Capítulo 13
❝Nunca tuve un lugar al cual llamar mío.
Nunca tuve un hogar.
Y nadie llama a mi teléfono
¿En dónde has estado? ¿En dónde estás? ¿En qué estás pensando?
Dicen que todas las vidas valen, pero a nadie le importa la mía❞
1-800-273-8255 — Logic
Kaminari se sintió bastante estúpido al ni siquiera recordar que, dos semanas después de aquel mediodía junto a Shinsou, ya era su cumpleaños.
¿Qué diablos le pasaba? Él amaba sus cumpleaños. El pastel. La comida que más le gustaba. Los cientos de regalos. Los mensajes llenos de cariño en las redes sociales... y la fiesta, por supuesto.
Denki Kaminari nunca terminaba un cumpleaños más sin haber lanzado una buena fiesta con sus mejores amigos.
Y no era para menos —cumpliría diecisiete años. Estaba a tan solo un paso de la mayoría de edad. De ser un adulto. Un presunto adulto responsable y autosuficiente.
Para eso tendría que ser capaz de preparar un plato de pasta sin incendiar la cocina de casa —y no, no estaba diciéndolo porque ya le había pasado... o sí... o no...
No es como si cumplir dieciocho fuese a significar alguna diferencia —no es que tendría la vida resuelta; como un título universitario o un trabajo estable— pero al menos podría beber sin pensar en que sus padres podrían ir presos por su culpa.
Kaminari no se sintió diferente al levantarse el viernes 29 de junio.
Estaba solo en la casa. Tenía demasiados mensajes en el teléfono esa mañana, así que tuvo mucha flojera de revisarlos. Ya podrían sus amigos decírselo en persona.
Así que no fue hasta que Kirishima se le abalanzó por la espalda, abrazándole el cuello y gritando en su oído, que Kaminari no cayó del todo en cuenta.
—¡Ahhhh! —chilló Denki—. ¡Me atacan!
—¡Feliz cumpleaños, bro! —canturreó Kiri—. ¡Ahora tienes la misma edad que Blasty!
Kaminari se tambaleó por el peso de Kiri encima de sí. Su mejor amigo olía... varonil, de alguna manera. Como a sudor por el entrenamiento matutino, batidos energéticos de fruta y también a una fuerte loción que estaba de moda entre los adolescentes.
Su mejor amigo hasta parecía estar más emocionado que él. Lo apretaba lo más fuerte que podía con sus fornidos brazos mientras le besuqueaba por toda la cabeza.
—Te llevaré tu regalo a la fiesta —Kirishima le besó ruidosamente en la mejilla—. Es asombrosamente masculino y perfecto para ti.
—¡Ay! —Kaminari se rió al sentir cosquillas en la cara tras el beso—. ¡Bro, detente! Van a pensar que somos novios...
—¿Acaso no puedo saludar al hombre de mi vida en su cumpleaños? —masculló Kiri—. El mundo tiene que saber que te amo...
Se acercó entonces al oído de Kaminari para susurrarle:
—Te amo, bro —dijo Eijirou con una lagrimilla.
—Bro... —jadeó Denki conteniendo la emoción—. ¿Por qué estás susurrando?
El chico hizo una pausa dramática. Apretó el puño en frente de su cara para agregarle más intensidad al asunto.
—Porque eres mi mundo, bro...
Kaminari se llevó la palma hacia la boca, completamente conmovido.
—¡Bro...!
—Joder, qué puto asco me dan —Bakugo, que no supieron de dónde apareció, chasqueó la lengua—. Feliz cumpleaños, Pikachu...
Kaminari sonrió. Por alguna razón —y pese a su ceño fruncido—, Bakugo estaba siendo menos brusco que de costumbre. Kirishima le apretó más fuerte contra su mejilla.
—Gracias, Bakubro...
—Al fin estás a un año más cerca de tu muerte —sonrió Bakugo—. Estoy llevando la cuenta.
La sonrisa de Kaminari se esfumó solo un poco, mientras intentaba procesar si lo que Bakugo decía era una broma fraternal de mal gusto o un comentario muy en serio.
Por suerte, Sero y Ashido también aparecieron en ese instante para llenarlo de abrazos, besos e incluso algunos regalos con cajitas llenas de chocolates, un Pikachu de peluche y un par de libros nuevos.
Kaminari se obligó a sonreír al ver unos títulos de Hemingway en la bolsa. Él no tenía el corazón suficiente para revelarle a Mina que ya había leído esos libros; que, de hecho, El viejo y el mar era uno de sus favoritos de todos los tiempos.
Por supuesto, él agradecía que sus mejores amigos le prestaran la suficiente atención como para saber que le gustaba leer —y que le encantaba Hemingway.
