21| Un cumpleaños inolvidable.
Ashley Wood
No voy a mentir, cada cierto tiempo le doy una mirada a Tatiana y Adrián y siempre me encuentro con la misma imagen. Ella pegada en su celular y él con la vista fija en la ventana mirando el paisaje desértico. Confío en ellos, una por amistad y otro por una corazonada, pero, aún así verifico de que nada pase, no hay nada de malo en la prevención.
No sé cómo sentirme con respecto a Adrián, tengo la sospecha de que está molesto, furioso conmigo. Cabe resaltar que no me ha dirigido la palabra, no me pone la mirada encima, incluso cuando nuestros brazos rozan por el movimiento del carro, se aparta brusco. No lo entiendo. Acostarse conmigo es lo que quería, tenerme en su encanto y cuando lo ha logrado actúa contrariado. Talvez estoy alucinando, talvez el efecto de su miembro enorme dentro de mi aún no se va y es que... ¿Para qué negarlo? Quiero a Adrián Irman al fondo de mi sistema.
Llegamos al promediar las diez de la noche, obviamente es temprano para cualquiera, incluso puedo apreciar desde mi lugar que en la locación falta más de la mitad de invitados. A pesar de ello, no somos cualquier personas, somos las amigas de Karla, la festejada. Por eso, cuando Maria estaciona su auto, suelta un suspiro de alivio, todos bajamos con premura.
—Mierda, tengo llamadas perdidas de Karla —informo cuando saco mi celular de la mochila y reviso.
—No eres la única. —habla Mery pegando su celular a la oreja— No contesta.
—Estamos muertas. —Gabriela hace un gesto de lamento— No le digan que yo fui la que se demoro.
—¿Siempre eres así? —Adrián se posa a mi lado, saca su mochila de la guantera y vuelve a su posición, tres metros lejos.
—¿Terriblemente sexy? —arremete Gabriela.
El chico bufa con fastidio.
—¿Ya sacaron todo? No me responsabilizo por perdidas o daños, aviso.
—¿Con amenazas la virgen María? Deberías agradecernos de que no pongamos una denuncia en tu contra por tentativa de homicidio. —suelto después de una carcajada— Conduces pésimo ¿Cómo es qué conseguiste tu brevete?
—¿Virgen Maria? —escucho el susurro de Adrián, nadie le hace caso.
—Eres una exagerada, obtuve mi licencia al primer examen —voltea sus ojos.
Esta vez nos reímos en conjunto, sabemos que no es cierto.
—Killa me está esperando adentro, dejo mis cosas en la habitación y me voy a la fiesta. —grita Mery alejándose con pasos rápidos a la entrada que teníamos al frente— ¡No se demoren!
—Voy con ella, lo más probable es que se pierda —habla Cristina siguiendo los pasos de su amiga.
Maria se asegura de que todas las puertas del carro estén cerradas correctamente, después de confirmar cuelga su equipaje en su hombro y empieza andar junto a nosotros. La locación es magnífica, justo como lo recordaba. Nos acercamos a la área de recepción y cuando llegamos nos piden nuestras invitaciones, nombres completos y DNI para la confirmación. Una vez que nos dan el check proceden a entregarnos las llaves de los bungalows.
—En su llave podrán encontrar un número, es el número del bungalow que les corresponde. —asentimos— Tome, esto es para usted. —la encargada le tiende a Adrián una llave diferente.
—Aquí no hay ningún número —señala verificando la llave.
—Los caballeros se quedan hospedados en las habitaciones que están ubicados al lado sur del terreno, —informa— a pedido de los padres de la señorita Karla. Su habitación es la 302.
—Es una tontería, igual voy a meter a un hombre a mi cama —se expresa Gabriela.
La encargada suelta una risa, pero no dura nada, vuelve a su gesto impecable de hace un rato.
