Capítulo 9
❝Oh, sí
estoy seguro que mi vida estaba dentro de lo normal
el día antes de que tú llegaras❞
The Day Before You Came — ABBA
Las fiestas no tenían sentido para Shinsou. No eran más que una conglomeración de malos olores, cinismo y una excusa barata para fingir que todo estaba bien; que eras una persona divertida, que todos te querían, que tu vida no era un completo desastre.
Él nunca había tenido fuerzas para fingir con sus compañeros que no era un desastre. Porque lo era. Porque iba a clases con la ropa arrugada y el cabello a veces sin lavar. Porque no tenía dinero para el almuerzo y trabajaba en una hamburguesería para mantener a su hermanita. Porque tenía un padre muerto y otro que se la pasaba borracho.
Así que no, una fiesta no conseguiría hacerle olvidar todos los dramas de su vida. Una tonta fiesta no podría maquillar la realidad, ni siquiera por un momento.
Pero allí estaba esa noche —hurgando entre las prendas de Aizawa para encontrar algo medianamente decente con lo cual asistir a la fiesta en casa de Sero Hanta.
Puede que su padre oliera a tabaco rancio y licor la mayor —o toda— parte del tiempo, pero Aizawa había teñido buena ropa, antaño.
Era Yamada quien le compraba todo. Le encantaba la ropa. El mismo Shinsou había tenido todo un arsenal de las camisetas y zapatos durante su infancia.
La mayoría de prendas estaban sin usar. Shinsou eligió una sobria camisa negra y unos jeans al cuerpo que todavía tenían pegada la etiqueta.
La arrancó con los dientes.
Y olían demasiado a polvo. Tendría que bañarlas en perfume y sacudirles la tierra antes de siquiera pensar en usarlas.
—¿Toshi? —preguntó la vocecita de Eri desde la puerta—. ¿Qué haces?
Se volteó para enfrentar a su hermanita. Ella le espiaba desde el marco de la puerta, la mitad de su rostro siendo tapado por la pared. Pero no necesitaba más para saber que estaba ligeramente horrorizada de que Shinsou rebuscara entre las viejas prendas de su padre.
Intentó sonreírle para no preocuparla.
—Tranquila —dijo Shinsou—. No pasa nada. ¿Tienes hambre? Queda un poco de la lasagna que trajo hoy Midoriya...
—¿Vas a salir? —inquirió Eri—. ¿Hoy?
Shinsou se sintió un poco acorralado. Balbuceó antes de decidir qué responderle.
—Solo por un rato —carraspeó—. Eres fuerte, yo te conozco. Volveré antes de medianoche, como Cenicienta.
Eri sonrió apenas ante su broma de ser una princesa. Shinsou bien podría haber sido Cenicienta —solo era un polvoriento chico que vivía para su casa.
Pero él no tenía príncipes ni princesas que lo salvaran. Tampoco los quería.
—Pero es sábado... —replicó Eri—. Sabes que él a veces llega en sábados por la noche...
Él. Aizawa. Su padre, aunque Eri siempre parecía tener miedo de llamarlo como tal.
No es como si Aizawa fuese un hombre violento. Ni siquiera de cerca. Pero su pesada y lúgubre aura al andar era suficiente para aterrar a todo un vecindario.
Incluida su propia hija.
Shinsou depositó la ropa sobre la cama. Dio unos vacilantes pasos hacia la pequeña Eri que jugaba con sus dedos para no echarse a llorar.
Él se agachó hasta su altura. Ella seguía sin mirarle, pero Hitoshi tomó su mentón con tan solo una mano para levantarle la cabeza.
Le dio su sonrisa de hermano mayor. Shinsou sabía que no tenía la sonrisa más bonita, pero las pocas veces que lo hacía, siempre era con sinceridad y sentimientos puros.
Especialmente si se trataba de Eri
—Volveré temprano —dijo—. Y veremos una película. La que tú quieras.
Eri empezó a sonreír más grande. Una sonrisa que podría haber destruido y reconstruido al mundo entero otra vez.
—¿Veremos Cenicienta, Toshi?
Shinsou suspiró. No es como si pudiera negarse a los pedidos de su hermanita.
Vio el reloj de escritorio en el cuarto de Aizawa. Era una sorpresa que todavía le durasen las baterías, siendo que su dueño no se pasaba por allí más que para darse una ocasional ducha o cambiarse la ropa ya tóxica.
