Capítulo 28
❝En la noche, la tormentosa noche, ella cerrará los ojos.
En la noche, la tormentosa noche, lejos ella volará.
Y soñará con un paraíso❞
Paradise — Coldplay
Kaminari sabía que no era el momento de estar pensando en esas ñoñadas de adolescente enamorado, pero tener a Shinsou recostado sobre su cama estaba alborotando sus nervios de una forma placentera.
Es que verlo enredado entre sus sábanas, vistiendo una camiseta de Pikachu que le quedaba apretada, y sus ojos cansados... Kaminari podría haberse derretido en ese mismo momento.
—Yo, eh... yo... —Kaminari carraspeó tras ahogar algunas carcajadas visiblemente nerviosas—. ¡Te conseguiré algo de cenar! ¡Algo grande! ¡Delicioso! ¡Una verdadera cena gourmet!
—No tengo hambre —respondió Shinsou de una forma algo tosca—. No te preocupes por m-...
—¡Un sándwich! —bramó por encima de su voz—. ¡Te haré un sándwich delicioso y muy gourmet!
Shinsou acabó suspirando y sin tener tiempo para replicar por sus desvaríos. Kaminari se azotó a sí mismo en su propia frente mientras se daba la vuelta y abandona la habitación para deslizarse hacia la cocina a preparar de manera silenciosa un sándwich para Shinsou, quien no se alimentaba desde el día anterior.
El carro de sus padres estaba aparcado en el garaje, así que Kaminari no tuvo más remedio que escabullirse junto a Shinsou. No es que fuera la primera vez que llevaba a alguien en mitad de la noche —pero no quería someter a Shinsou a conocer a sus padres. No en un momento como el que estaban viviendo.
Había prometido a Shinsou darle descanso, comida, y también cariño —si bien eso último se lo dijo en su propia mente. Kaminari no tenía ningún problema en acurrucar a Shinsou entre sus brazos hasta que se durmiera un par de horas con un poquito de paz.
Pero primero... el maldito sándwich.
Kaminari daba asco en la cocina, pero incluso el mismo podía preparar un sándwich. El problema es que no sabía que cosas le gustaban a Shinsou.
¿Lo preferiría con mostaza, mantequilla o mayonesa? ¿O quizá ninguna? ¿A Shinsou le gustaba el pavo ahumado? ¿Le gustaba su sándwich con o sin las cortezas del pan...?
Volvió a golpearse en su propia frente.
—¡Como si alguna de esas cosas le importaran en este momento! —Kaminari se tironeó del cabello—. ¡Eres un idiota!
Por suerte, sus padres enviaban a comprar demasiados víveres para no preocuparse nunca de que algo faltara. Le hacía sentir culpable al pensar en las alacenas vacías de Shinsou —y también provocaba grandes líneas de pensamiento en sí mismo.
Pero tampoco era su culpa la situación en la que ambos tuvieron que nacer. Tampoco es que debiera ser un impedimento.
Kaminari quería a Shinsou. Lo querría si fuese millonario o viviera debajo de un puente. Si fuese un chico o una chica.
¿Era apresurado pensar de esa forma con diecisiete años? Tal vez los adultos se reirían en su cara; le dirían que esperase un par de años, y que el amor ya tocaría demasiadas veces a su puerta. No podías decidir que amarías toda la vida a una persona con tan solo diecisiete años.
Pensar de esa forma no le estaba ayudando en nada, ni a él ni a la situación —comenzó a sentir un leve aroma a quemado que venía de la plancha donde tostaba el sándwich de pavo que preparó para Shinsou.
Nada que un cuchillo raspando sobre las quemaduras no pudiesen solucionar. Así que plastificó una sonrisa en su rostro, y regresó hasta el cuarto. Encontró a Shinsou casi en la misma posición que antes, a excepción de que ahora sus manos sostenían en frente del rostro un viejo tomo de Drácula que Kaminari dejó olvidado —junto a otro centenar de trastes y basura— en su mesa de noche.
—Es casi increíble pensar que toda esta locura comenzó con Drácula —musitó Shinsou, sin mirarle—. Parece que han pasado años, pero no fueron más que un par de meses...
Kaminari no estaba listo para ponerse emotivo. No cuando acababa de raspar las quemaduras de un sándwich de pavo.
No sabía cómo responder a Shinsou sin desfallecer en ese momento.
