Capítulo 19

Me imagino a mí mismo

dejando ir a todos los que me lastimaron,

porque no me merecen.

¿Puedes imaginarme?

Diciéndole que no

a todos los pensamientos que intentan controlarme

Imagine Me — Kirk Franklin

La calma antes de toda tormenta siempre llegaba. Y Denki debió habérselo imaginado.

Pero, ¿cómo podría haberlo hecho?

Pasar las horas junto a Shinsou se había sentido como flotar en una nube. En cuanto Kaminari se dio cuenta que estaba irremediablemente enamorado de su amigo, sus piernas flaquearon con más frecuencia y su corazón latió con más intensidad cada vez que lo tenía a escasas distancias. Aunque...

¿Para qué mentir? Kaminari sentía cosas extrañas incluso cuando no estaban juntos. El simple recuerdo de Shinsou, o el de su sonrisa, evocaban un montón de sentimientos bonitos que no podía simplemente describir con palabras.

Cada cosa que Shinsou hacía o decía despertaba un trillón de sensaciones por su cuerpo a nivel físico. Como si diez mil voltios le recorrieran por todas las venas cada vez que le miraba a los ojos; ¿cómo podía ser eso posible?

Con el correr de algunos días, aquellas cosas comenzaron a desaparecer. Kaminari ya no se comportaba como un niñato con un crush juvenil y pasajero.

Comenzaba a sentir como si nada en el mundo valiera más que las horas al lado de Shinsou.

De repente su agitación se transformaba en calma; sus sonrojos, en cálidas sonrisas de tranquilidad. Los días o las noches a su lado, como el tiempo mejor aprovechado y más valioso.

Kaminari estaba de cabeza por Shinsou. Y cada vez se sentía más sincero y verdadero.

—Así que... el verdadero monstruo no era la criatura, sino el Doctor Viktor Frankenstein... —Escuchó que Shinsou decía tras mordisquear el lápiz—. Aquel al que todos temen y ven como una aberración, no es el verdadero monstruo...

Huh —Kaminari balbuceó mientras sacudía sus pies en el aire, la cabeza colgando de su cama—. ¿Cómo decías...?

Kaminari no había prestado atención de forma deliberada. No entendió ni una sola palabra de lo que Shinsou parloteaba —era solo que el timbre de su voz parecía retumbar por todo su cerebro y provocarle cosquillas en el estómago.

Shinsou apoyó el cuaderno sobre su regazo de una forma ruidosa. Kaminari salió de su ensoñación; algo aterrado, ya que Shinsou le estaba escrutando con la mirada y arqueando una de sus cejas.

—No escuchaste una puta mierda de lo que he dicho, ¿verdad? —preguntó Hitoshi usando una voz de ultratumba.

Kaminari se cayó de la cama por el miedo que sintió en ese momento. Su cuerpo entero rebotó contra el suelo alfombrado, pero eso no quitaba que sus nalgas se sintieran más aplastadas de lo usual.

—¡C-claro que sí te escuché! —Kaminari rio incómodo; al mismo tiempo, rodaba sobre la alfombra hasta que quedó con el estómago contra el suelo. Agitó sus brazos por todos lados—. ¡Eh...! Monstruo... Frankenstein... Frankenstein iba sobre un monstruo, ¿cierto?

Shinsou suspiró, cansado. Se apretó el puente de la nariz; como cerró sus ojos tan fuerte durante un instante, Kaminari se permitió observar más de cerca los rasgos de su precioso rostro.

Sus pómulos eran afilados. Tenía una tez más pálida que la mayoría en la escuela, lo cual le daba ese toque misterioso y fantasmagórico que tanto le intrigaba. Su nariz era respingada, y solía arrugarse ante el más mínimo cambio de mueca en su rostro.

Pero algo que no había notado hasta el momento, y es que sus ojeras parecían haberse acrecentado en las últimas semanas. Shinsou ya no se veía tan débil y flacucho como un par de meses atrás —Kaminari se aseguraba de que comiera bien, y le obligaba a trotar a su lado hasta su trabajo en el All Might's—, sino que había ganado algo de músculo y grasa.

Y aun así... Kaminari no le había notado tan desgastado como en ese momento.

—Oye, viejo... —Kaminari se arrastró con sus codos hasta que se acercó a Shinsou. El muchacho seguía frotándose la cara, y para llamar su atención, Kaminari apoyó la cabeza sobre su regazo—. ¿Estás bien? Te veo un poco cansado... puedes tomar mi cama y echarte una siesta.

