8 | Luna de Fresa
Jimin observó a su alrededor, el salón
estaba prácticamente vacío, los visitantes ya se habían marchado y solo quedaban uno que otro rezagado.
Él se había quedado en un rincón con el bebé en brazos y con la nena de la mano, nunca se había sentido tan solo y tan desprotegido.
A lo lejos sintió la voz dulce de la abuelita de Jungkook que saludaba a aquellos líderes que aún permanecían por allí, pensó que ese era el momento de dejar el rincón para quedarse con la abuela, de haber estado solo, conociéndose audaz y valeroso hubiera salido él también a cazar al perro pelón pero ahora estaban su hijita e hijito de por medio, así que el coraje le sirvió para ser precavido. Iría con la abuela para estar entre personas y evitar que el imbécil se le acercara.
Pero dio dos pasos y sintió a sus espaldas, la presencia de alguien, supo que era el Xolo. Se quedó inmóvil, no podía articular palabra. El Xolo caminó hasta quedar frente a él y se acercó lo suficiente para gruñirle al oído, un gruñido bajo, casi imperceptible pero cargado de malditas intenciones.
Por instinto, Jimin se echó para atrás, protegió con su cuerpo a sus dos hijitos y le dio la espalda.
—Hola, Jimin, por fin solos, nuevamente.
Jimin respiró hondo, no podía creer que estuviera sucediendo esto. Lo más aterrador era que pudiera hacerles daño a los cachorros pero esa voz despreciable lo puso en modo protector, abrazó a sus bebés y los tranquilizó con olor a caramelo.
Si él tenía que luchar con Uxmal, lo haría nuevamente y se preparó para ello.
—Mírame Jimin, no me ignores, he pasado por mucho para venir a reclamarte.
—¿Reclamarme? ¿Eres demente? —contestó pero no giró.
Uxmal estiró su brazo para alcanzarlo y hacer que Jimin se diera vuelta pero no llegó siquiera a rozarlo.
—Le tocas un pelo y te degüello.
Jimin escuchó a su Alfa y volteó a verlo, allí estaba Jungkook, enorme, gigante a los ojos del Omega, su corazón de papel se estremeció y le sonrió triste. Acto seguido e irremediablemente miró al xolo que aún no le quitaba la mirada de encima.
Cuando hicieron contacto visual, Uxmal sonrió una mueca horrorosa, esa que a Jimin aún le taladraba en su memoria.
—Hola —repitió el maldito audaz sin importarle que Jungkook estuviera detrás.
La mano tatuada del alaskan tomó la muñeca del xoloitzcuintle, la retorció y de un empujón lo arrojó hacia atrás haciendo que el tipo cayera al piso.
Su estrategia había dado resultado, él se había quedado oculto entre la gente sabiendo que la mejor manera de que el hijo de puta apareciera si veía solo a Jimin. Y así fue, el predecible perro lampiño había caído en la trampa.
Los ojos amarillos de Uxmal se tornaron oscuros, desde el suelo gruñía como animal enjaulado. Jungkook se acercó, lo tomó del cuello y presionó tan fuerte que su cabeza hizo impacto en el suelo y sonó cual calabaza que se rompe.
La abuela llegó con los malamutes que la acompañaban y entre cuatros lograron separarlo sin estar enterados de lo que realmente estaba ocurriendo. Uxmal se levantó mareado, con la cabeza sangrando pero aún así, aprovechando el tumulto que hicieron los híbridos que sostenían a Jungkook, el maldito escapó como una lagartija cobarde lo haría.
—¡Nooo, que no escape, vuelve maldito cobarde! —El Alfa aullaba con furia. Cuando lo soltaron él corrió hasta Jimin y sus niños. Su manada amada estaba bien, asustados pero a salvo.
—Regresaste a tiempo…
—Nunca me fui, Jimin, me quedé detrás, sabía que el cobarde se acercaría a ti si te veía solo.
—Eso fue arriesgado pero brillante, Koo. Aunque sentí miedo.
—Perdón por no decirte mi plan, se me ocurrió de golpe, no hubo tiempo.
—¿Escapó, verdad?
—Sí, pero no irá lejos. Tranquilo, Caramelo, lo atraparemos.
—No va a detenerse, Jungkook, hoy lo vi en sus ojos, está más loco que antes. Volverá por mí.
—Jimin, mírame —El Omega lo hizo— antes lo mato.
Nam y Seokjin regresaron corriendo al enterarse de lo ocurrido y se abrazaron a Jimin y a su hijo. Gong Yoo decidió quedarse y junto con los vigías de Jungkook escoltaron a la familia a la casa del líder. Allí se refugiarían hasta que pasara el peligro.
Una vez que la última persona ajena al clan abandonó la aldea, las enormes puertas se cerraron y a lo largo de la empalizada de madera quedaron los guardias haciendo custodia. Ni un alma entraría ni saldría de allí sin ser visto.