—Sus equipajes serán colocados en sus respectivos sitios. —dice cuando un joven llega con un carrito de metal— Pueden ir directo a la fiesta, que lo disfruten.
Mis amigas no dudan en librarse de sus bultos, yo por mi parte me mantengo quieta observando todo. Estoy inquieta. Cuando llega el turno de Adrián, deja caer su maletín negro encima de las demás mochilas, Leslie le tiende el suyo para que lo coloque y como un auténtico caballero lo ejecuta. Trato de buscar su mirada café en todo momento, pero al parecer, cualquier cosa es más interesante que yo, incluso se queda viendo a la recepcionista más de lo sensato.
—Yo llevo mis cosas, gracias —le digo al joven cuando llega mi turno, insiste y trata de mantener la compostura, pero no dejo pasar sus mejillas sonrojadas y el titubeó en su voz.
Vuelvo a enfocarme nuevamente en Adrián quien a decidido dar media vuelta y marcharse con sus dos manos ocultas en su bolsillo.
Diablos.
—Esta terriblemente sexy ¿No creen? Está noche es mía ¿Vieron como me miró?
Cierro mis ojos, no pienso discutir con Leslie. No espero más, voy directo a mi recinto. Bungalows 125. Mis manos empiezan a sudar a medida que me acerco y la idea de visitar, de dar un vistazo al sitio me parece la estupidez más grande. Cuando abro la puerta los recuerdos me invaden, son las mismas sábanas, la misma decoración, la misma sensación, la única diferencia es que esta vez estoy sola. Matemáticamente hablando ¿Cuál es la probabilidad de qué esto suceda? El destino me odia. Yo trato de no pensarlo, pero cada acción que hago parece dictaminar lo contrario. No lo aguanto. Cada rincón del lugar grita el nombre de Luke por todo lo alto recordándome que aquí me hizo suya por primera vez.
Tengo que huir.
Antes de salir, entro al baño, me retoco mi maquillaje y acomodo mi ropa en la cómoda. Sujeto mi pequeña cartera metiendo únicamente mi bikini y la llave.
No tengo que pedir direcciones, sé dónde es el área del descontrol y si no lo supiera me dejaría llevar por la música resonando fuertemente en el espacio.
Cuando decido por entrar, dos hombres vestidos de gala abren las puertas por mí. Tengo que retener un grito. Esto está de locos. Definitivamente los padres de Karla saben lo que hacen. La pista de baile es enorme y de un material hermoso de color blanco, hay dos tubos de pole dance en la parte superior, un DY ubicado estratégicamente y barras de alcohol en cada parte. La iluminación es igual al de una discoteca con la diferencia de que los colores predominantes son el rojo, morado y azul. En ambiente está lleno, las personas bailan con una canción de Bad Bunny de fondo, mi cuerpo me pide moverme. Pero antes ubico a Karla sentada en una silla adornada en la planta superior, teniendo una vista privilegiada de todos, como la reina de la noche que es.
—¡Feliz cumpleaños, amiga! Te amo demasiado —la sorprendo con un abrazo y beso fugaz en su mejilla.
—¡Pensé que no ibas a venir, me estabas haciendo llorar! —dramatiza.
—¿Perderme tu fiesta? Estás loca, primero muerta —apoyo mi trasero en uno de los brazos de la silla— ¿Estás segura de qué tus padres no son narcos?
—Tengo entendido que ejercen la profesión de Cardiólogos. —se ríe— Las demás chicas están en la barra ¿Vamos?
—¿Te dejaron solas esas arpías?
—Me cambiaron por el alcohol, pégales por mí.
Nos levantamos y bajamos las escaleras moviendo las caderas al ritmo de la música. He de admitir que el DY tiene talento. La primera a quien llego a visualizar es a Cristina, tiene entre sus manos en una copa con contenido de dudosa procedencia, a pesar de mis pensamientos, ella lo toma de un sorbo.
—¿Cristina emborrachándose? Esto tengo que grabarlo —hago un ademán de sacar mi celular.
