Capítulo 26

No sé en dónde comienza,

pero termina con tú y yo.

Es un camino duro, hasta donde yo puedo ver.

No tengo idea hacia dónde voy,

pero volveré a ti y a mí

You and Me — Niall Horan

Kaminari era una persona relativamente optimista —y no solo eso, sino que siempre buscaba plasmar una sonrisa en su cara para levantar los ánimos de todos los demás. Aunque él se estuviera cayendo a pedazos.

Pero a medida que la mañana —y la siesta, y la tarde, y la noche— corrían a través del sábado, mantener la sonrisa esperanzadora se sentía como la tarea más difícil de todo el universo.

—Vamos, Shin —Kaminari tironeó del dobladillo de su ropa—. Tienes que descansar. Y comer algo. Te vas a desmayar...

—Tengo el estómago completamente cerrado —dijo Shinsou de mala gana—. ¿Crees que puedo sentarme a comer sabiendo que mi hermana está desaparecida, maldita sea? ¿O que puedo fingir que nada está ocurriendo mientras mi hermana sufre quien sabe dónde?

Alejó la cara de mala gana y con un gruñido que se escapó de su boca. Shinsou tenía las cejas tan fruncidas que ya se le había formado una arrugada entre ellas.

—Eri está perdida por mi puto egoísmo —masculló entre dientes—. ¡Como si no hubiese aprendido la lección luego del coma etílico de Aizawa, maldición!

Kaminari apretó la boca. No es que pudiera fastidiarse con Shinsou, ya que era entendible que la situación lo tuviera tan ofuscado —y ahora que una trabajadora social continuó dopándolo con ansiolíticos y calmantes, puede que no estuviera al borde de otra crisis de pánico... pero su humor era de los mil infiernos.

Luego de la pequeña entrevista con la policía, Shinsou entró casi en un trance ansioso en el que lucía como si fuese a darle un infarto. Luego, vino la locura. Gritó desaforadamente por Eri hasta que Iida y Kaminari lograron reducirlo; pero incluso así, el más grande de ellos consiguió llevarse un fuerte golpe en la mandíbula.

Era desgarrador escucharle gritar el nombre de Eri. Kaminari deseaba con todo su corazón ver aquella cabellera blancuzca aparecerse por entre los árboles de la calle; o que bajara por las escaleras de su casa de dos en dos y con el unicornio de peluche que tanto adoraba entre los brazos.

Fue allí cuando nadie tuvo más opción que obligar a Shinsou a tomar un calmante. Y luego otro, porque el primero no hacía efecto lo suficientemente rápido. El efecto de ambas píldoras le pegó peor que una bomba nuclear al cuerpo de un joven con energía baja en general, y que tampoco estaba acostumbrado a la medicación.

Era extraño ver a Shinsou de esa forma. El Shinsou de siempre estaría buscando a su hermana por cielo y tierra; y le pediría a Kaminari que lo llevara en su Audi mientras atravesaban toda la ciudad. Gritarían en cada rincón, buscarían en cada niña el rostro de la pequeña y dulce Eri. Darían vuelta la ciudad si fuese necesario.

Hasta que ella regresara a los seguros y protectores brazos de su hermano mayor.

Pero habían dejado a Shinsou como si no fuese más que una cáscara vacía en ese instante. Tenía la mirada brillosa y perdida, la cabeza ladeada, la boca semiabierta.

Le dolía verlo así. Pero también le dolía pensar en Eri; que podría estar escondida en cualquier parte, con hambre, miedo y también frío.

O podría estar...

No, no, no. Kaminari se abofeteó su propia cara por siquiera pensar en las horrorosas posibilidades. ¡Eri tenía que estar bien! ¡Era una niña inteligente!

Ella sabría esconderse. Sabría cuidarse hasta que Shinsou fuese por ella.

Pero también pensaba... con Shinsou en ese estado casi hipnótico y perdido...

Ver a un Shinsou destrozado por la pérdida de su hermana sería desgarrador, es verdad. Pero era más insoportable verlo de esa forma tan aterradoramente silenciosa.

—Shin —habló Kaminari con la voz rompiéndosele en el proceso—, di algo. Por favor.

—No tengo muchas cosas para decir, Kaminari...

El sol ya se había puesto, pero las luces de las patrullas vigilando la calle y los chismosos vecinos que no se decidían a entrar en sus malditas casas lo iluminaba todo como si fuese pleno día.

Parecía que todo había transcurrido en una eternidad. Pero, al mismo tiempo, se sentía como si fuesen no más que cinco minutos en los que todo se descarrió de la peor manera posible.

Esa misma mañana habían dormido en brazos del otro. Maldita sea, la misma tarde anterior, Kaminari tuvo a la pequeña Eri en el asiento trasero de su Audi. Todavía recordaba los grandes ojitos rojizos que le miraban por el espejo retrovisor mientras soltaba sus inocentes e incómodas preguntas.

