30| Pequeño, pero poderoso (parte 1)


Ashley Wood


Adrián
He soñado contigo.

Santa madre ¿Cómo es posible qué con un mensaje me ponga la piel de gallina? Mi respiración se ha entrecortado y tengo que fingir una sonrisa al ver a Cristina venir en mi dirección. Me exijo actuar con naturalidad y apretar un poco mis piernas para apagar el fuego que se ha encendido.

—¿Y bien? ¿Cómo te fue?

Ladeo mi cabeza a un costado al no entenderla. Me cuesta mucho enfocarme.

Adrián
Quiero recrearla, necesito tenerte en esa posición.

Releo el mensaje otra vez obteniendo el mismo resultado, desequilibrar mi sistema. Talvez estoy desnutrida, aunque la enorme ración que he desayunado hoy refuta todo. Guardo el celular tratando de olvidar su contenido.

—Con Adrián ¿Arreglaron las cosas? —es más específica.

—Ah, sí. Todo bien.

Empezamos andar en dirección a nuestras clases. Su salón estaba a un par de puertas del mío, así que algunos miércoles teníamos está pequeña caminata cuando nos encontrábamos, nos sirve más que nada para chismear aunque a Cristina no le guste mucho, lo hace por mí. Me adora y yo a ella por supuesto.

—¿Lo solucionaron con sexo salvaje?

—No —hago un gesto de tristeza— lastimosamente.

—¿Entonces?

—El diálogo es la solución —le guiñó un ojo.

—No te creo nada, pero fingiré que sí. —suelta un suspiro— Me siento tranquila por una parte, por un momento pensé que tendría que cometer un asesinato.

—No exageres.

—No lo hago, se lo advertí. Nadie de mi familia tiene autorización para enrollarse con mis amigas.

—Adrián es tu primo lejano, tanto que ni creo que lleve tu sangre —puntualizo.

—No trates de salvarlo, si te lastima lo pagará.

—Entonces puedes estar en paz con tu subconsciente, él no me dañará.

—¿Cómo estás tan segura?

—Fácil, no es serio. —me encogí de hombros— Solo sexo y ya.

Cristina infla sus cachetes y dos segundos después se parte de la risa en mi cara. La miro enfadada cuando se coge su estómago y se inclina adelante. No puedo creerlo.

—¿Qué es tan chistoso?

—No te ofendas, Ashely. Pero no eres de esas chicas que pueden tener sexo sin llegar a involucrar sus sentimientos. —recalca— Además he visto como se miran, todo el mundo los ha visto. A mí me vas a decir que su relación se basa netamente en lo sexual, por favor, su guste se nota a kilómetros.

Por supuesto que nos gustamos. Si no no tendríamos tanta conexión sexual Además ¿Desde cuándo Cristina acepta a Adrián? Si hace un par de días me estaba rogando para que no siga a su lado. El mundo está de cabeza.

—¿Lo vas a negar?

—¿Esta es la Cristina de la fiesta? Porque si es así prefiero a tu versión señorial.

—Lo estás negando. —afirma soltando un largo suspiro.

—Hay sentimientos, si, pero nada amoroso. Somos amigos. —poco convencionales, pero amigos al final y al cabo— Es como si se tratase de tú y yo.

Detiene su caminar, parece que mis palabras la aturdieron. Elevo mis cejas esperando una explicación y su respuesta es arrugar su cara hasta donde le es posible.

—¿Tu me cogerías? —¿Coger? ¿Quién es ella y que han hecho con mi correcta Cristina?

La tomo del brazo y hago que empiece a caminar de nuevo junto a mí.

—Mmm... Si fuera lesbiana lo haría —sincero. Es atractiva, a su modo, con sus virtudes y defectos— Pero si sigues teniendo estos cambios de personalidad tan repentinos, no, me asustarías.

—No cambio de personalidad.

—Desde la fiesta de Karla si ¿Todo bien? —digo en broma, pero la observó de reojo para ver una señal. Nada.

—No es cierto.

—Si lo es. A veces eres Cristina señora y otras veces eres una versión mini de Gaby. —defiendo mi postura con argumentos sólidos— Jamás te he oído hablar de sexo tan abiertamente y eso sin contar lo de Adrián.