—Cállate y bebe —me tienden una copa igual.
—Se ve raro.
—Es lo mismo que dije yo, pero luego de probarlo me volví adicta —menciona Tamara.
Con fe, bebo. Mis ojos se agrandan, mis papilas gustativas están saltando de la emoción.
—¡Está delicioso! —halago pidiendo al barman que prepare otro igual.
—Te lo dije ¿Lo encontraste? —se dirige a Karla, ella niega— Ya aparecerá.
—¿Quién?
—Su ex, quién más —responde Cris.
—¿Lo invitaste? Pero tiene novia Karla.
—Solo quiero hablar, —se defiende— además ya terminaron.
—Hace dos días —revela Tamara.
El barman me entrega la bebida y bebo atenta a Karla. No me gusta verla así, sé que aún siente cosas por su ex Ignacio. Ella lo engaño con un primo suyo, obviamente no sabía que eran familia en ese entonces, pero cuando la bomba explotó se enteró del tremendo error que había cometido, de por sí ya estaba embarrada y con eso solo fue cavar su propia tumba. Ignacio la dejo, aunque jamás la insulto ni nada, simplemente se alejo eligiendo su dignidad. Hasta el día de hoy Karla no se lo perdona, cree haber perdido al amor de su vida.
—Tráeme lo más fuerte que tengas, varios —aclaro.
El barman asiente y minutos después llega con una bandeja con pequeños vasos. Jalo a Karla extrayéndola de su conversación.
—Mitad, mitad. —ordeno— Si no lo acabas te golpeare.
—Es mi cumpleaños.
—Y por eso te vas a emborrachar a tal punto que no vas a levantarte de la cama por días ¿Entendido?
Acepta mi desafío agarrando el primer chupito para acto siguiente lanzarlo a su boca. La copio. Cuando el líquido hace contacto con mi garganta, arde, quema, pero no desisto. Pierdo la cuenta en el décimo shot y mi cuerpo se suelta a medida que voy acabando mi ronda. La miro una vez que termino, esta con sus codos apoyados en la barra y oculta su rostro en sus manos.
—Eres una reina, Karla, y a las reinas se les venera.
Le doy un beso corto en su cabello y la junto nuevamente con las chicas al sentir un cosquilleo por todo mi cuerpo, necesito bailar, sacar todo lo que tengo.
—¿Han visto a Adrián? —Tamara mira a Cristina con verdadero terror y al ver que no obtiene apoyo se refugia en un martini— ¿Qué sucede?
—Se está chapando a Leslie junto a la piscina.
Tengo que aferrarme al brazo de Karla para no desequilibrar mi eje ¿Qué? Una furia me invade ¿No qué me tenía aprecio? Todos saben que la odio, entre todas las mujeres que pudo haber enredado su lengua tuvo que hacerlo con Leslie ¿En serio? Si esto es solo un truco para molestarme entonces lo a conseguido con éxito.
—¿Estás bien?
—No me interesa lo que haga, no somos nada ¿Recuerdan? Así que quiten sus caras de perrito asustado —demando quitándole su trago a Cristina y bebiéndolo sin parar.
—¿A dónde vas? —se apresura en decir Karla al ver que doy me media vuelta.
—A bailar.
—Tu también eres una reina, Ashley.
Sin más, me adentro en el cúmulo de personas y muevo mis caderas al compas de la música. Reconozco un par de caras y hacemos un grupito, el chico de cabellos rizados me toma de la cintura apegándome a su cuerpo. No me atrae, ni siquiera me parece guapo, pero me dejó llevar al darme cuenta de que no tiene otras intenciones más que bailar. Se mueve bien. A los lejos, noto una cabellera rubia, está apoyado en una columna con una mujerzuela esparciendo besos por su cuello. Lo disfruta, lo se por la manera en que la toca y cierra sus ojos con sus labios ligeramente separados. No puedo evitar sentir una emoción, lo que estoy presenciando solo me confirma una cosa: Lisandra Orberley no significa nada.
