ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ³⁰

Me separo en busca de aire y cierro los ojos cuando sus labios lamen la zona sensible de mi cuello.
—Calem, la llave...— gimo cuando su dedo toca el punto de placer de mi feminidad. Sigo buscando en mi bolso sin encontrar las llaves.
—Joder— gruño. Me separo de Calem y vacío el contenido del bolso en el suelo. Veo las llaves y las cojo. Abro la puerta intentando quitar las manos de Calem y una vez consigo abrirla meto todas las cosas del suelo en la casa de una patada. Lanzo el bolso y las llaves al sillón antes de girarme y deborar la boca de Calem.

Sus manos ascienden acariciando mi cuerpo hasta posicionarse en la base de mi cuello, intentando acercarme a el. Noto la fuerza de su respiración mezclada con sus jadeos y gimo mientras nos deslizamos hacia atrás. Siento algo tocar mi espalda y me doy cuenta de que es la encimera cuando me coloca sobre ella. Me separo de el y tiro de mi vestido deslizándolo fuera de mi cuerpo, quedando en ropa interior. La intensidad de su mirada analizándome me deja indefensa, sus dedos acarician mi brazo ascendiendo hasta colocarse en el tirante de mi sujetador, sus ojos vuelan hasta esa zona donde se detiene a retirar el tirante delicadamente, acariciando mi piel a su paso. Una vez las retira sus manos vuelan al broche y lo desatan, dejando mis pechos expuestos.

Su mirada es de lujuria total, sus pupilas dilatadas y sus labios entreabiertos. Calem sujeta mi cuello y me atrae hacia el para besarme. Sus manos ascienden y se colocan en mis pechos, acariciándolos y pellizcándolos delicadamente, haciendo que mi cuerpo tiemble. Cuando su boca se separa de la mia y baja hacia mis pechos lo empujó separándolo, bajo de la encimera bajo su mirada confundida pero no le respondo. Caigo de rodillas en el suelo y desabrocho sus pantalones, los deslizo junto a su bóxer dejándolos fuera de su cuerpo. Alzo la mirada directa a sus ojos y agarro su longitud entre mis dedos, ganándome un jadeo de su parte. Vuelvo a alzar la mirada y veo sus ojos cerrados, dándome la valentía de deslizarlo en mi boca y hacer lo que sé que le gusta.
—Joder, Alexandra...— su mano va directa a mi pelo, agarrándolo. Lo miro y abre sus ojos, capturando su mirada con la mía. Se queda unos segundos callado hasta que vuelve a maldecir. —Te ves putamente increíble con tu boca alrededor de mi polla, nena.

Y así es como Calem hace magia. La humedad entre mis piernas se multiplica y acelero mis movimientos, sintiendo cómo si yo misma fuera a explotar.

Después de algunos segundos de silencio y jadeos, quita sus manos de mi cabello y toma mi rostro, impidiendo que me mueva más.
—Nena, me voy a venir...— jadea. —Y la verdad quiero esperar a joderte luego y castigarte por como has estado conmigo, Alexandra.

Mi boca deja de estar en contacto con el. Su mano en mi rostro se desliza gentilmente hasta mi cuello, donde me agarra y me hace levantar. La verdad no me niego, esperando deseosa a sentirlo dentro de mi. Calem se encarga de deslizar mis bragas sacándolas de mi cuerpo. Se arrodilla delante de mi y pasa un solo dedo por todo lo largo de mi feminidad, haciendo que tiemble. Su mano libre se sitúa en mi cadera afirmando mi agarre. Mis manos vuelan a la encimera para apoyarme y no caer.

Calem me mira mientras desliza un dedo por todo mi centro, haciendo que palpite de placer contenido. Mis dientes viajan a mi labio inferior y lo retienen, evitando que cualquier ruido se escape de mi boca.

Calem me mira, niega y sé a qué se refiere. Los gemidos abandonan mi boca y es inevitable el orgasmo.

—Esto fue un regalo, nena. No te vas a correr en lo que queda de noche a no ser que me lo supliques.

Sin previo aviso sus manos hacen acoplo de mi cadera y me alza. Calem se encarga de llevarnos a la habitación y una vez ahí me lanza a la cama.

Observo atentamente como se desprende de su camisa botón por botón y me estremezco ante la espera. Cuando termina de desabrocharla la deja caer al suelo y se acerca a mi lentamente.

Sus manos agarran mi cintura y me arrastra hasta el borde de la cama. Abre mis piernas dejándolas dobladas y cae de rodillas delante de mí.

Su aliento roza mi centro y jadeo. Intento moverme pero la mano de Calem se ancla en mi cintura, dejándome inmóvil.

Su dedo recorre mis pliegues antes de adentrarse en mi y vuelvo a moverme buscando fricción. Veo como niega antes de acercarse a mi y hundir su cara en mi centro.

Gimo y agarro su pelo entre mis dedos, acercándolo lo más posible a mí.

Muevo mis caderas al ritmo que lleva y pronto se forma el tan característico nudo en mi.
—Calem...— gimo pero para.

No.
Me.
Jodas.

...

Si que me jode.

A Calem no solo le bastó con no dejarme correrme, volvió a repetir la acción varías veces hasta que hice lo que quería, le supliqué.

—Fóllame, joder— gruño y alza la ceja.
—Me da a mi que así no se piden las cosas— echo mi cabeza hacia atrás exasperada.

—Por favor, Calem. Fóllame— sonríe y se clava en mi de una sola estocada.

Joder...

Calem no es suave. Su polla entra y sale de mi bruscamente pero no al punto para dañarme.

Sus manos se colocan en mi cadera y nos da la vuelta haciendo que yo quede encima de el. Guía mi ritmo y pronto me encuentro gimiendo sin parar. Su cadera choca contra mis piernas reiteradas veces y yo echo la cabeza hacia atrás disfrutando del placer.

—Mírame, Alexandra— abro los ojos mirándolo. Gotas de sudor recorren sus ojos y en ese momento pienso que no se puede ver más malditamente sexy. —Te ves jodidamente bien montando mi polla, cielo.

Gimo aún más si eso es posible.

Sus manos acarician mis caderas, nuestros cuerpos moviéndose al compás y nuestras miradas fijas en las del otro.

Y en ese momento no puedo sentirme mejor.

Calem es todo lo que siempre pude desear. No creo en el cliché de libros, pero sin duda es lo que mejor me ha pasado en la vida.

Una persona con la que tener conexión sentimental y sexual en la misma proporción, una persona que me proporciona seguridad, amor y placer.

La mano de Calem se coloca en mi cuello sacándome de mis pensamientos.
—¿Estás bien?— pregunta y asiento. Su mano jala de mi hacia abajo, haciendo que nuestros labios choquen mientras sigue con el ritmo de las embestidas.

Muerdo mi labio intentando retener el orgasmo.
—Alexandra— me llama. Abro los ojos.— Correte. Correte conmigo.

Y eso hago. Me libero sintiendo el indescriptible placer. Sus manos agarran las mías y entonces lo hace, se corre conmigo, mirándome fijamente.

—Te amo, bicho.

Y yo también lo amo. Joder que si lo hago.

Caigo sobre el con la respiración agitada. Sus manos acarician mi espalda reconfortándome y da un beso en mi cuello antes de colocarme delicadamente a su lado.

Calem se levanta yendo al baño y vuelve acostándose a mi lado.
—Descansa, bicho. Cuando despiertes iremos al médico— lo miro. Deja un beso en mi nariz.— Pase lo que pase lo superaremos, juntos.

Eso espero.

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