Me preguntó si viene de familia. Comportarse correctamente hasta un punto dónde explotas y empiezas a divertirte a lo loco. Tendría sentido, tal vez Cristina siga en negación, resistente a no caer en los brazos de lucifer.

—Por cierto ¿Qué le dijiste en tu amenaza? Me muero de la curiosidad.

—Te quedarás con las ganas, pero puedo asegurarte que no fue nada bueno. Creo que hasta me habla diferente desde que lo amenace, es como si me tuviera miedo —junto mis labios para no reír.

—Te creo ¿Alguna novedad del entrenamiento?

—Si ¿Cómo es qué nunca te enteras de nada? ¡Eres la jugadora estrella!

—Todas lo somos. —corrijo— Bueno, ya dime ¿Qué dijo?

—Calentamos motores en las horas finales y por el resto de semana igual —llego la hora de marcas mis lindas piernas y brazos con moretones. Es algo usual que sucede mientras entreno para un partido, no me golpeó tan fuerte, sin embargo siempre aparecen como si me hubieran masacrado.

No decimos más. Llegamos a mi aula y nos despedimos con un movimiento de manos antes de que Cristina corra al ver a su profesor entrar a su salón.

De un segundo a otro, paso de estar relajada a estar nerviosa. Me siento en un lugar al azar y decido matar el tiempo revisando mis redes sociales mientras el profesor se digna aparecer. No duró ni dos segundos en el aparato, lo bloqueo y cruzo mis brazos en la carpeta ¿Por qué tarda tanto? ¿Le abra pasado algo? ¿Debería llamarlo? No, en cualquier momento vendrá. Remojo mis labios al sentirlos resecos. Necesito ver a Adrián. Una parte de mí desea vengarse por su castigo y otro se niega a crear un círculo vicioso, aunque siendo honesta, no estaría nada mal.

Desde ayer que estoy sedienta de sexo, cómo si un par de horas se hubieran convertido en años. Lo que provoca su falta de cariño.

—¿En qué tanto piensas? ¿En mí? —salgo de mi trance al escucharlo. Deja sus cosas a un lado y se enfoca en mí.

Benditos ojos que se carga.

—Sí. —no tiene caso mentir— ¿Qué harás está tarde?

Su sorpresa no pasa por alto.

—¿Me estás invitando a una cita?

—Te estoy invitando a cogerme —mi tono es profundo.

Escondo una de mis manos atrás de mi espalda y empiezo a clavar mis uñas en la piel ¿Por qué no me besa? ¿Seguiré castigada? Prometió que era cosa de un día y si lo estoy, tendré que despedirme de mi dignidad porque no pienso mantenerme alejada de él ni un segundo más.

—¿Así? ¿Tan sedienta te dejé? —se ha acercado, sin embargo no estoy satisfecha. Quiero más.

—Si yo te hubiera hecho algo parecido ¿Cómo hubieras reaccionado? —trato de defenderme.

—Como tú no, obviamente. Hubiera doblegado tu poder —responde con descaro.

—Agradece que no lo intente, te hubiera humillado —solo acepte mi destino, lo merecía. Me convertí en una masoquista, dolió, pero encantó a la vez.

Sus ojos marrones me inspeccionan con pura burla reflejada. Está confiado en sí mismo. En este preciso instante declaro que algún día me vengaré y borraré su maldita hermosa sonrisa burlona. Por el momento, me dedico a observarlo y las ganas de devorar sus labios se incrementa cómo espuma, y yo que soy tan débil, sin soportar más la distancia, tomo la delantera y pego mis labios a los suyos con desesperación. 

No sabía cuánto lo necesitaba hasta que lo hice. No es para nada delicado ni tierno nuestro beso, creo que jamás podríamos darnos uno tan frágil, sería como un insulto. Escucho el sonido de la silla arrastrarse, no estoy segura de que si es la de él o la mía buscando más cercanía. Mis manos se mantienen en su rostro, más específicamente en sus mejillas, las estrujó con fuerza cuando siento su lengua explorar mi cavidad bucal. En cambio las suyas están en mi cabello y quijada.

—¡A los calenturientos de atrás se me separan ahora mismo!

