52| Pero que está pasando.
Después de una sesión intensa de sexo en el auto de Adrián, partimos hacia su casa con los ánimos claramente más relajados. No voy a negar que aún tengo esa pizca de incertidumbre por lo que me dirá Beatriz, pero si de algo estoy segura es que ante cualquier cosa tengo a Adrián conmigo.
—Esa ex tuya, la que quiso matarme con su mirada en el aula hace tiempo ¿Se la presentaste a tu madre? —pregunto después de unos minutos en silencio.
—¿Lara? Era muy joven, ni siquiera se me ocurrió hablarle a Beatriz sobre ella —dice con naturalidad.
Lara, creo que alguna vez mencionó su nombre, pero hasta ahora no lo recordaba. De hecho, desde ese incidente dónde Lara se presentó al borde de las lágrimas, casi rogando para que Adrián se dignara a hablar con ella, no la he interactuado con ella. En su momento pensé que podría acercarse y reclamarme por su ex, sin embargo eso jamás pasó.
Tenemos una clase juntas, puede que hayamos cruzado miradas, pero de ahí no más. Es insignificante en mi vida.
Adrián nota algo en mis ojos porque inmediatamente agrega:
—Eres la única y siempre será así —su determinación eriza mi piel.
—Siempre es mucho tiempo.
—Y sigue sin ser suficiente —sonríe.
Me sonrojo. Es lo misma respuesta que me dio hace un tiempo, la misma y sigue teniendo ese ilógico poder para acelerar mi ritmo cardíaco.
Cuando el auto se estaciona y entramos a su casa, todos mis sentidos se ponen en alerta. Sin embargo, Adrián sostiene mi mano y mis defensas bajan considerablemente.
—Buenos días. —una voz tensa nos da la bienvenida. Aprieto mis labios en una línea— Por favor Adrián, anda a poner la mesa que la comida ya está casi lista.
Beatriz ya no lleva su vestimenta formal de trabajo, está con ropa casual y a pesar de toda su apariencia normal, sigue teniendo ese efecto de imponencia. Sin embargo, sus rasgos libres de maquillaje son más jóvenes, no me refiero que esperaba a una anciana como suegra, pero más joven que mi madre es.
Su hijo no dice nada, pero me da un apretón antes de soltar mi mano y desaparecer con dirección al comedor.
—Buenos días —digo.
Hay algo raro en Beatriz, cuando su hijo está a mi lado permanece tensa, con su rostro hecho piedra, pero una vez que desaparece cambia drásticamente, se vuelve un libro abierto. Ella sigue parada en el mismo lugar, mirándome de arriba a abajo como si quisiera encontrar algo en mi cuerpo, después pasa a mis ojos y entrecierra los suyos suspicaz. Su desesperación es evidente, es un pirata en busca de su tesoro, pero cuando no lo haya suelta un suspiro aliviado.
¿Qué está sucediendo?
—Acompañame —con su cabeza me guía el camino.
Llegamos en silencio a la cocina, el olor a una exquisita comida se filtra por mis fosas nasales, debe ser algo con carne definitivamente.
Beatriz se detiene en las sillas de la pequeña isla de la cocina, me jala un asiento para mí y ella se coloca el que está al frente.
—Como te podrás haber dado cuenta, fui madre joven. Cuando Adrián estaba más pequeño, salíamos a pasear y todo el mundo creía que éramos hermanos. —se toma una pausa y sonríe con nostalgia— Lo conozco a la perfección, soy su madre y por unos años fui su todo y justamente por eso sé que ustedes no deberían estar juntos.
Una punzada se instala en mi pecho. No me ha hablado en un tono brusco, de hecho ha sido serena y con un toque de preocupación.
—Comprendo su sentimiento como madre, pero créame que jamás dañaría a Adrián a propósito, él es el hombre que amo y estoy segura de que mis sentimientos son correspondidos. Adrián la ama. Por favor deme la oportunidad de demostrárselo, puede sonar cursi, pero Adrián y yo estamos destinados, no me veo sin él realmente.
Lejos de tranquilizarla, mis palabras son como un misil a sus murallas. Beatriz me mira con miedo puro. Silencia un jadeo con sus manos y niega frenéticamente.
¿Dónde está la señora que vi por primera vez?
