ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ³

—No me obligues— suplico mirando ante mis ojos la peluquería. Está claro que este hombre lo único que quiere hacer es matarme.

—Si, te obligo— dice simplemente. Coge mi mano y me arrastra dentro del local. Maldito.

—Buenos días—una chica alta, de pelo rizado y morena nos saluda al entrar. Supongo que es la dependienta.

—Buenas—Respondemos Calem y yo al unísono. Vale, eso da algo de miedo.

—¿Podríamos hablar a solas? Es que quiero que sea un secreto para mi amiga— dice Calem. La chica asiente y lo lleva lo más alejado posible de mi.

Juro que voy a matar a Calem, es capaz de cualquier cosa y yo no quiero morir hoy, me niego. Suspiro y trago con dureza, estoy cagada de miedo.

Al par de minutos vuelven a acercarse y la asistenta me lleva hasta una silla, me sienta delante de un espejo y a continuación saca una cinta, con la cual me venda los ojos. Abro la boca dispuesta a hablar pero ella me interrumpe.
—Es para que no veas nada, tu amigo quiere que sea una sorpresa— me relamo los labios nerviosa y asiento.
—¿Como te llamas, amor?— continua ella hablando.

—Alexandra. Pero me suelen llamar Alexa o Lexa— digo amablemente. Si me hago amiga de ella puede que sea benevolente conmigo.

—Encantada Alexandra. Yo soy Veronica, pero llámame Vero— dice y apuesto a que tiene una sonrisa. Me cae bien.

—Un placer, Vero— digo.
—Bien, comencemos— dice ella y comienza a trabajar. Dios, ayúdame.

Al cabo de una hora y media aproximadamente parece que hemos terminado.

—Ya está, cariño. Ahora tu amigo te guiará— dice poniéndome de pie y entregando mi mano a Calem. La gigante mano de Calem envuelve la mía y nos dirigimos al mostrador. Mi amigo paga y salimos del local.

—¿A dónde vamos?— pregunto intrigada. Calem no responde y al par de segundos noto como me dan la vuelta y me retiran el vendaje.

—Vamos a comprar tu cambio, cariño— dice con una sonrisa similar a las diabólicas que describe la gente. Esa típica sonrisa que sabes no te trae nada bueno.

Mierda. Definitivamente hoy muero. Si.

Calem vuelve a coger mi mano y me guía hasta una tienda.

—¿Una óptica?— pregunto confundida al ver el cartel.

—Vamos a hacer que esos hermosos ojos no pasen vergüenza— dice sonriendo y adentrándose en la tienda.

Entro detrás de él y me acerco a donde está mientras analizo el local. Miles de gafas colocadas en vitrinas de vidrio. De todos los tamaños, formas y colores.

—Hola, quisiera comprar lentillas— le dice Calem a la dependienta. Abro mis ojos a más no poder. ¿Lentillas? Mierda. En mi vida he utilizado uno de esos instrumentos de tortura.

Estoy empezando a odiar esto. Ya recuerdo por qué nunca vengo de compras.

Salimos de la tienda con una pequeña bolsa. Calem decidió llevarse las lentillas y unas gafas que, según Calem, son provocadoras. No sé qué tienen de malo mis antiguas gafas. Y tampoco sé de dónde saca el dinero este hombre, ni lo quiero saber. Lo único que se me viene a la mente son imágenes de Calem bailando en una barra con un trajecito de bombero, y no sé por qué.

—¿Ya hemos acabado?— suspiro rendida ante los extensos pasillos del infierno. Llevamos caminando toda la tarde, y ya estoy hasta el culo.

—Falta lo más importante, cariño. La guinda del pastel— dice mientras camina con paso relajado. Lo miro confundida sin dejar de caminar— Falta la vestimenta que hará que tu figura sea la de una diosa— sonríe como si fuera un genio que acaba de descubrir la cura para alguna enfermedad. —Eliminaremos cualquier tipo de ropa holgada de tu armario para dar paso a la sensual. Porque aquí es donde empieza la nueva Alex— alza la mirada hacía la tienda de ropa que se encuentra ante nuestros ojos y sonríe pícaramente. —Damas primero.