Me alejo de golpe al escuchar la voz del profesor. Con mi respiración agitada por lo de hace unos segundos, miro a Adrián con terror. Se ha escuchado tan enojado que pienso que nos mandará a la dirección y después el director tendrá la dicha de desaparecerme por unos días.

—¡Qué se separen! No los quiero ver juntos —exaspera— ¿No conocen el pudor? ¡Respeten a sus compañeros, a mí!

—Oh créame que a nosotros no nos molesta, no debió cortarles el rollo. —el docente lo fulmina con la mirada— Es broma.

—Odio ser espectadora —escucho decir a lo lejos.

Hago una mueca cuando Adrián bufa y coge sus cosas al levantarse. Se detiene en la mesa del frente, le dice algo en el oído a un chico sentado y después este mismo se va dejando el sitio libre para él.

El profesor relaja sus facciones y se dirige a su escritorio. Acomoda su maletín y empieza su clase.

Odio con todo mi ser este curso. Me dedico a analizarlo, parece inquieto, se remueve cada tres segundos y pases sus dedos por su cabello como un tic. Cuando pienso que ya no puedo más, Adrián voltea en una distracción del profesor dejando una hoja en mi mesa.

Adrián
¿Qué pasó con el no al exhibicionismo?

Ashley
¿Me estás diciendo qué no te gusto?

Escribo y devuelvo.

Adrián
Jamás diría eso, prefiero coserme la boca antes. Por cierto, necesito que salgas del salón, es urgente.

Ashley
Define urgente.

Adrián
Tu solo hazlo.

Ashley
Yes, daddy

Salgo del área cuadrada después de avisar que iba al baño, con el temor de que me mandará a sentar de nuevo, pero  gracias a los santos no paso. No pasa ni dos minutos cuando Adrián aparece con una sonrisa radiante.

—¿Daddy? Me gusta —me toma por la cintura y me da un casto beso en el mentón.

—Me alegro ¿Por qué tanta urgencia en vernos a solas?

—Te tengo una propuesta.

Antes de que pueda responder, me arrastra hasta una puerta y por el olor me doy cuenta de que es el baño de los hombres. Me apoya en el lavabo y abre mis piernas para posicionarse entre ambas.

—Quiero que uses esto —mete la mano en su bolsillo y saca un objeto pequeño, grueso y de un color rosa brilloso. No puede ser. Lo conozco, recuerdo haber averiguado su precio años atrás, me daba curiosidad y quería añadir emoción a mi relación con Luke. Estoy impactada, de todas las cosas que pude imaginar, esto es algo que no vi venir.

—Un vibrador.

Y no es uno cualquiera, son de esos que puedes controlar con una app desde tu celular. No hace falta preguntar si es solo aquí o tengo que llevarlo todo el día puesto, está más que claro cuál es su intención.

—Que culta.

—Pensé que mi tortura ya había acabado —lo miro mal. No veo en que me favorezca. Estaré tan mojada que fácilmente podrían confundirlo con orina.

—Te recompensaré —repone decidido.

—Yo elijo mi premio —me apresuró en decir. Tengo sola una idea en mente, algo que necesito con urgencia.

Adrián parece dudarlo, pero termina asintiendo derrotado. Es lo más justo, tortura por tortura, me rio silenciosamente mientras pienso en lo que pediré.

Pasa sus manos por mi cintura hasta acabar en mis nalgas, los aprieta acercándolo a su pelvis. Yo colaboro juntando nuestros labios y enterrando mis manos en su cabello sedoso. Explotamos en una sensualidad única, somos dinamita pura. La idea de que no hemos revisado los cubículos se me cruza por la mente, pero se desvanece rápido cuando sus manos tocan mis piernas desnudas, y al llegar al borde de la falda gruñe. Lo entiendo, creo que quemaré la prenda. Agarro con fuerza sus hombros y me levanto un poco para que pueda alzar la tela hasta mi cintura. Lo hace rápido. Suelta un suspiro, me tiene a su total merced, con solo mi braga interrumpiendo mi desnudez completa. Tengo toda la intención de poner las cosas parejas, pero cuando toco el borde de su pantalón niega y las vuelve a colocar en su cabellera. Maldita sea.

