Capítulo 15.- Una nueva vida

4 de Agosto 1849. Palacio de Buckingham.

Aunque en el palacio todo era un caos total ante la llegada del primogénito perdido, James y Stephanie decidieron que no se molestara a Owen. Su hijo debía asimilar todo lo ocurrido, así como ellos mismos no terminaban de creer el tener a su heredero en casa.

Joseph tuvo que dejar a Owen cuando fue llamado ante la corte. Debían investigar bien todo, aunque los reyes habían reconocido a Owen como su hijo, debían evaluar que quienes lo rodearan fueran aliados de la corona.

Ese cuatro de agosto el palacio no tuvo descanso y los rumores de que el príncipe había sido encontrado recorrieron todo Londres.

***

—Quiero ir, abrazarlo, comérmelo a besos. —Stephanie nunca estuvo tan nerviosa en su vida. Era su hijo, el bebé por el que tanto lloró, el reencuentro que tanto imaginó, pero estaba ahí sin saber qué hacer, jugando con sus dedos, caminando de un lado a otro, nerviosa ¿Cómo podría acercarse a su hijo?

—Debes darle su espacio. Él tuvo otra vida, otros padres, todo esto es nuevo para él. No esperes que lo acepte tan rápido, debes irte ganando su cariño. —Catalina no se había ido del palacio desde la noche, intentaba aconsejar lo mejor posible a su amiga.

—Lo sé ¿Crees que llegue a quererme? ¿No será demasiado tarde?

—Eres su madre, claro que te querrá. Solo deja que el tiempo haga lo suyo.

***

—¡Mi hijo! ¡Charles ha vuelto! —James se lo repetía una y otra vez, para comprobar que fuera cierto.

—No sabes cuánto me alegra —Steve lo abrazó con mucho cariño. —Que vueltas las que da la vida ¿Quién habría predicho que el joven que cenaba con nosotros anoche era tu hijo? Fue el destino, el destino los juntó.

—Aconséjenme ¿Cómo hago para acercarme a él? Sé que por mi culpa nos alejaron. Fue mi padre quien se lo llevó ¿Él podrá perdonarme?

—Eso no fue tu culpa. Tu padre estaba desquiciado. Buscaste a Charles hasta debajo de las piedras. No fue tu culpa James, y él va a entenderlo, es un joven inteligente. —Alberth lo animó desde su lugar en el sofá.

—Tenemos que hacer una gran fiesta en su honor. Mi Charles, volvió.

***

"¡No, no, no! ¿Qué se supone que hagas ahora? ¿Salir llamando papi y mami a los reyes? Esto es tan ¡Agh! No puedes, este es el lugar de David. Él tu hermano que resultó ser el hijo del enemigo. Por él, por su búsqueda tanta sangre fue derramada. Siempre fuiste tú, hermano. Pero no fue tu culpa, tú no sabías ¿Qué será de ti?"

El toque a su puerta lo sobresaltó sacándolo de sus pensamientos. Con temor indicó que podían entrar, dando paso al mayordomo que amablemente depositaba un cambio elegante de ropa en el buró, y entraba acompañado por otros sirvientes que se disponían a preparar el baño del príncipe.

Ya había amanecido y Owen supuso que esperaban que bajara a desayunar.

Aceptó el baño porque lo necesitaba, quería relajarse un poco, refrescar sus ideas, y nunca pensó que desearía con tanto ahínco que Joseph se encontrara a su lado, era su único pilar en medio de todo ese enredo.

***

Salió de su bañó, observó la ropa y su ceño se frunció. No tenía ganas de cargar con todo eso encima, solo quería un pantalón, una camisa fresca y meterse de nuevo a la cama, no había dormido y el estrés de enfrentarse a los reyes lo tenía agotado. Uno de los sirvientes esperaba para ayudarlo a vestirse, pero él lo despachó.

El desayuno estaba a un lado, se sorprendió de ver la comida.

"Entonces no esperaban que desayunara con la familia feliz".

La comida se veía muy elegante, pero aquello solo le revolvió el estómago, se sentía enfermo. De ser por él no saldría nunca de esa habitación, haría de ese lugar su fortaleza.

Con pocos ánimos se colocó el pantalón, la camisa de lino, sus botas y eso fue todo. Se sentó con todo su peso en la cama solo observando sus dedos. De nuevo tocaron la puerta, pero al golpe le precedió una delicada voz.

—Buenos días ¿Puedo pasar?

"¡La reina! ¡Es la reina!".

Peinó un poco sus cabellos, acomodó la camisa dentro del pantalón y suspirando abrió la puerta.

Stephanie le sonreía con mucha ternura. De verdad era ella la mujer más hermosa del mundo, pensó Owen.

—Adelante su majestad, este es su palacio.

Su voz se cortó y hasta tartamudeó un poco mientras buscaba las palabras exactas.

"Tranquilízate Owen".

—Es tu palacio también, y no me digas "majestad". Dime Stephanie por ahora.

—No creo poder su majestad.

Owen sonrió, y aquella sonrisa fue como un rayo de sol para Stephanie. Sin poder evitarlo sus manos se acercaron al rostro de Owen, acariciándolo.

Los ojos llorosos de Stephanie le indicaron a Owen todo el amor que la reina sentía por el que creía era su hijo perdido.

—Su majestad, la verdad no entiendo muchas cosas.

—Lo sé y por eso estoy aquí. No pretendo que me quieras de inmediato, pero sí que me des la oportunidad de acercarme a ti. Quiero que hablemos y nos conozcamos ¿Eso está bien?

—Claro que lo está. También quiero conocerla..

Stephanie más alegre dejó la entrada de la habitación para adentrarse más. Observó el desayuno intacto de su hijo y aquello no le gustó.

—Veo que no has desayunado.

—Todo esto, las emociones, los eventos nuevos, saber que mi vida no era lo que creía, todo me ha quitado el apetito, creo.

—Entiendo. Ya en un rato te cocinaré algo, tu comida favorita, tendrás que decirme cuál es, porque no la sé, hasta que estuviste conmigo amabas la crema de verduras, y podías comer sin cansancio las cerezas.

—¡Cerezas!

