su vida es así por qué jamás le di la atención que necesitaba.
- Si no es indiscreción... - Camus estaba a punto de saber la razón por la cual la mamá de Milo ya no estaba con ellos - ¿Que pasó con su esposa?
Kardia se quedó callado unos momentos, aún ese recuerdo permanecía como una daga incrustando su corazón cada vez que recordaba aquel día. Es algo que ni siquiera Milo recuerda ya que en ese entonces tan solo era un pequeño latoso de tres escasos años.
- Es algo que ni a Milo le he contado, no quiero dañar aún más su vida. Verás... Sasha estaba en espera de un hermanito para Milo, sin embargo en el embarazo las cosas salieron mal empeorando su salud y ella partió al cielo con ese angelito entre sus brazos.
Camus se llevó una mano a su boca asombrado por aquellas palabras que le fueron reveladas, aunque esperaba que Kardia soltará unas lágrimas por contar parte de su pasado, miró que seguía con la vista frente al volante.
- Yo... Siento ser un poco inoportuno señor Antares.
- La vida se vive al máximo Camus, es tan hermosa la vida que solo la disfrutamos una vez. Mi error fue anteponer mi trabajo sobre Milo. Ahora que lo veo feliz rodeado de una persona que lo ama por lo que es y que cuenta con personas que lo apoyan, no me puedo quejar de él.
Un silencio fue lo que reinaba en ese momento, Camus miró las rosas que descansaban en sus piernas, nadie, absolutamente nadie le deba detalles así, salvó sus amigos y hasta sus padres pero alguien ajeno a su círculo cercano jamás.
- Pronto llegaremos a tu casa - Habló Kardia estacionándose una cuadra antes de llegar al sitio indicado.
- ¿Sucede algo malo? - Preguntó Camus al ver que Kardia se detuvo totalmente.
El señor Antares subió los vidrios del auto para evitar que las personas que transitaban por ahí los vieran y sobre todo escucharan sus palabras.
Al menos agradecía que los vidrios de su auto eran obscuros.
Kardia se acercó lentamente tomando el rostro del contrario, hizo a un lado algunos mechones rojizos que cubrían parte de su rostro y lo miró directamente a los ojos, estaba demasiado loco por el siguiente paso que daría pero la curiosidad era demasiada como para no intentarlo.
Rara vez dos personas al mirarse descubren esa conexión que tanto sueñan y anhelan.
- Perdón por lo que haré...
- Que piensa hacer - Cuestionó Camus bajando la mirada a los labios entre abiertos del contrario.
- Algo que me atormenta desde la mañana que te vi.
Poco a poco ambos se fueron acercando, lentamente cerraban sus párpados dejándose llevar por el momento. Esa cercanía fue lo suficiente para que Kardia posará sus labios en los contrarios, eran suaves ante el tacto y con un sabor a cereza.
Camus llevó sus manos al pecho del contrario sintiendo los latidos de ese corazón acelerado.
- Lo siento - Susurro Kardia entre esos labios, aunque ahora ese beso se volvió más demandante, uno donde los dos podían sentir como sus lenguas se entrelazaban.
No era el primer beso de ellos, sin embargo si era uno demasiado anhelado por dos personas extrañas que han encajado rápidamente en ese primer día.
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