🪂 Capítulo único 🪂
Debería estar prohibido que las aerolíneas programen vuelos a altas horas de la madrugada, como si dormir no fuera una necesidad básica humana. Tal vez piensa así porque en las últimas semanas sus horarios han variado entre las tres y cuatro horas de sueño. Tal vez guarda más de un rencor y le sobran excusas para quejarse de los aeropuertos.
O quizás sólo le hace falta una buena dosis de cafeína.
Como si la señorita tras el mostrador fuera capaz de leerle el pensamiento, su nombre resuena entre las paredes de la cafetería, uno de los pocos negocios que permanecen abiertos a las dos de la mañana. Ha ordenado un café negro sin azúcar y un chocolate con crema batida y chispas. El primero es una bomba de energía, el segundo un calmante para los nervios.
No piensa negar que sea su culpa, después de todo, si Sehun hubiera sido un poco más específico en cuanto a los medios de transporte, su hermano no habría elegido comprar boletos de avión. Tampoco es totalmente responsable y es que de no ser por cierto idiota, Jeno ni siquiera habría tenido que acabar haciendo de agencia de viajes para su hyung.
Hace dos semanas que nada lo entretiene más que despotricar en contra de Choi, el cliente para el que su empresa trabajó y quien días antes de la presentación decidió cambiar los términos del proyecto. Tener que rehacer la propuesta fue un verdadero calvario, mucho más para los otros que para el departamento de finanzas a cargo del pelinegro.
Es la primera vez, desde que lo ascendieron, que Sehun se ha arrepentido por ser director de área, lo que incrementa el respeto que le profesa a los que llevan desempeñando el puesto por más de una década.
Todavía no está seguro de cómo fue que el equipo consiguió terminar a tiempo el proyecto, pero sabe que incluso si la presentación fue un éxito, su vida personal y aquellas vacaciones en particular, no habrían sido posibles de no contar con el apoyo de su hermanito barra roomie barra agente de viajes, quien fuera su salvador cuando creyó no estar a tiempo para reservar.
«Un tonto avión no va arruinármelo» piensa.
La sala de espera está ligeramente abarrotada, algo que no dejará de sorprenderlo porque sigue creyendo que los vuelos a altas horas de la madrugada deberían estar prohibidos. Pasea la mirada por el lugar, intentando ubicar a su compañero, hasta que sus ojos lo encuentran varias filas más allá, tan adorable (y tan nervioso) que Sehun se apresura a acercarse.
No importa cómo o cuándo lo admire, Luhan siempre le parece un poco más bonito que la última vez. Es un chico menudo, tiene el rostro de un príncipe y la sonrisa de un ángel. Le lleva dos años a su novio y su personalidad es mucho más brillante. Los demás suelen pensar que fue Sehun quien lo persiguió para sonsacarle una cita, nada más alejado de la realidad.
Quien lo viera, tan retraído y asustadizo, no creería que Luhan sea la clase de hombre que puede doblegar a otro hasta hacerlo delirar por él. Pero es que su chico es una persona muy diferente cuando no está a mitad de un ataque de pánico. Un efecto colateral de hallarse en un aeropuerto y padecer acrofobia.
— Oye, está bien, amor. Estoy aquí contigo — murmura Sehun, de rodillas frente al rubio.
Apenas le ha dado tiempo de acomodar sus bebidas sobre el asiento vacío y recordarle al mayor que no está solo en aquel sitio, cuando Luhan reacciona a su presencia y sin pensarlo dos veces se arroja a sus brazos. Necesita algo a lo que aferrarse, alguien en quien refugiarse y sabe que nadie es mejor para ello que el hombre a quien ha entregado su corazón.
Todavía tiembla cuando se aleja, la expresión en su rostro no pudiendo ocultar los nervios que le provoca el estar a punto de abordar un avión, así que Sehun se eleva como puede y deposita un beso sobre su frente.
— No pasa nada, siempre voy a cuidar de ti. Anda, bebe tu chocolate, te ayudará a relajarte y podrás dormir cuando abordemos — le dice.