—Sí. Ponía a James a sacarle la pepa antes de dártelas, él a veces de tramposo le dejaba esa tarea a sus sirvientes, entonces yo lo regañaba.

Owen rio a sus anchas. Imaginar que alguien regañara al rey era tan poco creíble. Imaginarse a él mismo siendo un bebé comiendo cerezas, era hasta satisfactorio, siempre quiso saber quién fue su madre, cómo fue su nacimiento ¿Alguien alguna vez lo cargó y abrazó con cariño? ¿Lo alimentó y cuidó su sueño? No podía imaginar que algo así sucedería, pero ahí estaba Stephanie recordándole momentos que no eran suyos, pero que aun así le mostraban una verdad; él tuvo que tener una madre, esa madre tuvo que quererlo, arrullarlo, alimentarlo, tuvo que celebrar sus sonrisas, y velas por su vida, él fue arrebatado de esa madre, así como alguien le arrebató a la reina a su bebé. Su vida no debía ser tan diferente a la de David. Sí su madre no era una reina, pero eso no importaba.

Stephanie volvió a perderse emocionada en la risa de su hijo. Todo era como un sueño del que no quería despertar.

—No puedo imaginar que alguien regañe al rey de Inglaterra.

—Sí que lo hago. Una vez le aventé un cojín. Ya verás que James puede ser muy cariñoso. Te amaba como a nadie, ambos caímos casi en la locura cuando te perdimos, eras nuestro todo, la primera muestra de nuestro amor, nuestro bebé y...

El llanto se hizo imposible de retener. Owen por reflejo se acercó a Stephanie y la abrazó intentando frenar su llanto. Los brazos de Owen a su alrededor fueron todo lo que Stephanie necesitaba para ser feliz, en una sonrisa llorosa se aferró a él y sin miedo besó la mejilla de su hijo. Era su hijo y ya nada los separaría.

—Hay tanto que tenemos que hablar, pero por ahora debo alimentar a mi hombrecito. —Aquello le causó gracia a Owen. —Así que dime ¿Cuál es tu comida favorita?

¿Cuál era su comida favorita? Nunca nadie se lo había preguntado. Siempre comía lo que había y nada más. No podía permitirse ser exquisito, sin embargo un recuerdo de su infancia vino a su mente.

"—¡Atrapaste un conejo! ¡Lo cuidaremos!

—No, David. Lo comeremos. Tengo hambre ¿Tú no?

—Pero es muy lindo.

—Tú solo no veas. Ya verás que sabroso queda."

Ese día David robó especias de la cocina, y en su cueva escondida hicieron un estofado de conejo, que era solo de ellos y le supo a gloria. No estaba el señor de la casa restringiéndole la porción. Ese conejo era suyo y solo suyo, y comieron por primera vez hasta estar satisfechos.

—El conejo, me gusta el estofado de conejo.

—¡Qué bien! Conejo será. Arthur se rehúsa a comer conejo, dice que son muy lindos para comérselos. Aimé come lo que sea, le gusta mucho la caza. Ya los conocerás a todos, aunque creo que ya los conoces bien, son amigos.

—Es diferente verlos como hermanos. Tal vez me odien.

—No, claro que no. Arthur te idolatra. Tuve que retenerlo en la noche para que no viniera a molestarte. Bueno... iré a cocinar y ya te traigo tu estofado de conejo. Puedes salir si quieres, es tu casa.

Stephanie se despidió depositando un beso en la frente de Owen. Él espero que saliera para lanzarse en la cama mirando el techo.

"Recuerda que esta no es tu vida, y esos cuentos no son tus cuentos. No perteneces aquí".

***

Aimé no sabía ni qué pensar, el Lord Grant resultó ser ese hermano que odiaba en silencio. No era solo eso lo que la molestaba, era todo. Había algo en ella que se sentía vacío, triste, como si fuera imperioso llorar.

Tal vez solo era el cambio de tener un nuevo hermano sorpresivamente. Ese ser que era un fantasma ahora estaría frente a ellos. Charles que solo era un nombre, ahora tenía un rostro y voz. Siempre creyó que detestaría a Charles pero la verdad es que aunque le costará admitirlo, Owen le caía bien. Era el primer caballero que soportaba, con el cual disfrutaba hablar, era interesante y era su hermano mayor.

"Esto es una bofetada del destino por maldecir tanto a Charles en tu mente".

—¡Aimé! ¡Lord Grant es tu hermano! —Elisa se guindó se le guindó al cuello. —Podré llamarte cuñada. Seremos hermanas de verdad.

—¿Qué dices? —Molesta se la quitó de encima. —Charles debe casarse con una princesa. Recuerda que es el heredero al trono.

"¡Es el heredero al trono!"

Hasta ese momento no había reflexionado en que Charles sería de ahora en adelante el futuro rey, ella ya no era más que solo una princesa, estaba en la misma posición que Arthur.

Sus ruegos habían sido escuchados, ella odiaba la idea de ser reina y Owen llegó para salvarla de ello, podía ser libre.

—Tu mamá no era una princesa, tenía título noble y yo lo heredaré de mi padre, así que puedo ser la futura reina de Inglaterra, la esposa de Charles y tu hermana.

—Tú definitivamente quieres que te jale los cabellos, hoy.

—¿A qué se debe tanta molestia, Aimé?

La mirada de Elisa sugería tantas cosas. Aimé sonrojada desvió la mirada y se aclaró la garganta.

—Si te apareciera un hermano de la noche a la mañana, tampoco lo tomarías con tanta tranquilidad.

—Arthur lo está tomando más que bien. Incluso está haciendo guardia fuera de la habitación de tu hermano para atraparlo en cuanto asome la cabeza.

—Arthur es tan niño. Ya veo quién será su hermano favorito.

—¡Ja! Estás celosa. Ya te veo peleando por el cariño de Arthur.

—Elisa, sé que Jeremy el hijo del tío Steven está en el cuarto del piano, tocando ¿No quieres ir y escucharlo?

—¿En el cuarto de piano? ¿Por qué no lo dijiste antes?

