6

"Me alegra que pases tiempo conmigo." Sonrió Haseul mientras le daba una cucharada a la porción de pastel.

Una vez más Jungkook había comprado un pastel entero para su mamá y su hermana—y tal vez Yunjin, como la niña pasaba bastante tiempo allí, pues quería que viviera ese sueño de chocolate que todos los niños tienen—andaba consintiendo a su pequeña familia por todo el tiempo en el que se había perdido.

Realmente se había perdido.

"Tengo que aprovechar el tiempo libre, cuando se re-inaugure el despacho y el bufete estaré ahogado en trabajo." Sonrió bebiendo de su té, aquel líquido caliente se había transformado en la fuente de su hidratación.

"Espero que nos invites a la re-inauguración." Comentó con un tono bromista, recordandole que no había dejado una invitación para la primera inauguración en Seúl.

La cabeza de Jungkook le peso, todo lo había hecho mal, la vergüenza y el dolor autoinfringido le habían hecho actuar como un auténtico idiota. La daga que él mismo se había clavado le había hecho alejarse de todo lo que le recordará a aquellas pecas y a aquel diente chueco.

"Tranquila, estarán ahí." Sonrió ampliamante, tomando la mano de su madre y apretandola de forma cálida.

La sonrisa fue devuelta de una manera muy tierna, el amor materno y el calor hogareño se sentía en el ambiente, era hermoso.

Y aunque Haseul quería mantener aquel calorcito y seguir hablando tranquilamente mientras bebían té y comían pastel, debía preguntar; quería saber todo lo que había pasado con Jungkook, el por qué.

"Hijo." Trago la saliva esta se había hecho como un nudo en su boca, le costó mucho volver a hablar. "¿Por qué engañaste a Jimin?"

La pregunta tenía el sonido de una taza rota, se escuchaba claramente como los pedazos de mármol caían al piso, siendo muy sonoros, siendo estruendosos.

Jungkook contuvo el aire, respiro profundamente antes de siquiera hablar, reviviendo aquel error que le perseguía de noche, el error de callar y el error de confiar, no confíes ni en tu camisa, era lo que se repetía desde aquellos incidentes.

"Porqué me engañaron." Susurro, mirando la bolsa de té que reposaba en su platillo, el líquido rojizo chorreaba a su lado.

"No entiendo..."

"Al congreso al que asistí en Daegu también Minho iba. Yo....él se presentó hace mucho como el hermano de Jimin, entre eso él trato de acostarse conmigo la primera noche del congreso, no quise decirle nada a Jimin porqué Minho me rogó que no lo hiciera."

"Y tu le hiciste caso."

"Sí, no le dije nada a Jimin." Suspiro. "El último día del congreso se organizo una fiesta, bebí como un animal y fue tanto mi estado etílico que ni me podía parar, todos estaban así y el comedido de Minho me ayudó a llegar a mi habitación." Jungkook soltó una risa amarga al recordar, si tan solo hubiese sido algo más listo. "No sé cómo, pero Minho entro en celo y ya te puedes imaginar lo que pasó, estando yo tan ebrio."

Haseul no dijo nada, solo soltó un suspiro triste. Así que esa era la historia del porqué.

"Se aprovecho." Susurro ella.

Jungkook llevó sus manos a su rostro y se lo froto bastante fuerte, luego peino sus cabellos hacía atrás y soltó el aire que tenía retenido.

"No lo sé." Dijo, dando a entender que ya no quería hablar de eso, era pesado revivir los errores en los que había tropezado.

La pequeña sala se quedó en silencio, escuchándose únicamente el sonido de las cucharillas contra los platillos del pastel y bueno, a Haseul nunca le había gustado el silencio.

"¿Por qué le enviaste ese mensaje a Jimin, el día de su boda?" Y con la razón de mantener la conversación fluida y cerrar los huecos de dudas, Haseul revivió una vez más aquel día blanco.

