Capítulo 29

Me sonreíste, y apaciguaste el dolor.

Ahora los días nublados se fueron,

y los días soleados están aquí

Sunny — Bobby Hebb

Shinsou no tuvo más opción que sobrevivir al domingo. Y luego al lunes. Y también al martes.

Con cada hora que transcurría sus nervios se volvían un desastre. Tuvo un ataque de pánico el lunes a la hora del almuerzo, justo en compañía de su tío Toshinori. Dado que él tenía justificación para no asistir a la escuela, se quedaba junto al adulto en la casa del mismo.

El oficial Hawks había estado no mucho tiempo atrás con ellos. Las mismas y aburridas preguntas de siempre sobre todo lo que pudieran saber sobre Eri —hasta que Shinsou se irritó lo suficiente, gritándole en la cara que ese era su trabajo y no de ellos.

Creyó que Hawks lo arrestaría por desacato a la autoridad, pero recibió justo a tiempo una llamada de su compañera Miruko por una urgencia en la estación. Lo cual, por supuesto, enfureció más a Shinsou.

Y solo tenía su furia para compartir consigo mismo.

Kaminari, Midoriya, y todos los demás, no tenían más opción que asistir y fingir que se preocupaban por los exámenes finales. Kaminari incluso quiso saltarse las clases, pero fue Shinsou quien no se lo permitió.

Ahora, solo y sin la compañía que deseaba, Shinsou sentía su cabeza retumbarle con voces acusadores y su corazón latiendo más fuerte de lo normal.

—Joven Hitoshi, toma esto —Toshinori le alcanzó un vaso y una pastilla algo pequeña—. No soy partidario de estas, no desde...

Toshinori hizo un pequeño silencio. No tendrías las agallas para decirlo, pero no le culpaba —Shinsou sabía que todo era gracias a lo ocurrido con Hizashi Yamada.

Pero ya habían pasado demasiados años de eso, y Shinsou tenía que sobrevivir a sus ataques para encontrar a Eri.

Sobrevivir a su propia mente también, por supuesto.

—Solo será una —Shinsou dijo con una sonrisa fingida para que el pobre hombre no se sintiera atormentado—. Una me... me ayudará...

Toshinori asintió levemente. Le tendió otra vez el vaso junto a la pastilla, pero Shinsou solo tomó la última entre sus dedos temblorosos. Se la tragó sin agua mientras sentía que se formaba una pasta amarga sobre su lengua.

Se recostó sobre el sofá durante unos minutos que parecieron como una eternidad. El viejo Toshinori no abandonó su lado, preguntándole cada tanto si en realidad no deseaba un vaso de agua —a lo que Shinsou se negaba con la voz ronca y cansada, un poco borde, pero sin poder evitarlo.

Escuchó que Toshinori sonreía entre dientes. Shinsou no podía verlo ya que se cubría los ojos con el hueco de su codo —la luz artificial de la casa le molestaba demasiado—, pero asomó un solo ojo para mirar la sonrisa nostálgica de aquel viejo amigo de sus padres.

—¿Sabes? Cada día me recuerdas más a Shouta —dijo con un tono entre jovial y nostálgico—. ¡Ah! No sé si sea el mejor momento para decirlo...

—No pasa nada —suspiró Shinsou—. De todas formas, debe ser tu imaginación. Ya sabes que no soy el hijo biológico de Aizawa...

Toshinori apoyó ambos codos sobre sus rodillas, mientras que el mentón lo dejó sobre sus dedos. Con los años había envejecido bastante —ya no era aquel hombre tan atlético y musculoso que recordaba desde su infancia.

—Hay vínculos más fuertes que la sangre, joven Hitoshi —habló—. Creí que tú más que nadie lo comprendería.

Se sonrojó al sentirse atrapado por las palabras de ese viejo hombre, otra vez. Toshinori siempre había sido como un tercer padre para él; y también, la única figura que actuó como un verdadero padre sin perderse en el camino. No como los suyos, por supuesto.