—¡La cena está servida! —Kaminari levantó el plato mientras enseñaba su creación y su enorme sonrisa—. La especialidad de esta noche es sándwich de pavo ahumado y mostaza, con un fino bronceado en el centro del pan...
Shinsou bajó el libro hasta apoyarlo contra el pecho. Su mirada lo decía todo.
—Lo quemaste —declaró el muchacho.
Kaminari abrió la boca varias veces, pero no supo qué hacer salir de ella como para justificarse por su error. Shinsou esbozó una diminuta sonrisa de costado.
—Me encantan las cosas quemadas.
Se sonrojó al escucharlo y dejó de intentar balbucear. Era muy probable que Shinsou no lo dijera en serio —todavía recordaba el regaño por el pastel quemado durante su cumpleaños—, pero era más que seguro que fuese para consolar a Kaminari por su torpeza a la hora de preparar un sándwich.
Se lo entregó a Shinsou estirando los brazos hasta que se acomodó contra el respaldo de la cama y depositó el plato por encima del libro de pasta dura. Kaminari ocupó un lugar a su lado, pero no se atrevió a mirarlo mientras Shinsou daba temerosos bocados del sándwich.
—Gracias —contestó Shinsou tras el tercer o cuarto bocado—. No creo que tenga el apetito para terminarlo, pero gracias.
—¿Por qué me agradeces por un sándwich? —rio Kaminari—. Es solo un sándwich, Shin.
—No, no es solo un sándwich —El plato repiqueteó cuando Shinsou lo depositó en la mesita de noche para así acomodarse de costado y mirar a Kaminari—. Es todo: que me trajeras a tu casa, que te quedes a mi lado, que hagas todo esto por Eri y por mí...
—Shinsou, te lustraría ahora mismo los zapatos si me lo pidieras —se apresuró en responder—. Y te daría mi billetera. ¿Quieres mi billetera...?
El chico a su lado sonrió entre dientes, pero cabizbajo. Kaminari inclinó la cabeza para poder apreciar la sonrisa que tanto le gustaba —porque pasara lo que pasara entre ambos, era evidente que Shinsou todavía se ponía nervioso de sonreír ante los demás.
—No quiero dar por sentado todo lo que haces por mí —habló Shinsou con calma, todavía sin mirar a otro lugar que no fueran sus larguiruchos dedos—. Sé que no todo es para siempre, así que quiero agradecer lo que tengo mientras dure. Es una lección que aprendí un poco tarde...
Sintió el pinchazo en el corazón por culpa de sus palabras. Si era por el hecho de que pensara que ellos no eran para siempre, o porque Shinsou lo aprendió a los golpes tras la muerte de su padre... Kaminari no era capaz de diferenciarlo.
Pero esto no era sobre él, sus miedos, o sus inseguridades. Era sobre Shinsou —y, quizá, luego, cuando todo fuese mejor...
Tal vez Kaminari podría ocuparse de sí mismo y los pensamientos negativos que le asediaban sin parar. Era evidente que cada vez parecían ir en aumento. Y eso le asustaba.
Sus dedos buscaron el mentón de Shinsou para levantarlo hasta estar a la altura de su propio rostro. A Shinsou le estaba avergonzando que Kaminari lo analizara de esa manera con su propia mirada —posiblemente sus ojos no pudieran evitar devorarlo—, pero quería que supiera que era sincero.
—Mientras yo todavía este vivo, y pueda hacerlo, créeme que haré lo que sea por ti —Kaminari le dio otra dulce sonrisa—. No importa lo que tú y yo seamos: amigos, novios, desconocidos. Te quiero. Ya está. Sé que no es el mejor momento para decírtelo, y no tienes que responderme ahora. Ni nunca, si así lo deseas. Pero estaré a tu lado, pase lo que pase. Porque te quiero más allá de cualquier vínculo que podamos ten-...
Le fue imposible de continuar con su repentino discurso.
Kaminari no solía ser callado. Mucho menos con un beso. Era él quien callaba a los otros con sus seductores besos bajo la luna —pese a que más de uno terminaba en bofetadas.
Fue Shinsou el que se atrevió a dar el primer paso y romper la barrera que los dividía en ese momento. Kaminari continuaba tan anonadado, que incluso cuando sintió que Shinsou se alejaba de su boca, continuó en la misma posición y sin ser capaz de mover un músculo.
—Joder —masculló Shinsou, pero sonreía—, ¿por qué siempre hablas tanto?