Pero… Una de esas almas, seguro no entraría porque nunca se había ido. Uxmal había corrido y se había escondido en el agujero en el que se había estado quedando todos estos días. El perro loco, había robado cueros, mantas y pieles de los lobos para camuflar su olor y ocultarse, desde allí recobraría fuerzas para atacar de nuevo.
Días después, ignorando que el xoloitzcuintle no se había ido, dieron por hecho ya no regresaría y poco a poco, Jungkook y Jimin fueron retomando su vida normal pero con normas nuevas.
En uno de esos días en el que el rojo le dedicaba unas horas a conectarse con su chamana, él preparaba todo para que las crías estuvieran seguras. Si iba a ausentarse un rato, por mínimo que fuera ese rato, él solo dejaba a los niños con Jungkook. Ya no llevaba a Sakâri con Almendra y nadie que no fueran ellos cuidaba al Enigma. Así de drástica se había vuelto la paranoia de la pareja.
Jimin se dirigió al jardín blanco donde solía meditar para entrar en conexión con Siniysh, su chamana cuando vio al zorrito que venía desde la espesura del bosque con un andar tambaleante y errante. Jimin supo que algo no andaba bien al ver a Cayena, que normalmente era una criatura ágil y elegante, moviéndose con dificultad. Su cola brillante y esponjosa que solía ondear con orgullo, ahora colgaba baja, arrastrándola tras de sí dejando una oscura huella de sangre.
Cada paso era un esfuerzo visible para el zorrito rojo, sus patas se deslizaban torpemente sobre la nieve como si estuviera caminando sobre un terreno inestable.
Jimin corrió hasta él, lo alzó y corrió al interior de la casa.
—¡Jungkook! Ayúdame.
Antes de llegar palpó con sus manos buscando de qué parte del cuerpo del animalito le brotaba la sangre. Y la encontró. Cayena había sido herido furiosamente, su pata trasera parecía haber sido cercenada por algún objeto filoso y apenas se sostenía colgada de músculos y tendones. Jimin tapó la herida con sus manos para detener la hemorragia. Cayena estaba muriendo.
Jungkook corrió a su encuentro pero Jimin le pidió que se quedara con los niños.
—¡Cayena! ¿Qué pasó? ¿Cómo te ayudo?
—Que Sakâri no vea esto, por favor, quédate con ella.
El Alfa hizo lo que Jimin decía.
Jimin llevó al zorrito y lo colocó sobre una manta suave en el suelo.
Se tendió boca abajo, quedando frente a frente y acercó su cara para hacer contacto visual con él, esos ojos, normalmente brillantes y llenos de curiosidad, ahora reflejaban dolor y confusión.
Jimin acarició su carita y con la otra mano aún sobre la herida abierta pudo sentir el calor de la sangre y el dolor que emanaba de él. Cerró sus ojos, respiró profundamente y comenzó a mover esa mano en un patrón circular, como si estuviera dibujando un símbolo invisible. Sus dedos rozaban la piel del zorrito transmitiendo una energía cálida y reconfortante, de su garganta salieron palabras en ese lenguaje único con el que el aprendiz de druida se comunicó con el anua del animal.
Jungkook dejó a los niños dormidos y llegó justo en el momento en que el poderoso niño mago hacía lo que sabía hacer, milagros.
Jimin sopló un hálito violeta sobre la mano ensangrentada, la llevó a la herida y comenzó a brillar con una luz suave, como si la vida misma estuviera emergiendo de las manos del rojo.
La sangre se detuvo y la carne comenzó a cerrarse, tejido a tejido, músculo a músculo, con un último movimiento de la mano selló completamente la herida.
Cayena abrió los ojos y su mirada se encontró con la de Jimin.
Sonrió, el sonriente sonrió, había vuelto.
Jungkook alzó al zorrito y lo llevó a su camita y lo besó.
—Agradece a los cielos que tienes de papá a Jimin, zorrito lindo.
Regresó y Jimin intentaba levantarse con dificultad como si cada movimiento le costara sudor y lágrimas.
Su cuerpo se balanceaba, buscando equilibrio en un mundo que parecía haberse vuelto traicionero con él y su estabilidad.
—¡Jimin! Jungkook llegó antes de que el siberiano cayera de bruces.
—Tengo sueño.
—Ya lo sé, Caramelo, ven. —Lo levantó en brazos y lo llevó a la cama. Observó el sueño de la bella criatura que en sus pequeñas manos tenía el poder del cielo en la Tierra, a la que él ama con locura y se sintió dichoso.
Jimin había salvado al sonriente pero detrás del milagro se encontraba el hecho de que alguien lo había herido con intención de matarlo.
Jungkook sabía que era el Xolo, siempre supo que ese condenado bastardo se encontraba cerca.
Luna de Fresa es la luna llena de junio, la cual recibe su nombre de las tribus nativas americanas. Estas comunidades ancestrales nombraban las Lunas llenas de acuerdo a los eventos naturales y las temporadas de cosecha. En este caso, la Luna de fresa señalaba el período ideal para recolectar frutas como las fresas silvestres, que maduraban en esa época del año.
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