Solo se escucha nuestra respiración agitada y leves gemidos míos. Para este entonces estoy segura de que los vidrios están empañados por nuestro aliento. Su lengua lucha con la mía por el poder, no se la dejo tan fácil, pero no pasa mucho para que decaiga en su lujuria. Sonríe en pleno acto, satisfecho por su victoria. Oh no, esto no se va a quedar así. Lo siento ponerse tenso cuando dirijo mis besos hasta su clavícula, oigo como se le entrecorta la respiración y de la nada me encuentro encantada de tener tanto efecto en él. Y a su mismo estilo, atacó su cuello dejándole una linda marca.

—¿Marcando territorio?

—No.

—No hay necesidad de mentir. Yo ya soy tuyo.

Vuelvo a besarlo, cada vez que abre su hermosa boca provoca un revoltijo en mi sistema.

Mirándonos, con la mirada centrada en el otro, agarra con fuerza mis muslos y los separa más. Juega con mis emociones al trazar su camino lento hasta mi vulva.  Cuando por fin llega al punto exacto sonríe maliciosamente, acaricia por encima de la tela enviando pequeñas descargas a todo mi cuerpo.

—Siempre lista. No sé que me enloquece más, si tu coño mojado o la forma en que me miras, pidiéndome que te haga mía de mil formas.

Si una cosa tenemos en común es que nuestra debilidad son nuestros ojos, todo lo que transmitimos por ellos.

—Me vas a hacer rogar.

—Si, pero hoy no. Tengo mejores planes contigo.

Jala mi ropa interior a un costado de tal forma que quede libre mi orificio. Se agacha para inspeccionarme, deleitarse con la magnífica vista que le doy. Y no es por alargar, pero cuando me pongo curiosa agarro un espejo de mano y reviso como está todo abajo, me cuido bastante, tanto interior como exterior.

Su mirada podría compararlo fácilmente como un animal salvaje, mirando un trozo de carne sabroso. No me quejo, me gusta su deseo, sus atenciones. Podría pasarme el resto de mi vida en la misma posición con tal de verlo así. Alza su mentón dejándome en blanco y con solo un pensamiento: Él tiene el poder. No interesa que esté arriba o que Adrián esté arrodillado como un adorador. No importa como estemos, él es quien lleva las riendas en lo sexual, este es su juego y yo una digna oponente.

—¿Lista?

No puedo hablar, solo asiento.

Capta la señal, estira su mano hasta el lavabo y coge el pequeño aparato para colocarlo en la entrada de mi sexo. Me remuevo, está frío.

—Quiero que me lo digas, Ashley.

Si no es su miembro dentro de mí, será el vibrador, si no tengo algo explotaré en un mar de emociones negativas.

—Metelo ya.

Lo desliza con naturalidad. Mi interior lo recibe con los brazos abiertos, pero no tarda en rechazarlo al sentir que no es el magnífico miembro de Adrián. Lo comprendo, después de probar el tamaño y recibir esta cosa insignificante, yo también estuviera molesta.

—¿Y esa cara?

Separó mis labios para decirle la verdad, sin embargo el sonido de una perilla me alerta. Adrián también lo escucha así que se levanta y protege mi desnudez con su cuerpo. Miro por encima de su hombro como la puerta de atrás, de uno de los cubículos, se abre dejando ver a una persona.

Mierda ¿Por qué él?

Se acerca al lavabo, abre el grifo y enjuaga sus manos como si nada, pasando de nosotros.

—¿Has estado ahí todo el tiempo? —pregunto incrédula.

Me ignora secándose las manos con un pedazo de papel higiénico. Gira su cabeza y con un total descaro recorre mi cuerpo con sus ojos, deteniéndose más tiempo en la parte de abajo, justo en mi muslo y trasero.

—¿Qué miras? Lárgate de aquí.

—Lo que casi me como. —responde cómo si nada— No está nada mal, —vuelve a recorrerme con la mirada— nada mal.

Empujo a Adrián para poder bajarme la falda y en el proceso, sin quererlo, mis mejillas se tiñen de rojo, pero no por vergüenza, sino por enojo ¿Quién se cree este sujeto? ¿Paso de odiarme a desearme? No me trago el cuento.