Kaminari frunció las cejas y la boca, incluso se cruzó de brazos como si quisiera mostrarse ofendido. No le gustaba que lo interrumpieran —en especial cuando elegía dejar de ser un payaso por un instante, y ponerse serio.
Pero la sonrisa de Shinsou le estaba imposibilitando cualquier intento de enojo.
—Yo también te quiero —dijo Shinsou—. Y haría casi cualquier cosa que me pidieras, y daría vuelta el mundo entero para conseguírtela.
Kaminari no quería ser una protagonista de shoujo que se derretía ante la primera declaración de amor —pero, en el fondo, lo estaba siendo—, así que optó por volver a fruncir la boca, y preguntar:
—¿Casi?
—Bueno... —El otro se rascó la nuca—. Debo ser precavido. ¿Qué hago si me pides que usemos ridículos atuendos de Pokemon a juego para parejas...?
Trató de que la palabra parejas no le alborotara todavía más las hormonas. Porque si eso pasaba, Kaminari se abalanzaría para comerle toda la boca y el rostro a besos.
Y Shinsou lo que menos necesitaba era pasar su noche en vela por culpa de los besos de Kaminari. Tenía que descansar.
Así que luego de que le insistió para que al menos masticase la mitad del sándwich —y Kaminari se tragó la otra en un par de segundos—, Shinsou se acomodó en una esquina de las sábanas de algodón egipcio, pero que estaban bastante sucias por pertenecer a un adolescente atolondrado como Kaminari.
No necesitó que le hiciera más de una seña para recostarse a su lado. Kaminari suplicó que sus calcetines y calzones no tuvieran demasiado olor esa noche —pero la verdad es que ya no podía soportar estar un segundo más lejos de los brazos de Shinsou.
—Creo que puedo acostumbrarme a dormir de esta forma —le susurró Shinsou tras experimentar con varias poses para acurrucarse—. Por supuesto, mientras no decidas moverte demasiado, o te mataré...
—Esa amenaza me suena —Denki bufó, recordando la primera noche que compartieron cama aquel día a fines de junio—. Y no me asusta.
Fue el turno de Shinsou para bufar. Su cuerpo era mucho más grande que el de Kaminari, así que la tenía más complicada para moverse sin pegar un rodillazo a la persona con la que compartía lecho en esa noche.
Ambos se recostaron sobre sus costados. Kaminari le rodeó la cintura para acercarlo a su cuerpo, mientras que el largo brazo de Shinsou lo rodeó desde el hombro hasta su espalda. Sintió que hundía la nariz en su cabello desordenado por el ajetreado día.
Genial, pensó Kaminari con sarcasmo. Otra parte del cuerpo para preocuparse por si olía mal.
Pero Shinsou no se alejó. De hecho, a cada minuto con el que corría la noche, Kaminari estaba convencido de que era apretado todavía más fuerte entre los brazos y piernas de Shinsou que se enredaban con las suyas.
No se relajó ni un solo segundo.
—Mañana es un nuevo día —susurró Kaminari contra el calor de su cuello—. La encontraremos, Shin. Yo estaré a tu lado.
Shinsou no le respondió. No con palabras. Él sabía que estaba despierto por la forma en que su cuerpo se tensaba contra el suyo —pero un agarre más fuerte tampoco era la manera en que le respondió.
Kaminari sintió que una pesada y caliente lágrima caía sobre su mejilla. Y él estaba seguro de no ser el que estaba llorando esa noche.
El paraíso no duró demasiado, ni para Shinsou ni Kaminari.
Apenas el sol estuvo en lo alto del cielo, los dos ya se encontraban duchados y con ropa limpia, dos tazas de café en su sistema, y listos para continuar con la búsqueda de la pequeña niña que parecía haber sido tragada por la faz de la tierra.
Kaminari estacionó su Audi en la entrada del hogar de Shinsou. Ir en carro solo les haría perder tiempo, y lo mejor era vigilar en cada recóndito rincón de la ciudad —y, también, preguntar a las personas una por una si sabían algo del paradero de la pequeña niña.
—¿Por dónde empezaremos? —Kaminari inquirió con optimismo y emoción—. ¡Ah, deberíamos visitar todos los lugares que a Eri le gusta frecuentar...!