Toda la imagen, perspectiva que tengo de Beatriz se derrumba y por unos segundos me veo reflejada. Ella ha atravesado por algo fuerte, puedo verlo en este momento de debilidad, el muro de frialdad no es más que una fachada. Es exactamente lo mismo que hice cuando paso lo de Jeremy, después de un tiempo me cansé de sufrir y me cubrí de miles de capas.
—¿Qué estás diciendo? —creo escuchar el llanto al borde de sus palabras. Me toma de los hombros— Por favor, dime la verdad ¿Adrián te ha golpeado? —me sacude.
Me congelo, no puedo creer que su propia madre insinúe algo de tal calibre. Ni por un segundo dudo de Adrián, pero si me hace pensar en el porqué del tormento de Beatriz.
Por esto me pidió que no invitará Giuliana al almuerzo, por esto no reaccionó como una madre común y corriendo cuando ve que su hijo está a punto de tener intimidad sexual, por esto Adrián estuvo extraño todo el camino a mi casa esa noche, él sabe lo que ella piensa y aun así no me dijo nada, teme que me separe de él, pero esa es la cuestión, si eres inocente por qué temer. Que Adrián sepa esto es seguro si no Beatriz no se hubiera arriesgado a hablarme de ello cuando él está afuera ordenando la mesa.
De pronto me encuentro aterrada de no conocer a Adrián.
Con un nudo en la garganta, hablo y dejo en claro mi relación con su hijo.
—No, jamás lo ha hecho. —retrocedo lejos de su toque— Adrián jamás me lastimaría.
—Entonces aún estamos a tiempo —dicta y por un minúsculo segundo, el alivio se apodera de sus facciones.
Sigo en un trance donde me urge salir. De todas las posibilidades de esta charla, que acusara a Adrián de ser un maltratador, no me lo imaginé.
—Tu madre lo sabe ¿Cómo permitió que esto sucediera? —dice con amargura.
—Mi madre jamás me pondría en peligro —sentencio— y ciertamente Adrián no es ninguno para mí.
—No sabes lo que dices, —sus ojos se llenan de lágrimas— no lo conoces, Ashley ¿Crees qué eres la primera a la que ha hecho esto? Con la última fue igual y terminó destrozada. Te quiero salvar.
—No hay nadie para salvar madre, no soy él ¿Cuándo lo comprenderás? —Adrián aparece y se coloca a mi lado, se escucha agotado.
Sostengo su mano con fuerza, él es real, no me va a fallar.
Beatriz retrocede un paso, tiene miedo de su hijo.
Mi pecho se cierra.
—Una es coincidencia, dos es un hecho, contigo siempre va a ser seguro, no pondré en riesgo a una mujer inocente —espero ver dolor en Adrián, pero está tranquilo, cómo si todo esto fuera el pan de cada día.
—Llamaré a tu jefe, no puede ser posible que te haya permitido esa fiesta de celebración —Adrián saca su celular y empieza a marcar un número. Beatriz intenta impedirlo, pero entonces bloqueo su cuerpo por el mío.
—Ve afuera hacer la llamada, ella está segura conmigo —le ordenó a Adrián mientras sigo bloqueando a Beatriz.
No dice nada, pero escucho sus pasos alejarse.
Beatriz llora e insiste en querer salvarme de su hijo. No intenta forcejear conmigo, de hecho creo que teme dañarme, casi con culpa o como si estuviera hecha de cristal. Al final termina cediendo sobre la una de las sillas altas, con su cabeza derrumbado en la encimera. Su boca calla leves sollozos y al poco tiempo se queda dormida.
Me siento a su costado y la miro con tristeza. Algo debe haber pasado, está no es Beatriz, la abogada más solicitada y mejor de la ciudad.
Cuando Adrián regresa, al cabo de quince minutos del sueño de su madre, está con una persona más. Es un hombre musculoso, maduro, atractivo, pero con un aura de peligro saliendo por sus poros. Tiene un maletín negro colgando de su mano derecha, mira a Beatriz con suma preocupación, ni siquiera se fija en mí.
Adrián me hace el gesto para que vaya con él así que voy a su lado de inmediato, su mano se coloca en la parte baja de mi espalda en forma de protección.