Pero aquel era su libro favorito. Y había intentado más de una vez que sus amigos lo leyeran. Fracasó muchas veces en el intento.
Así que sí, sus amigos le conocían —pero era un poco desalentador que la atención no fuera más que la justa y necesaria.
Estás siendo un idiota exigente, se regañó. Agradece que te quieran.
Así que Kaminari sonrió otra vez, incluso más ancho y más sincero. Permitió que le llenaran de besos, pintalabios rosa por toda la mejilla y que le mimaran con pequeñas notitas o regalitos a lo largo de las primeras horas. Eso, sin mencionar que ninguno de los cuatro se cayó en lo que respectaba a la dichosa fiesta íntima que harían en la noche todo el grupo para celebrar.
Sin embargo, en su interior seguía sintiéndose raro.
Él amaba a sus amigos. Pero no estaba tan seguro de que quisiera pasar con ellos aquel día.
Kaminari les amaba. No tenía dudas de querer a sus amigos. Y aun así, por una vez en la vida, se encontró pensando que quería estar al lado de alguien que le escuchara. Alguien que no tuviera necesidad de interrumpirle, al menos en su único día especial del año.
O tal vez podría haberlo pasado solo consigo mismo para no tener que pensar todas esas mierdas.
Se odió un poco —bastante— por ser de esa forma.
Kaminari recibió saludos y regalos a lo largo de toda la mañana.
Ni siquiera recordaba haber sido tan sociable. O que tanta gente le tomara en cuenta —o le importara tanto como para dedicar unos segundos de su día en darle un saludo.
Se sentía demasiado abrumado y halagado. Pese a que su interior pensaba cosas horribles algunas veces, había un pedazo de su corazón que se sentía lleno cada vez que alguien se le acercaba con una tierna sonrisita para dedicarle un feliz cumpleaños.
Algunos de ellos besaban su mejilla, como lo hizo Yaomomo. Otros se prendían de su cuello con un abrazo, justo como Uraraka y Midoriya. Incluso estaban los que encontraban una excusa para regañarle... como Iida.
Y después estaba la gente como Jirou. Que le daba un golpe en el pecho para demostrarle lo mucho que le apreciaba.
—Feliz cumpleaños, chispita —dijo Jirou con una media sonrisa—. Espero que te comportes ahora que eres mayor que todos nosotros.
—¿Por qué siguen diciendo eso? —Kaminari resopló, alzando las manos con indignación—. Me están estresando. Y están estresando al bebé...
—Como hagas la broma de que tú eres el bebé, te juro que te voy a patear tan fuerte que saltarás al futuro hasta tu próximo cumpleaños.
—¡Es que soy un bebé!
Jirou rodó los ojos. Pellizcó la mejilla de Kaminari y le habló con la voz aguda como si en serio se estuviera dirigiendo a un bebé.
Él se rió mientras intentaba alejarla a manotazos. Jirou no cesó —y eso provocó que ella también se riera a carcajadas. Al final, Kaminari le atrapó la nuca con el hueco de su codo y la atrajo hasta su pecho para apresarla...
Y así frotarle en la cabeza con sus nudillos.
—¡Ay! —Jirou masculló, entre divertida y molesta—. ¡Ya detente, tonto!
—El estafador resultó ser estafado —dijo Denki con divertida malicia—. ¡Es mi cumpleaños y puedo hacer lo que quiera! ¡Así que come tierra, Jirou!
Jirou le dio un empujón para zafarse. Kaminari la soltó entre risas, y estalló mucho más fuerte cuando observó los cabellos despeinados en todas las direcciones de la muchacha.
A Jirou no le hizo mucha gracia.
—Oh, si la regla es esa, entonces empieza a buscar excusas para faltar a clases el día de mi cumpleaños...
Kaminari sonrió satisfecho. Se llevó una mano al pecho, y habló como si fuese un adulto refinado, a pesar de que a Jirou le molestaba de sobremanera cuando empezaba con las imitaciones estúpidas.
Quizá por eso se las hacía.
—Elemental, mi querida Jirou —dijo con acento británico—. Buscaré las excusas necesarias para salvar esta compañí-...
Los ojos de Kyoka se abrieron con sorpresa por encima del hombro de Denki. Él también sintió una colosal presencia que arrastraba sus pies hasta él, y por un segundo temió que fuese Bakugo, dispuesto a acabar con su existencia.
El miedo siempre estaba presente.
Pero la persona que le llamó tenía una voz mucho más profunda, perezosa y también serena —Kaminari incluso sintió que se le erizaba toda la piel al escucharla tan de cerca luego de algunos días.
Giró sobre sus talones para quedar frente a frente al recién llegado. Jirou zumbó para posicionarse a su costado derecho.
