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Sábado 1 de octubre, por la noche
Llegamos al estacionamiento poco después y quito la alarma del auto. Subo y también lo hace Lorenzo, aunque luce sorprendido.
—¿Por qué esa cara?
Mira el auto y luego a mí, como si eso lo explicara todo.
—¿Por qué tan pequeño?
—No es pequeño.
—Eso es porque eres enana.
—Mido más que el promedio.
Ríe y niega con la cabeza.
—No es mi culpa que seas una jirafa.
—¿Una jirafa? –arquea un ceja y rompe a reír-. ¿En casa no te enseñan mejores insultos?
Frunzo el ceño.
—No es gracioso.
—Claro que sí.
Blanqueo mis ojos y pongo el auto en marcha, intentando contener una sonrisa.
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