Así podría mirarte mientras duermes, pensó Kaminari; pero se sintió algo siniestro luego de hacerlo.

No quería acosar a Shinsou —no era su propósito. Pero Shinsou siempre lucía tan tenso y cansado, pero de todas formas conseguía verse guapo como nadie más; Kaminari no podía imaginar lo hermoso y angelical que se veía en sueños.

Shinsou apretó la boca, un poco más tenso de tener a Kaminari con la cabeza en su regazo y batiéndole las pestañas. Una vez que notó aquello, se alejó para no incomodar más de la cuenta a su amigo.

Los dos permanecieron en un pequeño e incómodo silencio —de repente, la música rock ambiental que Kaminari siempre dejaba en volumen mínimo, se sintió de forma atronadora.

Shinsou soltó otro suspiro. Kaminari sabía que estaba a punto de contarle lo que le aquejaba —o, al menos, parte de ello:

—Mi papá viene cada vez menos a la casa... y tenemos demasiadas deudas... —Shinsou dijo con amargura—. Ni siquiera se toma el tiempo de ir a cobrar la pensión de... bueno, de papá... es básicamente el único sustento que nos queda. Mi salario no es suficiente.

Kaminari no quería sentirse como un entrometido, pero muchas veces se había cuestionado aquello —y allí tenía la oportunidad perfecta para averiguarlo. Intentó que su curiosidad no se viese tan obvia, ya que se irguió de repente y comenzó a morderse las uñas.

—Así que... —Denki carraspeó, desacomodándose el cabello—. Tu papá...

Shinsou negó la cabeza inmediatamente.

—Déjalo ahí —contestó el otro de forma brusca—. No deseo agobiarte con ese tema.

—Pero... —comenzó a balbucear—. No me agobias...

—Kaminari —Shinsou le cortó; su tono era cada vez más serio—, mejor déjalo ahí.

Tragando saliva algo incómodo, Kaminari asintió. Shinsou pareció apreciarlo, ya que sus hombros se relajaron y consiguió enfocarse otra vez en el desordenado esquema conceptual que le hizo sobre el gran clásico de la literatura del cual debían escribir un informe como trabajo final.

Pero Kaminari no consiguió relajarse o aliviarse —nunca había pretendido molestar a Shinsou, pero su pasado era algo que, últimamente, le generaba infinita curiosidad.

¿Quién era papá? ¿Qué le había ocurrido?

¿Había sido el causante indirecto de que Aizawa terminara de esa forma?

De las pocas veces que Denki visitó el hogar de Shinsou, solo una vez se quedó a solas en la sala de estar mientras su amigo se duchaba —y Eri le buscaba unas galletas—; y fue allí que vio por primera vez a aquel hombre de cabello rubio y largo, muy largo y también lacio.

No sabría decir por qué le llamó la atención. Tal vez fueron sus ojos verdes y divertidos, o su sonrisa de oreja a oreja, o incluso el simpático bigote que le agregaba varios años de edad.

O quizá le daba curiosidad el hecho de que nadie parecía mencionarlo.

Y el hecho de que Aizawa, el padre de Shinsou y de Eri, se encontraba sonriendo y dejándose abrazar por aquel hombre.

Pocas cosas despertaban el irrefrenable deseo de averiguar la verdad en Kaminari. Jirou una vez le había dicho que era de esos que preferían vivir en una mentira o fantasía —como si fuese el personaje de uno de los tantos libros que leyó durante su adolescencia.

No se equivocaba. Jirou le conocía como la palma de su mano; y era ella la primera que sufrió la mala costumbre de Kaminari de vivir en una fantasía, hasta que la realidad le pegó en la cara como una bofetada.

Cuando Jirou le contó su verdad, nada estuvo bien otra vez en la vida de Kaminari.

Y había una parte de su mente que le gritaba en su interior que en este caso sería parecido: que mejor debía dejar todo cómo estaba, que era el secreto de Shinsou y no suyo, que las cosas salían a la luz en el momento indicado, que algunas verdades estaban mejores cuando se las enterraba...

Pero la otra parte le suplicaba que lo descubriera.

Tal vez, de esa forma, podría terminar de comprender a Shinsou Hitoshi.

Kaminari hizo lo único que se le ocurrió en ese momento.