De nada serviría intentar convencerlo de marcharse, sabe que Luhan se negaría por miedo a arruinarles las vacaciones. Además, no es la primera vez que viajan en avión. Sehun se ha vuelto un experto consolando a su novio por las veces en que han ido a China, a visitar a la familia del rubio.
— Está rico — murmura Luhan, tras dar un sorbo a su bebida — ¿Quieres probarlo?
Sehun detesta lo dulce, le fastidia empalagarse y odia la sensación pegajosa que los caramelos dejan en sus manos y labios. Aun así, asiente con la cabeza al ofrecimiento del mayor y no es como que pueda quejarse cuando Luhan se inclina y besa sus labios. Sabe igual que el paraíso, aunque el paraíso no tenga chocolate o crema batida.
— ¿Y bien? — pregunta el mayor, el tono travieso asomando por debajo de la incomodidad que todavía experimenta debido a su condición.
— Me gusta, dame otro poco.
El tiempo de espera, hasta que su vuelo despegue, lo pasan apretujados en la sala, con dos bebidas entre sus manos y uno que otro besito inocente distrayendo sus mentes. Luhan sabe que los mimos de su novio no bastarán para evitarle la crisis, pero le alegra saber que tiene a alguien en quien apoyarse y confiar.
Veinte minutos después, los altavoces llaman a abordar. Dos vuelos despegarán a la misma hora, uno por la puerta 7 (el suyo) y el otro por la puerta 10. Sehun no conoce su destino, Jeno le ha pedido que aguardara hasta estar en el avión para conocerlo por el bien de la experiencia, sin mencionar que tiene cosas más importantes por las que preocuparse.
Asegurándose de sujetar muy fuerte a su novio, al tiempo que empuja la maleta que han llevado con ellos, el pelinegro apenas reacciona cuando la señorita en la puerta revisa sus papeles, recordándoles el número de sus asientos un instante antes de desearles un buen viaje. Las piernas de Luhan son un lío mientras recorren el túnel, por suerte Sehun es paciente.
— Estos son — señala Sehun, refiriéndose a los asientos, ubicados en medio del avión.
No hay ventanas cerca, las puertas se encuentran varias filas más allá, lo que es un alivio para los alterados nervios de Luhan. Sehun guarda su equipaje y se acomoda a su lado, las manos ya ocupadas en abrochar ambos cinturones. La bolsita en su bolsillo, con las pastillas que el rubio toma cuando los ataques le superan, espera a no tener que ser utilizada.
— ¿No te dije? Apink sacó un nuevo álbum y está increíble — comenta el pelinegro, al cabo de unos momentos. Busca los audífonos, como quien no quiere la cosa.
Luhan recuerda a su novio hablando hasta por los codos sobre el nuevo disco de su grupo favorito, pero no dice nada. Sabe lo que está haciendo y se lo agradece. Recibe los auriculares, intenta controlar su respiración y cuando la música comienza, cierra los ojos y se acurruca contra el menor, sofocando el pánico que lucha por salir a la superficie.
Apenas reacciona cuando su cuerpo se sacude, el despegue ha comenzado y el avión se pone en movimiento. Mientras Luhan se esfuerza por controlarse, Sehun presta atención al discurso del piloto, quien les da la bienvenida y recita los datos del vuelo, el destino que su hermano ha elegido finalmente siéndole revelado.
—...estaremos aterrizando en el aeropuerto de Kuala Lumpur, a las...
El tiempo se detiene, el ruido se ahoga. Recuerda pedirle a Jeno que organizara aquellas breves vacaciones, la lista de 20 ideas para proponerle matrimonio que él mismo imprimió, sirviéndole de guía al momento de seleccionar un destino. Se suponía que fuera él quien lo orquestara, quien tomara en consideración los pros y los contras de cada opción en el papel.
Los cambios de última hora en la propuesta de Choi le impidieron dedicarse a organizar la propuesta que tanto deseaba ofrecer, recurriendo a su hermanito en un acto de desesperación y es que Jeno no sólo tenía tiempo para ayudarlo, sino que también, poseía el alma de un romántico empedernido, herencia de su padre.
No duda que el menor tuviera la mejor de las intenciones al decantarse por el número 15 de la lista: Viaje en globo (Malasia), el asterisco en tinta roja acompañando el texto, pudiendo llegar a confundirlo y la falta de tiempo en la agenda de su hyung, convenciéndole de tomar todas las decisiones sin antes consultarlo para evitar molestarlo.
