Capítulo 17
❝Pusiste tu brazo alrededor mío, por primera vez.
Hiciste una rebelde de la hija cuidadosa de un hombre descuidado.
Eres lo mejor que ha sido mío❞
Mine — Taylor Swift
Kaminari deambuló como un alma en pena al día siguiente en la escuela.
Era como si nada tuviera sentido de repente. Concentrarse en las clases era imposible, y estuvo a un pelo de ser enviado a detención y de recibir un reporte extra por pasársela dormitando sobre el pupitre.
No había sido capaz de pegar el ojo la noche anterior.
Nada tenía que ver con el regaño de sus padres, que le hicieron sentir como el peor hijo del universo al cual encontraron asaltando un banco, pateando perritos o esnifando cocaína.
O con el hecho de que sus padres no tenían ninguna vergüenza en recalcarle que Naomi, la hermana que jamás había conocido, seguramente no sería capaz de darles aquellos dolores de cabeza. Había sido una niña muy dulce, según todos.
Por supuesto que no les daría dolores de cabeza, pensó con amargura. Está muerta.
La gente tenía la mala costumbre de apreciar a los muertos porque simplemente ya no estaban allí, y no había que lidiar con ellos. Y en ese afán, menospreciaban a los vivos... solo porque tenían demasiada pereza para comprenderlos, o darles el amor que verdaderamente merecían.
Pero no era importante. Ya no.
Aunque tampoco tenía que ver con la retahíla de mensajes que le habían dejado sus amigos en WhatsApp. Durante todo el fin de semana tuvo el móvil sin los datos ni tampoco WiFi; se había sentido jodidamente bien estar desconectado de todo el planeta.
De hecho... ni siquiera fue capaz de darse cuenta de su desconexión.
Estaba demasiado concentrado en otras cosas como para ocuparse de un jodido celular.
Sintió un codazo en las costillas. Estaban en el laboratorio de química en ese momento; y no necesitaba voltearse para saber qué era Jirou la que acababa de darle un fuerte golpe que le dejó un agudo dolor. Tuvo que sobárselo, pero eso no fue suficiente.
—¡¿A ti qué te pasa?! —masculló Kaminari en susurros, transformando su cara en una mueca molesta.
Esa mañana no estaba de humor para ninguna clase de bromas. Pero Jirou tampoco parecía estarlo —esas cosas nunca terminaban bien.
—¿Qué te pasa a ti? —replicó ella, igual en murmullos pero con bastante intensidad. La vio rodar los ojos, pegada a su cuaderno lleno de notas y fórmulas—. No pretenderás que haga todo el trabajo práctico yo sola, ¿no?
—¿Qué más da? —Denki suspiró, dejándose caer sobre su taburete. Se apoyó tan fuerte sobre la mesa que algunos tubos de vidrio repiquetearon—. Sabes que si te ayudo, lo voy a arruinar todo.
Jirou le dio otro golpe, esta vez más fuerte y en la base de la nuca. Kaminari se quejó entre dientes, exigiéndole con la mirada algunas explicaciones.
Ella estaba echando chispas por los ojos. Jirou solía verse molesta una buena parte del tiempo, pero nada como aquello; a su amiga poco le agradaba verlo comportarse de manera extraña. Sin los chistes ni las sonrisas, como si hubiese decidido de repente meter al verdadero Kaminari al fondo de un viejo y polvoriento cajón.
—¿Qué diablos dices? —preguntó—. Pensé que habíamos superado toda esta estupidez de que eres un tonto. Eres un tonto en tu alma, pero eres más inteligente de lo que crees.
—Díselo a mis padres —bufó Kaminari—. Si fuese por ellos, seguro me enviarían al liceo militar. No sé por qué de repente parece que me odian...
Tanto él, como Jirou, fingieron escuchar al profesor durante unos minutos. Estaba mirándoles bastante mal por pillarlos cuchicheando —y puede que fuese tolerante, pero en cualquier momento podría echarlos del salón.
Jirou exhaló un suspiro agotado.