Shinsou no le respondió al instante. Se tomó su tiempo para bajarse parsimoniosamente del carro, vistiendo la ropa de Kaminari de una forma ridícula por lo apretada que le quedaba. Sabía que aprovecharía los minutos en su casa para utilizar su ropa más holgada y cómoda —pero Kaminari no quería.
Le gustaba que luciera de esa forma.
—¿A Eri le gustan los helados? ¿O se sabe la dirección de la casa de alguien más, como Togata o Uraraka? ¡Puede que fuese a buscarlos! —Chasqueó sus propios dedos en frente de su cara—. ¡Oh! ¡¿Y si fue hasta la escuela?! Bueno, la escuela no es al primer lugar que yo iría, claro está... pero es obvio que el lugar da seguridad, o lo que sea...
Kaminari se giró para mirar a Shinsou a los ojos.
—¿Tú qué piensas, Shin?
—Yo... —Shinsou se rascó la base de la nuca—. No sé... no tengo idea qué lugares le gusta frecuentar a Eri.
—Pero, ¿cómo que no...? —a Kaminari se le escapó una risilla nerviosa—. ¡Es tu hermana!
Shinsou se ruborizó hasta las orejas con aquello.
—Rara vez la saco de la casa —admitió Shinsou—. Siempre es... Midoriya, o Togata... no tengo mucho tiempo para llevarla a pasear, y las últimas semanas...
El silencio que siguió fue incómodo. Kaminari se lamentó por haber preguntado, pero no es como si pudiera haberlo adivinado.
Más le incomodó el hecho de darse cuenta que era, en parte, uno de los culpables que demandaba la mayor parte de la atención de Shinsou. Kaminari no podía negarlo: le encantaba estar rodeado de personas, le gustaba que pasaran tiempo a su lado.
Y no le avergonzaba perseguir a las personas, o buscarlas, hasta que accedieran salir a divertirse un rato con él. Eso había hecho con el duro Shinsou, el muchacho que rara vez salía a divertirse —y Kaminari pensó que estaba haciendo un bien.
Pero, por supuesto, ahora veía su error. Tanto Shinsou —como él mismo— se habían olvidado que en la ecuación existía una solitaria niña pequeña que también necesitaba amor.
—Shin, yo...
—Espera —espetó Shinsou, mirando por encima de su hombro y tensándose de repente—. Justo lo que me faltaba ahora mismo.
Kaminari lo supo por la forma en que comenzó a apretarle el brazo. No tenía que girarse para descubrir a quién apuntaban los ojos de Shinsou.
—Ugh —masculló—, no me digas que...
—¿Qué tanto miras, niño problemático? —La desagradable voz de Chisaki provino desde sus espaldas—. ¿No deberías estar ocupándote de encontrar a tu hermana? ¿O es que te alegra que ya no debas hacerte cargo de ella? Está bien, puedes admitirlo. Se nota en lo descuidado que eres que no estás hecho para estas cosas, es natural. Solo eres un niño problemático...
Kaminari se zafó del fuerte amarre de Shinsou para darse la vuelta y darle una sucia mirada a Chisaki Kai, meciéndose sobre su silla en el pórtico —rara vez un ser humano le parecía tan asqueroso e insalvable como ese loco con fobia a la suciedad y con un cubrebocas que le hacía ver como un psicópata.
Shinsou apretaba sus propios puños ahora. Por la forma en que su vena palpitaba en el cuello, Kaminari podía decir que estaba otra vez aguantándose las ganas de lanzarse a la pelea con ese pedazo de escoria.
Su ojo apenas sanó desde la última pelea; de hecho, si mirabas de cerca, se notaban los amarillentos resquicios de piel en donde le había pegado.
Con la policía y los servicios sociales en la mirada, y con un padre en la cárcel... Shinsou debía tener cuidado de cualquier paso en falso.
—Es divertido para usted, ¿no? —fue Kaminari quien se atrevió a gritarle de regreso—. ¿Separar familias? ¿Acaso se levanta de su cama preguntándose cómo ser más bastardo que el día anterior?
La mirada burlesca de Chisaki se esfumó. Se irguió sobre la silla mecedora provocando un crujido en la madera, juntando las yemas de sus dedos enguantados y recargando el peso de su cuerpo sobre los codos en las rodillas.
Chisaki no lucía como si fuera un fan del metiche Kaminari. Pero eso estaba bien —Kaminari definitivamente no era un fan de Chisaki.