Eran las 19:35.
Shinsou se puso de pie. Removió los cabellos de Eri.
—Sí, veremos Cenicienta.
Le pareció curioso que, tras decirlo, Shinsou solo podía fantasear con lo que sea que Kaminari respondería cuando le revelara aquel detalle.
Un solo pie adentro de la casa de Sero, y Shinsou ya tenía ganas de vomitar.
Y no lo decía de una forma figurada —era de verdad. Él no estaba acostumbrado a los altoparlantes estallándole los oídos y retumbando la música por todo su cuerpo, ni tampoco al vómito mezclado con el aroma frutal de los tragos, el perfume barato, el sudor, los cuerpos pegándose solo porque sí, la esencia dulzona de la marihuana.
Había conseguido un bus que lo dejaba cerca del condominio donde Sero Hanta vivía, el que resultaba ser el mismo lugar donde residía Kaminari. Se había sentido incluso extraño cuando pasó por el frente de su gigantesca mansión.
La casa de Sero era un poco más austera y... bohemia. Todo tenía un estilo de tipo BoHo, una mescolanza vintage de estampados tribales en alfombras y tapetes, recuerdos de viajes tallados en madera —de lugares exóticos como la India o Marruecos—; todo con una pizca de esencia hippie y los años 60.
De hecho, Sero no tenía precisamente sofás en su casa. Dos hamacas paraguayas colgaban de unas columnas, así como un sinfín de cojines dispersados por todo el suelo, en donde un montón de adolescentes se acomodaban para besarse desaforadamente.
Como, por ejemplo, Bakugo y Kirishima. Estaban besándose tan duro que no le sorprendería si empezaban a tener sexo allí frente a todos.
La música seguía retumbando tan fuerte que su cabeza empezaba a doler.
—¡Shinsou! —Escuchó que alguien lo llamaba mientras tironeaba de su manga—. ¡No creí verte aquí!
Se volteó para encontrarse con Midoriya. El chico tenía un vasito rojo entre los dedos, donde agitaba un líquido ambarino que debía tratarse de cerveza. Tenía los ojos entrecerrados, y sus torpes pies parecían tambalearse más de lo normal.
—Para todo hay una primera vez —Shinsou encogió los hombros. No se dio cuenta que se apretaba la sien para disimular el dolor; intentó sonreír—. No sabía que a ti te gustaban las fiestas.
Midoriya dejó escapar un pequeño eructo que le sacó una carcajada. Shinsou le miraba sin entender mucho cómo funcionaba todo ello —esperó hasta que diese otro gran sorbo de su cerveza.
Volteó la vista. Tal vez era tonto, pero ver a la gente beber de forma desenfrenada le hacía tener malos recuerdos.
—¡Oh! —Midoriya rió tontamente—. Es que Ochako dice que, si me emborracho, tal vez tenga el valor de confesarme a Todoroki... pero, diablos, esto es más difícil que ver un capítulo de Game of Thrones y sobrevivir hasta la otra semana...
—Nunca dejas de ser un nerd —rió Shinsou—. Ya ve entonces por ese trasero bicolor, tigre.
Los ojos de Midoriya se iluminaron. ¿Quién sabe qué estaría maquinando su cabecita maquiavélica?
Ochako le hizo una seña a lo lejos. Shinsou le dijo a Midoriya que su mejor amiga le llamaba, por lo que el muchacho no tuvo reparos en salir corriendo mientras se disculpaba de Shinsou por abandonarlo.
No es como si hubiese querido ir con Midoriya, pero se sintió un poco extraño de que no le invitaran a pasar el rato con ellos.
Shinsou intentó sentirse menos tonto. Era una fiesta. No se suponía que la gente tuviera una obligación moral con nadie —la mayoría iba solo a beber, ligar o simplemente escapar de sus casas.
¿Qué diablos hacía Shinsou en una, entonces?
El peso de la realización le apretó más fuerte en el pecho. Se sentía como un insecto en medio de todos esos adolescentes sudorosos y ebrios —que bailaban como si fuese lo más normal del mundo y reían sin preocupaciones ni tampoco culpas.
Shinsou no pertenecía a ese lugar.
Esto ha sido un error, se dijo. Deberías estar con Eri viendo Cenicienta.
Eri...