Se secó una lágrima traicionera que cayó por su ojo derecho. En realidad, tenía ambos ojos inundándose de calientes lágrimas que empezaban a nublarle la vista.

Quería poder saber qué diablos decir. Quería tener superpoderes y encontrar a la pequeña Eri. Quería encontrar una forma de solucionar toda aquella mierda.

—Soy un fracaso —fue lo único que Shinsou atinó a decir; mirada perdida en algún lugar del sentido en que la calle corría—. Muchos dijeron que un niño como yo no podía criar a otra niña. Me negué a darles con el gusto, e hice todo lo que estuvo en mis manos por demostrarles lo contrario. Estaba seguro que podría conseguirlo...

Shinsou exhaló un largo suspiro. Sus ojeras se veían más marcadas, y tenía la cara lo suficientemente pálida y lánguida. Lucía como un cadáver —y eso que habían transcurrido menos de veinticuatro horas, apenas.

—Odio estar pensando que quizás ellos tenían razón, y no yo —Shinsou rechinó los dientes y apretó los puños con furia contra sus muslos—. ¿Por qué soy yo el que tiene que sentirse egoísta por decidir mantener a Eri, en lugar de enviarla a una casa de acogida de regreso?

El corazón se le encogió del tamaño de un puño. ¿Quién podría haber culpado a Shinsou de sus decisiones?

La respuesta es que solo él mismo era capaz de hacerlo. Nadie, ninguna persona decente, podría juzgar las decisiones de un niño solitario, víctima de un hogar destruido.

¿Qué si era la mejor opción que Eri fuese de regreso a un orfanato? Desde un punto de vista objetivo, seguramente lo sería.

Pero Kaminari odiaba la objetividad.

Y más odiaba ver a Shinsou sufriendo.

—Es algo tarde —dijo Shinsou finalmente—. Siento que mis ojos ya no aguantan abiertos, pero al diablo si me voy a quedar aquí sentado...

Se levantó de golpe, pero trastabilló a causa de la somnolencia que provocaban los ansiolíticos que le dieron sin receta. Kaminari fue igual de veloz como para sostenerlo por el antebrazo antes de que se diera de bruces con el cordón de la acera.

Abrió la boca para proponer algo —una estupidez, por cierto, pero él quería hacerlo— así como invitarlo a descansar en su casa, a su lado, mientras Denki le abrazaba por detrás y le acariciaba el cabello...

—Llévame al vecindario de Midoriya —se le adelantó Shinsou con la voz arrastrada como si fuese solo un borracho necio—. Necesito... necesito buscar-...

—No, tú necesitas dormir o comer algo caliente y liviano —Kaminari espetó mientras le tironeaba hasta el Audi—. ¡No voy a dejar que te mueras en el proceso!

Shinsou se zafó de su agarre con un movimiento brusco. No lucía muy feliz de que le dijeran qué hacer.

—Estuve todo este día hablando con policías, fui reducido físicamente, un montón de periodistas me vieron tener un ataque... —rio amargamente y bajando un dedo por cada cosa que enumeraba—. Y estoy sedado. O algo así. ¡Pero y una mierda si creen que eso me detendrá de encontrar a mi hermana!

—¡Pues no conseguirás nada si te dañas haciéndolo! —le gritó Kaminari—. ¡Puedo ser un idiota, pero tengo más sentido común que tú! ¡Si te comportas como un loco atolondrado nunca encontraremos a Eri!

Se arrepintió casi al instante de lo que dijo. Pero no había vuelta atrás.

La verdad es que Kaminari no tenía sentido común. Él mismo quería apoyar la locura de Shinsou de buscar a Eri por sus propios medios —diablos, ya casi estaba preguntándose si sus padres notarían la cuenta de la tarjeta de crédito cuando llenara el tanque de gasolina para tirar toda la noche.

Pero amar te volvía cauteloso cuando se trataba de la otra persona. Y Kaminari había visto de primera mano lo que podía hacer la ansiedad de Shinsou en su cuerpo y estabilidad.

¿Y si le daba un ataque mientras la buscaba?

¿Y si nadie podía socorrerlo?

¿Y si dañaban a Shinsou en sus momentos más vulnerables?

Solo estaban ellos dos en la entrada del hogar de Shinsou. Midoriya, Togata y todos los demás, se encontraban buscando a Eri por sus medios.

Shinsou no había podido liberarse de los ataques de la policía, los trabajadores sociales, ni tampoco de la prensa o los vecinos chismosos —los vecinos excepto Chisaki, que no fue capaz de asomar las narices ni una sola vez desde que llegaron al ojo de la tormenta.

El idiota sabía muy bien cuándo salir a regodearse. Kaminari no estaba seguro de poder mantener los puños en su lugar si veía a la cara de ese imbécil.