Aimé pudo respirar cuando Elisa desapareció de su vista. Sabía que no estaba bien, estar amargada, no tenía razones para estarlo, ni para que la conversación de Elisa la irritara, pero eso era lo que sentía.

***

Owen no tenía idea de dónde se encontrara Joseph, así que decidió que saldría de su escondite, debía averiguar dónde estaba el único que podría decirle cómo actuar.

Al abrir la puerta, un Arthur somnoliento cayó al suelo.

—¡Tú! ¿Qué hacías aquí?

—¡Owen! —gritó emocionado restregándose los ojos—. Digo ¡Charles! ¡Hermano!

Sin más se abrazó a su cintura. Owen acarició aquellos rizos dorados, acordándose de lo parecidos que eran Arthur y David, tal vez por eso le caía bien el niño.

—Estuve esperando que salieras, pero cómo demoraste, tanto que me quedé dormido. Ayer mi mamá me jaló del cuello de la camisa cuando ya estaba girando el pomo de la puerta para entrar, dijo que necesitabas privacidad. Entiendo que esto es nuevo, pero ¿No estás contento de ser mi hermano mayor? ¡Serás el rey de Inglaterra! El bienestar de toda una nación algún día estará en tus manos.

—Tú sí que sabes subir los ánimos, peque.

—No soy peque. Tengo doce años. Te llevaré a que conozcas mi habitación. Tengo una colección de monedas, una de piedras y una de insectos.

—¿En serio no me odias? Un día dijiste que odiabas un poco el recuerdo de Charles.

—Sí detesté un poco que mi mamá no hacía más que estar triste por ti. Y que por ti, Aimé y yo tenemos prohibido hacer de todo, pero ya que estás aquí mi mamá no estará más triste, mi papá no se sentirá tan culpable, no se echarán la culpa los unos a los otros. Aimé no se la pasará diciendo que no quiere ser reina, y yo ahora tengo un hermano mayor que me ayudará a ser el mejor conquistador de mujeres.

—¡Conquistador de mujeres!

—Ni modo que hable de esas cosas con papá. Hace poco creyeron que estaba enamorado de Elisa ¿Puedes creerlo? Fue muy vergonzoso.

Arthur hablaba sin parar pero aquello estaba relajando a Owen. Le entretenían las ocurrencias del niño y poco a poco fue olvidándose de todo el enredo en el que estaba metido.

***

—Y esta es la cocina. No es que pasemos mucho por aquí.

Arthur le dio un recorrido a Owen por todo el palacio. Al llegar a la cocina la garganta ya le ardía de tanto hablar, así que se lanzó en una de las sillas.

—¡Mamá! ¿Estás cocinando? ¡Ven, Owen! Mamá cocina muy bien.

Owen se dejó llevar por el delicioso olor y con algo de recato se acercó al lado de Arthur y apoyó sus manos en la mesa de madera desde donde observaban a Stephanie cocinando con un delantal azul atado a su cintura.

—¡Arthur! Te dije que no molestaras a Charles ¿Te sacó de la habitación?

—No. Owen, digo, Charles, salió y yo estaba esperándolo en la puerta. A todas estas ¿Cómo hay que llamarte? ¿Owen o Charles?

Stephanie ni Owen supieron que contestar. Para Stephanie no había otro nombre que Charles, pero entendía que él no respondiera a ese nombre.

—¿Cómo se supone que me llamo en realidad?

—Charles Daniel Prestwick —respondió Stephanie.

—¿No pueden llamarme Owen? Que el Charles quede para eventos públicos, prometo revirar cuando me llamen así.

—Así será, Owen —dijo Stephanie con una amplia sonrisa—. La comida ya casi está lista.

—¿Qué es? —preguntó Arthur emocionado.

—Conejo. —Owen esperaba la reacción del niño.

—¡Ay, no!

—Es la comida favorita de Owen.

—¿Por qué? Eso es cruel, los conejos no le hacen daño a nadie.

—Te vi en la cena de ayer atragantándote un muslo de pavo.

—Es que los pavos son feos.

Owen explotó a reír.

Así con esa imagen de su familia riendo, James entró a la cocina. Los observaba de lejos y era tan feliz que podía llorar en ese instante. Tenía miedo de entrar y que las sonrisas se fueran. Odiaba que por ser rey todos le temieran, incluso sus propios hijos, deseaba que rieran con él lo mismo que con Stephanie, que le tuvieran la misma confianza. Arthur solía ser muy espontaneo de niño, y aún conservaba un poco eso, aunque ya lo estaba perdiendo. Con Charles todo sería más difícil, pero haría todo lo posible para que su hijo se acercara a él.

—Huele muy bien aquí.

Owen se encogió al escuchar aquella voz a sus espaldas. Se puso de pie de inmediato dispuesto a hacer una reverencia.

—No, Charles, no es necesario. —James lo detuvo tomándolo por los hombros. —Sé que es nuevo y difícil para ti todo esto, pero... soy tu padre. Olvida por un momento que soy el rey, solo soy un hombre que está muy alegre de tenerte de vuelta, de que estés aquí en tu hogar.

—Su Alteza...

—Dime James.

—Eso no es fácil, entiéndame.

—Entiendo por eso...

—Su alteza, lamento la interrupción, lo esperan en el parlamento.

James exasperado asintió, indicando que ya iría.

—Debo irme. Hablaremos en la noche. Bienvenido a casa, hijo.

Lo abrazó, en un abrazo que Owen no pudo corresponder. James se acercó luego a Stephanie depositó un tierno beso en sus labios, revoloteó el cabello de Arthur y salió. Odiaba que nunca pudiera tener el tiempo necesario para su familia, ni siquiera el día que su hijo había aparecido.

—Bueno... es hora de comer niños.

—Yo no —protestó Arthur.

—Yo sí, porque muero de hambre.

4 de Agosto 1849. Perth, Escocia.

Adelaida se encontraba en un estado de inconciencia. No terminaba de asimilar que esa era su vida. Creía que estaba dentro de un sueño y pronto despertaría. Ella no podía estar atada en un frío hueco oscuro. Los golpes en su cara palpitaban, y la pesadilla apenas comenzaba.

