5: "La propuesta"
Caminaba por los pasillos del colegio revoleando en un dedo la correa de un colgante para mochila que le había regalado una de sus tantas admiradoras. Aceptarlos era cuestión de cortesía, aunque Luke lo veía más como un intercambio, dado que terminaba por entregarlo a alguien más. Ya no era el mismo de antes, había pasado de ser un ingenioso conquistador a verse como un crío de primaria enamorado de una de las porristas del equipo. Iba perdido, pensativo, sonreía por momentos y por otros se mordía el labio como si estuviera recordando alguna pillería.
"Cómo vas? Estoy aburrido!!! Faltan 20, luego tengo práctica como hasta las seis, peeero si no voy podemos ir a jugar al billar :D".
Matthew tomaba un café en la cantina del colegio. Estudiaba sobre un libro de química cuando su teléfono celular tocó la típica melodía de mensajes de texto. Creyó que sería Bianca, que le habían devuelto el celular a pesar del castigo. Solía molestarlo por las mañanas con un "buen día, cariño", agregando una sarta de tonterías melosas que a veces ni sentido tenían.
Luego de la escandalosa fiesta en casa de los Ryans, la muchacha estaba pendiente de sus movimientos como un detective privado, a pesar de ser ella quién necesitó desintoxicarse después de pasar por un coma etílico. Llegó a creer que su molesta amiga pudo hacerle alguna insinuación sobre el intercambio de números entre él y Luke. Bianca sabía que su hermano era bisexual; y no sabía qué pensaba su novio al respecto. Lo cierto era que el asunto de que ellos se hicieran amigos íntimos, la ponía nerviosa.
Matthew destrabó el móvil desde la pantalla táctil y abrió el mensaje luego de introducir su clave de seguridad. No era ella. Sonrió involuntariamente al ver de quién se trataba. A pesar de salir castigado todo el mes por el desastroso encuentro entre la casa y sus padres, sumándose Bianca internada; no perdía oportunidades. Hacía casi una semana desde que no los veía, a ninguno de los dos. El padre de los Ryans le había agradecido por acudir en auxilio de sus hijos, pero también le había pedido que respetara el castigo de ambos por un mes, sin celulares, visitas, ni salidas, sólo llamadas al teléfono de línea. Tuvo "el gusto" de hablar con Bianca, pero no tuvo la agallas de pedir con Luke, mucho menos a su novia; y la señora Ryans siempre le daba el teléfono a ella.
Dedujo que el morocho no había conseguido su celular en buenos términos. En otro caso su hermana también lo tendría, estaría llamándolo.
"Devuelve ese celular o estarás encerrado otro mes".
Si no fuera porque la empleada había caído rendida en el sillón frente al televisor en la mañana, no hubiese sido capaz de robar su celular del cajón del escritorio de su padre. Matthew tenía razón. Pero las ganas de verlo después de aquellas palabras que cruzaron en la fiesta, estaban volviéndolo loco. Si no arriesgaba por lo menos para comunicarse con él, los próximos veinte días se pasarían planeando alguna locura para escaparse de casa o llamarlo a escondidas. Devolvería el aparato ni apenas llegara del cole, antes de que su padre volviera de trabajar. Para él, daba lo mismo una cosa o la otra, se quedaba sin nada.
"Pero qué te pasa?, tienes 150 años?", escribió Luke.
Después de leer aquel mensaje se rascó la cabeza enérgicamente. Salió de prisa a buscar sus cosas al aula al escuchar el chirrido del timbre.
"Eres insoportable. Paso por ti en 30 minutos", contestó el rubio.
Luke se avergonzó terriblemente, ya que aquel "paso por ti" significaba que el niño rico estaba con su auto y que estaría allí en poco tiempo. Seguro pondría el coche frente a la puerta. ¿Qué pensarían sus compañeros si le vieran subirse al auto?, hablarían hasta el cansancio, y eso no era bueno si quería que Bianca no se diera cuenta de que estaba saltándose su castigo para salir con su novio.