Lo cual fue correr con Jirou por un consejo. El que fuera. Pero lo necesitaba de manera urgente.

Fue la madre de la muchacha quien le abrió la puerta de su hogar entre sonrisas. Ella preguntó a Kaminari si necesitaba algo, a lo que él rechazó de forma amable. Tenía planeado invitar a Jirou a comer una hamburguesa, si es que la muchacha aceptaba.

Aunque si no... siempre podía arrastrarla. O hacer berrinche hasta que Jirou decidiera aceptar solo para ya no escucharlo.

Pero sus planes se vieron aguados cuando abrió despacio la puerta de su dormitorio —desde afuera podía escucharla componiendo algo de música.

Sus dedos rasgaban las cuerdas de la guitarra eléctrica de una forma suave. Su voz salía en un tono que no era meloso, ni chillón ni exagerado; Jirou tenía un excelente timbre para el canto, y había pasado tantos años junto a la música, que ella ya sabía todas las formas de manejar su voz a la perfección.

La canción era una que Kaminari jamás había escuchado, ni leído. Cuando ellos todavía tenían sexo, él solía tomar su cuaderno de canciones para espiar en las letras que Jirou componía durante noches de insomnio.

Al principio ella solía quitárselo a los gritos, amenazando con echarlo a la calle sin su ropa. Pero con el paso del tiempo, terminó aceptando que Denki echara un vistazo en la parte más profunda de su alma.

Y su música era bella, pero más que nada era triste. Y le ponía triste no poder entender sus letras del todo; porque Kaminari había pasado años viviendo en su pequeña burbuja de felicidad, que nunca realmente comprendió que existía tanta gente triste en el mundo.

Hasta Jirou.

Y hasta Shinsou.

Fue, tal vez, gracias a esos dos que terminó descubriendo que él también estaba triste: solo que nunca había sabido lo que significaba estar triste.

En su mundo solo existía la felicidad juvenil, la despreocupación y el tenerlo casi todo servido en su mesa.

Ni siquiera supo que había comenzado a llorar. Si era por la canción de Jirou —que hablaba sobre sentirse sola en un mundo de chicas solitarias—, o porque se daba cuenta de todas esas cosas, al fin... pues no lo sabía.

—Sabía que eras un stalker, pero no para tanto —Jirou sonrió de costado tras rasgar una última vez su guitarra—. ¿Otra vez mi madre te dejó entrar...? Le dije que debíamos cuidarnos mejor de las plagas... ¿Kaminari?

Jirou apenas levantaba la cabeza de su cuaderno que cargaba entre las piernas para observar a Denki. Él se sorbió la nariz, desviando la mirada unos segundos mientras parpadeaba rápidamente para alejar las lágrimas.

Cuando sintió que al menos podía contenerlo, giró su cabeza hacia una anonadada Jirou, y le sonrió:

—Tu canción es hermosa —dijo con cuidado—. Ya sabes, cuando te hagas famosa, podré presumir de haber sido tu amigo...

Kyoka sonrió con algo de tristeza. Ella depositó su guitarra al costado de la cama, y palmeó un lugarcito al lado de ella para que Denki se acercara. La cama era amplia, y la frazada a cuadros blancos y negros traía demasiados recuerdos, al igual que el sinfín de instrumentos intimidándole cada vez que se quitaba la ropa.

¿Sus sábanas seguirían oliendo a perfume de vainilla? ¿Su almohada seguiría igual de dura, como a Jirou le gustaba? Él recordaba quedarse dormido ante ese aroma, y el calor del cuerpo de la muchacha junto a su piel desnuda.

Y aunque los recuerdos fueran hermosos, Kaminari no podía sentir que los anhelaba; su alma deseaba otra cosa que todavía no era capaz de alcanzar.

Otra cosa totalmente distinta, pero que le robaba el aliento con más fuerza que sus dulces recuerdos junto a Jirou.

—Sí, claro —bufó ella—. Seguro yo me haré famosa en un mundo lleno de chicas preciosas y talentosas...

Kaminari se acercó hasta el lugar que ella palmeaba. Jirou había bajado la cabeza hasta sus piernas, y él se sintió como el idiota más grande del mundo.

Segundos atrás, Jirou había brillado con luz propia mientras hacía música. Y ahora se las había arreglado para hacerla sentir de una forma horrible, otra vez.

—Tú eres preciosa y talentosa —Kaminari replicó—. Y en todo caso, no está bien que te compares con otras...