***

Elizabeth le rogó de rodillas a su esposo que fuera indulgente con Adelaida, que le diera los privilegios que ser una señorita de alta sociedad le otorgaba, pero a la opinión del conde, no había nada que él pudiera hacer. Ya demasiado benévolo era, al dejar a Adelaida con vida.

Diana pasó toda la noche en vela, queriendo ir a socorrer a su hermana y al que era el dueño de su corazón, pero estaba prohibido que se acercaran a los calabozos. Ella sabía lo que el futuro le deparaba y lloró amargamente, como lo seguiría haciendo cada noche, de ahora en adelante.

***

"¿Qué está pasando? ¿Por qué tenía que pasar esto ahora Hanna? Ya no quiero seguir así. No quiero luchar, solo quiero estar contigo. No volveré a ver a Owen lo sé, me alejarán de Allen también ¿Cuál es la razón de seguir viviendo?"

Derrotado se acurrucó más en aquella esquina fría. Quería morir ahí mismo perdiéndose en sus recuerdos, en aquellos pocos recuerdos felices que podía sacar de su vida.

Era irónico que los momentos que más anhelaba se remontaba a esa niñez extraña. Era un niño en el frío con un hermano con el cual jugaba. Fue un niño con dos amigos, y una amiga de la cual se enamoró. Era un huérfano forzado a trabajar sin descanso que en la noche no paraba de reír con las ocurrencias de Allen. Cada vez que sufría algo lo hacía feliz, alguien estaba a su lado para solventar su soledad, para llenarlo de optimismo, y cuando estuvo solo le quedaba la esperanza de volver a encontrarse con esos seres amados, ahora, sin embargo, no le quedaba nada. Ese era su fin.

La pesada puerta de metal se abrió y David supo que vendrían a darle los azotes de su castigo. Decidió que no lucharía por vivir, incluso rogó morir durante los azotes.

"Solo quiero estar contigo Hanna".

El hombre que entró fue el conde William. David quería pedirle perdón por decepcionarlo, pero tan solo bajó la cabeza.

—Diría que mentir para salvar a Adelaida no fue inteligente, porque ella te habría matado de tener la posibilidad, pero tuvo la oportunidad y no lo hizo. Tu decisión sigue siendo tonta, pero hay algo salvable. David, salvaste la vida de mi hermano, salvaste mi vida, pero no puedo cerrar la vista a que mataste a un caballero, era un inservible, pero caballero al fin y al cabo.

—Yo no quería hacerlo.

—Sé que no, y creo que tu mayor castigo es cargar con una muerte en tus manos ¿Merecías tal castigo? Creo fervientemente que no. Pero también creo que tarde o temprano obtenemos lo que merecemos, si tu destino es otro a este, algún día este te encontrará.

—No creo que haya otro destino. Tampoco quiero otro, no hay nada que quiera.

—¿Es cierto eso? Todos nos movemos bajo el mismo motivo: felicidad ¿Quién no quiere ser feliz?

—¿Pero qué si la felicidad ya no se encuentra en esta vida?

—Siempre la hay, David. Este es el único lugar para encontrarla, y tienes la suerte de ser un niño, tienes toda una vida para buscarla sin cesar. La felicidad puede presentarse de las formas más extrañas, por ejemplo hoy tu felicidad es que no te azotaré como le prometí a Lucas ¿No es esa una buena noticia? ¿Qué tan buen actor eres?

—¿He?

***

Adelaida brincó cuando escuchó gritos desgarradores en su celda contigua. Pronto sería su turno y los nervios se convirtieron en un ataque de pánico.

"No, esto no está pasando ¡Jacob, sálvame! Esto no es verdad, tú no estás muerto, yo no soy una esclava, esto no puede ser".

Con cada grito el pulso de Adelaida se aceleraba. Se pegaba más y más a la pared como queriendo ser parte de ella. Luego de un rato se tapó los oídos y comenzó a tararear una canción para suprimir el sonido.

Se sumió tanto en su propia melodía que no notó cuando los gritos cesaron y la puerta de su celda se abrió.

—¡Adelaida! La niña que quiso asesinarme ¿Qué cosa tenías en la cabeza?

Ella alzó la vista con temor, y como un animal asustado se arrastró hasta el punto más alejado y oscuro de ese calabozo.

—¿De verdad lo habrías hecho? ¿Te habrías atrevido a colocar el veneno en mi comida? Debo darte el mérito por haberte atrevido a comprarlo ¿O te lo dio Jacob?

Adelaida no pensaba responder ninguna de sus preguntas, estaba lo completamente aterrada para decir algo.

—Eres una tonta ¿De verdad creíste que Jacob se quedaría contigo? ¿Qué te amaba?

—Él me amaba —susurró.

—Su único gran amor era él mismo. Tomaste la decisión incorrecta y ahora debes pagar.

William se acercó más y más.

—¡No! ¡No! ¡Por favor, perdóname! ¡Te lo ruego! Sáqueme de este lugar. Ya fue suficiente.

—No Adelaida, dijiste que poco te importaba lo que te pasara, así de fuerte es tu amor ¿No? Debes ser responsable de tus actos.

William la jaló hacia él, a la vez que ella forcejeaba, lloraba y gritaba. Con un cuchillo comenzó a rasgar el vestido de Adelaida, sobretodo su espalda. Ella despavorida buscaba escapar.

¿Qué pensaba hacer el conde? ¿Por qué rasgaba su ropa? La peor de las opciones se dibujó en su mente. Gritó todo lo que pudo por socorro, y poco a poco su piel fue quedando más expuesta. La blanca piel de su espalda se encontraba en gran parte descubierta y con rasguños del filo del cuchillo en ella.

Continuó gritando hasta que algo espeso y caliente cayó en su espalda. Pasó su mano por eso y gritó al darse cuenta que era sangre.

William se acuclilló a su lado, tomó su rostro apretujándolo y habló en voz baja, solo para que ella lo escuchara.

—Tu madre rogó de rodillas por ti, solo por ser mi esposa no destrozaré tu delicada piel, el trabajo duro se encargará de ello. La sangre de cerdo es para que cuando Lucas venga a hacer su inspección, vea que el castigo ha sido llevado a cabo, así que finge tu mejor rostro de dolor, princesita esclava.

