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Martes 3 de octubre, por la tarde

Llego a casa luego de pasear a Tommy por una buena parte de la ciudad y de comprar alimento que realmente le guste. Es un perro con muchas preferencias.

Coloco la llave en la cerradura y me quedo de piedra al ver que está abierta. Tomo a Tommy en brazos para protegerlo de cualquier posible amenaza y realmente despacio abro la puerta.

Me introduzco en el departamento y observo a mi alrededor, todo parece en orden.

—¿Todo en orden?

Suelto un sonoro grito seguido de una maldición y Tommy ladra en consecuencia.

—¿Te has vuelto loco? –grito en su dirección, dejando a mi mascota en el suelo.

Lorenzo no contesta, sólo se limita a mirarme con ojos de diversión.

—¿Qué haces aquí? –dejo mis cosas sobre la mesa y me acerco a él.

No contesta. Me pone de los pelos.

—Habla –grito y él rompe a reír.

Frunzo el ceño.

—Eres adorable cuando te enojas.

—Contesta o llamo a la policía.

—Hice una copia de tu llave.

—¿Y por qué estás aquí?

Se rasca la frente, buscando una excusa.

—Anoche olvidé mi billetera.

—No es cierto.

—Claro que lo es.

Camina rápidamente hacia la puerta, que aún sigue abierta y sale al pasillo.

—Linda ropa interior, por cierto.

Me guiña el ojo y cierra la puerta.

Voy a matarlo.

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