—Kaminari —dijo Shinsou sin mirarle, frotándose la nuca—. Feliz cumpleaños.
Kaminari estaba con la boca entreabierta como ese meme del Pikachu que se había vuelto tan famoso, y de no haber sido por el codazo de Jirou en las costillas podría haber asegurado que seguiría como un pelmazo.
Sacudió la cabeza.
—¡Shinsou! ¡Colega! —Denki sonrió ampliamente—. ¡Lo sabías!
—Uraraka me lo chismeó hace unos días —Shinsou encogió los hombros; de repente ya no se veía tan tímido, sino que le daba su clásica sonrisa ladina llena de autosuficiencia—. Pensé que no pasaba nada si venía a saludarte. Al menos ahora eres todo un señor, y no una morsa.
Kaminari resopló entre risas al recordar el tema de la morsa. Incluso tuvo que sujetarse el estómago mientras lo hacía, pero su risa fue acallándose tras haber observado a Jirou mirarle con una ceja arqueada y de forma inquisitiva.
Claro. Por supuesto. Ella no sabía el tema de la morsa.
Diablos, solo le quedaba fingir demencia. Mejor se apoyó en uno de los casilleros, mano a la cadera y sonriendo como si de repente se transformara en un dandy.
—Pues, ¿qué te digo? —dijo Kaminari con confianza—. Un hombre tiene que aprender a madurar.
—Ayer me dijiste que madurar era para frutas —agregó Jirou.
Kaminari abrió y cerró la boca varias veces, mientras esperaba que el ratón en su cabeza trabajara a mucha más velocidad en busca de una respuesta.
¿Qué acaso la sabiduría no podía llegar con los nuevos años?
—Bueno, Jirou, eso fue ayer —Kaminari alzó una palma—. ¡Y hoy es hoy!
Ahora eran Jirou y Shinsou los que le arqueaban la ceja de forma inquisitiva. Incluso intercambiaron una mirada cómplice entre los dos.
—De acuerdo... —dijo Shinsou todavía confundido—. Mira, tengo clases, así que seré breve: te he traído un obsequio.
Aquello desarmó por completo a Kaminari y a su corazón. Perdió toda la pose de dandy inglés para transformarse en un niño pequeño al que acaban de ofrecerle un cachorrito.
—¿Para mí? —El labio le tembló—. ¿Colega...? ¿Me has traído un regalo...? Por favor, dime que no es un puñetazo...
—No, pero debería —bromeó Shinsou aunque intentó parecer serio—. Es solo una estupidez... y mi hermana insistió en dibujar sobre el papel de regalo...
Shinsou suspiró. Las manos le temblaban como si estuviera en medio de un terremoto. Kaminari y Jirou se observaron, curiosos, para luego enfocar la mirada en el bolsillo interno de la chaqueta de Shinsou.
Sacó un paquetito rectangular y no muy bien envuelto. El papel era blanco liso, pero estaba lleno de dibujos infantiles pintados en grandes dosis de negro y amarillo vibrante.
Como Kaminari estaba demasiado ocupado en seguir siendo un pelmazo que imitaba memes, Shinsou suspiró frustrado y empujó el paquete contra su pecho. Luego, se apresuró en apretarse más fuerte la nuca con su ahora mano libre.
Denki se preguntó si aquel gesto tendría algo que ver con la ansiedad. No podía saberlo... pero le generaba curiosidad.
Al igual que muchas otras cosas de Shinsou que no era capaz de contabilizar con tan solo dos manos.
—Ya me tengo que ir —carraspeó Shinsou—. Ya te veré después para que corrijas mi informe de Drácula, casi lo termino... y, eh, pásatelo bien hoy.
Kaminari se quedó allí, parpadeando, mientras Hitoshi se apresuraba en darse la vuelta y perderse entre la marea de estudiantes que se dirigían a sus clases por el sonido de la campana.
Reaccionó demasiado tarde.
—¡Shinsou! —exclamó Kaminari—. ¡Gracias...!
—Ya se fue —Jirou se frotó en la frente—. Eres tan lento como un caracol lisiado...
—Oye, no seas grosera —masculló—. Entré en pánico porque me sorprendí, es todo...
—Sí, tuviste un gay panic —Kyoka rodó los ojos. Le dio unos toquecitos en el brazo—. ¿Qué esperas para abrir el regalo...?
—¡Qué metiche!
Jirou no dejó de insistirle en que abriera de una vez por todas el regalo. Kaminari tuvo que elevar sus brazos para evitar que los saltitos de la chica le ayudaran a quitárselo.
Removió con cuidado el papel. Tenía un dibujo un poco deforme de un chico rubio que debía tratarse de Kaminari, rodeado de rayos color negro y algunos en amarillo.
