El Detective
3 de Enero de 2015 / 9:00 am
El vodka de la noche anterior le daba un sabor amargo a las primeras horas del día mientras se dirigía a su agencia de investigación privada. Después de casi veinte años trabajando como Investigador estatal, decidió hace cinco años abrir su propia agencia.
Su astucia y determinación eran lo que lo hacía diferente. Entre los policías e investigadores era de suma admiración, ya que en los casos más complicados él era el Indicado para hallar la respuesta donde parecía que no la había. Así era Jame Lord, alto, medía como uno ochenta, en la academia era uno de los más diestros en los ejercicios físicos, y por supuesto su excelente puntería; sin mencionar que aquellos ojos celestes que si lo quedabas mirando por mucho tiempo podías perderte.
Él había sido testigo de innumerables suicidios, asesinatos y otros casos que el que no estuviera en la rama de criminalista jamás vería. Arrogante y pretencioso; eran de esas cualidades que bien te podrían ayudar, o simplemente hundir. Pero aparte de eso era un baluarte de la Investigación, por eso entre sus colegas lo llamaban como My lord (Mi señor).
Su apodo parecía sacado de una barroca novela del siglo XVII, pero la historia va más allá de un buen apodo. Fue hace diez años cuando un alto diplomático de la colonia Británica fue encontrado en su alcoba, muerto con un disparo en el corazón. Más de tres detectives e investigadores prominentes tomaron su caso, pero ninguno logró resolverlo. Solo Jame pudo descifrarlo, llevándolo al fin de que, fue su propia esposa quien le propinó el disparo, viajó días antes, le disparó y al final tomó un viaje a Inglaterra. Obviamente, todo premeditado. A partir de ahí recibió tal apodo.
Aparcó su carro en medio de la nieve, las llantas de su camioneta se hundían como arena movediza. Le parecía molesto que aunque hubieran pasado las fiestas de fin de año la estúpida nieve todavía permaneciera. Sí, él era esa clase de persona que todo lo que pueda dañar su día le molestaba, ya sea si llueve, o bien la hojas de los árboles que se estancan en su parabrisas. Todo le aborrecía. Y se preguntaran quién puede aguantar eso, pues díganselo a su ex esposa que hace quince años le pidió el divorcio. No podía tolerar a un hombre que se molestara hasta si solo duró tres minutos en la cama. Con el divorcio Jame acrecentó su mal humor y arrogancia.
Miró su celular y revisó su agenda, tenía que hacer unos papeleos sobre el caso que cerró el día de ayer, cosa de rutina: un asesino, dos muertos y otro intento de asesinato. Tuvo que correr dos kilómetros detrás del fortuito asesino, hubo uno que otro disparo, lucha cuerpo a cuerpo, un esguince en la mano izquierda; pero nada que no fuera gajes del oficio.
A pesar de todo, esto era lo que le mantenía con vida. Quizás otro ya hubiera dejado el trabajo, pero para él a medio siglo de vida, era lo mejor que tenia. No quería ser esa estirpe de adulto que no le ve un sentido a la vida y que se pasa todo el día en el balcón de su casa esperando a que su nieto lo visite. Y no es que ese pensamiento fuera del todo equivocado, pero sus dos hijos se fueron desde que se hicieron mayores y a partir de ahí el contacto entre ellos había sido reducido a solo postales de buenos deseo para navidad y una que otra foto enviada por correo de sus nietos. Su vida era poco convencional pero divertida, como Jame decía.
Siguió caminando hasta abrir la puerta y ahí estaba Diana, como todos los días. Hacia unos meses que estaba trabajando para él luego de que a su antigua asistente le detectaran un tumor cerebral. Fue una lástima que Marta se marchara, pero no se quejaba de Diana, quien era puntual y sobre todo resaltaba el tolerar su mal carácter.
—Buenos días My Lord —dijo en modo de saludo a Jame.
—Buenos días señorita Diana, ¿alguna novedad?
—El señor Sebastián se ha dirigido a cubrir una investigación afuera del Estado (Sebastián era el otro Investigador que trabajaba para él, hijo de la hermana de su antigua esposa; joven, pero una máquina en táctica y rastreo), y la Señorita Helen Valverde de Morris ha llamado nuevamente.
—¿Y quién es esa tal Helen de Morris? —preguntó.
—Pues la yerna del Cenador Diego Morris.
—Usted me disculpará Señorita Diana, pero no quería saber la yerna de quién era, sino para qué quería verme.
—Pues, lo que me explicó, es que era un caso de su hermana, para ver si quería brindarle sus servicios.
—¿Y qué más dijo?
—Pues, su muerte fue hace dos años, y, según ella, no quedó complacida con la conclusión de la investigación —respondió Diana.
—Dígale entonces que se busque otro.
—Pero señor, hace dos semanas aproximadamente que está llamando.
—Ay Diana, lo que resulta de este negocio es la persistencia. Que llame entre dos días más, y si de verdad te llama, que venga a las seis de la mañana a mi oficina.
—¿Tan temprano? —preguntó Diana.
—Te repito, la persistencia es lo que determina cuán importante es para ti las cosas.
—Comprendo My Lord.
Y como si Jame Lord tuviera un bola de cristal o bien leyera los caracoles, Helen Valverde De Morris llamó esa misma tarde y planeó una cita extra oficial con Jame, el cual la pospondría por dos días más. Sin duda My Lord podía darse esos lujos, no porque fuera Importante (que sin duda lo era), sino porque sabía que era el mejor.
¿Sería este caso tan transcendental? ¿Podría My Lord resolver este enigma? Continúen esta historia de dinero y poder.
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📚RECONTRA ATRASO . MUY APENADO POR EL TIEMPO QUE ME E DURADO PERO AQUÍ LES VA😐
a Mi Querida Editora
Chuxamia💙
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