Volvió a clase a esperar que finalizara. Su escapada "al baño" se estaba excediendo. Esperó golpeteando el escritorio con la yema de sus dedos; llevando la cuenta regresiva al reloj de pared, que parecía marcar los minutos cada vez más lento. Se colgó la mochila al hombro y escapó casi corriendo cuando el timbre lanzó el primer chirrido.
Matthew apoyaba el antebrazo cómodamente en el Chevrolet Impala que su padre le había regalado al estropearse su antiguo coche. Las ventanas bajas exhibían al muchacho, que todavía llevaba el uniforme puesto. Los lentes negros y el cabello en punta, peinado con gel, le daban la apariencia de una estrella de cine. Los comentarios no tardaron en hacerse escuchar en los borbollones de adolescentes que se amontonaban a observar el coche. Salir a tal escena de película, para Luke, fue de lo peor. Caminó condenado entre la multitud directo al auto del tenista. Él no iba al mejor colegio, y sus compañeros no podían costearse un auto de ese tipo, mucho menos él. Ya era demasiado con tener un auto caro a esa edad. Sabía que en el momento en que se subiera a ese coche, el comentario estallaría. Abrió la puerta oyendo su nombre de fondo entre los cuchicheos y entró, fastidiado.
—¿¡Es en serio!?, ¿¡qué carajo eres!?, ¡¿un puto agente del FBI?! —rezongó Luke cerrando el vidrio con energía.
Matthew se quitó los lentes y lo observó indignado.
—¿Y ahora por qué estás enojado? —se quejó encendiendo el coche.
Comenzó a conducir rumbo a la ciudad.
—Todo el colegio va a empezar a decir cosas... —explicó Luke y se pasó la palma de la mano por la cara en señal de agotamiento.
El tenista largó la carcajada por lo exagerado del asunto, no comprendía cuán grave podía ser, sin embargo le gustaba verlo hacer ademanes con las manos mientras se ponía histérico.
—¿Quieres uno? —Le ofreció un caramelo que tenía en medio de los asientos.
—No.
Viajaron veinte minutos en silencio. El tenista conservaba una sonrisa indiscreta. Luke lo miraba de reojo, algo molesto por sentir que su reputación peligraba; estaba seguro de que la noticia llegaría a oídos de Bianca o sus amigas, sin duda armaría un escándalo. Suspiró al darse cuenta de que estaba pensando demasiado, cuando era momento de disfrutar el tiempo que podían tener juntos. Se enderezó en el asiento revolviendo la cajonera en busca de uno de aquellos caramelos que le había ofrecido.
—¿Y bien...? —Cambió el tono de su voz para sonar más amigable—. ¿A dónde vamos? —dijo finalmente, mirando por la ventanilla.
—¿A dónde quieres ir?
Luke no dio vuelta la cara. No quería que viera aquel rojo tan intenso que encendía sus mejillas. Matthew se veía demasiado atractivo así como iba; el sentimiento de estar en una cita con él era penoso, le hubiese gustado ir con sus mejores ropas, pero ya estaba hecho.
—Cualquier lugar está bien —contestó, obteniendo una sonrisa vivaz de su acompañante.
El viaje terminó en una gran heladería al centro de la ciudad. Sus paredes de vidrio revelaban el decorado interior del inmenso local, lleno de sillas en colores crema, rojas y blancas, alrededor de mesas blancas con artísticos diseños. Ingresaron luego de estacionar y tomaron asiento en el segundo piso, lejos de la ventana. Una de las muchachas se acercó para tomarles la orden y pidieron sin motivar una conversación extensa.
Se hizo un largo silencio entre ellos. Matthew trataba de buscar la mirada de Luke, pero el muchacho estaba tan nervioso que lo evitaba a propósito, entreteniéndose con la decoración. Y cada vez que se encontraba con su mirada, se sonrojaba tanto que parecía una frutilla.
—¿Qué vas a hacer cuando te gradues...? —preguntó Matthew bajando la mirada a fin de distender la situación.