Trago fuertemente y me adentro en el local. La música se cuela en mis oídos y me hace suspirar. La última vez que había venido a el centro comercial fue hace años, y en compañía de la loca de mi madre.

—Dime tus tallas, preciosa. Yo me encargo de lo demás— dice mi amigo aumentando así más mi miedo. Parezco una loca con miedo a la sociedad o algo.

—De pantalones suelo vestir la 36 y de camisas la M— digo suspirando.

—De acuerdo. M de parte superior y 40 de pantalones— sonríe para luego comenzar a buscar ropa. —Andando. Al probador. Te irás probando la ropa y me la enseñarás— me guía hacia los probadores y me adentra en uno. —Primer conjunto—me entrega un par de prendas.

Me pongo el top con encaje beige con unos pantalones vaqueros blancos ajustados y unas botas negras con tacón. Me giro para visualizarme en el espejo pero me llevo la sorpresa de que no hay.

—¿Lista?— pregunta Calem desde el otro lado de la cortina y en respuesta corro la cortina para que me vea.

—Vaya, muñeca. Nunca pensé que detrás de toda esa ropa asquerosa se podría encontrar una maldita modelo— Calem me mira intensamente y yo alzo la ceja. Esa frase acaba de sonar bastante gilipollas, además de que sé que es una mentira.

Extiendo la mano para que me entregue el siguiente conjunto y una vez lo tengo vuelvo a correr la cortina y cambiarme. Y así sigue el ciclo durante varias horas más, entrando a mil tiendas y saliendo con millones de bolsas.
—¿Ya podemos irnos a casa?— pregunto con la esperanza de que la respuesta sea afirmativa.

Me señala con la mano una tienda de ropa interior y niego repetidas veces.
—Ni lo sueñes— niego rotundamente.
—Claro que lo sueño—Me guiña el ojo y, a continuación, coge mi mano y me arrastra dentro del establecimiento. —Repetiremos el proceso de antes. Tu vas al probador y una vez puesta la ropa me mostrarás cómo te queda— dice dejándome estupefacta.

¿Estar casi desnuda ante el? Ni en sueños. Sé que voy a tener que estarlo tarde o temprano si quiero comenzar con las clases, pero no pensé que sería tan pronto.

—De acuerdo— entró en el probador mordiéndome el labio nerviosa mientras espero a que el idiota me de las prendas.
—Aquí tienes— me entrega un par de conjuntos de ropa interior. Todos y cada uno de ellos con encaje y provocadores. Cosas que no me he puesto ni había pensado en ponerme.

Deslizo la suave tela vistiéndome y tomando bocanadas de aire y cerrando los ojos desplazó la cortina. Al no escuchar ningún sonido procedente de el mujeriego abro los ojos y me lo encuentro con la vista clavada en mis tetas. Cierro la cortina avergonzada, con un suave color carmesí cubriendo mis mejillas. Me veo en el espejo ante mis ojos y me olvido completamente de mi pelo fijándome en mis curvas.

El sostén negro de encaje presume mi talla grande de copa sin pudor alguno y el tanga del mismo estilo que el sujetador muestra mis nalgas.

Respiro un par de veces antes de volver a vestirme y salir con las prendas en la mano. Calem las coge y se dirige al mostrador para pagarlas sin decir palabra alguna.

Dios mío. Debería sentirme muerta de vergüenza. Pero extrañamente me siento bien conmigo misma.

—Oye— Calem habla sacándome de mis pensamientos. Desde que subimos al coche nos habíamos mantenido en silencio. Giro la cabeza y lo miro. Conduce despreocupado, con la vista fija en la carretera. —Perdona por lo de antes— una de sus manos abandona el volante y rasca su nuca, cosa que suele hacer cuando está nervioso.
—Oh, tranquilo. No es nada— sonrío. Me mira y asiente para luego volver a fijar su vista en la carretera y yo mirar por la ventana.

Por primera vez en mi vida me sentí deseada.

Capítulo editado.

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