31| Pequeño pero poderoso (parte 2)

Sus besos son adictivos, no me imagino una vida sin la sensación que provoca sus movimientos carnosos, es rudo, desesperado, cómo si quisiera tatuarme su choque. Todo de Adrián me encanta y eso que apenas llevo poco de explorar su magnífico cuerpo, tengo pendiente envolver su miembro con mi lengua. Es glorioso sentirlo en mi interior, cómo me embiste con su natural fuerza y me eleva hasta el mismísimo cielo.

Por eso cuando me arrastra hasta el armario de limpieza del instituto, tiemblo ansiosa por sus próximos movimientos.

Adrián pone seguro a la puerta y enciende la luz, es tenue y de un color ámbar que combina con mi tono de piel.

—¿Me vas a coger?

—No, —retengo una mueca de disgusto— aún no —repara.

—¿Entonces? ¿A qué me has traído aquí? —observo el lugar, es chico y limpio para mi sorpresa. Casi nadie viene aquí y las pocas personas que entran son las muchachas de limpieza al momento de acabar las clases o parejas cachondas como nosotros.

—Hay que celebrar tu nota.

Si no es tu pene el premio, no quiero nada.

—¿Con besitos inocentes? —escabullo mis manos por sus hombros y los junto a la altura de su nuca.

Su piel arde y su pecho vibra con una pequeña carcajada.

—¿Alguna vez hemos hecho algo inocente, Ashley? —adoro mi nombre en su voz.

—Podríamos empezar a practicar —se apodera de mi cintura y me jala hasta chocar contra su abdomen.

—No creo que sea buen idea.

—¿Por? ¿Crees que un poco de dulzura ablandará mi corazón? ¿Qué me enamoraré de ti? —para mí sorpresa, sonríe— Después de todo ¿No es eso lo que buscas? Ya no tiene caso fingir.

Un destello se impregna de su mirada y me obligó a salir del trance en el que he caído. Su rostro se acerca ocasionando cortocircuito en mi sistema.

—Yo quiero todo de ti, Ashley. —su tono ha bajado— Cuerpo, —su mano se desliza por mis curvas ascendiendo hasta mis senos— mente —roza sus labios ligeramente— y corazón.

Se me cortan las palabras, cómo es costumbre no sé qué decir. Dudo mucho que bromee con estas cosas, la manera en que me mira, tan profundo y atento a cada una de mis reacciones es única, tan real para ser una broma.

—No es una sorpresa que te guste.

—¿Gustarme? No, Ashley. Lo mío va más allá de un simple gusto.

Sus ojos irradian más con la luz, me hipnotiza y me lleva a las nubes. Cómo ya dije, mirarlo es magia. Me preguntó si soy la única u otras ya han sentido lo mismo, concretamente su ex novia o incluso Leslie. Si es así, que se vayan al diablo, esos ojos castaños que tanto me enloquecen son solo míos, esa mirada me pertenece.

Mi corazón da un revoltijo y no soy capaz de nada, la garganta se me ha secado. Acerco nuestras bocas y lo beso. Lento, pero intenso sin duda alguna. Adrián sonríe en medio de los fuegos artificiales que hemos creado y me sigue el ritmo sin protesta. Dejo caer mis manos hasta su espalda firme y me doy el lujo de sentirlo, se nota que ha estado entrenando.

En un movimiento Adrián me sube sobre un estante bajo de metal y se deleita con la suavidad de mi piel expuesta gracias a la falda.

—Odio tu casaca.

—Con algo tengo que cubrir tus chupetones.

—Podrías mostrarlos. —responde ligero— No me importaría presumir.

Oh, créeme que lo sé.

Con habilidad sube mi falda hasta mi cintura y después juguetea con los bordes de mi panti. Lo miro con intriga. Me toma por la cintura y me pone de nuevo de pie, se agacha y empieza a bajar la única prenda que cubre mi intimidad. Muerdo mi labio inferior con fuerza, es eso o apretar mis piernas y lo último que no quiero es verme más desesperada de lo que estoy. Desliza la tela despacio jugando con mi paciencia. Al terminar evito soltar un suspiro. Mi prenda no está en el suelo, la tiene entre sus manos, se levanta arrugándola en el proceso y la esconde en uno de sus bolsillos de su jean.

Pienso quejarme, sin embargo, su pulgar en mi clítoris nubla todo a mi alrededor. No me da tiempo de adaptarme, me empuja a una de las paredes más cercanas. Ataca mis labios al mismo tiempo que se empieza a mover. No me quejo, sus dedos son una maravilla, pero no voy a negar que su miembro es algo fuera de este mundo. Desciende su camino de besos hasta mi cuello y finaliza a la altura de mi hombro, se queja al no poder sentir mi piel. Su respiración hace cosquilleos en mi oído y estoy segura de que la mía también provoca el mismo efecto, lo noto tensarse. Me esfuerzo mucho para no gemir, si alguien nos corta el momento sería capaz de cometer asesinato en tercer grado.

—No hagas ruido.