El hombre en traje toma mi lugar en la silla y pasa su mano por el cabello de Beatriz, el gesto es íntimo casi como el de una pareja. Miro de lado a Adrián, pero no encuentro incomodidad o asco, se mantiene con un aspecto serio.
—Me encargaré de todo —dice neutral el hombre de traje— ¿Tienes donde quedarte? No creo que sea prudente que te vea cuando despierte, al menos tres días —añade.
—Avisame cuando esté bien —es lo único que dice Adrián, mientras hace fuerza en su agarre y me arrastra lejos de toda la escena.
Quiero decirle que no tiene que preocuparse por mí, que tiene mi confianza plena, pero entonces suelta mi mano y sube por las escaleras con rapidez.
Con un ligero movimiento de mano me pide que mantenga en mi sitio.
Dos minutos más tarde está bajando con el mismo ritmo frenético y con una mochila colgando entre su hombro.
Vuelve a conectar nuestras manos y guiarme hasta la salida de la casa. Por un segundo logro mirar a Beatriz y al desconocido, él se ha quitado el saco y la abraza con fuerza.
—Adrián —llamo, pero no se detiene.
Me sube a su automóvil, rodea el vehículo y se coloca en el asiento del chófer, de un golpe cierra su puerta y arranca el vehículo.
—Lo siento, no debiste escuchar nada de eso, me juro que estaba bien. —se lamenta mientras gira en una curva y golpea el timón, el claxon resuena— No debí exponerte.
—Tu madre... —me cuesta copiar sus palabras— Confío en ti, pero necesito saber lo que está pasando, Beatriz dijo cosas que no me atrevo a repetir.
Adrián estira su mano por la mía. Puede que su agarre sea fuerte, pero veo la duda en su mandíbula marcada.
—Te amo tanto. —me da un ligero apretón— Pero debo hablar con Giuliana primero, hice una promesa y no voy a romperla.
Arrugo mi gesto ¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto?
—¿Qué me están ocultando?
—Ella creyó que era mejor que no supieras.
Suelto un suspiro.
Algo en mi pecho me advierte de una catástrofe.
En el resto del camino se me hace lento y cada parte de mí piensa lo peor. Sostengo la mano de Adrián en todo momento y estoy consiente de las miradas rápidas que me da en el trayecto.
Cuando creo que mi ritmo cardíaco disminuye, el auto se detiene y veo a mi madre en el marco de la puerta de la casa conversando con el profesor Price, ella tiene el rostro fruncido mientras que escucha a mi maestro.
Escucho maldecir a Adrián mientras nos dirigimos a ellos.
—¿Algo que tengas de decir, Ashley? —pregunta Giuliana.
Miro a Price con confusión, que yo sepa no he hecho nada malo y voy bien en su materia, además aún no rindo su prueba así que esté desaprobada y le venga a contar a mi madre la noticia es imposible.
—No. —respondo— ¿Qué hace aquí profesor?
Price se remueve y parece sumamente incómodo por mi presencia.
—Solo veía a felicitarla por cumplir con la parte del trato Giuliana. Con mis colegas hablamos y déjeme decirle que estamos impresionados por el desempeño de Ashley en tan poco tiempo. —Price se acerca y mira a Adrián— Sé que tú también has tenido mucho que ver, es impresionante lo que has logrado.
—No me quite el mérito Price —sonrío— ¿Solo ha venido a felicitar mi mejoría? —insisto, si tiene alguna novedad con mi permanencia en el voleibol que hable ahora.
Mi profesor ríe.
—Oh no, también a ponerme al día con tu madre, tiende a desaparecer del círculo social, —señala a Giuliana quién niega con una sonrisa— pero ya veo que están ocupados así que me retiro.
Me despido con un movimiento de cabeza, Adrián se mantiene callado con cuando Price su nombre. Mi madre lo mira extraño y se interpone para abrazar a Price y coordinar una salida con su grupo de amigos.
Miro a Adrián para asegurarme que está bien no para regañarlo, sea lo que sea que pase con su madre lo tiene distinto.
Una vez los tres solos, entramos a casa y Giuliana se coloca al lado de su yerno.
—Estás pálido ¿Quieres comer un poco? —toca su frente y verifica una posible fiebre.
La sonrisa de mi novio es débil y por mucho tiempo sigue manteniéndose callado, cuando creo que voy a empezar a alarmarme, Adrián me mira con súplica adornando sus iris, comprendo todo.