—Se supone que tengo que seguir con la herencia familiar, mi padre quiere que sea más digno —alzó las cejas demostrando que apenas entendía qué le quería decir con aquello—, para que me haga cargo de la empresa familiar. No quiero hacer eso. Amo muchísimo el básquetbol. Me apasiona jugar... —Se quedó pensativo y luego chasqueó la lengua molesto con sus pensamientos.
—¿Pero...? —animó Matthew a continuar, notando que le había quedado algo pendiente por decir.
—Pero si Bianca se hace cargo del negocio, y a mí me va mal en lo que quiero hacer, ella me va a cagar la vida. Pero bien cagada —enfatizó Luke—. Se va a esforzar.
—¿Qué le pasa a Bianca contigo? Me di cuenta de que siempre te está tratando mal, ¿por qué pelean así?
Luke juntó las manos sobre la mesa y miró hacia el exterior por la ventana de la heladería. A Bianca le daba asco de que él fuera homosexual. Eso siempre le provocaba dolor, aunque intentara disimularlo. A pesar de sus malos hábitos amorosos, de su personalidad narcisista y caprichosa, un par de años atrás, antes de que ella supiera de sus inclinaciones, se podía decir con total seguridad que eran inseparables. Bianca solía dormir en su cama cuando enfermaba. Luke la abrazaba y la cuidaba toda la noche si era necesario. Le peinaba el cabello, le daba consejos cuando cometía errores en sus decisiones respecto a amigas o novios, y eran confidentes en todo; se mandaban mensajes en cada travesura. Solo que en ese tiempo él le omitía todas las que tenían que ver con varones. Hasta que lo descubrió. Después de eso ella comenzó a apartarse de forma brusca, a hablarle mal, a meterse con sus preferencias sexuales a fin de insultarlo e incluso a amenazarlo. Jamás lo había cuestionado por su estilo de vestir o pensar, hasta ese momento. Dejó de aceptarlo como persona, como hermano.
—Bianca es homofóbica... —dijo con pesar.
Matthew permaneció en silencio mientras la muchacha que los había atendido dejaba los helados sobre la mesa.
—Pero eres su hermano... —contestó Matthew viendo emerger el dolor en los ojos de Luke—. Lo siento, soy un estúpido.
—No, es normal, ¿no? Pensar "debe aceptarlo porque es su hermano", pero esto no es como un cuento de hadas donde todos nos aceptamos sin cuestionar. Mi padre es homofóbico, y ella es muy apegada a él. Siempre está mamando sus comentarios homofóbicos, sus críticas hacia la comunidad gay o transexual. Dicen cosas bastante... —apretó la boca eligiendo las palabras—; pesadas para mí. Porque me ponen en esta incertidumbre de que si me enamoro de un chico algún día, va a ser lo peor que me pueda pasar. ¿Y qué voy a hacer?
—Pero estamos aquí sentados, los dos.
Sus cachetes ardían como si se fueran a prender fuego. Escuchar esas palabras de la boca del rubio le había provocado hasta nauseas de los nervios. Podía oír cómo su corazón latía golpeando fuerte su pecho.
—Y está mal... Porque amo a mi hermana, aunque ella me odie. Y estoy tomando una revancha egoísta porque pienso que está jugando contigo y... ¿qué pasa si me equivoco? Si ella está... verdaderamente enamorada.
Matthew sonrió con tristeza sin saber qué contestar, la inseguridad del morocho lo había puesto a dudar de sus propias decisiones. Luke se mordió los labios, miró hacia afuera y volvió a hablar.
—Bueno, vuelvo a casa en autobús así que... —Se levantó del asiento—. Gracias por hoy.
—Espera... Luke —Suspiró—. Bianca me dijo que eres como un... Albert Einstein moderno con la matemática. Y mí me va muy mal. ¿Qué tal si te propongo un trato?, tú me ayudas con eso y yo te adapto más a lo que tu padre espera de ti, para que puedas tomar tu parte en la empresa. Puedes hacer las dos cosas —Se mordió el labio inferior—. De paso vemos qué pasa.
—No sé... —Se encogió de hombros y volvió a sentarse.