Entre abro mis labios confundida ¿He gemido? Toda duda se aclara al sentir las vibraciones en mi interior. Oh por Dios. Me retuerzo de placer. Esto es el infierno y por Adrián soy capaz de arder en llamas todas las veces que desee. La combinación perfecta se crea, su mano libre estruja mi cada parte que toca. Es mágico. Su lengua entra al ruedo y es entonces dónde decido tirar la toalla, no me importa nada, mi mente, cuerpo y alma está con él, el resto me importa un bledo. Mi garganta arde, por algún motivo Adrián lo sabe así que deja de besarme con rapidez para presionar sus labios contra los míos, sin moverlos, solo haciendo un tapón para mis gemidos a pesar de todo, mi garganta hace presencia con un sonido brutal.

—Mierda —masculla.

De pronto me siento fría, desolada. Encuentro sentido a mi estado al darme cuenta de que sus caricias en mi clítoris se han detenido al igual que la vibración. Lo miro entre confundida y amargada, no creo que sea capaz de dejarme así de urgida. Sujeta mi mano y coloca un objeto en ella, la luz del celular ilumina mi rostro.

—Aprieta el botón azul para bajar el ritmo, el rojo para subir y en la parte superior está el de apagado. —¿Me está cediendo el poder? No lo creo— No te acostumbres, si tuviera más manos lo haría yo.

Antes de que pueda reanudar su trabajo, me estiró y coloco mis manos en el borde de su polo para después jalarlo hasta arriba y dejar al reluciente su maldito pectoral. Joder, que cuerpo. Adecuado a mi gusto, ni mucho ni poco, Adrián está en el terminal medio de músculo, perfecto para mi vista, es una obra de arte digna de admirar horas y horas. El adonis que tengo al frente nota que he quedado embelesada y me da el privilegio de babear un par de segundos. Humedezco mis labios y en mi zona intimida también.

—Te mandaré una foto, te durará más.

Por favor.

—La mandaré a enmarcar y todo —aseguro.

Aprieto el botón sin más preámbulo. Mis ojos desciende al sentir como su mano cubre mi boca en seguridad y como la otra empieza a reconstruir su trabajo. A pesar de que ninguna de sus extremidades está en mi interior, parece que él sintiera el mismo efecto. Sus labios están ligeramente abiertos, soltando jadeos, su mirada se pierde en la mía y cuando hago el ademán de gemir, frunce sus labios en enojo.

No me puede culpar. Esto es culpa suya, su maldita culpa, yo no hago nada y me gusta. En otra vida fui sumisa, estoy segura. Me encantan que me ordene, que lleve el control de todo y lo mejor de todo es que sabe cómo hacerlo. Es como si Adrián Irman fuera creado para mi uso exclusivo, me conoce tan bien que hasta el momento no he tenido ningún reclamo, sabe todas mis debilidades.

Me siento débil, creo que en cualquier momento soltaré el celular y caeré al suelo hecho un trapo. Por eso, paso mi brazo por encima de su hombro y lo utilizo como soporte clavándole las uñas en su espalda descubierta. Gruñe en respuesta. Ese sonido no hace más que incentivarme a repetir la acción, obtengo la misma respuesta. Aumento la velocidad de la pequeña máquina y con una súplica silenciosa le pido que haga lo propio con su bendito dedo, me entiende a la perfección. La presión de su mano en mi boca aumenta haciendo que sea incómodo, pero no doloroso. No me quejo, su trabajo de abajo recompensa y me hace olvidar de todo.

La nube del éxtasis está empezando a nublar mi visión y amenaza con estallar en cualquier momento. Adrián lo nota, no sé cómo, pero lo hace. Así que con su rodilla me da la señal para que lo rodee con mi pierna, dándole mayor acceso. Lo hago con el miedo de que el vibrador se caiga y rompa todo el embrujo.

—Te ves jodidamente hermosa.

El tono que ha usado vuelve a desequilibrarme, claro, si es que es posible más.

Retengo el impulso de juntar mis piernas con fuerza al sentir como estoy a punto de desbordar en un orgasmo. En una fase que me desconozco, presiono rápidamente el botón del celular, necesito más. Arqueó mi espada contra la pared y en ese momento Adrián remplaza su mano por su perfecta boca, no puedo besarlo, ni siquiera hacer el gesto de empezar porque el orgasmo me alcanza.

Cómo puedo, apagó el aparato y me escondo en la curva de su cuello. Sus manos me reciben con gusto, sujetándome por la cintura y espalda.

Mi cuerpo vibra, mis piernas aún más, pero mi corazón se lleva el trofeo.

Cuando me recupero, soy capaz de mirarlo y hablar.

—¿Esto de hacerlo en lugares públicos va a ser costumbre?

—Nadie nos ha visto.

—Eso no quita de que son lugares públicos.

—¿Tú ves alguien más aquí? No. —responde— Este lugar es nuestro, solo tú y yo.

—El Directo Boris no opinaría lo mismo, mira que le costó mucho este lugar.

—Y nosotros se lo arrebatamos en unos minutos.

Sonreímos.

