37| Amnesia.

Unas caricias tratan de despertarme, pero mi sueño es tanto que me aferró más a las sábanas y me doy media vuelta. Se escucha un suspiro. Adrián me abraza por detrás, atrayéndome nuevamente a su cuerpo y dejándome dormir un par de minutos más. Sus manos hacen figuras imaginarias en mi piel, por debajo de la delgada sábana que cubre mi anatomía. 

Me transmite cosquillas, revoloteos de sensaciones que logran que abra mis ojos.

—Buenos días —digo con la voz apagada, necesito agua— ¿Qué hora es?

—Buenos días. Son las nueve de la mañana —deja un beso en mi cabello y me acomoda en la posición que pasamos toda la noche. Él boca arriba y yo sobre su brazo, capturando todo su pecho y dejando mi pierna sobre las suyas.

Me doy cuenta de que estoy con una de sus camisetas, esas que me quedan perfectas, como un vestido holgado. El sexy vestido pegado ha desaparecido. Lo más seguro es que Adrián me haya cambiado de ropa porque no tengo recuerdos de hacerlo yo.

—¿Algo sobre Mery? ¿Cristina? ¿Las chicas se han comunicado?

—Tu celular se ha mantenido silencioso.

—¿Crees qué todo esté bien?

—Con Cristina ahí, obviamente que sí. Además, sabes que sé ella les diría si algo malo sucediera. —me relaja la verdad de sus palabras— Mery va a llorar, va a sufrir, pero lo superará, en un par de años ni siquiera recordará está decepción amorosa.

—El primer amor nunca se olvida —objeto.

—El amor no traiciona, no engaña, no te lastima. —me da un apretón— Esa mierda no es amor, yo diría una ilusión. Puede que Mery no lo sepa ahora, pero cuando todo suceda, cuando tenga más experiencias y compare sus sentimientos, se dará cuenta de lo minúsculo que era, las vivencias son el fundamento de todo.

—Hay personas que se quedan con su primer amor —debato.

—Estamos hablando de Mery y entre ella y Killa no había amor. Las he observado ¿Sabes? Una parecía más pendiente y cómoda con otra persona. —me tenso, me separo y me apoyo con mis codos sobre el colchón, lo miro totalmente seria— No estoy hablando de Killa. —asegura, ve mi inquietud, pero sigue con análisis— Pero tienes razón, hay personas que realmente tienen la dicha de encontrar a su otra mitad en su primera oportunidad ¿Sabes las posibilidades que existen? Son casi nulas. Jodidos afortunados.

—¿Estás insinuando qué Mery tiene una amante? —casi escupo con asco.

—Nunca dije eso. —defiende. Me relajo, un poco— Pero para estar recién empezando su relación, Mery estaba más pendiente de otra persona. La comodidad, confianza es importante en una pareja ¿Lo sabes? Con Killa siempre la vía nerviosa, tímida, pero con...

—Es normal, raro sería no verla nerviosa, —contradigo— si nosotros nos pusiéramos de pareja actuaría igual, tienes ese efecto en mí —Adrián sonríe y sus ojos se llenan de vida. Unas simples palabras lo han despertado por completo y ni siquiera parece querer ocultarlo. Me pongo nerviosa, lo dije sin pensar, nacieron de mí.

—Lo nuestro es real, no compares. —ahora yo sonrío— Lo que trato de decir es que no es ese tipo de nerviosismo que percibía, era como si se esforzará para ser perfecta en la relación, era muy evidente. —recalca— En cambio con la otra persona que te digo, era ella misma. Sabía que no iban a durar mucho, pero realmente jamás pensé que iban a terminar así, nunca vi algo extraño en Killa.

—A ti, al futuro psicólogo que ve atrevés de las personas. No puedo creerlo. —me mofo— De igual forma ya no tiene caso discutirlo, hablar de esa me revuelve el estómago —me arrodillo y me estiró soltando cada tensión— ¿No vas a decirme quién es esa desconocida, verdad?

—¿Qué comes qué adivinas? —se despoja de las telas que lo envuelven y se reincorpora.

Va directo a su baño. Lo sigo con rapidez.

—¿Por qué nunca me dijiste nada?

Sujeta su cepillo de dientes y lo unta con pasta dental. Antes de ir a por sus dientes me responde.

—A veces deseo equivocarme, ser un excelente futuro psicólogo apesta a veces, no la mayoría, pero suele suceder.

Le doy palmaditas en un falso consuelo. Decido copiarlo. Mi aliento no es malo, pero la limpieza bucal es importante. Ayer traje mis cosas, lo necesario para sobrevivir una noche y parte del día con Adrián. La verdad es que no me preocupe mucho, es posible que haya olvidado una que otra cosa, confiaba en Gabriela, ella jamás se olvidar...

No puede ser.

Nos olvidamos de Gabriela.

Coloco mi cepillo en su sitio, con rapidez y torpeza. Soy una persona amiga, la peor ¿Cómo pude ser capaz? Bueno, después de coger con Adrián no soy la persona más razonable del mundo, pero él si, él es el ancla de la relación. Tener un revolcón con Irman es una expresión afrodisíaca, te deja con tus sentidos aturdidos, mareada, casi se compara a la droga, fácilmente lo sería, yo lo compraría todos los días y me volvería adicta por él. Así que ¿No puede culparme, verdad? A quien engaño, es Gabriela, lo más probable es que esté planeando mi asesinato. Si bien se quedó con las demás chicas, no está bien que la haya abandonado, teníamos un acuerdo y yo por mis sentimientos lo olvide por completo.

Encuentro mi celular en la mesa de noche. Verifico que está con el volumen al tope, que extraño, debería tener miles de amenazas de muerte. Le marco a Gabriela.

—¿Qué quieres? ¿Sabes la hora qué es? —la he levantado. Su voz está toda ronca.

—Por Dios, perdóname, por favor, te juro que no sé que me pasó. —empiezo a disculparme exaltada colocando la mano en mi frente, sigo sin creerlo. — No tomes represalias, lo merezco, lo sé, fui un asco de amiga, pero te lo ruego, soy muy joven, tengo un futuro brillante ¿Sabes qué te quiero? Recuerda nuestros momentos bellos Gabs.

—¿De qué mierda hablas? ¿Por qué te estás disculpando? —mi corazón deja de latir sin rapidez a la vez que una clara interrogante se planta en mi rostro.

—¿Dónde estás?