Shinsou se regañó mentalmente al pensar de una forma tan desagradable. Puede que comenzara a cambiar algunos de sus viejos hábitos o sus tóxicas maneras de pensar —pero la presión de haberse convertido en una figura paterna para Eri se trataba de una herida que no podía perdonar tan fácilmente; ni a Aizawa, ni a Yamada.

Pero pensar en Eri dolía. Dolía demasiado, y le daba ganas de romper su propia cabeza contra una pared. Era como si la realidad no hubiese terminado de golpearle —como si estuviera esperando que su hermana atravesara el hueco del pasillo y corriera una vez hasta sus brazos, agitando a su unicornio con una mano mientras le ondeaba el cabello.

La imagen le inundó los ojos con lágrimas. No eran furiosas lágrimas de frustración, si no de tristeza. La medicación debía estar haciendo efecto en él ya que sentía su cuerpo de una forma más liviana; pero ya la odiaba por eso.

Shinsou quería estar enojado por lo que ocurría. Quería tener la capacidad de destruir todo el mundo hasta que Eri desapareciera.

Pero luego se daba cuenta que nada servía hacerlo. Llorar con rabia o destruir cosas no le traería a su hermana de regreso.

Llorar de frustración no le haría sentirse menos culpable por ser un fracaso como hermano mayor.

—¿Tú lo sabías? —preguntó Hitoshi, de repente—. ¿Tú sabías lo que ocurría entre mis padres?

Vio por el rabillo del ojo que Toshinori se enderezaba de forma incómoda. El hombre no quería mirarle a la cara, por lo que enfocó sus cansados ojos azules en sus dedos callosos que jugueteaban entre sí por encima de la tela amarilla de su traje.

Al final, dio un largo suspiro.

—Sí y no —contestó—. Hizashi no tuvo buenas épocas, y eso lo supimos todas las personas que alguna vez pasamos más de un día con él. Era una bomba de tiempo, pero él se esforzaba en que creyeras lo contrario... y uno se lo creía, ¿sabes? Era tan difícil imaginar que una persona con su sonrisa estuviera tan rota por dentro. Era doloroso, y triste.

Los mismos ojos de Toshinori brillaron con una fina película acuosa. Shinsou también estaba al borde de las lágrimas, pero no precisamente por lo que estaba escuchando —desviar sus propias emociones desde Eri hasta su padre muerto era su única manera de sobrellevar el asunto.

—Te hacía pensar que si incluso Hizashi, el alegre y risueño Hizashi, estaba mal... bueno... entonces todos los demás debíamos estar jodidos.

Shinsou sintió esas últimas palabras a un modo más profundo —por lo poco que recordaba, Toshinori también fue un viejo alegre y optimista como Hizashi... hasta que perdió a Inko Midoriya, su esposa.

Por lo poco que escuchó alguna vez de Aizawa, Toshinori era un hombre que dedicó toda su vida al trabajo —atendía a los clientes con una sonrisa, y se desvivía por dar la mejor imagen a cualquiera que visitara su local de hamburguesas.

Pero, por supuesto, el hombre no puede vivir solo del éxito laboral. Toshinori se sentía solo, en el fondo —hasta que Inko, una pobre madre soltera, y su pequeño Izuku, llegaron para cambiar la vida de aquel hombre.

Lo demás ya no hacía falta contarlo. Inko murió tras complicaciones en el parto del primer hijo de Toshinori... a quien se llevó también con ella.

Si lo pensaba a grandes rasgos, Aizawa y Toshinori no tenían historias muy diferentes. Pero eso le llenaba de pensamientos todavía más rencorosos y cargados de veneno.

¿Por qué su padre no pudo ser un soporte para él y para Eri, tal como Toshinori lo fue para Midoriya?

¿Por qué otros , y él no?

La cabeza le palpitó otra vez. Ese tipo de pensamientos —más el estrés de la situación— le hacían sentir como si estuviera regresando sobre sus propios pasos. Como si quisiera pisotear el avance que tuvo en esos últimos meses.

—Tu padre los ama —terminó por decir Toshinori, sonriendo con tristeza—. Shouta es un hombre magnífico, pero también es muy duro y perfeccionista. Y no cumplir sus propias expectativas le hace sentirse inútil y aterrado. Para Shouta lo es todo, o es nada... odia los puntos medios.