—Un ciudadano debe cumplir su deber con lo más desamparados —declaró tras dar una gélida mirada bajo sus tupidas pestañas—. No pueden culparme por querer arreglar esta sociedad podrida, llena de niños irresponsables como ustedes dos.
Shinsou no salía de su furia silenciosa. Posiblemente le estallaría una vena del ojo como continuara tan tenso y fulminando a Chisaki —que les observaba desde su pórtico, como si fuese un rey que se mofa de los aldeanos muertos de hambre.
A Kaminari le desagradaba ese tipo de mirada cargada de superioridad. Como si la persona en cuestión tuviera la razón solo porque le entraba la gana.
Aquello le recordaba, para su pesar, a sus padres y todo el círculo social con el que se codeaban a menudo. Diablos, incluso había visto alguna vez ese tipo de mirada en sus amigos —la mirada de llevarse el mundo por delante.
Kaminari no podía soportarlo.
Y, cuando ya no podía soportar la ansiedad que algo le causaba, tendía a meter la pata. Hasta el fondo.
Ni siquiera Shinsou podría haberlo evitado.
—No lamentamos el hecho de no poder pasar más tiempo en su nada grata presencia, señor Chisaki —Kaminari esbozó una sonrisa maliciosa—. Pero como usted dice, iremos a hacer cosas de niños problemáticos... como salvar a una niña en problemas y que se encuentra perdida...
—Kaminari —advirtió Shinsou entre dientes, tan cerca de su oído que le erizó los vellos de la nuca—. No es cuestión de provocarlo...
Incluso le sujetó por el brazo, pero Kaminari volvió a zafarse sin dejar de sonreír. Chisaki tenía toda la atención puesta en él, y no pensaba desperdiciar el exacto momento en el que vería sus pequeños y perversos ojos estallar por la provocación de un niño inútil de diecisiete años —o así es como ese hombre debía pensar de alguien como Kaminari Denki.
—No es algo que yo creo que usted entienda —terminó por decir Kaminari—. Tendría que conocer un poco de amor propio y por los demás para saberlo. ¡Pero no se preocupe! Quizá luego de que muera en soledad en su cama, comido lentamente por las ratas ya que nadie podrá venir en su auxilio... puede que en su siguiente vida aprenda un poco de lo que se siente ser ama-...
Shinsou le apretó tan fuerte del brazo que le sacó un chillido. Kaminari fue arrastrado hacia el interior de la casa lo suficientemente rápido como para no poder reaccionar antes y soltarse.
Pero el milisegundo que tuvo para ver el brillo furioso y asesino en los ojos de Chisaki fue suficiente —sobre todo, porque ese brillo camuflaba algo más oscuro que surcó esos ojos de manera fugaz.
Kaminari quería convencerse que aquello era el terror a la soledad que él mismo se había provocado.
Kaminari esperó pacientemente a que Shinsou regresara con ropa nueva. Pero, aun así, no le dijo ni una sola palabra luego de que bajara los escalones de dos en dos.
Tamborileaba los dedos de forma ruidosa sobre la mesa de la sala. Intentaba enfocarse en cualquier cosa que no fuese Shinsou arreglando, solo un poco, el calamitoso estado en que la casa se encontraba: botellas tiradas por doquier y que apestaban peor que un bar, ropa sucia sobre el suelo, platos sin lavar que debían llevar días allí, con restos de salsa...
—Shin, dime algo —suplicó Denki—. ¡No puedo soportar este silencio!
Las botellas que cargaba Shinsou tintinearon luego de que las acomodara sobre el suelo un instante. Kaminari tragó saliva con algo de nerviosismo, y esperó el regaño de parte del muchacho —sabía que no era su batalla para pelear, y mucho menos para arruinar...
Pero Kaminari tenía deseos de hacer sentir al monstruo de Chisaki de esa forma. No es como si a los monstruos les importara demasiado que les recordases que lo eran.
—Por muy sensual y maravilloso que te veas desafiando a mi vecino, no puedo tolerar que lo provoques y que se atreva a hacer algo peor —suspiró Shinsou—. Esto es serio, Kaminari. Ese hombre no se detendrá hasta que mi hermana sea dañada en serio, e intentará culparme de ello por todos los medios posibles...
Kaminari sintió entonces un nudo en la garganta. Shinsou se veía tan cansado y tan roto —pero allí seguía, luchando con todo lo que tenía. Soportando a Kaminari, pese a que tenía problemas mayores que aguantarse sus brotes infantiles.