Me aparto para poder bajar mi falda y arreglar cualquier distintivo que grite que acabo de tener sexo en el cuarto de limpieza. Adrián hace lo propio colocándose su camiseta, hago una mueca de decepción al no poder ver su abdomen perfecto.

—¿Me devuelves mi braga?

—No.

—¿No?

—Es mía.

—No es tuya.

—Claro que lo eres.

Formo una línea recta en mi boca para contrastar el tono rojizo que han tomado mis mejillas.

—No pienso salir sin ropa interior ¡Llevo falda! Y estoy toda mojada.

—¿No tienen ropa interior en tu loquer?

—Mi ropa de cambio es solo para emergencias —aclaro.

—Esto es una emergencia.

—¿Para qué la quieres?

Adrián parece pensarlo de verdad. Incluso se pone serio. Finalmente suelta un suspiro, sacando mi prenda amada de su bolsillo.

—Tenía la esperanza de que me la dejarás —se lamenta mientras ve como la regreso a su lugar, entre mis piernas.

—Se vale soñar.

—No te lo discuto. Hace tiempo que llevo sonándote y mira como estamos.

—¿Sudorientos y apestando a sexo?

—Felices.

Arrugó mi frente. Quiero saber más, pero se me adelanta tomándome de la mano.

—¿Tienes hambre?

—Mucha.

Muerdo mi lengua para no insinuar que él mismo se ofrezca como alimento. Empezaría por la parte de abajo sin duda alguna. Tengo miedo de que acepte y que yo con mi bajo poder de negación termine pasando la hora de almuerzo aquí. No sería un problema grave si no tuviera entrenamiento, mi cuerpo necesita estar nutrido, especialmente si no quiero terminar desmayada en el suelo o en casos extremos anémica.

Me da un beso en la frente, lo miro con intriga. Ha sido... Me detengo en seco al ver su mano en la perilla.

—¡Espera! Antes ayúdame a quitarme el vibrador.

El orgasmo ha hecho que mis fluidos sean intensos y que el objeto se convierta indeseable en mi interior. Para mi grata sorpresa, Adrián no objeta.

Cuando llegamos a la cafetería, la primera que me ve es Karla quien sin disimulo alguno mira a Adrián de arriba a abajo, de inmediato le avisa a Gabriela que está a su costado y está última se encarga de difundir el mensaje a las demás.

—¿Así que ya es oficial? ¿Son pareja?

Pregunta Maria a penas nos sentamos.

—No.

—Sí.

Lo miro amenazante ¿Qué pretende?

—Mi suegra no aprobaría tu rechazo —eso es jugar sucio.

—¿Suegra? —repite Mery claramente sorprendida.

—Necesito el chisme completo —se suma Gabriela.

—Que poco nos consideras, Ashley, mira que ocultamos tu novio...

—No es mi novio.

—Pero dijo...

—Lo que él diga es irrelevante ¿Confían en mí? —todas asienten— Pues créame cuando les digo que no lo es.

—Por el momento —susurra Adrián.

—¿En dónde estaban? —interviene Cristina echándonos una mirada acusadora.

Extendiendo la familia.

—Estudiando —digo antes de que Adrián se lance con una tontería.

—Aja. —Tamara ríe— Deberías corregirte el labial, está corrido.

Abro los ojos como plato y me apresuró en pedirle el espejo a Gabriela, siempre lleva un kid de emergencia consigo. Me pongo roja al instante que veo mi reflejo, mi labial mate sigue intacto. Las risas de las chicas no tardan en llegar.

—Apestas a sexo, Ashley. Ambos. —aclara— No trates de engañarnos.

—¿Eso significa que son pareja? —insiste Mery. La miro ofendida— ¡Nos acabas de mentir! —se excusa poniéndose ligeramente sonrojada.

—Si, pero eso no tiene nada que ver con lo otro.

—Como digas mentirosa —Tatiana se burla.

—Por alguna extraña razón, pensé que eras de las que lo hacían en una cama —deja caer su comentario María.

—¿Estás loca María? —se indigna Gaby— Esa es Mery o incluso Cristina si tuviera sexo.

—¿Cómo sabes qué no llevo una vida sexual activa? —se defiende Cris.

—Por tus cambios de humor tan repentinos, si tuvieras sexo andarias feliz de la vida —argumenta.

—Te lo dije —me sumo.

Cris bufa y vuelve a concentrarse en su almuerzo.

—Entonces ¿Tengo el camino libre con Luke? —su pregunta es peligrosa, Leslie lo sabe.

Todo el ambiente decae. Incluso Adrián se pone tenso al escucharla.

—Ashley está conmigo.

—Ya, —se burla la víbora— ¿Puedes decírmelo tu Ashley? Luego no quiero problemas.

Problemas es lo que siempre buscas, zorra.

—Has lo que quieras. Digo, dudo mucho que logres conseguir algo.

—Te sorprendería lo que ya he conseguido con Luke, y lo que espera por hacerme.

No es como si no me lo ha hecho a mi primero.