—Es la época del año, ¿no? —carraspeó ella. Estaba enfocada en remarcar su dibujo de una clave de sol en la esquina del cuaderno—. Naomi...
—Sí, Jirou —Kaminari dijo abruptamente—. Sé que mis padres eran felices con Naomi, y que me tuvieron en un intento de llenar el vacío que les dejó su hija muerta...
Su amiga, que solía verse enojada cuando Kaminari decía alguna mierda del estilo, le miró de repente con horror en los ojos.
Fue en ese instante que Denki se dio cuenta de lo ácido y cínico de sus palabras. Se sintió como un ser bastante desagradable.
—¡Sabes que no he insinuado eso! —Jirou ahogó un grito—. ¿Cómo crees que yo...?
—Déjalo, Jirou —Kaminari le cortó; su voz estaba algo rota y la garganta apretada—. Realmente no tengo ganas de hablar. Perdóname...
Jirou no dijo nada. Le miró un segundo con lágrimas en los ojos —y por una vez, Kaminari sabía que no era por haberla herido personalmente a ella con sus palabras.
Jirou siempre había sufrido y padecido el no saber cómo ayudar jamás a Kaminari. Y no es que él le pusiera demasiado fácil las cosas a los demás.
¿Por qué estaba pensando en tanta basura esa mañana?
Debería haber estado disfrutando el hecho de que tenía diecisiete años. Y de que su fin de semana fue mejor que muchos otros, dentro de todo.
Pero Kaminari estaba dándose cuenta que, quizá, la fuente de todo lo malo que estaba sintiendo es porque el fin de semana había sido demasiado bueno y mejor de lo que esperaba.
Y esa no era su realidad. Nunca lo sería.
La verdadera realidad fue la que obtuvo al regresar a su casa la noche anterior.
Kaminari prosiguió con su día como si estuviese teniendo una experiencia extracorporal. Él no se sentía en el mismo plano que los demás de la escuela, y a nadie le importaba lo suficiente como para acercarse.
Se sintió bastante solo aquella mañana; pero también se lo tenía ganado.
A la hora del almuerzo, Kaminari fue hasta la cafetería arrastrando los pies. Se había olvidado su billetera en la casa, así que solo pudo conseguir una cajita de zumo de manzana y una barra de chocolate de una marca de dudosa procedencia en la máquina expendedora.
La cafetería estaba abarrotada. El olor de las albóndigas del día le hizo rugir el estómago, pero plastificó una sonrisa en su cara mientras buscaba la mesa usual que solía compartir con sus amigos.
Tendría demasiadas explicaciones que dar. Pero Sero, Ashido y Kirishima habían decidido no darle demasiadas vueltas al asunto —la misma noche anterior estuvieron bromeando, aunque algo tenso al principio, de la misma forma que siempre.
Kaminari los encontró no muy lejos. Por supuesto, distinguir el pelo rosa chicle de Mina no era difícil de encontrar. Y estaba pegoteada a la espalda de Sero, lo cual era mucho menos una sorpresa.
Se encaminó hacia la mesa. Denki fue murmurando para sí mismo una atolondrada disculpa por su desaparición, pero se detuvo abruptamente al sentir una mirada clavándose en él.
Si las miradas pudiesen quemarte vivo, Kaminari estaría más rostizado que King's Landing en el penúltimo capítulo de Game of Thrones.
Puede que la mayoría de sus amigos decidiese no dar mucha importancia a su desaparición —lo cual dolía, si era honesto—, pero había uno de ellos que no permitiría que pasara desapercibido.
Bakugo Katsuki era el rey de los rencorosos.
Kaminari se quedó anclado al suelo pegajoso de la cafetería mientras devolvía la pesada y aterradora mirada escarlata de Bakugo. El rubio siempre tenía mala cara —y nadie en la mesa parecía darse cuenta. Mina estaba contando algún chiste que hacía reír a Sero y Kirishima.
—Oh, joder... —Kaminari musitó para sí mismo.
Bakugo levantó el mentón de forma desafiante. Como si le retara a acercarse, y afrontar las consecuencias de haberse comportado como la mierda con los amigos que solo querían festejar con él su cumpleaños.