—Largate —repite Adrián.

Dereck no lo mira, ni por equivocación, sus ojos en todo momento están conmigo. En un pestañeo pienso en nuestro beso en la alberca, la intensidad, su suavidad... Sacudo mi cabeza alejando toda escena impura.

—¿O qué?

—No te gustará, créeme.

—Veo que sigues teniendo los mismos gustos, tú no cambias Ashley. —¿A qué se refiere? No me conoce de nada.

—Tu no me conoces.

—Dime con quién andas y te diré quién eres, —cita— y tú Ashley andas con pura mierda.

—¿Disculpa?

—No pienso repetirlo —y ahí está, el Dereck frío y distante que conozco.

Veo como Adrián tiene toda la intención de dar un paso adelante, pero lo miro dejando en claro que se mantenga en su sitio y con la boca callada. Con una mirada gélida obedece. Pongo una mano en su pecho y avanzo dónde Dereck, quien tiene su ceja alzada, divertido por la situación.

—¿Quién te crees para sermonearme? Con quién yo ande o no, no es tu jodido problema —golpeo su hombro.

—¿Quién ha dicho que me interesa?

—¿Ah sí? ¿Entonces porque no te largas de una vez y finges que no viste nada? Para ser alguien que no le importa, estás dedicando mucho de tu tiempo.

Dereck sé queda quieto por un momento, observando cómo la uña de mi dedo está pegada a la altura de su corazón, presionando con fuerza. No soy capaz de descifrar lo que piensa, es un libro cerrado bajo siete llaves que ni un ser humano es capaz de liberar. Reacciona soltando un bufido y sujetando mi brazo con igual de fuerza, gracias a los pelotazos que recibo diariamente, no siento tanta molestia. Lo miro desafiante, no pienso ceder ante un tipo como él.

Por otro lado, Adrián solo ve como me tiene agarrada con determinación y mi espalda tensarse baja su toque. Debe pensar que me duele, que me está lastimando, porque no deja pasar ni un segundo cuando se acerca con velocidad y empuja el cuerpo de Dereck dos metros atrás. Se ubica adelante de mí, bloqueado mi visión y protegiendo mi ser.

Esta vez es mi momento de obedecer, no hace falta que diga o me mira para saber que quiere que me quede quieta, el calor que emana es asfixiante.

—No la vuelvas a tocar maldito imbécil. —mi cuerpo reacciona, jamás lo había escuchado así— Lárgate de una vez si no quieres que deforme su horrendo rostro.

Me estreso. La impaciencia se apodera de cada una de mis venas. Tengo miedo de la reacción de Dereck, y no es por la paliza que podría recibir, sé que se sabe defender, lo he visto pelearse un par de veces. Es porque estamos en el instituto, es porque conozco el poco temperamento de ambos, porque sé que si comienzan no acabarán hasta que uno llegue al hospital y por ende, la expulsión de ambos. No quiero que Adrián arruine su vida así, tanto esfuerzo tirado a la basura por algo que no vale la pena.

Para mi sorpresa y tranquilidad, Dereck se marcha golpeando la puerta al cerrarla.

—¿Estás bien? —Adrián se voltea y sujeta mi brazo con delicadeza, cómo si tuviera miedo de dañarme.

Sonrío embobada.

—Estoy bien. Gracias, pero no tenías que intervenir, tenía todo bajo control.

En efecto, mi brazo está igual, sin ninguna señal de abuso. Esto parece tranquilizarlo.

—No digas estupideces, no tienes nada que agradecer.

Me atrae a su cuerpo y me abraza escondiendo su rostro en mi cuello. Me sorprendo, pero lo correspondo de igual forma. Sus latidos son acelerados y puedo atrever a decir que no tiene nada que ver con lo que estábamos haciendo antes de que el innombrable apareciera. Me separó unos centímetros para comprobar mi teoría, si, sus ojos reflejan miedo.

—¿Todo bien?

—No.

No me da tiempo de repreguntar, sus labios ya atacan los míos de manera lenta y profunda.