Había dejado a su hermanita sola por irse a una fiesta que, en el fondo, sabía que terminaría fracasando. ¿Y si ella tenía miedo? ¿Y si le daba hambre? ¿Y si necesitaba que alguien la abrace durante la noche para que pudiera dormir?
Se sintió como un verdadero monstruo. Sí, él era un adolescente; los adolescentes normales salían a fiestas, bebían, acababan tirados en el banco de un parque con resaca...
Pero Shinsou no era un adolescente normal. Nunca lo fue. Desde muy pequeño que se había hecho cargo de Eri, y su vida siempre giró en torno a lo que sea que la niña podría necesitar.
En ese momento podría estar necesitándolo. Su deber era correr a casa para asegurarse de que todo estaba bien.
Alejarse de esa fiesta.
Alejarse de todos esos adolescentes borrachos.
Alejarse de las náuseas que le provocaba el olor del alcohol, el vómito y el humo de los cigarrillos.
Alejarse...
—¡Colega! ¡Shinsou! ¡Sí viniste!—Alguien se le acercó entre carcajadas y volteretas. Tenía una botella de tequila en una mano y un cigarrillo entre los labios—. Eh, ¿estás bien?
Shinsou se había recargado contra uno de los muebles de caoba. La mano entera le quedó pegoteada por culpa del melcoche de las bebidas derramadas sobre la superficie.
Sintió una mano rodeándole la cintura. Shinsou vio la botella de tequila saliendo por su costado. Cuando giró la cabeza, se encontró con el rostro sudado de Kaminari a escasos centímetros del suyo.
Pero Kaminari no estaba viéndole. Usó su otra mano para quitarse el cigarrillo. Estaba enfocado en tratar de usar su poca fuerza en levantar el cuerpo de Shinsou de la posición encorvada contra el mueble en la que estaba.
Shinsou puso también de su parte. Se tragó las arcadas. Ni siquiera había cenado —no tenía idea de qué cosas podría vomitar si lo hacía.
Kaminari se rió al ver sus mejillas infladas.
—¿C-cuánto has... bebido? —inquirió divertido entre balbuceos—. Te ves peor que yo... colega...
—No he bebido nada —contestó Shinsou con dureza—. Estoy sobrio.
—¡Eso es lo que todos decimos! —canturreó Kaminari mientras tironeaba de él contra su cuerpo—. ¡Pero no puedes engañarme! Te aseguro que si abres la boca, podré adivinar qué bebiste...
Dio unos toquecitos con dos dedos en la parte suave del costado de Shinsou. Aquel gesto le envió un cosquilleo por todo el pecho.
—Vamos, te llevaré a que... respires aire puro —hipó—. Y y-yo... yo también... antes de que... uf.
Shinsou sintió la calidez que emanaba Kaminari. Y también su aroma a quién sabe cuántas mezclas de bebidas con el almizcle del sudor.
Quiso alejarse. Pero no quería hacerlo tampoco.
Dejó que Kaminari le arrastrase al patio.
Recibir el aire fresco de la noche le hizo sentirse menos mareado. La música era solo un eco en la distancia. Allí afuera había más adolescentes bebiendo o metiéndose mano bajo las camisetas, pero él y Kaminari se alejaron lo suficiente hasta que se recargaron contra una palmera.
El jardín debía ser más grande que toda la casa de Shinsou. Y estaba bien podado, con hermosas flores de todos los colores imaginables. Incluso vio una gran huerta orgánica cercada con alambre de púas —es posible que fuese para evitar que los adolescentes ebrios se robasen algo por simple diversión.
Shinsou se recostó contra el tronco de la palmera en cuanto Kaminari le soltó. El rubio se lanzó al césped, rodando sin darse cuenta que su botella de tequila estaba destapada y acabó volcando todo.
—Mierda —masculló Kaminari—. Soy imbécil...
—Qué novedad —Shinsou intentó escucharse divertido—. Ni que esas cosas fuesen baratas...
—Bueno, igual este tequila sabía como la mierda —Kaminari lanzó la botella casi vacía más lejos—. Seguro es de esas mierdas vegan que a Sero le gustan.
—¿Cómo podría el tequila no ser vegano...?
—Hermano, no sé —bufó Kaminari con tono arrastrado—. Sero es raro... no confío en nadie que no pueda disfrutar de una buena hamburguesa doble del All Might's.
