27| Déjà vu
Ashley Wood
Gradualmente los estudiantes que se encontraban a dentro del recinto salen y se unen al furor. Tatiana y yo esperamos a nuestras amigas con paciencia, tratamos de guardarles sitios, pero los empujones y los insultos pueden con nosotras. Incluso algunos profesores se reúnen en una esquina para apreciar el partido.
El espacio que siempre se destinó para varias personas ahora se encuentra chico, imagino que el Director está contento, su objetivo está más cerca que nunca, lo único que falta es que nos den un buen espectáculo y ya nos tiene comiendo de sus manos.
Del equipo anterior solo quedan en pie el capitán y goleador, dos personas de once titulares, debería darles vergüenza.
La cancha es grande, tan igual como los campos los que se disputan en primera división, el pasto no es artificial es real y cada cierto tiempo lo cambian de ser necesario, lo mejor para un grupo que no se lo merece. Todo es diferente con el equipo del voleibol, cuando entre no teníamos las mejores condiciones, la red ya se notaba antigua y los pisos ya se empiezan a rajar al centro, si no fuera por el apoyo económico de nosotras y de nuestros compañeros no hubiéramos salido adelante. Convertimos oro un pedazo de metal oxidado, nos convertimos en las favoritas para llevarnos la copa en el torneo local, nos esforzamos tanto para llegar a dónde estamos aún con toda nuestras bajas salimos adelante y nos posicionamos en los primeros lugares. La vida es injusta, cosechan un grano muerto cuando tiene uno en buenas condiciones ansioso de dar frutos.
Los técnicos mandan a los jugadores hacer pases de balón, y diferentes técnicas mientras son calificados bajo su atenta mirada. Después de unos minutos viendo a cada posible jugador detienen la práctica. Los cuatro técnicos que hay se dividen a la mitad, dos se van a la parte izquierda y otros dos a la derecha. Hacen un par de gestos entre ellos y obligan a los postulantes colocarse al medio, uno de los técnicos lanza una moneda dando inicio la selección.
—Luke Brown.
Ya se venía venir, Luke es el primer escogido, estoy segura de que los ha dejado impresionados, resaltó por mucho en la competencia de resistencia. El público muestra su apoyo voceando su nombre, una chica se levanta y grita su nombre con un cartel improvisado de papel bond, hago una mueca de asco al darme cuenta de quién se trata; Naybet, maldita obsesiva.
—Adrián Irmán.
El furor es más bajo que el anterior, pero no sé queda atrás. No me gusta, así que le pegó a Tatiana para que se una y crezca el sonido.
—¡Vamos Irman, pateales el culo! —chilla— ¿Contenta? —pregunta en voz baja.
—Si ¿Te escribieron las chicas?
—No, no creo que vengan. Sabes que ellas son más reacias a esto —señala al frente.
—¿Fraternizar con el enemigo?
—Exacto, así que anda pensando como piensas decirle a Cristina que tu duo amoroso es parte del equipo maligno.
Cristina es quien tiene más desarrollado su sentimiento negativo al equipo de fútbol, al ser la capitana desde años fue quien lucho contra el sistema y por ende gasto más dinero de lo imaginado. Es muy sacrificada con lo que representa.
—Nada está dicho, están en prueba.
—¿Entonces aceptas qué estás envuelta en un trío amoroso?
—No estoy en ningún trío.
—¿Te gustaría estarlo?
Amoroso no, pero hablando de lo sexual tengo dudas. Tan solo imaginar la idea de tener a Luke y Adrián desnudos contra mi cuerpo, tocándome dónde me gusta, me hace enloquecer y me planteo la pregunta si el hecho es una tortura o el mismo paraíso. Todo se desvanece al darme cuenta de lo irreal que es la situación, ellos no serían capaz de hacer algo así, se detestan.
—No ¿Quieres prestar atención al frente?
—No lo creo, ya me estoy imaginando a ti en medio de ambos. Que puta envidia.
Dejo todo pensamiento impuro de lado y me fijo en los equipos ya formados. Once de cada lado, veintidós en total. Los técnicos hacen un círculo con sus jugadores y piden a la hinchada no hacer ningún ruido.
El director se va con el grupo de profesores y empiezan a charlar, mi perspectiva cambia al ver cómo una profesora saca un billete de su saco y se lo entrega el jefe, los demás docentes hacen lo mismo ¿Están apostando? ¿En serio?
