ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ¹⁸
El ambiente navideño se nota en el aire. La verdad es que no pensé volver a pasar unas navidades en casa. Pero aquí estoy.
La relación con Jordan iba peor que nunca, la última vez que lo vi fue en la pelea, la cual acabó cuando eché a Jordan de mi casa, ganándome un gran desdén e ignoración de su parte desde ese momento hasta ahora. Y a Calem no lo he vuelto a ver, no sé si por el miedo o por no saber que hacer.
En cuanto a Hayes, pues...
-Lexa, ¿qué piensas?- Las caricias en mi vientre desnudo son suaves y lentas. Nos hemos dedicado a vernos a escondidas, cada vez que mamá y papa salen o, cuando están durmiendo.
Niego mirándolo.
-Nada, ¿por?-Mi mirada hace encuentro con la suya. Iris negros como la noche y pupila dilatada. Esboza una expresión de indiferencia y acerca su boca a la mía, rozando nuestros labios a penas.
Aunque mamá parece intuir y decide estropear el momento.
-¡Tres horas para la cena, vayan moviendo sus culos o los muevo yo!- Ella, tan simpática como siempre.
Le lanzo una mirada a Hayes, advirtiéndole, y deslizo mi cuerpo desnudo hasta el baño. Sin ningún tipo de interés en acudir a esa cena.
Mi hermanastro parece no captar mi indirecta pues, segundos más tarde hace acoplo en mi bañera, encargándose una vez más de explorar y deleitarse con cada milímetro de mi cuerpo. Algo que disfruto mucho.
-Mírame a los ojos.- Su voz autoritaria sucumbe en una de mis montañas rusas de placer. Su mano libre agarra mi rostro haciendo que le mire mientras la otra sigue penetrando mi sexo. Acato su orden y, mirándolo a los ojos, me corro por vigésima vez en sus dedos, bajo el agua de la ducha, la cual se ha convertido en integrante de nuestros encuentros sexuales.
Dos horas más tarde me encuentro preparada. Un vestido rojo con un ligero escote cubre mi cuerpo. El pelo, suelto pero con unas ligeras ondas y mi cara con apenas un toque de maquillaje. Rímel en pestañas y brillo en los labios.
Mamá suele poner todo su empeño en estas cenas y más este año, en el cual parece que un socio de papá acudirá para cerrar el deseado trato que tanto trabajo ha costado a mi padre.
Bajo las escaleras sin demasiado ímpetu. Nada más poner el pie en el último escalón las miradas en mi hacen acto de presencia. Miro a los integrantes, y tal parece que los socios de papá no han llegado.
El timbre suena y mamá salta de la silla, literalmente, para ir a abrir.
-¡Léa, Theo!- Grita mamá desde la puerta y en ese instante palidezco. Me había olvidado de este gran detalle.
Si Léa y Theo están aquí eso quiere decir qué...
-¡Jordan! ¡Por Dios, cómo has crecido!- Y si, eso significa que ya puedo morir.
Hayes parece intuir pues segundos después de escuchar a mamá su mirada se dirige a la mía, mirándome preocupado, a lo que sonrío levemente dando a entender que estoy bien.
Papá se levanta al escuchar el nombre de su amado y corre en su búsqueda sonriente.
Vale. Léa, la cuñada de mamá, es la madre de Jordan. Y Theo, el marido de papá, es su mejor amigo. No sé cómo pude olvidar que se presentarían a esta cena.
Muerdo mi labio, intentando no entrar en una crisis histérica. Esbozo mi mejor sonrisa y me levanto a saludar. Mis ojos recaen en Jordan. Titubeo pero el se adelanta dándome un abrazo, algo incómodo.
Una vez nos sentamos todos la cena continúa sin interrupciones. Mamá se levanta llegada la hora del postre y va a buscarlo a la cocina y, cómo no, una vez más, el tan tradicional soufflé de mamá aparece en la mesa.
Limpio mi plato inmersa en mis pensamientos, ajena a toda conversación en la mesa. Ya bastante tengo con tener que compartir mesa con Jordan a mi izquierda y Hayes a mi derecha. Ajá, muy chistoso.
Chupo mi cuchara concentrándome en el hermoso y cremoso sabor a chocolate, solo importandome eso. Y sigo con mi labor durante un tiempo más hasta que siento una mirada sobre mi.