═════════════

Me siento rara. Expectante, atenta a cada uno de sus movimientos. Desde que volvimos del los servicios higiénicos no dejo de observarlo, esperando a que coja su celular y de clic en la pantalla. Es una tortura no saber cuándo empezará a vibrar la cosa que tengo adentro. Miro a ambos lados, tratando de entrar a las mentes de mis compañeros y ver si saben lo que me pasa, pero por fortuna están con la mirada fija dónde el profesor.

Me empiezo a remover, incluso creo que sudo de tanto estrés. Saco una botella de agua y bebo desesperada.

La clase termina, no espero guardar mis cosas, voy directo con Adrián.

—Recuerda que falta mi premio, —golpeo su mesa— si sigues torturándome, te juro que te arrepentirás.

Eleva su ceja.

—Yo que tú pensaría dos veces antes de amenazarme.

—¿Así? Pues... —freno en seco al sentir como un leve cosquilleo se extiende por todo mi cuerpo.

Adrián sonríe complacido por mi reacción, eleva su mano sosteniendo su celular con la pantalla desbloqueada. Lo hizo, el muy infeliz apretó el botón sin que me diera cuenta.

—Para —de pronto ya no me siento con ganas de hacerme la fuerte, solo quiero que aumente la potencia.

Me apoyo en la mesa buscando soporte por si mis piernas deciden fallar. Adrián se levanta cogiendo sus cosas y lo siento colocarse atrás de mí. Trato de voltearme, pero una subida de nivel pone estático mis músculos.

—Creo que no estás en condiciones para caminar, —su aliento tibio choca contra mi oreja— me adelantaré y te guardaré asiento. —su mano masajea mi cintura— No tardes —deposita un beso en mi mejilla.

Las zonas que toca quedan ardiendo después de que se marcha. No puede ser. Lo último que escucho es su risa antes de desaparecer por el lumbar.

Infeliz.

Hay que ver el lado positivo, el estímulo no es tanto... Muerdo mi lengua para no gemir, no es suficiente, me derrumbó al suelo con las rodillas flexionadas escondiendo mi rostro entre la mesa y mis brazos. Cuando creo que empezaré a deleitar a los pocos compañeros que quedan en el aula con mis gemidos, el vibrador muere, se detiene.

Libero mi lengua y abro mi boca captando grandes cantidades de aire.

Infeliz.

Cuando estoy recuperada, agarro mis cosas y me largo sin ver a nadie, suficiente tengo con lo que deben estar pensando de mi salud mental, no hace falta que me lo afirme.

Al llegar a mi siguiente aula me paro en el marco y lo busco, lo descubro charlando con una chica trigueña, de hecho, a medida que me acerco cambio mi perspectiva, están discutiendo.

—Ya te dije que está ocupado.

—Me vale una mierda, yo llegué primero. —se defiende molesta— No seas un patán y devuélveme mi lugar.

—Lo que tú pienses de mí me importa una mierda.

—Adrián —mi voz es dura.

La trigueña se voltea analizándome de arriba a abajo con desprecio.

—Claro, debí suponer que eras tú —su tono despectivo me enfurece.

—¿Yo?

—Si, la zorra del instituto.

No, esa es Leslie. Me guardo mi comentario, pero lo que no reprimo son mis ganas de sujetarla y moverla a un lado para sentarme junto a Adrián quien me mira orgulloso. La conflictiva alza su mano y la lanza con fuerza hasta mi rostro, me ha tomado por sorpresa, así que lo único que hago es cerrar los ojos con miedo.

—Ten cuidado, —escucho— te he soportado tus insultos y golpes, pero si te metes con ella creeme que me importará poco tu género —abro los ojos. Adrián ha interceptado el golpe a medio tramo, ni siquiera la toca, solo bloquea su mano con su brazo.

La potencial agresora gruñe dando un paso atrás, recoge su mochila y se va.

—¿Te ha golpeado?

—Un poco, —hace una mueca— ni me ha dolido.

De pronto quiero ir donde ella y golpearla ¿Tanto lío por un asiento? Si hay varios disponibles.

—¿Por qué no te fuiste y ya? Hay varios asientos libres.

—Me gusta la vista de aquí. —tiene razón, estamos al centro, es un buen panorama— Desde aquí se ve todo, es perfecto para ti que buscas mejorar tu calificación —frunzo el ceño— ¿Si sabes en qué clase estamos, verdad?