Se le hinchó el corazón al reconocer la caligrafía infantil de la pequeña Eri. Sí, ellos dos no habían hablado demasiado —y Kaminari apenas recordaba todo lo que ocurrió por culpa de la borrachera...
Pero la mañana siguiente, cuando fue a buscar su Audi, la niña consiguió ver el rayo que llevaba teñido sobre su flequillo. Ella se maravilló como si acabara de descubrir América, abriendo sus grandes ojos con curiosidad.
Era una buena niña. Y Kaminari podría haberse hecho amigo de ella —¿por qué no? Si él amaba tener amigos en los ancianitos fanáticos de los libros y las niñitas adorables.
Procuró entonces no romper el dibujo de Eri. Kaminari supo al instante lo que yacía debajo del papel, y su corazón dio un vuelco al sentir el relieve de unas páginas debajo de sus dedos.
Aquello era un libro.
No debería haberse sorprendido —todos le regalaban libros.
Kaminari tenía gustos tan dispersos, que eso volvía una verdadera odisea el comprarle un regalo. Podrían haberle dado un sombrero de vaquero hasta un cubo de Rubik, y él lo hubiese tomado con gusto.
Pero los libros eran la única certeza que tenían todos sus amigos.
Terminó de resoplar tras remover todo el papel. Leyó rápidamente el título, y el corazón le dio un vuelco al comprender lo que estaba inscripto sobre la tapa.
«Ah, te lo prestaría de no ser porque Bakugo me lo destrozó durante una pijamada...» Kaminari dijo a Shinsou un par de semanas atrás. «Se le cayó su taza de café, aunque estoy empezando a dudar de que fuese un accidente como le llamó... lo cual es una pena, porque adoro ese libro...»
Ahogó un jadeo al reconocer el título. El jodido título que leyó tantos años atrás, pero que perdió durante una desafortunada pijamada junto a Bakugo.
«Frankenstein».
Jirou se encaramó sobre uno de sus hombros, poniendo su escaso peso por encima de Kaminari. Mientras él estaba anonadado y no daba crédito a lo que sus ojos decían, ella frunció las cejas.
—¿Frankenstein? —replicó—. ¿No te lo leíste como a los diez años...?
Kaminari no podía apartar la vista de aquel viejo tomo de Frankenstein. Era de una edición bastante vieja, pero por el perfecto estado en que se encontraba, no tenía dudas de que fuese recién comprado.
—Sí... —contestó embelesado. Jirou suspiró.
—Sí sabes que seguro Shinsou debió usar su paga de al menos cinco turnos para comprar ese libro, ¿no?
El labio de Kaminari tembló.
—Ahora lo sé —Tragó saliva—. Ojalá lo hubiese pensado a tiempo...
—Ya, no pasa nada —Ella le palmeó en la espalda—. Puedo acompañarte a la librería a cambiar todos los repetidos que te hayan dado este año...
Kaminari apretó el tomo de Frankenstein contra su pecho. Se dio cuenta que había empezado a sonreír.
—Te equivocas, Jirou —dijo Denki a la chica—. Este es el único que no quiero cambiar.
Kaminari volvió solo a casa en su Audi. Ninguno de sus amigos podía acompañarlo a pasar el rato en su hogar, o tal vez a simplemente ayudarle las cosas para la fiesta.
Durante el camino se encontró pensando que, realmente, no tenía muchas ganas de lanzar una fiesta monumental. Tampoco de emborracharse. No lo había hecho luego de la fiesta en casa de Sero.
No es que quisiera culpar a Shinsou y a su padre, pero Kaminari admitía que un poco de shock había causado en él al ver a aquel pobre hombre en un coma alcohólico, revolcado en su vómito y al borde de entrar en horribles convulsiones.
También tenía que admitir que ver a Shinsou durante su ataque de pánico no había sido nada sencillo. Kaminari se odió a sí mismo por haber estado borracho en ese momento —las cosas podrían haberse puesto horrendas.
Todavía recordaba el sonido de su entrecortada respiración y los latidos desbocados debajo de su palma. Nunca había visto a alguien en ese estado. Ni siquiera Jirou durante sus peores crisis —pero supuso que cada persona vivía esas cosas a su manera.
El teléfono timbró con varios mensajes que entraron de golpe a su teléfono. Supuso que debió haberse quedado sin datos durante el camino —el grupo de WhatsApp con sus amigos estaba explotado de mensajes.
Kiribb, el bro de mi vida
Que llevo para esta noche??? 2 cajones de cerbeza?
Cero a la izquierda
Que sean tres, pero recuerda de traer la vegana para mi... y asegúrate de que diga cerVeza
Kiribb, el bro de mi vida
Por q tendria la V en mayusculas...??????
Cero a la izquierda
Se lo tienes que pedir así al del negocio, Kiri...