—Si me llamas, dime lo que sea, pero no te quiero aquí. Si me llamas, solita yo me quedo. No quiero saber de ti —empiezo a cantar.
Luke sale de su trance sexual y por cosas del destino nuestras miradas chocan.
—Si me llamas, baby, yo no te contesto. Si quieres dime lo que quieres en un texto. Yo sé que tú me extrañas, pero lo siento. Dile a tu novia que le mando un beso —pego la palma de mi mano a mi boca y le mando un ósculo imaginario. Él aparta a la chica con brusquedad enfocándose en mí— Busco espero no encuentras. Baby, no, no, no mientas. No hay otra como yo, baby, por favor.
Una pizca de excitación empieza a fabricarse en la parte superior de mi vientre, y no, no es porque mi acompañante desliza sus manos desde mis muslos hasta mi cintura o porque inesperadamente sus labios reparten besos por toda mi espalda descubierta. Lo cierto es que Luke, para ser más exactos, su mirada es quien me pone. No me voy a cansar de repetirlo, tiene un color de ojos impresionantes, especiales, únicos en este planeta. Me mira con tanta intensidad, de una forma especial. Con Luke siempre es así, no importa cuántas veces lo niegue, él tiene efecto en mí sea para bien o mal. Sus iris se van oscureciendo con el tiempo, sus puños caen a cada lado y es entonces cuando sus pies se encaminan a mí.
No, aún no es el momento.
Me niego a entablar una conversación así que me despido de mi bailarín con un beso corto cerca de sus labios y me escabullo entre los invitados. Huyo apresurada, volteo atrás verificando que no esté, en efecto, no veo rastro de su anatomía, pero aún así sigo caminando.
Alzó mi mirada hacía en trono de Karla con esperanza de encontrarla, pero con la escena que me encuentro me deja la boca semi abierta. Literalmente corro hasta mis dos amigas.
—¡Párteme papi como crayola de kinder! ¡Parteme papi como crayola de kinder!
Gabriela está descontrolada y no hay nada que podamos hacer para ayudarla. Siempre se pone así cuando bebe. Un demonio se apodera de su cuerpo y empieza hacer locuras, como ahora, que se a subido al tubo metálico. No sé cómo ni me interesa, pero hace piruetas extremadamente sexy, enrolla sus piernas y se deja caer provocando que todo su cuerpo gire, desde arriba puedo ver a los jóvenes admirando su cuerpo. Ella lo sabe, se empieza a contornear más. Si algo bueno tengo que decir es que al menos es consiente de lo que hace y propasarse con ella es una misión suicida.
—¡Bájate de ahí, Gabriela! —ordeno.
—No insistas, ya lo intente. —se lamenta— Llevo aquí más de diez minutos y no tiene la intención de quererse bajar.
—¡Gabriela! —insisto.
Me ignora con todo el descaro del mundo y sigue haciendo piruetas para el deleite de su público.
—¿Qué ha bebido? —Maria se encoge de hombros.
De pronto, Gabriella se pone de pie y nos abraza con fuerza tomándonos por sorpresa. La separo al sentir su aliento fuerte.
—¿Qué bebiste?
—Un poco de todo —se ríe.
—¿Te sientes bien? ¿Quieres descansar?
—¿Descansar? La noche recién empieza y yo tengo mucho por dar ¡Vamos a bailar!
Nos agarra de la mano y tiene la intención de arrastrarnos hasta la pista de baile, sin embargo soy más fuerte así que me separo antes de que sea tarde, María no corre con la misma suerte y cuando encuentra mi mirada me señala su dedo medio.
—¡Diviértanse!
Doy media vuelta y voy hasta la barra más cercana. Bebo varios shots y cuando siento mis mejillas calentarse me detengo.
Adrián
Te espero junto a la piscina.