Shinsou negó mientras sonreía de costado. Kaminari se quedó boca arriba sobre el césped, extremidades abiertas como si quisiera hacer un ángel sobre la tierra.
Dio una calada a su cigarrillo. Shinsou rodó los ojos.
—¿Puedes apagar esa mierda?
—¿Te molesta? —rió Kaminari, aunque no era malicioso; en ese estado, todo le parecía un chiste—. Está bueno.
—No, no está bueno —gruñó Hitoshi—. Es basura que metes en tu propio cuerpo. Y huele asqueroso.
Kaminari rodó sobre su cuerpo hasta quedar de costado, justo en frente de Shinsou. Le dio una sonrisa enternecida.
—Aw, ¿te preocupas por mí? —preguntó—. Shinsou, eres adoraaaable...
—Te mostraré lo poco adorable que puedo hacer si no apagas esa porquería —Shinsou le señaló—. O lo apagaré con tu lengua, Kaminari.
Kaminari alzó las manos en señal de rendición. Para su sorpresa, tomó el cigarrillo con su índice y el pulgar. Lo aplastó contra la suela su zapato. Si bien tiró la colilla por ahí, pensó que era un pequeño avance.
Se le veía tan borracho que seguro tenía más alcohol que sangre en el cuerpo. Intentó convencerse de que aquello era normal en los jóvenes. No podía juzgar a Kaminari. Que él tuviese malas experiencias con personas ebrias, no significaba que todos ellos estuvieran haciéndole un daño al universo.
Tenía que calmarse. Por alguna razón, su respiración se había puesto más errática y sus uñas se clavan ansiosas sobre la piel de su antebrazo. Estar rodeado de tantas personas no podía estar ayudando.
Descubrió que Kaminari seguía mirándole con ojos tontos y embelesados. Los tenía empequeñecidos y rojos. Cuando Shinsou le arqueó una ceja, el muchacho rubio rio hasta que hipó.
—Te ves como un gatito enojado —dijo Kaminari, cubriéndose la boca—. Me... gusta.
—Y tú te ves borracho —Shinsou replicó—. Deberías ir a acostarte antes de que hagas una tontería.
—Define «tontería».
—No sé, ¿bailar desnudo arriba de una mesa? —pensó—. ¿O vomitar en los zapatos de alguien?
—Hecho y hecho —Kaminari se golpeó en el pecho—. La señora Bakugo me ha prohibido acercarme otra vez a su sala de estar... y Jirou me hizo pagarle unas botas nuevas luego de que vomité en ellas la primera vez que bebí... cabe aclarar que había comido antes unos aros de cebolla...
Shinsou arrugó la nariz del asco. Podía compadecerse de la muchacha.
Se le hacía bastante raro no haberla cruzado en la fiesta. Ni que Kaminari la mencionara en absoluto hasta ese momento. Aprovechó el momento para soltar un pensamiento que venía rondando su mente desde hacía tiempo.
—Así que, Jirou... —Shinsou carraspeó—. Ella es agradable. Hacen buena pareja.
Kaminari hizo una mueca de confusión que le dejó el rostro extremadamente feo. Luego, resopló una carcajada.
—Jirou y yo no somos novios...
—Entonces, ¿solo follan? —inquirió Shinsou. Se dio cuenta de su error y sacudió la cabeza—. Digo... no es que debas responder si no quieres.
No sabía por qué. No quería conocer la respuesta a eso. Tampoco era de su incumbencia. Pero supuso que un Kaminari borracho no era algo que encontraría todos los días.
O tal vez sí. Pero Shinsou estaba seguro que no volvería a pisar una fiesta en lo que quedase de su patética existencia.
—Sí... —respondió Kaminari sin pensarlo. Se dio un golpe en la frente—. ¡Digo! ¡No, claro que no...!
—Está bien —Se apresuró en decir Shinsou—. No diré nada a nadie, si es que es un secreto. No está mal que lo hagan. Si ambos se gustan y se cuidan... supongo que está bien...
Kaminari estaba jalándose de los mechones mientras Shinsou le respondía. Era bastante aterrador cuando estaba borracho.
—Me refiero a que... —suspiró abatido—. Ya no hacemos eso. Antes, sí. Ahora ya no. Jirou y yo somos buenos amigos, y somos muy cariñosos porque ella me deja...