—¡Hey! ¡Ashley! —me giro al escuchar mi nombre, viene de un chico con un grupo en la parte superior. Tiene una libreta con un lapicero en sus manos— Estamos apostando ¿Le entras?
—¿Cuánto?
—Quince dólares.
—¿Quién va ganando?
—El equipo de tu amado —dice con una sonrisa jadeante.
Hago una línea fina con mis labios, no voy a caer en su juego.
—Vete a la mierda —le enseño mi dedo medio antes de voltear, escucho su carcajada a mis espaldas.
—Por un momento pensé que lo ibas a hacer —confiesa.
—Igual yo.
Los jugadores ya están en posición. Uno de los técnicos toca un silbato, el juego comienza y el público explota.
Tatiana está con su boca abierta espléndida ante lo que ve, no puedo culparla, creo que estoy igual.
Cada individuo tiene su rol claro, ya sea defensa, delantero, portero o incluso goleador ¿Dónde estaban estos muchachos en los anteriores años? Esto es una locura, es un juego digno de apreciar. No hay espacio para el aburrimiento. Ningún equipo hace tiempo, todos los pases son con intención de gol y solo retroceden la pelota cuando es necesario. Aquí no se vale pestañear, cualquier cosa puede pasar.
A los veinte minutos del partido acaba el primer tiempo. No hay lugar para el descanso. Cambian de zona y la pelota nuevamente está en ruedo.
Ningún jugador se refleja cansado, todos tiene esa expresión de locura en su rostro cuando tocan el balón. Todos son buenos.
—¡Patea! ¡Patea! —grito al chico que tiene el balón, está cerca del área y tiene el campo abierto. Es su oportunidad.
La barra hace lo mismo y entonces lo entiende. Patea el balón con fuerza.
—¡Ah! —me frustró al ver que choca contra el palo y el portero lo coge en el rebote del balón.
No apoyo a ningún equipo, pero si quiero un gol, de quién sea, necesito gritarlo.
Adrián se acerca a quien acaba de fallar y le dice un par de cosas antes de darle unos golpes en su espalda y mandarlo a su posición. Mis ojos no se despegan de mi tutor particular, lo siguen en su recorrido. He de admitir que se ve muy apetecible, sus piernas se tensan en cada trote, sus brazos brillan por el sudor y lejos de parecerme asqueroso me provoca una corriente que va directo a la zona de la entrepierna.
Salgo de mi trance cuando Adrián recibe la pelota.
Corre, maldita sea, corre.
Lo hace perfecto, llega a la zona enemiga y de pronto bajan tres jugadores a defender su arco. Es difícil, solo tiene un aliado y no hay tiempo para pensar. Un rival se acerca con la intención de quitarle la pelota, hace una maniobra y logra salir airoso. Se hace un espacio entre dos jugadores y no piensa antes de patear el balón al arco, ni siquiera mira a dónde, reacciona al instante.
No lo ve venir, ni yo. El portero reacciona y da un giro en el aire tirando la pelota al extremo de la cancha. Mis ojos ven la pelota en el cielo hasta que cae. Luke frena el balón con la cabeza y corre hasta su objetivo dejando atrás al resto, es muy veloz.
—¡Luke! ¡Luke! ¡Luke!
—¡Tu puedes Brown!
—¡Demuestra quien es el mejor!
—¡Ya! ¡Tira!
Los espectadores se levantan, tengo que sujetarme de Tatiana para no caerme. Esta adrenalina es mucho. Mi corazón se acelera. Luke no duda, tiene su meta clara y cuando tira el balón al arco lo hace con una fuerza envidiable.
Gol.
Salto y aplaudo con entusiasmo. Luke corre con su equipo para formar un círculo, abrazarse y girar en una sola dirección.
—¡Quedan siete minutos! —dice el improvisado árbitro dando un claro mensaje. Celebrar no es válido, quiere ver acción.
El juego se reanuda.
—¿Crees que puedan empatar?
—Adrián estuvo cerca la anterior vez —defiendo.
Adrián le da unas señales a su equipo y lo que pasa a continuación me deja aturdida. Cuando aseguran el balón en su poder engañan a un contrincante, lo llevan a una esquina y hacen que lo saqué afuera. Tiro de esquina. Se acomodan rápidamente en su posición, Adrián es quien va a patear, alza su dedo pulgar en la dirección de sus compañeros y estos lo copian. El silbato suena y el balón va al aire. No logro ver quién, pero una cabeza le da fuerte a la pelota haciendo que entre en la red.
