2: "Entre tus piernas"

Era viernes por la mañana y la familia tenía que levantarse temprano debido al compromiso adquirido el día anterior, cuando Luke Ryans, por mero accidente, les había conseguido asientos en primera fila para ver a Matthew Hogart jugar tenis.

Las bancas del lugar estaban repletas de gente a pesar de que se jugaría sólo un amistoso, porque el joven Hogart tenía su propio club de admiradores que le seguían a todas partes.

Su vestimenta consistía en un short blanco que revelaba sus piernas anchas, una camiseta de licra blanca, sin mangas, y una gorrita de visera que le levantaba el cabello, dejando al descubierto su rostro.

Bianca le admiraba desde las primeras bancas, sonriendo como una niña tonta. Si bien existía un fuerte interés en las posesiones del rubio, era difícil no enamorarse de él, de su elocuente forma de expresarse y claro, de su atractivo físico.

La muchacha no tardó en acercarse a Luke maldiciendo cuando le vio dejarse caer sobre uno de los asientos. Se rascaba sus genitales sobre el deportivo gris; y bostezaba sin cubrirse la boca. Bianca lo sujetó casi amenazante de la camiseta azul marino que llevaba.

—Si vuelves a arruinar la imagen de esta familia, yo arruinaré tu vida, ¿me oíste? —Luke frunció la boca en una mueca de ofensa—. Te lo digo en serio...

—Súeltame, loca histérica... —Se liberó del agarre apartando sus manos—. Ve a gritarle al pop idol de tu novio y déjame en paz, tengo sueño.

Bianca apretó los dientes.

—Si vuelves a meterte con él, le diré a nuestros padres que eres un maricón... —Susurró con rabia.

—Pues yo publicaré hasta en las redes sociales que eres una puta, a ver qué tal te va...

La muchacha se enderezó nerviosa mirando para todos lados mientras que a su hermano no se le movía un pelo del lugar. Luke sabía dónde golpear. Bianca arrugó la nariz y se fue ofendida. No podía arriesgarse a que el morocho contara todo lo que escondía sobre ella.

El partido comenzó sobre las once de la mañana. Se hizo un profundo silencio mientras los contrincantes se debatían la victoria en la cancha. Matthew era rápido, sus movimientos eran precisos y sus fuertes golpes se lo estaban poniendo difícil al otro muchacho, cuya complexión física no alcanzaba el nivel necesario para afrontar el desafío. Luke admiró tal destreza concentrado en cada movimiento. Verle jugar era una atracción de primera categoría, sus fuertes piernas atajaban los movimientos despidiéndose del sudor y su cuerpo se giraba poderoso para efectuar golpes fatales. Se mordió un labio dedicándole gran atención a ese físico que la ropa marcaba por la humedad. Matthew era sexy. Luke estaba teniendo fantasías con él. Se preguntaba cómo sería tenerlo encima, así de sudado, jadeando, completamente desnudo y caliente. Pensar que Bianca se había acostado con él le daba un poco de envidia. Pensó que ella no se merecía tanto erotismo, porque si había algo que emanaba el rubio con cada movimiento, era erotismo. Luke se halló pronto en una mala situación, su mente viajaba demasiado lejos y su cuerpo reaccionaba. Manoteó rápido una gorra que tenía en el asiento de al lado para poder cubrir su entrepierna mientras corría directo a los vestidores.

El partido había terminado, ambos jugadores se acercaron al centro de la cancha y estrecharon sus manos en el estallido de los aplausos. Matthew dirigió su vista a las bancas donde encontró a su novia saludando con una mano y a sus padres aplaudiendo, pero él no estaba; rebuscó con el entrecejo fruncido. Ladeó el rostro enojado consigo mismo; tal cosa no debería importarle menos, no era asunto suyo si había faltado o si había venido. No era que se hubiese esforzado para demostrarle nada. Caminó hasta los vestidores luego de firmar algunos autógrafos a las muchachas que se acercaban; necesitaba una ducha caliente.

Luke estaba convencido de que tenía tiempo suficiente para hacerse cargo de su problema antes de que acabara el partido; pero estaba equivocado, y Matthew lo encontró. Estaba haciéndolo justamente delante de su casillero. No podía creer que el muy maldito se masturbaba en su banco, en el lugar donde se sentaba a colocarse su equipo. Asomó a un lado de los casilleros para poder observarlo. Se estremeció al fijar sus ojos entre las piernas de Luke. El vello bajaba desde su ombligo creando una matriz en el pubis, era oscuro, pero no era abundante. El color de su piel era como un atardecer en las costas de Miami, le invitaba a empaparse en ella sin discreción. Cuando ese pensamiento surcó su mente, creyó que el calor de la cancha lo estaba mareando, o tal vez el no mantener relaciones sexuales hacía meses, desde que terminó la relación con su última novia. Pero de algo estaba seguro, no le podía gustar ese vándalo. No sólo era un bárbaro sin conducta, sino que también era hombre. Salió de su escondite y le enfrentó. Luke se sobresaltó al verlo; se cubrió con una toalla que había sobre el banco.

—Por favor súbete los pantalones y vete, este vestidor es privado... —exigió sin mirarlo.

—Vamos, rubio, no tienes que disimular; sé que te gustó lo que viste... —contestó Luke con afán de provocarlo.

Matthew se encimó y lo levantó con brusquedad, sujetándolo de la camiseta.

—No sé qué te propones con toda esta mierda, pero yo no aguantaré tus estupideces. —Apretó los dientes.

—¿Vas a pegarme...? —Rió divertido al ver la cara de desprecio que le dedicaba—. No quiero molestarte, pero todavía la tengo parada... —comentó con una sonrisa ladina.

La conducta vulgar de Luke le estaba haciendo perder la cabeza. Pronto soltó al muchacho como si le hubiese quemado las manos, volteó y caminó rumbo a las duchas.

—Vete a la mierda, Ryans... —dijo enseñándole el dedo medio en un gesto insultante.

El morocho soltó una risotada.

—Vamos, estaba jugando, no te pongas así —contestó Luke.

Al oír aquello, Matthew se dio la vuelta cruzándose de brazos, lo observó por unos segundos y suspiró denotando el agotamiento mental causado por la estresante situación.

—Me da igual si eres gay, pero ahórrate este tipo de cosas, porque yo no lo soy... Es molesto —agregó.

Prefirió no imaginar como hubiese terminado todo si el impulso le ganaba la partida.

—¡Qué creído!, aunque fuese gay definitivamente no estaría detrás de ti... Sólo estaba aquí, no había otro lugar, ¿sí?, lo siento... No quise incomodarte. Luego llegaste y... no sé, tengo esas cosas de mal gusto. Tal vez quería ver si pegabas duro... —confesó Luke.

Matthew rió por fin y a Luke le brillaron los ojos: era un avance.

—Tengo una toalla extra, si quieres puedes darte una ducha. No quiero ni saber por qué terminaste así. Seguramente estuviste viendo a las porristas, enfermo.

Luke asintió sonriendo, no iba a responderle una mentira; así que no dijo nada. Matthew era difícil y a él le encantaban las cosas difíciles.

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