William salió y Adelaida comenzó a gritar histérica, sin querer pasó sus manos llenas de sangre por su rostro.

"Esto no está pasando, es solo una pesadilla, no está pasando, pronto despertarás, ya despertarás".

4 de Agosto 1849. Palacio de Buckingham.

A lo largo del día Alberth decidió dejar el palacio junto con su familia, para dejar a la familia real tiempo para disfrutar del hijo perdido. Steve también quiso irse, pero Stephanie insistió en que continuaran hospedándose con ellos, después de todo Jeremy estaba delicado y tanto viaje no le caería bien.

Owen excusándose de tener dolor de cabeza, logró escabullirse de nuevo a su cuarto. No habló con ninguno de los invitados y solo rogaba que Joseph volviera pronto. Existía la posibilidad de que toda la mentira se descubriera y pronto fueran por él a enviarlo a la horca. Quería relajarse, pero era imposible.

Comenzando la noche decidió salir para averiguar qué ocurrió con Joseph y Sebastian, después de todo ellos eran lo que él supuestamente conocía como familia.

No conocía el palacio, así que estuvo dando varias vueltas hasta que notó una corriente de aire muy fría, reviró y la puerta de uno de los balcones estaba abierta, fue acercándose y ahí estaba ella, concentrada viendo algo abajo en el jardín.

Owen se acercó con pasos silenciosos. Elevó la vista y notó que el joven ciego y su hermana estaban abajo. Ella le colocaba con mucho cariño y cuidado una manta al niño ciego. Ella acarició la mejilla del castaño y él sonreía ante el gesto.

—Se quieren de verdad ¿No crees?

Aimé brincó llevándose la mano al corazón ante la voz de Owen.

—No es bueno espiar a las personas —replicó con molestia.

—Tú los estás espiando a ellos.

—No es... yo no... que más importa. —Volvió su atención a los hermanos abajo ignorando a Owen a su lado.

—¿Arthur y tú son así? ¿Cómo el niño ciego y su hermana?

—Se llaman Jeremy y Estella. Y creo que ya sabes que no tiendo a ser cariñosa.

—Sí, ya creo que si llego a quedar ciego, en vez de ayudarme, me meterías el pie.

—A ti por supuesto, no eres mi hermano.

—Tu mamá y tu papá dicen lo contrario.

—Puede que seas Charles, pero mi único hermano siempre será Arthur, con él crecí. No sé nada de Charles Daniel Prestwick, nada más que eras un bebé que un día se llevaron. Y ahora estás aquí para ser como siempre el centro de atención.

—Solía creer que había algo interesante en ti, pero veo que no. Eres la caprichosa princesa, molesta porque no recibió todo el amor que merecía ¿Sabes si quiera como fue mi vida? El bebé que robaron, siempre fue el bebé que robaron ¿Alguna vez se te ocurrió que ese bebé era una persona? ¿Qué necesitaba una familia, cuidados, cariño?

—Tú no estabas aquí para...

—Exacto ¡No estaba aquí! Tú creciste con ella y con él, hay quienes pudiste llamar papá y mamá. Esto no es fácil para mí, y no espero que me tengas lástima. Es solo que creí que contigo todo sería más fácil, después de todo como Owen parecías tolerarme, pero si quieres que sea Charles Daniel Prestwick, el hermano que odias, entonces eso seré.

Owen se retiró y Aimé reviró, intentó decir algo pero las palabras se quedaron trabadas en su boca.

"No quiero que seas Charles Daniel Prestwick, el hermano que odio, solo que seas Owen".

***

Stephanie estaba terminando de colocar el consomé de pollo que le había preparado a Owen en un plato hondo, mientras James estaba a su lado acomodando unas cerezas.

—¿Crees que me acepte? —preguntó James nervioso.

Estaban en la cocina, sin ningún sirviente alrededor. Se habían puesto de acuerdo para hablar juntos con su hijo, contarle cómo ocurrió todo y esperar que él les cuente más sobre su vida, pero aquello los tenía a ambos con el corazón en la boca.

—Según la versión del hombre que se llevó a Charles a Bélgica, mi padre trataba muy mal a Charles. —No podía esconder la ira y el dolor que le daba imaginar todo lo que su hijo había pasado. —Lo hacía pasar frío, hambre, siempre encontraba una razón para pegarle... es tan... Stephanie, perdóname. Yo nunca habría querido que...

—Ya. —Con lágrimas en los ojos, lo abrazó. —No es tu culpa James, y creo que él lo entenderá, porque es la verdad ¿Sabes lo que me emociona? Que pese a todo lo que el asqueroso de tu padre le hizo pasar, él es bueno y alegre, viste lo bien que se lleva con Arthur. Se ve en sus ojos lo asustado que está, pero todo lo esconde con esa hermosa sonrisa que tiene. Pese a todo nada a corrompido su espíritu, su buen corazón. Debemos darle todas las gracias del mundo al hombre que lo salvó ¿Cómo se llama?

—Joseph. Sí, nunca podremos pagarle todo lo que hizo.

—Ahora, vamos arriba, nuestro hijo te aceptará James. Nos aceptará.

***

Owen luego de hablar con Aimé volvió a encerrarse en su habitación. Odiaba la autocompasión que mostraba la princesa.

"Mejor te hubieras quedado con la versión que conocía Owen".

Sabía que ella tomaría a mal que ahora fueran hermanos, más porque siempre mostró su desprecio por Charles. El conocía el odio de la princesa por su hermano mayor, pero saber que el dueño de ese odio era David, hizo que le hirviera la sangre, ella hablaba de él con desprecio, como si el bebé por su cuenta decidió ser raptado, como si tuviera la culpa de todo, pudo haberle dicho tantas cosas, pero decidió callar.

"Sin duda alguna nunca serás su hermano favorito".

Volvieron a tocar su puerta y corrió a abrirla esperando que fuera Joseph al fin.

—¡Oh! Sus majestades, pasen.

—Ya te dijimos que no nos llames así. —Recalcó Stephanie.

—Es difícil.