Y con eso lo comprendo.

—Price, mi terror.

—No puedo creer que ni sepas en qué clase estás, —ríe— ¿Esto es frecuente o es por el aparatito que llevas entre tus piernas?

Eres tú, me distraes mucho.

—¿Sabes que casi tuve una crisis en plena aula? ¿Hasta cuánto lo subiste? —recuerdo mi penoso acto. Admito que estaba un poco enfadada cuando vine en su búsqueda, pero con lo que pasó se me olvidó todo.

—¿Ahora tus orgasmos se llamarán crisis? —me sonrojo.

—Me puse mal.

—Permíteme dudar.

—Es en serio, hasta me puse en cunclillas.

—Arrodillada es como me gustaría tenerte —abro mis ojos como plato. Esto rebasa el límite. Sabe perfectamente que deseo probar su colosal miembro, jugar con eso es sucio, no sé si mi corazón pueda soportarlo.

—No digas esas cosas —digo entre dientes.

—Te ves tierna tratando de enojarte.

—No es cierto, callate.

—Me hace recordar tu expresión cuando... —lo interrumpo poniendo mi mano en su boca.

—Si te atreves a sacar tu lengua te juro que no te beso por una semana.

—Eso es cruel.

—Lo que dices también.

Saco mi mano despacio.

—No sé si agradecerte o golpearte —vuelvo al tema importante— pudimos ir a otro lugar. No debiste soportar a esa tipa.

Niega.

—Te mereces lo mejor.

—¿Así?

—Si, por eso estás conmigo.

Antes de que pueda decir algo, el profesor Price entra sonriente, alzando sus manos con unas hojas en blanco. Oh no, esto solo puede significar una cosa.

—¡Práctica sorpresa!

El silencio se hace presente, miro a Adrián con temor. Una nota menos de seis y salvar el curso se volvería una tarea imposible.

—Has mejorado, confía en ti.

Price acomoda sus cosas en su escritorio, saca sus plumones de pizarra y empieza a escribir los problemas. Si, mi querido profesor es de esos que nos hace trabajar el doble. Cuando termina, nos entrega una hoja en blanco, se para al centro del aula y mira su reloj. Una vez vemos que se mueve con dirección a su silla sabemos que el momento de copiar los problemas y resolver. No nos dice el tiempo, nunca lo hace, cosa que siempre nos pone más nerviosos a todos, pero en su defensa puedo decir que los minutos que nos deja es aceptable.

Ya que terminó de traspasar los problemas, analizó cada a uno para empezar con los más fáciles. Les coloco un número con lápiz para saber el orden que debo seguir. A mi criterio, ninguno estaba fácil, hay uno de nivel medio y los cinco restantes nivel difícil.

Ya llevo tres ejercicios resueltos, antes de empezar con el cuarto me doy un tiempo fuera.

Mi mirada decae en el profesor Price, está recostado en su silla giratoria con sus pies sobre la mesa, sus ojos reflejan diversión, está atento a cada estudiante, vigilando para que no giren a su costado. No logro entender como una persona como Price llegó a esta profesión, un hombre tan guapo y joven. Las venas de su cuello y manos se pronuncian más cuando choca con mi mirada, por un momento pienso que va a seguir, pero no, se detiene achicando sus ojos. Es intimidante, sin embargo no sé si es por qué es mi profesor o por su singular atractivo ¿Será cierto que sale con mi madre? Ayer que le pregunté no lo negó y no recuerdo haberla visto tan nerviosa, la idea de un posible romance hace que se me remueva el estómago, no porque no quiera ver mi madre feliz, sino por tener escenas mentales de ellos dos juntos, específicamente desnudos.

Por dios, estoy tan corrompida por el sexo.

Antes de volver a mi hoja, le doy una ojeada a Adrián, está moviendo su mano sin parar y cada cierto tiempo relame sus labios. Dichosa lengua que puede probarlos.

Termino mi práctica dos minutos antes de que Price se levante de su asiento y pase por cada fila recogiendo las hojas. Se vuelve a sentar con el cúmulo de papel entre sus manos, saca su plumón especial y empieza la verdadera tensión.

—Creo que voy a desmayarme —confieso.