Hasta quería lanzarse a llorar. Toda la situación los traía con los nervios a flor de piel.
—Yo... —Las palabras se atoraron en la garganta de Kaminari—, ¿crees que me veo sensual y maravilloso desafiando a tu vecino?
El sonido que salió de la boca de Shinsou fue algo así como una risa ahogada. Kaminari se palmeó mentalmente por no poder controlar lo que salía de su propia boca en momentos de nerviosismo. ¡Él no podía controlarlo! ¿De acuerdo? ¡Al menos lo estaba intentando!
Shinsou se acercó hasta él y le tendió una mano para que se levantara de la raída silla del comedor en la que descansaba. Dubitativo, la aceptó. Y fue allí cuando sintió que tironeaban de él para encerrarlo en un cálido y torpe abrazo.
Puede que Shinsou fuese malo para dar abrazos, pero Kaminari era excelente. Lo apretó todavía más fuerte contra sí.
—¿Qué haría yo sin tus comentarios innecesarios en los peores momentos? —inquirió.
—Pues... no sé, ¿quizá podrías sentirte un ser humano normal? —rio Kaminari—. Dicen que mis comentarios atontan a las personas.
—Prefiero ser un anormal a tu lado, entonces.
Kaminari sintió esas cosquillas en el corazón de las que hablaban las muchachas protagonistas de algunos de sus libros. Shinsou ni siquiera se estaba esforzando en ser dulce con él —incluso en sus peores momentos.
Y aunque en otro momento hubiese agradecido las distracciones, la forma en que la mirada de Shinsou se ensombreció no le gustó para nada —pensó que acariciarle la mejilla tal vez sería una buena idea, pero eso solo sirvió para que se recargara contra su mano como un gatito herido y asustado.
—¿Qué pasa, Shin?
—Midoriya me envió un mensaje cuando estaba arriba; juntó todas las cosas de Eri que quedaron en su casa —suspiró de tal forma que parecía que le dolía estar vivo—. Incluso me dijo que encontró una mariposa arrugada de origami entre su ropa. No sabía que ella conservaba esa cosa. ¿Puedes creer que se la dio su mejor amigo, y yo no accedí a verla cuando ella quiso mostrármela...?
—Ya basta, no puedes culparte por todo esto —Kaminari le palmeó en la mejilla para hacerlo reaccionar—. ¡No es tu culpa! ¡No puedes vivir pendiente de estas cosas! Sé que amas a Eri, pero ella no es tu hija, Shin. ¡Esa es la tarea de tu padre!
Por primera vez, Kaminari no se arrepentía de ser duro y cantarle las verdades a Shinsou —era demasiado verlo culparse por la desaparición de la pobre niña, por lo que no iba a tolerar que se masacrara a sí mismo por no haberle dado más atención.
¡Como si la vida entera de Shinsou no hubiese girado en torno a su hermana!
Quizá Kaminari era egoísta por no entenderlo. Pero él entendía que el hombre más maravilloso del planeta estaba sufriendo por cosas que no eran su culpa directa —y no consentiría todo aquello.
Shinsou volvió a resoplar entre sus brazos. Sentía su cuerpo temblar contra el suyo.
—Desearía que Aizawa estuviese aquí —soltó, sin pensarlo—. Incluso si no hace nada. Incluso si se sienta en el sofá a beber hasta la inconciencia; desearía que Aizawa estuviera aquí, al menos para recordarme que mi familia no soy solo yo en este momento.
Kaminari casi pudo ver su propio corazón romperse frente a sus ojos. Fue en ese mismo momento que tuvo una idea descabellada —aunque tendría problemas, cientos de ellos, más adelante... pero al diablo con lo que viniera después.
Iba a abrir la boca para hablar, lo que fuera, pero un maullido lastimero desde afuera de la ventana de la cocina les llamó la atención a los dos.
Shinsou dio un brinco de sorpresa, liberándose de Kaminari en el proceso, en cuanto descubrió a un gato raquítico de pelaje negro y una oreja carcomida, maullar contra el vidrio y rasgar con su propia pata como si estuviese suplicando entrar a la casa.
—Ah, Señor Bigotes —dijo con toda la seriedad del mundo—. Temo que has venido en un pésimo momento. No está Eri para abogar en tu favor.