Todo pasa muy rápido, no lo termino de procesar hasta que Tatiana me sacude y me levanta para celebrar.
—¡Gol! ¡Tu chico lo hizo Ashley!
—¡El juego ha terminado! —los técnicos se adentran a la cancha impidiendo la celebración de los jugadores— ¡El grupo ganador es...! —el árbitro toca su silbato y con su mano señala el lado derecho, el lado de Adrián.
—¿Qué? ¿No es empate?
No podemos escuchar de que hablan, pero los jugadores perdedores se acercan reclamando. Yo y mi amiga nos sumamos al bullicio que se ha creado. Es injusto. Uno de los chicos se quieren ir encima del árbitro, pero Luke lo sujeta del cuello y lo arrastra para atrás.
—¡Basta! ¡Su gol no fue legal, el señor Luke tenía la posición adelantada! —exclama el árbitro arto del quejido.
Todos nos callamos.
¿Posición adelantada? ¿Por qué no dijeron nada en su debido momento entonces? ¿Por qué permitieron qué crean algo erróneo? No conozco mucho de las reglas del fútbol, pero estoy noventa por ciento segura de que lo que ha hecho el árbitro no es válido. No importa que no sea un partido de aficionados, no está bien.
La incomodidad se rompe con un grito de festejo, es Adrián. Está feliz. Junta a sus compañeros, celebran, ríen y se golpean entre ellos. Saben que tienen un pie fijo adentro.
Luke se acerca nuevamente al árbitro y pide al público alzar su voz de protesta. Optó por el silencio ¿Esto es correcto? Quiero que alguien me ilumine. Los hombres no piensan lo mismo y empiezan hacer disturbios lanzando botellas de agua al campo.
—¡Suficiente! ¡Todos a clases! —el director alza la voz señalando las gradas— ¡Mañana publicaré los nuevos integrantes del equipo de fútbol! ¡Expulsión al que no obedezca!
—Ya rugió el jefe, vamos. —Tatiana me toma de la mano y me arrastra lejos— No hagas berrinche, ya podrás hablar con ellos después.
—¡Es ridículo! Solo faltan dos horas para que acaben las clases.
—Solo lo dices porque quieres ir con... ¿Con quién? Que importa, vamos —me acompaña hasta mi aula, abre la puerta y me empuja adentro.
—¡Nos vemos en la salida, no te olvides! —le recuerdo.
No recibo respuesta. Me siento en la cuarta fila. El aula se va llenando y lo único de lo que se habla es el partido que acaba de finalizar. Me uno con mis compañeros a la conversación.
—Con ese equipo si nos llevaremos la copa este año.
—¿Luke estaba adelantado? —es lo que me importa saber.
—Si, —dice un chico— pero por poco. Mi novia y yo lo vimos, creímos que el árbitro no se dio cuenta, sin embargo ya conoces la historia.
—¿Por qué no dijo nada en su momento? ¿Es válido? —mira a su amigo de lado y se encoge de hombros.
—Nunca dijo que fue gol así supongo que sí. Pero creo que hay un motivo detrás de todo.
—¿Cuál?
—Incentivar al otro equipo. —vuelve alzar sus hombros— Funcionó.
Alzo mis cejas con incredulidad ¿El favoritismo es válido? No, en ninguna disciplina ¿Cuál sería otra razón para querer inyectar adrenalina al otro equipo? De igual forma el equipo de Adrián gano de manera limpia, no hicieron trampa, no conscientemente, creo, no lo sé, el resultado me ha dejado muy aturdida.
—¡Miren quiénes vienen! ¡Nuestros jugadores estrella! ¡La liebre y la pantera!
El aula se llena de aplausos y algunas chicas los invitan a tomar asientos con ellas. Ambos tiene su cabello húmedo y ropa distinta, desde mi asiento puedo oler sus fragancias, uno a su colonia varonil y otro a jabón de avellanas. Me sorprendo con la rapidez con que se bañaron, es como si hubieran hecho una competencia interna. No están uno junto al otro, tienen una distancia de dos metros de separación. El aula se da cuenta de la gran tensión que hay entre los tres así que callan sus elogios y observan el espectáculo. Mi mirada va de extremo a extremo, de unos cafés oscuros a un azul resplandeciente. No sé en dónde detenerme y ninguno parece querer moverse hasta que me decida.