—Te traje un consomé de pollo, y cerezas, tal vez ya no te gusten.

—Me gustan. Me gustan mucho.

Podría hablar con Stephanie por horas, pero con James Prestwick no era lo mismo. Los pensamientos de que era un ser vil no se iban de su mente, cada gesto de James era odiado por él.

—Quería saber si puedo ver a mi tío Sebastian y a Joseph.

—¡Claro! No eres un prisionero aquí. Ellos vendrán mañana y se instalarán en el palacio como huéspedes —explicó James.

—¡Vivirán aquí!

Si bien quería a Joseph cerca, tener a ambos en el palacio no le gustaba mucho.

"Con tres rebeldes viviendo en el palacio no te quedarán muchos días de vida, James".

—Muchas gracias, ellos son mi familia. No digo que ustedes no... es que... ellos...

—Entendemos —James sonrió palmeándole la espalda. —No sabes lo agradecidos que estamos con ellos por haberte dado una buena vida. Joseph nos contó sobre tu vida al lado de mi padre y... ¡Perdóname! Yo te busqué, en serio lo hice.

"Sí, tu búsqueda costó la vida de muchos, eso claro que lo recuerdo".

—Eras lo más preciado que tenía aparte de tu madre, y él me lo arrebató, fue mi culpa, lo sé. Yo habría hecho lo que fuera para que nunca pasaras por todo eso.

—La vida con él no fue linda, pero cuando murió todo cambió.

—¿Cómo murió?

James nunca se perdonaría el no haberlo podido encontrar para matarlo con sus propias manos.

—Enfermó, comenzó a tener tos. La tos se hizo más fuerte, hasta el punto que no paraba de toser, llegó un momento en que escupía sangre, se volvió muy flaco y bebía sin parar.

Esos últimos días habían sido los peores días. Borracho, él y David fueron víctimas a todas horas de su violencia y maltratos. Podía recordar el día que murió con claridad.

—Un día, estábamos solos con él, afuera había una tormenta de nieve, el frío era atroz y nos quedamos sin leña. Era de noche, una sola vela nos alumbraba, y él comenzó a toser, llegó hasta dónde dormíamos, llegó arrastrándose, nosotros estábamos abrazados, cuando él nos jaló por los pies, tosiendo fue subiendo hasta que nuestras caras quedaron frente a frente, recuerdo que la sangre de sus tosidos cubrió mi rostro, esbozó un "te odio" y cayó sin reaccionar. Comenzamos a moverlo, no sabíamos qué hacer. A la mañana siguiente llegó Joseph y supimos que había muerto.

Stephanie horrorizada se llevó las manos a la boca y sin esperarlo mucho abrazó a Owen atrayéndolo a su pecho.

—¿Cuántos años tenías? —preguntó James consternado.

—Ocho.

Siete años había vivido su hijo en ese infierno. Estaba seguro que su padre estaba pudriéndose en el infierno.

—Pero no llore. —Owen intentó calmar a Stephanie acariciando su suave cabello. —Después de eso mis padres adoptivos cuidaron de mí. Pasé de no tener ni una cama, a tener una gran habitación, ropa, zapatos, comida, una oveja y un violín. —Era fácil vivir de la mentira, creer que sus inventos eran ciertos. —No me fue mal después de todo.

—Eres tan bueno, hijo. Siempre supe que donde fuera que estuvieras no perderías la gran bondad de tu corazón.

—De bebé eras el niño más cariñoso del mundo —agregó James sentándose al lado izquierdo de Owen en la cama—. En cuanto aprendiste a gatear siempre llegabas a mí y extendías tus manos esperando un abrazo.

—Sí, amabas posar tu cabeza en mi cuello. Y a todos les lanzabas besos.

Owen comenzó a sonrojarse, no se trataba de él, pero en ese preciso momento él era Charles.

—Mira.

Stephanie sacó una foto de la caja que llevaba consigo y en ella se encontraban James cargando a Charles. Charles estaba dormido con su cabeza apoyada en el pecho de James, mientras él besaba la calva cabeza de su bebé. En otras salía Stephanie muy contenta jugando con Charles, pero las que más llamó la atención de Owen fueron las de un James Prestiwick tirado en el suelo con su bebé subido a su barriga, aquellas en las que salía lanzando su bebé al aire. Y una en la que salían los tres. Aquellas miradas de los padres hacia su hijo, esas sonrisas, todo era sincero. James Prestwick amaba a su hijo.

—Este fue tu primer zapatito.

Owen recibió en sus manos un pequeño zapato tejido.

—Tu primer mechón de cabello. Mira que rubio era. —Emocionada Stephanie lo comparó con la nueva tonalidad de su hijo.

—Charles, no es mucho lo que tenemos de ti. Nuestros recuerdos se basan a los nueve meses de embarazo y esos casi doce meses que pasaron después. Nosotros solo fuimos parte de una pequeña parte de tu pasado, pero queremos ser gran parte de tu futuro, permítenos estar ahí.

Owen asintió con un gran nudo en su garganta ¿Podía culpa a James Prestwick por querer recuperar a su bebé? ¿Qué haría él si le quitaran algo valioso? Era tan difícil ver al gran James Prestwick susceptible. Más aún ¿Cómo habría actuado David al tener a sus padres a su lado?

"Lo siento David, lo siento tanto".

Afligido comenzó a llorar. Esta vez no fue Stephanie sino James quien lo abrazó y dejó que sus lágrimas también se desbordaran.

—Siento estar tan llorón, pero todo esto es nuevo y difícil.

—No lo sientas. Nosotros tal vez te estamos asustando con tanto sentimentalismo —agregó James.

—¿Cómo me raptaron? ¿Cuándo fue? Y no termino de entender ¿Por qué su padre quiso raptarme?

James comenzó contando la historia que Stephanie culminó. Le explicaron el odio que siempre sintió George Prestwick por su hijo, debido a que deseaba la corona inglesa.

Eso los llevó a los tiempos en que Stephanie fue sirvienta de James, y de pronto comenzaron a contarle la historia de cómo se conocieron. Owen estaba maravillado con el relato. Le molestaba que James hubiera sido rudo con Stephanie, ella era un ángel, pero le dio mérito por haberlo apostado todo por ella, aunque quién no habría apostado todo por ella.