— Ojalá lo hubieras hecho — murmura, tan apesadumbrado como el muchacho que se aferra con fuerza a su brazo.
¿Cómo se supone que le pida matrimonio a su Luhan, si el escenario para hacerlo incluye la posibilidad de matarlo del miedo?
🪂
El chat con Jeno está a punto de reventar, las disculpas alojándose en la bandeja una tras otra, sin que las respuestas del mayor sean tomadas en cuenta. No importa lo que Sehun escriba, el menor sigue empecinado en creer que acaba de arruinarle la vida. «Si hyung te bota, se llevará todo con él. Morirás solo y amargado y habrá sido mi culpa» le dice.
Debe admitirlo, la tendencia al drama que los Oh poseen, es un rasgo de herencia paterna al que ninguno ha escapado. ¿Por qué no pudieron parecerse un poquito más a su madre?
Ignorando las divagaciones del menor, Sehun se centra en lo que antes le ha escrito sobre el viaje, el talento para planificar eventos especiales sorprendiéndole al punto de admitir lo increíble que habría sido de poder llevarlo a cabo al pie de la letra. No sólo ha cubierto los boletos de avión, tienen donde alojarse y pases especiales para el festival de globos.
La fiesta internacional de globos de aire, según Jeno, incluye un día al aire libre, rodeado de artesanías, puestos ambulantes y actividades recreativas. No cabe duda que el principal atractivo son los globos aerostáticos, pero su hermano menciona eventos de música en vivo, catering y un espectáculo de fuegos artificiales.
— No se pierde mucho viéndolo todo desde abajo — susurra.
El resto del vuelo intenta convencer a su hermano de que la situación tiene arreglo. Jeno piensa que ir hasta Malasia para pedirle matrimonio a tu pareja a ras de suelo, no tiene mucho caso, pero ya que ha sido su error enviar al novio de su hermano a un evento en el que probablemente sufriría un ataque de montar en un globo... prefiere no decir nada.
Al final, Sehun se queda dormido a mitad de su repaso de inglés. No entiende una letra de malayo, pero internet dice que eso no debe representar un problema mientras los visitantes sepan chino o inglés. Cuando despierta, más por la sacudida que por falta de sueño, el avión está aterrizando en su destino.
Luhan sigue apretujado contra su brazo, los finos dedos aferrados a su chaqueta. Sehun detesta la condición que hace sufrir a su novio y es que, si fuera posible, padecería con gusto cualquier cosa, con tal de librar al rubio del miedo o el dolor. Se asegura de arroparlo lo mejor que puede y no le despierta, hasta que el avión ha tocado tierra.
— ¿Dónde estamos? — pregunta Luhan, al no ser capaz de distinguir más allá de la pista que se dibuja tras las pequeñas ventanas.
— Pronto lo averiguarás, espero que te guste.
Cuando el descenso es permitido, la pareja aguarda hasta que el pasillo se descongestiona y avanza a pasos tranquilos, una vez cruzan el túnel. Luhan reconoce en los letreros que minan el aeropuerto el lugar a donde ha sido llevado, pero no es hasta que salen y un enorme anuncio les da la bienvenida a Kuala Lumpur, que sus sospechas se confirman.
— ¡Malasia! — exclama emocionado.
La ansiedad de su fobia se disuelve, el buen humor se abre paso ahora que no tiene que ir en avión y tal cual ha sido siempre, aquella personalidad brillante que Sehun tanto adora no tarda en hacer acto de presencia. Luhan va dan do brinquitos mientras se dirigen a la estación de taxis, donde su novio indica (en inglés) el destino que persiguen.
— ¿No nos quedaremos en la ciudad? — pregunta, al comprender que su viaje en auto durará, al menos, media hora más.
— Digamos que seguiremos en la capital, Putrajaya es sede administrativa del país y un verdadero jardín inteligente.
— Veo que alguien hizo su tarea — sonríe el rubio, fascinado con el papel de guía que su novio ha decidido adoptar.