—No exageres, lo has hecho bien.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Porque soy tu tutor.

—Eso no asegura mi rendimiento.

—Podría intentar relajarte, —tantea el terreno.

Lo miro con cara de pocos amigos, ni pensarlo. Estoy muy nerviosa para querer que apriete el botón, si lo hace sabrá lo que es recibir un buen golpe.

—Ven aquí.

Sus manos se escabullen por mi espalda y me atrae a su pecho, recuesto mi cabeza en su hombro al sentirme relajada. Es reconfortante, su temperatura corporal siempre es la mejor, y sin contar las emociones de paz que me contagia.

Price, cómo es habitual, se demora mucho, el tiempo que le dedica a cada hoja es criminal, revisa línea por línea, verifica todos los pasos y si alguna es incorrecto todo el problema se va al tacho, no importa la respuesta final. Según él es un método anti-copia.

Para cuándo ya termina de revisar todo suspira guardando su plumón especial. Toda el aula lo mira atento, pero entonces, cuando abre sus labios, la campana suena.

Nadie se mueve, Prive suspira y empieza a llamar a cada uno por su nombre.

Adrián deja un beso en mi cabello antes de pararse y recoger su nota. La regreso su sonrisa triunfante pronostica un buen augurio. Y lo es, cuando me muestra su veinte encerrado en un círculo perfecto.

—Felicidades, te odio, pero felicidades.

No logro quitarle la sonrisa.

Price va llamando a cada uno, en cualquier orden. Después de un minuto dice:

—Y el último, William Rodríguez.

El susodicho se levanta y recoge su práctica, se devuelve dando pequeños saltos hacia sus amigos que los esperan alegres.

—Ahora si puede retirarse, ha sido...

—¡Falta el mío! —exclamo levantándome— ¡Yo le di mi hoja, revise bien! —ignoro la mirada que me da, de hecho voy hasta su lugar esperando explicaciones.

Esto no me pude estar pasando.

—Así que ha sido el de usted. —coloca su mano en mi hombro y le da un ligero apretón— Es una lástima.

¿Lástima? ¿De qué habla?

Mis cuerdas vocales fallan.

—¿Ah?

Levanta un folder y saca una hoja, por la letra me doy cuenta de que es mía. Está volteada así que no puedo ver mi nota.

—Wood, sabes perfectamente lo que pasa cuando no ponen el nombre en las prácticas o exámenes.

Oh no, esto debe ser un chiste de mal gusto ¿Tan tonta fui? ¿Cómo se me pudo olvidar?

Price me entrega la hoja y lo único que atino hacer es ir a mi asiento y recoger todas mis cosas.

—Tienes que verlo.

—No pienso hacerlo.

—Ashley...

—Por mi estupidez me han bajado tres puntos, de por sí creo haber resultado la mayoría mal y ahora con esto estoy más que segura de que desaprobé. No pienso ver la hoja.

Salgo del aula hecha una furia, estoy muy molesta conmigo misma. No puedo creerlo, algo tan insignificante me jodió todo, me echaran del equipo de voleibol, mi madre se enfadará y me echar de la casa, Adrián se decepcionará de mí, jamás volveré a ver a Jeremy, mi vida se...

Un fuerte tirón me tiene. Por su suavidad sé quién es, no quiero ser grosera, no quiero desahogarme con él, pero no estoy de humor para hablar con nadie, necesito espacio.

—Adrián, mira en estos... —me callo al ver la hoja al frente de mis ojos, es mi nota ¿En qué momento me la quito?

—Sacaste veinte, olvídate de esos tres puntos, tu nota real es veinte.

Baja el pedazo de papel para poner de paisaje sus ojos, brillan con intensidad.

No sabía que estaba a punto de llorar hasta que una lágrima resbala por mi mejilla. Estoy tan feliz. Dejo caer mis cosas y me lanzó a su cuello, Adrián reacciona, me captura sujetándome cerca de mis glúteos. Me da un par de giros antes de bajarme, no lo suelto, a decir verdad me pegó más.

—Gracias, gracias, gracias.

—¿Y bien? ¿Cómo celebraremos este hecho histórico?

—Se me ocurre un par de ideas.

—Sorpréndeme.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top