ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ³⁸

—Entonces... ¿Está todo bien?— pregunta Leyla. Miro a Calem antes de volver a mirarla y me encojo de hombros.

—Si. No. Bueno, eso creo. Estamos intentando figurarlo. No vuelve a ser todo como antes, estamos yendo poco a poco pero lo está intentando, mucho— asiente antes de mirar a Jordan.

—¿Y tú? Ya sabes, ¿cómo van las cosas?— gira la cara rápidamente, mirándome y río.

—Es el mayor idiota del mundo— asiento ante lo que dice.

—Si, eso suena muy a Jordan.

—Es que...— suspira. —Simplemente no lo sé. Es un egolatra, cabezota, amargado, retrasad...— la corto antes de que suelte todos los insultos del mundo.

—¿Pero?— muerde su labio, estresada.

—Pero tiene sus momentos cariñosos, es súper atento, se preocupa siempre por la garbanza y menuda po...— le pongo la mano en la boca.

—No me apetece saberlo, gracias— veo como Jordan y Hayes caminan hacia nosotros y quito mi mano de la boca de Leyla.

—Mueve el culo, cara de brócoli. Es tarde y la garbanza tiene que descansar— la cara de Leyla cambia a enfado y yo me aguanto las ganas de reír. Se levanta y escucho una pelea sin sentido mientras se alejan dentro del hotel.

Vinimos a las islas Canarias solo para joder a Hayes en su luna de miel.

—¿Vamos a dar un paseo?— pregunta Calem. —¿O estás cansada?— niego levantándome.

—Vamos.

Caminamos por los pasillos vacíos del hotel, encontrando a alguna camarera cada rato.

—Tengo algo para ti, Lex— lo miro. Saca un sobre y me lo extiende. Cojo el papel confundida y lo abro, viendo un billete de avión. —Tengo que volver a trabajar en unas semanas, y sé que estás muy ocupada, por eso lo reservé para las vacaciones de navidad. Solo si quieres, claro— sonrío, mirándolo.

—Claro que si, Calem. Estaría genial— Calem mira a un lado y sonríe.

—¿Te apetece un baño?

—¿Qué?— pero antes de poder procesarlo, las manos de Calem me cogen, dejando el billete en el suelo y llevándome a la piscina. Abro los ojos a más no poder e intento liberarme, sin resultado.

—Calem como tú me mojes te juro que te ma... ¡Ah!— caemos al agua. Saco la cabeza a la superficie y escucho la risa de Calem. Frunzo las cejas y le lanzo agua, haciendo que se atragante.

—No hiciste eso, Alexandra. Te vas a enterar— me agarra intentando hundirme y en la lucha acabo debajo de el, tratando de tirar de su cuerpo hacia abajo.

Calem de repente se detiene, la risa muriendo en sus labios. Miro confundida y veo su mirada fija en mi camiseta.

Mierda.

Se transparenta todo. Malditamente todo por el agua. Mi cuerpo debajo suyo, mis pezones resaltando en la tela transparente y su collar descansando sobre mis pechos inquietos debido al sube y baja sin cesar de mi agitada respiración.

Una de mis piernas estirada y atrapada entre las suyas mientras que la otra doblada, subiendo la tela de mi camisa larga a modo de vestido, dejando ver mis bragas.

Alzo la mirada percatándome de la poca distancia que nos separa. Mi aliento se mezcla con el suyo y jadeo.

Su mano asciende por mi cintura, delineando todo mi contorno hasta mi cuello. Sus ojos se clavan en los míos y lo veo, esa maldita mirada.

Una mirada que promete mil cosas.

Un maldito año perdido que piensa recompensar, porque desde la boda de Hayes no ha habido ni el más mínimo roce.

—Calem...— susurro, mi voz cargada por la tensión del momento. Y eso parece ser el detonante.

Sus labios atacan los míos, rudos, duros. Su mano apretando superficialmente mi cuello, y la otra perdida entre mis muslos, apretándolos y torturandolos.

Me remuevo debajo suyo, intentando aliviar mi tensión acariciándome superficialmente en su rodilla. Jadeo entre sus labios cuando mueve su rodilla hacia mi, apretando mi centro con ella.

—Dios...

—Dios no, Alexandra. Calem— ruedo los ojos.

Engreído.

—Tú engreído.

¿Lo dije en voz alta?

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