6: "Retroceso"

—Se nos hizo tarde, te acompañaré a tu casa y tomaré la responsabilidad por ti... —dijo Matthew con una sonrisa, estacionando el coche frente al hogar de los Ryans.

—No, no es necesario —contestó Luke saboreando un dulce que había tomado de la guantera.

—Sí lo es, o te volverán a castigar.

Salieron del coche y caminaron hacia la casa, cuando llegaron a la puerta, entraron conversando sin saber que algo malo los esperaba. Encontraron a Franco y Christina sentados a la mesa, de frente al recibidor. Bianca bajó las escaleras corriendo al oírlos llegar y le dio un empujón violento a Luke, haciéndolo chocar contra la puerta.

—¡Bianca! —gritó su madre y se levantó de la silla.

—¿¡Qué diablos haces, loca psicótica de mierda!? —dijo Luke tratando de comprender qué estaba sucediendo.

Su padre se levantó dando pasos largos hasta él y le pegó una cachetada que lo hizo voltear la cara. Luke no dijo nada, los ojos se le llenaron de lágrimas y las pupilas le temblaron, estaba aterrado.

—¡No le hables así a tu hermana!, ¿cómo te atreviste a hacerle una cosa como esa? Y tú —miró a Matthew con desprecio—, creí que eras un joven decente. Pero no, los dos son unos degenerados.

Matthew lo enfrentó con seriedad y dio un paso al frente, algo que sorprendió a Franco.

—¿De qué me está acusando, señor Ryan? Porque no entiendo nada de este show de circo que todos están montando —Dirigió la mirada hacia Bianca con tal severidad que ella tembló con la boca fruncida.

—¡Y todavía tienes el descaro de hacerte el desentendido! Mi hija me ha dicho que su mejor amiga te ha visto besándote con este... bastardo que se hace llamar mi hijo, en una heladería, ¡en un sitio público!

La palabra "bastardo" terminó de destrozar a Luke, que acabó huyendo escaleras arriba, rumbo a su habitación, llorando a voces; sin poder siquiera defenderse.

—Le pedí a Luke que fuera mi instructor en ciencias, principalmente matemáticas. Lo pasé a buscar al colegio y fuimos a comer un helado para hablar de eso —Miró a Bianca con tanto enojo que la chica comenzaba a darse cuenta de que había armado un escándalo en vano, que tan solo había logrado perjudicarse poniendo a Matthew en su contra—. Tú me dijiste que tu hermano era muy bueno en eso, Bianca; y sabes que tengo exámenes dentro de dos meses, ¿qué tienes en la cabeza? —gruñó—. ¡Di la verdad!, ¡mira lo que acabas de hacerle a tu hermano! ¿Cómo pudiste inventar estas tonterías...?, ¿qué te pasa? Creí que eras distinta...

—¡Bianca! —llamó su madre, comenzando a enojarse por las mentiras de su hija—. ¿¡Qué está pasando aquí!?

—Yo... —la muchacha retrocedió nerviosa—, es que... —sus ojos se pusieron vidriosos y la imagen de Luke llorando sin consuelo logró mover algo en su interior, además de las palabras duras de Matthew, que se veía furioso y decepcionado—. ¡Emily me mintió!, ¡no sé por qué lo hizo! ¡Ella me confundió!

—Quiero que te vayas a tu habitación, ¡ahora mismo! —ordenó su madre y puso una mano sobre su cintura, observando con severidad a Franco, que estaba completamente descolocado.

—No sé qué decir... No esperaba que Bianca se comportara de esa forma..., que mintiera así. Matthew estoy tan apenado —dijo Franco mirando al rubio.

—No es conmigo con quien debe disculparse, señor Ryans... Yo solo venía a excusar a Matthew para que no lo castigaran otro mes por algo que fue culpa mía, había demasiado tránsito. Es todo lo que quería decir —miró a ambos padres con la seriedad que lo caracterizaba—. Buenas noches.

Abrió la puerta y abandonó la casa.

Mientras tanto, Luke se ahogaba en llanto, con espasmos cortos; estaba sentado sobre el suelo, con la espalda apoyada contra la cama y abrazando sus rodillas contra el pecho. Quería huir, irse lejos a otro lugar. Pensaba que su padre lo odiaba, que su madre estaba decepcionada; y que ya nadie lo quería, como Bianca; que lo despreciaba por ser quien era. Quería morirse, dejar de existir de un momento para otro; estaba herido.

La puerta de su habitación se abrió de un momento a otro y su padre entró, con la mirada cargada de arrepentimiento; como un cachorro que ha cometido un error y busca perdón.