—Los dejaré solos, veré qué hay en la cocina para comer —le doy una sonrisa tensa a ambos antes de irme.
No veo el fin de su conversación, sé que ambos están en la sala, el sonido leve de sus voces logra camuflarse hasta la cocina y por más que quiera oír lo que dicen, me mantengo quieta y jugando con mi plato de comida. Hace una hora estaba hambrienta y feliz por comer con Beatriz, pero ahora solo como una cucharada de comida cada diez minutos.
En mi soledad trato de averiguar el núcleo de todo, una razón para cada acontecimiento, pero mi mente se pone en blanco.
"Tu madre lo sabe ¿Cómo permitió que esto sucediera?"
No quiero mentiras, ya no. No estaría tan preocupada si mi madre no estuviera involucrada, pero esa no es la verdad y la idea de que está noticia me dañe me eriza la piel.
"¿Crees qué eres la primera a la que ha hecho esto? Con la última fue igual y terminó destrozada."
La última, destrozada. Esas descripciones van perfecto para Lara, se debe referir a ella ¿Qué tiene que ver en esto? Fue un amor de primaria, ni siquiera fue serio, tampoco fue oficializada ante Beatriz.
Mi mente va a explotar.
Unos pasos me alertan y finjo estar disfrutando de mi almuerzo. Cuando Adrián aparece en mi campo de visión, solo y con una sonrisa a medias, dejo mi actualización y voy con a su lado.
—¿Tienes hambre? Mi madre preparó sudado, está delicioso —ofrezco, sé que no ha probado ningún alimento hace horas.
—No tengo hambre —me acaricia el cabello.
—¿Qué tal todo? Se han tomado su tiempo —traro de aligerar el ambiente.
Hace una mueca.
—Tu madre es reacia, pero la convencí.
—Me dirás que está pasando —aseguro.
—Solo Giuliana me detenía, antes no sabía por qué su necesidad de mantener este lado de mi vida en secreto, pero luego me contaste tu pasado y comprendí todo. Realmente no podía avanzar sin tener su permiso —acerca sus labios a mi frente y deposita un beso.
Una rara sensación de hormigueo pasa de la punta de mis pies hasta la cima de mi cabeza.
—¿Por qué siento que te estás disculpando? No tienes qué. Me costó mucho contarte sobre mi pasado, no te juzgaré si deseas esperar un tiempo más.
Menea una negación.
—No. Giuliana nos está esperando en la sala.
Me abre el camino y encuentro a mi madre sentada en el sillón con sus piernas y manos juntas. Cuando me ve, palmea su asiento de lado y Adrián se coloca en el otro externo.
Ambos se miran entre sí y luego se enfocan en mí.
—Estoy bien —le digo a mi madre al ver su cara de preocupación, tomo sus manos entre las mías y las suelto cuando deja de temblar.
—¿Qué fue exactamente lo que te dijo? No dejes escapar ningún detalle —pregunta Adrián.
Toma una exhalación profunda.
—Empezó con un discurso sobre lo mucho que te conocía y que por ese mismo motivo no deberíamos estar juntos. Le aclaré el tipo de persona que eras y de la nada Me pregunto directamente si tú me golpeabas, cuando le dije que no, ella simplemente se alteró. Entonces dijo que aún podía salvarme, que estaba confundida por mi madre por qué ella sabía todo, que no era la primera a la que hacías esto, luego apareciste tú y bueno, ya sabes.
Giuliana jadea con cada suceso que narro, mira a Adrián y asiente despacio. No dejo pasar el hecho que intercambian una mirada significativa.
—Beatriz no es así, todo es culpa de la fiesta de celebración por el caso ganado, ella no tiene permitido beber alcohol no sé que sucedió —murmura mi madre.
—¿Qué es lo que tiene?