Adrián.
¿Para qué me quiere ver? ¿Para increparme porque me robe su virginidad de la manera más informal posible? De igual forma no importa, lo último que haría con él sería charlar. Cuando cierro los ojos aún puedo sentir tu grandioso tamaño amoldándose en mi interior, sus dedos acariciándome con histrionismo, sus labios llevándome a la locura... Todo se dispersa al recordar que sus labios están manchados con veneno. Sin embargo, no me detengo. No estoy borracha, pero si muy empilada y por eso cuando llegó al área de la piscina no me fijo si hay alguien adentro o no, mucho menos me enfoco a su alrededor. Me meto a uno de los cubículos hecho de madera y me cambio rápido para la ocasión.
¿Quiere jugar? Bien, juguemos.
Suelto un sonido satisfactorio cuando salgo casi desnuda y el viento me golpea.
—¡Mamasita! —escucho un piropo— ¡Ven y te muestro como lo hace un hombre de verdad y olvídate de esos idiotas! —le regalo una sonrisa coqueta acompañado de una risa nerviosa.
Dejo caer mi bolso en el césped. A media de voy avanzando, varios pares de ojos se enfocan en mi cuerpo desnudo. Me gusta la atención recibida. Así que cuando me sumerjo al agua lo hago de la manera más lenta y sensual posible. Me entristeció sentir que el agua estaba temperada y no fría quisiera.
—¿Siempre tienes que llamar la atención? —¿Eso fue para mí? ¿Realmente me está hablando?
—¿Llamo tu atención?
—Por supuesto que no.
En otra ocasión hubiera salido despavorida por el simple hecho de que Dereck Orwell estuviera aquí, pero el trago me a dado valentía. Así que me acerco a su cuerpo desnudo ¡Carajo! Si que tiene un cuerpo escultural, digno de admirar.
—¿Qué haces? —trata de apartarme, pero lo encierro entre el borde y mi cuerpo.
—¿Porqué me desprecias?
—¿Porqué suponer eso?
—Es eso o que estás completamente enamorado de mí —se tensa, lo siento en el pleno roce de nuestro brazos— ¿Estás enamorado de mí, Dereck?
Su cara se distorsiona y antes de que pueda insultarme en mil idiomas, tomo partida y junto nuestras bocas. Para mí sorpresa me sigue el ritmo, no le toma ningún segundo reaccionar. En definitiva esto no es lo que tenía planeado, pero la majestuosidad de sus labios me hace olvidarme de todo. Sus manos me toman de la cintura y me pega a su cuerpo sintiendo cada parte ¿Porqué siempre anda en chaqueta? Ocultar esto de la sociedad debería ser delito pagado con cárcel perpetua. Antes de poder enredar mis manos en su cuero cabelludo, me aparta con brusquedad.
—¿Qué...
—¿Es suficiente? Mira que dejarte utilizarme como tu juguete es mucho.
—¿De qué hablas?
—Hacerte la desentendida no te ayudará. Ya conseguiste lo que querías ahora déjame en paz y arréglate con tu noviecito —gira, apoya sus manos en el piso mojado y con fuerza sale de la piscina. Observó como su cuerpo chorrea en todo el camino y una que otra mujer se le queda admirando.
—¡¿Qué pasó, Ashley?! ¿Sé te acabó el encanto? —su chillante voz me atrae de vuelta a la realidad.
Lo entiendo todo.
Adrián está parado junto a la víbora en el otro extremo de la piscina, sus cuerpos están mojado y las gotas aún siguen cayendo de sus cabellos, lo que me indica que recién acaban de salir. Leslie está con una sonrisa burlona en su rostro mientras que Adrián está serio, con sus manos ocultas en sus bolsillos del short. Está sin camisa y por inercia recuerdo todas las veces que pase mi mano por su figura y sentía los ligeros bordes de sus pectorales, no esta trabajado como pensé, pero si lo suficiente para que se noten las líneas que lo marcan. Algunos de sus mechones dorados de han pegado en su frente dándole un aspecto sexy. Agradezco estar bajo el agua ya que en la manera que estoy juntado mis piernas es vergonzoso.