Shinsou bufó amargamente. No le servían ese tipo de cosas.

—Un punto medio siempre será mejor que nada —masculló—. Al menos intentarlo lo es mejor que nada. Pero no puedo hacer más de lo que ya hago, así que prefiero cortar con todo este tema. Incluso si fui yo quien lo trajo a colación...

Se sentía molesto otra vez. Siempre que hablaba de su padre ocurrían esas cosas —lo odiaba a él, al mundo, a sí mismo.

Y odiaba que las palabras de Toshinori no dejaran de hacer eco en su cabeza: ¿acaso Shinsou estaba pareciéndose cada vez más a Aizawa?

Decidió envolverse a sí mismo en posición fetal tras darle la espalda a Toshinori. El viejo hombre dio otro largo suspiro, pero luego escuchó sus cansados pasos a través de la cocina y el pasillo. Shinsou no se movió ni un solo centímetro de su lugar —comenzaba a sentirse adormilado—, pero dio un salto cuando la pesada mano del hombre se posó sobre uno de sus brazos.

Toshinori le sonreía de manera paternal y cariñosa. Su otra mano cargaba un pedazo de papel arrugado color celeste, y que Shinsou tuvo que arrugar las cejas ya que no reconoció lo que era.

—Esto es lo que encontró Izuku entre la ropa de Eri —Toshinori la depositó entre sus flácidos dedos y la apretó con su propia mano—. Quizá parezca una estupidez, pero se siente como si Eri nunca hubiese abandonado nuestro lado. Creo que es la forma que tiene el universo de decirnos que no bajemos los brazos, joven Hitoshi.

Toshinori dio unas palmadas sobre su mejilla antes de darle unos minutos a solas. Shinsou sintió que se le cortaba la respiración, observando detenidamente y confuso al pedazo de papel tan arrugado que ahora yacía entre sus dedos.

Era la estúpida mariposa de origami.

Apenas y podrías distinguir su forma ya que estaba rearmada de una forma muy pobre. Quizá Eri quiso comprender cómo la doblaron para así poder crear la suya.

Ya no pudo evitar llorar. De una forma silenciosa y agónica, pero tan potente que le hacía sentir como si su alma temblara.

Muchas veces olvidaba que Eri no era solo su hermanita a cargo. Eri también era una persona; una persona que estaba descubriendo su camino.

Eri quería al tal Kota, ese niño que al parecer era su amigo. O tal vez le gustaba, porque tuvo la decencia de conservar su mariposa de origami. Y también quería a Togata, Amajiki y Uraraka, y adoraba a Midoriya y Toshinori.

—Perdón, Eri...

Shinsou casi no podía ver de lo nublada que tenía la vista a causa de las lágrimas. Se había esforzado demasiado en sobrevivir a la marea de circunstancias que era la vida —en sobrevivir él solo, intentando proteger a Eri...

Ni siquiera le había hablado sobre Hizashi, maldita sea.

Eri no tenía que ser protegida de esa forma. Ella también tenía sus miedos, sus anhelos, sus alegrías, sus tristezas. Shinsou debió enfocarse menos en construir una burbuja para su hermana, y quizá tendría que haberle enseñado a sobrevivir en un mundo tan impredecible.

Dio por sentadas muchas cosas, y una de ellas fue Eri. Porque Eri se trataba de su refugio. La única razón por la que lanzarse desde un puente ni siquiera cruzaba por su cabeza.

No se había detenido a pensar un solo segundo lo que su hermanita estaría sintiendo. Quizá ella también estaba triste, pero sonreía para que Hitoshi no se cayera en pedazos.

Posiblemente su hermana fuese mucho más inteligente de lo que él nunca sería.

Shinsou nunca fue creyente, pero las adversidades te hacían suplicarle clemencia a quien sea que estuviera escuchando.

—Eri, si vuelves a mí... te juro que nunca más tendrás que sufrir mi silencio —Apretó la mariposa entre las palmas, y apoyó la cara sobre las mismas—. Te juro que te enseñaré a vivir de verdad. Te mostraré que la vida no es tan fácil como muchos dicen, pero que también tiene cosas y personas por las que vale la pena intentarlo todo...