—TEPT: Trastorno por estrés postraumático. La causa de todo es mi padre, Paulo. —revela. Adrián se detiene y mira a mi madre como pidiendo permiso para continuar, ella asiente— Él se obsesionó con Beatriz, la acechaba en todas partes, ideaba algunas situaciones para encontrarse, la estudiaba para conocer sus gustos, la enamoro a base de manipulación, incluso cambio sus pastillas anticonceptivas por cebos y así atarla a él por toda la vida. Mi madre era joven y no pudo darse cuenta de las señales, pero maduro y en la convivencia se enteró de todo, encontró fotos de ella durmiendo, de ella saliendo de locales, hablando con otras personas, todo esto cuando aún ni se conocían. Beatriz investigó más a fondo y cuando confrontó a Paulo, él la encadenó y secuestro por meses. Abuso psicológicamente, físicamente de ella, su obsesión lo enloqueció.
Miro a mi madre, está con los ojos vidriosos. Comprendo todo. Una lágrima cae por su mejilla y al instante la limpio.
—¿Cómo nadie se dio cuenta? —me concentro en Adrián.
—Mi madre se independizó desde muy joven, mis abuelos no fueron los padres del año, ella estaba sola cuando Paulo la encontró. Todo paso en el momento que quedó embarazada de mí, justamente había abandonado el trabajo y su círculo de amistades era escaso gracias a los enfermizos celos de Paulo. Él se encargó de aislarla de todos, fue suya durante unos meses, Beatriz estuvo en el infierno. —sisea— Su libertad se dio gracias a mi parto, estaba desangrándose y gritando de dolor, la desesperación de perder a su todo llevo a Paulo a llevarla a un hospital. Mi madre entró en coma por unos días y cuando despertó, el desgraciado intento volver a secuestrarla, pero los golpes en el cuerpo de mi madre, sus lesiones internas, su excesivo bajo de peso, todos los horribles factores llevaron a que la policía se involucre y arrestara a Paulo como sospechoso, mi madre lo denunció. En la cárcel, Paulo se suicidó. La idea de vivir sin su todo lo destruyó.
—No puedo creer que tu madre haya pasado por todo eso, cuando la vi fue como ver a una guerrera, imponente, pero jamás imaginé la guerra que pasó.
—La conocí en un grupo de ayuda, no en el hospital. —confiesa mi madre— Ambas estábamos sanando y creamos una hermosa amistad, fue liberador poder hablar con alguien de algo que solo ella podría entender.
Ahora entiendo por qué jamás supe de Beatriz hasta que Adrián apareció en mi vida. Giuliana no podía introducirla en nuestra vida sin que yo haga preguntas o me enteré del grupo de ayuda que estaba asistiendo, en ese entonces hubiera hecho un escándalo y la indignación me consumiría.
—Beatriz toma medicamentos desde hace años, si deja de tomarlos o los combina con alcohol... Confunde la realidad, nunca he visto fotos de Paulo, pero según ella soy idéntico a él. Beatriz llega a creer que soy él o que soy como él, igual de psicópata. Fue duro al principio, los ataques no eran constantes, pero uno de baja secuelas durante meses, todo mejoró cuando conoció a Marco, pero su muerte volvía a llevarla a una recaída. Verme era una pesadilla para ella, pero cuando por cuestiones de trabajo tuvo que viajar por tiempos prolongados, todo volvió a la normalidad. Puede que no haya sido una mamá físicamente presente, pero su paz mental es todo lo que me importa, yo soy esa bomba que la hace estalla, lo máximo que puede estar cerca de mí es medio año.
Yo maté a mi Vince, mi padre, a sangre fría. Me sacrifiqué por el bien de mi madre, de Jeremy y Adrián hizo el mayor acto de amor que una persona puede hacer; dejo en libertad a su madre por más que la necesitará, que la extrañará, se sacrificó al igual que yo.
Ambos hemos actuado en nombre del amor, yo maté, él soltó. Ambos hicimos lo que se debía hacer para la felicidad de nuestros amados.
Mi corazón se encoge, siento como si estuviéramos más conectados a un nivel imposible de calificar.
—Gracias por tratar de protegerme, no sé cómo me lo hubiera tomado al saber esto antes. —abrazo a mi madre y dejo un beso en su mejilla.
Miento. El hecho de que Adrián haya tenido un padre abusador cómo yo me hubiera alterado al ser un bomba de tiempo respecto a ese tema en específico. Sin embargo, Giuliana está muy afectada para preocuparla más.
—Beatriz es buena persona, no te dejes guiar por esta impresión, no era ella. No sabes lo mucho que siempre decía querer conocerte oficialmente —sonríe con nostalgia.