—Pues toda la escuela piensa que salen —dijo Hitoshi—. Supongo que dan una imagen errónea, en caso de que alguien se enamore de alguno de ustedes dos...
Denki le miraba como si no entendiera nada. Se estaba rascando el estómago, pasando su mano debajo de su camiseta de alguna banda de indie rock.
Parpadeaba como un mapache confundido. Sus muecas tan exageradas estaban haciéndole sentir extraño; entre divertido e incómodo por la fealdad del momento.
—Estás diciéndome... que yo... ¿me estoy mostrando fuera del mercado al... estar todo el tiempo con Jirou?
—Algo así —respondió Shinsou con hombros encogidos, sin mirarle—. No lo digo como que me importe. Solo digo lo que veo. Y tal vez a ti te molesta eso... serías un tonto si no lo notas, porque perderías la oportunidad de salir con un montón de chicas.
—O chicos —agregó Kaminari con una sonrisa orgullosa—. No he salido con un chico de forma oficial... pero me gustan los chicos. Son tan guapos y tienen lindas pestañas...
Shinsou volvió a desviar la mirada. Kaminari estaba intimidándole demasiado.
No, se dijo. Estaba en estado de malestar y alerta a causa de la fiesta. No es como si fuese específicamente Kaminari el que le generaba palpitaciones e incomodidad. O no del todo.
—Lo que sea —carraspeó Hitoshi—. Chicos. Pestañas. Entiendo... pero tú eres el bobo que está perdiendo oportunidades.
—Maldición... —masculló Denki entre dientes—. ¿Es por eso que jamás ligo...?
Shinsou no pudo evitar sonreír ante su gesto tan estúpido.
—O tal vez porque eres pésimo ligando.
—¿Y lo dices tú...? —Kaminari se defendió; se veía ofendido tras llevarse una mano al pecho—. ¿Cuántas novias o novios has tenido?
—Yo no ligo porque no tengo tiempo —Shinsou contestó con las orejas sintiéndolas más calientes por la vergüenza—. Es así de simple. No me interesa.
Kaminari estrechó los ojos mientras parecía analizarlo. Shinsou se obligó a devolverle la mirada tan intensa —más que nada porque no quería flaquear con lo que acababa de decir.
Al final, fue Kaminari el que se rió.
—Bueno, te creo —Denki volvió a recostarse boca arriba—. Eres guapo. Y tienes lindas pestañas. Podrías tener a quién quisieras si te lo propones...
—Estás ebrio —bufó Shinsou—. Nadie en su sano juicio saldría conmigo.
—¿Y por qué no? —Kaminari se incorporó tan rápido que se tambaleó un poco—. ¿Es por tu trabajo...? ¿Crees que no saldrían contigo porque trabajas...? Porque para mí eso no tiene importancia...
Shinsou intentó no sentirse ofendido por la implicación. Kaminari estaba borracho. Es posible que los prejuicios que le enseñaron en su infancia salieran a colación en momentos así.
Pero no pudo evitar indignarse de igual forma.
—Estoy convencido que nada tiene que ver con mi situación, Kaminari —contestó muy serio—. Hay más cosas sobre las personas que el dinero que tienen. Solo no quiero ligar. Y ya.
—¡N-no quise decir eso...!
Shinsou sintió su teléfono vibrar adentro del bolsillo. Kaminari se estaba arrastrando hasta él, prendido de su pierna, suplicándole que le perdonara y que nunca diría algo tan vil sobre una persona agradable y guapa como Shinsou.
Decidió ignorarlo de momento. Kaminari había conseguido sentarse a su lado, rodeándole la cintura con ambos brazos y apoyando su cabeza contra su hombro; le hacía ojitos como si fuese a funcionar.
Olía demasiado a alcohol. Shinsou empezó a marearse otra vez.
O tal vez fuese por el nombre en pantalla que le estaba llamando.
Papá
—Shin, anda... perdóname... —Kaminari lloriqueó—. Soy un estúpido... n-no he querido decir eso... ¡no diría eso de ti, jamás...!
—Cállate —ordenó Shinsou—. Solo... cállate un segundo...
Apretó el teléfono con más fuerza. Empezó a respirar con mayor rapidez; un millón de escenarios horribles pasaron por su cabeza.