Kiribb, el bro de mi vida
oh... OH!! Lo hare!!!
Bakubro
Deja en paz a Kirishima o comerás tierra
Bakubro
Y TODAS SON VEGANAS, JODIDO CARA PLANA
Reina Alien
WUUU FIESTA!!!
Sus amigos siguieron enviando efusivos mensajes acerca de la fiesta. Que la fiesta esto, que la fiesta aquello...
Kaminari leía los mensajes cada vez que se detenía en un semáforo. Intentaba seguirles el hilo, pero estaba frustrándole que en todo lo que sus amigos pudieran pensar era en cuánto se emborracharían esa noche.
¿Acaso nadie iba a preguntarle si al menos deseaba un pastel?
Kaminari
Oigan, creo que no tengo muchas ganas de festejar hoy...
Kaminari
Y si mejor vemos algo en Netflix? Escuché que The All Might Academy es buena... tiene superhéroes!!!
Cero a la izquierda
Huh???
Kiribb, el bro de mi vida
KAMI HA SIDO SECUESTRADO D: TE SALVARÉ, BRO!!!
Bakubro
Creo que te equivocaste de línea temporal... ANCIANO
Reina Alien
Buuuu
Kaminari no tuvo tiempo de escribir otra cosa. El semáforo se puso rápidamente en verde, y enfurruñado, avanzó para seguir el camino hasta el condominio mientras sus amigos no dejaban de enviar mensajes.
Bakubro
Consigan también tequila, les haré morder el polvo
Reina Alien
Mejor me consigo una pomada.... Para el trasero roto que tendras esta noche si bebes tanto!
Kiribb, el bro de mi vida
Eso no es cierto ;3; cuidare de Blasty con todo mi amor
Reina Alien
No si tu estas tan borracho como estudiante universitario gringo
Cero a la izquierda
Llevaré mi cámara esta noche
Kaminari apretó los dientes a medida que cada mensaje entraba. Uno tras otro, mensajes acerca de beber hasta la inconsciencia, bailar desnudos, follar en esta de ebriedad...
¿No podría soplar sus tontas velas, entonces?
¿Nadie querría meterle al menos la cara en el pastel?
Se golpeó en la frente varias veces. ¿Por qué era tan estúpido y sentimental? Esas cosas jamás le habían importado lo suficiente.
A él le gustaba pasar sus cumpleaños en medio de fiestas alocadas, llenas de música, besos y también alcohol. Kaminari se había sentido bien con ese tipo de festejos. Le gustaban. Le encantaban...
O eso pensaba.
Lo pensó hasta que se debatió internamente en lo que uno de los semáforos cambiaba. Podía seguir adelante, hasta su condominio y prepararse allí para recibir a sus mejores amigos y unos cuantos cajones de cerveza.
O tal vez...
Kaminari no era mucho de tomar el camino a su izquierda. No era una calle que solía frecuentar a menudo, excepto cuando sus padres decidían pasar el fin de semana en la casa de campo a una hora de la ciudad.
Pero él también la conocía por su cuenta.
Sabía quién se encontraba al final de la calle, no muy lejos de allí, casi en plena ciudad.
Al semáforo le quedaban cinco segundos. Kaminari no tenía mucho tiempo para debatirse internamente; era ahora, o era nunca.
Si doblaba, Kaminari tendría que dar muchas explicaciones. Si seguía derecho, simplemente podía fingir que todo seguía normal. Que todo estaba bien. Que emborracharse hasta caer desmayado era la mejor forma de pasar su cumpleaños.
El semáforo cambió de color. Kaminari escuchó un bocinazo que le hizo salir de su ensimismamiento.
Y quizá fuese que entró en pánico y no supo exactamente qué hacer —pero acabó activando el guiño de su automóvil, y girando el volante en dirección a la calle de la izquierda.
No sabía qué tanto podría arrepentirse.
Kaminari tenía el corazón en la boca cuando aparcó frente a la casa de paredes destartaladas y jardín delantero hecho un desastre.
Incluso temblaba cuando cerró la puerta de su Audi. Lo terminó de confirmar cuando buscó la llave para apretar la alarma y se le cayó al instante.
—Tranquilo —Se dio un golpecito en la mejilla—. ¡Tú eres el macho!
Inhaló con fuerza, esbozando una sonrisa confiada mientras se dirigía por el caminito que se dejaba ver detrás de una desvencijada puertita en la entrada —como el candado estaba roto, no era difícil empujarla y abrirla.
Escuchó a alguien chasqueando la lengua a su lado. Kaminari dio un respingo.
—Ni siquiera pueden abrir la puerta —dijo un hombre de al menos veinticinco años desde la entrada de la casa de al lado—. Están llamando a los delincuentes. ¡Estos malditos vecinos nos arruinarán a todos!