—Con Gabriel ¿Por qué lo preguntas? ¿Estás ebria? —se escucha sonidos de fondo, cómo la de un caño chorreando agua.

—¿No estás molesta conmigo? —soy más directa, estoy muy confundida.

Suspira desde el otro lado.

—¿Qué hiciste? Mira que si es algo grave...

El celular se me es arrancado. Me quedo mirando a Adrián mientras cuelga y tira el objeto a la cama. Suena de inmediato. Pero no lo atiendo.

Cruzo los brazos y me plantó de frente. Su sonrisa no va a distraerme de mi objetivo.

—¿Qué hiciste?

—Salvarte el pellejo —su aliento a menta inunda mis fosas nasales.

—Sabes a lo que me refiero.

Su porte tan despreocupado me iluminó. Me reprocho por no verlo antes. Adrián es el ancla, el razonable, jamás dejará de serlo, no había bebido una pizca de alcohol, no pudo olvidarse de Gabriela.

—Me encontré con ella saliendo, estaba acompañando a Gabriel mientras fumaba. No lo dejaban hacerlo adentro, una estúpida regla de tu amigo. —evito defenderlo, fumar en un ambiente cerrado es molesto— Me acerqué a ellos y los convencí para qué nos dejarán solos ¿Por qué me miras así?

—Pudiste avisarme y ahorrarme todo este drama ¿Sabes lo mal y aterrada que me sentí? —sigo en mi posición. No estoy molesta, pero está situación pudo ocasionarme un paro cardíaco.

—Iba a hacerlo, pero te dormiste a penas entraste al vehículo y recién acabas de despertar. —me toma por los brazos tratando de relajarme— ¿Tanto te afectó? ¿Tanto para hacer que te olvides de todo y todos? —flaqueo, es obvio, pero por alguna razón le encanta oírlo, que se lo confirme.

—Provocas muchas cosas —admito por segunda vez en el día.

—¿Más buenas qué malas?

—Define malo —dejo de cruzar los brazos y me entrego por completo. Hoy me siento diferente. Cómo si algo en mi interior se hubiera activado.

Adrián arquea una de sus cejas y me mira expectante, seguro de lo que fuera que haga lo dejara sin aliento. Esa mirada pícara me enciende y trae recuerdos de ayer, para ser más precisa, la hora, minutos y segundos exactos en que entramos a ese cuarto en la segunda planta. Cómo me follo en cuatro, cómo demandó que gritara su nombre, sus embestidas, sus besos, todo lo rememoro con lujos de detalles, mi parte íntima igual siente cada toque.

Empiezo a sentir esa fuerte impulsividad por revivir la experiencia, de drogarme de Adrián, solo de él.

Está sin camisa, reluciendo su excelente y exquisito cuerpo. Me deja las cosas fáciles. Pongo las manos en su pecho, bajando lentamente hasta su vientre dónde juego con el borde de su pantalón de pijama. Su mentón tenso provoca que relama mis labios ¿Será posible? Dejo su rostro y desciendo mi mirada hasta abajo, justo donde está una erección a mitad de evolución. Ni siquiera lo he tocado como se lo merece, solo le basta una mirada y caricias mías para excitarse, no puedo burlarme, yo me doy satisfecha con solo el pensamiento, la imaginación. Estamos igual de perdidos el uno por el otro.

La boca se me ha secado, cómo es costumbre, lo quiero en mi boca ¿Por qué me lo niega? Sin querer dejar de perder está oportunidad, me arrodillo de golpe, poniendo la altura de mi boca con la de su erección firme, me apunta como si fuera un arma y yo lo miro como si deseara que disparará todo que tiene, dejarlo sin ningún casquillo.

—¿Tener la necesidad de querer lamer, chupar, comerme todo tu pene es malo? Porque si es así, definitivamente provocas mucho más cosas malas que buenas.

—Es una lástima. —su garganta sube y baja, claro signo de que pasa saliva con dificultad. Desde mi altura se ve más bello de lo que es— Aunque si me lo preguntas, no sabría cuál es mejor ¿Acelerar tu pulso cada vez que me ves o mojarte las bragas? Las dos opciones son tentadoras, muy buenas para conformarme.

—Tienes suerte de provocar ambas, pero siempre van a ganar las bragas mojadas.

Hace una mueca. No sé si sabe que miento, más por el juego de ayer, donde quede en ridículo por lo bien que me conoce porque la verdad es que mi corazón martillando contra mi pecho es fuerte, si, sin embargo está de igual nivel que los abundantes líquidos sexuales que provoca.

—Creo que ya me decidí. —mira con intensidad— Solucionaré este error, no lo dudes, la equidad es lo mejor.

Su mano va directo a mi cabello, lo acaricia en círculos con las yemas de sus dedos, en cada gesto siento su tensión, tratando de controlar sus impulsos y jalarlo como tanto le encanta hacerlo.

De un tirón bajo su pantalón y bóxer. Su pene sale disparado chocando contra mis labios. Gimo de solo sentirlo así de cerca. Lo quiero todo, entero. Lo sujeto con mi mano, tomando el control y también por el temor de que se me escape. Estoy tan embelesada, excitada, ansiosa por su miembro que le olvido por completo de memorizar cada detalle en Adrián, un suspiro entrecortado combinado con un jadeo me despierta y hace elevar mi mentón.

Se encuentra mirándome con determinación. Me encantan sus pupilas dilatadas que combinan a la perfección con su brillo singular. Entreabro un poco mis labios, dejando un acceso a su pene que lo toma sin ninguna molestia. Lo siento en mis dientes inferiores, reposado cómo amo y señor. Unas enormes ganas de morderlo me abarcan. Quiero probar cada cosa posible, con ese miembro todo se me antoja. Hace un gesto de satisfacción cuando muevo mi mano, en respuesta envuelve mi cabello con fuerza.

Si seguimos así, lo único que lograra es alargar la meta. La balanza se va inclinando para un lado con notable diferencia. Bragas mojadas se lleva de encuentro a los sentimientos.

No sé de dónde estoy sacando mi autocontrol, pero es algo admirable. Devorar ese pene es algo para tomarse su tiempo. Mi lengua decide probarlo, solo la puntita, para averiguar su sabor. Mis papilas gustativas están sensibles y cuando lo chupo como un helado gimo por tal placer que estoy recibiendo. No sabe a nada, pero podría comer esto el resto de mi vida y convertirme en caníbal solo tener el honor de masticarlo.