Tatiana la mira con asco, ni disimula. Dirige su mirada a mí como pidiendo permiso para hablar y cantarle todas sus verdades, pero niego con la cabeza. Suelta un bufido molesta.

Suspiro.

Por primera vez, sus palabras no causan celos, pero si me irritan. Y lo peor de todo es que ni lo intenta, apenas la veo o escucho su horrible voz me pongo de mal humor y deseo callarla con una bofetada. Decido no decir nada y dejar el tema ahí, no va a malograr el día maravilloso que estoy teniendo.

Quien rompe la tensión es Karla, que empieza hablar de los muchos seguidores y pretendientes que ganó después de su fiesta. Era algo que se venía venir, fue la estrella y una anfitriona de primera.

—Toma. —me tiende una naranja— Es alto en vitamina C, no quiero a una amiga anémica —la cojo con gusto.

Pelo la fruta con cuidado, un mal movimiento y todo el jugo puede ensuciar la mesa.

Adrián termina de comer casi al mismo tiempo que yo, se limpia y pasa su mano por mi cintura atrayéndome y recostándome ligeramente sobre sus pectorales mientras escuchamos como María y Karla pelean sobre quién resiste más bajo del agua. Al parecer hicieron una competencia en la piscina después de que vomité y me desmaye.

—Todo el mundo vio que hiciste trampa Karla.

—¡No es cierto! Eres la única que dice eso.

—Fue porque era tu cumpleaños, pero ahora que sacas el tema y no es tu cumpleaños puedo decirte tramposa.

—¡Pero no hice trampa!

María gruñe y saca su celular, le enseña a Karla lo que al parecer es un vídeo. Por el rostro contrariado de Karla, deduzco que no es algo de su agrado. Después de unos minutos María retira su celular y lo guarda con una sonrisa de victoria en su rostro.

—Bien, hice trampa. Eres mejor que la maldita sirenita.

—No hace falta decirlo, lo sé bebé —Maria le da un beso sonoro en su mejilla. Karla se limpia la zona con rapidez.

—Por fin se callan, ya me estaba dando estrés —se queja Cristina.

—Estaba a punto de golpearlas. —asegura Tamara— Bueno en fin, yo me voy, tengo que buscar un libro en la biblioteca antes que mi siguiente clase.

—Te acompaño —dice María y Tatiana al mismo tiempo.

—Yo igual me voy, no soporto estar aquí.

—Nadie te está reteniendo, Leslie —ataco.

La víbora suelta un chasquido luego de un susurro que no logro descifrar, pero Cristina lo ha oído bien. Y muy a su estilo, le da un golpe con su mano echa puño, cae directo en su hombro. Leslie reacciona con una mirada asesina. Ambas empiezan a discutir en voz baja.

Gabriela que está al costado de Leslie, se estira disimulada para oír mejor. Abre los ojos horrorizada por lo que escucha. Me preocupo, para que Gabriela haga ese gesto es porque es un tema serio. Reincorporo la compostura estirando mis músculos y alejándome del calor que me brinda Adrián. Se supone que ella es la más relajada del grupo. Gabriela niega con sus labios fruncidos, no dura mucho, se harta y se levanta llevándose consigo a las dos.

En unos segundos, en la mesa quedamos: Karla, Mery, Adrián y yo.

Debería ir con ellas, no confía en esa serpiente.

—Quedate. —sugiere Karla— Cristina sabe cómo manejarla. —no lo dudo—Si vas Leslie te provocará y tú sin duda pisaras el palito.

—¿Escucharon algo?

Ambas niegan y sin ver a Adrián sé que hace el mismo gesto.

Irman me atrae y vuelve a dejar en la misma posición que antes. Empezamos hablar de temas triviales. Mery y Karla se acercan más a nosotros y en un par de minutos nos olvidamos de todo y reímos a carcajadas. Incluso sin tocar a Adrián por completo, siento como vibra cada una de sus partículas que por lo consiguiente, cada una de las mías lo siguen. Creo que jamás lo había visto reír de esta manera, tan natural y fresco. Me gusta, realmente me gusta. Es hermoso como se le forma un hoyuelo en la mejilla derecha al levantar exageradamente sus comisuras, como trasmite ternura al achicar sus ojos o como tengo que relamer mis labios al ver cómo su vena del cuello se dilata.

Mis ojos decaen en Karla y al darme cuenta de lo fresca que se ve, recuerdo su cara de preocupación antes de su fiesta por ver quién sabe qué en el estacionamiento. Es gratificante ver a mi amiga de nuevo. La tentación de preguntar y saber cómo resultó su investigación es tentadora, pero imagino su rostro al recordarlo y se me olvida todo.

—Ashley —llama Adrián. Giro mi cabeza, pero antes de que pudiera reaccionar, un flash ilumina mi rostro. Adrián baja su celular y se queda viendo la imagen que acaba de inmortalizar.

—¡Quiero ver! —insiste Karla.

Sigo en shock.

—Por favor, Adrián —se suma Mery.