El trayecto hasta el hotel Zenith se pasa en un parpadeo. La pareja aprovecha el viaje para sacar fotos de los alrededores en una ciudad donde el color verde abunda, acompañado de un cielo azul tapizado de nubes. Resulta ser un paisaje tan bonito, que Luhan se siente tentando a pedir que los dejen a media avenida, aunque luego deban seguir a pie.
Antes de que el impulso sea demasiado como para resistirse, el taxi se detiene frente al resort y el chofer los sigue, ayudándoles a descargar el pobre equipaje que ha viajado con ellos. La reservación incluye alojamiento por tres días y dos noches, acceso a las instalaciones del hotel y un desayuno continental que emociona a sus hambrientas barrigas.
El botones que les acompaña les recomienda visitar la piscina y no desperdiciar los increíbles restaurantes que minan la ciudad por contentarse con la comida que sirven en el hotel. Sehun lo despide con una generosa propina como recompensa a su amabilidad y cuando se vuelve a la habitación, encuentra que su novio ya ha ido a acurrucarse en la cama.
— Entonces, ¿te ha gustado? — le pregunta, recostándose a su lado.
— ¡Me encanta! — afirma Luhan, pegando un brinquito que hace sacudir el colchón. Sehun sonríe, contento con que la primera parte del plan esté marchando tan bien — Ya quiero ver todo y no te sorprendas si pido fotos hasta con los señalamientos.
— Creo que podría complacerte, si me recompensas bien por hacer de fotógrafo.
El rubio sonríe, captando la indirecta y se desliza un poco más cerca de su novio, lo suficiente como para tener su rostro a centímetros y depositar un dulce beso sobre sus labios.
— Venga, amor, eso no vale ni como adelanto — se queja Sehun.
— ¿Ah, no?
Trepando sobre su cuerpo, Luhan casi ronronea al inclinarse sobre su cuello, las manos del otro aferrándole la cintura para evitar que se caiga. Un montón de besitos riegan su piel, desde la base de las clavículas, hasta el borde de su mandíbula. Luhan sabe cómo hacer que lo desee, que necesite de su cuerpo y ruegue por su atención.
— No me dejarás volver con las manos vacías, ¿verdad que no, Hunnie? — canturrea el rubio.
Ha fingido que lo besaría y ahora tiene a Sehun con el pico parado y los ojos anhelantes fijos en sus labios. Pese al deseo, la pregunta resuena fuerte en su cabeza y es que su novio no puede ni imaginar lo literal que piensa tomarse eso de no dejarlo regresar a Seúl con las manos vacías.
«Pues no, cuando volvamos a casa, habrá un anillo en tu dedo» quiere decirle, conteniéndose para no estropear la sorpresa.
🪂
El evento se haya en su punto cuando el taxi se detiene frente al monumento de Alaf Baru, la música anima el ambiente, decenas de carpas tapizan los alrededores ofreciendo todo tipo de cosas, pero el principal atractivo son los globos aerostáticos que ya han sido montados, los colores y figuras hipnotizando a los asistentes.
Luhan parece ajeno a la posibilidad de tener que subir a uno de esos, la idea de que su novio pudiera obligarlo a repetir el episodio del aeropuerto no pintando por ningún lado de su inocente cabecita. Al contrario de la ansiedad y el miedo irracional que le provocan las alturas, el rubio luce emocionado y más que fascinado con el que lugar al que le han llevado.
Tarda apenas un minuto en aferrarse fuerte a la mano de Sehun, tirando del pelinegro al interior del parque, los ojos yendo y viniendo de un lado a otro, deteniéndose por fracciones de segundo en todo cuanto el festival tiene para ofrecer. Su novio lo sigue, tan atrapado en lo que les rodea como su compañero.
Ha pasado la noche entera planificando el itinerario de un día especial y se ha despertado temprano para asegurarse de contar con todo lo necesario. La cajita de terciopelo que golpea su costado cada que su chaqueta se sacude, le recuerda el punto culminante de aquella aventura, aunque pasará una rato antes de que deba recurrir a ella.
— Sehun-ah, mira, son burbujas — señala Luhan, al detenerse a orillas del círculo imaginario que un jovencito ha dibujado, colocándose él al centro con nada más que una bandejita y un palito muy gracioso entre las manos.