—Shin, perdóname —dijo Kaminari tras resoplar—. Sé que estás pasando un momento espantoso, ni siquiera puedo imaginarlo...

Shinsou no estaba mirándole a él sino a la punta de sus zapatos. Estaba tan despeinado que sus cabellos incluso comenzaban a caerle por encima de los ojos.

—No, perdóname a mí —susurró—. Es que pensar en Eri... pensar en que podría estar pasando... mierda.

Se le escapó un sollozo mezclado con furia y dolor. Vio a Shinsou frotarse los ojos con violencia. No quería que le vieran de esa forma. Desolado, destrozado, perdiendo la esperanza con cada segundo.

Shinsou se estaba negando a que le vieran llorar de forma desconsolada. Como si de un niño pequeño y asustado se tratara.

Era irónico, y cruel, pensar que la noche anterior, Shinsou al fin dio un paso para aprender a abrir su corazón y no guardar en él los sentimientos negativos.

Pero allí estaban dando un paso en retroceso. Y ni siquiera podía culparlo por ello, aunque le entristeciera hasta el infinito.

Mientras Kaminari se debatía sobre si rodearlo con sus escuálidos brazos o darle su espacio, Shinsou volvió a incorporarse. Le vio con los ojos inyectados en sangre, pero se encontraba más decidido que nunca.

—¿Puedes llevarme a la estación de policía? —inquirió, e hizo que Kaminari ahogara un jadeo de sorpresa—. Ahora mismo no puedo hacer nada productivo, así que... quiero hablar con mi padre.

El camino fue silencioso e incómodo. Kaminari tenía miedo de que Shinsou rompiese a llorar de verdad, pero él aun no lo hacía.

No era sano para un muchacho como él reservar sus emociones de esa forma. Porque Kaminari bien sabía que, cuando todo el muro protector a su alrededor se resquebrajara, el desastre sería imparable.

Shinsou saltó otra vez de su carro en cuanto se estacionó frente a la estación. Ni siquiera esperó a que Kaminari le alcanzara el paso, por lo que aprovechó para revisar rápidamente su teléfono celular.

Por lo que sabía, él también era un chico desaparecido para su familia y amigos —aunque luego pensaba que su escapada no duró ni siquiera un día, y que también era un joven adulto por el cual la gente no solía preguntarse su paradero.

Tenía medio centenar de mensajes y llamadas perdidas, pero solo se enfocó en responder uno de Jirou.

Rockera <3

¿En qué infierno estás metido ahora mismo?

Denki

En la estación de policía

Denki

Pero te juro por mi cuenta del Fortnite que el preso no soy yo!!!!!!!1

Rockera <3

...

Rockera <3

Ya hubiese sido lo único que faltaba

Rockera <3

No te muevas de ahí, voy a buscarte

Kaminari rezongó. Jirou nunca fallaba en tratarlo como un niño revoltoso —pero también apreciaba la preocupación de su amiga. No cualquiera se movilizaba un sábado a la noche para buscar en la estación de policía a su amigo perdido.

Se le formó una inevitable sonrisa en la cara.

—Oh, joder —Kaminari se despeinó los cabellos rubios—. ¡Me he olvidado de Shin!

Se dio cuenta que Shinsou ya ni siquiera estaba a la vista. Kaminari se metió a la estación de policía tras atravesar los escalones de la entrada de dos en dos. Por suerte, no tenía puesto su calzado de deporte que rechinaba.

El interior de la estación tenía un aroma bastante desagradable: café rancio, humo de cigarrillo, una mezcla de sándwiches de carne recalentados y sudor. También a desinfectante muy barato. Kaminari se contuvo de arrugar la nariz, y escaneó con la mirada hasta que encontró a Shinsou cerca del mostrador de entrada.

Del otro lado de la mesa, un oficial de cabello rubio desordenado y cejas pobladas le miraba sin mostrarse impresionado. Kaminari lo reconoció como uno de los jóvenes a cargo de la investigación de la pequeña Eri.

—Necesito hablar con Aizawa Shouta —pidió Shinsou de una forma no tan cortés—. Ahora mismo, de ser posible.

—Chaval —El policía se frotó los cansados ojos—, nadie puede ver a alguien detenido. A menos que seas su abogado, o un mayor de edad. ¿Eres mayor de edad?

Las orejas de Shinsou enrojecieron por la vergüenza.

—Pronto lo seré —atinó a decir—. Por favor, oficial Hawks...

—Seguro, y yo ganaré Miss Mundo usando solo una tanga y mis piernas peludas —El oficial hizo una sonrisa socarrona—. Niño, ve a casa. Duerme un poco. Nosotros nos estamos ocupando del caso de tu hermana. Hay testigos de que la vieron moverse en una calle en dirección al este...