Él les enseña el celular con orgullo y mis dos amigas hacen un gesto de chicas enamoradas. Antes de que regresar el celular, Cristina aparece, se da cuenta de la situación y copia a sus amigas.

—¿Nada de sentimientos, no?

—¿Eh?

Vuelvo a recobrar la conciencia. Sujeto la mano de Adrián y la flexionó a mi altura, dejando de lado la corriente eléctrica que causa la unión de nuestra piel. Le quitó el celular de su mano y veo por fin la foto.

Mierda.

Mi rostro está ligeramente de costado y aun así se percibe la felicidad escaparse por mis poros. No sonrió, pero no hace falta, mis ojos lo hacen por mis labios. No sé si es el flash o la luz solar, pero mis ojos tiene un brillo singular que apuntan directamente a los suyos. Él tampoco mira la cámara, me mira a mí, ambos nos observamos con intensidad y si algún desconocido lo viera, sin duda alguna diría que también con amor. En la imagen se refleja nuestra conexión, esa especial y rara, se nota nuestra intimidad, nuestro deseo.

—Sales radiante.

Más que eso, mucho más.

Conectamos miradas. Su celular aún sigue extendido a mí, así que antes de que pueda guardarlo, miro por última vez la foto ¿Así lo miro? ¿Con esa expresión estoy en estos momentos? Elevo mi vista y choco contra su café radiante. Se me corta la respiración, cada vez que digo que no es posible verlos más brillantes, lo miro de nuevo y me caigo contra el suelo. Mi respiración se acelera por alguna extraña razón y todo a mí al rededor desaparece. Por un minúsculo segundo bajo la mirada a sus labios y vuelvo a subirla hasta sus ojos. No quiero besarlo, no porque no me apetezca sino porque me siento tranquila así, ver ese brillo es un deleite. De pronto, su mandíbula se endurece y tiene que abrir sus labios para dejar escapar tensión, ahí me doy cuenta de que en definitiva no es el único que hipnotiza, yo también tengo el poder.

Ha llegado nuestro primer entrenamiento para arrasar con las tigresas en un par de semanas. Estamos en los cambiadores, las chicas salen menos Gabriela y yo que llegamos unos minutos retrasadas por ir a comprar su bendito yogur natural en vaso.

Me despojo cada una de mis prendas con rapidez, Gabriela hace lo mismo. Hay una área especial para hacerlo, pero estamos contra reloj y tenemos la suficiente confianza. Saco del loquer mi short y me lo pongo con premura.

—Oh por Dios ¿Qué te paso Ashley? ¿Un vampiro te acato? —mira mi pecho con asombro, pero no deja de cambiarse.

Joder. Había olvidado por completo la desnudez de mi vestimenta deportiva. Los nervios se van apoderando de mi sistema. Lo lógico sería que entrene con la casaca de conjunto, pero las pocas veces que lo he hecho, me abrumó y la dejo tirada a un lado, es realmente incómodo.

—No hay de otra. —dice mientras me coloco la casaca y pongo cara de molestia— Aún se nota un poco, te pondré un poco de base, ven aquí.

Me acerco, saca de sus cosas el maquillaje y en unos rápidos movimientos termina cubriendo los de mi cuello.

—No pensé que fueras tan salvaje en la cama, que guardadito te lo tenías. —fastidia— Ni con Luke parabas así.

No digo nada, no tengo cara para responder.

Corremos hasta la cancha. El entrenador Sullivan nos recibe con su amargura singular, las chicas ya están calentando.

—Tarde. —sentencia— Treinta ranas de castigo, después se unen a sus compañeras.

Mierda.

Sullivan nos ve impaciente, alzando su quijada en forma de orden, quiere que lo hagamos aquí, al frente de él. Suspiro antes de colocar mis manos en la nunca y flexionar mis rodillas.

—¡Uno!

Repito el procedimiento.

—¡Dos!

Miro de reojo a Gabriela, está molesta. Su rostro está rojo.

La cuenta de nuestro querido entrenador se alarga cuando llega al número veinte, tengo que hacer dos para que cuente cómo uno, así que al final termino haciendo cuarenta ranas en vez de treinta. No estoy cansada, esto no ha sido nada, el calvario recién comienza.

El calentamiento termina y Sullivan arma dos filas para practicar los saques. Cómo es costumbre, no falló ninguno. Será al rededor de veinte minutos que llevamos rotando cuando cambiamos de práctica, ahora toca ataque. Cuatro chichas defienden mientras que las demás atacan desde al otro lado de la red. Me toca defensa, así que impido que el balón choque al suelo, debe impactar en mi brazo. No jugamos, solo recepcionamos. Media hora después rotamos y me toca atacar, soy mejor en eso, le doy a mis amigas con fuerza y sin pena, mentalizo que son mis rivales. La palma de mi mano arde, la fuerza que empleo es demasiado. El silbato del entrenador anuncia cambio de juego. Toca bloqueo. No es grupal, es en parejas, a Sullivan le gusta observar con detenimiento está práctica, según él está es nuestra mayor debilidad, fallamos muchos.

—¡Mery y Cristina al frente! ¡Son las primeras!

