4: "Todo dicho"

Sus compañeros de equipo ingresaban rumbo a las duchas, algunos no le dirigieron la palabra, estaban demasiado molestos como para debatir si era cuestión de suerte o habilidad. Otros sólo palmearon su espalda en señal de condolencias, entendiendo el disgusto.

El campeonato se había esfumado de sus manos en un abrir y cerrar de ojos. Se sentía fatal. Fue luchar todo el partido con un oponente de excelente nivel, para que el final fuera un patético tiro a la tabla. Seguramente saldría en la primera página de todos los matutinos; "Luke Ryans manda a los Eagles de Jupiter Island a la segunda posición de la tabla". Parecía una pesadilla. Su frente seguía pegada al casillero, aún después de que su último compañero de equipo se despidiera, dejándolo sólo con sus pensamientos.

Unos pasos detrás de él lo sacaron de trance; era Matthew, que lo observaba preocupado. Bianca no podía entrar al vestidor de hombres y sus padres trataban de calmar a los alborotados periodistas escolares.

—Luke... —llamó esperando que volteara—. Tus padres te están esperando.

—Que esperen... —caminó hacia las duchas. Lo menos que quería era tenerlo ahí en ese momento. Sabía que estaba equivocado en pensar que todo era culpa suya, o del beso; pero su mal humor era tan grande que cualquier comentario detonaría una bomba en su interior—. Mierrrda... —musitó.

Matthew lo siguió en silencio tratando de no molestar. Luke le había costado unos trescientos dólares en tres días; la masajista tuvo que recetarle medicamentos para el estrés que le provocaba concebir que le gustaba. Lo tenía literalmente hasta el cuello.

Luke se desvestía sin poner atención a su cercano espectador. Matthew detalló su figura admirando con lentitud cada músculo. El grifo se quejó con un chillido permitiendo el ligero paso del agua caliente, que caía deslizándose sobre sus curvas, llevándose consigo los vestigios del sudor. Se perdió hipnotizado por las contracciones de su espalda. No recordaba estar tan centrado en aquel cuerpo desde la última vez que le vio desnudo. Ese día le había ganado un dolor de cabeza monumental; justo después del partido de tenis, sin mencionar cuando lo encontró masturbándose. Al día siguiente se levantó luciendo unas ojeras terribles, no podía concentrarse en su tarea, mucho menos estudiar. Y fue así como terminó citando a una profesional, además de hablar con su psicóloga, la cual le había dado a entender que tenía que ampliar sus horizontes sin cerrar su mente, que oyera a su corazón porque no tenía nada de malo ser gay; algo que no ayudó a controlar su ansiedad.

Luke se dio la vuelta encontrándose con los ojos del muchacho.

—¿Qué? —preguntó.

Cerró el grifo y pasó por su lado pechándolo suavemente con el hombro.

—Muchas cosas... —soltó siguiéndole hasta los casilleros—. Ayer no pude dormir...

—¿Por qué casi me besaste anoche? —interrumpió Luke.

—Casi te... —Su mente se puso en blanco de repente. Tenía muchas cosas para decirle a Luke; hasta que el comentario tan desinteresado lo desconcertó— Sí, en parte fue por eso.

—Me imaginé —dijo sin dejar, en ningún momento, de mirarlo a los ojos—. Estábamos borrachos, hablando tonterías; una cosa llevó a la otra. Olvídalo. No quiero hablar de eso, acabo de perder una oportunidad importante de destacar en el deporte que amo, eso —concluyó.

—Tienes razón, estoy siendo inapropiado —Gesticuló una mueca de desagrado cuando Luke rodó los ojos, no entendía qué lo fastidiaba tanto.

—Esto no hubiera pasado si yo no...

—¡Luke! —llamó una voz, haciendo chillar la puerta de un empujón. Ambos se separaron sosteniendo la mirada—. ¡Hijo! Mierda, pensé que te había pasado algo. ¡Ah! —La señora Ryans se tapó la boca avergonzada al encontrar a ambos muchachos parados allí—. Matthew, no sabía que estabas aquí, lamento lo de... Bueno, gracias por estar con nuestro Luke. —Sonrió amablemente—. Vamos, los llevaré a ambos a casa.