Tragó saliva con dureza. Kaminari podía pecar de muchas cosas. Y una de ellas era ser bastante cobarde.
Giró sobre sus propios talones. Todavía podía sentir la asesina mirada de Bakugo sobre su nuca, pero al menos no le caería su furia destructora. Tal vez podría esperar a que se le pasase...
Si es que alguna vez se le pasaba.
Kaminari encontró una mesa vacía de la cual se apoderó rápidamente. Era de las más solitarias y pequeñas, casi en un rincón apestoso que nadie recordaba en la cafetería.
Arrojó la cajita de zumo y la barra de chocolate. Se agarró entonces la cara con ambas manos y apretarse los ojos con la base de las palmas hasta que vio puntos multicolores.
—Todo es un asco —masculló en voz más alta—. De verdad soy un idiota...
Kaminari jugueteó un momento con el papel metálico del chocolate. Ya no tenía tanta hambre, de repente —el bullicio de la cafetería y el atronador silencio en su mesa eran suficientes para hacerle sentir como la mierda.
Jirou no estaba a la vista, ni tampoco Momo Yaoyorozu —a ambas les gustaba almorzar en el campus, al aire libre, lejos de todo el ruido y la locura. Pensó que podría escabullirse con ellas, pero odiaba hacer sentir a Jirou como su segunda opción.
Escaneó la cafetería de forma automática, en busca de alguien más. Había intentado no pensar en él durante la mañana, y aunque fue casi imposible, lo logró en su gran mayoría.
Sabía que era en vano, ya que rara vez se aparecía a la hora del almuerzo. Hasta que...
Kaminari abrió la boca con sorpresa al encontrar una cabellera color índigo y despeinada en una de las mesas más pobladas de la cafetería.
Estaban todos riendo a carcajadas. Midoriya Izuku tenía la nariz y la boca manchada con refresco de naranja, y Uraraka Ochako estaba roja de tanto reírse de aquello. Iida Tenya agitaba sus brazos mientras intentaba tender una servilleta al pobre chico; Aoyama Yuuga se observaba en su espejo plegable, mientras que Tsuyu Asui charlaba animadamente con un calmado Tokoyami Fumikage.
Pero lo que más sorprendió a Kaminari fue ver a Shinsou Hitoshi, junto a Todoroki Shouto, conversando como si aquellos dos tuvieran algo en común y se convirtieran en mejores amigos de repente.
Bueno, estaba comportándose de forma estúpida. ¡Claro que podían tener cosas en común!
Shinsou era una persona maravilla. E increíble. Cualquier ser humano en esa cafetería debería haber dado su vida con tal de tener el honor de pasar solo unas horas de su existencia junto a alguien como Shinsou.
Se le encogió el corazón al pensar en todas esas cosas. No debería haberlas estado pensando, y no justamente cuando le miraba parlotear con otro hombre —uno bastante guapo, si le preguntaban.
¿Por qué Kaminari no se lo había dicho durante el fin de semana?
¿Lo maravilloso que era y lo mucho que apreciaba en darle todas las posibles horas que podía de su existencia...?
Un ruido seco de una bandeja cayendo en la mesa le hizo dar un salto que lo sacó de sus pensamientos. Los cubiertos repiquetearon, e incluso un poco de la leche del cartón se vertió sobre toda la mesa.
Kaminari dio un respingo, pero suspiró tranquilo cuando vio la traviesa sonrisa de dientes afilados.
Sin embargo, medio segundo después dio otro respingo al caer en cuenta en que, efectivamente, ver aquella sonrisa era una verdadera sorpresa dadas las circunstancias.
—¿Qué haces aquí? —inquirió Denki, perplejo—. No pensé que Bakugo te lo permitiría...
El chico de sonrisa afilada y de cabello rojo le miró con algo de sorpresa. Decidió ignorar sus palabras, y depositó sus fibrosas piernas por encima de las banquetas alrededor de las mesas de la cafetería.