—Ya abra oportunidad para presentarnos cómo se debe.
—Eso espero. —besa mi cabeza— Los debo a solas para que hablen —se aleja con dirección a las escaleras de la segunda planta.
Me enfoco en Adrián cuando nos quedamos solos, me acerco y acurrucó entre su cuerpo. Sus brazos me envuelven con fuerza.
Nos mantenemos así unos segundos.
—¿A qué se refería Beatriz al decir que no soy la primera?
—Supongo que se refería a Paulo o tal vez lo invento, puedes preguntarle tu misma cuando esté mejor, no tengo nada que ocultarte. Eres y siempre serás la única, Ashley —su respuesta me da el alivio que necesitaba.
Aspiro su aroma y lo abrazo con más fuerza.
—Lamento por todo lo que tuvieron que pasar, nadie se lo merece. Cuando Beatriz se recupere estoy segura de que seremos confidentes, se ve como el tipo de suegra que cuenta trapos sucios de su hijo —alzo mi mandíbula y le sonrío. Su brillo me enamora— Eres demasiado bueno para este mundo ¿Lo sabías? —su pecho vibra bajo— Tu cabello natural es castaño ¿Verdad?
—Me lo pinte en un intento de cambiar mi apariencia, no miento cuando digo que intente de todo para no parecerme a ese imbécil —hay resentimiento en su voz.
—Eres único, Adrián. Podrías tener un gemelo y seguirías siendo tú, único.
Sus labios se acercan y me roban un beso dulce, lleno de suavidad, me acarician como un suave algodón de azúcar y me saborea como el mejor vino del mundo.
—¿Quién era el señor con quién dejaste a tu madre? —saco el tema a relucir.
—El jefe del despacho donde trabaja, llevan una relación de amistad de años, él sabe todo y la cuida como una hermana.
—¿No es demasiado joven para dirigir un despacho prestigioso?
—Herencia y lleva preparándose toda su vida. Confío en él, sé dé sus buenas intenciones.
—Te vas a quedar aquí ¿Verdad? Mamá estaría encantada y cuando Beatriz mejore le encantará saber que su hijo fue bien cuidado y no pasó la noche en un asquiento hotel.
—Tengo mis tíos, pero ellos no saben nada de esto así que no estoy seguro de que excusa ponerles —arrugo mi rostro, Adrián debe notar mi cambio porque agrega:— Beatriz guarda resentimiento con su familia, la dejaron sola por mucho tiempo, sé que trata de negarlo, pero la conozco.
—¿Por eso jamás intentaste acercarte a ellos?
—Siempre he estado solo, cuando me enteré de mi relación sanguínea con Cristina me dio igual —no hay emoción en su voz— y sobre dónde dormiré, sí, Giuliana me ofreció el trato antes que tú.
Nos quedamos un rato en silencio y yo termino rompiendo la tranquilidad con una risa.
—Nunca preguntaste por mi padre o mi pasado, incluso cuando hablamos de familia jamás me presionaste ¿Mi madre te advirtió de algo?
—Solo supuse. Al principio fue difícil para hablar sobre Paulo, pero hoy en día es... Tengo la necesidad de querer que todo el mundo sepa que clase de desgraciado fue, a Beatriz no le incómoda que sepan, de hecho está bien contándolo, el problema surge cuando pasa mucho tiempo conmigo. La puedo tener unos meses conmigo y si eso es necesario para mantenerla feliz, lo haré.
—Eres un excelente hijo, ya veo porque mi madre estaba tan emocionada cuando le contamos que éramos pareja. —sus dedos reposan en mi brazo y trazan círculos— Adrián, hay algo que tengo que contarte, es sobre mi padre, yo...
—No tienes que hacerlo sino quieres, puedo oír el esfuerzo en tu voz, Ashley.
Me enderezó y lo miro a los ojos. Hay algo en su tono inquieta. Su mirada me transmite paz y comprensión, es tan raro, casi como si leyera mi mente.
—Lo sabes ¿Verdad? —no tengo miedo, pero si estoy ansiosa por su reacción.
—Tu madre pensó que me lo habías dicho, me enteré hace unos minutos cuando hablaba con ella, sé sobre la muerte de Vince y creeme que sigues viéndote tan perfecta como siempre, te admiro, mi corazón nunca dejará que latir por ti.
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