El par va directo al centro y se miran a través de la red. Suena el silbato y empieza el duelo. Ambas retroceden, Tamara tiene el balón así que Mery solo tiene que esperar sus movimientos. La pelirroja ve como el balón sale volando hasta arriba y de inmediato corre hasta la red, Cristina hace lo propio y cuando está a una altura aceptable salta y golpea el balón hasta abajo, Mery no logra frenarlo.

—¡Mira el balón, no la mires a ella! —le grita.

—¡Eso hago!

—¡Repitan, de nuevo!

No logra bloquearlo hasta en el intento número cuatro. Todas celebramos, excepto el entrenador quien no la deja en paz hasta que logre una racha de cinco victorias. Lo mismo pasa cuando a Cristina le toca bloquear. Todas sufrimos con nuestros turnos, aunque yo me declaro la más afectada, seis veces me quedé en cuatro victorias, tuvo que pasar casi media hora para complacer a mi entrenador.

La parte final del entrenamiento siempre es un juego simple de diez puntos. Sullivan siempre nos divide en dos grupos de cuatro y cinco.

—¡Mery, Tamara, Ashley y Gabriela al lado derecho del campo! ¡Karla, María, Tatiana, Cristina y Leslie al lado izquierdo! ¡Muevan su trasero rápido grupo de holgazanas, no quiero que se enfríen!

—Ya conocen las reglas, pero aun así las repetiré para aclarar. —se coloca al medio para que podamos verlo y oírlo— El equipo de menor competidoras empieza, el primer equipo que complete diez puntos gana, el grupo perdedor hará treinta planchas conmigo, no hay tiempo libre ni cambio de canchas, la rotación se tiene que respetar ¿Todo claro? Si, bien ¡Qué empiece el juego! —se lleva el silbato a sus labios y lo hace sonar mientras sale trotando de la cancha.

Tamara saca, le da a Leslie quien lo recepciona con un mate que bloquea con éxito Mery. Pasan un par de minutos y la cuenta va tres a cinco a favor de mi equipo. Gabriela falla su saque, le da unos centímetros afuera de la línea de muerte. Ya lo venía venir, yo haría lo mismo, había un espacio sin cubrir, pero es una lástima que empleo más fuerza de la necesaria.

Cuatro vs cinco.

—Tenemos público. —me informa Tamara señalando las gradas— No puedo creer que esté aquí, debiste dejarlo impresionado con tu beso.

Giro con rapidez. Mi cuerpo se tensa de pies a cabeza ¿Qué hace Dereck aquí? Mi último recuerdo con él no es nada agradable. Tan solo pensar que escucho mis gemidos y no hizo nada, me inquieta. No es normal ¿Se abra tocado al escucharme? ¿Eso hacia encerrado? Muchas preguntas me aturden, pero lo que en definitiva me revoluciona es que mantiene su mirada fija en mí. No es una alucinación o una mala perspectiva de la distancia, me mira a mí y me lo termina por confirmar al regalarme una sonrisa ingenua.

Dereck Orwell me ha sonreído, el tipo que más me detesta en el universo me ha sonreído sin motivo. Esto me rebasa.

Vuelvo a enfocarme en la partida. Un par de toques y nuevamente obtenemos un punto. Minutos después seguimos con la delantera y tan solo a un punto para llevar la victoria.

Me toca sacar. Analizó a mis contrincantes, todas parecen concentradas y ninguna es débil para plantarle el balón. Sullivan verifica que todas estemos en posición y toca su silbato. En una fracción de segundo veo como Leslie le susurra algo a Tatiana, ella voltea y se queda pasmada, flojea sus movimientos y se convierte en un blanco fácil. Lanzó el balón con todas mis fuerzas, Leslie roba su sonrisa burlona cuando ve el balón en su dirección.

—¿Te di muy fuerte? Lo siento —finjo lástima.

Leslie se recupera de mi mate mientras va a recoger el objeto redondo que salió rebotando hasta el fondo del ambiente. No contengo mi sonrisa. Es evidente lo que le dijo a Tatiana, lo supe apenas vi su rostro decaído y esa expresión de corazón roto. Mi amiga sigue mirando en dirección de Dereck y por la penetrante mirada que siento, sé que él me está mirando. Los pensamientos de Tatiana deben ser un remolino.

El partido termina con el resultado a favor del equipo donde estoy. No fui la única que se dio cuenta del cambio de actitud de Tatiana, la agarraron de punta, nadie quería hacer las terribles ranas.

En la banca, bebo toda el agua que se me es posible.

—¡Oye! —me quejo cuando Gabriela me quita la botella de las manos, un poco más y me arranca el brazo.

—Lo siento, creí que me iba a morir deshidratada —me devuelve el envase vacío.

—Si ya vi.

