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Domingo 10 de septiembre, por la madrugada.

Llegamos al edificio en total silencio y de la misma manera subimos al ascensor.

No llegué a quebrarme el dedo pero sí logré un esguince, me dieron calmantes, me entablillaron el dedo y me recomendaron colocarme hielo.

—Buenas noches –digo cuando el ascensor se detiene en mi piso.

—Buenas noches.

Salgo del mismo y camino unos pasos sin querer alejarme de él.

—Llámame si te sientes mal.

Asiento y lo saludo con la mano cuando el ascensor cierra sus puertas.





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