—Luke, Matthew me ha dicho todo... Lo siento tanto —inició y Luke levantó la mirada sorprendido; esperaba de todo menos eso—. No entiendo por qué tu hermana inventó toda esa historia de que su amiga le dijo que estabas besando a Matthew, y vino como una loca a gritarme de que eras... marica, además de cualquier disparate. Pero el error fue mío, yo le creí. Incluso cuando fui el primero en darte apoyo en tu historia con Sol; ¿te acuerdas? Que se dejaron porque ella se iba a mudar demasiado lejos —Se sentó a su lado—. Estuviste desolado por meses, hicimos un viaje de vacaciones de emergencia para que te olvidaras del asunto —Rió y su hijo acompañó la risa de forma tímida.

—Estaba muy enamorado de Sol... —susurró Luke, aún angustiado por toda la situación.

—Sí... Lo siento mucho. Tu hermana confesó que enloqueció, que se armó toda esa teoría conspirativa en base a suposiciones absurdas. Lo siento —reiteró. Luke asintió dejando escapar un par de lágrimas—. Te amo, hijo. No quise haberte dicho lo que te dije —Lo abrazó contra su pecho, de lado—. Espero que me puedas perdonar.

...

Por suerte para Luke, a su padre no se le ocurrió extender el mes de castigo; lo que sí sucedió es que estableció normas más rigurosas, que de verdad los hicieran reflexionar sobre sus acciones. Ambos chicos no podían hacer más que ir a estudiar y volver; Bianca no tenía permitido asistir a sus amadas clases baile y Luke no podía quedarse a sus prácticas de baloncesto. Se habían quedado sin hacer lo que más disfrutaban; sin embargo, ninguno de los dos emitió queja. Estaban bastante afectados por lo que había sucedido debido a las especulaciones de Bianca; Luke aún seguía lastimado por ella, había ido demasiado lejos. Si Matthew no hubiera intervenido de forma tan inteligente, contando la verdad a medias, la relación con sus padres sería completamente distinta. Por otro lado, Bianca no le dirigía la palabra. Se veían en el almuerzo y en la cena, el resto del día trataban de evitarse; ella nunca lo miraba a los ojos ni le daba los buenos días o buenas noches. No tenía esperanza de que volvieran a acercarse, pero prefería mil veces su relación conflictiva, que ser completamente ignorado.

Cuando el mes de castigo finalizó, su madre les devolvió los teléfonos. Bianca se fue a su cuarto corriendo; tenía muchas cosas que decir. Lo primero que quería hacer era disculparse con Matthew; él de verdad le gustaba, y luego quería hablar con Emily para terminar aquella tontería de seguir conspirando en contra de Luke, como si fuera un devorador de hombres. Eso se convirtió en parte de su maduración personal; ya no quería molestar a su hermano por eso, aunque no le agradara.

"Hola. Mis padres me devolvieron mi celular. Primero que todo, gracias por hacerme ver que era una niña tonta al armarme todas esas ideas equivocadas en mi cabeza; me comporté muy mal con mi hermano, y contigo. Perdón por eso. Segundo, entiendo que puedas pensar que ya no quieres ser mi novio; pero quiero que sepas que me gustas muchísimo, y que me gustaría una segunda oportunidad. Si no aceptas, lo entenderé. Solo espero que me respondas", escribió las últimas líneas llorando. Necesitaba descargar aquellos pensamientos desde hacía días.

Matthew leyó el mensaje minutos después de salir de una de sus prácticas de tenis; se sentó en la banca del vestuario y contestó:

"Es muy bueno que te des cuenta de que cometiste un error. Me alegro por ti. Pero hasta aquí llega nuestra historia, Bianca; tengo mi cabeza en otras cosas, necesito enfocarme y me di cuenta de que no tengo tiempo para una relación. Acepto tu disculpa, y espero que me entiendas".

Al enviar aquel mensaje la ventana emergente del whatsapp le advirtió la llegada de otro mensaje, esta vez de Luke.

"Me salvaste el culo. Ahora te debo una, y odio deber cosas, así que... cuándo empezamos??".

Matthew sonrió.

"Ya mismo, tengo tres semanas para prepararme y no entiendo nada", confesó el tenista.

La visita a casa de los Hogart fue su primer salida después de la prisión domiciliaria que le habían impuesto. Luke estaba parado frente al portón de la gran mansión, con su mochila colgando del hombro. Él también tenía planeado pedirle un favor; después de las palabras que había dicho su padre, había cambiado de opinión sobre varias cosas en su vida: tomaría el papel que le correspondía en la empresa familiar. Tenía que asegurar su futuro antes de soñar; tal como lo había dicho Matthew. Así que en cuanto llegó le pidió que a cambio de enseñarle física y matemática, él le enseñara modales de etiqueta: a comportarse de forma correcta en las reuniones de su padre, a hablar de manera más adecuada con los clientes, hasta cómo vestirse para dar un aspecto más serio. Le había gustado que su padre le diera afecto, lo tratara como a un igual y se disculpara con él; no quería perder eso por sus propios caprichos. Su único problema allí era el mismísimo rubio, que no podía simplemente atender a la clase, aprenderse las fórmulas y atenerse al "programa" que ambos habían acordado. Tenía que ser amable, sexy, divertido e inteligente.