Me siento en la madera. Estoy agotada. Doy un fuerte respiro al no llegar a relajarme, por alguna razón mis músculos están tensos. Trato de concentrarme en las perdedoras y lo único que logró es imaginar la sonrisa de Dereck. Jugueteo con mi labio inferior ¿Seguirá ahí? Con disimulo volteo y lo busco, en efecto, sigue en el mismo sitio y con la misma posición. Lleva puesta su característica chaqueta negra en combinación con una camiseta blanca y pantalón oscuro. Está inclinado hacia delante, con sus codos apoyando en sus muslos flexionados y su mano masajea su cien con cierta intriga. Debo confesarlo, se ve condenadamente atractivo, toda esa aura de chico malo me atrae de cierta forma, pero su personalidad contrarresta el efecto.

Dereck jamás a estado presente en una de nuestras prácticas, jamás ha asistido a un partido, de hecho jamás lo he visto participar en una actividad. Tengo más recuerdos de él en fiestas que en el instituto. Así que estar preocupada, curiosa por su presencia es válido, no soy paranoica.

Sé que no es amiga de ninguna de mis amigas, no podrían guardar el secreto por mucho, frecuentarse con el gran misterio de Dereck Orwell es algo para presumir. Todas las líneas me llevan a una respuesta: Está aquí por mí.

Salgo de mis pensamientos al ver que el resto del equipo se acerca con el entrenador. Las pobres se prenden de sus aguas con fervor.

—Mañana practicaremos jugadas nuevas, espero que alguna me sorprenda con una. —en otras palabras, quiere que hagamos su trabajo— Son libres, mañana a la misma hora y a la que llegue tarde correrá por media hora ¡Saben que no bromeó! ¡Adiós!

Nos despedimos con el mismo gesto de mano.

—Iré a ducharme, estoy que apesto a puerco —Karla sacude su top en un intento de calmar su sudor.

De inmediato las demás se suman, agarran sus cosas y me quedan mirando cuando ven que me mantengo quieta.

—¿No vienes? —pregunta Mery.

—Me ducharé en mi casa.

He sudado, pero aun así no transmito olores desagradables. Es algo sorprendente, ya que estoy con casaca y en la mañana tuve sexo, una acción que desprende varios aromas peculiares.

—Cerda —se burla Gabriela.

No hace falta más, se van con dirección a las duchas. La única que se mantiene quieta es Tatiana, me mira de una forma diferente, no puedo descifrar si es bueno o malo.

—No tengo nada con él, —digo calmada— ni siquiera sé por qué está aquí.

—¿Han hablado de nuevo? —su tono roza lo tosco.

Mi mente se transporta en a los baños de los hombres donde me miró el trasero e insinuó que me acostaría con él.

—Adrián estaba presente, fue un encuentro casual.

—¿Por qué no le lo dijiste?

—Fue algo casual, no le veo la importancia.

—Ajá.

Está molesta. Cierro los ojos con fuerza y meneo la cabeza de lado a lado. No es justo.

—¿Leslie sabe que te gusta Dereck?

—Lo supuso, tenemos una clase juntos y descifró mis miradas.

—¿Qué te dijo en la cancha?

—No es...

—Dimelo.

Toma una pausa

—Mientras tu te mueres por él, él se muere por otra.

No lo puedo creer ¡Era de su propio equipo! ¿Cómo se atrevió? No tiene excusa. Yo siempre he tenido en claro que nuestro rivalidad queda en pausa al jugar, no importa si es un entrenamiento o no, hay responsabilidades.

Mi mano exige su horrenda cara.

—Ese imbécil no me interesa.

Tatiana relaja su postura y se sienta a mi lado con la mirada perdida.

—Lo sé.

—Me importas tú.

—Y tú a mí. —suspira— Siento si te incomode. Es solo que esto es extraño, creo estar estable hasta que él aparece y me convierte en otra persona.

—¿El efecto Dereck Orwell?

—El efecto Dereck Orwell es una mierda.

—A simple vista se nota, permíteme recomendarte el efecto Adrián Irman, te aseguro que no te decepcionará.

—¿Cinco estrellas? —se ríe.

—Sin duda alguna, garantizado.

Tatiana me acompaña a la salida, de hecho le rogué para que lo hiciera, no quería atravesar por el lado de Dereck sola, es algo aterrador. Se despide con un beso y abrazo.

El panorama es deprimente, todo está solitario. Las clases acabaron hace un buen tiempo. Sin mucho ánimo camino hasta la parada de autobús,

—Pensé que jamás ibas a salir, estaba a punto de entrar y secuestrarte para mí uso exclusivo.

El rostro se me ilumina al verlo. Cuando está a una distancia prudente me lanzó a sus brazos y acerco mi cara con peligro.

—¿Así? ¿Y qué cosas macabras pensabas hacerme?

—¿Latigazos te va bien?

—Estoy abierta a varias ideas.

Le doy un beso en sus labios. Dura poco, mis pulmones no resisten mucho por el arduo trabajo que hice antes.

—¿Por qué no entraste? Me hubiera gustado verte.

Su expresión feliz cambia a una alegre.

—La última vez que te vi practicar estuviste desconcentrada y tu entrenador te riño. Pensé que era lo mejor quedarme afuera.