Shinsou, que había estado bastante calmado por culpa de todos los medicamentos, golpeó fuertemente el mostrador con el puño apretado. La taza llena de café ya frío repiqueteó. El oficial se veía sorprendido, y a punto de llamar seguridad...

Aunque eso era estúpido. Él era la seguridad.

Kaminari se acercó vacilante. No podía permitir que Shinsou hiciera algo que lo pusiera en aprietos. Era un momento clave y crítico; y ellos podrían estar recorriendo todo el este en busca de Eri.

Pero Shinsou deseaba ver a su padre. Así que Kaminari apoyaría sus decisiones.

—¿Pretende que me quede sin hacer nada? —Los dientes de Shinsou rechinaron—. ¿Debo volver a fingir una vida normal de mierda? ¿Volver a una casa, sabiendo que mi padre duerme en una celda y mi hermana en la intemperie?

—Shin, cálmate —Kaminari pidió mientras le rodeaba el antebrazo con sus manos—. Estás un poco nervioso...

—¡Y claro que estoy nervioso, maldita sea! —explotó Shinsou—. ¡Estoy nervioso porque todo es una mierda!

Shinsou no se soltó de Kaminari, pero él lo hizo instintivamente al escuchar su grito. Se sintió mal por aquello. El oficial Hawks ya estaba poniéndose de pie con ambas manos en alto como si quisiera apaciguar la situación.

Pero, ¿cómo apaciguabas un incendio?

El rostro de Shinsou se había deformado por completo a causa de la furia, el dolor, el miedo. Kaminari estaba seguro que no tendría problemas en irse a los puñetazos tal como lo hizo con el desgraciado de Chisaki.

Ahogó un jadeo. ¿Y si Chisaki los había grabado, y usaría eso en su contra...?

No, no podía ser posible. Shinsou seguía siendo un menor de edad. Incluso si dejaban solo los golpes de Shinsou como evidencia, Kaminari tenía pruebas en su teléfono de la brutal paliza que Chisaki Kai, un hombre adulto, le propició a un menor.

Aunque el estallido de Shinsou en una maldita estación de policía no les estaba ayudando. No ayudaba para nada.

—Niño, te vas a tener que calmar —pidió Hawks ya sin su mueca amigable y burlona—. No puedo detenerte, pero que puedo pedir que te saquen de la estación y anotarlo en tu legajo...

Shinsou lucía frenético. Perdido. Ni siquiera debería haber dicho Shinsou, ya que ese muchacho iracundo no era el Shinsou Hitoshi que él amaba.

Amaba, pensó con un pinchazo en el corazón. No era el momento para pensar en estúpidas revelaciones amorosas.

—¿Alguna vez ha perdido a alguien, oficial? —preguntó Shinsou con dureza—. ¿Usted perdió a alguien de su familia?

—¿Cómo dices? —Las pobladas cejas del oficial se arquearon con sorpresa—. Niño, necesito que te calm-...

Shinsou desvió la mirada solo un momento. Posiblemente para poder devolverle una mucho más gélida al oficial Hawks.

—No es que yo quiera jugar a la víctima, oficial —dijo—. Pero en este mismo momento... no me queda nada. Los he perdido a todos.

El tiempo pareció detenerse en la estación. Tan solo para ellos tres, al menos.

Los demás oficiales seguían tomando nota de las denuncias que llegaban. Algunos de ellos simplemente descansaban en sus escritorios. Ninguno era consciente del momento que estaban viviendo Shinsou y el oficial Hawks —junto con Kaminari como su espectador, claro estaba—; no debía ser algo nuevo ver a un adolescente irritado y violento en medio de la estación.

Los ojos cansados del oficial estaban abiertos de par en par. Kaminari no podría haber adivinado qué cosas estaba pensando. Podría haber tocado alguna fibra sensible de su ser.

O puede que los mandaría de una patada a la oscura calle.

—Sé que para ustedes solo es protocolo —continuó Shinsou con más tranquilidad, pero su voz seguía siendo áspera y dura—. Sé que debe haber visto cientos de chicos que le suplican hablar con su padre detenido. Pero, por favor, le suplico...

—¡Ya basta! —espetó Hawks—. Ya no sigas, muchacho.

El oficial agitó la cabeza y las manos. Ya no quería escuchar hablar a Shinsou. Y el corazón de Kaminari se hundió ante la inminente decepción del fracaso que tuvieron.

¿Podría él intervenir y decir algo? No estaba seguro de que él pudiera inspirar algo de lástima en otros. Tal vez si le ponía ojitos de cachorro...

No, era estúpido. Si Shinsou y su pequeño monólogo que le exprimían el pecho con angustia no consiguieron aflojar al oficial Hawks, entonces la estupidez de Kaminari no lo haría.

Se apresuró en ponerse otra vez a su lado. En el peor de los casos, Kaminari quería que supiera que seguía junto a él. Que le tomaría de la mano mientras atravesaban aquello —literal, y figurativamente también.