—Yo lo sé —Jirou llevó las rodillas hasta el pecho; se abrazó entonces a sí misma—. Lo que realmente no sé, es qué tanto éxito podría tener una chica como yo...

—¿Una chica maravillosa, divertida, guapa, que folla como los dio-...? ¡Auch! —Denki se sobó el lugar en la nuca que Jirou golpeó de forma veloz—. ¡Y una chica muy violenta, por lo que veo!

—Ya deja eso —Ella suspiró, fingiendo reírse pero mostrándose cansada también—. Sé que quieres hacerme sentir mejor...

—Solo digo la verdad...

—Pero Yaomomo también lo ha intentado —terminó Jirou—. Y ni aunque bajara Freddie Mercury del cielo a decirme que tengo el talento para tener éxito en la música se lo creería... tampoco es que quiero escuchar esas palabras una y otra vez...

Kaminari se quedó en silencio. Sintió un nudo en la garganta, ya que no tenía ninguna idea de cómo consolar a su amiga. Jirou había estado para él en todas las que él necesitó, pero ella tenía una vida mucho más compleja que la suya.

Y él era un muchacho simple. Demasiado simple, y soso, y con una vida que debería haber sido feliz.

¿Qué derecho tenía a inmiscuirse en la vida de todas esas personas que sufrían las cosas más a fondo?

Por lo que eligió realizar lo único que sabía: hacer el tonto para distraer a las personas.

—Así que... —Kaminari golpeó a Jirou con su hombro, picándole en una mejilla mientras sonreía—. ¿Tú y Yaomomo...? Es muy guapa, si me preguntas. E inteligente. Y amable. Y dulce...

Jirou rodó los ojos, sujetándose la cara con ambas manos. Negó varias veces, antes de volver a hablar:

Sabía que dirías eso —Ella chasqueó la lengua—. ¿Tienes que ser siempre tan predecible? Hombres.

—¿Sabes que eso solo confirma mi punto? —continuó Denki—. Quizá te diste cuenta que los hombres no estamos a tu maravillosa altura...

Jirou le dio otro golpe en la nuca, pero esa vez se lo tenía merecido —Kaminari había hecho una seña algo burlista acerca de la pequeña estatura de Jirou. Un chiste tonto, pero que siempre funcionaba para molestar y hacer sonreír a su amiga a partes iguales.

—Solo somos amigas —Jirou soltó tras haberse dado la vuelta en su cama para darle la espalda; pero le miró de reojo un instante—. Igual que tú y Shinsou.

Kaminari dio un respingo al escuchar su nombre.

—¡No estamos hablando de Shinsou! —masculló nervioso—. ¡Hablamos de Yaomomo!

—Ah, ¿pero no era por eso que viniste? —Jirou arqueó una ceja—. Juraría que tus visitas espontáneas siempre eran para follar o para un consejo... y dado que no voy a follar contigo hoy...

Kaminari abrió la boca varias veces, pero nada salía de ella. Jirou solo se limitó a sonreír de forma más amplia al darse a sí misma la razón sobre las intenciones del chico en su cama.

¿Acaso era tan jodidamente obvio y predecible?

A veces odiaba ser un hombre.

—Ya escúpelo —Jirou se volvió a girar contra la pared; como no podía enfocarse en su cara, vio que llevaba el cabello en un moño desarmado y tenía su pijama de tirantes—. Dado que me interrumpiste, espero que no sea alguna idiotez tuya que debamos buscarle una solución.

Kaminari juntó las yemas de sus dedos índices. Se sentía bastante nervioso de pensar en Shinsou.

—Ah, no es eso...

—¿Entonces...?

—Pues —Kaminari carraspeó varias veces—, hay algo de Shinsou que necesito descubrir para poder ayudarlo... siento que eso me ayudará a entenderl-...

—No —espetó Jirou de forma repentina, asustándole en el proceso.

—¡¿Eh?!

—Dije eso que escuchaste: no —Jirou repitió mucho más seria—. No necesitas andar husmeando por ahí. Si Shinsou quiere decírtelo, lo hará. Algún día. O tal vez no. De todas formas, no es tu lugar averiguarlo...

—¡Pero, Jirou! —Kaminari se puso de pie—. ¡Eso que ha ocurrido le hace daño a Shinsou! Tal vez si lo descubro, podría saber cómo...