Las pompas de jabón que flotan a su alrededor, varían tanto en tamaño como en colores, los rayos del sol jugando un rol importante al momento de teñirlas de una mezcla amarillo-verdosa o convertirlas en pelotitas de un lila-azul. Los niños que se arremolinan bajo las burbujas no son los únicos que disfrutan el espectáculo, la magia envolviendo a grandes y pequeños.
Sehun y Luhan se toman su tiempo para explorar el lugar. Primero con las burbujas, más tarde también con los globos en miniatura que sus dueños hacen flotar y luego desfilando de carpa en carpa, degustando la comida típica de Malasia que se ofrece en brochetas o pequeños vasitos. Hay una gran variedad de platillos, dulces, salados e incluso amargos.
En algún momento, un cuarteto de músicos atrae su atención. Han montado su propio escenario tras una jardincito de flores y despertado el interés de los presentes al compás de las cuerdas del violonchelo. La entrada de la guitarra permite a Luhan reconocer la canción, la letra de L-O-V-E fluyendo como un susurro al mismo tiempo que la cantante.
— Amor es todo lo que puedo darte — canta Sehun, a puertas de su oído.
No ha dejado de abrazarle por la espalda, de guiar su cuerpo al tierno bamboleo que pretende imitar el ritmo de la canción. La gente alrededor tampoco se ha podido contener, así que antes de darse cuenta, todos en aquel rinconcito del parque están girando y bailando.
Los solos del saxofón y el fagot se prolongan lo necesario para acompañarlos y más allá, algunas parejas comienzan a atraer la atención, las elaboradas coreografías que ofrecen hipnotizando al resto, aunque nada le piden a los sencillos pasos que varios de los enamorados ahí apiñados se concentran en seguir, Sehun y Luhan incluidos.
— Toma mi corazón y, por favor, no lo rompas — susurra Luhan, antes de que la voz de su novio se una a la suya, justo a tiempo para entonar la última línea de la canción — El amor ha sido hecho para ti y para mí.
Los aplausos resuenan con fuerza cuando la melodía termina, la cantante y sus compañeros se toman un momento para recibirlos, devolviendo reverencias y brillantes sonrisas a todos aquellos que han parado frente a su escenario y disfrutado del jazz con ellos. Sehun tira de Luhan un par de canciones después, dando inicio a la sesión fotográfica que le prometió el día anterior.
El fondo de las imágenes no puede ser mejor, los globos que permanecen en tierra y los que ya comienzan a alejarse dibujando una escena que pocos podrían imaginar. Antes de que la figura de un robot gigante se encuentre demasiado lejos, Sehun hace que Luhan posee como si el globo estuviera entre sus dedos.
— Apuesto que no vinimos hasta Malasia para ver los globos desde aquí abajo, ¿o sí? — pregunta Luhan, al cabo de un rato.
Sehun palidece ante la idea de arrastrar a Luhan a algo que podría arruinar por completo aquel día especial, las disculpas que quiere ofrecerle por adelantado permaneciendo atravesadas en su garganta cuando su novio toma sus manos entre las suyas y sin perder la sonrisa que le caracteriza, le dice:
— Está bien, Shì Xūn. Creo que puedo tolerarlo, mientras estés a mi lado y me sostengas fuerte.
— Jamás te dejaría solo, si fuera necesario, me soldaría a ti para...
La risa que escapa de aquellos bonitos labios le advierte de lo intenso que es el rosado en sus mejillas. Se lo ha dicho antes, pero Sehun todavía es incapaz de advertirlo a tiempo antes de hacer o decir algo que conmoverá a Luhan, de forma tal que su corazón podría llegar a detenerse de la mera emoción.
Entrelazan los dedos y se acercan al área de globos. Varios han sido atados para permitir el descenso y ascenso de aquellos interesados en descubrir cómo es flotar entre las nubes. Hay varias filas, unas más largas que otras, pero esperar un turno no es algo que les moleste.
Después de todo no hay prisa. Después de todo tienen el día entero y si las cosas salen bien, Sehun espera tener toda una vida junto a Luhan para hacerlo todo o, simplemente, no hacer nada. Lo que sea mientras estén juntos.