El incómodo silencio entre todos hizo el viaje aún más largo de lo que en verdad era. Matthew quedó agradecido con la familia por su hospitalidad. Se había trasladado en autobús y no tenía quién le fuera a buscar dado que sus padres estaban de viaje. Si no le hubiesen ofrecido un aventón, todavía estaría caminando rumbo a casa. Saludó con entusiasmo antes de bajar, a pesar de que se sentía mal por la forma en que Luke lo había tratado. La camioneta arrancó una vez que él cruzó la puerta de reja y se perdió calle arriba. Suspiró mordiéndose el labio inferior, otra noche más que pasaría en vela por culpa de ese tonto. Le hubiese gustado que le sobraran las palabras en ese momento, pero aún seguía de novio con Bianca y no sabía cuáles eran los sentimientos de Luke.

...

—¡Luke!, ¡arriba, vamos! —gritó su madre al pie de la escalera. Llevaba su pelo alisado y una chaqueta de salir color crema—. ¡Tu padre y yo perderemos el vuelo!

—¡Ya voy, mierda! —Se levantó echando las frazadas a un lado y abrió la puerta bruscamente llevando tan sólo un deportivo gris—. ¡¿Qué quieres?!

—Quiero que me escuches, y que si estás de mal humor, que no te desquites conmigo... —Luke bufó molesto ante aquella contestación. Estaba de pésimo humor; no había pegado un ojo hasta que se hicieron las cinco de la mañana, cuando por fin se rindió ante el sueño—. Dale de comer a la perra, cuida de tu hermana y no dejen nada encendido cuando se vayan a la cama. Tienen dinero en la caja, no malgasten y no atormenten a la señorita de la limpieza.

—Entendido... —gruñó revolviéndose el cabello.

—Y recuerda que cuando vuelva, comenzarás a acompañarme a la empresa; quiero que te involucres un poco más con el negocio de la familia... —agregó su padre.

Luke bufó.

—¡Quiero ser un puto jugador de básquetbol!, no quiero hacerme cargo de la puta empresa —exclamó molesto.

—¡Fíjate cómo me hablas! Ahora mismo has metido la pata hasta el fondo con esa historia del básquetbol, y mientras no te concentres lo suficiente, tendrás que ayudarme —contestó su padre con seriedad—. Cuiden la casa mientras su madre y yo estamos de viaje, cuando vuelva hablaremos de tu actitud.

La tranquilidad reinó en la casa de los Ryans cuando los mayores cruzaron la puerta principal, cerca de las tres de la tarde. Luke entró en su cuarto, cerró la puerta y comenzó a mandar mensajes de texto a sus amigos. 

"Hoy fiesta en casa, vengan después de las seis", mandó a varios.

Necesitaba despejarse, enloquecerse y tomar hasta caer rendido antes los catastróficos efectos del alcohol. No sólo estaba perdido por haber quedado como un tonto ante el equipo y sus admiradores; también sufría como un idiota por alguien que ni siquiera sabía si le correspondía. Tenía que olvidarse de todo o al menos despejarse antes de terminar encerrado en una depresión absurda.

...

Las fiestas de Luke no era lo que un ser humano normal pudiese llamar "reunión entre amigos para pasar la tarde"; sus palabras se habían transformado en una realidad intensa y concisa. Marcaban las nueve de la noche sobre un reloj de pared del cual colgaba un sostén color lila con un condón atado en uno de sus breteles. La música estallaba a gritos de rock mientras un grupo de adolescentes fumaban bailando al ritmo disparejo de los escandalosos parlantes. Algunas muchachas no llevaban la blusa puesta, enseñaban sus pechos descaradamente mientras que los chicos se regocijaban a la vista de los enormes pezones, esperando pacientes que cayeran dóciles después de un par de tragos. Bianca se había desarmado en el sillón de la sala principal luego de beber unas cinco piñas coladas con demasiado alcohol. Contó con la suerte de ser vigilada por una de sus mejores amigas, la cual se sentó a su lado protegiéndola de cualquier "degenerado con malas intenciones", aludiendo a la mayoría de los presentes. Infaltable era el papel higiénico repartido como guirnaldas, colgado incluso de la araña de la sala principal. Los vasos rotos sobre el pasillo, y la escalera como fiel descanso del que se rendía a la hora de buscar un sitio para tirarse a dormir.