Solo debía prepararse para que se le rompiera el corazón al ver los ojos abatidos de Shinsou.

A su costado, Shinsou seguía tan firme y duro como en un primer momento. La nuez de Adán de su cuello se movía de forma bastante nerviosa; pero incluso si estaba enfrentándose a un oficial de policía mucho más fuerte que él —aunque no más alto—, Shinsou no flaqueaba.

Shinsou Hitoshi no vacilaba cuando se trataba de su familia.

—Shin —empezó a decir Kaminari con voz trémula, en puntillas para alcanzar a su oído—, mejor vamos a otra parte...

Hawks suspiró. Shinsou no se inmutó ante lo que Kaminari le decía —puede que las circunstancias no estuvieran de la parte de ambos, pero no planeaba abandonar la estación sin terminar de hostigar al oficial.

El mayor de los tres asomó su cabellera rubia a través del mostrador. Miró a ambos costados —chequeando de que nadie les prestara la suficiente atención en lo que buscaba un pesado manojo de llaves y una tarjeta magnética.

El corazón de Kaminari dio un vuelco en su pecho. Asumió que Shinsou debía estar sintiéndose de igual forma, ya que apretó su mano tan fuerte que casi le arrancó los dedos.

Pero, de todas maneras, Kaminari sonrió con emoción.

El oficial bordeó su desordenado mostrador —lleno de papeles, bolígrafos mordisqueados, tazas con café reseco, una caja vacía de donas y también unas esposas—, y se acercó hasta Shinsou. Le hizo una seña con la cabeza hacia uno de los pasillos al fondo de la sala con todos esos escritorios.

Algo debía haberse aflojado en el interior de ese joven oficial. Quizá tenía una historia similar a la de Shinsou. O puede que él también veía la tristeza en la mirada índigo del maravilloso muchacho con el que ambos tuvieron la suerte de vivir en el mismo mundo.

Fuese lo que fuese, Shinsou tenía una nueva luz para no perder las esperanzas.

Aizawa podía ser muchas cosas, por lo poco que Kaminari sabía; pero era el padre de Eri y Hitoshi. Y los amaba.

—Tienes diez minutos —dijo el oficial Hawks con una media sonrisa algo triste—. O menos, si es que alguien nos descubre.

La sonrisa de Kaminari se ensanchó entre temblores por la emoción. Los ojos de Shinsou zumbaron completamente sorprendidos —e incrédulos— hasta el manojo de llaves que el oficial Hawks le enseñaba.

—Pero, como me entere que vuelves a hacer una escena como la de hoy para salirte con la tuya... oh, niño, me vas a conocer enojado de verdad.

Kaminari no tuvo autoridad moral para rezongar cuando, luego de que Hawks desbloqueara la gran puerta que daba a otro pasillo lleno de jaulas con su tarjeta magnética, le puso una mano en el pecho y le impidió su avance.

—Tú no.

Aquello fue todo lo que el oficial le dijo. Shinsou solo tuvo tiempo de darle una mirada apenada, pero no más que eso. Simplemente se escabulló detrás de la enjuta figura de ese oficial rubio y despeinado.

Kaminari entendía que eso era lo lógico. Y le alegraba que Shinsou pudiese encontrarse con su padre.

Pero estaba molesto. Él se había propuesto acompañar a Shinsou, pero ahora era el primero en quedarse afuera de toda la situación.

Así que su única opción fue irse afuera. No quería esperar adentro de aquella mohosa estación de policía. El olor le estaba dando náuseas, y el hecho de tener el estómago vacío hacía que la situación fuese todavía menos placentera.

Pese a ser todavía verano y estar a más de un mes de la primavera, la noche se encontraba fresca. Según su celular eran apenas las nueve de la noche y todavía del día sábado.

Kaminari resopló mientras se dejaba caer sobre uno de los escalones de entrada a la estación. En menos de veinticuatro horas se sentía como si hubiese envejecido al menos un año.

La noche junto a Shinsou era como un sueño de otra vida. Demasiado hermoso como para existir en una vida tan horrenda como la que estaban experimentando en ese instante.

Su cuerpo había molestado y estaba adolorido desde que le permitió a Shinsou tomarlo de todas las maneras posibles, pero eso no era importante. Se odiaba por pensar en esas cosas; él tendría que estar pensando en Eri y el hecho de que estaba desaparecida.

Pero seguía sintiéndose surreal. Eri era una niñita tan inteligente y adorable, que le costaba pensar en ella perdida en medio de la noche. No se sentía como algo que fuese cierto.

Kaminari no era un creyente, pero quizá comenzaría a rezar. Cuando los humanos fracasaban lo suficiente ya no quedaba más opción que suplicar a lo divino.

Miró hacia los autos pasar. Tenía la cara recargada sobre sus dos palmas juntas como si fuesen un triángulo invertido. Incluso jugueteaba haciendo algunos sonidos raros e infantiles con la boca.