Kaminari hizo una mueca al escuchar a ese hombre con fachas de loco. Llevaba un cubrebocas negro que combinaba con su cabello corto marrón oscuro; sus ojos eran bonitos, aunque también de largas pestañas que le hacían ver bastante femenino.
No sabía exactamente qué responderle, pero abrió la boca para decir algo; sin embargo, se dio cuenta que el hombre ni siquiera le prestaba atención a él. Seguía enfocado en la puertita rota.
—Pero ese niñato ya lo verá —dijo el loco para sí mismo—. Se cree un hombre, pero es todo un mocoso... él ya verá...
El hombre seguía farfullando de forma retórica como los villanos de la película, mientras que Kaminari quedó boquiabierto y sintiendo que un signo de interrogación flotaba encima de su cabeza en ese momento.
Sacudió la cabeza y siguió con su camino. No tenía tiempo para tratar con chalados.
Apretó el puño para llamar a la puerta. Su mano quedó flotando a escasos centímetros de la madera despintada, dudoso de si realmente debía tocar la puerta... o salir huyendo mientras podía.
—Vamos, no eres cobarde —dijo entre dientes—. ¡Ya tienes diecisiete, cabrón!
Kaminari liberó todo el aire que estuvo conteniendo. Se abanicó un par de veces con la mano libre, y finalmente se decidió a golpear la puerta unas tres veces lo más fuerte que pudo para así tal vez acallar a su corazón.
No pasaron ni cinco segundos, y Denki ya estaba a punto de correr y gritar hasta su auto, pero no tuvo tiempo ya que el cerrojo de la puerta giró.
Una cabecita de pelo blancuzco y unos enormes ojos curiosos de color rojizo se aparecieron por la rendija de la puerta.
—¿Sí? —preguntó una vocecita.
—¡Eri! —Kaminari dijo con sorpresa. Le regaló una gran sonrisa—. ¡Soy yo! ¡Soy el amigo de tu hermano!
La niña se encogió sobre sí misma por un instante —parecía ser algo tímida y temerosa. Kaminari apoyó las rodillas sobre la alfombra de la entrada para así estar a su altura.
No quería intimidarla.
—¿Eri? —preguntó la grave voz de Shinsou desde adentro—. No me digas que es el estúpido señor Chisaki otra vez...
—¡Toshi! —Ella se giró con una sonrisita tímida—. ¡Es tu amigo!
—¿Mi amigo...?
Kaminari sintió algo en el pecho al escuchar su voz. No por la palabra amigo —sino por la manera en que Shinsou lo decía.
Como si fuese algo insólito y absurdo.
La puerta se abrió del todo y reveló a un Shinsou con el cabello atado hacia atrás —algunos mechones se le escapaban de la media coleta y se pegaban sobre su sudada frente. Por el olor que había en la casa, posiblemente estuvieron comiendo hace poco.
Abrió los ojos cuando vio a Kaminari. Parpadeó confundido un instante, pero no tardó en recuperar su pose estoica y despreocupada.
—Kaminari —carraspeó Shinsou—. Qué... sorpresa. Pensé que estarías de camino a tu primera borrachera con diecisiete años...
—Sí —Kaminari resopló una risita—. Yo también lo pensé.
—¿Y qué es lo que te detiene de ir a realizar tan excitante aventura? —preguntó—. Si es por el libro... no tienes que venir a agradecerme, o lo que sea...
—¡No! ¡No es eso! —Se apresuró en responder—. ¡Digo! ¡Me ha encantado, y sí te agradezco! Pero...
—¿Pero?
Kaminari sintió un nudo en la garganta. No recordaba la última vez que le costó tanto hablar. Sero siempre decía que su lengua era muy suelta —y era en serio.
Siempre fue un experto en coquetear o engatusar a la gente con su simpatía. A las jovencitas de la escuela, a los maestros, a las ancianitas... Kaminari podía ganarse a casi cualquier persona con una sonrisa y un chiste malo sacado de internet.
Pero Shinsou podía ser intimidante. Sus ojos eran demasiado gélidos e intensos. Y bonitos.
Sí. Sus ojos eran bonitos.
Eri se había prendido de la parte trasera de su chaqueta, escondiéndose tras su cadera. Shinsou usó una mano para enterrarla en sus cabellos y acariciarlos de forma casi automática.
—Pero no sé —dijo Kaminari al final—. No tengo realmente una explicación...
Shinsou frunció las cejas.
—¿Tus amigos te han cancelado? —preguntó Shinsou de repente. Parecía entre molesto y resignado—. Asumo que tienes otros amigos...