El timbre de la casa sonó. Los pesados pasos de Toshinori se movieron rápidamente a atender la puerta, pero Shinsou continuaba absorto en su extraña plegaria al universo.

La repetiría como un mantra hasta que ocurriera. No importaba si le quedaba la garganta en carne viva. Ni tampoco si debía pasar semanas sin dormir hasta que las cosas volvieran a la normalidad...

Él no iba a darse por vencido.

Pero justo cuando Shinsou comenzaba a recuperar la fuerza interior para levantarse del sillón y continuar peleando por su hermana, un doble par de pasos se acercó hasta la sala.

Pensando que sería otra vez el oficial Hawks, que seguro volvía para terminar lo que no pudo un par de horas atrás, ni siquiera se molestó en levantarse.

Hasta que Toshinori carraspeó incómodamente, y sus palabras lo cambiaron todo:

—Joven Hitoshi... hay alguien aquí que vino por ti.

Shinsou pensó en Kaminari —no, no podía ser Kaminari, a menos que se escapara de clases. Y Kaminari nunca era tan silencioso.

¿Podría ser alguien más de la escuela?

¿O servicios sociales...?

Pero girar sobre sí mismo fue todo lo que necesitó para que se le hundiera el corazón hasta los pies. Tuvo que frotar sus propios ojos para no sentir que se trataba de un espejismo y no de una visita tan inesperada.

—Toshi —dijo con aquella profunda y ronca—. Hijo.

Shinsou se irguió de un salto sobre el sofá con todas las extremidades de su cuerpo temblando. Porque su padre, Shouta Aizawa —y en carne y hueso—, le observaba a no muchos metros de distancia.

Shinsou nunca creyó que el reencuentro con su padre pudiera ser tan tenso.

Toshinori los juntó a ambos en la mesa del comedor. Como ninguno de los dos era realmente conversador, el dueño de la casa no tuvo más opción que llevar el rumbo de la charla.

—Yo, eh... —Toshinori carraspeó incómodamente—. ¿Quieren algo para beber? ¿Café? ¿Té? ¿Refresco...?

—Un café —respondió Aizawa de forma apresurada pero seria—. Tú sabes cómo me gusta. Me conoces hace más de veinte años, Toshinori.

Toshinori abandonó la incomodidad para incorporar una mueca más cálida. Después de todo, escuchar ese tipo de frases siempre despertaba recuerdos nostálgicos para cualquier hombre adulto.

—Sin agregados como leche ni crema, batido a mano, y media cucharada de azúcar, ¿cierto? —preguntó Toshinori con algo de altanería—. ¡Mi memoria todavía no ha fallado!

Aizawa curvó hacia arriba una de las comisuras de la boca. No le había visto sonreír en años de esa forma —aunque estaba todavía lejos de ser una sonrisa completamente sincera.

—No estás tan anciano como creí, hombre —respondió—. No te falla todavía la memoria.

—O puede que tú seas un anciano demasiado básico y rutinario —bufó Toshinori—. ¿Quién podría olvidarse de semejantes gustos aburridos...? ¡Ah! Lo siento, joven Hitoshi, ¿tú qué deseas tomar?

—Estoy bien —carraspeó Shinsou, balanceando los pies de forma ansiosa bajo la mesa—. Me conformo con algo de agua.

—¡No seas tan modesto! —Toshinori empujó su silla y se le acercó para dar unas fuertes palmadas sobre su hombro—. Te traeré uno de esos tés frutales que le gustan a Izuku. ¡Ese niño se gasta todos los ahorros en porquerías con endulzante artificial!

Fue el turno de Shinsou para sonreír levemente. Toshinori se alejó de la sala a grandes zancadas —y no hacía falta ser muy listo para saber que todo era una artimaña del hombre para dejar a padre e hijo a solas.

Aizawa no le miraba. Shinsou sí lo hacía; pero es porque todavía quería convencerse de que toda esa situación no era un espejismo o un mal sueño durante uno de sus intermitentes descansos.