Adrián le susurra unas palabras a Leslie en su oído, ella chilla de la emoción y se va dando pequeños saltos de alegría. Ridícula.
—¿Vas a quedarte ahí remojándote o qué?
—Idiota. Ya salgo.
Adrián no me espera, se aleja unos metros dónde las personas no se encuentran alborotadas y la tenue luz ilumina.
—¿De qué quieres hablar? Si es por lo que pasó en el carro déjame decirte que fue un accidente, yo no quise... Ag, tu sabes.
—No quiero hablar de eso —habla con impetud.
—¿Entonces?
—¿Porqué cambiaste de sitio? —¿Ah?— Ya me oíste, ahora contesta.
—¿Todo este numerito porqué cambie de lugar con Tatiana? Estás demente.
—¿Numerito? ¡Numerito el qué has dado tú en la alberca!
Trato de mantenerme firme en mi postura, pero su pectoral descubierto me jala la mirada a cada segundo. La situación va de mal en peor porque su respiración se a acelerado y sus labios entreabiertos me invitan a probarlos.
—¿Yo? ¿Qué hay de ti? ¿Enrollarse con Leslie? ¡Pensé que tenías mejores gustos! Que bajo has caído.
—Por supuesto que Tamara te fue con el chisme ¡Ella me besó! ¡Yo la parte al instante!
¿Me cree estúpida?
—¡No te creo! Estás tan enojado conmigo que besarte a esa víbora es tu mayor venganza —escupo cada una de mis palabras. Estoy ofuscada y deseosa por Adrián Irman.
Es una completa tortura, pero no puedo ceder así de fácil, no importa lo mucho que mi cuerpo lo necesite. Debo ser racional y no sucumbir a mis anhelos más bajos.
—¿¡Crees que teniéndote a ti, me fijaría en ella!?
—¡¿Teniéndome?! ¡Yo no soy nada tuyo!
Se ríe fuerte y ronco. Maldito sea.
—¿Enserio, Ashley? —sus dos manos se aferran a mi cintura y me pega a su cuerpo de un tirón. No lucho, su calor corporal me embriaga— ¿Aún tratas de negar lo pasa entre nosotros? Hasta un ciego podría verlo ¡Joder!
—No se de qué hablas. No pasa nada y jamás pasará —digo, pero acerco mi rostro al suyo y elevo mis manos en busca de contacto desesperado.
—Tu boca dice una cosa, pero tus ojos otra. Decídete —nos rozamos. Ya había olvidado que estamos descubiertos, no me quejo, así puedo sentirlo mejor. Una de sus manos se escabulle por debajo de mi fino bikini y se detiene sobre mis nalgas, da un apretón— ¿Me vas hacer rogar? Te quiero sobre mi pene, saltando y llevándome al mismísimo infierno.
—¿Y yo qué?
—Estoy seguro de que lo disfrutarás tanto como yo ¿O ya te olvidaste de la sensación que producimos al unirnos? Somos fuego, no importa cuánto te demores en aceptarlo, la verdad es una.
—Adrián. —me siento mareada y estoy más que segura de que no es por el alcohol en mi sistema, es por él, por todo su cuerpo, por como mis hormonas se alborotan cuando lo veo, como mi cuerpo grita su toque, como mi palpitante vagina chilla por su miembro— Bésame.
No responde, actúa. Nuestros labios chocan con electricidad. Mis manos se funden en su cabello sedoso y las suyas se acentúan en mis glúteos, los dos manejamos la situación a nuestro antojo. Su lengua explota en mi interior provocando un leve gemido que es silenciado por una nalgada. Todo es intenso, mucho para mí frágil corazón, lo necesito adentro, lo quiero hasta el fondo.