Un par de luces enceguecedoras le hicieron achinar los ojos. El carro acababa de estacionarse justo en la entrada de la estación, y fue allí cuando Kaminari recordó las palabras de Jirou acerca de ir a buscarlo.

Solo que... aquel no era el automóvil de la familia de Jirou. Ni tampoco un taxi.

Dio un respingo por la sorpresa que el reconocimiento le causó.

—¡No puede ser...!

Kaminari se puso de pie de un salto. El dueño de aquel automóvil gris tocó la bocina para llamar su atención; aunque, conociéndolo como realmente era, estaba seguro que solo sería para molestarle como siempre lo hacía.

Una cabellera pelirroja se asomó desde el asiento trasero del lado opuesto. Poco a poco, esa misma persona sacó casi todo su cuerpo hasta que solo la cabeza se veía por el techo. A Kaminari casi le saltaron las lágrimas.

—¡Broooo! —gritó Kirishima y agitando todo su brazo por arriba—. ¡Vinimos a ayudarlos!

—Eijirou, por el amor a todo lo santo, ¡no estés gritando! —masculló una gruñona voz desde el asiento del copiloto—. ¡Y ya métete o un camión te partirá al medio, maldito estúpido!

—¿Kiri? —preguntó Kaminari para sí y con una mano en el pecho—. ¿Bakubro...?

La otra puerta del asiento trasero se abrió. Pero Kaminari ya estaba saltando hacia el encuentro de todas las personas que llegaron en aquel automóvil.

El automóvil de Sero.

Los cabellos rosas y tan esponjados como una nube que pertenecían a Mina Ashido le recibieron de repente. Kaminari se detuvo para no chocar con la muchacha.

—¡Aquí andabas, sabandija! —Ella le golpeó en el pecho—. ¡Te hemos contactado todo el día y ni aparecías, maldito!

—Yo... —Kaminari balbuceó—. ¡Están aquí...! ¿Cómo sabían que...?

—Tonto, tú me dijiste que estabas en la estación —habló la voz de Jirou desde adentro del vehículo todavía—. Y conseguí que estos idiotas dejaran de buscar y viniéramos a por ti.

—¿Buscar? —Kaminari tragó saliva—. ¿Qué buscaban...?

Nadie dijo nada, ya que Bakugo chasqueó la lengua con frustración tras verlo con su típica expresión sorprendida y boquiabierta.

—Deja de quedarte paspando moscas —farfulló—. ¡Nosotros trabajando todo el día y tú como un imbécil por ahí!

—Anda, súbete, perdedor —Sero rio desde el asiento del conductor—. La noche todavía es joven.

Kaminari frunció las cejas. Y fue allí que descubrió el atuendo perfectamente pulcro de todos. Bueno, quizá pulcro no fuese la palabra —la mayoría no estaba peinado y tenían la ropa desacomodada... pero era obvio que llevaban atuendos de fiesta.

Aquello hizo que la sangre le hirviera. ¿Acaso pretendían irse de fiesta en un momento así...?

—¡Están locos si creen que vamos a ir de juerga esta noche! —bramó Kaminari—. ¡Todos ustedes son unos...!

La sonrisa eterna de Sero se esfumó un momento.

—¿Irnos de juerga? —preguntó su amigo; si bien estaba serio, se escuchaba la ironía y sarcasmo en su voz—. Kaminari, eres un cabrón desconsiderado, hay una niña perdida, ¿y tú estás pensando en juergas...?

—Típico de este tonto —Bakugo rodó los ojos—. Cara plana, dejémoslo aquí y que se lo coman las ratas.

—¡Katsuki...!

Mina le dio otro golpe en el hombro a Kaminari. Le tomó tan desprevenido que aquel sí le dolió.

—¡Estábamos volviendo de fiesta esta mañana cuando me llamó Ochako! —exclamó Mina—. ¡Ni siquiera he ido a mi casa a darme una ducha, tengo resaca, y aun así salimos en busca de la hermanita de Shinsou!

—¿Qué...?

—Kaminari, todos estamos muy preocupados —intervino una quinta voz; era una mujer—. Ochako también me llamó, y nos reunimos con Kyoka de inmediato para ayudar con la búsqueda.

Observó entonces al interior del automóvil. Allí, entre Jirou y Kirishima —que seguía con su cuerpo afuera de la ventanilla— se encontraba la dulce Yaoyorozu con los ojos llenos de preocupación.

—Queremos que Shinsou sepa que estamos buscando a su hermana por toda la ciudad —agregó Kirishima con una sonrisa—. Bakugo y yo patrullamos en bicicleta, Sero y Ashido fueron en el carro...