Adrián cierra sus ojos y disfruta del placer que le otorgo, su quijada tiembla y la presión en mi cabello se intensifica. Ante tal imagen no puedo resistirme y sucumbo a mis deseos. Lo meto de golpe en mi boca, dándole el privilegio de hundirse hasta el fondo. Es grande, enorme, mi garganta me pide ir despacio, pero quiero que la primera estocada sea memorable, digno de él. Pongo mis manos en su trasero, buscando apoyo con desesperación. Logro objetivo. Siento como palpita y su calentura me llena. Es grandioso. Tira su cabeza para atrás y jadea sin contención.

Al momento de sacarlo, mi lengua lo succiona y estruja. Ya no quiero perder tiempo, tiro mi cabeza para atrás y aprieto sus nalgas cuando vuelvo a devolverlo de dónde nunca debió salir, en mi boca, dentro de mí. Es abrumante, mi vagina se humedece de forma inmediata como si estuviese siendo penetrada ahí.

Mi paraíso no dura mucho, Adrián tira de mi cabello atrás, dejando mi deseo incompleto. Gruño molesta. Con la misma fuerza me levanta, haciendo que lo tome por los hombros y él me sujeta por la quijada.

—¿Sabes? Siempre quise follarte encima de mi escritorio. Verte tan concentrada al resolver los problemas que te dejaba me hizo imaginar tu rostro al disfrutar de mi pene dentro tuyo.

—Eso se puede arreglar —más que encantada— ¿Aún lo deseas?

—Siempre haces preguntas con respuestas evidentes, me frustra mucho verte en el papel de tonta, si lo fueras no habría problema, pero eres jodidamente inteligente y hermosa —la balanza va tomando equidad.

Me empuja contra su boca y en unos segundos ya nos estos devorando con ansiedad. Me embriaga, me pone absolutamente tonta. Enredo mis piernas en su cintura y con su mano sobre mi trasero me guía hasta el escritorio. Con desesperación tira las cosas que estorban al suelo, de una barrida, y me sienta sobre el frío material sin dejar de tocarme.

Alzo mis manos para facilitarle mi desnudes, Adrián lo aprovecha y me saca su camiseta de un tirón. Me quedo solo en bragas, con mis senos erectos restregándose sobre su pecho.

Tengo que agarrarme fuertemente de los bordes del escritorio cuando Adrián se agacha y baja mi braga con lentitud. Lo pasa por un pie y por el otro hasta quitarlo por completo. Se apodera de mis muslos para abrir mis piernas, dándole un acceso a mi intimidad. Ante mi exposición gimo.

Su lengua hace un recorrido de tortura hasta chocar contra mi clítoris, lo ataca con el mismo fervor que lo hizo con mi boca.

—¡Oh sí! —arqueo mi espalda empujando mi sexo contra su boca. Quiero más, lo necesito.

Temo que mis manos rompan la madera así que decido desquitarme contra su cabello, tomando el control de su ritmo. Sin embargo, no me es suficiente, tengo tanto que dar. Elevo mis piernas hasta sus hombros, dejándolo sin escapatoria. Él aprovecha la posición y toca mis nalgas con descaro. Aún sentada puede hacerlo.

Suelto varias maldiciones mientras va pasando los minutos. Es increíble, se siente como el jodido cielo. Todo en él me enloquece. Sus dedos se hacen presentes, se hunden en mí cómo si fuera su casa y lo cierto es que desearía que fuera así. Su pene, sus dedos, su boca, quiero que todo su cuerpo sienta esa sensación para que en cada momento, segundo, minuto quiera volver a su hogar, al lugar donde pertenece.

Con sus dientes tira un poco de mi carne y pierdo los estribos. Esa pequeña acción hace mi orgasmo se adelante de manera mecánica. Muevo mis caderas, apoyado de mis piernas y mi agarre en su cabello. Yo mando, yo tengo el control. Él solo hace su trabajo destacando con reconocimientos.

Me derrumbo contra la pared, Adrián lo aprovecha para elevar sus manos hasta mis senos y provocarme más placer.

Esto es magnífico. Cada vez que pienso que ya lo he sentido todo con Adrián, hacemos otra cosa, repetimos y vuelvo a decirlo. Cada encuentro me lleva a un nuevo límite que no sabía que tenía.

La nube de excitación va creciendo y me encuentro envuelta en mis placeres más oscuros.

Mis caderas ya no se mueven con determinación, lo hacen sin ningún control, signo de que mi orgasmo está más cerca de lo esperado. Adrián me ayuda moviendo su lengua con más rapidez y sus dedos enterrándose con más profundidad. Uno, dos, tres, cuatro estocadas son suficientes para derrumbarme y dejar caer mi peso, estoy exhausta. El orgasmo me ha alcanzado.

—Deliciosa como siempre.

Lo siento pararse y sus manos abrazar mi cuerpo tembloroso por el increíble clímax que he explotado en mi interior.

Cuando me siento estable, me echo para atrás para mirarlo. Aún tiene ese deseo insaciable en sus ojos, ese brillo que me cautiva. Su pene erecto choca contra mi vientre y devolverle el favor que me ha hecho se me cruza por la mente.

Es lo más justo, se lo merece.

Escabullo una de mis manos y sujeto su miembro con fuerza. Lo tomo por sorpresa, pero no se a alejado. Muevo mi mano de arriba abajo, de atrás para adelante, masturbando su gran amplitud con exquisitez.

De pronto, mi estómago gruñe. No es un ruido bajo, es fuerte, cómo el de un monstruo reclamando ser alimentado.

Ruego porque no lo haya oído, pero al frenar mis movimientos de golpe, sé que lo ha hecho.

Que vergüenza.

Se ríe.

—¿Mate el momento?

—Un poco. —admite— Vamos a preparar algo para desayunar, pero intentemos no quemar la casa —me ayuda a ponerme de pie.

Se aleja y me tira su camiseta del suelo. Me visto mientras que él hace lo mismo con su ropa.

—¿Cocinar? No gracias. Hay que pedir algo, yo invito. —propongo mientras termino de pasar mi braga por las piernas— Tengo el número de un excelente restaurante —presiono al ver su gesto de disgusto.

—Bien, pero primero vamos al baño a limpiarte. —sujeta mi mano— Si sigo viéndote con ese gesto de recién follada y tus líquidos chorreando entre tus piernas, no me controlaré. Mandaré al diablo tus necesidades.

