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Sábado 14 de octubre, por la noche
Veo a Lorenzo a lo lejos, recibiendo más invitados y no puedo evitar sentir que muero de ternura.
Es imposible que sea el mismo Lorenzo al que no soportaba meses atrás.
Llego junto a él y lo abrazo por el costado. Él sonríe y acomoda mi cabello tras la oreja, mirándome fijamente.
—¿Estás pasando una linda noche?
Asiento.
—Sólo me falta una cosa –susurro, sólo para que él pueda escucharme.
—¿Qué es?
—Tú.
Su sonrisa se ensancha y corta la distancia entre nuestros labios.
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