Llegaron a la parte en que James fue raptado y llevado a las montañas heladas dónde él se entrenó como rebelde. Esa parte la contó James y captó su máxima atención, hablaron de Amelie, él la conocía de oído, todos sabían que era la gran traidora.

—¿Y qué fue de la niña que lo ayudó? —Tenía curiosidad y aunque tal vez era raro que él se interesara en ello, no quiso dejar pasar la oportunidad.

—¡Amelie! Ella vino acá, estudió, estuvo en Ámerica un tiempo en unos estudios. Ahora está en Rusia haciendo algún invento. Por cierto —dijo mirando a Stephanie—, escribió hace poco dice que dentro de un mes o un poco más estaría por aquí.

¡Amelie, en el palacio! Si bien él no la conocía de seguro ella sí conocía a Joseph. Tendría que preguntarle.

—Y esa fue nuestra vida. Llegaste a este mundo rodeado de mucho amor, y aunque no estuvieras con nosotros te seguíamos amando. Ahora mismo tienes una gran familia que hará lo que sea para que estés cómodo.

—Gracias. Yo pondré todo de mi parte para adaptarme.

—Eso saldrá natural, somos familia, la sangre siempre llama.

Owen tragó saliva ante las palabras de James.

—Ya es tarde, vamos a dejarte tranquilo. Mañana será un largo día.

—James, mañana nada de consejeros, parlamento, y todo eso. Owen debe hacerse a la idea de esta vida de la realeza.

—¡Owen! —cuestionó James.

—Charles quiere que lo llamemos Owen, ese es su nombre.

—¡Ah! Entonces, buenas noches Owen. Descansa.

—Buenas noches a ambos, y gracias por todo.

Owen se recostó en la ventana llevó una cereza a su boca y no recordaba lo deliciosas que eran. En cuanto amaneciera pediría un bol completo para él solo.

"¿Cómo habría sido tu vida David si tu abuelo no te hubiera odiado? La mía tal vez no habría cambiado mucho. Aunque de haberte quedado aquí tal vez sería un príncipe presuntuoso e intolerable como tu hermanita".

Tocaron la puerta de nuevo y Owen esperaba que no fuera Arthur, el niño le caía bien, pero estaba cansado. Abrió con receló y se tragó la pepa de cereza que bailaba en su boca, cuando vio que era Aimé la que lo llamaba.

—Papá y mamá se demoraron más de la cuenta con su cuento de cómo se conocieron. Aman contar eso ¿No te dormiste?

—Me pareció una linda historia ¿A qué viniste? ¿Vas a echarme alguna brujería o algo?

—No. Ven, quiero que escuches algo. Y debemos apurarnos.

Tomó a Owen de la mano y comenzó a correr por el pasillo jalándolo. Cuando Owen solo era Owen aquel acto habría sido de lo más impropio, pero ahora eran hermanos y claro que podía hacerlo.

Bajaron un piso y atravesaron varios salones, hasta que llegaron a uno de los balcones. Aimé se trepó del barandal para sorpresa de Owen.

—¿Piensas matarte y culparme de tu deceso?

—Solo sígueme ¿No escuchas?

Owen se acercó más y agudizó el oído.

¡La sonata del diablo! Alguien tocaba la sonata del diablo.

Notó que ese balcón llevaba al techo de la planta baja. Subió, imitando a Aimé, y la siguió lanzándose al techo que quedaba a solo un par de metros abajo. Caminaron con cuidado hasta quedar justo encima de un espacio de vidrio que dejaba ver el salón abajo. Era el cuarto de música.

Owen se asomó para ver quién tocaba. Era el niño ciego y su hermana que lo acompañaba en el violín.

—¿Insinúas que debo casarme con la hermana del niño ciego?

—¡¿Qué?!

—Una vez te dije que me casaría con aquella mujer que lograra tocar la sonata del diablo.

—Lo olvidé. La verdad cuando fui a buscarte estaban tocando Claro de Luna.

—Tocan muy bien.

—Sé que vas a decir que estoy acosando a los hermanos, pero como puedes ver están en pijamas. Creo que Jeremy no podía dormir y Estella lo bajó al salón de música, creo que tocar lo relaja.

—La verdad creo que alguien está enamorada de un niño ciego.

Aimé le dio un codazo que Owen recibió riendo.

—La cosa es que no he dejado de ver cómo se ayudan. Estella necesita a Jeremy tanto como Jeremy la necesita a ella, no creo que él sea una carga para ella, él la complementa. Es como cuando tocan, puedes escuchar la diferencia de cómo suena la sonata del diablo cuando es un solo de violín, y lo maravilloso que se torna cuando el piano lo acompaña.

—¿Y todo esto va a que...?

—A que por alguna razón de todos los caballeros que he conocido, tú fuiste el único que toleré, el único que tenía algo interesante, que era diferente, y eso pasó porque eres mi hermano, y tal vez algo dentro de mí lo supo antes, podía odiar a Charles el bebé, pero lo cierto es que como Estella y Jeremy, yo creo que te necesitaba. Es como una cadena, yo te necesito y Arthur me necesita a mí.

—Arthur nos tiene a ambos ¿En qué forma me necesitas? Disculpa, pero nunca creí escucharte decir que necesitas a alguien, y menos yo.

—Owen sigue así y te empujo para que caigas del techo.

—¿Entonces soy Owen?

—Claro que eres Owen. Aunque lo que necesito es un Charles. Charles me liberará de mi capa de vidrio. —Aimé sacó aquel cristal con el caracol dentro que Owen le había dado apenas la noche anterior.

—¡Oh! Ahora yo soy el pobre caracol atrapado en el cristal.

—No, este caracol estuvo en el lugar menos indicado y quedó atrapado aquí. Esa era yo, tu destino siempre fue este, ser el heredero.

—Yo no soy un rey. Esto no...

—Yo te ayudaré. Fui criada para ser la futura soberana, yo te ayudaré, seré tu Estella. Eres un ciego en este mundo de reyes, reinas, príncipes y primeros ministros, yo te guiaré.