Su padre iba con el cabello todavía goteando agua, pero bastante enredado. Debió haberse dado la ducha más fugaz —sin detenerse a utilizar un peine—, aunque al menos olía a joven y su ropa no apestaba a alcohol.

Era casi inaudito verlo de esa forma. Aizawa parecía estar en todos sus cabales, a pesar de que sus manos no dejaban de temblar posiblemente por culpa de la abstinencia.

¿Cuántas horas llevaba sin alcohol en el cuerpo? ¿Cuándo había sido la última vez que estuvo limpio?

Las ojeras no era algo que pudiera quitarse fácilmente. Y tampoco los ojos inyectados en sangre. Pese a que su padre llevara ropa fresca y su piel se encontrara libre de capas de mugre, todo en él gritaba que le hacían falta unas buenas horas de descanso.

—¿Cuándo saliste? —preguntó Shinsou sin tapujos—. No, espera... ¿cómo diablos saliste?

Aizawa no se inmutó ante sus preguntas. Debía estar esperándolas. Tan solo dio un largo suspiro mientras torcía su propio cuello entumecido —al cual hizo sonar la mayoría de sus huesos— durante casi medio minuto.

—Esta mañana —contestó—. El oficial Hawks fue lo suficientemente amable para llevarme de la estación hasta la casa. Y luego se ofreció a traerme hasta acá...

—Ah, así que por eso salió volando —Shinsou rodó los ojos—. Ya podría haber mencionado algo, en vez de interrogarme como lo viene haciendo desde hace días...

—Él solo hace su trabajo, Hitoshi. Si tuviera que sentir lástima por cada persona que se cruza en su camino...

Shinsou no hizo más que apretar el puño, frustrado. ¿Para qué se aparecía su padre? ¿Para darle otro sermón, o gritarle en la cara que no debía ser una persona tan emocional?

De pequeño, siempre admiró a Aizawa por su fuerza de voluntad y su temple inquebrantable. Nunca le verías caerse a pedazos, aunque la situación ya no tuviera cómo solucionarse —eso, al menos, hasta que Yamada tomó su dosis letal de ansiolíticos.

—No respondiste lo más importante —masculló Shinsou tras chasquear la lengua—. ¿Cómo es que saliste?

Aizawa le dio la primera mirada a los ojos desde que se reencontraron. La profundidad en la mirada de su padre envió un escalofrío por toda su espina dorsal.

—¿Acaso no es obvio?

—Quiero escucharlo de ti, supongo.

Mantuvieron un duro juego de miradas durante un par de segundos. Puede que Shinsou no tuviera la habilidad de su padre, pero con los años consiguió perfeccionarse —él no se dejaba intimidar. No tan fácil.

Cargar a cuestas con su familia también le había dado un temple endurecido.

—Alguien pagó la fianza —Aizawa desvió primero la mirada, pero sin dar mucha importancia—. Toshinori, por supuesto. ¿Quién más pagaría para que suelten a un viejo alcohólico como yo...?

Shinsou apretó los ojos. No estaba con deseos de discutir algo tan banal, pero algo en él le hacía sospechar —Toshinori parecía genuinamente sorprendido de tener a Aizawa en su salón comedor, así como si nada.

Pero su padre tenía un punto, claro estaba. No existía otro ser humano que arriesgaría una gran suma de dinero para la fianza de un anciano borracho y que nada bueno hacía por la desaparición de su hija.

A menos que...

—Se lo agradeceré luego —interrumpió Aizawa—. Ahora tenemos cosas más importantes qué hacer.

—A estas alturas, no nos queda más que dejar que la policía haga su trabajo —gruñó Shinsou. Él no había desviado su mirada endurecida y que le juzgaba—. Han pasado más de cuarenta y ocho horas. Cualquier rastro de Eri se habrá borrado, y sería como dar vueltas en círculos...

Puede que pareciera muy serio y maduro al decirlo, pero tenía un nudo en la garganta que solo conseguía hacerse más y más grande. Pronto no podría respirar.