Tal vez a Aizawa le había ocurrido algo y le estaba llamando la policía.
O su padre se había metido con personas peligrosas y ahora pedirían un rescate.
O le llamaban de un banco para cobrar todas las deudas que tenían...
Shinsou podía pecar de exagerado, pero no recordaba la última vez que Aizawa le marcó al móvil. Ni siquiera sabía que seguía conservando el mismo teléfono. Creyó que lo habría perdido o intercambiado por un pack de cervezas.
Kaminari seguía suplicando. Shinsou intentaba sacárselo de encima, pero la voz que le respondió al otro lado desestabilizó todos sus sistemas.
Sintió que el corazón se le hacía tan pequeñito que ya casi no podía sentirlo.
—¿Toshi?
—¿Eri? —preguntó Shinsou con un hilillo de voz. Se puso de pie tan rápido que Kaminari terminó de cara contra el césped—. ¿En dónde estás...?
Se escuchó un pequeño silencio al otro lado. Lo único que estaba calmando a Shinsou de no entrar en pánico era el sonido de las respiraciones de Eri.
Luego, un sollozo. Su corazón se desbocó en ese momento.
—¿Eri? —volvió a preguntar—. Eri, cariño, dime algo...
Kaminari se puso de pie a duras penas. Ya no sollozaba dramáticamente. Se posicionó demasiado cerca de Shinsou, sosteniéndose de sus temblorosos hombros.
Pero Shinsou no tenía fuerzas para quitarlo. Solo podía pensar en su hermanita, a la que había dejado sola para ir a esa estúpida fiesta.
Si algo le hubiese ocurrido a Eri...
Nunca se lo perdonaría a sí mismo.
—Papá vino a casa —respondió ella. Hizo otro silencio—. Está tirado en el sofá.
Shinsou se contuvo de soltar un largo suspiro de alivio. Okay, no es que Aizawa fuese la mejor compañía para una niña...
Pero su padre era inofensivo. Solo se tiraba a ver la televisión, vomitar y dormir hasta que decidía volver a partir para algún bar o cantina.
—Eri, escúchame —Shinsou intentó mantener la cordura—. Ve a mi cuarto y quédate en mi cama, ¿de acuerdo? Puedes llevar al Señor Bigotes si es que anda por ahí. Enciérrate y trata de dormir, yo ya mismo parto para ahí...
—Está azul —respondió Eri de pronto.
—¿Qué? —Shinsou sintió que todo volvía a descolocarse a su alrededor.
—Papá está un poco azul —Su hermanita lloriqueó otra vez—. Y está muy frío...
Respira, se dijo. No te olvides de respirar.
Shinsou estaba hiperventilando. No se dio cuenta que estaba demasiado tenso, de no haber sido por el fuerte agarre de Kaminari todavía sobre sus hombros. Sentía sus manos intentando masajearla, pero Shinsou no podía concentrarse en eso.
Ignoró todos los sentidos de alerta en su cuerpo. No podía derrumbarse en ese mismo instante.
Tenía que llegar hasta Eri.
—Eri, escúchame —Shinsou dijo con la voz firme—. ¿Está respirando? Es muy importante que me respondas esto: ¿papá está respirando?
Kaminari dio un respingo al escuchar la pregunta. Shinsou también estaba demasiado asustado, pero necesitaba enfocarse si no quería que la noche terminara en tragedia.
Era duro preguntar algo así a una niña de seis años. Pero Eri era fuerte. Y él estaba lejos. Tenía que actuar con lo que estaba a mano.
Al menos eso era mucho mejor que preguntarle: «¿está papá muerto?».
—Eso creo —respondió Eri—. Me da miedo acercarme... cuando lo hice hace un momento, empezó a moverse raro... como en ese video que me mostraron y que te dije que no me dejaba dormir...
Muy bien, Shinsou sabía a lo que se refería. Eri había visto —por culpa de sus compañeros a los que Shinsou prometió golpear cuando crecieran— un video de una escena de alguna película sobre exorcismos.
Aizawa debía estar teniendo convulsiones. Era mejor eso que pensar que estaba muerto...
—Eri, por favor llama al 911 —dijo Shinsou—. Yo ya llegaré en un instante. Tomaré un taxi. Tú diles que papá está grave y necesitamos un paramédico, ¿lo entiendes? ¿Puedes hacerlo?