Se apuntan para montar en el globo arcoíris, según el encargado demorará en regresar al menos unos treinta minutos. No pueden irse, a menos que quieran arriesgarse a que les roben el lugar por no estar cerca cuando llamen por los Oh. Aprovechan para revisar las fotos y asegurarse de que todas las tomas valen la pena ser conservadas.
Luhan no lo nota, pero su novio puede ver los engranajes de su cabeza trabajando a todo lo que dan. Intenta que el miedo no lo domine, espera sofocar la ansiedad y no hacer nada que detone una crisis. Agradece el gesto, pero no deja de molestarlo porque el día que te pidan matrimonio, no deberías estar más atento en no desmayarte que en disfrutar la ocasión.
Piensa que debería llevarlos lejos de ahí, apartar cuanto pueda a su chico de algo tan innecesario como subir a un globo aerostático.
¿Y qué si viajaron hasta Malasia para verlos desde abajo? ¿Y qué si vuelven a casa sin haber querido robarse una nube?
Sehun prefiere contarles a sus hijos la historia de cómo le pidió matrimonio al amor de su vida en un campo repleto de globos a los que jamás subieron y no relatarles el posible viaje al hospital que terminarán haciendo de quedarse ahí.
Antes de que pueda hacer nada, la canasta del globo arcoíris vuelve a tocar tierra y el encargado los avisa para que se preparen. Luhan inhala hondo, se hace con fuerzas que realmente no tiene y tira de su mano en el momento en que les toca montar. Sehun da dos pasos, pero se detiene justo antes de llegar. No puede, simplemente, prefiere no casarse a torturar a su chico.
— ¿Qué pasa? — Luhan se extraña — Vamos, amor, nos toca — le dice, viéndolo negar con la cabeza.
— Disfrutemos el evento. No te traje acá para obligarte a padecer tus miedos, se suponía que fuese algo especial...
— Entonces no lo arruines — interviene el rubio — No me quites las ganas de ser valiente y vivir esto, de alcanzar el cielo contigo.
— Hay otras formas de tocar el cielo — insiste Sehun, provocando una sonrisa en el mayor.
— Lo sé, y quiero conocerlas absolutamente todas. Contigo.
La convicción en su voz, el anhelo en sus ojos. Sehun es débil a la existencia de Luhan, al batir de sus pestañas y la calidez de su mirada avellanada. Todavía no han inventado la defensa perfecta para sobreponerse a lo que una de sus sonrisas le provoca, así que aunque sea una locura, el coreano acaba por asentir y concederle lo que desea.
La piloto, una mujer de aspecto amable y voz entusiasta, les explica el protocolo del viaje en un chino que Luhan se esfuerza por traducir, sin que el nerviosismo que experimenta se vuelva demasiado evidente. No parece cosa de otro mundo, simplemente, deben respetar el espacio y no moverse bruscamente.
Ulani, su guía en esa aventura, los ayuda a posicionarse al montar en la barquilla, tan paciente como ha aprendido a serlo, cuando Luhan trastabilla ligeramente. El corazón se le ha acelerado, el pánico lo está devorando, la ponzoña extendiéndose lenta, pero efectivamente por todo su cuerpo.
— Abrázame fuerte, ángel.
Sehun no le da tiempo a responder. Desliza las manos de Luhan alrededor de su cintura y una vez este se aferra con fuerza, lo estrecha de vuelta. Sus brazos son tan firmes y su cuerpo tan cálido, que por un momento parece como si en lugar de un abrazo, acabara de erigir una muralla.
Tan inquebrantable que el viento debe pedirle permiso para penetrar. Tan segura que es imposible que algo pueda lastimar a Luhan.
El globo avanza, gana altura de forma lenta, pero progresiva. El ascenso es con mucho más suave que el despegue de un avión, algo que Sehun agradece porque no piensa negar que aquella aventura le ponga nervioso a él también. Entre sus brazos, Luhan parece normalizar su respiración, el latir de su corazón sintonizándose también al ritmo del de Sehun.