—¿Quién dice que debas hacerlo? Tal vez eso es justo lo que deseo —lo provoco rozando nuestros labios.

Su mirada se oscurece. Su mano me presiona y me lleva directo al baño para asearme. Lo cierto es que no me había percatado de lo pegajoso que estaban mis muslos hasta que lo evidenció.

Cristina llamó justo cuando el delivery había llegado. Adrián fue a recoger y preparar todo mientras yo atendía el celular.

Mi amiga me contó lo mal que se había puesto Mery con la noticia. Las chicas se lo dijeron en la noche de ayer, minutos después de que llegarán a casa de Cristina. Según lo que entendí fue que no pudieron con la culpa, se sentían muy mal por todo lo que sabían y que verla tan pendiente de su celular las destruyó. Mery lloro, grito y golpeó unos cuantos objetos de Cris, nadie la detuvo, dejaron que se desahogara. Una vez que se calmó, le explicaron con más detalles todo lo sucedido y volvió a llorar con más fuerza. Todas durmieron juntas, con una Mery destruida al medio.

Lo bueno de todo es que despertó mejor. No bien, pero con un semblante esperanzador. La convencieron de salir a desayunar y después vagar por los alrededores. En esos momentos estaban regresando a casa de Cristina, en un taxi.

Le pregunté si podía ir, pero me respondió que no. Que justo estaba llamando a todas para decirle que no lo hicieran, Mery solo quería tranquilidad, paz. Sin embargo, si me la paso, pude hablar con ella.

Su voz se oía rota y un poco afónica. No era mi Mery. Estuve en el teléfono con ella en todo el camino a la casa de Cristina. La hice reír, la distraje y para cuando debía colgarme me agradeció por haberla defendido y entre palabras me dio a entender que no quería que lo volviera hacer, que ensuciarme no era necesario.

Me sentí mejor después de esa llamada. Fue liberador.

Para cuándo volví con Adrián, me estaba esperando con el desayuno acomodado en la mesita de adelante del sofá. Le conté lo sucedido, hablamos de eso mientras desayunamos y cuando terminamos nos dispusimos a terminar con la serie The Witcher.

—¡Espera! —le ruego. En un acto de desespero le quito el control remoto y apagó el televisor— Es el último capítulo, se merece toda nuestra atención.

—¿A qué quieres llegar?

—El capítulo dura casi una hora y no creo que mi estómago aguante. Necesitamos pedir algo antes de darle play, se lo merece —enfatizo en mis últimas palabras.

—¿Por qué no cocinamos? —propone.

—Nos demoraremos y quiero comer algo rico, no tengo ni paciencia ni optimismo.

Adrián niega y sonríe. Le causa gracia mi postura seria, no lo entiendo, pensé que estábamos igual de interesados en la serie. Es el último capítulo de la temporada uno, se merece toda nuestra concentración. Además, los siete capítulos que vamos van en líneas temporales diferentes, estoy segura de que el último capítulo será uno cargado de información y no pienso quedarme como una tonta sin entender nada.

—¿Y si salimos a comer? —tantea.

—¿Cómo una cita? —me burlo.

—Exacto.

Lo miro sorprendida, espero que diga algo, pero se mantiene quieto esperando alguna reacción. Desde aquí, con esta luz, desde este ángulo, sus marrones aparecen más claros y el brillo de sus ojos tiene cierta intensidad que logra perderme por completo. Tengo la necesidad de temblar por su profundidad, su manera de mirarme es única.

—No estoy para bromas.

—Yo tampoco —se acerca, su mano toca mi mejilla, su piel arde.

—Adrián, hablo en serio, esta serie se merece todo de nosotros —frunce su ceño en total desacuerdo.

—Yo merezco todo de ti y tu todo de mí.

Una corriente de electricidad me atraviesa y reacciono tensando cada uno de mis huesos. Adrián siempre sabe qué decir para causar este efecto.

—¿Estás tratando de equiparar la balanza?

—¿Funciona?

—Mucho —me contengo por besarlo.

Al final terminamos por pedir en un restaurante de comida dietética. Después de lo de ayer, concordamos que nuestro cuerpo necesita nutrientes saludables, estamos en entrenamientos, con desgaste, lo último que necesitamos es una mala alimentación y ya tuvimos suficientes calorías dañinas en el desayuno delicioso. Mi dieta estricta se fue al demonio, pero estoy a punto de redimirme.

Por suerte no demoran mucho en traerlo. Adrián va a abrir la puerta y regresa con dos bolsas blancas.

Me apresuro en abrir mi taper y dar el primer bocado. Delicioso. A diferencia de lo que la gente está acostumbrada a creer, la comida dietética es deliciosa, solo debes saber cómo combinar los sabores y tendrás un resultado digno de los mejores restaurantes del mundo. Adrián también parece estar satisfecho con su pedido.

Subo mis piernas encima suyas y me apoyo en el respaldar mientras tengo mi comida entre las manos. Una vez que termino, empiezo con el postre, tamal de soya relleno de queso. Finalizo con una infusión sin azúcar.

Adentro de la bolsa, dónde vino la comida, reviso si hay papel para limpiar mis labios, pero con lo que me encuentro es uno con números impregnados y una frase que me causa repulsión.

Agendame como Luisa, tu próximo acoston, romance, tú decides guapo, estoy abierta a todo, muy abierta... 963862954 Estaré esperando tu mensaje.

—¿Era bonita la repartidora? —Adrián ya ha terminado, lo abordo justo cuando deja su botella de agua en la mesa pequeña— Tiene que serlo —digo para mí— Se ve que se tiene mucha confianza ¿Acaso te meneo las tetas? ¿Sacudió su culo mientras se iba?

—Lo era y sí, me coqueteo —confiesa áspero.

Adrián me quita el papel de la mano y sin mucha dificultad rompe el objeto en varios pedazos. No mira su desastre, me mira a mí. Está asegurándose de lo que esa chica significa es nada y yo todo. Está enojado, lo veo, lo percibo. La razón es clara, no le gusta que dude de sus sentimientos, unos sentimientos que no acepto que existan y que los disfrazó cómo tensión sexual. Aun cuando soy consiente de eso, no puedo evitar soltar cada tontería que lo provoca. Los celos no es algo que pueda controlar así como así, simplemente aparecen y es difícil no enredarse en su juego.