—Creo que sí —Eri contestó con su voz llena de terror—. Toshi, tengo miedo...
Shinsou se tragó las lágrimas y todo el odio hacia sí mismo por no poder estar allí y rodearla con sus brazos. Tenía que enfocarse.
—Eres una niña muy valiente, ¿lo sabes? —Le dijo—. Llegaré por ti en un momento. Por favor, llama al 911.
—Lo haré...
Shinsou colgó el teléfono. Lo metió otra vez en su bolsillo con la mano y todo el cuerpo temblándole.
Otra vez, su padre estaba dándole problemas. Si no se perdonaría a sí mismo por dejar sola a Eri en un momento como ese... nunca le dejaría olvidar a Aizawa todo lo que les hacía vivir.
Sí, él entendía que su padre tenía problemas. Pero todos en aquella familia los tuvieron.
Todos sufrieron la muerte de Yamada. No solo Aizawa.
—Shinsou —Kaminari se atrevió a hablar—. ¿Qué diablos está pasando...?
—Kaminari, tengo que irme —dijo con una mano levantada para alejarlo—. Lo siento, pero mi padre... mi hermana... mierda, necesito un taxi.
—Yo te llevo —Kaminari se apresuró dio un salto mientras tocaba todo su cuerpo en busca de sus llaves—. Tengo mi carro...
Metió al final una mano en el bolsillo de la camisa a cuadros que llevaba encima de la camiseta. Sacó la llave con llavero de Pikachu perteneciente a su Audi y la hizo tintinear en el aire.
—No —dijo Shinsou con dureza—. Estás borracho. No puedes conducir así... le pediré a alguien que te deje en casa antes de irme...
Empezó a caminar para alejarse, pero Denki le seguía pisándole los talones.
—¡Shinsou, no es nada! ¡Estoy bien! —exclamó—. ¡Podrías estar hasta veinte minutos esperando un taxi! Imagina que el guardia tiene que autorizarlo a entrar... y rara vez alguien pide un taxi por aquí...
—Kaminari, no podemos —Shinsou se detuvo. La desesperación estaba ganándole—. Es una maldita inconsciencia.
—Puedes ir sujetando el freno de mano —propuso Denki—. ¡Por favor, déjame ayudarte! ¡No puedo dejarte ir solo...! ¡Podemos llevar a tu padre a urgencias en mi carro...!
Shinsou se detuvo medio segundo a pensarlo. El tiempo seguía corriendo. Mientras más se tardase, más grave podría ponerse toda la situación.
No estaba pensando con todas sus facultades.
Shinsou necesitaba llegar a casa.
Necesitaba llegar hasta Eri.
—De acuerdo, Kaminari —dijo Shinsou mientras se frotaba la cara y le suplicaba a los dioses en los que no creía—. Llévanos... al menos antes de que me arrepienta.
Me van a querer pegar. Yo lo sé ;;o;; así que huiré silenciosamente por allá (?) *sale corriendo hasta Alaska*
Se viene algo MUY importante en el próximo capítulo, así que estén atentos ;;; aunque también va a tener una pequeña advertencia por las dudas ;o;
Voy a aclarar que no es una muerte. O sea, no voy a matar a Aizawa, porque realmente seria cortar toda la historia y el desarrollo se iría al garete (? Peeeeero mejor no digo mas, dejare que el próximo capítulo (y la advertencia) hablen por si solos
Pueden hacer teorías sobre el próximo capítulo por aquí ——>
Kaminari es muy indiscreto, pero recuerden que esta borracho ;; y sigue aprendiendo a no hacer comentarios
Han notado algo curioso con las canciones??? Hay un pequeño mensajito metafórico que quiero dar, pero eso se notará más a lo largo de toda la fic y llegando al final... pero quizá ya lo notaron ;u; y ya saben, pueden seguir recomendando canciones! Me encantaron todas las que me dieron ♥️
Creo que hoy me devuelven mi laptop TvT recen por mi (? Y poder escribir más feliz ahí porque es más cómodo
Muchísimas gracias por todos sus votos comentarios ♥️ en serio, me impresiona lo mucho que crece cada día la fic /u\ me hace muy feliz que les guste
No vemos el otro jueves! Y a veces olvido que es día de fic HAHAHA así que si me ven muy boba por las redes, me lo tienen que recordar PORFIS (?
Besitos ♥️
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