El gato continuó maullando, sin entender ni una sola palabra de las que Shinsou le soltaba. Kaminari se quedó de piedra sin saber muy bien cómo reaccionar —esperó hasta que el otro se cansó de escuchar al bicho maullar, y se acercó rápidamente a la ventana para destrabar el seguro y permitir entrar a la criatura.
El gato se contorneó por el marco de la ventana. Se tomó su tiempo, de forma parsimoniosa, para entrar a la casa dando un ágil salto hasta la encimada de la cocina. Shinsou le observaba con la misma seriedad y frialdad de momentos atrás; apretando los dientes casi como si el animal le estuviera enfureciendo.
Volvió a escuchar un maullido, pero esta vez iba dirigido específicamente a Shinsou, mientras le miraba con esos grandes ojos verdes y felinos. El gato se frotó contra la mano del muchacho, y se la lamió con su lengua lijosa sin recibir ni una sola reacción de Shinsou.
El corazón de Kaminari latía más rápido por los nervios. No estaba muy seguro de qué ocurría en ese momento en la cocina, pero podías sentir la tensión previa a un fatal estallido.
—Gato estúpido —Shinsou gruñó—. ¿Siquiera viniste a ayudar a buscarla?
El animal volvió a maullar, sin dejar de frotarse contra los largos dedos de Shinsou sobre la mesada de mármol. Kaminari vio que los ojos se le inundaban de lágrimas casi de la nada.
—Maldita sea —dijo con la voz más aguda y aguantándose el sollozo—. Maldita sea, Señor Bigotes, ¿qué pasa si ya nunca la volvemos a ver? ¿Puedes imaginar un mundo tan asqueroso como el de esa posibilidad...?
Kaminari dio un paso para acercarse a Shinsou, pero se detuvo en cuanto el otro cargó el animal negro entre sus brazos tras haberle hecho una corta seña para que no se acercara. Señor Bigotes no se resistió —no se veía como un gato cariñoso en absoluto, pero se acomodó en el abrazo de Shinsou y ronroneó contra su cuerpo.
Tampoco le importó que unas pesadas y silenciosas lágrimas cayeran sobre su pelaje tan negro como la noche. Era un gato, después de todo. No podía comprender la complejidad de las emociones humanas.
Pero por un segundo —y mientras Shinsou lloraba para sí mismo—, Kaminari tuvo un descabellado pensamiento al ver la comodidad con la que Señor Bigotes frotaba su cabeza contra el brazo de Shinsou: que tal vez el gato no había aparecido en busca de Eri, la fiel niña que lo alimentaba con lo poco que encontraba en la cocina...
Sino para consolar a Hitoshi, el niño extraño de la casa que necesitaba más amor que ningún otro ser humano en ese momento.
Pensar en lo poco que falta para que termine me tiene en negación xD creo que se vienen capítulos larguitos (?)
Todavía quedan un par de cosillas más que contar, así que calculo que posiiiiblemente desde el próximo capítulo serán más largos para poder narrar bien todo. Bueno, ya veremos (? quizá al escribir me doy cuenta que no faltaba tanto para contar xD
También a partir de ahora, llegará el momento de que otros personajes también brillen :'D hay muchos que merecen tener también su momento, así que...
¿Teorías? ¡Déjenlas por acá! -->
Otra vez ando liada haciendo mil cosas ;;-;; me gustaría tener un minuto para sentarme a descansar, pero a veces es imposible xD sumándole a que estas últimas dos semanas me han traído de mal humor... todo se vuelve difícil, ugh ;;; sé que es una excusa barata por no haber terminado las otras actus que debo, pero... tiempo al tiempo, pequeños saltamontes (?)
Muchísimas gracias por todo su amor, comentarios y votitos!! ♥️ Me olvidé festejar que pasamos las 40K lecturas y los 10K votos... sé que esto hubiese ameritado maratón, pero no quiero que el fic termine antes de tiempo </3 pero pensaré la forma de recompensarlo (?)
Aunque sea con los capítulos más largos... o tal vez un extra... quién sabe? solo sé que es algo completamente inesperado, porque realmente jamás pensé que este fic tendría toda la repercusión que tuvo. Gracias a ustedes puedo sentirme orgullosa de esta cosa que he escrito. Saber que la disfrutan me motiva cada día a poder terminarla y darle un cierre dando todo lo mejor de mí
Nos vemos el próximo jueves! Besitos ♥️
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