—No. Sí. ¡Digo, no! —Kaminari se tiró de los cabellos—. Nadie me ha cancelado, Shinsou. Probablemente en una o dos horas aparecerán en mi casa...
—¿Entonces...?
Kaminari suspiró. Estaba cansado —y estaba demasiado nervioso como para acomodar todos sus atolondrados pensamientos que se atropellaban por salir de su boca.
Podría haber dicho muchas cosas en ese momento. Pero no sabía cómo decirlas exactamente.
Inhaló una vez más, antes de erguir los hombros y buscar la mirada de Shinsou:
—Shinsou, ¿me quieres acompañar a una parte?
—¿Hacia dónde, específicamente? —inquirió.
—A... un lugar.
—Eso no es muy específico, Kaminari —Shinsou arqueó una ceja.
—Es... un lugar. Algo lejano. Y deshabitado —Denki se rascó la cabeza—. Pero es bastante bonito... e íntimo.
Creyó ver un cambio casi imperceptible en la postura de Shinsou. Aunque posiblemente se equivocara —debía ser su mente que creaba alucinaciones por los nervios.
Unos nervios que tampoco podía explicar.
—¿Y cómo sabré que no estás secuestrándome? —preguntó Shinsou con su sonrisa torcida.
—Porque, eh... ¡tu vecino será testigo! —Kaminari estiró el brazo hacia la casa de al lado—. ¡Él me vio llegar!
—Kaminari, mi vecino te pagaría para que me secuestres...
Eri se escondió todavía más tras la espalda de su hermano. Kaminari hubiese deseado tener también un hermano del cual podría esconderse detrás en ese momento.
Se preguntó si él podría haber sido como Eri de conocer a su hermana mayor. Nunca lo sabría.
—No es un secuestro, te lo juro —Se llevó una mano al pecho—. ¡Te lo juro, o me quedo calvo aquí mismo!
—Qué honorable juramento —Shinsou rodó los ojos, entre divertido e irónico—. Nada me gustaría más que acompañarte a ese lugar tan lejano y misterioso, Kaminari. Pero...
Los ojos de Shinsou bajaron hacia la pequeña figura que se prendía de su camiseta como si fuera una garrapata. Eri no quitaba los ojos de encima de Denki.
—No puedo dejar sola a Eri —dijo finalmente—. Y no creo que quieras llevar a una niñita a lugares misteriosos...
—Nighteye me protegería —comentó Eri, bajito—. Es un unicornio bueno.
—Yo lo sé, cariño —Shinsou se frotó la cara—. Pero tienes tarea. Y ya sabes lo que pienso acerca de juntarse con locos...
—¡Hey! —Kaminari exclamó—. ¡Yo soy bueno con los niños!
Shinsou le dedicó una mueca. Eri no dijo más nada.
Kaminari esperó durante unos segundos de silencio, pero sabía que estaba complicando las cosas. Tragó saliva con dureza.
—¡Lo siento! —dijo con una falsa sonrisa—. Lo siento, Shinsou, soy un desconsiderado... a veces olvido que tú sí tienes responsabilidades...
Shinsou apretó los labios; no estaba mirándole a los ojos. Kaminari tampoco era capaz de mirarle —de repente se sintió desolado y como si sus planes de cumpleaños estuvieran condenados al fracaso.
Mejor se apuraba en regresar a su casa. Tenía que acomodar algunas cosas, y comer algo para no terminar bebiendo con el estómago vacío...
Se dispuso a girar sobre sus talones, pero la voz suave de Eri habló otra vez:
—Tío Toshinori me ha preguntado cuándo iré a pasar el fin de semana con ellos —comentó la pequeña—. Midoriya tiene un nuevo videojuego...
Kaminari empezó a hiperventilar. No sabía por qué. Se dio cuenta incluso que sonrió tontamente, buscando ver algún atisbo de algo en la cara de Shinsou.
Se le alborotó el corazón al verlo tan sorprendido y desencajado.
—Sabes que no me gusta molestarlo, Eri... —suspiró Shinsou—. Y Midoriya no debería hacerte jugar esas cosas del diablo...
—¡Porfa, Toshi! —Eri se separó de él para juntar ambas manitas—. Quiero jugar con Midoriya y Uraraka. ¡Al tío Toshinori no le va a molestar!
Kaminari se quedó allí, esperando que Shinsou despegara los labios y dijera algo más. Sintió que podría haber transcurrido toda una eternidad en lo que él chico se debatía sobre si dejar a su hermanita en la casa de su tío y huir con Kaminari al lugar misterioso...
O simplemente dejar las cosas como estaban.
Pero Kaminari no quería que las cosas se quedaran como estaban. Ya había pasado muchos años viviendo de esa forma —y no dudaba que Shinsou también.
Tal vez los diecisiete años tendrían que alocarse solo un poco.