—Nosotras caminamos —agregó Jirou mientras enrollaba el cable de sus audífonos, los que llevaba colgados al cuello, entre los dedos—. Y el padre de Yaomomo ha sido tan amable como para pedirle a los guardias privados de su residencia que también patrullen por la zona en que Eri se perdió.

—¡Y ahora patrullaremos toda la noche también! —agregó Kiri—. Eso, hasta que Blasty alcance su punto máximo de malhumor y nos asesine a todos...

—¡Te escuché! —gruñó el rubio—. ¡Y te aviso que estoy demasiado cerca de ello!

Kaminari seguía sin responder una sola palabra. De hecho, ni siquiera era capaz de procesar el hecho de que todos sus amigos —¡e incluso Yaomomo!— estaban allí reunidos para ayudar a Shinsou con la desaparición de su hermana.

Solo el golpe en la nuca que Mina le dio pudo hacerlo reaccionar.

—¡Auch!

—Te lo mereces por no confiar en tus amigos —Ella frunció la boca y se llevó las manos a la cadera descubierta que dejaba su vestido negro de fiesta—. ¡Sé que somos una pandilla de idiotas, pero siempre estaremos para ti! Además, puedo llamar a mis padres para que nos ayuden con los asuntos legales. ¡Podríamos ayudar al papá de Shinsou!

—Sí, colega —Kiri acotó—. ¡Y para Shinsou también! ¡Quizá no seamos todos amigos, pero él te hace feliz! ¡Y si te hace feliz, a mí me hace feliz!

—Ei, no seas tan cursi —gruñó Bakugo—. ¡No sé por qué diablos perdemos el tiempo con esta mierda en vez de seguir buscando a través de la maldita ciudad!

—Chicos, yo... —Kaminari sentía que las palabras no lograban formar un hilo coherente en su garganta—. Yo... yo no sé qué decir...

Mina estuvo a punto de golpearlo por cuarta vez, pero él le sostuvo la muñeca. Su amiga sonrió al ver que de una vez por todas comenzaban a dejar de comportarse como un idiota pasmado.

Miró entonces a los demás. Kirishima —que sonreía de oreja a oreja— y a Bakugo con su mueca amargada. Sero sonreía como siempre lo hacía.

Yaomomo era un manojo de nervios, pero también le dedicó una tierna sonrisa de consuelo. Y por último a Jirou, que se llevó dos dedos a la frente a modo de saludo, y sonreía con algo de timidez, pero demostrándole que nunca dejaría solo a su trasero de mandril.

Kaminari sentía una sensación cálida y bonita por todo el cuerpo. Incluso descubrió que había empezado a llorar. Se tuvo que aferrar al cuello de Mina en un abrazo ya que era ella la más cercana.

Su amiga rio y le devolvió el fuerte abrazo. Ella siempre había sido la mejor para envolverte en uno; no importaba si eran amigos o desconocidos, Mina simplemente no se negaba a un abrazo si tenía la oportunidad.

—Ya nos podrías haber dicho que estabas de novio —susurró Ashido cerca de su oído—. ¡Me tengo que andar enterando de los chismes gracias a Ochako!

—Shinsou no es mi novio —Kaminari dijo tembloroso—. ¡Y no es momento de andar preguntando esas cosas! ¡Es un momento serio!

Kaminari no sabía cuánto tiempo pasó desde que abandonó a Shinsou en el interior de la estación de policía junto a su padre detenido; pero el muchacho todavía no aparecía por allí. No quiso pensar mal —o algo como que el oficial Hawks decidió que lo tendría retenido allí por sus actitudes violentas.

—No puedo irme —rezongó Denki—. Shin todavía no sale de la estación...

—Típico —dijo Bakugo—. ¡Que los malditos esclavos hagan todo el trabajo!

—Kat, ¿qué hablamos de controlar las emociones...? —preguntó Kiri en tono de reprimenda.

—¡Y un cuerno de controlar mis emociones! —masculló—. ¡Hay una niña perdida, y aquí ustedes jugando a las princesas!

—Kaminari debe mantener a Shinsou con calma —Jirou intervino mientras picaba en el costado de Bakugo con los dedos—. Es contraproducente que lo llevemos a buscar por su hermana.

—Sí, porque el no tener pistas y que corran las horas lo pondrá más nervioso —dijo Yaomomo con una mano sobre la mejilla—. ¡Pobre Shinsou! ¡Pobre familia!

—Nosotros haremos el trabajo, tigre —Mina le dio otro golpe con su puño, pero esa última vez fue más amistoso que como regaño—. Tú llévate a tu Romeo a que duerma un rato.

—¡Y nada de hacer otra cosa que no sea dormir! —dijo Kirishima.

Kaminari sintió que todo el cuerpo se le sonrojaba. Sabía que Kirishima solo lo decía a modo de broma para alivianar toda la tensión del ambiente, pero...

¿Cómo podía insinuar esas cosas en un momento así?