—¡Te dije que no! —Jirou estalló, dándose la vuelta para enfrentarlo—. Ya hemos discutido por esto, y no me hagas discutirlo otra vez contigo: deja de querer reparar a las personas.

Kaminari sintió el nudo en la garganta de forma más pesada. Especialmente porque todo el rostro bonito de Jirou se había transformado en una mueca de seriedad y furia, mezclado con el rencor de angustias pasadas.

Las lágrimas otra vez amenazaban con salir. No tenía idea de por qué estaba tan sensible últimamente.

—Pero él tiene demasiado peso por sí mismo... —Kaminari tragó saliva—. Y sé que no quiere agobiar a otros, por eso no lo dice...

—O quizá tiene miedo al rechazo. A las burlas. A las miradas que te juzgan. A sentirse vulnerable... —Jirou se dio la vuelta otra vez; posiblemente estaba al borde del llanto también—. No siempre es para no agobiar a los demás, y lo sabes perfectamente.

Kaminari sintió que se le doblaban las rodillas. Se dejó caer en un sofá individual color rojo que Jirou tenía en su cuarto. Solo cuando se apoyó en él, sintió que aterrizaba sobre cientos de partituras y papeles hechos un bollo.

—Sé que te culpas por no haber podido repararme —dijo Kyoka tras un minuto de silencio; ella miraba hacia afuera, los ojos perdidos—. Sé que querías hacerlo...

—No quiero repararte —Kaminari fue capaz de decir—. Eres perfecta así como eres...

—No lo soy —Jirou le cortó con brusquedad; su voz hacía el esfuerzo de no romperse—. Y eso está bien, a su retorcida manera. No puedo ser perfecta. Sufrí anorexia, tengo demasiadas recaídas, la ansiedad me carcome por las noches... e incluso si lo superase del todo, jamás podría ser perfecta otra vez. Pero tampoco quiero serlo.

Kaminari no pudo decir nada; no supo cómo es que Jirou tenía la fuerza para seguir hablando sin quebrarse.

Ella rodó sobre la cama hasta que sus dedos alcanzaron las cuerdas de su guitarra. Jugueteó un poco con ellas, sacando algunos acordes que pecaban de desafinados cada tanto —tal vez eran los ojos anegados en lágrimas que le impedían ver correctamente la guitarra.

—No es que no haya querido salir de esto —continuó—. Dios... he querido más que nada salir de todo esto.

—Pero podrías hacerlo. Podría haberte ayudado más —Kaminari soltó—. Podría...

—No podrías haber hecho nada —Le cortó la chica—. El amor no puede curarme. El amor no puede curar a Shinsou. Al menos no el amor que tú piensas...

—Pero puede ayudar —discutió Denki una vez más—. Puede darte esperanzas... para salir del pozo...

—El amor del que tú hablas no puede arrojarte una cuerda para que salgas del pozo, Kaminari —Jirou le miró a los ojos sin pestañear—. Solo uno mismo puede salir, usando sus propias manos para arrojar la cuerda hasta arriba... depender siempre de que otro la arroje es peligroso. No siempre habrá alguien dispuesto a hacerlo.

Para aquellas alturas, el agarre en su garganta ya amenazaba con asfixiarlo. Kaminari no podía respirar. Se sentía un completo inútil. Vacío.

Quizá era un idiota.

Quizá en verdad no podía hacer nada bien.

Sintió las frías manos de Jirou tomarlo por las mejillas. No tuvo idea en qué segundo se levantó de la cama, con su pijama arrugado y los pies descalzos; tomó asiento sobre el apoyabrazos del sofá, y obligó a que los ojos acuosos de Kaminari le mirasen a los suyos.

—Pero, ¿quieres saber lo que sí puedes hacer? —preguntó ella con voz trémula—. Y sé que lo harás bien... porque lo hiciste conmigo...

Su voz era cada vez más un susurro. Debía ser su forma para no dejarse llorar —para no permitir que el nudo de ella la terminase de asfixiar como él.

—Puedes sujetar la cuerda —habló Jirou. Sus ojos empezaron a brillar—. Puedes quedarte arriba, esperándole. Dándole ánimos. Asegurándote que la cuerda no se rompa, que no se deje caer por voluntad propia otra vez en el pozo...

Algo dolía en el centro de su pecho. No podía ser su corazón; las emociones estaban en el cerebro, ¿no? O eso es lo que Shinsou le decía cuando intentó ayudarle con el examen de biología.