Adrián me mira serio, casi inexpresivo, pero sus ojos brillan de una manera intensa, es como si quisiera decirme cosas atreves de ellos. Pero no lo comprendo, hace unos minutos estaba de lo más contento celebrando el triunfo de su equipo, lo vi reír, incluso me sonrió cuando corría. Las palabras de Priscilla me hacen eco en la cabeza ¿Es por mí? ¿Tengo tanta influencia en él? ¿Qué cosa hice?
Luke tiene todo el porte distinto, está radiante con una sonrisa de oreja a oreja como si fuera su equipo el que hubiera ganado. No se ve triste o rabioso cómo cuando le reclamaba al árbitro, en absoluto. Ha pasado mucho tiempo desde que no me sonreía y por un segundo mi mente vuela a los años atrás donde solo existimos él y yo. Mi anatomía reacción al instante y le devuelvo la sonrisa.
Mi expresión no dura mucho, ya que un cuerpo pasa por mi costado chocando su cadera contra mi hombro.
—¿Quieres tener un poco más de cuidado?—me callo al darme cuenta de que Adrián es quien me golpeo— Me golpeaste —reparo.
—Sobate —se sienta en la mesa detrás de mí y extiende sus piernas con cansancio.
—Felicidades, jugaste bien —decido ignorar su comentario— ¿Desde cuándo te gusta el fútbol?
—Ajam —¿Qué clase de respuesta es esa?
—¿Por qué estás tan cortante conmigo? —enfrento— ¿Acaso te hice algo?
Odio pocas cosas en este mundo, pero su indiferencia se a sumado a la corta lista.
Se ríe seco, sin gracia.
Lejos de responderme, se cruza de brazos y empieza a distraerse con una chica morena que le hace ojitos, ella le pregunta cosas del fútbol y él responde más que contento a cada una de sus interrogantes. Con un movimiento de cabeza le invita a sentarse junto a él, por supuesto la groupie no duda en aceptar.
Volteo cuando la morena se acerca y le susurra un par de cosas.
¿A qué está jugando ahora?
—No me gusta como lo estás empezando a mirar —dice una voz conocida. Giro mis ojos y me encuentro con unos azules eléctricos; Luke Brown.
—Lo miro como siempre.
—No, algo ha cambiado y me aterra.
—Estas alucinando.
—Y tú muy accesible.
—¿Qué haces aquí? Creí haber sido clara la última vez.
No quiero caer fácil, no quiero, de verdad. Pero cuando se trata de Luke suelo ser muy débil, me cuesta mucho decir que no.
—Te extraño.
—Debiste pensarlo antes de pisar el acelerador.
—No es lugar para hablar de esto.
—No hay nada de que hablar. Te repito, fui muy clara la última vez.
Luke suspira y arrastra su silla acercando nuestros cuerpos, su rostro se coloca a pocos centímetros del mío, mabteniendo distancia, pero a su vez recordándome viejas épocas.
—Mi novia te agradece los saludos. —se aleja y con su mano me manda un beso volado— ¿Por qué pones esa cara? ¿Ya no recuerdas lo qué me dijiste?
Por supuesto que sí, desde que pegó sus labios a su palma y me envió un beso imaginario, sé de qué habla, cómo no hacerlo si hizo el mismo gesto que yo al cantarle la canción. Si mal no recuerdo fue una de las primeras frases que cante, decía: Yo sé que tú me extrañas, pero lo siento. Dile a tu novia que le mando un beso.
Jamás pensé que lo iba a cumplir ni mucho menos decírmelo.
—Tu novia, claro. —cruzo las manos sobre mi pecho— Me alegro de que hayas tenido el valor de oficializarla.
—¿Celosa, cariño?
—No. —oculto la presión que hay en mis manos— Espero que les vaya magníficamente, aunque siento pena por ella, aguantarte es agotador ¿Cómo lo está haciendo?
Luke roza nuestras rodillas y baja la voz, rozando su nariz en mi mejilla mientras que mantengo la vista al frente, luchando contra todo tipo de impulso.
Realmente no confío en mi misma.
—Esta haciendo un buen esfuerzo en reemplazarme, pero eres como un tatuaje Ashley, te tengo marcado de por vida.