—¿Podemos ver el último episodio o aún no te ha quedado suficientemente claro que tú eres la única que me importa?

No espera respuesta, sabe que jamás admitiría algo tan profundo, solo toma el control y prende el televisor. Cuando coloca el último capítulo y sale el logo de Netflix decido hablar, solo porque sé que no se atreverá a interrumpir el episodio.

—No soy buena controlando mis palabras y mucho menos cuando me provocan algo tan fuerte. —hablo fuerte y claro— No confundas inseguridad con impulsividad.

Mejor que yo no hay, alguien que desee tanto a Adrián tampoco. Y al revés igual, ambos estamos locos uno por el otro. Sin embargo, este es un terreno nuevo, nuevas experiencias, sentimientos, todo, mis reacciones no pueden ser las mejores, pero eso no significa que me sienta inferior a alguien. Ni siquiera lo he hecho con Leslie que ha logrado besar a Adrián y voy a sentir inferioridad con una chica que apenas conoce. Soy mejor que eso, mucho mejor. Mi problema radica en impulsos que no puedo retener.

Me acerco para ver en paz el episodio. Pero al presionar mi espalda contra su pecho siento sus latidos ir con rapidez. Sus manos me abrazan por la cintura y me recuesto sobre su hombro por comodidad. Su aliento choca contra mi oreja, se siente caliente extrañamente excitante.

—¿Algo tan fuerte? Deberías ser más específica si quieres dejar que este...

—No quiero, ese es el problema, no quiero que dejes de sentir nada porque creo que estoy empezando a sentirlo —mi mano tiembla y todo mi cuerpo se siente a punto de estallar en llamas.

Tengo todas mis facciones echas piedra, no puedo moverme con facilidad, estoy estática. Ni siquiera presto atención a la pantalla, solo estoy concentrada en el sonido de su corazón que aumentado tras mis palabras.

—¿Empezando? Ashley, creo que ya lo sientes.

Yo también lo creo.

Agarro el control y reinicio el capítulo dando por terminada la conversación.

Estoy llorando, no a mares, pero llorando al final y al cabo. No puede acabar así, no puede ¿Qué clase de ser humano escribe este tipo de guion? ¿Qué clase de sádico produce esto? ¿Cómo pueden terminar así la temporada? ¿No tienen corazón?

Miro los créditos con nostalgia y el corazón comprimido.

Geralt y Ciri por fin se unieron, la ley de la sorpresa se cumplió, pero lo que más me devasta es que lo hicieron al final y no, no hablo de la temporada, hablo de los segundos finales, literalmente, no tengo una toma más de un minuto de ellos juntos. Es doloroso, es devastador. Y para rematar, cómo si no fuera posible, la única interacción que hay entre ellos es un abrazo que derrite a cualquiera y cuando se separan Ciri le pregunta a Geralt quien es Yennefer, el amor de Geralt, quien por cierto desata su caos y mata a todos los en la batalla de Sodden Hill ¡Se supone que desatar tu caos te mata! Una bruja debe tener control. Después de eso no hay tomas de ella, no sé que pensar, no tengo cabeza para hacerlo. Los destinos de los tres se han unido y solo espero que en la temporada dos todo sea felicidad y amor, todos buscan una familia y el destino les dio su bendición.

La intriga, el suspenso es lo que me tiene llorando. Es mucho.

—Ni se te ocurra. —advierto cuando toma el control y quiere colocar la temporada dos— Necesito recuperarme.

—Lo harás cuando veamos la temporada dos —veo la ansiedad en sus ojos.

—Necesito orinar ¿Si? Solo unos minutos más.

Adrián mueve su pie de arriba a abajo con desesperación. Yo reacciono con llanto, él con molestia, pero ambos necesitamos ver la siguiente temporada ya.

Me observo con incredulidad que sigo lamentándome y quedando del final. No soporto ni un segundo más así que me levanta y me empuja para que vaya al baño de una vez. Cuando doy el primer paso recibo una nalgada.

—Si te demoras te juro que empiezo sin ti —amenaza.

—¡Si lo haces te juro que te asesino como Geralt destruyó a los ghuls! —hago referencia a los monstruos del capítulo, seres parecidos a los zombies, pero mucho más escalofriantes.

Cuando estoy sentada en el retrete, mi celular vibra.

Es mi madre, está llamando. Le corto escribo un mensaje corto.

Ashley
¿Todo bien?

Giuliana
Quiero que cenes conmigo, estoy cocinando, por favor.

Ashley
¿Estamos celebrando algo especial?

Por su trabajo tan demandante, mi madre prefiere pedir comida para el almuerzo y cena, son muy pocas ocasiones en dónde cocina. Con el desayuno es más que suficiente. No digo que tenga mala sazón, pero ser chef no es su pasión.

Demora en responder, de hecho escribe y deja de escribir en varias ocasiones ¿Qué sucede?

Giuliana
Quiero pasar este día contigo, puedes invitar a Adrián si te sientes más cómoda.

Le mando un emoticon de carita feliz y bloqueo mi celular, pero antes miro la hora.

Cuando vuelvo con Adrián, le doy una mueca significativa de malas noticias.

—Nuestras dudas tendrán que esperar. Mi madre quiere que cene con ella, te ha invitado también, —reparo cuando su gesto decae— no tienes que ir, pero realmente lo apreciaría.

—¿Tan mal están? —se levanta y se acerca.

No me he dando cuenta que me he mantenido quieta en mi lugar, en medio de su sala.

—Es difícil de explicar —suspiro— ¿Vienes o tendré que rogarte?

—Si es de rodillas no me quejo —curva sus comisuras y me estruja entre sus brazos.

Algo que he notado en Adrián es que siempre me toca, ya sea en un abrazo, entrelazando manos, roce de cuerpos, cualquier cosa. Es como si tuviera la necesidad de tocarme, no importa lo fuerte o suave que sea, continuamente está sobre mí y me encanta. Me hace sentir especial, atesorada, querida, es algo maravilloso.

—Te gusta abrazarme ¿No? Cada vez que tienes la oportunidad lo haces —evidencio tocando sus mejillas.

Tira su cabeza de lado.

—Me gusta sentirte, —manifiesta cerrando sus ojos y concentrándose en mis caricias— me aseguro de que eres real.

—De carne y hueso. —bromeo deteniendo mis movimientos. Su declaración me ha removido el estómago y no de esa forma asquerosa sino de nervios y temor, lo que provoca no es normal y ninguna persona lo ha logrado antes— ¿Entonces me acompañas?