La cocina se había transformado en un set de pornografía. Luke estaba ebrio. Agitaba una botella de crema batida mientras disfrutaba el espectáculo que se llevaba a cabo sobre la mesada principal, donde una jovencita lamía la espesa sustancia blanca de los senos de otra, la cual sonreía recostada sobre la misma con tan sólo una tanga cubriendo sus genitales. El morocho vertió más del contenido sobre el abdomen de la chica, con una sonrisa, disfrutando el espectáculo; al cual parecía querer asomarse otro muchacho.

Por otro lado, Bianca aún trataba de recobrarse para tomar el control de la casa, debía terminar con el caos pronto o no podría arreglarlo antes de la llegada de sus padres y la culpa recaería sobre ambos. Se negaba a pasar castigada todo el mes por las locuras de su hermano.

—Bianca, no te muevas o lanzarás todo... —sugirió Emily al ver su estado.

La trató de enderezar sobre el respaldo del sillón.

—Dame mi celular. Juro que lo mataré... Cuando todo termine, le sacaré la cabeza del cuerpo... —aseguró Bianca.

Discó el número de Matthew y llamó.

—¿Bianca? —contestó el muchacho al ver el nombre de su novia en la pantalla.

—Matth, mi amor, necesito que vengas, mi casa... Esto es una locura... —Emily se levantó tratando de ir en busca de Luke, pero al asomar en la cocina se lo encontró besando a un chico, con la mano dentro de sus pantalones. Corrió dónde Bianca de inmediato—, y estoy despeinada, sucia, hay papel higiénico por todos lados...

—Bianca, estás borracha, ¿dónde están tus padres? —Matthew agudizó para tratar de oír entre tanto escándalo.

—Bianca, pásame el teléfono por favor... —Le quitó el celular luego de un leve forcejeo—. Oye, necesito ayuda aquí, esto es un caos.

—¿Y Luke? —Se levantó de la cama y comenzó a vestirse.

—Luke está muy ocupado tocándose descaradamente con el novio de una de mis amigas...

Matthew tembló de celos al oír aquello.

—Voy enseguida —contestó y colgó el teléfono.

—¿Qué sucedió? —preguntó Bianca tambaleándose al ver la cara de desconcierto de Emily.

—No sé, me colgó el teléfono. —Le devolvió el celular—. Dijo que venía enseguida.

Diez y media de la noche sonó una sirena frente a la casa de los Ryans. Los jóvenes desperdigados por la casa comenzaron a correr de un lado al otro vistiéndose a prisa, tratando de ocultar en sus bolsillos toda la evidencia que pudiera mandarles a unas largas vacaciones en prisión. Matthew entró apurado por la puerta principal, caminó a grandes zancadas entre la muchedumbre alborotada sin prestar atención a la alcoholizada Bianca ni a su amiga, las cuales advirtió en un sillón de la sala de estar. Se precipitó a la cocina quedándose estático en la puerta. Luke apretaba los ojos mientras otro chico introducía una mano por debajo de su ropa interior. Aquella imagen quebró algo dentro de su mente. El morocho se asustó al ver al rubio sobre ellos en cuanto abrió los ojos. Matthew tomó al joven de un brazo y lo jaló bruscamente para luego lanzarlo lejos de Luke. Las chicas ya se estaban vistiendo a prisa al oír las sirenas.

—¡Salgan, que la policía está afuera! —les dijo de mala gana.

Los tres tomaron sus cosas sin oponerse y salieron como alma que lleva el diablo.