Lo recuerdo, fue la vez que todo se fue a la mierda con Luke y que Adrián me confesó que era virgen. Cuando lo vi observándome simplemente me nuble, no podía dejar de pensar en él y mis problemas externos no ayudaban en mi buen rendimiento.

—Olvidate de eso, puedes verme entrenar cuando quieras.

—Lo aceptaré ¿Cómo rechazarlo? Ese short le hace justicia a tu trasero.

Me separó y empezamos a caminar a la parada de autobús. Uno al lado del otro, rozando de vez en cuando nuestros brazos.

—¿Si sabes que mi madre está en casa, verdad?

—¿De verdad? Es estupendo, ya hacía falta una charla de suegra y yerno.

Niego ¿Por qué no he dejado de sonreír desde qué lo vi? Es raro, pero Adrián parece ni notarlo, talvez es porque está igual de embobado que yo. Sus perfectos dientes relucen con resplandor.

—Entre en el equipo —suelta de repente.

Detengo el paso y lo obligó a mirarme nuevamente. Olvide por completo que hoy relevaban los nuevos jugadores del equipo de fútbol.

Chilló de la emoción y lo abrazo con fuerza.

—¡Felicidades! Digo, es obvio que ibas a entrar, pero aun así me alegro —me separó para verlo directo a los ojos. Están brillando.

Sus manos van directo a mi cintura, negándose a qué me separé por completo.

—¿Ya sabes en la posición qué vas a jugar?

—Empiezo mañana con los entrenamientos y ahí me enteraré. La semana que viene comienza el torneo, será difícil adaptarme a una nueva rutina.

Que raro. Pensé que aún faltaba para el torneo.

—Los dos estaremos muy ocupados ¿Será este el fin de nuestra relación? —un amargo sabor de boca me queda después de pronunciar la palabra "relación". Adrián se da cuenta y ensancha su sonrisa— Relación sexual, amical, tú sabes —carraspeo.

—Mis sentimientos no son tan frágiles, no te preocupes. Podré estar ocupado, pero siempre me haré un espacio para ti, eres mi prioridad.

Ahí están de nuevo esas palabras que me ponen nerviosa. Sus dedos empiezan a dar golpecitos en la curva de mi cuerpo.

—Más te vale, no te pagaré si no cumples con tu labor de tutor.

Ríe. Su aliento me embriaga.

—No me pagas, Ashley.

—¿Mis besos son insignificantes? —tiro de mi labio para abajo ofendida— Y yo pensando que valían una fortuna. Se las daré a quien me lo pida, total ¿No valen nada, verdad?

—Retiro lo dicho. —su expresión se endurece— Ven aquí.

Me besa. Tengo que recordar constantemente que estamos a la vista de cualquier extraño. Adrián nota mi freno y sube su la intensidad, dejándome sin escapatoria. Cedo, solo unos segundos antes de separarme de golpe, cómo si estuviera a punto de arder en llamas.

Se aleja unos metros y se coloca al borde de la cera, alza su mano justo cuando pasa un auto de taxeo. En menos de lo pienso, ya estoy adentro del automóvil con él a mi costado.

—Podemos ir en bus.

—También en taxi.

—No pagaré esto, es innecesario.

—Nunca dije que lo debías hacer.

—Lo sé, pero eres consiente... —me callo al escuchar su celular vibrar— ¿No vas a contestar?

—Todo lo que me interesa está justo aquí.

—Vamos, contesta, puede ser importante.

—Tú eres importante.

Mi corazón empieza a latir y mi estómago se contrae con fuerza. Esto no está bien.

—Contesta —insisto.

Adrián voltea sus ojos mientras saca su celular del bolsillo. La palabra "mamá" resalta en la pantalla y antes de que pueda contestar se corta la conexión.

—Devuelve la llamada —digo cuando hace el ademán de guardar su móvil.

No discute, hace caso. Chasquea su lengua contra su dentadura y desbloquea el aparato.

Me congelo.

No es posible.

No puede ser.

La foto que ha tomado hace un rato resplandece como fondo de pantalla, lo veo solo un segundo, un corto tiempo que me basta para saberlo.

Se lleva el celular al oído esperando que contesten.

—Hola ma... Estoy bien, no te preocupes... —comienzan su charla y por más que me interese no puedo dejar de pensar en su bendito fondo de pantalla.

Su voz pasa a segundo plano.

La foto es hermosa, si, pero para ponerla en fondo es mucho. Yo ni siquiera tengo algo específico, es una imagen de color rosa con texturas. Él sabe que lo vi, ni siquiera se tomó la molestia de ocultarlo, desbloqueo su celular en mi cara ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Es normal que sienta está presión sobre mi pecho? ¿Es sano sentir un cambio tan brusco?

Cuando termina de hablar, me mira expectante. Por supuesto que espera una respuesta, está claro que su intención ha sido que vea la pantalla.

—¿Por qué?

Sus comisuras no decaen en ningún momento, siento como si esperara esa pregunta toda su vida.

—Es un recordatorio

Su mirada cambia, se vuelve profunda y y seria.

—¿De qué?

—De que mis sentimientos son correspondidos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top