—Por lo menos come tu helado. No me cuesta nada arrimarte hasta la esquina de tu casa; puedes responderme en otro momento: tienes mi número.
Las jóvenes que estaban a lo lejos, en el mismo piso, continuaban conversando hasta que una de ellas observó la mesa donde estaban los muchachos.
—¿Aquel no es Luke? —susurró una chica en una mesa a lo lejos, emocionada por su hallazgo. La segunda joven, que estaba de espaldas, volteó a ver.
—Cierra la boca, Marcia... —Tomó el celular entre manos.
—¿No es el novio de Bianca? —preguntó la tercera y comió una cucharada de su helado.
Emily le pellizcó un brazo a la jovencita para que bajara la voz.
Los chicos terminaron sus helados entrando un poco más en confianza, conversando de tonterías y bromeando sobre cosas triviales.
...
El teléfono de línea sonó varias veces en la casa de los Ryans. Christina atendió saludando amigablemente como siempre.
—Ah, señora Ryans soy Emily, ¿podría hablar con Bianca?
—Claro que sí, enseguida te pasaré con ella... —Llamó a Bianca que se encontraba en su habitación. La joven bajó entusiasmada creyendo que era su novio al teléfono—. Es Emily...
A pesar de la decepción, también le agradaba saber de su mejor amiga.
—¡Emily! —Sacudió la cabeza alegre—. Me muero de la soledad, que bien que llamaste, tengo cosas que contarte, puedes creer que Andr...
—Espera, espera, Bianca, tengo que contarte esto —dijo Emily maliciosa.
—¿Qué sucede? —Se sujetó con ambas manos del tubo, oyendo con atención.
—Luke está aquí ahora mismo, comiendo un helado con tu novio —Emily se sacó una selfie con ellos de fondo y se la envió—. Ahí te mandé una pic para que lo veas tú misma.
—¿Es una broma, verdad? No tengo mi celular —contestó molesta.
—No importa, te quedará de evidencia para cuando tengas que usarla. Te dije que había algo raro con que se pasaran sus teléfonos, Bianca, creo que deberías hacer algo.
—Ese maricón... —Sentenciaba a regañadientes con la voz entrecortada—. Lo odio..., ¡lo odio tanto! —Arrojó el teléfono con bronca, partiéndolo. Corrió hacia la habitación de su padre. Eran cerca de las siete de la tarde y Luke no volvía, pero ellos no lo habían notado, creían que estaba encerrado en su habitación escuchando música.
—¡Papá! —gritó.
Empujó la puerta sujetándose del marco y sus padre corrió a sostenerla al ver que se desvanecía con los ojos llenos de lágrimas y la voz entrecortada.
—¡Dios, Bianca!, ¿¡qué sucede, hija!?, ¡háblame! —pidió su padre, horrorizado.
Bianca lo empujó haciendo un berrinche.
—¡Sucede que Luke es un maricón y que se está queriendo meter con mi novio! —gruñó—. Papá es mi novio, papá, ¡es mío!
Su madre, quien había oído los gritos, llegaba desde la sala de estar.
—¡Hija por favor!, ¿¡cómo vas a hablar así de tu hermano!?, ¿¡cómo dices algo así!? ¡Puede que sea un malentendido, Bianca! —dijo su madre, negando con la cabeza ante la mirada de disgusto de su esposo.
—Emily los vio... ellos —abrió la boca buscando qué más decir—. ¡Se estaban besando en una heladería! —mintió—. En vez de estar aquí, cumpliendo con el castigo que se nos impuso a ambos, está saliendo con mi novio. ¡Mi novio!
El mayor de los Ryans apretó los puños con fuerza, las lágrimas de bronca asomaban a sus ojos, se preguntó con pesar qué había hecho mal; cómo era posible que su único hijo fuera gay, cómo era posible que le hiciera eso a su hermana. Todo eso lo angustiaba y lo llenaba de ira, en contra de ambos varones que habían traicionado a su hija. La madre bajó la mirada sin saber cómo contestar; previendo el caos en la tan amada familia que siempre había protegido con amor y dedicación.
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