—Estamos en público —le recuerdo.
—¿Cuándo nos a importado los espectadores? —lo siento sonreír en medio del beso.
Entonces pasa, siento está creciente excitación creciendo debajo de mi vientre, reclamando su liberación más pronto posible, estoy segura de Adrián también lo nota ya que libera uno de mis glúteos solo para torturar a mi seno izquierdo con caricias llenas de intensidad y crueldad. Rozo una de mis piernas contra su miembro solo para comprobar su éxtasis, en efecto, está igual de emocionado que yo, igual de impaciente.
—Aquí no —susurro como puedo, lo único que quiero es seguir probando sus labios.
—Mierda.
Detiene el beso con brusquedad y jala una de mis manos, no soy consiente a dónde me lleva hasta que veo los cubículos de madera a unos metros. Cuando queremos ingresar a uno, un cuerpo flacucho de interpone entre nosotros. Adrián le susurra algo en su oído y los ojos del extraño brillan con emoción. Sin esperar otro segundo más, me arrastra al interior poniendo el seguro a la puerta.
No quiero conversar, no quiero fijarme en el lugar, solo quiero fundirme en Adrián Irmán.
Lo atacó como un animal, saltando sobre su cuerpo y enredando mis piernas en su cadera sintiendo lo muy contento que esta. Sus manos me atrapan con dureza y no tardamos más para comernos la boca. No hay previo, todos estos días de tensión sexual en el aire a sido más que suficiente. Me apoya en una de las paredes para poder liberar sus manos y desabrochar mi top aún húmedo. La tela fina cae directo al piso.
—Las quiero comer.
Muerdo su labio inferior al separarme y darle acceso a mi cuello que lo toma con gusto, succiona de tal manera que me saca gemidos incontrolables, trata de marcar su territorio, me marca en zonas visibles dándole a entender a cualquiera que se me acerque que ya tengo dueño. Me molestaría si lo estuviera haciendo otra persona, pero el sentimiento de posesividad de Adrián me enloquece, me hace imaginar escenas dónde él toma el control, dónde esta dispuesto a matar a cualquiera por mi. No está bien, pero un líquido formándose en mi vulva me indica que no me importa en absoluto. Mientras tanto mis manos se quedan en su cabello jalando desde la raíz sin misericordia. Sus besos baja hasta su destino y saborea mis pezones como si no hubiera un mañana, cuando está satisfecho con su trabajo ataca el otro. Esto es el cielo, él me lleva hasta ahí. No contengo ninguno de mis cantos, quiero que todo el mundo sepa lo bien que me trata Adrián.
—Eres tan ardiente, un ángel lleno de perversión ¿Cómo no te vi antes? ¿Dónde has estado todo este tiempo?
Ya no aguanto.
Lo necesito.
Bajo mis pies descalzos hasta el suelo, chocando con el césped frío. Llevo mis manos hasta el borde de su short y lo jalo hasta sus pies de un tirón inclinándome en el proceso. Su pene me cachetea en el rostro, tengo que tirarme para atrás para poder admirarlo como se es debido.
Mierda.
En el carro solo lo había sentido y estaba segura de que era grande, pero lo que tengo ante mis ojos es algo enorme, casi imposible de existir. No tiene prepucio así que puedo ver con grandeza su glande al descubierto, es rosada y se direcciona hacia arriba, trago saliva al notar como sus vasos sanguíneos están a punto de explotar, sus testículos no se quedan atrás, son tan grandes que fácilmente podría meterlo con mi boca y aún así no caber en plenitud. La garganta se me seca, necesito probarlo, necesito saber su sabor antes de que se combine con el mío. Alzo mi mirada buscando aprobación, de alguna manera mi cuerpo lo exige. Sus ojos brillan con su característica intensidad, de rodillas parece más imponente de lo que es, todo un Dios.
—No, necesito hundirme en ti.