Más allá de la tortura diaria de compartir las tardes con el chico más apuesto que había conocido en su vida, las cosas comenzaron a mejorar. Desde que su actitud fue transformándose para bien, las tensiones en su familia desaparecieron. Todo volvió a la normalidad. Incluso sucedió algo inesperado: Bianca fue a su habitación. 

Eran cerca de las ocho de la noche. La ventana permanecía abierta para refrescar el ambiente, porque hacía calor y el cuarto era pequeño. Ella no le había dirigido la palabra en todo ese tiempo. Entró sin decir nada aún y se sentó en la orilla de su cama mientras él escuchaba música, acostado.

—¿Podemos hablar...? —preguntó ella jalando con suavidad el cable de sus auriculares

—Supongo que sí... —contestó Luke y se sentó a su lado.

—Te extraño mucho —dijo Bianca sin mirarlo, y comenzó a sollozar.

Luke quedó perplejo por unos segundos, pero luego la abrazó con fuerza. Los minutos pasaron lento entre ambos. Su hermana lo abrazaba por la cintura, apoyando la mejilla en su pecho, sollozando, y él besaba su cabeza, con los ojos vidriosos. También la había extrañado, demasiado. Le faltaba su amiga, su compañera; sobre todas las cosas, su hermanita menor.

—Me estaba comportando como una boba, todo el tiempo. Como una estúpida —soltó Bianca con la voz quebrada—. Estaba enojada, porque no me habías dicho nada. Y al mismo tiempo no me gustaba que fueras gay —continuó sin dejar de llorar.

—Bianca, no soy gay —contestó Luke con la voz ronca, tratando de no reírse por el comentario de Bianca, en aquel tono lloricón que lo había descolocado de la situación—. Me gustan las chicas también. No era mentira todo lo que pasamos juntos. Lo que pasó fue que yo tenía miedo de que fueras como papá.

—¡Es que yo soy como papá! Pero no quiero ser como papá —exclamó y miró a su hermano, con el rostro empapado en lágrimas. Luke le limpió los ojos con los pulgares—. No quiero pelear más contigo, no quiero que estemos peleados; me siento muy sola. No quiero me que me digas puta y yo decirte maricón, porque es horrible eso.

Luke soltó una risa entre lágrimas y se limpió el rostro con las palmas de las manos.

—Bueno no peleemos más entonces —sugirió Luke enternecido por la actitud de su hermana, volvía a ser la misma Bianca de antes.

Ella asintió enérgicamente y volvió a abrazarse a él con fuerza.

...

Pronto era el último día de clases que había acordado con Matthew y hacía demasiado calor. 

Cuando Luke llegó, él estaba practicando en su pequeña cancha personal sobre el costado izquierdo de la mansión de los Hogart.

Se acercó para verlo lanzar, girando la cadera y elevando el brazo, como hacía siempre; era un espectáculo digno de ver. Se mordió el labio inferior, deseándolo una vez más. Llevaba demasiado tiempo así, conteniendo las ganas de dejarse llevar. Tuvo la oportunidad más de una vez, parecía que el rubio le abría las puertas para atreverse, pero Luke se había fijado un objetivo, y en el camino no había hombres de por medio. No se podía permitir estar enamorado de Matthew, no quería defraudar a su padre.

—Hola —saludó acercándose al tenista.

—Llegas un poco más temprano —comentó Matthew y se precipitó hacia él.

Le quitó la mochila del hombro y lo acercó al centro de la cancha entrelazando los dedos con los suyos. Se colocó detrás de su espalda y puso la raqueta en su mano derecha.

—¿Qué haces? —susurró Luke al sentir la mejilla del rubio sobre la suya.

—Te enseño a pegarle a la pelota... —contestó haciéndola rebotar y ayudando al morocho a golpearla una vez que volvió del rebote—. Tienes buen brazo.

Luke se giró suavemente, quedando su boca a pocos centímetros de la del tenista. Cruzaron miradas por varios segundos, tratando de decirse todo lo que estaba implícito entre ambos.

—Esta noche quédate a dormir —pidió Matthew, casi en un susurro. Luke negó, pero el rubio tomó su rostro enseguida y apoyó la frente sobre la suya—. No sé lo que estás haciendo, pero apenas me contestas los mensajes y sé que después de hoy vas a tratar de apartarme de tu vida, jodido rufián.

Las manos del morocho se cerraron sobre las suyas, bajó la mirada con pesar, sin poder sostenerle la guerra a aquellos cielos brillantes que el menor de los Hogart había heredado de su padre.

—Quiero ser el hombre que mi padre espera —dijo sin confiar demasiado en sus palabras—. No puedo hacer esto...

—Entonces dame una noche —interrumpió Matthew, habiendo confirmado que sus sospechas eran ciertas—. Dame esta última noche, nada más. Y deja en mi cama todo lo que sé que sientes. Creo que nos merecemos una buena despedida...   

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