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Sábado 14 de octubre, por la tarde
Victoria llega luego del mediodía y desde entonces no deja de chillar cada vez que le cuento algo de Lorenzo.
Realmente le gustamos juntos.
—¿Entonces para diciembre ya se habrán acostado? –pregunta mientras devora una donuts-. Así ganaré mi apuesta.
—No lo sé –siento el calor subir por mis mejillas-. Todo sucedió muy rápido, quizás en diciembre ni siquiera seamos novios.
Chasquea la lengua, indignada.
—En diciembre ya se habrán casado, conociéndolos.
Es mi turno de chasquear la lengua.
Exagerada.
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