—Y yo probarte.
—Ashley —atrapo con mis labios su miembro y lo meto hasta el fondo, sin importar el molesto dolor que me provoca su tamaño— Mierda —gruñe.
Me toma por el cabello y me obliga a ponerme de pie. Sus dedos se clavan en mi barbilla chocando miradas.
—Móntame, Ashley. Tómame como tuyo.
No pongo objeción, le doy espacio para que pueda sentarse contra el suelo y apoyarse en la madera mientras que yo me despojo de la última prenda que me queda. No le doy chance de que admire mi cuerpo, estoy descontrolada, lo necesito ya, así que sin más me trepó encima aferrándome a sus hombros con fuerza. A diferencia de la situación del carro, no me quedo estática disfrutando de su cabeza en mi entrada, lo hago deslizarse con rapidez gracias a mis fluidos vaginales. Soltamos un gemido por la sensación que nos embriaga.
La vista se me nubla.
No me muevo, soy incapaz. Mi interior lo recibe alegre, pero el dolor persiste. Lo observó, está con sus ojos cerrados y tiene su cabeza tirada para atrás. Me mojo más, es realmente bello y erótico a la vez. Lo tomo de la quijada, me mira.
—Cuando termine contigo creerás que Dios es una mujer.
Empiezo a moverme provocando que mis pechos reboten contra su pecho. Salgo lento y vuelvo a envolverlo con vigor, no soy delicada y se que le gusta que no lo sea. Es su primera vez y me quiero asegurar de que sea inolvidable. Que cada vez que me vea a los ojos solo recuerde este momento, quiero meterme a su sistema como él se a fundido en el mío. Sus manos van a mis glúteos y los abre y cierra al ritmo de mis movimientos. Esto es demasiado.
—Te quiero escuchar, que todo el mundo escuche que eres mía.
Y así lo hago, gimo alto y fuerte, me despojo de todo tabú y exploto mis sentidos. Él también hace lo propio, es tan excitante escucharlo, ver las venas de su cuello marcándose con el paso del tiempo, como sus facciones se tensan cuando subo el ritmo. Me enloquece. Una capa de sudor nos a capturado. Dejo sus hombros y voy a su nuca, buscando más equilibrio. El pequeño espacio se reduce a eso, gemidos fuertes, gruñidos feroces, el sonido de nuestros cuerpos chocando contra si y una nube enorme de éxtasis formándose en nuestro interior.
—Tan rica como siempre lo imaginé.
Lo callo con un beso corto. Sus palabras no hacen más que llevarme a la locura, adelantar mi orgasmo inminente. No sé cómo, pero mueve su pene dentro, una estocada a la derecha, su simple acción me descoloca. Lo quiero ya y sus manos apretando mi piel me indica que ya está cerca, apunto de sentir el mayor de los placeres de la vida. Acelero mis movimientos convirtiendo el vaivén en saltos desesperando. Su mirada no deja la mía, sus pupilas dilatadas me expresan todo y nada la vez, su rostro empieza a tornarse rojizo y cuando creo que el cuerpo ya no me da para más, explotamos en placer, el orgasmo nos inunda como un tsunami, me dejó caer sobre su hombro temblando, estoy acabada. Su aliento en la entrada de mi oreja no me tranquiliza para nada así que me obligó a salir y sentarme a su costado.
Le doy una ligera repasada: Labios entreabiertos, miembro aún erecto, sudor impregnada en todo su cuerpo y sus músculos contraídos.
Entonces me decido, respondo la pregunta que me hice hace unas horas. Sí, en definitiva, sí. Adrián Irman es mi nueva adicción, una sustancia que no sacaré tan fácil de mi sistema, una que se va a aferrar por mantenerse con vigencia, una que dejaré que haga conmigo lo que quiera, una que deseo con todos mis instintos.
—Vas a hacer mi perdición, Ashley Wood.
—Y tu la mía, Adrián Irman.
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