Pero su estúpido orgullo quería demostrar algo. Demostrar algo a Aizawa.

¿Qué quería demostrarle? No estaba seguro. ¿Quería que supiera lo capaz y competente que intentó ser todos esos años?

¿O el hecho de que sus brazos no desfallecerían pese a que el peso era superior a lo que podía soportar?

—Hitoshi, yo no quiero pelear —suspiró Aizawa—. Sé que te debo algo, y sé que te lo estás cobrando ahora mismo.

—Yo no estoy...

—Puedo escucharlo en tus palabras —Le cortó—. Quizá ni siquiera tú sepas qué quieres de mí. ¿Quieres que repita mis disculpas del otro día? ¿Quieres que te jure que cambiaré para bien? ¿Quieres que me castigue a mí mismo por toda la mierda que les he provocado?

—Por supuesto que no —gruñó Shinsou—. Ya te dije que lo único que Eri y yo queremos... es a ti, papá. Te queremos en nuestras vidas. Queremos que puedas ver con orgullo nuestros logros, y que compartas nuestros momentos felices. Queremos que nos castigues. O que nos regañes por dormir más tarde de lo planeado. ¡No sé! Cualquier cosa menos que tu fría ley del hielo...

Aizawa seguía sin mirarle. Puede que Shinsou estuviera pasándose —otra vez—, pero las palabras atascadas en su garganta salían por sí solas.

Era como si con cada segundo encontrara nuevas cosas que escupir a la cara de su padre. Pero se odiaba por ello, ya que abatir a Aizawa era como patear a un perro sarnoso y moribundo de la calle.

Su padre no se echaría a llorar en su presencia, y mucho menos iba a defenderse. Aceptaría su negligencia como un verdadero hombre.

Y eso hacía sentir mal a Shinsou. Porque Aizawa necesitaba ayuda —ayuda profesional.

—Prometo que hablaremos mejor de todas estas cosas cuando encontremos a tu hermana —declaró Aizawa tras un sepulcral silencio—. Prometo darte todas las respuestas que tú deseas. Incluso si algunas no son muy placenteras de escuchar...

Shinsou sintió el corazón latirle más fuerte contra las costillas. Abrió la boca simplemente para replicar —el calor del momento y el estrés le traían demasiado belicoso—, pero el estruendoso timbre de la casa le hizo dar un salto sobre su silla.

¡Joven Hitoshi! —gritó Toshinori desde la cocina—. ¡¿Puedes abrir tú?! Presiento que es Izuku, y olvidé quitar la llave de la cerradura...

Shinsou dio un largo suspiro y se frotó los ojos. Miró una última vez a Aizawa antes de arrastrar la silla con pesadumbre, y trotar hacia la puerta de entrada por la cual se escuchaban voces del otro lado.

Cuando finalmente la abrió, confirmó que Toshinori no se equivocaba: tanto Midoriya como Uraraka dejaron de lado su parloteo para mirarle con algo de curiosidad.

Al final, fue su amigo el primero en sonreír de una forma nerviosa.

—¡Ah! Pensé que estarías durmiendo ahora mismo... —carraspeó—. ¡Por eso no quería dejarle venir! Pero él insistió...

—¿Él insistió...? —Shinsou replicó, confundido. Resopló en cuanto vio un fogonazo amarillo estacionar en la entrada de la residencia—. Kaminari.

Uraraka se cubrió la boca con los dedos para ocultar una risilla cómplice junto a Midoriya. Shinsou se sonrojó por ello —posiblemente por sentirse atrapado ante sus dos amigos por culpa de la llegada de Kaminari.

No es como si todo aquello fuera un secreto. A pesar de que tuviera la mente en otro lugar, no era tan tonto como para no notar las miradas de todos los presentes cada vez que Kaminari se le acercaba con los ojos brillando.

O puede que fueran sus propios ojos brillando.

—¡Shin! —Kaminari gritó desde que abandonó su flamante Audi. Había echado a correr hasta su encuentro, pero casi olvidó la alarma—. ¡Lo siento, te dejé solo tantas horas...!