—¿Qué te hizo cambiar tan de pronto de opinión?

—Tómalo o déjalo Owen. Puedo ser la hermana buena o la hermana mala. El punto es que siempre tuve a Charles de pretexto para mi inconformidad con el mundo, ahora no puedo usarte, si continúo siendo...

—Amargada.

—Sí, eso —suspiró para contener sus ganas de empujar a Owen—. Si continúo siendo así, será culpa mía y solo mía. Yo puedo ser una Estella.

—A mí me gusta que seas una Aimé. Más que hermanos seamos amigos, después de todo, creí que eso éramos.

Owen le extendió la mano a Aimé y ella se la estrechó, cerrando su pacto de amistad.

Él no quería irse aún de ese techo, así que se acomodó acostándose, mirando las estrellas con la hermosa tonada de fondo musical. Aimé lo siguió y se acostó a su lado.

—Siendo tú la futura heredera y yo Lord Grant, jamás hubiéramos podido hacer esto.

—Sí, es relajante hablarte de tú.

Continuaron en silencio, tan solo relajándose con la música, contando las estrellas.

—Owen... Bienvenido a casa.

15 de Agosto 1849. Perth, Escocia.

Una semana y un poco más pasó del encierro de Adelaida y David en los calabozos. Lucas Launsbury pasaba sus días borracho, estado en el que lo mantenía el conde William, para evitar que intentará buscar por su propia cuenta, venganza.

Adelaida estaba demacrada y desolada. Un poco al borde de la locura, la arrastraron fuera del calabozo. Sus ojos quemaron al contacto con el sol, todo era borroso y sus fuerzas eran escazas. Alguien le arrojó un balde de agua fría encima y comenzaron a restregarla con algo rasposo. Le colocaron una especie de bata blanca y la sujetaron de manos y pies, acercando hacia ella unos aros de hierro. Sabía lo que eso significaba, una vez esos aros estuvieran en sus manos, sería una esclava.

Forcejeó con todas sus fuerzas, gritó, imploró, pero solo logró obtener quemaduras de los fierros calientes que sellaban los aros en sus manos y pies.

***

David podía escuchar los gritos de Adelaida y suspiró intentando no pensar en lo que le estuvieran haciendo. Alguien entró a su calabozo a bañarlo, y aquello le trajo como recuerdo sus días con Lady Cowan a lo que cayó en una crisis, escondiéndose y llorando, tapando sus ojos para intentar no recordar.

El conde William al verlo así ordenó que lo dejaran solo para que él mismo se aseara, creía entender las torturas a las que su ex cuñada lo había sometido.

***

Diana con sus grandes ojeras estaba de pie en la pequeña capilla de la hacienda, al lado de su madre. Sus manos no dejaban de temblar y sabía que en cuanto lo viera, caería al suelo de rodillas, sumida en el llanto.

La vida era muy injusta ella lo amaba, pero era su hermana la que se casaría con el amor de su vida. Su hermana iría como animal al matadero, cuando ella habría ido como ángel al cielo.

Diana le había avisado a Allen todo lo que pasó con David, y él a escondidas veía todo desde la distancia. No dejaría a su amigo solo una vez más a dónde fuera que enviaran a David él lo acompañaría, así tuviera que él mismo convertirse en un esclavo.

***

De unas cadenas que guindaban de sus manos comenzaron a arrastrar a Adelaida que se negaba a ir a ningún lado. Creí que la llevarían para azotarla, o tal vez la llevaban a la guillotina. Su padrastro la odiaba y ella había intentado matarlo, era tonto pensar que no la haría pagar por ello.

David caminó tranquilo, dejándose llevar, ya que poco le importaba lo que pasaba con su vida. Ya había perdido toda esperanza.

Diana ahogó un grito cuando vio a un David muy desmejorado llegar encadenado como los esclavos que usaban como animales de carga. Elizabeth la abrazó y le susurró que por favor mantuviera la compostura.

Elizabeth cayó en profuso llanto cuando por fin luego de tantos días pudo ver lo que quedaba de su hermosa hija mayor. Los largos cabellos oscuros de Adelaida se extendían por su espalda y hombros, su piel lucía más pálida de lo normal, las ojeras en sus ojos mostraban lo mal que la estaba pasando, había perdido mucho peso, estaba descalza y con quemaduras alrededor de los aros que ahora adornaban sus muñecas y tobillos. Ese no era el futuro que merecía su pequeña, esa no era la vida que ella y Edgard imaginaron para su bebé, el día que la tuvieron en sus brazos.

Adelaida se sorprendió al ver a David ahí de pie. Observó a un lado a su mamá y a Diana, y quiso correr hacia ellas pero se lo impidieron, la jalonearon hasta lanzarla a los pies de David ¿Qué estaba ocurriendo?

"¡No! ¡No pude ser! ¿Él no lo estaba diciendo en serio?"

—Hoy estamos reunidos para unir en santo matrimonio a este esclavo y esta esclava.

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Hola!. En este capítulo pudimos ver más del recibimiento de Owen en la familia real ¿Qué piensan de la actitud de Aimé? 

Y el capítulo que viene se títula "Una boda forzada"  

Como siempre gracias por leer. Espero que les haya gustado. Y como pueden ver uno de los viejos personajes aparecerá, y su aparición será muy clave para los eventos de la historia. 

Por cierto les vengo con un concurso o algo parecido. 

Consiste en que ustedes me envíen por privado aquí en wattpad, un mensaje en dónde me expliquen al detalle cómo creen que será el final de Ennoia ¿Qué es lo que pasará de aquí en adelante? Debes ser bastante precisos. En el capítulo final de Ennoia se dirá quien fue el que más acertó y esa persona se ganará una copia impresa de Ennoia. Solo puedo ofrecer una porque haré el sacrificio de imprimir al menos una copia para el ganador. Entonces ya saben, tienen hasta el sábado 24 de diciembre para enviar sus predicciones. 

Otra cosa, haré un grupo en facebook para los que me leen. Ya tengo una página, pero en un grupo creo que habrá mas interacción, así que los que quieran estar ahí digan yo!!!!!! 

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