En otra ocasión sus palabras hubieran dado un vuelco a mi corazón, pero ahora solo es un bombeo y ya. No es la misma emoción, no son los mismos sentimientos.
Sin embargo, me gustaría que Leslie estuviera aquí para que sepa que sigo en la cima sin siquiera intentarlo
La profesora entra al aula, mandando a callar a todos. Deja su bolso de mala gana en su escritorio, saca un par de hojas y empieza a dictar su tema. No es obligatorio apuntar todo, solo lo más importante, pero hoy esa regla queda deshecha.
Está enojada, percibo su humor desde que llegó y al parecer su pelota antiestrés somos nosotros. Mis dedos duelen, la señora de edad habla tan rápido como un loro.
—Por ende las... ¡Carajo! —alzo mi vista— Sacaré copias para cada uno y para la siguiente clase me traerán un ensayo del tema ¿Entendido? —todos decimos "si" al uniso— No hablen hasta que venga —y se marcha dando un azote a la puerta.
Suelto el lápiz y gimo, un segundo más y creo que mi mano empezaba a temblar.
—¿Qué crees qué le pase? —preguntan a mi lado.
—No me interesa.
—Pequeña mentirosa.
De su libreta arranca un pedazo de hoja y empieza a escribir con su lapicero. Cuando termina me tiende la hoja.
Lo miro extraña ¿Qué pretende?
—Lee —ordena.
"Quiero mi venganza"
—Le está tocando el culo a la morena —susurra.
Todos mis sentidos se activan. Mi cuerpo se tensa de pies a cabeza al comprender sus palabras.
No, esto no.
Trato de decir algo, pero su siguiente movimiento me lleva a un déjà vu. Su mano toma posición de mi muslo y lejos de ser un toque ingenuo o accidental, es tan intensa como la mirada que me lanza.
Me descoloco al sentir su piel desbordando calor, incluso puedo sentirlo hirviendo por debajo de la tela gruesa de mi jean.
—¿Desde cuándo mientes? —quiero pelear, no quiero caer.
—¿Quién dijo qué lo hacía?
No creo en su acusación, sé lo que intenta hacer. Sin embargo, lo que me lleva a no desconfiar es no haber escuchado a Adrián reírse o siquiera hablar con la chica de su costado, todo ha estado raramente silencioso desde que lo perdí de vista. Pero eso no invalida su comportamiento indiferente conmigo, aún así ¿Qué pasaría si...
Las ganas de devolverle un poco de su propia medicina es grande, ya que yo misma dije que me iba a vengar por su mentira ¿Pero esto? Es demasiado, su frialdad no es suficiente para que recaiga.
La mano de Luke sube lentamente por toda mi pierna y justo cuando quiero detenerlo, algo sucede.
—Adrián por favor, solo uno ¿Sí?
Mi cuerpo se tensa y me desconecto.
¿Qué está pasando atrás? Sus dedos suben hasta mi monte de Venus, escondiendo sus acciones debajo de mi polera grande ¿Uno? ¿Un qué? ¿Un beso? ¿Una salida? No sé mueve, se mantiene quieto y mi corazón empieza a desvocarse.
—¿Qué crees que lo joda más, Ashley? —su malicia me penetra— ¿Qué te toqué o que tú me toques?
—Que yo lo disfrute —respondo sin pensar las consecuencias.
Sus yemas empiezan a hacer caricias justo por encima de mi clítoris. Es suave, casi tierno. Si no fuera por mi jean todo estaría perdido. Es discreto, pero por alguna razón algo no se siente bien.
—Gime para mí Ashley.
No quiero esto.
Miro a mis costados con miedo y por fortuna nadie está atento a nosotros. Inhaló y exhalo pausadamente, no quiero repetir la historia, más bien no quiero gemir y que todos se me queden mirando atónitos.
No quiero la atención.
Luke opina todo lo contrario, me tortura ejerciendo más presión en sus movimientos. Quiere exactamente lo mismo que aquel día y no va a parar hasta recrear cada escena.
Cada sonido, cada emoción que él experimento.
¿Qué estoy haciendo?
—¿Sabes? Para este momento yo estaba tan furioso que en lo único que pensaba era en como asesinar a ese desgraciado. —susurra para mí— Verte disfrutar con otro me volvió un salvaje y si no fuera por las uñas de Naybet agarrando mi brazo, este tipo ya estuviera muerto.
Esta vez le creo. Recuerdo ver su piel transformada en rojo por la ira.