"¿Qué mensaje?" Frunció el ceño, muy confundido por la pregunta hecha, trataba de recordar pero no había nada. Jungkook sabía cada detalle de ese día, era como el recordatorio de la mala persona que era y como es que no merecía una pizca de tranquilidad o felicidad.

"El mensaje que le enviaste, ese donde le decías que no irías." Dijo ella, desconcertada por la intriga de su hijo.

"Yo no le envié ningún mensaje."

La última oración fue lo último que se escucho antes de que los chillidos de unas zapatillas amarillas invadieran los oídos de Jungkook y Haseul, sobre todo de Jungkook, quien se puso en sus cinco sentidos al escuchar la vocecita de Yunjin.

Y de repente, Jungkook sintió como todo el peso de sus hombros se había desvanecido, como si no hubiera estado conversando con su madre por largos minutos sobre las piedras en las que había roto sus rodillas. Se sentía libre y ligero al escuchar a Yunjin cerca.

A su hija.

A la cual él jamás llamaría hija, porque las circunstancias así lo habían deseado.

"Hola, Yunjin." Saludo Jungkook, levantándose de su asiento para ir a saludar apropiadamente a la niña, al llegar a ella se sentó de cuclillas y le extendió la mano. La suave mano de Yunjin se la apretó, ambos sonriendo.

"Hola." Ella le sonrío, logrando que sus ojos desaparecieran en sus cachetes abultados y que sus dos dientes de conejo se mostrarán. "¿Trajo pastel?"

"De chocolate, una selva negra." Asintió aún tomando a la pequeña niña de la mano, esta era muy suavecita y cálida. "Le dije a mi madre que te diera la mitad para que te la llevaras, así puedes comerlas cuando quieras."

"¿Le puedo invitar a mi pa también?" Dio unos saltitos emocionada, aún sosteniendo la fría mano de su padre, ella no lo sabía, ni él.

"Claro, que coma contigo."

"¡Síiiiii!" Chilló emocionada, por lo poco que había convivido con la niña se había dado cuenta que era alguien muy hiperactiva e inteligente, siempre hablaba y saltaba por el lugar.

El celular de Jungkook interrumpió todo, tuvo que soltar a Yunjin para contestar, eran quienes estaban poniendo alfombras en sus nuevas oficinas, contestó la llamada algo aburrido; tenía que ir al edificio para revisar si las alfombras estaban bien, la pesada vida de alguien consumido por el trabajo y su carrera.

Yunjin se fue a jugar con los juguetes que siempre traía con ella, unos cubos, dos vacas, tres pequeños autos y un pequeño peluche de un perrito amarillo, él sonrió. Tomo su abrigo y fue a despedirse de su madre, luego de su hermana y por último de Yunjin, una vez más estrechando su pequeña mano y recordandole que la mitad del pastel era suyo. Suyo y de su pa.

Era época de lluvia por lo que fue recibido con gotas de esta en la nariz, apresurado se metió a su auto, colocando su estación favorita de radio y suspirando. Siempre suspiraba, era un melancólico por excelencia. Arranco el auto y salió de su pequeño estacionamiento, sin saber que a cuadras cerca se toparia una vez más con Jimin, pero ninguno lo sabía, pues Jimin iba en el auto de su jefe, Eunwoo, y Jungkook iba atento al camino.

Se habían topado más de una vez desde la estadía de Jungkook en Busan, solo que no lo notaban, ya no sentían con claridad y tensidad aquel hilo que les sostenía de las muñecas y meñiques.

"Gracias por traerme, Eunwoo." Dijo Jimin, colocando su chalina en su cuello.

"No tienes porque agradecer, el clima está horrible y es probable que tu y tu hija se empapen esperando el bus o el metro."

"Nos paso más de una vez." Jimin rió. "Ella tiene buenas defensas y por eso no se ha resfriado."

"Que bueno." Eunwoo sonrió, buscando algún lugar para parquear; Jungkook le había dejado un buen lugar. "Yo te espero aquí, tomate tu tiempo."