Se sentó frente a su bandeja, tomó el tenedor entre sus dedos, y pinchó una de las albóndigas cubiertas con salsa para darles un mordisco. Una vez que terminó de masticar, todavía con la boca llena, habló divertido:
—He almorzado con mi mejor amigo desde que entré en la academia —Tragó—. ¿Por qué haría una excepción en este día?
Kaminari esbozó una sonrisa temblorosa. Estaba seguro que incluso debía haberse sonrojado.
—Kirishima...
—Bro, no pienso dejarte nunca solo —Le interrumpió Kiri. Pinchó otra albóndiga y se la tragó entera—. No es como si un error me haría dejar de ser tu amigo. ¡No tenemos cinco años!
—Dile eso a tu novio... —Kaminari rodó los ojos—. Siempre encuentra una nueva excusa para odiarme.
—Blasty es solo muy territorial, no deberías tomártelo a mal —Kirishima siguió masticando—. Solo tiene miedo que nos cambies, es todo. ¡Pero he tratado de convencerle de que tú nunca nos dejarías!
—¿Bakugo? ¿Preocupado de que yo me vaya? —Denki bufó, divertido e irónico—. Por supuesto, y yo no aprobé geografía leyendo las respuestas en mi celular...
Kirishima solo encogió los hombros; no parecía tener ganas de discutir, pero tampoco lucía como si quisiera darle la razón a Kaminari. Mientras su amigo tragaba las albóndigas con torpeza, Kaminari se encogió sobre sí mismo. Pensando.
¿Bakugo tendría miedo de que los abandonase?
¿Por qué pensaría esas cosas...?
Kirishima, que le conocía como a la palma de su mano, y que a veces parecía leerle la mente, volvió a abrir la boca:
—Bakugo cree que has encontrado alguien que te hace más feliz —Kirishima tomó su cartón de leche—. Y yo le dije que eso no significa nada, que muchas personas pueden hacerte feliz...
—Si cree que los voy a dejar por Jirou... —Kaminari suspiró—. Ya saben muy bien que eso no es así. Llevo bastante tiempo siendo amigo de ella, y además Bakugo también lo es, y...
—No hablo de Jirou —Kirishima rio—. Estoy hablando de Shinsou.
El corazón de Kaminari se hundió a sus pies. Luego, comenzó a latir con fuerza —como si quisiera recordarle que seguía allí.
Automáticamente sus ojos buscaron a la mesa donde Shinsou almorzaba junto al grupo de amigos de Midoriya. Lo vio sonreír por un milisegundo, pero se forzó a volver a enfocarse en Kirishima.
Agradeció que su amigo estaba demasiado ocupado tragando albóndigas como para notar su desliz.
—¿Qué motivos tienes para creer eso? —Kaminari carraspeó, riendo incómodo—. Solo soy el tutor de Shinsou...
—¡Oh, vamos! —Kirishima pinchó otra albóndiga, agitándola en el aire mientras hablaba—. ¿Te crees que no lo sé? Me he cruzado a Midoriya con una niñita en el centro comercial este sábado...
—Oh —Atinó a decir, nervioso, dándose cuenta hacia donde iba todo aquello.
—Una niñita que resulta ser la hermana menor de Shinsou —terminó Kiri—. Y que estaba cuidándola Midoriya ya que Shinsou se fue a un viaje de campo con un amigo...
—Oh.
Kaminari tamborileó sus dedos sobre la mesa. Podía sentir a Kirishima observándole, esperando alguna clase de respuesta de su parte.
—¿Y bien? —preguntó su mejor amigo. No se escuchaba molesto—. ¿No te vas a defender?
—No puedo decir nada, fiscalía —Kaminari suspiró abatido—. Porque soy absolutamente culpable.
Denki había levantado la mirada para observar a su amigo cuando se lo decía. Kirishima se quedó unos segundos en silencio, casi sorprendido, pero estalló en carcajadas que hizo que las mesas aledañas les prestaran demasiada atención por un momento.
—¡Lo sabía! —Kiri dio un puñetazo a la mesa que hizo que su bandeja rebotara—. ¡Sabía que mi bro era un donjuán!