Lo miro con una pizca de miedo y mucha adrenalina. Me pierdo en sus ojos azules, no duda, no tiene miedo de ser descubierto, está más que decidido a acabar con lo que empezó y su determinación provoca que mi respiración se vuelva irregular, pesada.
¿Acaso tengo miedo?
—¿A quién prefieres Ashley? ¿Quién te hace llevar a la locura? ¿A quién deseas más?
Cada parte de mi grita el nombre de Adrián. Sin embargo me veo incapaz de responderle.
Creo que estoy en un estado de shock.
De pronto, el pequeño movimiento de sus dedos que parecían casi el roce de un pluma, se vuelve potente.
Por favor, ya no quiero más ¿Por qué no hago nada? ¿Qué está mal conmigo?
Mi cuerpo no es tonto, reacciona ante la estimación y siento asco cuando me siento húmeda. Mi garganta se cierra y volteo para mirarlo con desesperación, gritarle con la mirada, pero él no está enfocado en mí. Tiene su cabeza ligeramente volteada hacía atrás dónde se encuentra Adrián.
—Lu...
Mis palabras se cortan y mis ojos se cierran con fuerza cuando su velocidad aumenta.
Para.
Para.
Mis piernas mis manos comienzan a temblar, es algo sutil, pero reconozco cada parte de mi cuerpo que esa señal solo me querer gritar de horror. Lo hago, es un pequeño grito, casi un jadeo, pero Luke también sabe reconocer las señales.
Sus movimientos paran de inmediato y sus ojos por fin chocan con los míos, puedo sentir su arrepentirme incluso antes de que retire su mano y me de un gesto de arrepentimiento.
Nadie nos está mirando, todos siguen en sus vidas y lo agradezco enormemente.
Y por arte de magia, vuelvo a la normalidad, mi respiración se regula, mi cuerpo se estabiliza.
Luke parece horrorizado, cuestionandose hasta su existencia, pero lo único que tengo en mente es todas las veces que he querido un movimiento de su parte y ahora que he tenido uno, por más infantil que sea, no obtengo esa emoción que creía experimentar.
—¿Estabas a punto de entrar a una crisis? —Luke trata de tomar mi rostro, pero me aparto— Ashley, por favor dime qué estás bien.
Mi garganta se quema.
—No. —llevo mi mano a mi pecho —¿Por qué siempre tengo que ceder contigo? No está bien, ni una disculpas me has dado ¿Y permito que me toques? —jadeo, cansada— Dios, soy tan patética.
Con Luke puedo expresarme con libertad, con el tiempo, es algo que a conseguido con esfuerzo. No hay secretos entre nosotros, no hay tabús, no hay vergüenza, bueno, no había.
—Lo lamento tanto, y-yo... —sus dos manos toman mi rostro y me obligan a mirarlo— No eres patética, Ashley, yo soy el patético ¿Sí? —sus azules se profundizan y entran a cada parte de mi anatomía, es extraño, siento que me quiere decir algo, pero no llega a juntar la suficiente valentia para admitirlo. Sus labios se entreabren y antes de que pudiera continuar con su discurso, un sonido en seco nos pone el alerta.
Mi cuerpo da un pequeño brinco y seguimos el ruido mientras tomamos cierta distancia. Ubico el sonido atrás, con miedo volteo, no doy crédito a lo que veo.
Una mesa rajada desde la mitad y ligeramente doblada yace frente mis ojos. Miro a Adrián con desesperación ¿Fue él? La chica morena de su lado grita y sale estampada dejando en abandono sus cosas. No lo creo. Lo inspecciono, tiene sus latidos fuera de control, su mano roja por el golpe y una mirada perdida. No reacciona, es como si estuviera en un trance.
—¿Adrián?
Suelta un gruñido cogiendo sus cosas con rapidez y sale del salón hecho un incendio.
Las miradas de mis compañeros me carcomen, siento la misma sensación. En vez de ver el pobre objeto dañado me miran a mí. Observo a Luke en busca de un escape, su mirada ya no es la misma, algo a cambiado y lo único que veo es miedo, no de Adrián sino de mí, de que decida irme atrás de él.
—¡¿Qué mierda paso aquí?! —el grito de la profesora no hace más que darme un fuerte dolor de cabeza.
Derrotada, me acuesto en la mesa cubriendome con mis brazos.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top