Asiente su cabeza, sin abrir sus ojos. En ese momento me doy cuenta de que no son sus ojos lo que me cautivan, es él, su rostro, sus facciones, sus curvas, es Adrián quien me tiene embelesada, adoro cada parte de su anatomía, complemento con su personalidad, es como si estuviéramos hechos el uno para el otro. Entonces es cuando me pregunto ¿Qué significa realmente Adrián Irman para mí? ¿Qué rol juega en mi vida? La de un amigo con beneficios, por supuesto, pero por unos segundos, en estos momentos me planteo más, nos veo como una pareja formal, andando de la mano por los pasillos del instituto, por la calle, aceptar nuestra relación y no negarlo como estoy acostumbrada. No sé que nos depare el futuro, pero espero que sea algo donde estemos juntos, dónde no tenga miedo y me juegue el todo por el todo.

[...]

—No sueles ser tardona ¿Sucedió algo? —me pregunta cuando subo a su vehículo. Me mira preocupado y me analiza de arriba abajo— ¿Por qué te estás sonrojando?

—No sé dé que hablas. Conduce. —ordeno señalando el timón y aprovecho que dirige su atención a otro lado para soltar un suspiro y colocarme el cinturón de seguridad— No encontraba mis zapatillas —invento de improviso.

La verdad es que me demore a propósito, mi mente no dejaba de pensar en Adrián, es como si fuera un disco rayado que se quedaba estancado en una sola imagen y escena. No podía controlar mi corazón, bombeaba cómo si Sullivan me estuviera entrenando. Me asusté por un momento pensando que tal vez se debía a un ataque cardíaco, pero tome el toro por las astas y logré contenerme.

He escuchado lo de la ley de atracción, que si logras decir algo tantas veces, pensarlo, es posible que se cumpla, cómo dice el nombre, atraes lo que anhelas. Sin embargo, en mi caso algo está fallando, el universo me entiende al revés. Primero dije que jamás me acostaría con Adrián y lo hice, luego que se iba a mantener estrictamente profesional, solo besos y no pude, también recuerdo pensar que no iba a dejar que Luke se fuera de mis manos y lo deje libre como un pájaro. Y finalmente está el ahora, yendo dónde mi madre a seguir aumentando sus ideas de que Adrián y yo somos pareja ¿Será mercurio retrógrado? Quien sabe, no tengo ni idea sobre la astrología, ni siquiera sé mi signo.

—¿Me vas a decir que te sucede? Algo te pasa y es conmigo, llevas diez minutos pegada a la ventana como si quisieras escapar —con su mirada busca un lugar donde estacionar. Estamos en el centro así que demora un poco, lo hace al rededor de un parque— ¿Qué sientes?

—Es por Mery —digo rápido.

Está claro que no va a dejarme en paz hasta que le responda, estacionar su vehículo para concentrarse en mí ha sido una señal muy clara.

—Mentira, dime la verdad.

Maldita sea su capacidad de leerme. Maldito futuro psicólogo.

No lo miro, juego con mis manos. Actúo como una completa estúpida. No soy así ¿Qué me sucede?

—Es por mi madre, —levanto la mirada y lo encontró atento a cada uno de mis movimientos— tuvimos... Algo y ahora las cosas están tensas, no sé a qué ha venido eso de cenar juntas. Ella cocinará ¿Sabes? Mi madre odia cocinar, siento inquietud, cómo si estuviera yendo a la boca del lobo. Si estoy tan pegada a la puerta es por mi necesidad de huir.

Digo una verdad. Una pizca de mi comportamiento se debe a eso y espero que sea suficiente para Adrián porque admitir lo que estoy empezando a sentir es imposible, es muy pronto, antes de hacer cualquier cosa debo solucionar problemas que tengo.

—Es tu madre, Ashley, no te hará nada.

—De lo que me pueda hacer me tiene sin cuidado, —declaro— mi verdadero temor está en lo que me quiera sacar, que hoy se haya decidido hablar de un tema... —¿Cómo decirlo? Cómo mencionar a Jeremy sin apretar su botón de curiosidad— Delicado.

Adrián asiente y calla. Tal vez es mi gesto que grita no más preguntas o tal vez mi pierna que ha vuelto a temblar con nerviosismo, cómo los viejos tiempo. Sea lo que sea que lo haya impulsado, también lo hace en dirigir su mirada adelante y encender el motor de su auto. Antes de apretar en acelerador, me toma de la mano relajando mis músculos y soltar el aire que he retenido sin darme cuenta.

—Estoy para ti, en cualquier...

Unos toques en su ventana lo distraen. Deja de darme consuelo y baja la venta de su vehículo con el ceño fruncido.

Al darme cuenta de quién es la persona que ha interrumpido, reaccionó igual o peor. Es la madre de Luke. Los mismos ojos azulados, cabello dorado, la misma persona que llevo conociendo por años y que desde que me distancie de Luke no he vuelto a verla.

—Hola chicos, siento interrumpir, —se disculpa— pero tu madre no responde mis mensajes y esperaba que la llamaras para poder hablar con ella, es urgente —pienso decir algo, pero al ver que se dirige a Adrián me quedo inmóvil.

¿Ella conoce a Adrián? ¿Conoce a la madre de Adrián? Esto es nuevo.

—Claro, ya la llamo. —responde sin interés.

Apaga el motor, saca su celular y se lo tiende cuando escucha los timbres. La señora Cayetana le sonríe antes de coger el móvil y alejarse unos cuantos pasos.

—¿Tienes relación con los Brown?

—Yo no, mi madre si, le resuelve cada problema que tienen, es la abogada de la familia. —revela— Los Brown se están separando y Cayetana no quiere quedar en la ruina así que lleva días insistiéndole a mi madre para que luche a su favor.

¿Los padres de Luke se están separando? ¿Cómo es qué no lo sabía? Me siento horrible. En nuestros años de relación, sé que Luke casi nunca ve a su padre por temas laborales, pero su madre siempre ha estado para él. También sé que la separación no le afecta en nada, de hecho es lo que siempre decía que era mejor, pero si ve a su madre mal por el tema si lo derrumbaría al instante. Mi talón de Aquiles es Jeremy y para él es su madre.

—No tenía idea —hace una mueca.