No sabe cuánto ha pasado cuando el globo alcanza su máxima altura, sólo se entera que ahora flotan entre nubes cuando una exclamación de gozo escapa de labios de su novio. La vista es increíble en ese punto, se puede ver el lago que abraza el parque, la ciudad en todo su esplendor. Otros globos flotan alrededor, pero ninguno entorpece el paisaje.
— ¿Tan bonito es? — pregunta Luhan, en un susurro, todavía escondido en su pecho. Sehun sonríe y asiente con la cabeza.
— Bonito eres tú, la vista es sólo algo impresionante — le dice — Te puedo decir que el verde cubre más de lo que creímos, que la mezquita me parecerá más que enorme cuando me detenga frente a ella, veo edificios diminutos y botes flotando en el río.
Luhan no alcanza a distinguir nada de eso, enterrado cual cangrejo contra la ropa de su novio, la chaqueta de cuero y su brazo estrechándolo formando una barrera entre sus ojos y el paisaje. Aun así, sabe que es hermoso, así se lo parece mientras Sehun lo describe.
— ¿Qué más? Sigue hablando, no me dejes pensar en nada que no sea tu voz — le pide, todavía presa del pánico.
— El cielo está demasiado cerca, bastaría con que estiraras la mano para tocar una nube o robarte una estrella. Incluso así, no diría que vuelo. Todavía tengo los pies sobre la tierra.
Su voz vibra en su pecho, aquel barítono exquisito que hace delirar a Luhan, atrapándolo igual que si fuera un ciego y conociera el mundo a través de los ojos del menor, el tono grave y aterciopelado dando vida a los colores y las formas que de otra forma jamás podría apreciar.
— ¿Necesitas ir más arriba? — pregunta, refiriéndose a sí cuanto más alto lleguen, más sentirá su novio que despega los pies del suelo. Sehun niega.
— Recuerdo nuestro primer beso, la sensación de tener tus labios sobre los míos y saborear el toque a sandía de tus dulces favoritos. Recuerdo sentirme mareado, pensar «¿Estoy volando?», fue igual que soñar despierto...
La respuesta lo toma por sorpresa, calienta su corazón tanto o más que el quemador que alimenta su globo y los impulsa por los aires.
— Creí que nada podría superarlo, que aquello sería lo más parecido a volar. Y me hiciste el amor, me desnudaste y me guiaste a un paraíso que sólo yo he conocido. Besaste mi alma, me hiciste tuyo y te volviste mío. Aquella primera vez, pude ser yo quien te tomara, pero fuiste tú quien me guio al cielo...
La sangre se acumula en sus mejillas, alcanza a teñir la punta de sus orejas. Luhan da gracias porque la piloto no sepa coreano y es que si comprendiera las cosas que Sehun murmura, estaría tanto o más avergonzada de lo que él se encuentra en ese momento.
— Volar en globo, pilotar un cohete, montar sobre una estrella. Nada me hará sentir tan mareado y tan malditamente embriagado como ser amado por un ángel como tú. Eres mi cachito de cielo, mi pedacito de paraíso.
— No lo sé, si fuera tu infierno... ¿me querrías de todos modos?
— Quererte es tan sencillo, tan correcto... No dudes que incluso si fueses un demonio, yo te amaría. Pecaría las veces que fuera necesario para quedarme a tu lado, ardería entre el fuego o me congelaría en el hielo.
— ¿Así de mucho me amas? — ronronea Luhan, la sonrisa en sus labios tirando fuerte hacia arriba.
Algo revolotea en su pancita y no son ni nervios, ni miedo. Puede que tampoco sean mariposas y es que Sehun... ese maravilloso hombre al que no le importa hacer de escudo con tal de hacerle sentir seguro, él es todo lo que ama, todo lo que necesita para sentirse completo. Es el único capaz de hacer bailar rinocerontes en su barriga o conseguir que monte en un globo aerostático.
— Créeme, ángel, no te he mostrado ni la mitad de lo mucho que realmente te amo.
— Me alegra, así puedo tenerte conmigo el tiempo que sea necesario para que lo hagas — le dice. Sehun ríe, conforme con su respuesta.
— ¿Qué tal la vida entera?
— No es suficiente — resuelve Luhan — Tal vez dos o tres vidas y el más allá, dure lo que dure antes de que renazcamos y nos volvamos a encontrar.
