ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ¹¹

—Alexandra Hamilton. Quieta ahí ahora mismo— la voz demandante de Jordan me hace quedarme quieta sin moverme en el sitio.

¿Pero qué haces, Alexandra? Es Jordan, no tu padre. No tienes porque hacer lo que el diga. Hayes tiene razón, no soy una cría inmadura de cinco años, es hora de que Jordan se entere de eso.

Aspiro con fuerza y vuelvo a retomar el camino hacia mi habitación con tranquilidad.

¡Ja! Así se hace, Alexandra. Que sepa que no eres una niña.

   Unos pasos me siguen pero no les tomo la menor importancia. Entro a mi habitación y cierro la puerta tras de mi, voy hacia el baño, abro el agua y me quito la ropa. Al salir de la ducha envuelvo una toalla alrededor de mi cuerpo y dejo mi pelo caer mojado sobre mi espalda. Salgo del baño y lanzo un grito de sorpresa al ver a Jordan en mi cama el cuál al escucharme levanta la vista de sus manos y la dirige a mi cuerpo. Repasa con su mirada cada centímetro de mi piel, tanto la expuesta como la no expuesta. Percibo como traga con dificultad y me encierro rápidamente en el baño sintiendo el rubor en mis mejillas.

—Lo siento, volveré más tarde— dice Jordan a través de la madera de la puerta, seguidamente escucho como se cierra la de mi habitación. Suspiro y salgo de mi escondite, al verificar que no hay ningún intruso más en mi habitación cojo mi pijama y me lo pongo. Me tumbo sobre mi cama y cierro los ojos, intentando descansar mínimo diez minutos en el día.

Escucho unos golpes en mi puerta y abro los ojos poco a poco. La luz del sol se filtra por el estor de mi ventana, informándome de que ya es de día. El reloj de mi habitación marcan las diez de la mañana, y me alivio al saber que dormí seis horas. Coloco mis pies en el frío suelo y deslizo las zapatillas en ellos. Voy hacia la puerta y la abro encontrándome con Jordan.

—Buenos días— dice. Y ahí está la incomodidad.
—Buenos días—

Se forma un silencio incómodo por varios segundos, veo como lleva su mano tras su nuca y comienza a rascar, acto que hace siempre que está nervioso.

—Lo siento, no quería decir aquello anoche.
—Si querías— lo conozco como si lo hubiera parido. Claro que quería decir aquello.
—Bueno, sí, sí quería. Pero no lo pensé de verdad. Estaba enfadado y solté lo primero que se me vino a la mente.

—Da igual, Jordan. Es lo que pensaste pero me importa un pimiento lo que opines sobre mí. Soy libre de hacer lo que quiera, con quien quiera, donde quiera, como quiera y cuando quiera. Así que te invito a hacer lo mismo—veo como dirige su mirada incómodo a otro lado.

—Lo sé— bufo y paso por su lado chocando su hombro. Bajo a la cocina y voy directa a la nevera, en dónde cojo los ingredientes para hacer tortitas.

Me concentro en cocinar y no me doy cuenta cuando Jordan entra a la habitación. Doy un saltito de sorpresa cuando sus manos se aferran a mi cintura y me da la vuelta quedando de espaldas a la encimera.

—Sólo te intento proteger— su aliento cálido choca contra mi mejilla debido a la cercanía. Clava sus ojos en los míos y yo bajo la mirada nerviosa.

—No necesito que nadie me proteja, se hacerlo yo solita— me safo de el y vuelvo a intentar cocinar. Jordan sigue detrás de mi, aprisionandome con su mirada. Oigo como suspira y me siento confusa ante sus próximas palabras:

—Que Dios me perdone por esto— frunzo el ceño sin entender sus palabras y cuando voy a preguntar me da la vuelta subiendome a la encimera y captura mi boca con la suya.

   Mi pulso late aceleradamente, su lengua hace contacto con la mía y pronto nos sumergimos en una lucha por el control, la cual gana él. Hago caso omiso a los pensamientos que me dicen que me separe de el y me limito a disfrutar del momento. Puede que sea la primera y última vez que Jordan mi mejor amigo, el chico del que he estado enamorada durante años, me bese o incluso me toque.

Nos separamos debido a la falta de oxigeno. Sus ojos se mantienen cerrados y su frente recargada sobre la mía, al instante en que sus ojos se abren sé que esto no ha debido de pasar por el destello de arrepentimiento que veo en ellos.

—Olvida esto— se limita a decir alejándose de mi. Una mezcla de sentimientos se apoderan de mi, furia, vergüenza y tristeza.

¿Es puto gilipollas?

—Jordan...— digo. Pero incluso antes de que pueda pestañear el ya ha abandonado la cocina. Dejándome a mí en la encimera, con el corazón en un puño y con las tortitas quemadas.

Mi móvil suena anunciado que me ha llegado una nueva notificación. Limpio el rastro de algunas lágrimas rebeldes y cojo el aparato, visualizando en mi pantalla un mensaje de Calem.

"Imbecil número 2🖤"
¿Lista para la siguiente fase?

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