Es evidente que la madre de Adrián ha contestado el celular, Cayetana no para de hablar y hacer gestos al aire. Se ve su desesperación, su enfado. Camina de un lado para el otro intentando controlar sus gritos.

—No va a aceptar, no sé por qué sigue insistiendo. Mi madre le ha recomendado excelentes abogados, pero Brown solo la quiere a ella.

—¿Sabes por qué se están divorciando?

—Infidelidad, ya imaginarás de que parte. —con su mentón señala a la mujer de afuera— Es astuta, sabe que tiene todas las alas de quedar en la ruina, por eso busca a la mejor abogada.

Mierda.

Sé que no eran un matrimonio corriente, paraban más separados que unidos, pero el respeto siempre estuvo. Yo misma fui testigo de como lobas se lanzaban contra el señor Fausto y él poco amables la rechazaba. Cayetana no era la excepción, puede que no haya amor en ese matrimonio, pero la fidelidad siempre estuvo presente.

—No puedo creerlo —susurro pasmada.

—Mi madre tampoco. Le afecto mucho saber lo que sucedió, tras varios trabajos que hizo para esa familia le agarro cariño.

—¿Por qué accediste a comunicarla con tu madre? Fácilmente pudiste poner una excusa.

—No lo sé, tal vez para que sé dé por vencida. Cómo te dije, mi madre no aceptará.

La mujer rubia termina su táctica de convencimiento y se acerca nuevamente al carro con celular en mano. Se lo tiende a Adrián.

—Muchas gracias.

—No hay de qué —su tono es frío, indiferente a cualquiera cosa que diga.

—Claro, nos vemos pronto. Por cierto, Ashley ¿Cuándo pasas por la casa? Extraño verte merodeando y tener nuestras charlas con café. —me dedica una sonrisa nostálgica— Me da gusto verte feliz, en particular este día, el año pasado no fue lindo.

Hago un gesto de desconcierto al oír su última oración ¿Qué tiene este día en especial? ¿Me he perdido de algo?

—No creo que sea el mejor momento, pero iré cuando pueda. —argumento. Estoy segura de que sabe las cosas que ha estado pasando con Luke, no es una mujer tonta— Nos vemos.

—Adiós —el tono de desdén de Adrián no pasa por alto. Lo miro con reproche mientras pone en marcha el auto hasta mi casa.

—Eso fue grosero de tu parte.

—Para lo que me interesa.

Al llegar a mi hogar, estaciona su carro al frente. No es de noche, pero el cielo está en el punto exacto de un atardecer, la línea delgada de la oscuridad amenaza con aplastar. Me sorprendo lo que nos hemos demorado en llegar, cuando salía de mi casa hasta la suya por tutoría, el tiempo se pasaba volando.

Gracias a mi llave entramos sin ningún problema. El olor a queso derretido inunda nuestras fosas nasales y en ese momento me doy cuenta de que mi dieta se rompe por completo. Miro a Adrián que se encuentra con la misma expresión de culpabilidad y satisfacción.

Si Sullivan se entera lo que he ingerido hoy día me asesina.

—Llegamos.

Encontramos a mi madre en la cocina, pendiente de su horno y con un cronómetro circular en su mano. Cuando nos ve sonríe gratificante y extiende sus brazos, nos atrapa en un movimiento.

—Mi pareja favorita. —nos da un beso y se separa rápido para volver a checar su cronómetro— Me alegra que hayas decidido venir —mira a Adrián y luego a mí— ¿Qué tal la pijamada hija? ¿Cómo están las chicas?

Y ahí está, esto es a lo que me refiero. Fingimos que nada a pasado y actuamos como si nada, dejando pasar lo que nos atormenta. El problema está en que el vaso se está llenando y cuando rebase si capacidad será un caos.

—Divertida, ya sabes, como siempre. Todas estamos bien, te mandan saludos —digo apoyándome en la encimera— ¿Necesitas ayuda?

—Anda poniendo la mesa mientras me quedo conversando con Adrián. Tenemos que ponernos al día.

Sin esperar más, saco todo lo necesario, cubiertos, vasos, platos. Adrián se acomoda en la silla de la pequeña isla y empiezan a charlas. Tengo que retener mis impulsos de intervenir cuando mi madre le empieza a contar las travesuras que hice de pequeña, no por vergüenza, sino porque se le escape el nombre de Jeremy y verme obligada a contar todo. En serio temo, todo lo hacía con él, es imposible que diga algo sin involucrarlo. Sin embargo, dispongo de su buen juicio.

Salgo al comedor con todo lo necesario, acomodo los servicios de manera que en un solo viaje lleve todo conmigo. En la mesa coloco cada cosa en su lugar y cuando regreso los encuentro juntos, mi madre tiene su mano en su hombro y lo mira de forma especial.

—Lo que has hecho, nadie lo ha logrado. Es increíble. Adrián, créeme cuando te digo que mi hija...

—Listo —intervengo— ¿De qué hablan?

Al oírme se separan de inmediato. Muevo mis cejas esperando una respuesta, lo último que he escuchado no resulta extraño y el crecimiento crece aún más cuando los veo intercambiar una mirada cómplice.

El cronómetro suena.

—¡Justo a tiempo!

Mi madre va directo al horno y con ayuda de Adrián y unos increíbles guantes saca su preparación. El estómago me cruje al desbordarse el aroma.

Lasaña, mi favorita.

Minutos después, estamos en la mesa. Adrián y yo juntos con mi madre al frente. Devoramos el pedazo de paraíso con un vaso de agua para bajar las calorías, claro. Solo hablamos cuando terminamos. Para una mujer que no suele estar en la cocina y se para quejando de la suciedad que se mete entre sus uñas, le ha salido exquisito la lasaña.

—Está delicioso, Giuliana. —halaga Adrián a mi madre— Creo que no volveré a comer jamás.

—Sullivan me mataría si se entera de que estoy comiendo esta cosa rica en grasas. Sabroso, pero atenta contra mi salud.

—Tranquila, yo te cubro —me guiña el ojo.

Adrián se inclina para atrás y toca su barriga con exageración. Me mira mientras meto a mi boca el último bocado.

—Gracias, me he esforzado. —tomo un poco de agua— Ayer me encontré con Price y hablamos sobre tu desempeño en clase, me alegra saber que estás yendo por el buen camino.

—Su hija es inteligente, solo faltaba que se la creyera. Ahora temo que me desplacé del primer lugar —primero muerta antes de que eso pase. Adrián me da un apretón en la rodilla, debajo de la mesa a ciegas de mi madre.