— Voy a necesitar un anticipo si esperas que me quede a tu lado durante todo ese tiempo — Sehun sonsaca, igual que hizo el día anterior, cuando el trato incluía hacer de fotógrafo para su novio.
Luhan duda, no porque no esté dispuesto a besarlo, simplemente, le aterra un poco la idea de apartar el rostro de su refugio y terminar contemplando la vista de ellos flotando a una altura capaz de conseguir que se tire a llorar.
— Di que aceptas, mi amor. Cásate conmigo y seré tuyo en esta y todas las vidas que vengan.
La propuesta lo toma con la guardia baja, con los sentidos nublados por las palabras tan bonitas que Sehun ha elegido dedicarle. No se da cuenta de lo que hace hasta que sus ojos se encuentran con los del menor y todo el amor que se profesan flota alrededor, mezclado con las nubes que tapizan el firmamento.
— T-Tú... ¿realmente te quieres casar conmigo?
Sehun asiente, sin ser capaz de hacer que las palabras broten de nuevo de su boca. Está nervioso, tanto o más que Luhan en medio de un ataque de acrofobia. Cree que podría describir su primer vuelo en globo como una experiencia cercana a la magia o un episodio más parecido al dolor, todo depende de la respuesta que obtenga.
— Joder, pero es que tú en serio eres increíble — murmura el rubio, en un tono demasiado parecido a cuando comienza a faltar el aire en los pulmones.
— ¿Debo tomar eso como un sí? — Sehun consigue responder.
— ¡Sí, pero claro que sí!
Ulani puede mirarlos raro, pero ninguno de los dos es capaz de contenerse al comprender lo que aquello significa. Sus labios se encuentran, se mueven los unos sobre los otros en perfecta sincronía.
Sehun no sabe si es la altura, el beso o saber que Luhan acaba de aceptar ser su esposo, pero algo ahí resulta alucinante, tanto que ni siquiera una caída desde ese punto podría comparársele.
🪂
Al final, Luhan se atrevió a echar un ojito al paisaje. No duró más que unos minutos, antes de regresar a su sitio seguro entre los brazos de su novio, pero lo poco que vio le gustó. No tanto como para obligarse a repetir la experiencia, a menos claro, que el siguiente viaje en globo incluya una propuesta como la que Sehun le ofreció.
El anillo que permanecía guardado en su bolsillo y que no fue capaz de poner en su dedo por miedo a romper la promesa de no soltarlo mientras estuvieran volando, se deslizó en su anular apenas tocaron tierra y Sehun fue capaz de arrodillarse para pedirle, de nuevo, que se casara con él. Algunas de las personas que lo vieron no pudieron evitar aplaudirles cuando Luhan empezó a saltar, gritando:
— ¡Sí a todo! Para ti, todo y sin ti, nada.
Todo transcurrió de prisa luego de eso, la noche se instaló en la ciudad con el mismo sigilo que un soplo de viento y los globos, que ahora permanecían atados al suelo, comenzaron a brillar. El espectáculo de luces, acompañado por la música jazz que en todo el día no había dejado de animar el evento, cerró con broche de oro con los fuegos artificiales.
Sehun y Luhan los contemplaron, a orillas del lago, con las manos entrelazadas, la alianza en mano del rubio recordándoles la promesa que habían hecho cuando para robar una nube (o una estrella) bastaba con extender la mano.
🪂 F I N 🪂
Resulta que este año vengo decidida a sacarle las telarañas a este perfil y qué mejor oportunidad para barrer el polvo que con un OS tierno como algodón de azúcar y alocado como un viaje en globo.
Gracias a EXO__AL 💕, por invitarme a participar en el fest y considerar el festival de globos de Malasia dentro de la lista. Viajar de la mano del HunHan y explorar lo que este evento tiene para ofrecer, no habría sido posible sin tu consideración.
A todas/os, espero que disfruten de esta cortita aventura, tanto como yo gocé escribiéndola. Una disculpa por las dosis tan altas de diabetes que esto pudo haber provocado 🥺 No se olviden de apoyar el fest ✨ ¡Hay Sehun para dar y repartir!
🌱 Maceto-san 🌱
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