Miro a la derecha y me doy cuenta de que Hayes está mirándome, directamente, sin ningún escrúpulo. Pasa la lengua por su labio, remojandolo. Y, sin previo aviso, su mano se posa en mi pierna.
Aclaro mi garganta y bebo un poco de vino de mi copa, intentando disimular el repentino acaloramiento.
Su mano no se detiene. Se cuela entre mi falda y se encarga de acariciar, pellizcar y agarrar cada centímetro de piel a su paso.
-Y bueno, Alexandra. ¿Qué tal en el amor?- La voz de Léa me distrae. La miro y sonrío. Al instante todos los ojos recaen en mi.
Vuelvo a aclarar mi garganta. Dios, estoy segura de que no puedo estar más roja en estos momentos.
La mano de Hayes llega a ese punto tan sensible. Suelto un suspiro cuando lo acaricia.
-Mmm, la verdad es que me interesan más los estudios en estos momentos.- Esbozo una sonrisa nerviosa.
El timbre suena. Hayes aparta mis bragas. Papá se levanta y se dirige a la puerta.
-Deben de ser los socios.- Mamá recoge un poco la mesa, y con la ayuda de Léa y Theo lleva las cosas a la cocina.
Jordan, Hayes y yo nos quedamos solos. Hayes sigue acariciando, mi zona se encuentra mojada y acalorada. Miro a Jordan pero este está con la mirada perdida en el móvil. Sus pupilas están dilatadas, lo único que sé esque esta noche se ha bebido más de la mitad de la botella.
Un dedo roza mi entrada y muerdo mi labio. Cuarta copa, aquí vamos.
- Brandon, pasa, pasa. Vaya, no sabía que tu hijo estuviera tan grande.- La voz de papá vuelve a aparecer en escena. Y detrás de él lo siguen dos figuras. Un hombre mayor y...
Oh dios. No me jodas.
Hayes introduce un dedo. Y ahí se queda, estático. Tanto él, como Jordan (el cual ya dejó de lado su móvil), como yo, miramos fijamente a la persona que acaba de pasar el lumbral.
Nada más, y nada menos, que Calem Straige.
Quinta copa, ven a mí.
Mamá, Léa y Theo vuelven al comedor. Y pronto ellos, papá y el padre de Calem se sumen en una conversación que no estoy ni en disposición ni quiero escuchar.
Papá les piden que tomen asiento para hablar de negocios, que ciernen a las tres familias.
Calem se sienta justamente frente a mi. Los cuatro jóvenes nos encontramos en silencio. Y el puñetero dedo de Hayes sigue dentro de mi.
Me muevo un poco para que se de cuenta y lo quite pero no me doy cuenta y lo apreto más, haciendome casi gémir del placer.
Todos los ojos se dirigen a mi y lo disimulo con una tos. Vuelvo a beber más vino, deseando que la tierra me trague.
-Lexa, cariño. Te veo mal, ¿por qué no subes y te acuestas un rato? Hayes, cielo, acompañala arriba.- Dice mamá.
Trago saliva.
Mamá, si mandas a Hayes conmigo ninguno de los dos vuelve a bajar.
Asiento y tanto Hayes como yo abandonamos la mesa y nos dirigimos a la habitación. Trato de disminuir el calor que llevo arriba pero nada funciona.
Hayes entra a mi habitación. Cierra ls puerta y me mira. Sus pupilas están dilatadas, al igual que las de Jordan, y no quiero ni saber las mías.
Lamo mis labios y Hayes se lanza contra mí, devorando mi boca. Gimo y sus manos agarran firmes mis caderas, empujandome a la cama.
No sé si es por el alcohol, pero justamente ahora el calentón que siento se ha intensificado por tres.
Hayes se encarga de desvestirme y gimo cuando introduce uno de mis pechos en su boca. Su mano baja a mi feminidad y la acaricia, sin dejar de besar mis tetas posesivamente.
Su dedo se introduce en mi y lo mueve con rapidez, haciendome casi llegar a mi cima de placer. Pero justo cuando siento que voy a llegar al borde Hayes para.
Lo miro confundida y veo que está mirando a la puerta. Sigo su mirada y me quedo helada al ver a Jordan y a Calem, los dos, parados en mi puerta.
¿Dios, que te he hecho?
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