Dejo el vaso en la mesa. Algo se me ha cruzado por la mente desde que mi madre mencionó a mi profesor y desde ese entonces mi respiración es irregular ¿Será posible? Después de la otra noche yo diría que si, pero ¿Él? ¿En serio?

—¿Está cena es para anunciar tu formalización con Price? ¿Por eso me pediste traer a Adrián? ¿Creíste qué él puede contenerme si algo sale mal? —suelto mi suposición de golpe. Lo tenía atorado en mi garganta.

Mi madre, quien estaba tomando agua, se atora y empieza a toser a tal grado que tiene que hacer respiraciones profundas. Me mira incrédula.

—¿Cómo se te ocurre, Ashley? ¡Es tu profesor!

—Es mayor, está guapo, la noche anterior bromeamos con que te lo follabas, no veo por qué no.

Mi madre toca su frente y un segundo mira a Adrián con vergüenza.

—¿Sigues con eso? Ya te dije que no es verdad, tu sola sacaste tus propias suposiciones.

—Y yo te dije que no me molesta, mereces ser feliz así que dime la verdad.—arrincono— Tienes que aceptar que esto es raro, —señalo la mesa— tú nunca cocinas, solo en fechas importantes y pues no se celebra nada, además me hablas de Price...

—De verdad lo olvidaste, —se levanta de su sitio y viene hasta mí para tomarme de las manos— me negaba a creerlo, pero de verdad lo hiciste —en su rostro hay una gigantesca sonrisa de orgullo, cómo si hubiera logrado ganar alguna medalla de vóley.

Me duele la cabeza. Trato de mirar a Adrián por el costado de mi madre, pero se niega hacer contacto visual, me esquiva de la peor manera.

—¿De qué hablas? ¿Olvidar qué?

—El cumpleaños de tu padre.

Entonces siento algo hacer clic en mi interior. Los mensajes de la mañana cobran sentido, las palabras de Cayetana, la cena, todo encaja.

No sé como sentirme al respecto ¿Feliz por haberlo olvídalo o enojada por atraerme con engaños? Mi madre sabe perfectamente que jamás celebro el cumpleaños de ese ser que se hizo llamar mi padre, nunca, él murió para mí mucho antes de que la morgue lo recibiera. Desde su partida, Giuliana hace una cena, cada maldito año sin falta. El anterior festejo estuve mal, me llegaron recuerdos de su asquerosa existencia y me embriagué horrible, hice un espectáculo en la casa de los Brown. Con razón Luke estaba preocupado con que me diera una crisis, una fecha importante estaba cerca.

Suelto una risa seca. Con razón me dejó ir a la pijamada sin excusas, preguntas de por medio. Debí sospechar algo, ella siempre interroga.

Suelto sus manos de golpe, ha sido un impulso. Algo no acepta su cercanía.

—Hija...

—Un momento —es lo que necesito.

No quiero cometer una estupidez, no quiero dejarme llevar por el momento así que me retiro. Mi conciencia me lleva hasta mi lugar favorito, el patio, debajo de un hermoso árbol frondoso. Recuesto mi espada en el tronco y cierro mis ojos.

Siento horribles punzadas en mi cabeza.

No soy consiente de que lloro hasta que mi garganta ya no soporta la presión y se libera. No es un sollozo lamentable, es más bien uno que se siente feliz. Seco las lágrimas que se han escapado y con un suspiro profundo sonrío de la nada. Estoy contenta ¿La razón? No tengo idea, pero esa sensación en mi pecho que me dice que todo está bien, que estoy bien, es incomparable, jamás lo había sentido.

Las palabras de mi madre vienen a mi mente: Lo que has hecho, nadie lo ha logrado. Es increíble. Adrián, créeme cuando te digo que mi hija...

¿Estaban hablando de esto? ¿Qué tanto sabe Adrián? ¿Nadie lo ha logrado? Ella cree que esto es gracias a Adrián, bueno, no puedo culparla, desde que él apareció en mi camino me he redimido, pero ¿Realmente esto es influencia de Irman? No puede ser, ni siquiera sabe el secreto turbio de mi familia o al menos eso creo, la única manera que podría saberlo es por Beatriz, mi madre pudo contárselo y sin querer Adrián se enteró por la suya. De igual forma, nunca he hablado de este tema con él ¿Cómo podría ayudarme?

De pronto, siento unos brazos rodearme. Por las emociones que me genera sé quién es. Se siente bien, estar rodeada con sus brazos es sereno. Por inercia me apego más tratando de que no se escape la sensación.

—Es mi lugar seguro —comparto.

Escondo mi cara en su cuello para aspirar su aroma. Avellanas.

—Es bello.

—¿Tú sabes lo que pasó con mi padre? —no soy capaz de ocultar mi nerviosismo.

—Sé que está muerto, tú me lo dijiste —lo recuerdo, pero necesito más.

—¿Mi madre te ha dicho algo?

—Me pregunto lo que sabía y nada más. Me empezó a contar cosas, pero nada relevante.

Tiemblo.

—¿Qué cosas? ¿Te dijo cómo murió? —di que no, por favor.

—No. Me contó que no tenían una buena relación y que hasta el día de hoy no puedes perdonarlo.

—Nunca lo haré —aseguro— ¿No vas a preguntar qué sucede? Debes pensar que estoy loca —doy una risa seca.

—Lo harás cuando te sientas lista, todo a su tiempo, no tengo prisa —me da un beso en la frente— ¿Quieres pasar? Tu madre te está esperando.

Niego.

—Quedémonos así un rato más —me abraza con más fuerza.

—¿Así?

—Justo así.

Después de un rato, nos levantamos y nos despedimos. Fue casual, sin beso de por medio, y aun así sentí toda la emoción que un ósculo suyo genera, solo basta su mirada café, su sonrisa, su cercanía.

Cuando regreso al comedor encuentro a mi madre sentada en mi sitio, mirando el plato sucio y vacío con interés. No me gusta. Carraspeo para que me mire.

—¿Dormimos juntas?

Sonríe con gratificación y correr hasta mis brazos para unirnos en un abrazo. Después de años se siente real, no forzado ni fingido, siento a mi madre, esa que me cantaba para dormir, que me leía cuentos, que jugaba conmigo, que me aconsejaba, a la que amaba con locura.

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