El muchacho casi tropezó con uno de los canteros llenos de flores que Toshinori cuidaba con tanto ahínco. Midoriya intentó advertirle a Kaminari, pero fue inútil salvar a unas pobres margaritas que el muy torpe acabó pisoteando.

Midoriya parecía estar lloriqueando para sus adentros.

—¡Pero es que tuve que ir a la apestosa escuela! Y fue horrible, y aburrido, y estúpido... —rezongó Kaminari a los gritos mientras seguía acercándose—. ¡Y Jirou confiscó mi teléfono celular!

—Jirou solo no quería tenerlo molestándote toda la mañana, Shinsou —aclaró Uraraka con una sonrisa y agitando las manos—. Todos supusimos que necesitabas descanso...

—¡Quería asegurarme de que estaba bien!

Kaminari se sumó al grupito formado en la entrada de la puerta. Shinsou sintió su corazón saltarse un latido al tenerle tan cerca —y le frustraba un poco, porque se habían visto la noche anterior. Y no es como si la cercanía fuese una cosa ajena para los dos.

Shinsou no había tenido mucho tiempo —ni ánimos— para pensar en otra cosa que no fuese Eri. Tal vez por eso se sentía todavía irreal todo lo que vivieron unos pocos días atrás.

Días que parecían pertenecer a otra vida.

Pero luego aparecía Kaminari, y este sonreía, y Shinsou quería perderse en su sonrisa bobalicona por el resto de la vida. Era como si fuese la única cosa que le mantenía firme en los días tan oscuros.

¿Qué habría sido de él si no tuviera a Kaminari a su lado? ¿O a Midoriya y Toshinori, o todos sus nuevos amigos...?

Él solo pensar en la potencial soledad —y lo horrible que se sentía— le provocaba una ansiedad digna de arrancarse las uñas con los dientes. Shinsou conocía de primera mano lo que era estar solo. Pero una vez que probabas el cariño y el apoyo de los demás, te hacías horriblemente dependiente de todas esas muestras de afecto.

Y eso le ponía inseguro. Le hacía preguntarse si lo abandonarían luego, o si su peor faceta saldría otra vez a la luz y terminaría alejando a todos. Él apenas podía sobrevivir sin saber de Eri, y solo lo estaba haciendo porque tenía un montón de personas que le tomaran de la mano y sostuvieran su espalda.

Casi como si le leyera los pensamientos, Kaminari le dio su sonrisa más dulce y alentadora.

Haz algo, se obligó Shinsou en su momento. Dile lo que sea.

O que se acercara a su lado. Que le abrazara. Shinsou merecía hacerle saber a Kaminari lo importante y valiosa que era su presencia en esos momentos de su vida.

O en su vida, en general.

No importaba que Midoriya y Uraraka estuvieran allí de chismosos. Shinsou tenía que superar esa etapa de ocultar los sentimientos solo porque otras personas le mirasen ser sentimental.

Kaminari merecía que el mundo supiera lo que valía.

Pero Shinsou era un desastre haciendo sentir amada a las personas. A veces incluso con la misma Eri tenía problemas para hacerle notar que no tenía otra persona más importante que ella.

Se tragó el nudo en la garganta. Ya podría decírselo. Muy pronto, cuando estuvieran juntos otra vez y entre los abrazos del otro. Shinsou no perdería ninguna oportunidad para recordar a su hermana lo mucho que él la amaba.

Y que nunca más la dejaría sola.

Pero primero debía dar un paso con lo que tenía a mano. Y ese era Kaminari. Pero cuando Shinsou abrió la boca para atreverse a decir algo bonito, un nuevo carro se estacionó detrás del llamativo Audi de Kaminari.

Le sacó una mueca de sorpresa a todos los presentes.

Shinsou no sabía mucho de automóviles, pero aquel deportivo color rojo se le hacía bastante conocido —y también costoso. Ya no sabía qué más esperar de esa atestada mañana —demasiadas personas con las que tuvo que interactuar, y muchas de forma repentina—, hasta que vio dos cabezas asomarse por las puertas del piloto y copiloto.

Lo primero que reconoció fue la cabellera dorada de Mirio Togata. A su lado, los mechones oscuros y desordenados de su prometido, Tamaki Amajiki.