—¿La policía? —dijo Luke con sorpresa—. ¿¡Cómo que la policía!?

El rubio lo tomó de un brazo y lo estampó contra la mesada.

—Esto eres, ¿no? Un adolescente calentón que está desesperado por tener sexo —reprochó—. Eres un.. básico, un bárbaro sin escrúpulos —Luke lo observaba indignado, con la boca abierta—. Cualquier hombre te sirve para revolcarte, no tienes códigos.

—¡Eso no es justo! —exclamó Luke, ofendido—. ¡T-t-tú... me ilusionaste y por tu culpa perdí!, ¡porque estabas besando a mi hermana justo en ese momento!

Matthew se quedó perplejo ante esas palabras, se perdió en la mirada vidriosa de Luke.

—¡Matthew! —El rubio despertó del ensimismamiento y se dio la vuelta, encontrando a Emily que sostenía un jarrón rojo—. ¡Casi se roban este jodido jarrón!

—Mierda, eso sale una fortuna... —dijo Luke y tomó el jarrón entre manos, cayendo en cuenta del desastre que lo rodeaba.

Todos habían huído ante la posible visita de la policía. Pronto se les veía como un rebaño, saltando los arbustos rumbo a la calle trasera para subirse a los coches. Matthew sacó a varios a las patadas dado que no querían moverse. Finalmente los tres corrieron a los últimos que quedaban en el jardín. La casa estaba vacía, pero destrozada. No sería fácil poner todo en orden y seguramente la empleada pediría una explicación.

Emily entró para ver cómo estaba Bianca mientras que Matthew era acompañado por Luke hasta su auto, para apagar la sirena que tenía sobre el techo del mismo.

—No tienes que venir detrás de mí... —espetó Matthew.

—Basta, ¿por qué te importa tanto lo que yo haga? Olvida lo que te dije antes, lo del juego fue mi culpa; pero tampoco es justo que me trates como a un cualquiera. No lo soy —dijo poniéndose las manos en el pecho.

—Si ella no me hubiese llamado, ibas a tener sexo con ese chico, como un cualquiera. ¿Por qué no te das cuenta? Lo que hiciste hoy no tiene ni pies ni cabeza.

Estaba enojado por todo, por su actitud infantil, por el desastre que podría haber terminado en algo peor y por encontrarle involucrado sexualmente con otro hombre; apenas podía pensar con claridad de imaginarlo.

—¡Ya sé! La cagué... —Luke agachó la cabeza por primera vez en mucho tiempo. Bajó la mirada realmente arrepentido. Matthew relajó su expresión y chistó—. Fue una estupidez, no sé en qué estaba pensando.

—Es obvio que no estabas pensando —Se acercó bajando la voz—. Mira, lamento haberte dicho todas esas cosas, no sé qué me pasó. Cuando estoy contigo... pierdo el control. Me sacas de quicio —confesó.

Luke tragó saliva enfrentando los ojos de Matthew, que bailaron sobre su boca, deseándola; sin poder hacer nada por miedo a que alguien estuviera viendo por la ventana; pero con las ganas de hacerlo ardiendo en sus labios. En pocas palabras se habían dejado un montón de sentimientos expuestos, latentes. Tenían mucho de qué hablar cuando se diera la oportunidad.

  —¿Puedo tener tu número...? —preguntó Luke con timidez. 

Matthew sonrió y se lo dio. Aseguraron el coche para luego volver a la casa, sin poder evitar dedicarse alguna mirada de vez en cuando. 

Limpiar todo aquello sería un dolor de cabeza, no más que soportar a Bianca cuando estuviera sobria. Emily le daba aire con un abanico para ver si podía hacer que se sintiera mejor.

—No se encuentra nada bien, deberíamos llamar a emergencias... —sugirió la chica.

Bianca deliraba haciendo arcadas.

Luke tomó el teléfono mientras que Matthew se cercioraba de que no quedaba nadie escondido por ningún cuarto, luego se dejaron caer todos en el sillón mientras esperaban.

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