11 | Luna Roja
Jimin sabía que él no tenía los poderes de un druida, porque no lo era y porque había rechazado ese llamado desafiando a los dioses que lo habían proclamado como su sucesor en la Tierra.
Él era el elegido del cielo, entre sus dones estaba la comunión con los seres del reino animal pero hasta allí llegaban sus capacidades. De haber accedido al rango de druida, él hubiera heredado y desarrollado la facultad de los milagros. Pero no lo había hecho, había rehusado esas dotes y ahora mismo se sintió infinitamente desdichado. Su niña había muerto y él no se quedaría sin hacer nada.
Caminó descalzo sobre la sangre y le pidió a Jungkook que la recostara en el piso.
El Alfa lo hizo y se quedó de rodillas sosteniendo la pequeña mano de su cachorrita amada.
Jimin comenzó un cántico celta con el que la niña comenzó a levitar con los pies hacia arriba y la cabeza hacia abajo.
—Sostén su cabeza —Le indicó al Alfa, el profundo corte casi la había decapitado.
—Sé fuerte Jungkook, no llores —Fue lo último entendible que salió de la boca de Jimin y tras ello entró en un trance profundo. Se encomendó a los cielos y los hizo bajar a este plano para que se metiera en cada célula de la nena para generar tejido sano.
Habló en lenguas y refulgió como el mismísimo sol, hizo promesas al Dios de los muertos de las que jamás se arrepentiría de cumplir.
Convocó al Enigma y se unió a él para poder hacer lo que tenía que hacer.
Jimin solo, no lo lograría.
Jeongguk parecía dormir en brazos de Jin, pero su anua se había entrelazado a la de su padre en un encuentro sagrado. Padre e hijo movidos por la misma fuerza para conjurar el milagro que transforme la espantosa realidad.
Con la mano en puño, Jimin golpeó el corazón de Sakâri tres veces.
Con la mano abierta acarició el cuello lacerado, se quedó allí y cantó. Le cantó las nanas con las que la niña dormía y volvió a dar tres golpes fuertes en el pequeño tórax sin vida.
Le cantó las nanas con que la nena despertaba y fue entonces cuando la garganta de Sakâri comenzó a cerrarse.
Ella comenzó a descender y para cuando Jungkook la recibió en sus brazos, ella respiraba con normalidad y su corazón latía bello y contento en su pecho de cachorra.
Nuevamente se sintió como si el tiempo se hubiera detenido y el mundo se hubiera reducido a ese solo instante.
El Alfa observó atónito como el cabello rojo de Jimin que flameaba hacia los techos como llama ardiente, cayó de golpe sobre sus hombros y uno de los mechones que le surcaban la frente, cambiaba de color. Ese mechón antes lleno de color, comenzó a cambiar, como si la propia esencia de su ser estuviera siendo transformada.
Sakâri a salvo, Jungkook entregó la niña a su padre y corrió a sostener a Jimin antes de que cayera al piso, como plomo.
—¡Jimin!
Jimin no reaccionaba, ni lo haría. Él había usado fuerzas poderosas que estaban por encima de sus capacidades.
Jungkook lo acunó y lloró en su cuello. Acomodó el mechón blanco en su cabello rojo sabiendo que a partir de hoy, ese sería un símbolo de una nueva realidad, un recordatorio de que algunas heridas, aunque cierren, nunca sanan por completo.
Jimin no reaccionaba.
Jin le entregó a JK el bebé Enigma y en el centro de la sala, quedaron ellos tres en un abrazo silencioso. Jeongguk se conectó con su padre Alfa y le transmitió con dolor y desazón que los cachorritos que esperaban con Jimin, habían muerto en su vientre.
Jungkook acunó al bebé Enigma y no se permitió llorar, en lugar de eso emitió sus aromas y envolvió a su hijo y a su Omega creando un refugio de amor y protección.
El lazo seguía intacto y más fuerte que nunca, pero el anua de Jimin se encontraba exhausta. Él había caminado un sendero que sólo los druidas podían hacer y ahora pagaría las consecuencias.
De a uno fueron llegando los siberianos del clan Park, Yoongi, Taehyung, Hoseok y se quedaron de pie alrededor de Jimin y Jungkook. Namjoon de la mano de Seokjin también se unieron al círculo cerrado.
Los seis guerreros y un alma nueva, en ronda sagrada para salvar a Jimin que respiraba poco y mal.
El Enigma elevó su espíritu y cobijó a los siete.
Él había germinado en este mundo, en el vientre bendito de su padre que yacía sin fuerzas para dar más batallas, tras haber librado la más difícil de su existencia.
Bebé Enigma no necesitaba autorización de los dioses para levantar el alma de su padre y elevarlo junto a él en un vuelo de águilas guerreras hacia el cielo de los milagros. Allí se unieron a Siniysh que abrazó a su amado niño rojo y con tres golpes suaves en su pecho, lo devolvió al camino de los vivos, a él y a sus dos cachorros en su vientre.
Sigo llorando...
Sobre el título del capítulo
Luna Roja
Las tribus de Norteamérica llamaban a la luna llena de agosto la luna roja por el tono rojizo que adopta bajo la bruma del verano.
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