Aunque, la verdad, era Kaminari el que se sentía avergonzado de un chiste tan normal solo porque la noche anterior hicieron cualquier cosa excepto dormir.

Mina le alborotó el cabello rubio mientras se metía una vez más en el coche de Sero. Kaminari miró otra vez a sus amigos a los ojos —uno por uno, y se preguntó cuánto tiempo había pasado desde que estuvieron todos juntos de aquella forma.

A veces, uno se dejaba llevar por los rencores y frustraciones del momento. La falta de comunicación alejaba a las personas —y Kaminari hizo eso con sus propios amigos.

Se sintió terrible por no confiar lo suficiente en ellos como para confesarles que estaba mal. Que no siempre quería salir de fiesta, y que tenía muchas cosas guardadas bajo la piel y que le lastimaban en lo más profundo.

—Gracias —dijo Denki con un hilillo de voz y una sonrisa temblorosa—. Son los mejores amigos que alguien podría tener.

—¡Bro...! —Los ojos de Kirishima brillaron—. ¡Tú sabes cuánto te quiero!

—Ya lo sabíamos —Sero encogió los hombros sin dejar de sonreír.

—No agradezcas por algo que hacemos porque queremos, bobo —contestó Jirou con una mueca simpática—. No hay que agradecer solo por hacer lo correcto.

—Joder, voy a vomitar —agregó Bakugo.

Kaminari, que llevaba las manos apoyadas sobre la ranura de la ventanilla bajada, sintió los dedos de Mina acariciando en su piel de forma amistosa y dulce. Él siempre fue una persona cariñosa y que amaba sentir los abrazos y caricias de los otros —por lo que ese simple gesto le provocaba echarse a llorar otra vez.

Deseaba con todas sus fuerzas que Shinsou también estuviera allí. Quería que viera que mucha gente se preocupaba por él —y que nadie lo consideraba un fracaso por lo ocurrido.

Nadie culpaba a Shinsou por la desaparición de Eri. No era momento para echar culpas. Ni para juzgar, ni para hacer comentarios malintencionados y que cuestionaran las capacidades de su familia.

Era momento de unirse y buscar a una dulce niña que debía encontrarse aterrada.

Después, si los astros se lo permitían, Kaminari Denki buscaría a Chisaki Kai —y le patearía tan fuerte en la cara que tendrían que operarlo para quitar la marca de su pie.

—Cuando encontremos a la niña, y todos estemos felices y comiendo perdices... —empezó Mina, mirándole a los ojos con esos grandes y brillantes ojos dorados que ella tenía—. Hablaremos. Todos juntos.

Dio una última palmadita en la mano de Kaminari, luego de que Sero hiciera rugir el motor de su vehículo otra vez y amenazara con avanzar a través de la avenida, y en dirección hacia quién sabe dónde para encontrar algún atisbo de la pequeña Eri.

Mina asomó la cabeza cuando el coche avanzó lentamente. Su cabello rosa revoloteó con el viento, y gritó una última vez a Kaminari:

—¡Nos lo merecemos todos! —acotó ella—. ¡No quisiera perder a uno de mis mejores amigos! ¡Jamás!

Su voz quedó opacada por el rugido del motor y la veintena de vehículos que avanzaban a través de la noche. Pero la última sonrisa de una de sus mejores amigas —y que bien podría representar la de todo el grupo— alivió uno de los pesos que Kaminari llevaba en el corazón.

La Bakusquad también merecía su redención ;u;

A lo largo del fic han sido solo un grupo más de adolescentes pendejos. Lo cual no es técnicamente malo, ya que no podemos exigir a los jóvenes que tengan consciencia. Todos fuimos (o algunos todavía lo serán) jóvenes e inconscientes hasta que la realidad nos golpea. Y no hay que culpar a aquellos que todavía no consiguieron abrir los ojos, recuerden que no todos vivimos las mismas experiencias!

Los amigos de Kaminari lo aman, pese a todo. Y también se preocupan por el, y se dan cuenta que esto es algo más grande que todos juntos. Así que al menos se han calzado los zapatos y juntos ayudarán tanto a Shinsou como Kaminari

El próximo capítulo tiene un reencuentro bien intenso! Obvio ya se imaginarán cuál es xD todavía no levanten las antorchas, porque nos quedan varios capítulos de historia, no se olviden ;u;

Saben que soy cruel pero justa (???? Así que pueden dejar sus teorías sobre las próximas crueldades! ——>

Muchísimas gracias por todos sus bellos comentarios y sus votos ♥️ me animan mucho. Si todo sale bien, mañana hay final del fic raro! Todavía me falta escribir un poquitito mas del final ;;u;; y también hubo actu de DHYL el sábado pasado! Y un pequeño anuncio en HPE, por si algunos no llegaron a verlo u,w,u

Nos vemos el próximo jueves! Besitos ♥️

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