—Oye, no lo digas así —Kaminari masculló a la defensiva—. ¡Tengo una reputación que mantener!
—La reputación la perdiste cuando bailaste arriba de la mesa del comedor de mis suegros... —Se estaba aguantando la risa—. Pobre Masaru... casi le da algo...
—¡Pobre yo, que Mitsuki casi me deja calvo y sin huevos!
Kirishima ya no pudo aguantarse la risotada. Kaminari tuvo que apretarse la boca para no reír de forma escandalosa con su mejor amigo en todo el universo —los demás chicos de la escuela iban a mirarles mal.
Pero, ¿qué importancia tenía en ese momento?
Kaminari y Kirishima se rieron como dos focas epilépticas, mientras recordaban las viejas épocas de gloria cuando lo único que tenía sentido en sus vidas era embriagarse y conseguir alguien con quien follar.
Tenían demasiadas anécdotas de ese tipo. Como Kirishima y Bakugo masturbándose en el probador de un local de ropa, o Kaminari casi consiguiendo un trío en una discoteca que lograron colarse cuando cumplieron dieciséis.
La adolescencia era estúpida. Te hacía tener las prioridades en el trasero —quizá apenas tuviera diecisiete años y siguiese siendo un adolescente, pero creía que el nuevo año le había hecho cambiar un poco.
No, se detuvo. No ha sido tu nuevo año de vida.
Había sido alguien más.
Sus ojos volvieron a dirigirse a la mesa donde Shinsou ahora escuchaba a Tsuyu Asui hablar parsimoniosamente de algo. Tokoyami había caído dormido sobre la mesa de la cafetería, y la muchacha había buscado una nueva víctima.
Y Shinsou la observaba curioso, escuchándola como si de verdad le interesara lo que decía. Pero nada tenía que ver con que fuera Tsuyu —el corazón de Kaminari dio un vuelco al pensarlo. Es que Shinsou era simplemente así.
Te hacía sentir parte. Incluso si él siempre lucía incómodo, pensando que estaba molestando a otros con su presencia... cuando se lo proponía, Shinsou conseguía hacerte sentir como si quedara al menos una persona en el mundo que quería escucharte.
Kaminari supuso que eso se debía a su continua soledad. Tal vez Shinsou no quería que otros se sintieran como lo había hecho él toda su vida.
Aquello hizo que le doliera el corazón.
¿Por qué Kaminari no había pasado más tiempo ese fin de semana haciéndole saber lo genial que era?
¿Por qué había desperdiciado tanto tiempo?
La vergüenza de haber arruinado su cumpleaños le hizo sentirse amargado aquel día, y también le inhabilitó a acercarse para dar alguna charla casual de amigos.
De dos amigos que habían compartido casi tres días demasiado íntimos.
—Deberías hablar con él —Kirishima habló de repente—. Te ves como si te lo fueras a comer con los ojos...
—¿Y cómo podrías saber eso? —preguntó Denki, irguiendo los hombros y encontrándose a la defensiva.
Eijirou arqueó una de sus pelirrojas y teñidas cejas. Kaminari las encontraba muy divertidas —y aquella cicatriz sobre el ojo derecho le daba un toque incluso rudo, sin importar que su amigo fuese como un peluchito suave en el interior.
—Porque yo me quiero comer a alguien con la mirada, todos los días —respondió con una risa ronca—. Anda, tigre. ¡Ve y conquista a tu hombre!
—¡Deja de decir tonterías! —Kaminari se cruzó de brazos—. Él no es mi hombre, pf...
—Ah, todavía estás en negación —El pelirrojo rio mientras se sujetaba la frente—. Supongo que será cuestión de tiempo...
—Kirishima, te advierto —Kaminari exclamó dramáticamente—. ¡Deja de decir tonterías! ¡Ser mi mejor amigo no te habilita a decir un montón de mierdas sin sentido!
Kirishima bufó, rodando los ojos.