Shinsou suspiró. Eri seguía suplicándole, moviendo sus manitos pegadas y asegurándole que su unicornio de felpa la cuidaría de los malvados videojuegos.
—Eh, tú —dijo Shinsou hacia Kaminari—. ¿Tienes problema en llevar a mi hermana hasta la casa de Midoriya?
—¡Claro que no! —Kaminari soltó una carcajada demasiado vergonzosa y estruendosa—. ¡La llevaré ahora mismo! Solo que, uh, mejor me dices dónde vive Midoriya...
—Está al otro lado de la ciudad —Shinsou entonces sonrió—. ¿Nos quedará tiempo para ir a tu lugar tan misterioso?
Kaminari sintió que el corazón le daba volteretas contra las costillas.
Metió la mano en su bolsillo hasta que encontró las llaves de su Audi. Se las enseñó a Shinsou —que no parecía impresionado— mientras las hacía girar con el índice.
—Shinsou, ya sabes que soy una persona muy capacita-... —Las llaves giraron demasiado rápido y se le escaparon de los dedos para precipitarse hacia el suelo. Kaminari intentó agarrarlas en el aire, pero fue inútil—. ¡Ups!
Denki sonrió inocentemente, fingiendo que agacharse a buscar las llaves y tantear el suelo no estaba haciéndole perder la poca dignidad que le quedaba.
Eri dejó escapar una risita que escondió con su mano. Se giró hasta su hermano mayor, con los ojos grandes e iluminados por la emoción.
Shinsou observó cuidadosamente a Kaminari, que todavía no encontraba las llaves. El chico dio un paso hacia adelante, flexionó las rodillas, y estiró los dedos hasta cerrarse en torno al manojo de llaves con el Pikachu que colgaba de ellas.
Las agitó delante del rostro sorprendido de Kaminari. Y sonrió burlonamente.
—Espero que seas mejor conduciendo hacia el lugar misterioso que cuidando las llaves, Kaminari —dijo Shinsou—. No quisiera que nos perdamos en el camino.
Denki estiró el brazo lo suficientemente rápido para atrapar sus llaves, pero acabó rodeando los flacuchos dedos de Shinsou con los suyos. Y, pese a que el calor de su piel estaba enrojeciendo todos los colores de su cara, no se privó de dedicarle una de sus seductoras y compradoras sonrisas.
Otra vez, Shinsou no parecía impresionado de sus intentos por robarle el corazón. Era un chico difícil —Kaminari no tenía ninguna duda de aquello.
Tal vez aquel fin de semana podría convertirse en el más loco y excitante de todos los últimos años.
O podía ser un completo y aburrido fracaso.
Pero era la incertidumbre lo que hacía que todos sus huesos temblaran con emoción.
—Créeme, Shinsou —Kaminari habló sin borrar su sonrisa fanfarrona—. Perderte a mi lado es lo mejor que te podría pasar en la vida.
Y hoy, en el nuevo capítulo de "Las Desventuras de Blues"...
Me corte el dedo. Y muy feo (? Y casi me suturan, pero no pasó eso gracias a algún milagro xD pero lo tuve vendado y no pude hacer casi nada como por dos dias ;;3;; todavía lo tengo inmovilizado, pero al menos puedo usar un poco la yema del dedo, así que escribir no es una molestia
Ya se que soy una torpe con dedos de mantequilla, ah, pero al menos no perdí el dedo! (????) lo cual es sorprendente hasta ahora HAHAHA
Sobre el capítulo... AHORA SI SE VIENE MI PARTE FAVORITA! De lo que voy escribiendo, claro (? Todavía me queda un trecho de capítulos por escribir... y como siempre me pasa, quizá sean 4-5 capítulos más de lo que he planeado
Teorías sobre lo que se vendrá en estos tres dias a solas con estos dos tórtolos? 7v7r nada es lo suficientemente loco ——>
La verdad es que todo esto dura varios capítulos. Como desde el 13 hasta el 16 :o y abarcará el cumpleaños de ambos bebés, y creo que coincidirá un poco con las fechas reales!!
El capítulo de hoy se lo dedico a una preciosa lectora que me dedico la canción del día!! Le vino perfecta a este capítulo, gracias ♥️
Muchísimas gracias por todos sus votos y comentarios ♥️ me hacen muy feliz!! Y también la paciencia que me tienen, porque estaba por terminar HPE el lunes pero con mi dedo así de jodido me aguó los planes ToT y ya quiero seguir con DHYL también...
Pero solo me quedan dos oneshots y terminare la ShinKami Week!!! Prepárense para el 29 Q u Q y luego debo enfocarme en la TodoDeku Week
No vemos en una semana! (O en otro fic, y ahora va en serio...) besitos ♥️
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