Mentiría si dijera que no estaba sorprendido de ver a esos. ¿Qué podrían estar queriendo allí...?

Su corazón dio un vuelco. Shinsou debía recordar lo importante que Mirio era para Eri. Ella le apreciaba tanto que no podía parar de hablar sobre lo genial que era su tutor de último año.

Quizá si hubiese escuchado más a su hermana... podría conocer más del tal Mirio.

—¡Togata-senpai! —Midoriya exclamó con sorpresa—. ¿Qué hacen aquí...?

Mirio entrelazó sus dedos con los de Tamaki. El chico iba cabizbajo, sin mirar a nadie y con los hombros temblando suavemente —a diferencia de Mirio, que caminaba con sus fornidos hombros bien erguidos.

Les regaló una cálida y amplia sonrisa a todos los presentes.

—Ah, Midoriya, ¿tan feo estoy que no me quieren ver...?

—¡N-no es eso...! —Se escudó su amigo, apenado—. ¡Es solo que estoy sorprendido! ¡Por supuesto que usted no es feo...!

—Deku, ya cállate —Uraraka siseó entre dientes y mientras le daba un codazo en las costillas.

Pero Mirio se rio como si no le importara en absoluto que pensaran mal de él. Tamaki continuaba ensimismado en su mundo —un mundo en donde buscaba controlar la ansiedad social con todas sus fuerzas.

Shinsou podía entenderlo.

—¡Venimos a ayudar! —exclamó Mirio sin que le repitieran la pregunta—. Ya saben, dos cabezas piensan mejor que una... o tres cabezas... o cuatro... eh, o las que seamos...

Mirio se rascó el cuero cabelludo. Su prometido, a su lado, suspiró abatido.

Shinsou miró uno a uno a todos los presentes, de derecha a izquierda: Midoriya, Uraraka, Kaminari, Togata, Amajiki...

Adentro de la casa, su padre debía estar tomándose el café batido que Toshinori le preparó.

Ahora fue su turno de suspirar ruidosamente. Como si hubiesen sido pocas personas...

Pero, aun así, se le llenó el pecho de calidez al pensar en todas las personas que sacrificaban valiosos minutos de su vida para encontrar a Eri.

Su hermana merecía rodearse de toda esa gente que la quería, y la apreciaba.

Y por eso... Shinsou no descansaría hasta encontrarla. Y permitirle vivir todo ese amor que se merecía recibir.

Okay, hice dos cálculos erróneos xD el primero... creí que a partir de este serían más largos, pero en realidad es desde el 30 (o sea, el siguiente). Y lo otro...

Creo que en realidad serán 33 capítulos (más el epílogo) y no 32 como había pensado :D sí, sé que casi no hay diferencia, peeeeero un capítulo extra es un capítulo extra (?) pasa que en la maquetación que hice, había puesto un montón de cosas para este capítulo 29 y la verdad sentí que perdería impacto poner tantas cosas juntas...

Así que estoy casi segura que serán 33 capítulos TvT por lo que la historia debería terminar el 13 de noviembre... a menos que me agarre la loca y quiera subir último capítulo y epílogo seguidos, pero no creo (?

En cualquier caso... esperen ambas opciones xD

Nos vamos acercando al clímax de la historia. Este fue un capítulo algo tranquilo, peeeero creo que senté las bases para desmadrarlo un poco en el siguiente...

¿Alguien tiene teorías? :D la caja de teorías no se acaba hasta que alguien muera! Y con alguien me refiero al lector también (?) déjenlas por acá! --->

Muchísimas gracias por todo su amor y su apoyo a esta historia! ♥️ Ya saben que queda poquito, pero todavía podemos disfrutarla TvT así que no nos pongamos tristes, de momento. Es mejor disfrutar de lo que queda con una sonrisa!

Ah! Y en noticias relacionadas... mañana subo el final de Deseo Profundo, mi mini fic TodoDeku bien raro ;u; me tardé, pero ya está listo ;;u;;

Nos vemos el otro jueves! Besitos ♥️

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