—¿Sabes qué es una mierda sin sentido? —El chico pinchó una de las dos últimas albóndigas que quedaban en su plato—. Estas cosas asquerosas que saben a culo, porque la cocinera está de vacaciones. Son muy engañosas, porque huelen bien pero están del asco en realidad. ¡Anda, prueba una!
—¡Kirishima, no...!
Kaminari fue demasiado lento; Kirishima, demasiado veloz. Incluso si quiso evitarlo, Kaminari acabó con una albóndiga estampada en medio de la boca, y con salsa de tomate embadurnada por todo el mentón y parte de la mejilla.
Hizo una mueca de asco en cuanto la albóndiga hizo contacto con su boca. Estaba fría. Y pegajosa.
Y sí. Sabía a mierda. ¿Cómo alguien se atrevía a arruinar las gloriosas albóndigas de la Academia UA?
Kirishima volvió a reír a carcajadas mientras veía a Kaminari escupir aquella cosa desagradable. Toda el hambre terminó de esfumarse de repente. No quería volver a comer nunca más en su vida.
Kaminari hizo un bollito con la servilleta donde escupió los restos de la albóndiga, y atentó con lanzársela a Kirishima; pero el chico era demasiado rápido, y esquivó el proyectil de papel que salió despedido hacia otra mesa.
Y aterrizó.
Encima de la bandeja de Neito Monoma. El chico de la Clase B.
Lo siguiente que escucharon fue un gritito de indignación, seguido de una sarta de improperios dirigidos a la Clase A. La mayoría se dio la vuelta para observar a los culpables de tal acto criminal, pero Kirishima y Kaminari estaban haciendo su mayor esfuerzo para fingir que eran dos angelitos inocentes.
Pero nadie les creía.
Ashido y Sero les levantaban los pulgares mientras guiñaban un ojo hacia los dos. Bakugo se cruzó de brazos, bufando mientras murmuraba algo que en sus labios se leía como si fuesen un par de tontos.
Incluso Kirishima guiñó un ojo a Kaminari. Y él también le sonrió, pero tuvo otros motivos para no borrar aquella sonrisa de su cara.
Alguien más estaba observándole. Algo lejos, en otra mesa —pero que su mirada le hacía sentir como si no hubiese más que unos centímetros de distancia entre los dos.
Kaminari pilló a Shinsou mirándole de reojo, con una sonrisa torcida y cómplice tras escuchar los alaridos de Monoma.
El chico del cabello índigo desvió la mirada. Fingió que la poca comida en su bandeja tenía algo de interesante, pero Kaminari ya sentía su corazón como si hubiese corrido una carrera en su pecho y sus ojos hacían que todo brillara de una forma diferente.
Casi esperaba que Shinsou estuviese de igual forma.
El simple pensamiento le hizo sentir que tenía una revelación.
Y aunque no quería darle la razón a Kirishima... había algunos momentos —como aquel— en donde simplemente había que bajar la cabeza y aceptar estar equivocado.
Kaminari sí que tenía un hombre al cual quería conquistar. Una y otra vez. Quería encontrar una forma de que viviera exactamente lo que él sentía cada vez que lo veía.
Sí. Sí que había un hombre.
Y aquel hombre respondía al nombre de Shinsou Hitoshi.
Por qué la semana pasa tan rápido y ya es jueves otra vez...? Al menos esta semana pude adelantar otro capítulo xD
Y puedo decir que ya me encuentro muuuuy cerca de escribir el arco final! El "desarrollo" terminaría en el 24 aproximadamente y lo que sigue es todo el desastre del final
Pequeña revelación en el capítulo de hoy, eh? 7v7r aunque no se acomoden, todavía queda Angst por vivir
Pueden dejar sus teorías por acá! ——>
Hoy paso rapidín porque ando con otras cositas... peeeeeeero si quieren, pueden pasar a leer mi TodoDeku Week de este año!! La ShinKami terminó, pero ser multishipper siempre es bueno para el alma ♥️
Muchísimas gracias por todo el amor que le dan a esta fic!! Me hacen súper feliz bbs, espero disfruten el capítulo de hoy
Nos vemos el otro jueves! Besitos ♥️
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