Pero entonces, ¿por qué Kaminari sentía como si una mano invisible atravesó sus costillas y retorciera todo lo que había allí adentro?

—No necesitas conocer el fondo para sujetar la cuerda —Jirou negó; una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla—. No tendría sentido para ti... diablos, no tiene sentido ni para el dueño del pozo...

Jirou bajó la vista un momento. Dio un largo y cansado suspiro. Kaminari olió la vainilla en su cuello cuando se acercó lo suficiente para secar la única lagrimita que vio brotar de sus ojos.

Ella volvió a levantar la mirada, y aunque sus ojos reflejaban tristeza, le sonrió.

—Pero... —Kaminari trató de replicar—. Pero...

Jirou le depositó un dedo en los labios. Ella hizo una mueca más severa.

—No arruines el momento, bobo —Le espetó la chica—. Quédate con la lección que te doy. No me hagas haber hecho llorar por nada...

Kaminari esbozó también una sonrisa al ver otra vez su ceño fruncido. Tenía la nariz y las mejillas rojas, pero volvía a verse como la Jirou de siempre.

Él se abrazó de su cintura. La diferencia de niveles solo le permitió apoyar la cabeza sobre su regazo. La muchacha intentó liberarse un momento, pero terminó desistiendo ante el amarre de acero de Kaminari.

Sintió los dedos de Kyoka enredarse sobre su cabello rubio. Ella se los acarició, mientras él dejaba que las lágrimas que estuvo aguantándose murieran sobre la tela de sus shorts aguamarina.

La voz de su amiga le tarareó una canción. No tenía letra, y la había escuchado solo una vez, pero la pudo identificar: era la melodía de la canción con la que la encontró cantando esa misma tarde.

Jirou y Kaminari quedaron de esa forma durante varios minutos. Horas. O tal vez una eternidad.

Quizá su cuerpo físico siguiera allí; entre el aroma a vainilla, la calidez de un cuerpo que ya conocía y una dulce voz que le calmaba al oído.

Pero su mente y su corazón habían volado lejos: a la casa de un muchacho con la mirada más triste que jamás había visto.

Este capítulo no me ha costado de escribir en particular... pero me puso muy sad cuando lo terminé ;o;

Se que el ShinKami hoy fue nulo, pero... es importante! Vemos un poco más del pasado de Jirou, e indirectamente se conecta con Kaminari y su manera de tratar a Shinsou... no sé si se ha notado, pero Kaminari tiene un complejo de culpabilidad por no haber sido suficiente para Jirou... y aquí quiero aclarar algo por si se malentiende

Jirou NO se refiere a que no puedes ayudar a otros que están mal. Pero tampoco puedes salvarlos, porque es algo mucho más complejo que "mejoró con amor" o "el amor todo lo puede". Sin embargo, no tienen que olvidar que el apoyo de otros es una parte clave en el proceso de mejorar. Si bien es algo que debemos superar por nuestra cuenta, siempre se necesita un clave a tierra que te sostenga cuando quieras tirar todo a la mierda otra vez u.u

Y ahora Kaminari quiere ser suficiente para Shinsou, también. Y por eso quiere involucrarse a toda costa, porque cree que tal vez así pueda salvarle de "sus demonios", aunque está bastante errado...

Peeeeeero ya ahondaremos dentro de pocos capítulos en todo este temita. ¡Se viene lo más intenso dentro de poquito! Es increíble pensar que ya vamos más de la mitad de la historia, y desearía taaanto que fuese eterna ToT pero me hace feliz saber que estoy solo a 9K palabras de alcanzar las 100K en el archivo, nunca pensé llegar a tanto con este fic que literal surgió DE LA NADA MISMA

¡¿Teorías?! ¡El próximo capítulo tiene soft y angst a partes iguales! Pueden dejar por acá lo que piensan --->

Ah, y sip, la canción de hoy no solo sería algo que Shinsou podría decirle a Kaminari, sino también de la misma Jirou ;u;

¡Muchísimas gracias por todos sus bellos comentarios y votitos! ♥️ Saben lo feliz que me hacen ;u; ya ando avanzando mucho más con este fic, y me siento súper tranquila. Eso es porque actualicé ayer DHYL (aviso porque Wattpad andaba medio pendejo) y pues seguiré un poco más con EAV antes de seguir con la actu de HPE. Les agradezco también la paciencia

¡Nos vemos el otro jueves! Besitos ♥️

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