"No, Eunwoo, puedes irte, no quiero molestarte más."

"No es molestia." Negó con la cabeza sonriendo. "Yo les espero aquí, lloverá y no quisiera que ambos vuelvan a empaparse en la lluvia."

"Esta bien." Jimin sonrió de vuelta, sintiendo sus mejillas calientes, hace mucho que no se había sentido apreciado.

Hace demasiado.

Jimin corrió antes de que la lluvia le alcanzará, esperando pacientemente a que le abrieran la puerta y luego esperando a Yunjin quien corría con su abrigo y más cosas de las que se había llevado en la mañana. La cargo en sus brazos y se despidió de Haseul y Heejin, luego salió corriendo con la niña en brazos hasta el auto de Eunwoo.

"Hola." Saludo Eunwoo, recibiendo una pequeña mano ondeandose en su dirección.

"Pa, me regalaron pastel." Dijo Yunjin en cuanto su cinturón de seguridad estuvo listo. Jimin se había sentado al lado de su hija.

"¿A si? ¿Y quien te regalo el pastel?"

"Jungkook."

Ante la sola mención de aquel nombre se congelo, sintió como el aire le era arrebatado de sus pulmones y como sus manos eran pisadas por tacones. Había escuchado pedazos de aquel nombre, pero nada golpeaba más que escuchar el nombre completo, pero cuando salía de la boca de su hija.

"Él es el hijo de la señora Haseul, es muy bueno." Sonrió con toda la inocencia del mundo, sin siquiera pescar que con todo lo que decía hacía que su padre se perdiera en una tormenta. "Siempre compra pasteles y siempre me regala porciones de pasteles."

¿Qué podría decir? Sentía como su lengua había desaparecido, no podía siquiera pensar correctamente. Estaba perdido mientras se envolvía en las palabras de su hija.

Jungkook, el padre de su hija, el hombre que le había dejado en el altar, el bastardo que se había casado con su medio hermano, él; sabía de la existencia de Yunjin.

Se sentía morir.

"¿Jimin?" Escucho la voz de Eunwoo llamándole, aunque la escuchaba muy lejana.

"¿Sí?"

"Ya llegamos."

"Oh."

Oh.

Se había perdido en el nombre de Jungkook que no se dio cuenta como el camino había desaparecido, estaban en casa.

"Gracias Eunwoo." Dijo mientras tomaba a su hija y salían del costoso auto. "Nos vemos mañana."

La cara pálida de Jimin lo decía todo, era como si hubiera visto a un fantasma; no, como si hubiera escuchado el nombre de uno.

Al llegar a su hogar aquella incomodidad en su garganta no se fue, aquella amargura en su lengua se incremento. Se sentía jodido porque no sabía cómo se habían pintado las cosas. Jungkook conocía a Yunjin, la había visto en la casa de su madre, pero ¿sabía que era su hija? la duda le mataba.

Y esa duda le carcomia, sea cual sea la respuesta, Haseul y Heejin no volverían a acercarse a Yunjin. No cuando habían acercado a aquel hombre a su hija.

"Pa."

"¿Sí?"

"También hay pastel para ti. Jungkook dijo que ambos lo podíamos comer."

"¿A si?"

"Sipi, come un poco ¿chi?"

"Claro."

Aun pensando en el hombre que le había destrozado el alma, se levantó y consiguió un platillo y un platon, puso el gran pedazo de pastel en el platón y se bajo una pequeña porción en el platillo.

"¡Siiii!" Yunjin aplaudió mientras saltaba, abandonando la cocina para subir y jugar con sus juguetes.

Jimin miro por un gran periodo de tiempo el pastel y le dio asco. Por eso es que lo tiro a la basura.

No recibiría nada de Jeon, ni un pastel. Y sea cual sea su conocimiento sobre Yunjin, jamás volvería a verla, nadie en su familia lo haría.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top